Desamor

Tema en 'Relatos' iniciado por Poemy, 18 Agosto 2014.

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    Poemy

    Poemy Guest

    Título:
    Desamor
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2390
    Cerró la página de aquél libro y soltó un suave suspiro.

    Se recogió su cabello castaño en una coleta y se levantó del sillón con pereza.

    "Anna… ¿qué harás con tu vida?" —se dijo a sí misma.

    Su aliento empañaba el cristal de la ventana, mientras veía a lo lejos algo que le traía mucha calma.

    ¿Quién era ella? ¿De dónde provenía? ¿Cuál sería su historia? Ella quería conocerla. Aunque tenía un poco de miedo, ¿y si su discapacidad no la dejaba acercarse a aquella persona? No, debía controlarlo… definitivamente el síndrome de Asperger no influiría más en su vida.

    Salió de casa, bajó las escaleras y llegó a la planta, al llegar a ésta prosiguió y camino unos metros más adelante. El parque quedaba justo al frente del edificio donde ella vivía.

    Se acercó a ella con pasos largos y la observó. La joven de la guitarra se sorprendió y subió la mirada, a la vez contempló a la muchacha que la miraba con curiosidad.

    Ella tenía el pelo negro, la piel algo oscura y los ojos negros, parecía ser una chica cualquiera, al parecer de Anna.

    —Bueno… yo, eh. Te hace falta más práctica —dijo directamente.

    —¿Disculpa? —respondió disgustada, de un respingo se levantó y se sacudió—. ¿Quién eres, o más bien, quién te crees para decirme eso?

    —Yo… bueno, perdón —a duras penas había logrado decir eso, se dispuso a marcharse pero la otra chica la detuvo.

    —Jo, vaya gente la que yo me consigo. Soy Aylin.


    ¿Le había dicho su nombre aún después de haber actuado como tonta? Esa chica era…


    —Y-Yo soy Anna—tartamudeó —. Un gusto —la mujer le dio la mano, ésta sudaba un poco, por lo cual se sintió más nerviosa aún.


    —El gusto es mío.


    Ella la había mostrado una pequeña sonrisa, y aunque Anna sentía que sólo lo hacía para no hacerla sentir mal. No pudo evitarlo, tenía que invitarla a algún lugar.


    —¿Quisieras ir?, eh, no sé. A pasear puede ser.


    —¿Me estás preguntando o me estás diciendo? —dijo ella confundida.


    —Te lo estoy diciendo. ¿Qué tiene de malo?


    —Eres una extraña —rió un poco.


    —Vamos, no es como si fuera a secuestrarte o algo por el estilo.


    —Vale —dijo sin mucho ánimo.


    Tomó su guitarra, y ambas caminaron por los alrededores del parque.


    Anna no había pronunciado una sola palabra, y lo mismo pasaba con Aylin. Ambas estaban entre cortantes. Claro, ¿cómo actuar con alguien que apenas conoces?


    —Y dime… ¿te gusta la música?


    —¿No es obvio? —levantó la guitarra.


    —Ah, claro —soltó una risa que denotaba nerviosismo—. ¿Qué me dices de la literatura?


    —No me llama la atención —soltó mientras miraba el suelo.


    —¿Las películas?


    —No veo mucho la televisión, así que no.


    Anna no veía ningún tema de conversación del que hablar, pues parecía que definitivamente ella no quería conversar. ¿Qué debía hacer ahora?


    —Vaya —volteó la mirada y suspiró—. Bueno, aunque no lo pidas, te diré algo sobre mí, me gusta dibujar.


    —Mm, ya veo —asintió y prosiguió—. ¿Eres artista?


    —No… pero me gustaría serlo —dijo con toda sinceridad.


    Tras la caminata, Anna siguió a su acompañante hasta su casa, allí se despidieron. Aquella chica parecía ser bastante solitaria. Aunque no entendía por qué, pero esa chica le… ¿atraía?

    ¿Cómo podía ser eso posible? Ella sintió toda su vida que le gustaban los hombres, y ahora su mente le decía lo contrario. ¿Qué pensarían sus padres? ¿Sus amigos, sus conocidos?

    Inclusive ella ya no sabía qué pensar.

    Al llegar a su casa optó por prepararse una taza de café y recordó algo.


    ¡Ella le había dado su número a Aylin!

    ¿Ella la llamaría?

    ¿Volverían a salir?


    Ahora tendría que esperar.


    —Muy bien… ya han pasado… seis horas —miró el reloj con estrés—. Seis horas, veintisiete segundos y treinta y cuatro segundos.


    Se le hacía eterna la espera, cada minuto era una década, o al menos así lo veía ella.


    Y allí la veía, en el parque, a través de su ventana. Mientras ella tocaba con mucha calma. ¿Debería volver a ir allí y hablarle? No, seguro ella la vería como una acosadora.


    —Bueno, ya no tengo nada que perder… —tomó sus llaves y salió del departamento, aproximándose con rapidez a dicho lugar.


    —Ah, hola, Anna —se detuvo al ver a la chica—. ¿Qué te trae por aquí?


    —Pues, quería volver a verte ¡No! Digo, quería caminar un rato —se retractó.


    —Jaja, entendí bien lo que dijiste.


    —Bueno, la verdad, me agradas —dijo ella simplemente—. ¿Puedo invitarte un café?


    —No, no estoy de ánimo, perdona.


    —¡Oh, vamos! Salir te haría bien ¿no crees?


    —Simplemente no puedo ir —terminó de decir. Se levantó y tomó su instrumento, luego caminó sin siquiera despedirse.


    “¿Qué le pasará?” —se dijo a sí misma.


    Ella le preocupaba, y le dolía mucho el trato que le tenía. La castaña se sentía sola, y sólo quería una amiga. Fue corriendo detrás de ella y le dijo:


    —¡Por favor, dame una oportunidad! —gritó estando a unos metros de ella.

    Aylin se dio la vuelta y la miró sorprendida.

    No quería insistir, para ella las cosas siempre habían sido así, tal y como ella quería, a su manera, y al parecer ésta mujer no se quedaría quieta hasta obtener lo que quisiera.


    —Está bien —se dio la vuelta y continuó caminando—. Mañana a la misma hora, en el café.


    Tras levantar un puño en gesto de gloria, Anna se fue a casa a descansar.


    Esperó el siguiente día con ilusión… ¡Cómo le emocionaba ver a dicha mujer! La desesperación era tanta que su insomnio floreció.

    A la mañana siguiente pudo observar claramente los primeros rayos del sol, se vistió a toda prisa, y desayunó muy rápido. Se verían a las once, allí se encontrarían en el café y hablarían.

    Tal y como habían acordado, ella se quedó esperándola en la plaza con mucha paciencia y emoción. Ésta dentro de poco llegó, Anna se acercó y la saludó.


    —¡Qué bueno que hayas venido!


    —Vamos directo al grano, tengo hambre.


    —Claro —Anna soltó una risita—. Vamos.


    El café quedaba muy cerca de la plaza, ellas se sentaron en las mesas de afuera, la joven Anna invitó la comida, y Aylin disfrutó la susodicha.


    —Vaya, veo que tenías hambre —comentó Anna.


    —Sí, no había desayunado. Ahora me siento mucho mejor —se recostó en el espaldar de la silla.


    La miró fijamente. Así era ella.


    Directa, fría, seca y no muy bien educada, aunque a pesar de todo le agradaba.


    —¿Te ha gustado?


    —Pues sí.


    Lo único que Anna deseaba obtener era al menos un “Gracias” o un “Qué buena persona eres” algo que jamás había recibido. ¿Podría ser que lo recibiría de aquella chica de cabellos oscuros?


    Unas gotas de lluvia empezaron a caer hasta que el cristal quedó mojado.


    —Ugh, no he traído mi paraguas —dijo de mala manera.


    —Yo tampoco lo he traído —pronunció ella.


    —Bueno, da igual —salió de la tienda.


    —¡Eh, espérame! —pagó la cuenta y salió del local persiguiendo a la chica.


    —¿Por qué me persigues tanto? —preguntó la morena con un severo tono de voz.


    —Yo… no lo sé —sonrió—. Jamás me sentí tan interesada en alguien.


    Dicha morena se sorprendió un poco. ¿Había dicho que le interesaba? ¿Cómo podía ser?


    —Aléjate de mí.


    —¿Por qué?


    —No quiero hacerte daño.


    —Pero… —se opuso ella.


    —¡Que te alejes de mí, joder! —masculló y seguidamente con su guitarra aún en mano se marchó.


    La castaña se deprimió un poco. ¿Qué haría ahora?


    —Yo sólo quería a alguien a quien admirar… —junto sus manos debido al frío y se sentó debajo en un lugar con techo.


    Los días pasaron y Anna seguía mirando a través de la ventana, la única diferencia era que aquella chica ya no estaba ahí. Lo cual le deprimía, y le había hecho volver a esa fatal rutina en donde sus días eran tan fríos y solos como las de un agujero estancado.


    En ese entonces, cuando estaba en medio del trabajo, recibió una llamada.


    —Hola, Anna… —la voz al otro lado de la línea jadeaba, parecía estar llorando.


    —Aylin… —musitó.


    —Lo siento tanto… jamás debí haberte tratado así.


    La mujer se alegró de cierta manera. ¿Había sido esa una disculpa? Por muy poco que conocía a Aylin sólo conocía la parte de su personalidad que era insensible.


    —Adiós.


    —¡Espera, Aylin!


    —¿Qué?


    —¿Por qué no has vuelto al parque?


    —No quería volver a verte. Es decir, si te vuelvo a ver, sé que te haré daño. Y como eres la primera persona que me ha caído bien no quiero hacerlo.


    —Pero, ¿no sería más fácil simplemente no decir algo hiriente y ya?


    —No, eso es parte de mi personalidad.


    —Pero. Quiero volverte a oír tocando la guitarra —insistió Anna.


    —Dijiste que tocaba mal.


    —Y-Yo… ¡Jamás dije eso! —titubeó.

    —Como digas.


    Por alguna razón ella se sentía más aliviada al saber que Aylin estaba bien, aún seguía tan distante como antes, y ella quería conocerla más a fondo, pero le parecía arduo.


    —Gracias por ser mi amiga, Aylin.


    —No soy tu amiga.


    —Pero yo quiero serlo —insistió.


    —No soy buena para ti —admitió.


    —Pero, ¿por qué llorabas?


    —No te incumbe…


    Ella colgó el teléfono.


    ¡¿Qué le pasaba a esa mujer?! Comenzaba a creer que estaba enloqueciendo. ¿Para qué la llamaba si no iba a contarle nada?


    Era la persona con la que más había hablado, y se le hacía algo detestable.


    Pasaron días, semanas e incluso meses. Había perdido el contacto con ella. Ahora sentía que más que nunca le hacía falta hablarle, así fuera tan sólo por unos instantes.


    Uno de esos días ella iba caminando por ahí, traía algunas bolsas que había comprado en el mercado, las dejó en el suelo por unos minutos y observó el cielo. Luego a lo lejos pudo notar aquél parque, ese tan amado lugar, donde Aylin se ponía a tocar.

    La había conocido muy poco, pero sentía que ella había dejado un profundo vacío desde que se fue.

    ¿Volvería acaso? ¿Ella vendría con otro de sus locos disparates, con su mala educación y sus sentimientos de hielo? ¿Recibiría otra llamada como la de aquél extraño día en que la escuchó llorando?, y que a pesar que no dijo nada… se sentía fatal escucharla así.

    ¿Por qué? ¿Por qué sentía cosas tan extrañas por una persona así? Lo más seguro es que no fuera correspondido.

    Un auto pasó, sus enormes llantas pisaron un charco de agua sucia y éste cayó sobre las bolsas.

    Frustrada, Anna tomó los alimentos y los sacó de aquellas mugrientas bolsas, para luego meter la comida en su bolso.

    Las bocinas de los autos, el cantar de los pájaros, el sol con su gran y brillante resplandor, las campanillas de las bicicletas, los gritos de las personas, los sonidos de las construcciones, todo para ella era un estruendoso dolor.

    Harta de todo caminó y llegó a su departamento, dispuesta a abrir la puerta apoyó su cabeza en la puerta. Se quedó unos minutos mientras sentía los latidos de su corazón y su respirar agitados. ¿Por qué de pronto se sentía así?

    Su celular sonó, tenía un nuevo mensaje de voz.


    “Sé que no querrás escucharme, no merezco que lo hagas. No necesitas de mí, y no debería estar haciendo esto, pero simplemente sentí que debía hacerlo, que tenía que decirte adiós.”


    ¿Qué ocurría ahora?


    —¡Definitivamente está loca! —gritó.


    ¿Dónde estaría? Quizá tendría que ir a buscarla, pero el gran problema era que no sabía dónde se encontraba.

    Tras pasar por el parque decidió buscar en el bulevar, pero fue en vano, ya que ahí no se encontraba.

    Se sentó en la parada de autobús y tomó un respiro.


    Marcó su número para ver si respondía, y afortunadamente sí lo hizo.


    —¿Qué quieres?


    —¡¿Cómo que qué quiero?! ¡Estás completamente desquiciada! Me llamas y me dices un mes antes me llamaste mientras llorabas, luego me colgaste. Ahora me llamas y ni siquiera explicas el por qué de tu actuación, o el por qué de que me sigas hablando, yo realmente, ¡No te entiendo…! —soltó todo su enojo para luego respirar.


    —Vaya, con que sí era eso.


    —¿Eh?


    —Date la vuelta.


    Anna obedeció de inmediato, y observó a una mujer morena caminando a lo lejos, con su celular en su mano derecha, y su guitarra colgando de su espalda en su estuche.


    —Realmente, estás loca —dijo Anna muy enojada.


    —Pues sí —admitió riendo—. Yo nací así, así he sido siempre. Y a pesar de todo, tú me aceptaste, eso te lo agradezco. Pero, necesito que hagas algo por mí.


    —¿Qué es? —preguntó.


    —Finge tu muerte.


    —¿Perdón?


    —Vale, ¿cómo empiezo? Veamos, no soy una chica cualquiera, Anna. No soy alguien sola, que sólo vive de estar tocando guitarra en el parque, no soy una desquiciada que te acosa, o que te molesta. Tú… eres la primera persona que ha hablado conmigo por más de veinte minutos. La única que se ha preocupado por mí, que ha sido amable conmigo. Por ello, no quiero matarte.


    —¿Eh? —pronunció Anna con un deje de nerviosismo y confusión.


    La chica carraspeó y continuó.


    —Chica, pertenezco a una mafia. Matamos por dinero. Hace meses que me han pedido que te asesine. ¿Piensas que es mera casualidad que una chica se siente justo en el parque que queda enfrente de tu piso?


    La castaña tragó saliva y se distanció un poco.


    —Está claro que no querrás hablarme después de que te he contado esto —sonrió—. Sólo déjame despedirme de ti de la manera correcta, ¿vale?


    Se acercó a ella, ésta quería alejarse. Pero algo se lo impedía. ¿Podría tratar de evitar lo que iba a ocurrir?

    Pero la morena simplemente la abrazó y acarició su largo cabello castaño.


    —Puede que nos hayamos conocido muy poco, pero ahora sé qué es lo que se siente cuando aprecias a alguien.


    Anna correspondió al abrazo.


    —Te quiero, Aylin —sus ojos se llenaron de lágrimas.


    —Yo también… —ella le cortó un mechón de cabello.


    —¿Por qué has hecho eso? —tomó el mechón que ella acababa de cortar.


    —Un recuerdo —le sonrió.


    —Chiflada —sin importar que lloraran, ambas soltaron una carcajada.


    Aylin optó por marcharse, y Anna volvió a quedarse sola. Sin pensarlo mucho, unos días después, Anna abandonó la ciudad por seguridad propia y de Aylin.


    Más nunca se volvieron a ver.


    Fin.
     
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  2.  
    Sakura Berlitz

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    Que linda historia *_*
    y a la vez que triste :'( lastima que nunca mas se volvieron a ver :(
    Te a quedado muy bien, sigue asín!

    ATT: yo (?
     
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