One-shot La nieve.

Tema en 'Vocaloid' iniciado por Poemy, 28 Septiembre 2014.

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    Poemy

    Poemy Guest

    Título:
    La nieve.
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2059
    Ella despertó en medio de la madrugada, las ramas durante la noche azotaban la ventana y eso incrementaba su temor.

    Su respiración estaba agitada, y tenía mucho miedo.

    ¿Y si algo salía de su armario?
    ¿Había un monstruo debajo de su cama?
    ¿Acaso dentro del baño también había alguien?

    Negó con la cabeza.
    No, ella sabía que eso de los monstruos, el cuco, Freddy, o Jason, ¡Estaba claro que eso era mentira! ¿Verdad?, ¿verdad...?

    Cuando el viento empezó a hacer sonidos espantosos y el ruido de los pasos lejanos, definitivamente, su corazón comenzó a latir con fuerza, y con rapidez, se quitó las sábanas y corrió hacia la puerta.

    ¡Podría haber algo allá afuera también!

    Con los ojos cerrados, exploró los largos pasillos de la casa, y ya que se los sabía de memoria, ésto le era mucho más fácil.

    Giró el pomo de la puerta y se lanzó en la cama.

    En ese momento el suave colchón de agua comenzó a moverse como una bolsita llena de la misma.

    —Buff... —se quejó el chico que dormía plácidamente en el colchón—. ¿Otra vez tienes miedo?

    La pequeña asintió y se acobijó con una manta, abrazó al chico que dormía y finalmente cerró sus ojos para poder dormir.


    Los primeros rayos del sol alumbraron la habitación.

    La chica contemplaba como él dormía con sutileza.
    Podía sentir su respiración aún estando algo lejos de él, y al estar más cerca sintió los latidos lentos de su corazón.

    Abrió sus ojos y observó fijamente a la chica.

    El azul marino de ellos la cautivó. ¿Podían ser éstos tan profundos y vastos como cielo? ¿O tan fascinantes y misteriosos como el mar? Quería perderse en sus ojos. En esa extensa orbe llena de vida, de color... quería creer que sentía eso.

    Quería creer en él.

    Se levantó de la cama con energía y sacudió su cabello rubio en la cara de él.

    —¡Despierta ya! —exclamó con ansias.

    —Ya, ya estoy despierto, demonios —se quejó sin querer levantarse de la cama—. Quiero dormir...

    —¡No! —se opuso ella.

    Lo haló del brazo, haciendo que cayese al helado suelo de madera de la habitación.

    —Maldición...

    —¡Está nevando! —dijo emocionada, se acercó a una ventana y la abrió.

    A ella siempre le había gustado la nieve.

    Porque a pesar de que caían copos y copos, que parecía ser eterna, y de ser fría, ésta era muy frágil, y siempre terminaba disolviéndose en sus manos.

    Le hacía recordar que nada era eterno, que todo tenía un fin. Y que por muy duro que fuera, debía seguir luchando.

    —Rin... —se arqueó asegurándose de estirarse bien—. ¿Bajarás a desayunar, o te quedarás ahí todo el día?

    La rubia corrió tras el chico y ambos bajaron a la cocina.

    Rin era una niñita pequeña cuando Len la encontró en la calle, estaba sentada en un banco, con las manos heladas y la nariz roja, mientras su aliento gélido se dibujaba en el aire y desaparecía sin dejar rastro. Él se acercó a ella, se quitó su bufanda y la acobijó bien.

    La pequeñita se sorprendió, jamás se había esperado eso. ¿Qué debía hacer, cómo debía actuar?

    —¿Qué pasó, el gato te comió la lengua? —soltó una risita, esa niña le parecía de lo más adorable—. Vamos... no tengas miedo. Dime, ¿cómo te llamas?

    —Rin.

    —Pequeña Ruin, yo soy Len.

    —Es Rin, no Ruin —reprochó—. Len...to.

    El gesto de Len fue de ternura y un semblante de curiosidad.

    —¡Qué mala! —exclamó el haciendo un puchero.

    Parecía ser desde aquél entonces que ellos eran inseparables. Vivían el uno del otro y se necesitaban mutuamente.
    Sobretodo la chica, que desde pequeña había sido una niña nula para todos, sin importancia. Nadie le prestaba atención, y era como si no existiese. Ella no quería sentirse así, quería a alguien que la quisiera, a alguien que la abrazara, y que secara sus lágrimas, que le recordara que todo estaría bien.
    ¿Estaría tan mal pedir eso?

    El horrendo sonido de la vajilla caer alarmó a Len.

    —¡Pequeña Ruin! —dijo él preocupado.

    —Lo siento... —musitó, con miedo, recogiendo los pedazos rotos del suelo.

    —Te has cortado... —tomó su dedo y lo besó, luego miró su rostro enmudecido y mojado con lágrimas—. ¿Por qué lloras?

    —No es nada —sollozó.

    La muchacha no había sido la misma desde aquél horrible día.
    Ese espantoso día ella dejó caer vajilla completa, y como castigo por parte de su madre ésta la torturó dándole una paliza con un cable.
    Las marcas en su espalda aún se notaban.

    El recuerdo aún dolía. Los golpes fuertes aún ardían, y por eso jamás mostraría esa oscura parte de su pasado a nadie. Lo mejor sería olvidarlo todo y seguir adelante. Ya que ella estaba muy segura de que no se podía vivir de los nefastos recuerdos del pasado.

    Él la abrazó, y ella quedó inmóvil, soltando los pedazos de cristal.

    —Hey, no importa.

    Mostrando su más grande sonrisa, Rin se sonrojó y sintió su corazón palpitando con fuerza.

    —Len, yo... Te quiero.

    —Yo también te quiero, Rin.

    Pero Len no entendía, sus sentimientos por él eran más fuertes de lo que el chico pensaba. No, no lo amaba como un familiar, de verdad, lo quería, lo amaba.

    Suspiró y ambos terminaron de recoger los trozos de la vajilla.

    En ese entonces ella sólo tenía diez años de edad, tenía la mente de una persona adulta, y era bastante independiente.
    Al cumplir doce tomó una decisión, definitivamente le diría a él lo que sentía, no lo dejaría pasar.

    Otra navidad había llegado, y Rin tejía una bufanda mientras se mecía en el columpio viendo caer algunos copos de nieve.

    —Conque Ruin aprendió a tejer... —él salió de la nada y la despeinó.

    —¡Deja de llamarme así! —dijo enojada y arqueó la ceja.

    —Nunca te ha gustado que te llame así, y me hace gracia.

    —A mí no.

    —Uy, qué seria.

    —No, sigo siendo tu niñita tierna.

    —¡Así es! —la estrujó.

    Rin sonrió de oreja a oreja, ese chico era su felicidad, sin duda alguna, quería que él sólo fuera para ella. Y no ahogaría sus sentimientos por mucho más.

    —Len... hay algo que debo decirte.

    —¿Qué ocurre? ¿Hice algo malo? —cuestionó con nervios.

    —No, es que... —titubeó y jugó con sus dedos—. Tú me gustas.

    El tono de su celular sonó, y para desgracia de Rin, la interrumpió.

    —¿Me disculpas un momento? Es Miku.

    —No hay problema —sonrió.

    La rubia se preguntaba por qué él le tenía tanto afecto a esa chica, siempre le decía cosas lindas, siempre le daba cariño, siempre estaban juntos... ¿por qué?

    Len finalizó la llamada y miró a la chica con dulzura.

    —Len... ¿Ella es importante para ti? —preguntó directamente.

    —¡Ah! ¿Miku? Estoy saliendo con ella, Ruin —la despeinó—. Ya la traeré un día de estos para que la conozcas. Y bueno, vendré en unas horas, y traeré pie de naranja, ¿te parece? —propuso muy feliz.

    Hubo un silencio durante un largo rato. Len parecía ser feliz con esa chica, así que ella estaba dispuesta a aceptar ese gran peso, ese dolor, sólo por él. Y pensó que lo mejor sería encubrir sus sentimientos, así no haría que Len se sintiese mal, y todo sería mejor.


    Los meses pasaban con rapidez, Rin crecía con rapidez.

    Len a sus diecisiete años había cambiado también.

    Estaba más alto, había recortado su pelo unos centímetros, y su voz era un poco más gruesa.

    Él había decidido hacerle una celebración a Rin por su décimo cuarto cumpleaños, por fin tenía un trabajo estable, y podría comprarle un pastel, y un regalo.

    Cuando terminó con la de cabello azul se sintió vacío, frío, y pensó que ya nada tenía sentido. Mas por esa chica seguiría luchando, ella le había contagiado su positivismo, y sabía que si estaba a su lado, todo estaría bien.

    ¿Por qué de pronto sentía un ardor en su pecho al verla?

    ¿Y el dolor al ver que andaba con otros chicos?

    Se había vuelto también algo sobre-protector.

    Ese día de diciembre Rin salió a jugar en la nieve, arrastró a Len y ambos hicieron ángeles de nieve.

    Definitivamente, sólo ella podía obligarlo a hacer esas cosas.

    Era la dueña de su corazón.

    Esbozó una pequeña sonrisa y la observó.

    ¿Debía confesarle sus sentimientos?

    Sí, lo haría esa misma noche.

    Escribió una carta destinada a ella y la dejó en la mesa. Con una notita que decía que no se abriera, que era para después.

    Rin soltó una carcajada al ver aquello.

    Ella se había guardado sus sentimientos durante años, sin poder tomar su mano, o mirarlo a los ojos sin estremecerse. No podía ocultarlo más. Lo llamó por teléfono en dicho instante.

    —¿Rin, qué pasa?

    —Te amo.

    Él se estremeció al escuchar esas palabras, tragó saliva y continuó.

    —Ya lo hablaremos.

    —Bien...

    —Yo también te amo.

    ¿Había escuchado bien?
    ¿El había dicho...?

    Y en ese preciso y precioso instante él cortó.

    ¿Qué iba a hacer? Se sentía nerviosa y llena de ansias, ¿qué haría, cómo lo haría, cuándo?

    Se miró al espejo durante unos minutos y se sonrió así misma.

    "Len... quiero hacerte feliz, quiero que ambos seamos felices..."

    Ya estaba decidido. Ella lo esperaría hasta que llegara y lo abrazaría.

    Le confesaría cuánto lo amó, y cuánto lo amaba, y trataría de ser la mejor para él.



    Para desgracia de Rin, él nunca volvió.

    Ese día fue anunciado un accidente de moto, y el protagonista de el trágico accidente era nada más y nada menos que Len.



    ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~


    Abrió los ojos nuevamente.

    Muchos años habían pasado ya, muchos años en soledad y tristeza.
    La nieve le recordaba a él, a su primer y único amor, que la desgarró, y la hundió.
    Que se había ido sin dejar ningún rastro.
    De nuevo en ese viejo asilo, sola, otro día de invierno.

    Sus manos arrugadas temblaban y su cuerpo helado se tornaba. Ella sabía que ésos serían sus últimos días de existencia.

    En sus manos tenía una hoja de papel arrugada, de hacía años. Era la carta que Len le había escrito cuando cumplió los catorce.

    "Mi querida Ruin.

    Jamás creí que conocerte cambiaría mi vida por completo.
    Ni que me llenarías de emoción, que serías mi razón para estar de pie cada día. Y que valdría la pena vivir cada segundo contigo.
    Escuchar tu voz es como entrar al paraíso, es como empalagarse con el sonido más bello del mundo.

    Que siempre has estado conmigo, cada momento ya sea arduo o no, que me quisiste tal y como soy. Que me conquistaste, a éste chico al que no le importaba casi nada.

    Y cuando creí que no podía más, que iba a rendirme, que me daría por vencido, me empujaste hacia adelante. Que jamás me di cuenta que aquella mirada que te daba en las mañanas significaba algo más.

    Si estoy contigo, soy mejor.

    Firma: Len."

    Len era de pocas palabras, pero algo como eso... jamás se lo esperó.

    Miró la nieve una vez más, y notó como su aliento se marcaba en el cristal. Soltó unas lágrimas y jadeó.
    ¿Por qué, por qué eso le pasaba a ella?

    ¿Por qué...?

    Salió del lugar y contempló la nieve más de cerca. Y en ese instante se desplomó.

    El frío la cubrió por completo, adueñándose de su cuerpo, y la nieve la cubrió en una fría manta.


    ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~


    Al tomar una bocanada de aire, se dio cuenta de que estaba en otro lugar. Miro sus manos, jóvenes nuevamente, su cabello había vuelto a ser rubio.


    ¡¿Qué era esto, era un sueño, acaso?!

    Se sentía perdida y sin rumbo en aquél lugar, ¿acaso Dios la haría sufrir más? Rin pensaba que su solución era irse, no deambular, sino seguir su camino. Y desaparecer.

    Ladeó la cabeza y observó de acuerdo en su entorno.

    Era un bello lugar, donde se apreciaban los bellos árboles cubiertos de nieve, pero no hacía frío, era un lugar tibio, Rin frotó sus manos y a lo lejos divisó una figura.

    Sus ojos se empañaron. Era Len.

    Por unos instantes dudó. Pero si era él valía la pena, y siempre lo valdría.

    Él abrió sus brazos y ella corrió y corrió, lo más rápido que pudo, hasta llegar a él, cayendo rendida en sus brazos.

    Cuando sus vidas acabaron, ambos se encontraron juntos nuevamente, en otra vida, una vida mejor.
     
    Última edición por un moderador: 15 Noviembre 2014
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Aslkañdasfajhñ Chelsiiiiii, ¿por qué haces esto? ¡Hacía mucho que no sufría tanto con una historia! Pobre Riiiin D: Y pobre Leeen TT^TT Y pobre todooooos (? Hay que regalarle amor, a todos, porque un mundo sin Len ni Rin nos afecta a todo ;///;

    Bueno, después de este momento de tristeza extrema, paso a comentar en condiciones xD

    Pues en la primera parte me estaba muriendo de amor, pero mucho muchito. Rin y Len son tan sumamente tiernos y tú has hecho que lo sean más *^*

    La escena de cuando se encontraron fue demasiado lindaaaa *-* Mi corazonsito murió de amor >w<

    Eso sí, la madre de Rin se merece el odio desde lo más profundo de mi kokoro ¬¬

    Y y y y ¡Miku! ¡Siempre te odiaré porque intentas jodernos la OTP! ¡Y no! ¡No! D:<

    Ahora, la segunda parte fue perfecta menos por el simple y pequeño detalle de... ¿CÓMO TE HAS ATREVIDO A MATAR A LEN JUSTO EN ESE MOMENTO? ¡¡Nononononononono!! Mi mente no se lo quiere creer TT////////TT Aunque con el final me recompensa un poco, ¡pero muy poco! ¡No es suficiente! xD

    En cuanto a faltas, no he visto nada mal cosa que se agradece ^^

    Bueno, le moi se va a hacer los deberes mientras me sigo cuestionando mi existencia y pienso en lo desgraciados que son los rubillos uwu

    Byee-bee~~
     
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    delinex

    delinex solo escribe lo que se te ocurra.

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    Pero que hermoso, primero estaba metida en tanto amor, en la segunda parte estaba a punto de romper a llorar, y en la tercera... me rompiste. Llore montones, pero que hermoso final, al menos así estarán juntos el resto de sus vidas sin que nadie los moleste.
    Gracias por tu fic, me encanto, esta hermosísimo, no encontré ninguna falta de ortografía.
     
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