Las hojas de otoño.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Neko suke Brotheska, 16 Mayo 2012.

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  1. Título:
    Las hojas de otoño.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1374
    Hola, bueno aquí traigo mi primera publicación, espero que les guste, es una idea al azar que tomé y la plasmé.
    disfruten :3
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    Un cuerpo marchito y su mortificante letargo al esta despierto...el amor que se desintegra y la hoja atorada, aquella sensación de estar desapareciendo sin estarlo, aquella estación; el otoño. La joven que sin querer es victima de se cuerpo, las limitaciones le hacen amar los cambios más pequeños, admira las estaciones, admira el otoño... De pronto ver el cambio la hace sentir débil, siente que se queda… se queda muy atrás, siente que desaparece. Cae la primera hoja.


    Capítulo I “La doncella marchita”


    Una hoja, la primera, había caído en el alfeizar de una ventana. Una joven la observó y comprendió el momento en que el verdor desaparece y frescas brisas se cuelan en las pronto desnudas ramas de los arboles. No sabía si comenzar a estremecerse desde ya a causa de frio que paulatinamente llegaba o maravillarse como lo hacía cada año contemplando como cada hoja se decoloraba lentamente, digna, hasta que caía al pasto completamente seca, muerta. No sabía nada, solo que tenía todo el tiempo del mundo.

    Después de unos minutos observando a la primera difunta se centró en ella misma y recordó que recién se había levantado y que iba en dirección a la salida de su habitación para servirse un desayuno a su manera, mentalmente se reprendió por divagar tan temprano en la mañana…aunque si lo pensaba bien era natural que lo hiciera, estando en la más absoluta soledad hasta el más mínimo cambio era algo único. Salió de su habitación y se encaminó por los helados pasillos de la casona en la que estaba, en esos momentos reparó en que podía hacer las dos cosas que había pensado antes; estremecerse del frío reinante y por supuesto ver las hoja, ya había comenzado con aquella, la primera de su jardín.

    A los minutos de caminar a paso lento y poco acompasado, como si usualmente dependiera de alguien para llevar a cabo esa acción, llegó a una amplia habitación; la cocina. Allí llenó un vaso de agua jugo que sacó del refrigerador y se hizo un pan con jamón que obtuvo del mismo, no se dio la molestia de comer en la mesa que había al centro de ese cuarto, tan poco era lo que se demoraba que cuando menos se lo esperó ya estaba enjuagando el vaso. Se sintió infinitamente contenta de llevar a cabo esa tarea, no muchas veces tenía la oportunidad de hacerla, por lo general su nana lo hacía, reprochándole que podría ocurrirle algo al lavar, la joven definitivamente no encontraba peligros, pero estaba más que acostumbrada a que le digieran eso, por lo que lavaba, o al menos enjuagaba, cuando nadie estaba cerca. Al terminar se dirigió a la sala de estar, dispuesta a calentarse frente a la chimenea que había allí, sabía que esa era otra de las numerosas cosas que no podía hacer; prender una chimenea, también era “peligroso” para ella, no solo con el hecho de que podría quemarse, sabe Dios de que manera piensas sus padres que ella se podría quemar, si no que de vez en cuando el humo no era toralmente expulsado por el conducto que daba al exterior y le podría afectar a sus afecciones asmáticas. Sabía todo eso, pero en esos momentos no había nadie y el frío le calaba los huesos, cosa que también era peligrosa según sus padres ya que corría el riesgo de enfermarse, tenía puntos para hacerlo, aunque más que eso, tenía a favor la soledad del momento.

    Con la facultad que solo un inexperto tiene, prendió las maderas que reposaban desde hace ya tiempo en la chimenea, ya eran muy pocas las que se usaban y se sentía orgullosa de tener una que era tan buena como aquella, a pesar de ocuparla tan poco y a escondidas. Tosió repetidas veces al recibir el humo que segundos después se fue por el conducto hasta el exterior. Cuidadosamente se sentó en la alfombra suave frente a la chimenea y desde allí se dedico a admirar las irregulares llamas que bailaban incesantemente. “Es una agradable mañana” se detuvo a pensar, aunque sin despegar la vista del cálido fuego, nadie había llegado a encerrarla en la habitúala burbuja y eso la hacía pensar así.

    Ese grato sentimiento duró tan poco…

    Unos sonidos de alguien abriendo la puerta y posteriormente una figura parada en el pórtico le dieron fin.

    — Señorita, hoy va a médico— Dijo el hombre que había llegado de manera impasible, notó que la chica estaba sentada frente a la chimenea encendida y sin cambiar el tono le reprendió — No debería de haber hecho tal cosa, si sus…

    La joven le hizo guardar silencio con un ademán, ya lo sabía “si sus padres se enteraran estaría en problemas”, sabía que eso era verdad, que serían capaces de demoler la chimenea o llevarla a vivir nuevamente con ellos, pero también tenía en cuenta de que lo que sucedía se quedaría entre ellos; “la nana” y ella. Rechazando cualquier ayuda ofrecida por el hombre se levantó, lenta pero seguramente y se dirigió a su habitación, allí se dio una ducha para comenzar a vestirse. Mientras se colocaba las prendas, la luz que entraba por la ventana llegaba hasta su piel, haciéndosela notar más pálida de lo que ya era, miró hasta por donde entraba la luz y vio nuevamente aquella hoja atascada en el marco de la ventana, estaba segura de que a mediados de esa época estarían todas las una vez alegres hojas tapizando el suelo de su jardín, de una manera alegre…alegremente secas y muertas, tan dignas como en sus principios, pero a la vez tan melancólicas y bajas como los que dejan de estar en la cima. Pensó en ello y en los arboles que las retenían, ellos dejarían de proporcionar aquella agradable sombra en verano, innecesaria en otoño, y ya pronto sus ramas estarían desnudas para poder admirar cielo nublado.

    Terminó de vestirse y bajó, notando que el hombre estaba sentado frente a la chimenea disipando el frío. Cuando la vio se paró e ignoro la constante mirada de acusación que la chica le empezaba a propinar, en cambio de aquello el ofreció el brazo para ayudarle a caminar en los tramos que irían hasta el auto, sin embargo la chica nuevamente rechazó la atención, mitad orgullo y otra porque no encontraba justo que él disfrutaba de los lujos que ella no podía, al menos en su presencia.
    — Si sus padres se enteraran que tampoco acepta ayuda.

    — Si mis padres se enteraran…— Repitió la joven con la débil voz que poseía, prácticamente sin uso en sus 20 años de vida— …si se enteraran, pero no lo están…— le sonrió suavemente—…pero no lo están y no lo estarán jamás…

    — Por supuesto— Afirmó al fin él de manera cómplice, jamás le decía nada a los padres de ella, después de todo la conocía desde que ella era tan solo una niña pequeña, conocía sus miedos y deseos…conocía a sus padres… por lo que tenían un lazo muy fuerte. Se había convertido en su “nana” para protegerla aunque fuera un poco de ellos, de su enferma sobreprotección.

    — Vayámonos, nana— Sugirió la joven mientras pasaba por su lado — hoy estás especialmente formal,…como un guardaespaldas…— salió al exterior y paró antes de bajar las escaleras que había para llegar finalmente al jardín, recibió el helor de la mañana y un patio verde, completamente desprovisto de hojas muertas, recordando con un pequeño orgullo el haber visto a lo que a su parecer era la primer caída le contó al hombre el hallazgo al levantarse y lo que pensaba.

    —Ya veo…— fue lo que dijo el hombre al terminar de oír la historia y por primera vez desde que llegó se quito el personaje que había encarnado; un guardaespaldas, dejando a la vista su realidad; la nana. Sonrió — Lo mejor es salir temprano.

    Dio por terminada la conversación y condujo a ambos hasta el auto para ir al médico.


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    gracias por el tiempo que se tomaron en leer :3
    Matta ne~
     
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