Hola, les dejo esta historia que comencé hace ya algunos años. Por el momento cuento con sólo algunos capítulos, pero poco a poco iré escribiendo los demás. Espero les guste y me gustaría recibir sus comentarios.Título: Lumin: El Reino Helado Tipo: Novela/long shot* Género: Fantasía/aventura Resumen: El Reino Helado se extiende amenazadoramente, una maligna presencia se cierne sobre los reinos libres ¿Podrá un esclavo liberarlos?*no estoy seguro si corresponde al género. Prólogo:Un atisbo del destino La tierra negra del bosque estaba cubierta por una gruesa capa de hojas marchitas que se pudrían lentamente a la intemperie. El invierno estaba cerca. Los pocos arbustos que había yacían ya sin hojas contrastando con los grandes troncos a su alrededor, cascarones vacíos que recordaban un tiempo mejor. Por encima del sepulcral silencio del bosque, un ligero ronroneo marino se abría paso entre el denso follaje perenne. El pálido azul del cielo se veía salpicado esporádicamente por mechones de nube en forma de cirros. Viento gélido movía las copas de los árboles en una danza fantasmal aullando de vez en cuando en la distancia. Se quejaba la tierra de los siglos vividos. Una figura encapuchada caminaba vagamente arrodillándose al azar para revolver un poco las hojas del suelo. Cubierta por un abrigo de piel parda se resguardaba del penetrante clima. El frío había hecho que la capa de hojas que cubría al suelo se congelara parcialmente, crujiendo de vez en cuando bajo el delicado paso de la figura. Se deslizaba con gracia sobre el terreno, casi flotando en la nada. Cada año la búsqueda se dificultaba, las heladas, excesivas para esa temporada del año, obstaculizaban el trabajo; antes era fácil encontrarlas pero ahora era casi imposible. La figura caminaba de un lado a otro, indecisa. La frustración se asomaba en sus movimientos cada vez más pesados, atando su presencia al mundo terrenal. Una pequeña protuberancia entre las hojas indicó el lugar. Agitada observó atentamente el lugar anunciado y esperó. Pacientemente se quedó ahí, inmóvil, indiferente al inclemente clima hasta que el pequeño bulto que salía de la superficie tembló, se agitó casi imperceptiblemente para después asentarse en su monótona existencia. Lentamente se quitó la capucha dejando caer una cabellera rubia como los tibios rayos del sol matutino, sus ojos violetas refulgían como joyas en la oscuridad, el cuerpo esbelto se doblaba hacia el suelo con delicadeza, sus manos escarbaban pausadamente en busca de algo, su belleza era incomparable, sin embargo, autoridad se leía en sus movimientos, como una reina de antaño. Había abierto un pequeño hoyo en la densa superficie del bosque, lo suficientemente grande como para observar unos pequeños tentáculos que se movían torpemente. Sin esfuerzo se arrodilló en el crujiente suelo y concentrándose hizo levitar del hoyo un pequeño cuerpo redondo cubierto por tentáculos rojos que se movían buscando le tierra para hundirse en ella. Un destello interrumpió por un momento la monotonía del bosque, para dejar ver que los tentáculos junto con el cuerpo redondo habían desaparecido transformados en ceniza humeante que se depositaba en el suelo, dejando solamente una semilla ovalada, la cual plantó de nuevo en el hoyo. Varios segundos llenos de murmullos incomprensibles pasaron hasta que otro destello, ahora blanco, cegó al bosque. Volvió a escarbar pero ahora llevándose entre las manos una semilla con flores, shaevra era su nombre. Un vegetal como ningún otro, curativa en pequeñas proporciones pero letal en grandes dosis. Era necesaria la magia para su cosecha pues por medio de ella era purificada y madurada. Varias leyendas circulaban alrededor de aquella misteriosa planta, epopeyas de antaño llenas de fantasía y hechizos arcanos, olvidados ya entre los pliegues de la muda bóveda celeste. Su madre solía contarle aquellos relatos de niña. Recordaba aquellas noches en frente de la cálida hoguera, ella acariciándole el cabello mientras que le contaba las historias, una tras otra hasta que ambas quedaban dormidas, abrazadas juntas por toda la noche. Al morir su madre, nunca más creyó. Su mundo se volvió simple, sin colores. Sin embrago, conservó aquellos fantasiosos cuentos en su corazón junto con la poca magia que le había enseñado. La pequeña semilla floreada sólo crecía en los helados bosques de Corflon al norte del Reino de Orlio. La Última Isla la llamaban pues más allá de sus costas nunca nadie se había aventurado. Inhóspito y helado, el mar se extendía hasta donde alcanzaba la vista, Lorpa’ jio, el Mar de la Muerte Helada. Por siglos se había intentado cultivar a la shaevra en climas parecidos a lo largo y ancho del continente sin ningún resultado. La semilla era valoradísima entre la clase alta y los círculos de magia más selectos. Una carga de shaevra en el mercado de Lumin, la capital de Orlio, costaba alrededor de mil doscientas monedas de oro, una fortuna capaz de mantener a una provincia por dos o tres años. Así, Corflon se alzaba como centinela en aquel vasto mar, guardando celosamente las shaevra junto con secretos tan viejos como la tierra misma. El bosque había callado, la bella figura trataba de encontrar más semillas en el frío suelo sin ningún resultado. Declarando infructuosa la búsqueda decidió regresar a su aldea, dio la vuelta y se paró en seco. A pocos metros de ella, sin explicación alguna, una elevada construcción se alzaba entre el follaje. Atónita, poco a poco se fue acercando a la base del edificio. Parecía una gran roca negra, con afiladas puntas que se alzaban por encima de los árboles y sus dentados bordes daban la impresión de haber sido construido por burdos artesanos. Sin embargo, mientras más se acercaba su impresión aumentaba, pues estaba hecho de una sola pieza, cada diente, cada pico había sido tallado de un solo bloque de piedra. Un extraño limo cubría su base, un guardián testigo del paso del tiempo. Los árboles crecían alejados de él, como temerosos de un ente invisible. Tenebrosa, siniestra, aquella construcción se imponía agresivamente al bosque y a su alma. La poca luz que había se desvanecía rápidamente, anunciando al reino nocturno. Los dentados bordes hablaban de días aciagos, tardes sangrientas, noches salpicadas de la desesperanza. Rodeó el edificio sin encontrar nada especial. Examinándola por última vez algo llamó su atención. Escondida entre aquella maraña de agujas rocosas y tenebrosas sombras, una superficie plana se lograba entrever. Con dificultades y unos cuantos rasguños, se abrió camino entre los dentados picos hasta llegar a ella. La superficie, en efecto, era plana comparada con el exterior. Sobre ella había tallados símbolos extraños, dibujos, incluso unas cuantas gemas incrustadas. Aquellas extrañas inscripciones se desdoblaban en cierto orden, contando una historia. Lentamente, la historia se contaba a sí misma, retazos de palabras eran comprensibles para ella; sin embargo, la mayoría de aquellas incomprensibles palabras quedaron en las tinieblas. Una gran ansiedad se apoderaba de ella mientras más observaba los símbolos, figuras más angustiantes se atravesaban en su mente, un gran mal se hacía consciente, las incomprensibles inscripciones daban paso a una lectura de sensaciones, el bosque inmóvil aguardaba malévolamente, la escritura se entremezclaba con las figuras en un vertiginoso remolino de angustia, desesperación, locura. El maléfico pensamiento se agitaba en las profundidades de aquel misterioso monolito. Los troncos parecían retorcerse sobre sí mismos, protegiéndose de la fatal leyenda. El bosque entero parecía gemir bajo la influencia maldita de las inscripciones míticas. Al igual que las olas rompiendo en algún acantilado distante, los ecos del relato resonaban como gritos desesperados perdidos en el abismo. Al borde de la insania, se detuvo. Las pupilas se dilataron, la respiración se hizo entrecortada, sus manos temblaron en un gesto desesperado de incertidumbre. Una extraña sorpresa inundaba gentilmente el final rocoso. Dejó de retorcerse, el viento cantaba dulcemente al oído palabras de aliento, tierra negra contaba historias de una era perdida, desaparecida bajo las capas invencibles del tiempo y el olvido, una neblina misteriosa flotaba sobre el suelo. Cual conclusión celestial, cual blanco desenlace, en medio de la superficie, talladas en la fría, siniestra roca, se hallaban esculpidas tres figuras humanas, sobrenaturales, poderosas, sabias, se alzaban imponentemente sobre el relato angustiante como un respiro del alma, salvándola de la locura. Personajes de eras pasadas, épocas gloriosas, la miraban directamente a los ojos desde la fría roca. Un destello de pureza envuelto en una mortaja de inmundicia. La figura de la derecha llevaba una túnica majestuosa, el cabello era corto, ya sin color por el paso de los años, su cara era angulosa, delicada, poseía gracia propia, en el lugar donde debieran estar sus ojos había dos gemas violetas, huijkal se llamaban. El cuerpo esbelto, musculoso se dejaba ver entre sus vestiduras, sus manos se apoyaban en la empuñadura de una espada que se perdía en los pliegues de su túnica. La figura de la izquierda había desenvainado una espada delgada, afilada, pero lo suficientemente cortante como para partir en dos un yelmo de acero, la tenía apoyada sobre el suelo, sus manos descansando en la empuñadura. Su cuerpo esbelto y ágil, estaba cubierto por una malla delgada. Tenía huijkal como ojos, la mirada se perdía en la infinidad del bosque, su cabello largo caía en una cascada de ondas suaves que provocaban remolinos en al piedra, su cara era grácil y fina, la frente elevada, muestra de orgullo y valía sobrenaturales. Coronando la escena, imponiéndose a la superficie negra, destellando con los últimos rayos solares, esperando pacientemente al amanecer de una nueva edad, hábilmente tallada y preservada por los siglos, una tercera figura se alzaba sobre las demás, con un largo vestido que derramaba sus pliegues en la roca dejaba entrever un cuerpo femenino, esbelto, hermoso. Sobre sus hombros caía una cabellera de oro, su cara era fina y proporcionada, los ojos violetas como los otros refulgían con luz propia, miraban dulcemente al manto de las eras, una mano caía con gracia sobre su costado, mientras que la otra se alzaba imperiosamente sobre su cabeza empuñando una espada majestuosa incrustada con rubíes, zafiros y diamantes, prediciendo su dominio sobre la historia. Como un último detalle, cual salpicadura estelar, un pendiente en forma de shaevra colgaba de un collar alrededor del cuello. De repente la oscuridad se hizo en el bosque. Una maligna presencia acechaba entre los picos dentados, la sentía, casi la podía oler. La construcción misma parecía haber cobrado vida, sentía como lo picos se cerraban cada vez más sobre su cuerpo. La construcción misma se agrietaba, como debilitada por una gran fuerza que presionaba desde dentro. Veía como varias sombras se movían en el exterior. Las talladas esculturas miraban impotentes la escena. Los picos la habían aprisionado en aquel espacio minúsculo. Las grietas se ensanchaban peligrosamente a cada segundo. Sentía como manos invisibles la inmovilizaban contra la roca. Una voz siseaba continuamente en su cabeza, sus palabras eran odio puro, su existencia en el mundo era inconcebible, maligna, fría, susurraba una y otra vez en su ser, tratando de apoderarse de su alma. Ella trataba de sobreponerse a la oscura fuerza que la oprimía, trató de alcanzar la shaevra que se le había caído de sus manos, sin embargo una ráfaga negra la hizo a un lado, una risa siseante se burló de ella. De las grietas salía un polvo negro que flotaba misteriosamente alrededor de su cuerpo. Se trataba de aferrar a la roca lisa que tenía a sus espaldas, tratando de usar la poca magia que había aprendido de su madre logró zafarse de una de sus manos sólo para verse atada de nuevo con más ataduras invisibles. El polvo negro la cubría completamente. Lentamente la cabellera rubia se oscurecía mientras que un tatuaje aparecía en su muñeca. Trató de gritar más no pudo, en su lugar, una sombra negra se filtró por su garganta. Larga, áspera, se internó agresivamente en las profundas cavidades de su ser queriendo abrasar cualquier retazo de alma. Los ojos violetas se oscurecieron hasta volverse negros. Abría y cerraba la boca como queriendo respirar desesperadamente, los nudillos de sus manos se volvieron blancos. Un grito desgarrador asoló al bosque. Un tatuaje serpeaba desde la muñeca hasta perderse de vista entre los pliegues oscuros de la túnica. Las manos delicadas, finas, hermosas, bajaron la capucha para cubrir una cabellera oscura. Unos ojos brillaban desde las impenetrables tinieblas de la capucha. Brillantes ojos negros contrastaban con la blanca piel. Los pálidos labios rosas se torcieron hasta formar una sonrisa malévola, rompiendo al fin en una cascada de carcajadas, límpidas, puras como la matutina gota de rocío. Sin embargo, el mundo tembló, una sombra ocultó a la luna, las figuras en la roca quedaron si importancia, los cimientos de las montañas temblaron en un profundo escalofrío, pues detrás del río de armoniosa risa una presencia maligna acechaba, esperando el momento para atacar, una fuerza siniestra tan vieja como las estrellas. La shaevra se marchitó lentamente en la nocturna brisa hasta ser cenizas, la siniestra, negra presencia las pisó haciendo que se desvanecieran en al nada. Las botas se movieron ligeramente sobre el suelo quemando la vida a su paso. Los expresivos dientes de una sonrisa reflejaban la luz lunar. El mundo palideció, temió en su hora más oscura.
Hola Oye, que bien escribes, me capturaste completamente, pude sentir el frío, ver la chica de capucha, y más. Me dejaste con un buen sabor de boca, ya que tienes una muy buena ortografia, aunque vi que tuviste una escapadita de letra al principio, pero nada grave, te felicito. Siempre es muy bueno ver y presentar un trabajo tan rico e impecable. Aunque solo te daría una sola recomendación, que espero que no te moleste. :) sinceramente, me gusto tu escrito, pero solo te sugiero que dejes espacios, ya ue la lectura se hace un poco pesada para quien la esta leyendo. te daré un pequeño ejemplo para que veas :) La superficie, en efecto, era plana comparada con el exterior. Sobre ella había tallados símbolos extraños, dibujos, incluso unas cuantas gemas incrustadas. Aquellas extrañas inscripciones se desdoblaban en cierto orden, contando una historia. Lentamente, la historia se contaba a sí misma, retazos de palabras eran comprensibles para ella; sin embargo, la mayoría de aquellas incomprensibles palabras quedaron en las tinieblas. Una gran ansiedad se apoderaba de ella mientras más observaba los símbolos, figuras más angustiantes se atravesaban en su mente, un gran mal se hacía consciente, las incomprensibles inscripciones daban paso a una lectura de sensaciones, el bosque inmóvil aguardaba malévolamente, la escritura se entremezclaba con las figuras en un vertiginoso remolino de angustia, desesperación, locura. El maléfico pensamiento se agitaba en las profundidades de aquel misterioso monolito. Los troncos parecían retorcerse sobre sí mismos, protegiéndose de la fatal leyenda. El bosque entero parecía gemir bajo la influencia maldita de las inscripciones míticas. Al igual que las olas rompiendo en algún acantilado distante, los ecos del relato resonaban como gritos desesperados perdidos en el abismo. Al borde de la insania, se detuvo. Las pupilas se dilataron, la respiración se hizo entrecortada, sus manos temblaron en un gesto desesperado de incertidumbre. Una extraña sorpresa inundaba gentilmente el final rocoso. Notas cómo se hace mas fluída la lectura de tu escrito, así evitas que las personas sientan que se pierden al ver tanto texto junto, y deja respirar. Espero que pronto sigas esta magnifica historia, que me ha dejado con muchas ansias de saber más. Y no dudes en avisarme :) Atte: Mikura 700
Wow wow wow !,una interesante y profunda narracion,cautivadora,supongo que esto vendria siendo el capitulo piloto ,estuvo genial,una hermosa doncella que se aventura a buscar un remedio milagroso termina siendo poseida por un macabro ente.yes estare pendiente para ver si continuas Postdata;estoy de acuerdo con Mikura 700 deverias separa los parrafos para que la lectura sea mas digerible y fluida
Título: Lumin: El Reino Helado (cap.1, pt.1) Tipo: Novela/long shot* Género: Fantasía/aventura Resumen: El Reino Helado se extiende amenazadoramente, una maligna presencia se cierne sobre los reinos libres ¿Podrá un esclavo liberarlos? Hola, les dejo aquí la primera parte del primer capítulo de mi historia :) disfruten y comenten. 1Nueve monedas de cobreLa bulliciosa calle serpeaba cuesta arriba hasta perderse de vista entre los tenderetes que se hallaban esparcidos por todo el lugar. El sol estaba en todo su esplendor, lastimándole la espalda desnuda con sus potentes rayos. Desde las puertas de la ciudad había andado, tambaleándose peligrosamente por la falta de energía. Alguna vez soñó con entrar a aquella ciudad de manera totalmente diferente, pero ahora caminaba penosamente entre la gente, arrastrando los pies, la cabeza gacha, los ojos perdidos en los rojizos adoquines del suelo. Gotas de sudor surcaban su frente abriéndose camino entre el polvo que se había depositado en su cara. Su rostro reflejaba un cansancio mortal aún cuando la juventud asomaba entre los rasgos suaves y gentiles de su cara, su nariz era recta, los labios se habían partido a causa del abrumante calor, los ojos violetas miraban inexpresivamente a su alrededor, sumidos en el abismo insondable. Un pantalón corto hecho jirones era su única prenda, lo llevaba ceñido a la cintura por medio de una soga que amenazaba con romperse, sus pies descalzos avanzaban lentamente sobre la hirviente calle sangrando de vez en cuando por alguna herida pequeña. Las muñecas tenían profundas llagas provocadas por los pesados grilletes que colgaban de ellas, éstos hervían bajo el sol provocándole una inhumana tortura. Una gruesa cadena de hierro lo ataba firmemente al caballo tras el cual caminaba, a su vez éste iba dirigido de las bridas por un hombre de aspecto hosco. El hombre vestía un pantalón marrón ceñido a su cintura por un cinto de cuero negro del cual pendía inerte una espada corta y una bolsita de monedas que tintineaba ligeramente a cada paso que daba. Las mangas de la manchada camisa, que otrora fuera blanca, estaban arremangadas hasta los codos, encima llevaba un chaleco de cuero gastado. Un grueso cuello sobresalía de entre la camisa sosteniendo a una cabeza de anchas mandíbulas y rasgos toscos. Unos crueles ojos negros asomaban entre la nariz ganchuda, su cráneo calvo brillaba bajo los quemantes rayos del sol, en él llevaba tatuado un burdo signo compuesto por una circunferencia que rodeaba la mayor parte de su cabeza, el círculo estaba cortado secamente por una línea recta que empezaba en el extremo posterior para terminar en la punta de la nariz, por último dos líneas curvas se cruzaban en la nuca y atravesaban ligeramente el círculo hasta llegar a las sienes donde terminaban. Su persona infundía miedo entre las personas cercanas, lo evitaban a toda costa como la plaga. El signo se llamaba krä, la marca de los esclavistas. El muchacho que caminaba detrás de su caballo era un krätä… su esclavo. Habían llegado a la cima de la cuesta, enfrente de ellos una explanada tan larga como la calle de la que habían venido hormigueaba por la actividad de los mercaderes. En ése lugar una de las actividades más rentables de todo el Reino se llevaba a cabo: la venta de esclavos. La explanada entera estaba dedicada a ello, cientos de puestos se alzaban entre la gente en los cuales se ofrecían en subastas a miles y miles de esclavos al año. Cuatro grandes avenidas desembocaban en ella. En cada una de las cuatro desembocaduras, estaban apostados numerosos grupos de guardias. Desde sus plateados yelmos y metálicas armaduras vigilaban atentamente la plaza sin poner un pie dentro de ella, pues sabían que una vez dentro se dirigían en tierra de nadie. Regateos, discusiones e incluso violentas peleas, de las que intencionalmente los guardias hacían caso omiso, se desarrollaban desinhibidamente en el inmenso lugar llenando el aire de un griterío constante. La muchedumbre se apartaba casi inmediatamente del esclavista al ver su marca en el cráneo, el miedo se veía en los ojos de la gente, el muchacho se movía lastimeramente detrás del caballo. Algunos mercaderes, al verlo, lo examinaban atentamente tratando de deducir el precio al cual lo podían ofrecer, pero al ver al inabordable esclavista que simplemente gruñía ante cualquier oferta de compra desistían resignados, volviendo de nuevo a sus asuntos. El esclavista parecía no tener un rumbo fijo, deambulaba por los intrincados senderos de la plaza dando sorpresivas vueltas a derecha e izquierda tirando de vez en cuando al muchacho, sin importarle, incluso sin darse cuenta, él seguía caminando mientras el caballo arrastraba literalmente al muchacho por un buen tramo hasta que éste se levantaba quejumbrosamente. Pasaron por innumerables tarimas donde exponían a su mercancía humana. Los mercaderes, astutos como serpientes, engrandecían las virtudes de sus esclavos enalteciendo la inteligencia de unos, la musculatura de otros y unas que otras habilidades que sólo se podían comprobar en privado. Finalmente, si a alguna persona le interesaba alguno en particular, el mercader subía el precio provocando desagrado entre los interesados, pero al final, lo vendía, rápida y sencillamente. Anduvieron así por un rato, vagando entre la gente, soportando al indiferente sol que agotaba cada vez más al muchacho. De repente, el esclavista paró bruscamente enfrente de una tarima que apenas se estaba montando, enfiló hacia una tienda de tela roja que estaba contigua a la tarima y entró sin previo aviso. Los segundos pasaban lentamente, transformándose en largos minutos. El muchacho esperaba resignadamente afuera de la tienda preguntándose si el esclavista volvería a salir. Las personas que pasaban a su lado y lograban verle el rostro, admiraban el color de sus ojos, algunos incluso le levantaban la cabeza para verlos mejor a la luz del sol. De repente el esclavista salió bruscamente de la tienda seguido por un mercader vestido con una túnica roja. Sus ojos eran cafés, su nariz era afilada como el pico de alguna ave rapaz, una barba rizada sobresalía varios centímetros de su rostro, la frialdad de los comerciantes se leía en su actitud. Avanzó rápidamente hacia el muchacho e indiferentemente lo agarró por la barbilla, le alzó la cabeza para ver mejor su rostro y examinó con lentitud el rostro del muchacho. — Esto no es magia… violetas, nunca había visto uno de éstos…— se dijo el mercader mientras observaba detenidamente el intenso color. Anonado se alejó un poco del muchacho y se rascó la barba, inmediatamente después comenzó un examen exhaustivo de todo el cuerpo del esclavo pasando desde sus dientes hasta la parte interior de sus pantorrillas— Aún así, el muchacho está muy débil, demasiado diría yo … no duraría ni dos días en el mercado… —Es joven y fuerte, seguramente ha resistido cosas peores— dijo el esclavista con una voz tan áspera que parecía graznido, desesperado buscaba librarse del muchacho lo más pronto posible. Le dio unas fuertes palmadas en la espalda a Enar lo que casi hizo que éste se cayera.— Además, si lo alimentaras y lo tuvieras de sirviente en tu casa por… no sé… dos, tres semanas, podrías doblar el precio. — Conoces mi negocio desde hace años krä… sabes muy bien que es uno de los más respetados en la ciudad, no podría andar vendiendo cualquier cosa a mis clientes…—el mercader dejó colgando la frase como astuto comerciante que era. Esperó hasta que su frase hiciera efecto en el impaciente esclavista y continuó — nueve monedas de cobre… — ¡Maldito ladrón!¡Con un demonio! ¡arzlüg! ¡Sabes bien que vale más del doble de lo que me ofreces!— gritó el esclavista, el mercader permaneció impasible mientras el esclavista le seguía gritando—¡Mi última carga, el último esclavo que te vendo! ¡Dos monedas de plata es lo que vale, eso o nada! — Pues nada— dijo simplemente el mercader, dio la vuelta y se metió en su tienda de nuevo. Atónito, el esclavista permaneció paralizado por unos segundos bajo el incesante sol. Su rostro se convulsionaba por la rabia, respiraba agitadamente y agarraba amenazadoramente a su espada por la empuñadura. Lentamente recobró la tranquilidad, dio media vuelta y entró a la tienda. Poco tiempo después salió, cabizbajo, derrotado al fin por alguien superior. Desenganchó la cadena que sujetaba al muchacho, agarró a su caballo por las bridas y se dirigió fuera de la explanada. El esclavista ya iba lejos cuando el mercader de la túnica roja salió de la tienda, agarró al muchacho de la cadena y lo condujo adentro de su tienda. Mientras caminaba, la bolsa del esclavista sonaba un poco, pero sólo un poco más llena. Nueve monedas de cobre más llena para ser exactos.
Interesante capitulo,tiene un toque melancolico y algo crudo,por decir conseguiste con tu narracion que mi imaginacion hechara a andar :P,bueno por lo que lei el esclavo se llama Enar,y me imagino que tendra un papel importante en la historia,valla que a pasado por mucho este chavo,mmm, Kra es el titulo del esclavista y Arzlug es el de mercader verdad? me quedo esa duda pues como las iniciales estan en minusculas no se si eran los nombres de los buitres o sus titulos,otra cosa veo que abriste otro tema para continuarlo,a lo mejor te paso lo que a mi que como n o lo actualize en mas de un mes lo cerraron y tuve que abrir otro, bueno saludos espero sigas adelante pues tiene buena pinta tu historia bye