Virus

Todo comenzó tras un experimento fallido, los científicos buscaban mejorar la forma física del ser humano, así fuera por verse mejores, más esbeltos, altos... por lo cual, varios de ellos hacían pruebas con animales, por seguridad propia. Un día uno de los científicos decidió probar suerte, y lo intentó con su esposa.
Dicha acción no fue muy buena, puesto a que algo extraño comenzó a pasarle a la mujer. Su cuerpo se llenó de pelo. Abrió su boca y su mandíbula se estiró, dejando ver sus dientes. Sus pies se convirtieron en patas, y su tamaño era el doble de lo que ya medía. Su cara ya no era la de antes, todo en ella había cambiado. Lo que antes era una mujer comenzó a devorarse al hombre, y a todo lo que en su camino se interponía.

Tras años de que la comunidad se envolviera tras el trágico accidente ocurrido ya hace años, todos tomaron una decisión. Había que enfrentarse, había que seguir... en algún momento esto iba a pasar ¿no?
Aquella infección se había llevado todo, se había devorado a lo que quedaba de la humanidad, un virus desconocido aunque desgarrador. Ese virus causaba una desmedida rabia, por lo que la gente se atacaba entre sí. Al final... algunos terminaron devorándose a ellos mismos.

En las calles de la solitaria ciudad se encontraba un hombre, llorando mientras cargaba en sus brazos a su pequeña hija muerta. Tenía el rostro desfigurado y en su cuello habían múltiples mordidas de todos los tamaños.

Caminó por aquél triste y vacío lugar, no habían monstruos por ahí... lo cual era extraño, sin embargo, de seguro el ruido los atraería. Unos cuantos años antes la gente pensaba que aquellas criaturas podían ser parecidos a los muertos vivientes, pero tras meses de investigación llegaron a la conclusión de que no era así. Éstas criaturas no eran zombies, sólo... eran bestias. Solamente un rasguño o el más mínimo contacto con la criatura podría ser mortal.

Al no soportar aquél dolor, optó por quitarse la vida, caminó unos cuadras hasta llegar a una casa deshabitada, con las ventanas rotas, lo primero que se veía al entrar era mucha sangre. Dejó el cuerpo sin vida de aquella niña en una de las camas de la habitación. En el siguiente cuarto, en una de las cómodas yacía una magnum 357 en buen estado, tenía munición; el hombre tomó valor e hizo algo antes de terminar con su historia.

—¡Bestias! —gritó y dio un disparo a la primera criatura que vio.

Los disparos siguieron mientras los monstruos arañaban y pateaban la puerta.

El hombre se dio cuenta de la poca munición que le quedaba, y tomó una decisión.

—Moriré...

Tomó un bidón pequeño de gasolina que yacía dentro de la casa, y regó todo el líquido por la pequeña estructura.

—Pero ustedes lo harán conmigo.

Cuando los monstruos derrumbaron la puerta el hombre disparó directo hacia la gasolina, causando una explosión que arrasó con el lugar y todo rastro vivo de ahí.