de Inuyasha - Sentimientos inconfesables

Mientras dormía muy tranquila, el agudo e insoportable ruido de mi despertador hizo que me despertara de golpe. Observé hacia afuera y todos hacían su trabajo; los pájaros cantaban, el sol iluminaba y el viento soplaba. Estiré mi cuerpo y luego me dejé caer en la cama.
— ¡ya basta de descanso! ¡a estudiar nuevamente!— grité con todas mis fuerzas. De pronto alguien golpeó la puerta de mi habitación. Fui a abrir y era Inuyasha. ¿Inuyasha? ¿Qué hacia el aquí?
— ¿Qué haces aquí?— le pregunté extrañada.
— Que haces tú aquí, debemos irnos ya— me respondió jalándome de un brazo.
— Olvídalo, debo ir a la escuela, y se me hace tarde. ¡Y nadie me va a detener!— le respondí haciendo que me soltara. Caminé y dejé a Inuyasha afuera para cambiarme de ropa. Me puse mi uniforme y salí de la habitación. Mamá estaba afuera.
— ¿Qué hacen?— preguntó confundida.
— ¡va a ir a la escuela y nadie la va a detener!— gritó Inuyasha de una forma que no pude evitar soltar una carcajada. Vi que mi madre también lo hacía.
— Siento interrumpir tus energías Aome, pero hoy es sábado— dijo ella haciendo que yo cayera al suelo decepcionada, comencé a temblar de rabia y suspire.
— Ya vámonos— le dije a Inuyasha levantándome del suelo.
— ¿y que no ibas a la escuela?— me preguntó Inuyasha con duda.
— ¡que no ves que es sábado!— le grité en la cara furiosa. Salí de la habitación y baje a la cocina. Tomé mi gran mochila amarilla y comencé a meter comida y más comida. Todos me miraban sorprendidos. Yo no les presté atención y seguí con mi camino.
— ¡vámonos!— grité haciendo que Inuyasha me siguiera asustado.
— Que bestia— susurró Inuyasha. Me volteé y lo mire muy seria.
— ¡abajo!— grité habiendo que Inuyasha cayera al suelo. Ni siquiera me despedí de mi familia y me lancé al pozo. Al llegar, Inuyasha aún estaba adolorido, ya que el suelo de mi casa era muy duro. El tiempo estaba muy fresco, y el aire era muy puro. Caminamos hasta la aldea y divise a los chicos a lo lejos, y también vi como Shippo se acercaba corriendo hacia mí. Todos estaban muy alegres.
— Hola chicos ¿cómo están?— pregunté al llegar a la cabaña que nos había prestado la anciana Kaede.
— Señorita Aome, que gusto tenerla de vuelta— dijo Miroku mirándome con una sonrisa.
— ¡Aome! Te extrañé mucho, ¿trajiste comida ninja?— preguntó Shippo.
— ¡claro! Traje suficiente para una semana—le respondí a Shippo con una sonrisa.
— qué bueno, porque ya se nos estaba acabando la comida, muchas gracias Aome— dijo Sango.
— De nada chicos, aunque mis planes no eran volver aun, vine porque en casa no había nada que hacer— les dije riendo. En ese momento Inuyasha empezó a ponerse inquieto.
— ¡ah! ¡es ese lobo sarnoso de nuevo!— dijo Inuyasha furioso— ¡por qué siempre tiene que venir a molestar!—

Un pequeño remolino se acercaba, y se detuvo frente a mi. Era Koga, el líder más joven de la tribu de los lobos. Tomo mis manos con ternura y las besó.
— ¿Cómo estas querida Aome?— me preguntó Koga poniendo unas flores entre mis manos — he recogido esto en el camino para obsequiártelas—
— ¡que lindas!— dije, en realidad eran lindas, jamás había visto unas flores como esas — muchas gracias Koga—
— ¡fuera de aquí lobo pulgoso!— gritó Inuyasha apartando de mi a Koga. Ya iban a empezar a discutir nuevamente.
— ¡tú no me hables bestia! ¡o quieres pelear!— gritó Koga provocando a Inuyasha. En ese momento llegaron Ginta y Hakkaku corriendo.
— ¡Koga!— gritaban ambos. Venían muy cansados, más de lo normal.
— Hola chicos, ¿vienen muy cansados?— les pregunté.
— ¡hola señora Aome!— me dijo Ginta.
— Si, lo que pasa es que no hemos comido nada en todos el día, y no hemos encontrado alimento— dijo Hakkaku — Koga, ya vamos a buscar comida, estoy que me muero de hambre—
— ¡No sean débiles! ¡ya encontraremos una presa!— dijo Koga, me acerqué a ellos y les di unas bolsas de comida ninja.
— Tomen, con esto seguro se les quita el hambre—
— ¡muchas gracias señora Aome!— me dijeron Ginta y Hakkaku.
— Muchas gracias Aome, y cuídate mucho, volveré por ti cuando acabe con Naraku— me dijo Koga. Luego de eso se fueron.
— Es cosa mía o…— dijo Shippo.
— Solo vinieron por alimento— continuó Sango.
— No lo creo, deben estar apurados— dije yo defendiéndolos.
— Lobos ingratos— vociferó Inuyasha— ¡ah! Tuve la oportunidad de acabar con él y no lo hize, ya se las verá conmigo a la próxima que lo vea—
Luego de almorzar, tomamos rumbo en busca de Naraku, hasta que el cielo comenzó a oscurecerse y el viento comenzó a soplar más fuerte. Decidimos acampar junto a un lago, hicimos una fogata y nos abrigamos hasta que conciliamos el sueño.
Espero que les haya gustado, si tengo algun error por favor díganmelo, ya que es mi primer fic, espero sus comentarios y muchos saludos. ¡Sayonara!

 

Capitulo Nº 2

El sol acababa de salir, y los pájaros cantaban, Inuyasha ya estaba en pie, al igual que los demás. Nadie aún se daba cuenta de que yo había despertado, hasta que un gran estornudo salió de mi boca, todos voltearon y yo estaba en el centro, con el rostro enfermo, pálido y con una fiebre que ni el mismo fuego la soportaba.
— ¡Oh por Dios! ¡Aome estas resfriada!— gritó Shippo con la cara triste.
— ¡Ah! ¡Por qué siempre estás enferma! — gritó furioso Inuyasha sin mirar el rostro de Aome.
— ¡Estás pálida!— dijo preocupada Sango — ¿Te sientes bien?—
—Creo que no, siento que mi cabeza va a estallar— respondí con la nariz congestionada.
—Será mejor que no se esfuerce mucho señorita Aome, o podría empeorar— dijo Miroku tocando su frente con la mano — ¡Oh Dios mío! Está muy afiebrada, será mejor que vuelva a su época, allá debe haber medicamentos más avanzados señorita Aome —
—Creo que será lo mejor— dije apenas respirando, me pesaban los parpados, y sentía que mi cabeza explotaría en cualquier momento— Inuyasha, ¿podrías acompañarme al pozo?—
Vi que Inuyasha ponía un rostro de enojo e incomprensión, así que mi orgullo se elevó y decidí irme sola.
—Espera, no te molestes en gastar tus energías en mí, me iré sola, hasta luego y cuídense mucho— dije muy seria sin mirar a Inuyasha, me levanté, tome todas mis cosas y me fui caminando por el camino que se dirigía al pozo.
Sentí como Inuyasha me gritaba cosas, que por cierto, no tenía ganas de oír, así que solo seguí caminando hasta que llegue al pozo. Me lancé y con las pocas energías que me quedaban escale y entre en mi casa. Todo estaba tranquilo, mi madre me vió y se sintió feliz de verme, pero triste al verme enferma.
— ¡Estas pálida!— gritó con ademán de preocupación y se acercó a mi para tocar mi frente— ¡tienes fiebre! Vamos a tu cuarto, acuéstate y te pondré un termómetro—
Ambas subimos a mi habitación y me acosté bajo las frazadas mientras mi madre ponía un termómetro en la boca. Esperamos un momento y luego lo quitó, al observarlo grito tan fuerte que todo el barrio lo escucho.
— ¡Treinta y nueve y medio!— gritó mi madre desesperada — ¡Abuelo!—
Se escuchó como alguien subía por las escaleras a toda carrera, y mi abuelo luego entró en mi habitación con agua fría y toallas remojadas en esta. Mi madre las tomó y las puso en mi frente y pecho para que me bajara la fiebre. Sentía que todos estaban sobre mí, con toallas mojadas, termómetros, remedios, y todo lo que te harían en un hospital. Me sentía verdaderamente incomoda. Hasta que al fin mi madre se largó al igual que el abuelo, y quede en completo silencio bajo las frazadas de mi cama. Mis pensamientos de a poco se esfumaron y mi mente estaba en blanco, sin pensar nada mis ojos se cerraron suavemente hasta llegar al sueño profundo. Así pasé la tarde entera, hasta que cuando mis ojos se abrieron, vi algo que me sorprendió, a mi lado, sentado durmiendo, estaba él, Inuyasha. Lo observé detenidamente, sus tiernas orejitas que adoraba, su hermoso cabello plateado, su hermosa nariz y su pequeñita boca de niño. Contemplé su rostro por unos minutos, sentí que mi resfrió había curado en el mismo momento en el que lo había mirado esa tarde. Después de un rato vi que sus hermosos ojos se abrieron mirándome fijo.
—En que tanto piensas, me has estado mirando así desde hace un rato, ¿Qué pretendes?— me preguntó haciendo que mi rostro se volviera rojo. Aparté la vista de él y miré hacia abajo.
—Lo siento, solo pensaba— dije aún muy roja.
— ¿Cómo te sientes? ¿Ya estas mejor?— me preguntó tocando mi frente —creo que ya no tienes fiebre—
—No, la siesta me ayudó mucho, pero dime, ¿Por qué viniste?— le pregunté luego muy seria.
Inuyasha se quedó pensando en que me respondería, pero no se le ocurría nada. Así que supongo que me dijo la verdad.
—estaba preocupado, me da miedo cuando te enfermas— dijo sonrojado mirándome a los ojos.
Mi rostro se puso colorado mientras veía que involuntariamente mi rostro se acercaba al de Inuyasha, y el de él, también lo hacía. Sentí que me volvía la fiebre, hasta que nuestros rostros estaban casi juntos. Pero alguien entró en la habitación. Inuyasha y yo nos apartamos y observamos a la entrada, era Sota. Me traía un remedio que el abuelo había encontrado en la bodega. Olía muy mal, así que abrí la ventana y lo lancé muy lejos. Inuyasha se levantó y me miró.
—debo irme, mañana vendré a recogerte, espero que te mejores para entonces, adiós— dijo mientras se acercaba a la puerta.
—Adiós— dije yo aún roja por la escena anterior.
Inuyasha saltó por la ventana y Sota me miró con cara de picardía.
— ¿Se iban a besar?— me preguntó.
— ¡de que hablas! ¡Fuera de aquí! ¡Voy a dormir!— le grite apuntando a la puerta.
—Pero… pero…— decía Sota. Me levanté y lo tire fuera de mi habitación. Volví a recostarme en mi cama. Me quedé pensando en aquel momento, y sonreí mientras dejaba que el sueño se apoderara de mi cuerpo y de mi alma.

Espero les haya gustado, pronto se viene la conti, dejen comentarios y muchos saludos ¡Sayonara!

 

Capítulo 3:

Abrí mis ojos muy lentamente, al parecer, la fiebre había pasado, me sentía llena de energía. Me senté lentamente y puse los pies sobre la alfombra. Caminé hasta mi ventana y observé al exterior, comencé a pensar en que ya casi no veía este paisaje, que ya no me juntaba con mis amigos, que ya casi no sociabilizaba con mi familia, que no asistía a la escuela, que mi vida era completamente más extraña que cualquier otra vida que existiera; maravillosa, pero llena de peligros, una vida muy emocionante.
Te vi caminar por el patio de mi casa, volteaste, y me miraste con curiosidad. Diste un gran salto y entraste en mi habitación. Vi que tus hermosos ojos dorados me observaban con preocupación, acercándote a mí poco a poco, poniendo tu mano sobre mi frente.
—Ya no hay fiebre, que alivio.
—Me siento mucho mejor.
—Ahora cámbiate para irnos ya.
—Está bien, espera afuera.
—Lleva ropa abrigada, porque está nevando mucho en la otra época.
—Bueno.
Saliste de la habitación y me cambié de ropa. Tomé mi gran mochila amarilla y salí de la habitación, él ya no estaba. Bajé la escalera y entré en la cocina, estaban todos reunidos ahí. Souta se acercó a Inuyasha mirándolo sonriendo.
— ¿Ayer ibas a besar a mi hermana?— le preguntó con un poco de maldad en esa mirada.
Inuyasha dio un salto atrás y se puso colorado, haciendo que me pasara lo mismo, todo quedó en silencio.
— ¡¿De qué demonios hablas enano?!— gritó Inuyasha desesperado.
Mi abuelo me dio un golpecito con el codo y me miró con picardía. Eso hizo que mi madre soltara una risita.
— ¡Abuelo!— le grité yo sonrojada como tomate.
—Déjalos Sota, son cosas de ellos— dijo mi madre sonriendo.
Ignorando todo comentario, comencé rápidamente a meter comida en la mochila, además de unas chaquetas.
— ¿Nos vamos?— le pregunté a Inuyasha.
—Claro.
Nos despedimos de la familia y nos dirigimos al pozo, me despedí del hermoso sol que había en la época actual y nos lanzamos.
Al llegar a la época antigua, la nieve había cubierto todo, se veía hermoso.
Caminamos hasta llegar a la aldea de la anciana Kaede, donde nos esperaban los chicos dentro de una cabaña, abrigándose junto a una fogata.
Entramos en la cabaña, y Shippo saltó sobre mí.
— ¡Aome!— gritó entre tiritones de frío.
—Hola Aome— me dijo Sango.
— ¿Cómo está señorita Aome?— preguntó sonriente Miroku.
—Hola chicos, les traje algo para calmar el frío— les dije.
Abrí la mochila y al sacar unas grandes chaquetas térmicas, los rostros de los chicos se pusieron como si hubieran visto un fantasma.
—Son chaquetas térmicas, no son muy lindas pero abrigan mucho— les dije sonriendo.
Cada uno tomó una y se las pusieron, sus rostros cambiaron de inmediato.
—¡Qué vestimenta más abrigadita!— dijo Shippo, que había tomado la de bebés.
—Sí que abrigan— dijo Sango.
—Bendita sea su época señorita Aome— me dijo Miroku.
Me puse una chaqueta y me senté junto a los demás. Saqué comida instantánea y comimos. Luego de un rato de conversación, Inuyasha se levantó y miró hacia afuera, olfateando el aire.
—Es ella…— susurró, pero creo que sólo yo lo pude oír.
— ¿Qué sucede Inuyasha?— preguntó Sango.
— ¡No se muevan de aquí!— gritó Inuyasha mirándonos a todos.
— ¡Espera! ¡No te vayas por favor!— le grité esperando que no nos dejara.
Luego salió corriendo desesperado entrando en el bosque. Supe enseguida que se trataba de ella, Kikyo. Mi corazón se apretó y la tristeza abundó en él. Inuyasha había ido en busca de ella, y no podía saber que haría Kikyo esta vez.

Espero que les haya gustado, muchas gracias a todos por leer, y especialmente a mi gran amiga lunabetz, que ha sido de gran ayuda en mi escrito...
Espero sus comentarios...