Clock Tower Bosque de las Afueras (Introducción)

Tema en 'Partidas Inacabadas' iniciado por Reual Nathan Onyrian, 4 Junio 2019.

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    Reual Nathan Onyrian

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    Bosque de las Afueras (Introducción)

    El sol se va escondiendo lentamente entre los altos pinos, dándole a los árboles el aspecto de enormes antorchas. El cielo y la bruma del bosque se tiñen lentamente de naranja, convirtiendo todo el paisaje en un escenario surrealista, compuesto por colores insólitos para esos parajes. La densa arboleda no parece tener fin, a medida que avanzan lentamente, guiados por aquella señora rubia, esa extraña maestra del orfanato, algo histérica, pero que siempre los había tratado de buena manera, y se había voluntariado para guiarlos hasta la Mansión O’Donell, su nuevo hogar.

    Ya llevan la mayor parte del día de viaje, y la humedad propia de aquellas partes de Escocia les deja los cabellos pegajosos y mancha su ropa con sudor, haciendo que el aire a su alrededor se sienta pesado y denso, como si se estuvieran moviendo por un enorme molde de crema batida. Los árboles que los rodean se encuentran muy juntos unos de otros, y no parece haber ningún camino demarcado para seguir. Sin embargo, la Señorita Mary parece guiarlos sin falla, nunca frenando el paso para consultar el mapa que les fue facilitado por el dueño de la Mansión. Era muy raro, pero ella era una maestra, después de todo. ¡Seguramente sabía orientarse!

    Sus cuerpos se encuentran fatigados, y los pies les escuecen y pesan. Ya hace cuatro horas que aquel colectivo los había dejado a la entrada de aquella arboleda, y todavía no veían nada más que pinos, sombras, alguna lechuza o ardilla ocasional, y bruma. Mucha, mucha bruma. Tanta, que hasta resultaba, en cierta manera, ominoso. Sin embargo, ¿qué se podía pedir del norte de Escocia? Si ya Edimburgo era un enorme banco de niebla, un lugar tan alejado como aquel y rodeado de árboles solo podía estar de esa manera.

    Ya varios han expresado sus quejas ante la Señorita Mary. Esta también parece cansada, la travesía también parece pesarle a esta mujer alta y rubia, de 35 años, vestida con una blusa blanca grisácea, y una pollera tubo negra. Sus zapatos de taco alto no parecen muy apropiados para esta caminata, y la humedad ha comenzado a entrometerse con su maquillaje. Sin embargo, más parecen pesarle sus quejas, pues cuando aquella muchacha de sedoso cabello negro y cejas algo gruesas llamada Jenniffer se dirige hacia ella con la misma pregunta de siempre, la Señorita Mary solo puede suspirar y mirarla con expresión de hartazgo.

    — Señorita Mary, ¿cuánto falta para que lleguemos?

    — ¡Ya es la quinta vez que preguntas, Jenniffer!— respondió con un dejo de impaciencia la mujer, para luego señalar al frente.— Tranquila, ya casi llegamos, ¿lo ves?

    Jenniffer hizo visera con su mano, e hizo un esfuerzo para ver en la lejanía. De hecho allí estaba su destino, con su enorme torre en la cual se hallaba un gran reloj. Una gran edificación, de tejados negros, con apariencia de antigua, se alzaba entre los árboles, imponente. La Mansión O’Donell. Su futuro hogar.

    ¡Inicia ya el rol! A partir de ahora, pueden rolear libremente con sus personajes, e interactuar entre ustedes y el resto de la comitiva, es decir, Jenniffer, Laura, Anne y Lotte, además de con la Señorita Mary. Las fichas de los cuatro primeros pueden ser encontradas en el tema de inscripción, para quien lo desee ver. Todavía falta un trecho para terminar el recorrido. Aprovechen ahora para ir desentumeciendo aquellos músculos roleros.

    Liza White Gigavehl Gigi Blanche satellite Yáahl Insane
     
    Última edición: 4 Junio 2019
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    Ceci

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    Summer ~

    Se había quedado dormida durante la mayoría del trayecto, tal y como siempre hacía cada vez que tenía la rara oportunidad de subirse a un vehículo; era lindo mecerse de lado a lado y apoyar la cabeza en el vidrio y dejar que el sol calentara su rostro mientras se le iba nublando y nublando la vista en el horizonte hasta que los ojos se le cerraran y no se le volvieran a abrir por un rato.

    Pero el viaje se le había terminado y con ello también se había terminado el día y el cielo se había tornado de ese color naranja casi rojo que ella tanto odiaba y ella se estaba desesperando.

    'Summer, linda, el atardecer no puede lastimarte, está muy lejos de ti como para hacerlo'

    Suspiró y se abrazó a sí misma, agachando la cabeza lo más que podía. Si clavaba la vista en el pasto con la suficiente intensidad, casi que podía ignorar el resplandor rojizo que teñía el cielo hasta el horizonte. Summer no tenía nada contra el naranja, pero estaba muy próximo al rojo como para sentirse tranquila al respecto.

    «El pasto nunca se vuelve rojo. Puedo confiar en el pasto», pensó, poniéndose las manos a los lados de los ojos, como esas cosas que le ponían a los caballos en los ojos para que no se descontrolaran con la multitud, o algo así le habían explicado.

    Una vez más, Summer iba por su propio mundo, alejada del resto de los niños.
     
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    (Y aquí voy con los colores porque es divertido(?))

    Nuvoir Drestender

    Y al fin había llegado el momento tan añorado, después de 4 condenadas horas paseándose, no se sentía que la señorita se perdiera de momentos o similar, y si bien en todo el rato de andar caminando, e inclusive en el bus, no dijimos nada. De alguna forma ver la mansión de lejos hizo que el ambiente se aligerara, pese al sudor y lo pesado del ambiente.
    Admitía que la manera en como se hizo el cielo me agradaba, esa combinación curiosa de colores en el cielo era hipnotizante. Aunque me apenaba un poco, llevé mi mejor vestimenta, de lo poco que tenía para dar aunque sea una buena presentación, y mira nadamas... Ya que esta mujer me llegó a convencer de alguna manera de estar aquí junto con el resto de los niños, mínimo quería empezar con el pie derecho.

    —¡Ah! ¡Al fin!—. Hablaba como si me perdiera un poco ante la visión de la mansión.—¡Nuestro nuevo hogar se presenta! Ya hace tanto que parecía imposible arribar, pero al fin la paciencia vuelve a hacer de las suyas. ¡Que no importen los árboles! ¡Que no importe el cielo! ¡Que no importe nada! Nuestra añorada morada nos aguarda, y ya es momento de dejar los malestares y peso del pasado atrás. Borrón y cuenta nueva; eso es lo importante... Solo unos minutos, unos cuantos minutos más. Y al fin una nueva vida, un nuevo viaje... Comenzará—hacía ademanes un tanto extraños, exagerados y bruscos que seguro cualquiera pensaría que estoy loco. Pero cuando me dí cuenta, lo volví a hacer.
    Estaba otra vez con mi mal hábito, producto de la emoción y simplemente volví a colocar mis manos detrás mío, aclarando mi garganta y siguiendo firme el paso, como si no hubiera hecho absolutamente nada...
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Evan Craig

    Sus ojos se perdían entre los árboles pese al cansancio de sus pies, sintiendo la necesidad de dibujar el paisaje al ser tan distinto a lo que estaba acostumbrado a ver. Sus pasos eran suaves y lentos, volviendo la atención a los niños que viajaban con él, procurando que ninguno se quedara atrás del grupo, pues había escuchado rumores de que las personas que se alejaban de los grupos en espacios como el bosque, montañas, desierto, podrían perderse con más facilidad que en la ciudad. Volteó parcialmente el rostro, manteniendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, percatándose que una de sus compañeras se quedaba cada vez más atrás. Suspiró y volvió su ritmo aún más lento, cuidadoso de que no fuese notable para los demás.

    —Pss —susurró aún más adelante de ella, pero con la suficiente distancia para que le escuchara—. No es bueno quedarte tan atrás, podrías perderte —recomendó con suavidad, sin apartar la vista del frente, refiriéndose a Summer con sumo cuidado—. En el colectivo te quedaste dormida, ¿te sientes muy cansada? —cuestionó con un tinte de preocupación en su voz, pero sin voltear a mirarla fijamente en ningún momento, como si temiese que ella reaccionara negativamente a su habla.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Leo
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    Hiroshi Koizumi.

    Lo cierto es que aún desconfiaba de aquella situación, de aquel viaje y sobre todo de esa caminata a través del bosque con tal de poder llegar al que sería su nuevo hogar; pero los colores que pintaba el cielo sobre ellos lo tenía tan distraído, que apenas y podía seguir dándole vueltas a ese pensamiento. Se había ido quedando atrás del grupo, con la vista puesta en el firmamento, en sus colores que habían pasado del azul al naranja.

    Cuando regresó la vista al bosque, notó a una de sus compañeras se había quedado atrás también, apenas unos pasos frente a él y estuvo por acercarse, preocupado porque parecía querer desaparecer en medio de sus propios brazos, hasta que notó que unos pasos más adelante, otro niño parecía intentar hablar con ella. No fue capaz de escuchar qué le decía ni mucho más, susurraba, y su voz era opacada por el sonido de pasos, además de Jenniffer y la señorita Mary.

    Apretó los labios hasta convertirlos casi en una línea y decidió, sin importar que alguien más estuviera intentando hablar con Summer, acercarse también, con cautela para no asustarla. Cuando estuvo a su lado, colocó suavemente su mano sobre su hombro, sin decir nada. Le dedicó una mirada al chico que intentaba hablar con ella, como para hacerle entender que no quería interrumpirlo, solo brindarle algo de apoyo a la pobre niña, como si temiera que se sintiera sola.

    Regresó su vista al cielo, con el brillante naranja reflejándose en sus ojos verdes. Sin darse cuenta, dejó salir un largo suspiro. Por esas cosas mejor se hubieran quedado donde estaban, no habían ni llegado y ya alguien estaba incómodo.
     
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    Gigi Blanche

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    Piscis
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    Las vibes son demasiado fuertes, gosh <3


    Hanabi


    Mientras Jennifer hablaba con la Señorita Mary, Hanabi aprovechó la situación para sacar las coletas y los clips que llevaba en los bolsillos del abrigo y atarse el cabello como solía hacer. Se sintió muy bien quitarse todo ese calor de la espalda; llevaban mucho tiempo caminando y la nuca se le había empapado de sudor. La Señorita Mary había deshecho su peinado esa mañana, antes de salir, alegando que debía verse bonita y femenina a la hora de conocer a su nuevo papá. La palabra le sonó tan fea a Hanabi que no logró contener una clara mueca de desagrado, a lo que la Señorita Mary frunció el ceño y alzó su mano en el aire. Hanabi se encogió por reflejo, y pestañeó al advertir la continuación de sus movimientos: sólo quería acomodarse las solapas del saco.

    Procuró enganchar los clips con el mayor cuidado del mundo, para que las orejas de murciélago de la Señorita Mary no la oyeran, y una vez completó su misión se alejó algunos pasos de ella. Estaba rodeada por sus hermanos, y en esas situaciones solía ser mucho más conversadora y animada, pero ahora había muchas dudas rebotando en su cabeza como para mantener los ánimos de siempre. ¿Por qué llevaban caminando tanto tiempo? ¿A qué lugar los estaban llevando? ¿Cómo sería el Señor O'Donell? Pero, más importante, ¿por qué había adoptado a tantos niños?

    El cielo se había pintado de colores muy bonitos, y Hanabi sonrió emocionada al ver pasar una ardillita por el bosque. Recordaba la primera vez que había visto una, hacía algunos años, mientras caminaba por los jardines del orfanato. No sabía qué animal era, por lo que corrió adentro en busca de Hana y se lo describió lo mejor que pudo, consiguiendo así su nombre. Hana siempre había sido buena sabiendo cosas.

    Hanabi decidió, de momento, permanecer ajena a lo que ocurría a su alrededor. Nuvoir había comenzado a parlotear como solía hacer a todas horas, mientras que Evan y Hiroshi se habían acercado a Summer, quien parecía... comportarse normal. Ya había intentado varias veces hablar con ella desde que había llegado al orfanato, sin éxito. Siempre se la veía muy triste y solitaria, y eso a Hanabi le daba mucha lástima. Quizá la situación cambiara, ahora que seguirían viviendo juntas durante muchos años. La idea le dio ánimos y sonrió, viendo cómo los muchachos intentaban alegrarla. Evan y Hiroshi siempre habían sido buenas personas, y le agradaba mucho hablar con ellos a la hora del té. Le habría gustado acercarse, pero tenía la impresión de que tres personas lograrían agobiar a Summer, y ella no quería hacerla sentir mal. Sí, era mejor darle su espacio.

    ¡Ya tendría mucho tiempo para hablar con todos, además! Volvió la vista al frente, intentando evitar que sus ojos se posaran en la silueta de la Señorita Mary. No le gustaba oír a los adultos, no le gustaba hablar con los adultos, ni siquiera le gustaba mirar a los adultos. Lo único bueno que encontraba de toda esa situación era la cantidad de hermanos con los cuales la habían adoptado. Aunque el lugar fuera gris y feo, como el orfanato, y estuviera lleno de ruidos extraños y canillas goteando, como el orfanato, estaba segura que todo sería mejor junto a ellos.

    Well, como Hanabi lleva toda su condenada vida en ese orfanato doy por sentado que se los conoce a todos, por más breve que haya sido su estadía ahí, ya que, bueno, cuando entraba alguien nuevo en el colegio te lo aprendías al toque(?)
     
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    Hygge

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    Kaede

    A pesar del tiempo transcurrido desde que se habían adentrado en aquel bosque, del cansancio y de la humedad que se les pegaba al cuerpo, la pequeña Kaede se sentía de lo más emocionada. Caminaba entre los primeros de la fila, apartando la hojarasca y los arbustos con un palito que había encontrado por el camino, sintiéndose toda una exploradora de élite. Su mano libre la había colocado en forma de C alrededor de sus ojos, como si de un catalejo se tratase, y tarareaba una cancioncilla alegre mientras avanzaba entre los enormes árboles que se perdían sobre su cabeza.

    En el bosque me encontré~ ♪♪
    Un animal particular~ ♪♪
    Que hacía quick quick quick~ ♪♪
    Que hacía cuak cuak cuak~ ♪♪



    En un primer momento se había sentido ciertamente insegura de estar en aquel nuevo lugar para ella. A pesar de emocionarle conocer el mundo, la primera toma de contacto siempre le resultaba complicada. Por ello se había mantenido arropada por sus compañeros del orfanato, aquellos a quienes ya conocía de antes y de los que al menos se fiaba un poquitín. Pero una vez transcurrieron las primeras horas, y el paisaje parecía repetirse constantemente, acabó por familiarizarse con el entorno, tomando así la delantera. Tenía que estar delante si quería ver al animal que estaba buscando antes que nadie.

    —Diario de la exploradora Kaede, día 1. He encontrado huellas sobre el barro que se dirigían hacia el interior del bosque, pero la señorita Mary me agarró del brazo y no me dejó seguirlas —comenzó a relatar por lo bajo, sin dejar de mirar a través de su "catalejo", como si estuviese hablándole a una grabadora—. Eran huellas pequeñitas, y Anne me dijo que se trataba de un conejo, ¡pero mis superconocimientos en exploradología me dicen lo contrario! Estamos ante... ¡una cría de panda!

    Dio un saltito, esquivando un tronco mustio que se encontraba sobre el suelo, su palito siempre al frente. Para Kaede, toda la fauna de aquel bosque estaba conformada por pandas. De todos los tamaños y colores. Asociaba aquel bosque con el lugar donde vivían los primeros pandas que vio cuando fueron al zoológico, y desde entonces todas las congregaciones de árboles eran un claro indicio del hogar de pandas.

    Echó un vistazo hacia el cielo anaranjado, formando una sonrisa en sus labios, y continuó con su búsqueda antes de que la noche cayese sobre sus cabezas y ya no pudiese ver a sus amigos los pandas.
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    La humedad no era buena para el peinado de Laura. Sus delicados bucles dorados se exacerbaban, y transformaban su cuidado peinado en una maraña de cabellos esponjosos. Ya había batallado contra ellos todo el viaje en el colectivo, pero el cansancio, el sudor y la caminata habían logrado por vencerla. Ahora simplemente dejaba que ellos fueran a su propio ritmo. No tenía sentido pelearse contra ellos. Seguramente en su nuevo hogar tendría las suficientes comodidades para atenderse el cabello. Se mordió el labio inferior. Su nuego hogar. La Mansión O'Donell. A pesar de que varios de ellos, especialmente su mejor amiga Anne, habían demostrado una gran emoción por tener un nuevo hogar, algo de todo el asunto no terminaba de cerrarle a Laura. Tenía esa sensación en la nuca de que algo raro debía estar pasando. Lo que la Señorita Mary siempre se refirió como intuición femenina. Ahora que estaba creciendo, ese sentido había comenzado a desarrollarse dentro de ella, le había asegurado la maestra. ¿Tal vez el dueño de la enorme casona que se veía ya a la distancia se sentía demasiado solo? ¿Tal vez le gustaban mucho los niños, tanto que había decidido adoptar a diez de ellos?

    La muchacha de ojos azules agitó la cabeza, mientras se levantaba un poco la pollera para no mancharse las puntas en una parte de la senda especialmente embarrada. Hizo una pequeña mueca de asco al verse los zapatos, antes de un bello color azul marino, ahora marrones de tierra mojada y restos de hojarasca. Estaba sumamente agradecida con el Señor O'Donell por esta oportunidad, pero al menos podría haber construido un camino para dirigirse desde la calle hasta su mansión. No se imaginaba que tuviera que hacer todo ese recorrido a pie tan solo para ir a la ciudad, o salir a trabajar. ¿Tal vez esa era la razón por las cuales los adoptó? ¿Se encontraba encerrado, y por la edad que seguramente tenía, ya no podía salir de su casa, y necesitaba a alguien para que le levantara el ánimo? Al menos, diez niños iban a llenar de ruidos y risas la casa. Sí, seguramente era eso, pensó, sonriendo para asegurarse a sí misma. Bueno, en realidad, siete niños y tres señoritas. Ella, Anne y Jenniffer ya tenían catorce años, quince Anne. Ya eran mayores que sus hermanos de orfanato. Y tenían que actuar como tal.

    Pudo notar como Summer, como de costumbre, se había apartado del grupo, y se iba alejando de a poco. Suspiró, mientras se frotaba la nuca. Esta niña era complicada. Hizo el ademán de dirigirse hacia ella, pero se frenó con una sonrisa al ver como Evan y Hiroshi se habían acercado ya a ella. Eran buenos chicos, la verdad. No la necesitaban a ella en esos momentos. Anne ya se había adelantado, ansiosa como estaba de llegar ya a su nuevo hogar, así que se acercó curiosa a Kaede, mientras veía con una sonrisa tierna en los labios como relataba por lo bajo como si estuviera escribiendo en un diario. En cierta forma, esa muchacha le daba lástima. Algo le había ocurrido anteriormente, podía notarse. Bajo toda esa cortina alegre e infantil, algo se ocultaba. Y por eso intentaba aprovechar siempre que podía intentar acercarse a ella.

    — ¿Has encontrado ya algún rastro de un panda, Kaede? ¿Piensas que alguno se oculta aquí?— preguntó, pues, Laura, a la niña del disfraz de panda, con las manos en la espalda y el tono curioso y amable.

    Por su parte, Anne había llevado la delantera desde que habían salido del mismo orfanato. Se había sentado al frente del colectivo, a pesar de las quejas de la Señorita Mary de que eso no era lo correcto, solo para poder bajarse primera y así poder llegar más rápido. Más de una vez, con voz angustiada, la Señorita Mary había tenido que llamarle la atención para que no se alejara demasiado del grupo, y la había retado severamente un par de veces ya, diciéndole que ese comportamiento no era el adecuado para una señorita de su edad, que debía darle el ejemplo a los otros niños más pequeños, y etcétera y etcétera. Anne, con su típica personalidad confrontadora, tan solo ponía los ojos en blanco y cara de hartazgo ante tales acusaciones, aunque al final terminó cediendo en cierta manera, pues se había puesto a dar indicaciones a todos, intentando ordenarlos.

    — ¡Manténganse cerca del otro, no queremos que ninguno se pierda y tengamos que ir a buscarlo luego, que ya está oscureciendo! ¡No sé queden atrás! ¡Summer, no te atrases, y levanta la vista, que te tropezarás y te mancharás toda la ropa, y esa no es forma de presentarse ante nuestro nuevo papá!— a pesar de que el tono que usaba era algo elevado, podía fácilmente atribuirse a la emoción que se notaba en la voz de la niña. No era su culpa que al fin, después de tantos años, pudiera tener la perspectiva de un hogar fijo.— ¡Ay, Lotte, por favor, deja de estar examinando el suelo! ¡No te cosí esa camisa harapienta que tienes solo para que la vuelvas a manchar y a romper toda! ¡Chicos, por favor, apresúrense, ya perdimos mucho tiempo! Señorita Mary, ¿no sé puede ir más rápido?

    La muchacha de cabellos castaños ni esperó la respuesta de su tutora, y volvió a adelantarse, mientras suspiraba en un ensueño, en la cual se imaginaba a sí misma siendo presentada por el Señor O'Donell a varios jóvenes apuestos de la alta sociedad, pero ella se había enamorado secretamente del mayordomo de uno de ellos, y ambos se escribían cartas en clave para poder contactarse, ¡e incluso le pedía como favor a Laura que cortejara a ese joven noble para que fuera mucho a su casa, y de esa manera poder verse con el mayordomo, y...y...! Y el resto ya lo pensaría luego. Total, ahora que tenía un hogar, podía dejar de preocuparse y comenzar a vivir. Sí, eso sería bueno.

    Lotte, por su parte y como era costumbre, había ignorado soberanamente las indicaciones de Anne, y parecía estar absorto a algo que había encontrado en el suelo, ignorando al resto de la comitiva mientras pasaba a su lado. Luego de unos minutos, en los cuales parecía que se había muerto, pues no había movido ni un músculo, se incorporó como si nada, sacó su cuadernillo, anotó algo en él con el pedazo de grafito que siempre llevaba, y prosiguió la marcha, como si nada hubiera ocurrido.

    A diferencia del resto, que su aspecto se había mantenido presentable al menos hasta que comenzaron su caminata por el bosque, Lotte se había despertado huraño, subido al colectivo huraño, y comenzado su travesía forestal huraño, y eso se traducía en su aspecto. El cabello rojizo desaliñado, las uñas y las manos llenas de tierra y barro, la camisa ajada, los pantalones con parches uno encima del otro. Anne había protestado contra esta vestimenta, pero la Señorita Mary la había tranquilizado diciendo que en la mansión seguramente había ropa para que cada uno se cambiara. A pesar de eso, la muchacha había tomado, a pesar de las protestas del colorado, su camisa, y la había cosido como pudo. No iba a dejar que se mostrara así como si fuera un animal salvaje, obviamente que no.

    Miró a todos de forma algo agresiva, como si no quisiera que nadie se le acercara, y continuó caminando, mirando el suelo. Escuchó la conversación de Jenniffer y la Señorita Mary, y miró hacia el frente, tan solo para fruncir el ceño y la nariz ante la visión que se les presentaba. Él no había querido ser adoptado. No quería que lo volvieran a adoptar, para ser devuelto a los pocos meses por mal comportamiento. Sabía que eso iba a volver a pasar. Y no quería perder a otra familia porque no sabía como comportarse. Quería mejorar, de verdad que quería, pero no sabía como. Al menos, Jenniffer estaba con ellos. Ella era una de las pocas personas que se le había acercado y no le molestaba su comportamiento, o al menos no lo demostraba. Y eso era suficiente para él. Tal vez...esta sí era su oportunidad, tal como Anne estaba dele decir.

    La muchacha mencionada, de piel olivácea, luego de recibir la respuesta de parte de la Señorita Mary y hacer un esfuerzo para verla a la distancia, continuó el resto del viaje callada, como si estuviera sumida en sus pensamientos. Jenniffer era una muchacha extraña. Nadie dudaba que era una niña buena y educada, pero era tan tímida y callada que tenía muy pocas chances de demostrarlo, cosa que le había costado anteriormente varios intentos que el orfanato había hecho para conseguirle una familia. El hecho de que haya tenido que vivir con la muerte de ambos de sus padres a sus espaldas, como era bien sabido en el orfanato, fuera también un factor importante en su desarrollo. Era una muchacha complicada para entender, la verdad. Así que solía pasar gran parte de sus días como estaba ahora, con las manos en la espalda, silbando bajito, mientras observaba el mundo a su alrededor.
     
    Última edición: 5 Junio 2019
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    Summer ~

    Había estado caminando unos pocos pasos a la vez, porque a pesar de saber que caminar mirando hacia abajo era como pedir a gritos chocarse con alguien porque no podía ver hacia adelante, tampoco podía levantar la cabeza y ver el atardecer como todo el mundo. No entendía por qué todos los niños del orfanato se peleaban por el carrito de color rojo, por la hamaca de color rojo, o se elogiaban cuando alguien traía alguna cosa de color rojo puesta encima.

    El rojo era un color espantoso.

    De sobra sabía que era la última porque además de ir pidiendo que le creciera una joroba caminando en aquella posición, aún más si iba esquivando ramitas y charquitos como si quisiera hacer la menor cantidad de ruido posible, como si quisiera desaparecer. Al haberse bajado y estirado las piernas para terminar de despertarse de su siesta, de seguro todo aquello se sentía más real. Que le hubieran dicho que iba a ser adoptada junto a un montón de niños de seguro sonaría como el mayor de los sueños de cualquier infante en un orfanato, pero no era el de Summer, pues hubiera preferido quedarse en donde estaba, seguir siendo invisible para prácticamente todo el mundo entre tantos niños que necesitaban atención, seguir oculta.

    ¿Y si esa casa también se teñía de rojo como lo había hecho la de su familia?

    Ni siquiera había escuchado las palabras de Evan para ese entonces, pues sus ojos se habían humedecido y le picaba la nariz y estaba a punto de empezar a hiperventilar ante los recuerdos de su propia casa y lo que había pasado en ella. Summer había hecho un excelente trabajo en ignorar sus recuerdos porque orfanato y casa no eran lo mismo, y también había decidido postergar la crisis emocional que se avecinaba desde el momento en el que le habían comunicado la excelente noticia por haberse visto emocionalmente tan exhausta que se había rendido al sueño sin imponer resistencia, pero a cada paso que daba hacia esa mansión, sentía como si todo dentro de ella temblara con más y más fuerza.

    Paso, pasito, pastito... casa... familia... rojo...

    Quería vomitar.

    Detuvo su marcha en seco al sentir presión sobre su hombro, y a pesar de que tampoco estaba avanzando muy rápido, de seguro hubiera terminado por chocarse con Evan si Hiroshi no la hubiera asustado así. Levantó la vista de golpe, encontrándose con los gentiles ojos verdes del niño, y su rostro se contorsionó en una mezcla de arrepentimiento y vergüenza, como si estuviera sumamente arrepentida de haberse asustado por él.

    Si bien muchos niños la habían molestado en muchas ocasiones por no decir nada, ninguno de los allí presentes habían sido particularmente malo con Summer. No era como si ella los conociera más allá de observarlos siempre en silencio y desde la distancia, pero al menos sabía sus nombres por haberlos escuchado alguna vez.

    Evan y Hiroshi la estaban esperando y la estaban mirando. ¿Qué era aquello en los ojos de ambos chicos? ¿Estarían molestos con ella por hacerlos demorar?

    No era como si alguien hubiera visto a Summer con preocupación alguna vez, al menos no directamente en su cara, así que no lo reconocía. Entendió, al fin, que ahora ella pertenecía a un grupo de niños, diez de ellos, y que los estaba haciendo esperar, que ya no podría quedarse atrás como siempre le gustaba, donde nadie la veía, donde se sentía segura en su pequeña burbuja de soledad.

    '¡Summer, no te atrases...'

    Ya no pudo escuchar nada más. No le gustaban los gritos, los gritos hacían ruido.

    Tomó los dedos de Hiroshi con su mano y empezó a caminar hacia Evan, tomando la manga de su camisa con su otra mano, empezando a caminar más rápido hacia adelante, volviendo a agachar la cabeza para ignorar el atardecer.

    Rojo, gritos, una casa, una familia...

    Aquello ya se sentía como su peor pesadilla.
     
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    Kaede

    —¡No te muevas, Laura onee-chan!

    Kaede se detuvo de repente, extendiendo el brazo que sostenía el palo para evitar que Laura diese un solo paso más. Se acuclilló, la colita de su disfraz de panda danzando de un lado al otro, y colocó ambas manos alrededor de sus ojos, como si con hacer aquello pudiese amplificar la imagen de la tierra bajo sus pies. Permaneció allí unos segundos, Laura probablemente pensando que estaba rastreando cualquier marca sobre la superficie que indicase el paso de un panda, pero en su lugar halló un bichito de color que llamó su atención. Colocó la punta del palo frente a su camino hasta que consiguió que subiese. Contenta, se volvió hacia la niña con una brillante sonrisa.

    —Llevaba un rato persiguiendo a este bichito, casi le pisas —se explicó, colocando el palo frente a su rostro para que Laura pudiese verlo bien. Quizás demasiado cerca para su gusto, pero Kaede estaba tan contenta con su descubrimiento de exploradora que no pareció darse cuenta—. Nunca había visto uno así que no sé cómo se llama. Uhm... Lo llamaré Wooloo. Wooloo el bicho, ¡decidido!

    >>¿A ti que te parece, onee-chan?

    Todos en el orfanato se habían acostumbrado ya a aquellas extrañas muletillas que les ponía junto a su nombre. Cuando le preguntaban, solo decía que tenía un significado especial para ella, y que llamaba así a las personas a las que tenía confianza, aunque no entendían qué significaba. Vestigios de su hogar natal, suponían. Quizás por eso su nombre era tan distinto al del resto de niños del orfanato. Kaede retomó la marcha ahora que el paso estaba libre de bichos suicidas, y continuó analizando el territorio mientras respondía a las preguntas de la niña.

    —¡Sí! He encontrado unas huellas muy sospechosas, pero no me dejaron seguirlas, así que solo se perdieron camino atrás. ¡Pero eso significa que muy cerca debe haber más pandas! ¿Crees que nuestro nuevo papá tenga pandas de mascota? ¿Me dejará cuidar alguno?

    Y ante aquella sola idea, notó cómo sus mejillas dolían de tanto sonreír, perdida en sus propias ilusiones tal y como Anne hacía un par de metros más adelante.
     
    Última edición: 5 Junio 2019
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Evan Craig

    Una de sus manos fue a su propia nuca al percatarse que Hiroshi llevaba su mano al hombro de Summer, esperando que ésta se espantara al acto, pero una sonrisa leve de amabilidad surcó sus labios al notar que no había respuesta negativa en ella, y eso lo hacía sentir más tranquilo, quizá ella solo estaba perdida en pensamientos que no le concernían a nadie más que ella. Continuó caminando, volviendo las manos a sus bolsillos hasta que sintió la mano de Summer en la manga de su camiseta, mirando de perfíl el cómo tampoco soltaba los dedos de Hiroshi, y eso lo hizo sentir aún más tranquilo, al menos ninguno se perdería en el camino... o eso esperaba, manteniendo al pendiente del resto, con lo que sus sentidos daban.

    —Hace calor —comentó al sentir el sudor adherirse aún más a su piel. Deseaba llegar pronto, aunque una parte de sí quería observar los árboles por un tiempo indefinido—. Hiroshi, ¿tienes sed? —cuestionó sin frenar sus pasos, con cuidado de no quitar la mano de Summer de la manga de su camiseta—, podría preguntarle a la señorita Mary si trae agua consigo y la repartimos en partes iguales... a menos que falta realmente poco para llegar.

    Sonrió con amabilidad al dirigirse ahora hacia Summer.

    —¿Qué dices tú Summer? Quizá cuando lleguemos tenga la oportunidad, si la señorita Mary me lo concede, de preparar pastelillos de chocolate, ¿te gusta el chocolate? —trató de animarla, al ver por el rabillo del ojo que sus orbes se humedecieron, y él desconocía el motivo de ello. Tampoco deseaba preguntar directamente, pues no quería que se sintiese obligada a responder.
     
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    Gigi Blanche

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    Hanabi

    El camino de tierra aparecía ciertamente embarrado por momentos, y Hanabi fruncía tantito el ceño al sentir el efecto ventosa que hacían sus zapatos de charol; los cuales, por cierto, eran sus favoritos. Suspiró, resignada, y vio por el rabillo del ojo cómo Summer parecía haber aceptado la ayuda de los chicos. Sonrió enternecida ante la escena, pues la ponía muy contenta sentir que poco a poco empezaba a abrirse con ellos. Cuando Evan alzó la mirada, sus ojos conectaron y ella asintió, como diciendo "buen trabajo". De alguna forma, siempre se había sentido similar a Evan en su deseo por querer cuidar a sus hermanos y preocuparse cuando uno parecía desanimado o triste. Ellos eran su mundo, ese que mantenía limpio y apartado de las manos sucias de los adultos, y por ende, le dedicaba mucho esfuerzo a cuidarlo.

    La voz de Kaede llamó su atención y se giró hacia ella, advirtiendo lo cerca que agitaba del rostro de Laura un insecto subido a su palito. Hanabi soltó una risa corta y se acercó con cuidado a Lotte, quien caminaba casi a su par, sólo que del otro lado del camino. Iba con la mirada gacha y su habitual semblante apagado.

    —¿Cuál es ese bicho que lleva Kaede? —le preguntó, inclinándose hacia él, en voz baja; porque no quería que la Señorita Mary la oyera, y porque no quería sobresaltar al muchacho—. Hana nunca me lo mencionó.
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Laura se había encorvado un poco por encima de Kaede, para intentar ver lo que había parecido captar tanto la atención de la niña, en el suelo, para luego echarse un poco hacia atrás, algo cohibida por el entusiasmo de la muchacha. Observó, a una distancia prudente, aquello que Kaede le mostraba, un extraño insecto de un color tornasolado, que parecía brillar en todos los colores del arcoíris, los rojos y naranjas exacerbados por el atardecer. Laura no podía negar que no era bonito, pero la mera visión de un invertebrado tan cerca le causó un temblor en la columna. No le gustaban los insectos. A pesar de ello, hizo un esfuerzo y le sonrió a Kaede, mientras acercaba un par de centímetros su rostro, para mirarlo mejor.

    — Vaya, es muy bonito, Kaede. Y Wooloo es un nombre...muy interesante. ¿Te lo vas a quedar de mascota?— preguntó, corriéndose un mechón de cabello que se le había en el rostro y poniéndoselo detrás de la oreja. Sonrió cuando escuchó acerca de los resultados de la investigación de la niña.— Seguramente que tiene muchos pandas, y cuando vea lo mucho que te gustan, ¡te dejará cuidar a todos!

    A pesar de su sonrisa, Laura por dentro se sentía inquieta. Alzó la mirada al frente ¿Acaso eso sería cierto? No lo de los pandas, eso seguramente que no. Pero le preocupaba la persona que iba a ser su nuevo papá. ¿De verdad iba a ser tan amable con ellos como ella le estaba asegurando ahora a Kaede? Sin embargo, meneó la cabeza de forma imperceptible, para alejar esos pensamientos. No debía pensar en esas cosas. Iba a preocupar a los niños. Y muchos de ellos ya tenían sus propios problemas como para llenarlos con los suyos. No, tenía que tener esperanzas, por todos esos niños.

    Volvió a posar sus ojos en la niña, y le volvió a sonreír.

    — Y dime, Kaede, ¿cómo se cuida a un panda? Es algo que nunca supe.— expresó con curiosidad.— ¿No hay problema que camine a tu lado, no? Tan solo...no me muestres más insectos tan cerca de la cara. Sabes que no me gustan mucho.

    Soltó una risita cristalina, que demostraba como la muchacha había practicado la forma de transmitir sus emociones. Laura de verdad se tomaba muy enserio el papel de prepararse para ser una mujer hecha y derecha.

    Hizo falta algo de insistencia por parte de Hanabi para que Lotte levantara la vista del suelo. Este, al ver que la muchacha se había ido acercando, se había comenzado a alejar de forma discreta, intentando evitar el contacto con ella. Sin embargo, al final había quedado atrapado entre la espada y la pared, la pared siendo un grueso conjunto de árboles, y la espada siendo una muchacha casi tan alta como él, con dos coletas y dos ojos celeste grisáceos. El colorado gruñó como un animal acorralado, mirando hacia otro lado, demostrando pocas intenciones en conversar. Sin embargo, aquella niña sí que parecía tener ganas de hacerlo.

    Obviamente que se había fijado en el insecto que tenía Kaede, y ya lo había identificado de pies a cabeza. Obviamente que sabía su nombre. Pero no tenía nada que decirle a esa metiche que había venido a interrumpir...lo que sea que él estuviera haciendo en ese momento, que era mucho más importante que cualquier conversación insulsa. La miró con desdén y arrugó la nariz, como si la chica apestara.

    — No lo sé y no me interesa, no me molestes.— dijo, enojado, y apresuró el paso, mirando hacia abajo, para alejarse de ella. Sin embargo, no llegó a alejarse demasiado, pues de inmediato dio la media vuelta, y volvió a su lado. Siempre mirando hacia el suelo.— Es un escarabajo ciervo arcoíris. Son endémicos de Australia, no sé que hará aquí. Tal vez el Señor O'Donell lo trajo porque le gustan los insectos.

    Sin mirarla, le mostró una de las páginas de su cuaderno, en el cual había un dibujo casi idéntico al insecto que Kaede había agitado frente al rostro de Laura. Sin colores, obviamente, pero había anotaciones alrededor del dibujo, especificando sus hábitos, su dieta, etc. También la página estaba bastante manchada con trozos de carboncillo y con tierra, pero todavía era legible. Algo en lo último que había dicho, sin que se diera cuenta, hizo que los ojos de Lotte se prendieran de forma fugaz, brillando de forma extraña. Pero el efecto duró menos que un segundo. Sin embargo, el efecto no se fue de su voz, que dijo, algo temblorosa:

    — ¿C-crees que al Señor O'Donell le gusten los...los insectos?

    Ojalá que sí. Signficaría que podía tener algo en común con su futuro padre. Y eso le daba esperanzas. Esperanzas para creer que tal vez, en este lugar, si podría encajar.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master yes, and?

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    Hanabi

    La reacción de Lotte le arrancó una sonrisa que intentó no se convirtiera en risa, ya que eso seguramente irritaría aún más al muchacho. Estaba ya bastante habituada a sus respuestas tan impulsivas, y lo que más ternura le daba era notar cuánto había progresado en reflexionar unos segundos y volver sobre sus pasos para enmendar su primera reacción. Recordaba cuánto le había molestado al principio su actitud, y cuánto se había negado en entablar amistad con él; pero Hana era muy buena leyendo a las personas, y había alentado a Hanabi para que insistiera con paciencia hasta que el joven comenzara a ceder.

    Al final, había tenido razón. Como siempre.

    Los ojos de Hanabi brillaron ante la nueva información, prendidos en el curioso insecto mientras oía a Lotte. Vio entonces por el rabillo del ojo que el muchacho le acercaba su cuaderno, y alzó las cejas de la sorpresa. Lotte siempre andaba con su cuaderno y Hanabi había intentado husmear en él un par de veces, resultándole más que imposible. Sus mejillas se tornaron suavemente rosáceas por la emoción, e intentó que ésta no se viera demasiado reflejada en su expresión para procurar no ahuyentar al muchacho.

    Como era difícil leer al ritmo de una marcha ajena, Hanabi extendió las manos lentamente, tomando poco a poco el cuaderno, y buscó la mirada de Lotte para sonreírle y pedirle permiso. Inspeccionó entonces todas las anotaciones del chico, acercándose el objeto un par de veces para descifrar lo que yacía escrito debajo de las manchas de tierra y carboncillo.

    —Dibujas muy bien, Lotte —le concedió, alternando su mirada entre el cuaderno y el insecto en vivo y en directo—. El escarabajo te ha quedado muy parecido. Cuando lleguemos puedo prestarte mis crayolas, si te apetece. ¡Tengo de muuuuchos colores! Y por suerte me dejaron traerlas.

    Hanabi no llegó a advertir el destello curioso que chispeó en la mirada de Lotte ante la idea que brotó de sus labios, porque a Hanabi le gustaba esforzarse por leer a las personas y jactarse de saber hacerlo, pero no era un don nato en ella. Cuando algo llamaba su atención y se distraía, perdía de vista su brújula por completo. Porque Hanabi no era como Hana, no en ese sentido.

    "¿C-crees que al Señor O'Donell le gusten los...los insectos?"

    Por ello despegó la vista del cuaderno, sorprendida, y miró a Lotte cuando lo escuchó titubear sobre una cuestión, a sus ojos, tan nimia. Sonrió, sin embargo, y le devolvió el objeto con suavidad antes de alzar los brazos en el aire y decir:

    —¡Seguro que sí! Como dices, es raro que un escarabajo así merodee estas zonas, ¿verdad? Además, mira el tamaño de este bosque. ¿Te imaginas las horas y horas que podrás pasar buscando insectos raros? Llenarás diez de esos cuadernos, ¡o quizás más! —Soltó una risa ante su idea y volvió la vista al frente—. Será muy divertido.

    Hanabi suspiró apenitas, con un rastro de sonrisa aún impreso en su rostro. No sentía la menor emoción propia por su futuro destino, ni por el dichoso Señor O'Donell, ni por nada de lo que le había pasado las últimas semanas, pero le gustaba sentir que hacía sentir bien a los demás, por lo que siempre aprovechaba las oportunidades a la mano para ello. Le gustaban mucho las sonrisas de sus hermanos, sobre todo si era ella quien lograba recuperarlas.
     
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    Ceci

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    Summer ~

    Justo cuando Summer creía que el cuerpo literalmente le dolía de acercarse a la mansión, que no solo era su cabeza navegando en un mar de ideas pesimistas, se detuvo en seco al escuchar aquella palabra tan especial que había salido de los labios de Evan. Y por supuesto que no había sido el agua, sino lo que había dicho después.

    Apretó suavemente los dedos de Hiroshi con su mano, pues no le había dado el tiempo como para tomarla como se debía, y se atrevió a voltearse hacia Evan, levantando la vista del suelo. De pronto el cielo estaba en tonos lilas y rosados, y aunque el rosado fuera el primo hermano del rojo, casi tan malvado como él, solo por esa vez, Summer estaba dispuesto a ignorar su presencia en el firmamento.

    ¿Había escuchado bien? ¿Acaso había dicho pastelillos de...?

    —¿Ch... ch... chocola... te? —preguntó a durísimas penas, en un susurro apenas audible, mientras lo miraba por entre sus pestañas pegadas por esas lágrimas que no querían salir del todo.

    Y antes de que pudiera decir algo más, los labios de Summer se sellaron detrás de una pequeña y tenue sonrisa, hasta vaya a saber uno cuándo sería el próximo milagro en el que algo parecido a las palabras saliera por entre los mismos.

    Inspiró profundo por la nariz, mordiéndose el labio inferior por dentro, apretando aún más esa sonrisa. Se animó, entonces, a apresurar aún más el paso hasta casi llevar a los dos niños a la velocidad de un trote.

    El rojo, las posibles cosas horribles y el miedo, podían esperar si se le prometía chocolate a cambio.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Hiroshi Koizumi.

    Se sintió arrepentido de haberse aproximado así a Summer al ver la expresión que se le formó en el rostro, pero no tuvo tiempo de retirarla cuando sintió que la niña aprisionaba sus dedos con su mano, antes de avanzar hacia Evan.
    Cuando estuvieron cerca del castaño, su comentario sobre el calor le arrancó un pesado suspiro, mientras se apartaba cabello de la frente con la mano libre.

    —Un poco de agua no nos caería mal —murmuró—, pero pronto llegaremos y parece que la señorita Mary ya perdió la paciencia solo con Jenniffer. No parece buena idea molestarla.

    Lo siguiente Evan se lo dijo a Summer directamente y Hiroshi sonrió para sí mismo. Esperaba que aquello al menos la animara un poco, porque vamos, ¿quién no se animaría con la posibilidad de comer pastelillos de chocolate? De hecho a él mismo se le había abierto el apetito.

    Sintió como la niña apretaba sus dedos y alzaba la mirada hacia el castaño. El murmullo que escapó de los labios de Summer, lo hizo voltear la vista hacia ella, sorprendido.
    No tenía memoria alguna de haberla escuchado hablar y si había sucedido, su mente lo había arrojado en algún lugar recóndito. Permaneció mirándola, esperando que dijera algo más, pero su boca se cerró, formando la sombra de una sonrisa. Bueno, eso era algo, ¿cierto?

    Soltó su agarre un momento, solo para permitirse estrechar su mano correctamente, y antes de que se diera cuenta, era ella quien prácticamente los arrastraba.
    Se le escapó una risa mientras se dejaba llevar por la niña y por un momento la desconfianza que había estado sintiendo desapareció. De verdad esperaba que Evan pudiese hacer los pastelillos para ella.
     
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    Gigavehl

    Gigavehl Equipo administrativo

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    Nuvoir Drestender

    Al parecer todos se la pasaban de maravilla, mi existencia era nula, y no era como que realmente importase, estoy tan acostumbrado a que me ignoren. Y no es como que realmente buscara platicar con alguien, no me siento en condiciones de conversar si se diese el caso, a pesar de la emoción por ver cada vez más y más cerca la mansión. No quería hablar con alguien, solamente, apenas entrando, me presentaría con quien fuese y me pondría a vagar... O a acostarme un rato a dormir, lo primero que ocurriese.

    —Señorita Mary, no quiero seguir siendo inoportuno pero... ¿Cómo es el señor O'Donell? ¿Es alguien alto? ¿Robusto tal vez? ¿Siempre viste elegante?—. Decía emocionado, ignorando los balbuceos y uno que otro comentario que podía escuchar con claridad...

    Aprovechando que no había nadie enfrente mío, decidí centrarme en evadir charcos y ramas que se cruzaran, con eso seguro mataría el tiempo mientras llegaba la hora de arribar.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Evan Craig

    Se dejó llevar por Summer mientras una leve sonrisa decoraba sus labios, el verla tan contenta por pastelillos de chocolate lo motivaba aún más a prepararlos y compartirlos, tan solo esperaba que se lo permitieran como de por sí lo hacían, pues era muy colaborativo en cuánto a cocinar se trataba. Mientras caminaba un poco más rápido, al ritmo que lo llevaba Summer miró a Hiroshi, asintiendo con la cabeza. Él tenía razón, ya no faltaba mucho por llegar, y agradecía mentalmente por ello. Estaba cansado y acalorado, lo cual no le gustaba de a mucho, si tan solo los vellos de su nuca no estuviesen erizados con cada paso que daban hacia dicho lugar por el que ansiaban llegar, contradictorio... se mordió el labio inferior de forma interna, quizá solo era un presentimiento tonto al recordar a su padre por un instante, además no estaba solo, Hiroshi y Summer estaban muy cerca de él.

    Positivismo Evan, positivismo.

    Se repitió por unos minutos y apretó los puños dentro de los bolsillos de su pantalón, volviendo a su semblante tranquilo mientras veía los árboles nuevamente.
     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Lotte tomó el cuaderno, mirando hacia el suelo, y sonrió tímidamente, para luego cambiar su semblante a su típica mirada apática de siempre y alejarse sin decir nada más. Vaya, ese muchacho sí que era complicado. Se entretuvo con seguir hojeando su cuaderno, ignorando al resto.

    La Señorita Mary miró hacia abajo, viendo hacia el niño que volvía a importunarla con sus preguntas. Volvió a suspirar, reuniendo la paciencia que había estado acumulando en todo este tiempo, y se esforzó para qué, a pesar del cansancio y la humedad, una sonrisa se asomara por sus labios.

    — El señor O'Donell podrá responderte todas esas preguntas cuando lo veas. Te aseguro que es un hombre amable y elegante, y que se encuentra ansioso por conocerlos.— dijo, con voz algo cansada, pero tranquilizadora.— Ahora, apresuremos el paso. Llegaremos en cuestión de minutos, y el día está a punto de acabar.

    Y dicho y hecho, la Señorita Mary apretó el paso, con todos siguiéndola atrás. Excepto Anne. Anne iba delante de ella. Anne siempre iba delante.
     
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