Contenido oculto: Sala de Estar Situada justo en la mitad del edificio de la base posee una perfecta vista panorámica de las grandes y nevadas montañas de Alaska, no obstante por mas ruda que sea la tormenta los sistemas de calefacción hacen que este lugar siempre sea perfecto para descansar. Este es el lugar idóneo para pasar un buen rato de ocio, pues cuenta con videojuegos, televisión, billar, un pequeño bar con bebidas de todo el mundo así como servicio de comida desde la cafetería hasta aquí para evitar que los agentes se cansen moviéndose de un lugar a otro, esta estancia está cerca de las habitaciones. Es aquí donde los agentes vienen a pasar un buen rato, conversar entre ellos y divertirse cuando tienen ratos libres. Contenido oculto: Oficinas La zona administrativa de la agencia. Es aquí donde el papeleo y otros tramites se llevan a cabo para que todo siempre esté en orden. No obstante se ha asignado oficinas a algunos agentes de elite para que puedan llevar mejor su trabajo de investigación en operaciones de mayor duración y complejidad así como para brindar asistencia a miembros del personal administrativo y otros agentes a manera de consultas. Estas oficinas están situadas en las ultimas plantas de la base y en la ultima se puede encontrar la oficina del jefe. Contenido oculto: Intrucciones Aquí podeis rolear entre vosotros o interacutar con ciertos NPC Contenido oculto: Intrucciones Lady Azulina Lazy Raiven Gigavehl Nel Ralph Phoenix Shepard
Marie-Anne Voileta. Blondie ya había descansado lo suficiente. No tosía sangre, lo que era muy importante, su cuerpo estaba limpio y sus músculos relajados. Le costó lo suyo, arribar en su habitación para meterse en un cubículo todavía más pequeño, pero tan pronto el agua empezó a caer sobre ella pudo olvidar detalles. No quería regresar a esa habitación otra vez, se plantearía dormirse ahí mismo donde se hallaba si era necesario. Encontró algunas mudas de ropa y ahora reposaba sentada en un extremo del sofá en la Sala de Estar, con una camiseta ancha y unos pantalones ligeramente holgados, su rubio cabello cayendo sin orden a ambos lados de su rostro y sobre su espalda. La rumana abrazaba uno de sus pies, apoyado sobre el mueble, mientras mecía distraídamente el otro, con los ojos esmeraldas anclados en la pantalla de la tableta a su lado. Al menos ya sabía dónde se encontraba, creía que sería información enloquecidamente confidencial. Estaba algo lejos de casa.
Adrián Caparzo Entró a la sala de estar a paso tambaleante. El café que le habían ofrecido lo dejó fuera de servicio y estaba buscando a alguien que le explique aquél método; podría haber bastado con palabras, Adrián no era alguien que se hubiera rehusado al trabajo. Sea como fuere ahora estaba allí, queriendo buscar algo fresco para su garganta. Inspeccionó el refrigerador y tomó un envase de leche fresca, lo destapó y lo olió. No parecía nada raro el líquido y lo bebió. También buscó algo para comer: revolvió el interior del refri y encontró una variedad increíble de fiambres frescos para emparedados. Se hizo diez para él solo. Comió y caminó por la sala, sintiendo el perfume de mujer en el ambiente... ¿Alguien había estado allí antes? Cerró la idea al terminar su almuerzo y al beber el último cartón de leche. Dejo los cuatro envases vacíos sobre la mesa y se limpió la boca con el dorso de la mano. No sabía muy bien qué buscar o qué hacer. Se sentó en uno de los sofá y se pasó una mano por la cabeza. ¿Dónde había terminado?
S. Rogers La cuchara se paseaba por el envase de plástico como si no hubiera un mañana, la gelatina de frambuesa que una vez llenó el pequeño recipiente ya no se encontraba ahí sino en su estómago, Scott amaba la gelatina de frambuesa. No pasó mucho más de media hora cuando una enfermera y un médico abrieron la cortina para poder seguir la evaluación. — ¿Cómo te sientes? —El hombre de avanzada edad se acercó a él con una linterna para observar sus pupilas. —Mejor, la gelatina ayuda a la recuperación —comentó, abriendo otro envase—. ¿Puede ir trayendo otro, señorita? —Lo siento, pero ya es el sexto. No puedo seguir dándote gelatina. —Mejor come algo salado y sigue descansando. —Pewgo la yeyatina… —respondió con tono melancólico mientras abría la boca. —Déjala para otro momento. Al terminar su evaluación, el doctor le pidió que siguiera descansando, después de todo, había sobrevivido a demasiados golpes en Rusia.
Marie-Anne Voileta. Aquel hombre hambriento no lo conocía, no era de sus compañeros, pero seguramente en la Agencia habían muchos más agentes, como Victor. ¿Tendrían el mismo rango? En realidad, no tenía tanta curiosidad como para acercarse a preguntar. Honestamente, en vista de su inevitable acercamiento, lo único que quería era alejarse tanto como le fuera posible, pero la sala de estar no era precisamente un campo de fútbol. Con las habitaciones como único lugar privado, Marie-Anne no tenía realmente a dónde escapar. Se mordió el interior de la mejilla en una acción ansiosa, él no parecía dar señales de reparar en ella, lo que la salvaba temporalmente de entablar conversación. Sin embargo, no quería dar espacio siquiera a que se produciera la oportunidad. Tenía que sacar su ansiedad de una forma más... sana. Se levantó, tomando su tableta, para dirigirse al pequeño bar y servirse un trago. Con el diminuto vaso en su mano, encontró la perfecta distracción disfrazada en una inocente mesa de billar. Era perfecto para sacar potentes golpes de una forma comprensiblemente disimulada. Tenía para varias horas...
Adrián Caparzo Lo tomó por sorpresa ver la figura femenina levantarse y dirigirse a la mesa de billar. Enarcó una ceja, confundido. ¿Cómo era que no la había visto? la siguió con la mirada, observando sus movimientos y su físico. Miró hacia derecha e izquierda pero al notar que nadie más parecía ingresar a la sala, o al menos nadie más parecía escondido en el lugar, decidió levantarse y caminar hacia ella. Pero se detuvo a unos escasos metros: era obvio que él no le había visto pero estaba claro que ella sí; y su hubiera querido entablar alguna especie de diálogo lo hubiera hecho desde su escondite al menos. Eso le daba dos opciones: la primera era que la mujer no deseaba saber nada de él, por lo que guardaría distancia. La segunda era que él necesitaba respuestas, de una u otra forma. Se apoyó contra una columna, cruzando sus pies y con una mano en uno de los bolsillos de su pantalón. Era una pose común en él al estar relajado, o aparentarlo, e intentaba no hacer movimientos bruscos. ¿Podría ser una prueba aquello? —Tú podrías ser un 6 o un 7. Esa medida de palo vendría perfecto para la longitud de tu brazo. —se refirió a los palos para golpear las bolas del billar. Meneó la cabeza a la derecha, mirándola a los ojos.
Scott — ¡Oh! Yo quiero jugar pool, amiguitos —Scott Rogers había hecho acto de presencia en el lobby, su aparición no había hecho más que impresionar a su compañeros, sin embargo, la razón del asombro de Marie y Adrían no era porque el americANO estuviera de pie en vez de estar disfrutando de un descanso, la razon de su asombro era debido a la vestimenta del desgraciado. Y es que, ¡¿cómo estar tranquilo cuando alguien solo viste una bata de enfermo con una abertura en su espalda?! El hombre dejó de lado la bolsa de papitas que estaba degustando y tomó un palo, para comenzar el juego. — ¿Lista pequeñín? —Miró a la chiquilla quién se hallaba confundida por la situación: primero el conversador y luego el desvergonzado, que estuviera parada sin sufrir un ataque de ansiedad era un milagro—. Tú también puedes jugar si quieres —expresó tranquilamente al otro hombre en la sala. Contenido oculto Sí tiene sus partes tapadas con un short deportivo, relax Lady Azulina rapuma
Marie-Anne Voileta. Iba a desfallecer, la rumana estaba casi segura de eso. Había palidecido con la presencia sorpresiva del hombre que había intentado justamente evitar, hablándole repentinamente como si ella fuera tan ingenua como para no ser capaz de saber cuál palo le tocaba elegir. No necesitaba de ninguna ayuda, pero le habría caído bastante bien un aviso. El susto le hizo soltar el vaso que se rompió en incontables pedazos a sus pies. Era magnífico. Y no teniendo suficiente con ello, su compañero herido también hizo acto de aparición. Por un segundo se sintió a salvo al escuchar su voz, pero al verlo la abrumó la vergüenza y se hubiera cubierto la cara con las manos si no estuvieran temblándole. La ansiedad. La estupidez de haber dejado caer el vaso. La posibilidad de lo que fuera que podrían pensar de ella. Sentía cómo se le cerraba la garganta. Cómo aumentaban hasta volverse ensordecedor el sonido de los latidos de su corazón. Debería recoger los restos y lavar el suelo, pero las piernas apenas la sostenían y no creía tener la fuerza suficiente como para levantarse si se agachaba. No podía mirarlos. No podía quedarse. Apenas recogió su tableta de la mesa de billar para dar un paso... y terminar su diminuto cuerpo encogiéndose por el dolor. Había pisado, y con demasiado fuerza además, los pedazos del vaso de cristal que de forma muy oportuna logró evitar cuando se desparramaron. La ansiedad la cegaba. Incapaz de moverse, se mordió el labio para ahogar un sollozo mientras una línea rojiza se deslizaba hasta su talón. Retrocedió para apoyar el mismo en el suelo e intentar escapar por otra vía, pero sus energías se drenaron de forma tan repentina que lo único que Blondie quería era echarse a llorar en ese mismo lugar.
Scott Arrugó el rostro con un deje de disgusto por lo que veía, la pequeña rubia se había herido sin querer con el vaso y, aunque se le veía la intención de ignorar el dolor para recoger el desorden, Rogers pudo notar las pequeñas lágrimas que se acumulaban en la comisura de los bellos ojos verdes. No podía negar que se veía totalmente adorable y provocaba abrazarla cual peluche de felpa, sin embargo, sabía que de hacer eso la rumana entraria en un estado bastante peculiar. Supo entonces lo que debía hacer; dejó el palo en su respectivo lugar y se acercó a ella, seguro de lo que haría a continuación —Oye, calmate pulguita —buscó la forma de ser lo más gentil posible—, yo me encargo ve a que te revisen eso, no sabes que tan grave es. —Yo... —las palabras, las dichosas palabras no le salían de la boca. —Tranquila, pulguita —le guiñó el ojo—. No te tienes que preocupar por la limpieza, ve a que te revisen y te curen el corte —le volvió a sonreír antes de agacharse y comenzar a recoger los trozos de vidrio. La fémina lo miró unos segundos antes de asentir y salir del cuarto a un paso medianamente acelerado. Scott solo alzar una comisura de sus labios. Lady Azulina
Adrián Caparzo Se quedó boquiabierto luego de toda aquella escena; realmente perplejo. No tuvo tiempo de hacer nada en ningún momento, ya que la aparición de un hombre en bata médica lo había dejado ya pasmado. Todo se le antojó bizarro, rozando lo cómico: la chica llorando, lastimandose y al parecer sufriendo mucho por algo que escapa a su entender; el hombre que apareció de la nada misma y le ayudaba a recojer los vidrios, pero Caparzo solo tuvo la vista de su trasero ya que la bata estaba abierta por detrás. Lanzó una carcajada campechana sin poder contenerse. Era lo más raro que había visto hasta el día. Entonces por los altavoces solicitaron su presencia en el cuartel de mando. Se dió media vuelta y antes de retirarse giró el rostro para al menos dedicarle unas palabras al recién llegado. —Luego traigo una escoba. —mintió y se fue, pensando en no perderse en el camino.
Marie-Anne Voileta. Despertó. Más tarde que temprano, pero la rubia terminó despertando. Observó el blanco techo de la enfermería y le costó unos segundos llegar a la conclusión de que se encontraba dentro de la Agencia. Miró a un lado y descubrió que su ropa -sucia- estaba sobre una mesa. Giró la cabeza al otro y se encontró a Scott, lo que inevitablemente la sorprendió. Se mantenía sosteniéndole una mano. Sus brazos estaban vendados y... algo suave era presionado por su mejilla al mover la cabeza. Lo hizo un par de veces para probar la textura, sintiendo la familiaridad. —No puede ser... —murmuró—. ¡BELLONDE! Con su grito no hubo forma de que el hombre continuara dormitando, despertando de un salto. Vio a la pequeña rumana levantarse de una forma poco natural para acomodarse sobre sus rodillas y alzar entre sus manos a un peluche diminuto. También fue incapaz de ver a un mini robot alzar el vuelo con una eufórica expresión en la pantalla que suponía era la cara. —Doamnă Antoinetta. —¡Mihai! Blondie se echó a reír por primera vez, abrazando a un objeto inanimado y a una máquina. Parecía... feliz. Y definitivamente por completo recuperada. Lazy
Adrián Caparzo. Le habían dicho que lo encontraría en su oficina. Adrián caminó a paso vivo por los corredores hasta que dió con el lugar indicado. Golpeó tres veces con sus nudillos la puerta. Esperó fuera de la oficina del jefe. Fersaw
El Jefe -Puede pasar, señor Caparzo, sé que está allí afuera -Se escuchó la voz del jefe desde dentro de la oficina. rapuma
Scott Tuvo que parpadear varias veces para que los ojos se acostumbraran por completo. El grito de la fémina sentada sobre la camilla había sido lo suficientemente fuerte como para que una enfermera se acercara con preocupación para inspecionarla. Rogers estaba tan confundido y aturdido por la presencia de la máquina parlante que tardó unos segundos en responderle a la mujer de bata azul que todo estaba en orden. — ¿Eh? ¿Hola? Lady Azulina
Marie-Anne Voileta. —Buenos días, agente Rogers. —¡Scott! —los orbes esmeraldas tenían un brillo emocionado que nunca le había visto. La genuina felicidad se expresaba ante sus ojos—. ¡Es Mihai! —señaló con un dedo a la IA sin soltarla—. ¡Y Bellonde! La pequeña rumana dio un pequeño bote en la cama mientras su pequeño cuerpo se estremecía debido a las bajas y esporádicas risitas. Era una emoción demasiado opuesta a las experimentadas antes de su inconsciencia, como si hubiera despertado siendo una persona totalmente distinta. Terminó soltando al pequeño robot, aunque no le afectaba mucho estar tan cerca de su dueña después de haber estado tanto tiempo lejos. Lazy
Adrián Caparzo. Ingresó a la oficina y cerró la puerta tras de sí. Había un asiento pero decidió quedarse de pie. Eligió la posición de descanso, hombros caídos y las manos por detrás de su espalda. —Señor, vengo a charlar sobre el desarrollo de la última misión. Creo que es justo decir que el grupo de trabajo carece de coordinación y cooperación. También me pregunto si pudieron atravesar algún test psicológico, porque estoy seguro que muchos rebotarian el ingreso a la primer prueba. No se puede confiar en esta gente, actúan por instinto, sin pensar en las consecuencias próximas y sobre el éxito de la misión. Trabajar así es, a ciencia cierta, imposible. No solo por el hecho del éxito de la misión, sino también por la seguridad propia; muchos estuvimos a punto de morir por quedar emboscados en un laboratorio, del cual no sacamos nada, cuando pudimos haber evacuado mucho antes. Antes de ser reclutado pensé que esta gente era profesional, quizá de cuerpos secretos, marines o policías de ramas específicas y especiales. Ahora veo que simplemente les dieron un arma y un ultimátum para usarla. —hizo un descanso; al hablar no gritaba ni elevaba la voz. El timbre era neutral, lejos de parecer estar enojado. —Nadie garantiza el éxito de la misión cuando partimos hacia una, pero es nuestro deber emplear todas nuestras tácticas para lograrlo. Un soldado, policía lo que fuera sabe cuándo retirarse, no hay héroes en la vida real y los héroes mueren a la primera. El grupo no es homogéneo, no hay confianza y creo que nunca podré confiar en personas que no pueden dejar atrás sus traumas. No estamos jugando a la guerra, esto es mucho peor y más serio. Le solicito que piense sobre próximos reclutas, que atraviesen un test de policía, si tienen algo mal el test lo dirá. Si siguen ingresando a gente con trastornos lograrán que nos maten a todos. Finalmente parecía que había dejado de hablar. Pero dijo lo último. —En los SWAT, donde estuve muchos años, antes de coordinarnos como grupo sólido de respuesta rápida, nos moviamos en parejas. Quizá de ese modo se pueda ganar más confianza entre nosotros. Misiones en parejas, dúos que no tendrán más remedio que comunicarse y entablar tácticas para seguir avanzando. Es solo una sugerencia. Adrián obvió los detalles de sus compañeros; nunca diría que la rumana se congelaba en ciertas ocasiones ni que el agente Rovel se había desquitando con el cuerpo del científico. Tampoco diría cuando el agente, que no recordaba su nombre, salió corriendo de la escena de lucha. Pero estaba más que en claro que con un grupo de esas características podría llevarlo a la muerte y eso tenía que decirlo. Se quedó expectante, en la misma posición.
El jefe -¿Cree usted que un simple policía puede tomar una pistola Speed, cruzar el Port Master ir al otro lado del mundo y comenzar a dispararle a criaturas interdimensionales de la noche a la mañana? ¿Cree que un marine veterano va a venir aquí a hacer lo mismo? No, señor Caparzo, si eso fuera así de facil tendriamos ejércitos paseándose por las salas. Ante las cosas eran como usted lo dice, solo reclutábamos soldados, los entrenábamos y listo a matar Entes, y sabe que pasaba los mataban a ellos por que no podían adaptarse, a veces era tal la impresión de ver a esos seres que simplemente no podían con la carga psicológica, por eso buscamos gente que ya antes haya tenido contacto con los Entes a pesar de causarles traumas o que detectemos que son capaces de afrontar a esas criaturas. Hay un Ente muy singular con el que se demostrará este punto, su nombre es Osario, debil físicamente, pero con una capacidad aterradora, ese Ente era el principal asesino de militares y policías y nos hizo replantearnos el reclutamiento-Se levantó del escritorio y comenzó a caminar por la oficina-. No le mentiré, agente, la ultima misión fue una mierda a mas no poder, no por culpa de su brigada si no por culpa de la señorita Ana, esa mujer logró convencer a algunos miembros del equipo de seguir cuando la misión ya había concluido y todo se salió de control a partir de allí, una situación llevó a otra y acabaron casi muertos, lo sé. Pero la vida de un agente de operaciones no es solo ir matar Entes y regresar, ocasionalmente hay que dar un poco mas durante las misiones la curiosidad misma formo a esta organización, la curiosidad de una mujer fundó esta agencia. Dígame ¿Que habría sido de la misión si hubieran logrado capturar al doctor Yen antes de su suicidio? ¿O extraer la información de las computadoras antes que Pirata las borrara? No lo sabemos pero sin dudas estaríamos un paso mas adelante en nuestra lucha con el Hombre Rojo. Admiro su firmeza, su rectitud y su disciplina, es algo muy importante,, pero le recuerdo señor Caparzo usted ya no es un miembro del SWAT ahora es un Agente son dos cosas muy diferentes cuando lo piensa detenidamente. Sobre la estructura de su brigada, admito que hay muchas dispariedades e inconcordancias, no obstante apenas son novatos en esto, cuando se encuentren en un combate contra Entes de mayor rango le garantizo que comenzarán a cooperar y a coordinarse sin darse cuenta, solo así se sobrevive contra los Entes. rapuma
Scott La emoción de la mujer la hacía ver como una pequeña niña en navidad y eso, le enterneció a niveles insospechados. Aunque estaba contento de verla con esos ánimos, el americano no pudo evitar sentirse confundido, ¿cómo Mihai sabía su nombre? ¿Qué era un Bellonde? ¿Por qué Marie-Anne era lo más hermoso del planeta? Tantas preguntas y tan pocas respuestas. —Un placer conocerte Mi... —Mihai —completó la máquina flotante, reconociendo al instante que el hombre frente a él no alcanzaría a terminar el saludo—. El placer es mio —su voz mecanizada, aunque fuera distinta a la de GAR la hallaba igual de agradable—. Agradezco que estuviera acompañando y apoyando a mi Doamnă. — ¡Oh! No tienes que agradecer, cuidé de pulguita porque me gusta. So don't worry about it. A pesar de entender a la perfección lo que decía el hombre, Mihai miró a la fémina y la escaneó, ya que algo en la frase del americano no le cuadraba del todo. Marie lo miró curiosa, sabiendo lo que hacía. — ¿Qué sucede, Mihai? —La inteligencia artificial volvió a mirar al hombre, "ignorando" así a su dueña. —Lo siento, agente Rogers. Pero mi Doamnă Antoinetta no tiene rasgos ni caracteristicas similares a la de los sifonápteros —la rumana soltó una suave risa, había olvidado que su compañero a veces tomaba las cosas demasido literal, Scott solo alzó una ceja. —Sifo... ¿qué? —Pulgas, Scott —volvió a reír la mujer. Fue entonces cuando Rogers también rió junto a la chica, generando una confunsión en la máquina, quien no paraba de mirar a ambos humanos con curiosidad, ¿qué tipo de relación tenían? Lady Azulina
Adrián Caparzo. Se mantuvo impasible mientras el jefe hablaba. No lo cambiarían de unidad ni moverían a sus compañeros a otro sitio. Aún compartiría misiones con gente que, a su pensamiento profesional, debía de seguir en tratamientos psiquiátricos o estar en otro sitio muy lejos de este. Pero no diría eso a su superior en rango. —Serví mucho tiempo en la Legión Extranjera para saber lo que es tener tras tu espalda a criminales. Son escoria, lo peor de todo. Asesinos, pedófilos, reos, la peor calaña del mundo entero. Pero y aún así, esa gente tiene una disciplina de hierro y su pasado queda borrado al firmar el contrato y un número y una gorra adornan tu semblante desde entonces. Le puedo asegurar, con todo respeto señor, que mis compañeros de brigada, lejos de ser el prototipo de soldado ejemplar, sabías que tenías el culo cuidado con uno de esos hijos de puta detrás. Aquí no tengo esa confianza, pero espero ganarla para seguir con lo que queda. Se cuadró e hizo el saludo militar antes de abrir la puerta e irse.
Marie-Anne Voileta. La actitud de la rumana era muy distinta a todo lo que se le había visto antes. Tras el acceso de risa apoyó ambas manos en la camilla para recuperar su respiración usual. Estaba relajada y descansada, feliz, emocionada y con ansias de la buena. Su cabello rubio alborotado y nada incómoda o avergonzada por llevar esas poco protectoras batas de hospital. Movió ligeramente los pies y sólo al rozar la pierna de su acompañante fue que pareció recordar que continuaba allí, alzando la cabeza para verlo. Como Mihai, escuchó todo lo que él había dicho, pero al contrario de su pequeño robot, no ignoró parte del mensaje. —Estabas herido también, ¿cómo te encuentras, Scott? —El agente Rogers se la pasó en esa silla todo el tiempo, doamnă Antoinetta —le informó sin vacilar. —Debes sentirte muy cansado. Deberías aprovechar para dormir un poco. Lazy