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Tema en 'Relatos' iniciado por Aizen, 1 Marzo 2012.

  1.  
    Aizen

    Aizen Guest

    Título:
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    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Poesía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    806
    Todo comenzó un día primero de marzo, la primavera estaba a solo tres semanas de oficialmente comenzar con su tan famoso equinoccio, pero al parecer aquella mañana la naturaleza tenía otros planes y no estaba dispuesta a esperar tanto tiempo para despertar a sus flores y hacer brotar de nuevo el follaje de sus árboles. Apenas desperté y sentí una cálida caricia del viento recorrer mi rostro, parecía que sería un gran día, de esos en los que la flojera no te domina, en los que es imposible sentirse triste, donde todo a tu alrededor parece ser nuevo, donde todos son felices...sin embargo...para mí era totalmente distinto, hoy era el funeral de Verónica.
    Estiré todo mi cuerpo como normalmente suelo hacerlo y por unos instantes me quede mirando fijamente a través de la ventana, podía ver todo aquello y a la vez no veía nada, me preguntaba si toda mi vida sería así por el resto de mis días, de cualquier modo tampoco me incomodaba, sería mi penitencia, una muy benévola ciertamente; me puse de pie, abrí de par en par las puertas de mi armario y del fondo de este cogí un impecable traje italiano negro que mi madre me había regalado la navidad pasada, se suponía que sería para que lo usase en un evento como la futura boda de mi hermana, pero para mí hoy sería una mejor ocasión, el color de la tela reflejaría el de mi propio interior y con suerte me daría un aspecto de pocos amigos, lo que menos deseo es hablar con alguien, llevo la vista a mi muñeca izquierda y veo la hora en el reloj, las 9:15 am, se suponía que la empleada de la casa me despertaría a las 8:00 en punto, hago una mueca ante su incompetitividad y decido que no hay tiempo para la ducha, con suerte así intenten acercarse menos todavía, finalmente terminé de alistarme, mientras bajaba las escaleras noté que no había nadie en la casa, algo bastante inusual pero carente de importancia en ese momento, me dirigí con prontitud a la cocina y note que la cafetera aún se encontraba tibia, serví el poco café que quedaba, lo bebí de un trago y tome las llaves del auto, un mini cooper rojo que rara vez lavaba pero que sin embargo había demostrado ser tan eficiente como todos sus predecesores alemanes.
    La ceremonia de sepultura daría lugar en las afueras de la ciudad, en una de las colinas que rodean la ciudad en el panteón personal de la familia Aquilani, los Aquilani eran una familia relativamente nueva en una villa como la nuestra que había sido fundada alrededor del siglo 35 antes de cristo por una legión de gálicos que pronto vieron en la riqueza de estas tierras un excelente lugar para establecerse, de este modo para una familia italiana que apenas llevaba poco más de 6 décadas en Aurenja ser tachados como los nuevos estaba más que justificado. Francesco Aquilani de 94 años de edad fue el primero en llegar a la villa una vez finalizada la segunda guerra mundial, siempre ha sido una incógnita por que llegó aquí en primer lugar o por que invertiría en el negocio de mi familia cuando nadie en su sano juicio arriesgaría todo su capital en unos campos destrozados por la metralla de las balas y donde encontrar a alguien en condiciones de trabajar era más difícil que dar con la olla al final del arcoíris, el problema lo resolvió fácilmente al traer a parte de su familia para trabajar junto con la nuestra, el resto es historia, la compañía resurgió y desde entonces los lazos se fortalecieron, durante mucho tiempo las personas en el pueblo pensaron que Verónica y yo finalmente uniríamos a ambas familias…
    Arribo al lugar indicado, en el panteón hay relativamente pocas tumbas comparadas con las del cementerio del pueblo, me mantengo a cierta distancia del féretro bajo la sombra de las ramas de un roble que se encuentra cerca, el sacerdote habla sobre la fragilidad de la vida, así como de lo injusta que puede llegar a ser esta al llevarse a personas tan jóvenes, todos parecen recordar en ese momento a algún hijo, hermano o sobrino que murió durante la guerra, los rostros les cambian por completo y por un instante la primavera desaparece de ahí dejando a todos en compañía de la muerte y la tristeza, se guarda un minuto de silencio y el sacerdote continua con el rito de Exequias para finalmente sepultar el cuerpo en lo más alto de la colina junto a la tumba de la primer esposa de Francesco, ahora las dos serán resguardadas por siempre por un ángel de mármol italiano, de nuevo la vida y sus ironías.... podrá finalmente descansar por debajo de las alas de aquel que mejor asemeja a su asesino.
     
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