Cinco, cuatro y dos es uno Esto lo escribi hace no mucho pensando en un chico que estaba de viaje y yo mataba por ir a verlo. Aún no lo conocia en persona y no tenia mejor idea que irme mil kilometros en avion para solo decirle: hola, que casualidad verte por acá. Como no pude hacerlo, me frustré y escribi esto. Cinco, cuatro y dos es uno ¿Y si dejas de recordarme?. Me dijo Gonzalo mientras le besaba el ombligo… * Gonzalo murió hace cinco años. Hace cinco años y dos semanas, exactamente, y desde entonces no salgo de este cuarto. Comienzo a sentir que el mundo esta girando sobre estas cuatro paredes y un piso sin lustrar. ¿Estará mal?, me pregunto a veces, cuando doy en la cuenta que ya no hay shampoo desde hace tres años y los recibos de luz dejaron de pasar por debajo de la puerta. Creía que era porque el foco estaba quemado y pensaba que el vecino estaba loco. “Alejandra, sal de ahí, por el amor de dios”. Pero ¿Por qué tendría que salir, Dios?. Si Gonzalo ya no esta afuera esperándome para pelearnos, ya no esta para llenarme de burbujas el cabello y ¡cuanto odiaba que lo hiciera!. Es cierto lo que decían, era un hecho que él y yo no éramos el uno para el otro. Hasta el cura nos lo dijo minutos antes de casarnos, pero cuando dio nuestra ultima misa juntos, fue el más sincero en darme el pésame. ¿Por qué Gonzalo me dejó?. Me como las uñas preguntándome eso. Si me viera ahorita se lo aceptaría, tendría mucho sentido pues ya no hay macarrones en la cocina y a él le encantaban. Antes sí habían y muchos, incluso demasiados pues se salían de nuestras bocas cuando nos reíamos al recordar que no teníamos donde caernos “muertos”. Era muy bonito conversar con él y muy interesante. Había veces que me hablaba de cosas que yo no entendía, como que dos más dos era uno y no entendía pues. Siempre me mandaba a callar cuando le respondía que era cuatro. Cuatro, amor, cuatro. Nunca lo entendía pero lo quería tanto que me quedaba muda para que vuelva a decirme lo que, hoy, si entiendo: éramos uno. ¿Por qué? ¿Por qué me dejó?. Hace poco encontré un recuerdo de él en mi ducha. En el recuerdo, Gonzalo me miraba con decepción y me decía que era muy tonta para hacer y decir que tengo la manía de no ser sincera. Creo que él esperaba todo de mi, como besarlo sin esperar que él lo hiciera primero, dejarme seducir y no reprimirme por el temor de que me vea enardecida, hablarle más de mis cosas y menos de lo que no importaba, reírme incluso de sus bromas sin sentido, total, él se reía incluso cuando estaba molesto o sino, ya no sé, creo que quería que estuviera lejos cuando él no me quería cerca. Este recuerdo lo encontré en la ducha que ya no funciona, de donde ya no cae agua, del mismo modo que Gonzalo dejó de quererme en plena lluvia en la madrugada. Me abandonó cuando murió y me dejó sola, en un sofá sin respuestas y prendiendo una vela misionera por minuto. “Dios, si existes o no, mándame respuestas y yo te mando una oración”. Es así como me dejaron sola, sin la oportunidad de volver a hablarle un poquito más. Me alejaron de Gonzalo, de su tumba y del perfume de su cama. Ya nadie toca mis ventanas para saber de mí, porque Gonzalo ha muerto y todos deben de creer que esta será mi tumba. Y quizás tengan razón pero realmente no saben porque cinco años de abstinencia y luto perpetuo. ¿Por qué entonces, Alejandra?. No lo sé, yo solo sé que me gustaría que volviera pero no será así. No estoy loca, ¿ves?. Simplemente me lo dice sus ojos, me dicen que él esta muerto y yo no consigo olvidarlo. ¿Hasta que punto esto esta mal?. No lo sé, no lo sé, no lo sé… no lo sé. Tres am. No, creo que ya son las cuatro am. Dormiré y quizás hasta hoy, dejare de aguantarme estas ganas de salir y comprar pan francés. Su favorito. Aún no encuentro mis medias para estar tan segura, Gonzalo. Te necesito. * ¿Y si dejas de recordarme?. Me dijo Gonzalo mientras le besaba el ombligo en su foto de bebito. El bebito más lindo del mundo.