Las cosas no son lo que en un principio aparentan. Era una lección que recién acababa de aprender, de una manera dolorosa. Aún me costaba creerlo, pero era cierto. Todo se había terminado. Bueno, no todo precisamente, pero al menos lo que más me importaba en esos momentos. Él se había marchado. Ningún adiós, nada. Simplemente se fue. Los recuerdos de los días que pasamos me golpeaban furiosamente. Un retazo de un día soleado compartiendo anécdotas, otro pedazo debajo de un árbol cantando… Todos los recuerdos… Y finalmente, el más importante… Cuando juró que se quedaría a mi lado, protegiéndome… Si, claro. Reí sarcásticamente, e intente serenarme. Si continuaba riendo, se tornaría en una risa histérica, y a la larga, acabaría llorando, y llorar era algo que no debía de hacer en esos momentos, puesto que ¿quién iba a escucharme?, ¿qué podrían arreglar mis lágrimas? La respuesta: Nadie ni nada. Así que simplemente respire profundamente, y me levanté de donde había estado tirada durante más de cuatro horas, desde el momento en que supe que se había ido. Me sentía rígida, y al mismo tiempo capaz de romperme en cualquier momento en mil pedazos. Poco a poco las emociones se iban esfumando, dejándome simplemente como una muñeca que se movía. Solo Dios sabía cuánto iba a durar en ese estado, pero para mí en ese momento, era lo mejor. Alejarme de todo sufrimiento, dolor y angustia… ¿Y cómo no? De falsas alegrías y esperanzas. ~*~El tiempo siguió transcurriendo, aunque yo apenas notaba su paso, así que no puedo decir con exactitud cuando fue que volví a tener alguna emoción dentro de mí. ¿Un día, una semana? ¿Quizás un año o más? No lo sé… Lo único que sé es que aquella primera emoción que surgió después de tanto tiempo fue alegría… una alegría de verdad. Aquel día, había cumplido con la rutina de todos los días. Levantarse, hacer ejercicio, desayunar, arreglarse e ir al colegio. Estoy a mediados de mi curso en preparatoria, así que aunque fuese una muñeca viviente, seguía cumpliendo con mis deberes. Todo seguía su curso común y monótono, al que yo me había adaptado ya perfectamente. Hasta que me tropecé en los escalones que conducían a mi salón, y todos mis cuadernos prácticamente volaron. Me levante apresurada, e ignorando las típicas burlas, fui en busca de todos mis cuadernos. Fui reuniéndolos poco a poco, ya que algunos habían llegado a la primer planta (mi salón estaba en la segunda), y otros más se encontraban desperdigados por el pequeño patio. Finalmente, solo me faltaba uno, que se encontraba en lo alto de uno de los pirules que había dentro de la institución. Soy alta, así que intente brincar para alcanzarlo. Después de unos cuantos saltos finalmente logré atraparlo, pero al descender apoyé mal el pie y me fui de boca al suelo. Justo en ese momento un chico al que nunca había visto, pero que posiblemente me había topado en más de una ocasión, iba caminando hacia el árbol, de manera que su trayectoria se cruzó en la mía y caí sobre él, terminando los dos en el suelo. Abrí los ojos. Había terminado recostada en el pecho de él, de manera que podía ver su rostro perfectamente. Estaba totalmente sorprendido y desconcertado, los ojos totalmente abiertos tenía la boca levemente abierta. Aquél gesto me pareció tan increíblemente divertido que, para mi sorpresa y asombro, me eché a reír. Esto lo sorprendió aún más, pero finalmente coreó a mis risas. -Así que tu también ríes –Comentó él cuando me había tranquilizado un poco para escuchar lo que ocurría a mi alrededor. Esta observación me hizo reflexionar, y me di cuenta que aquel estado de “muñeca que puede caminar” había terminado. -Si… nuevamente. Muchas gracias – Respondí, e inmediatamente me puse de pie. Él hizo lo mismo, y me puse a observar todo lo que había alrededor. Al parecer era verano, mi estación favorita, debido a su calidez, y el cielo se encontraba despejado. Reí nuevamente, y él me sacudió las hojas del pelo mientras me sonreía. -Creí que jamás llegaría el día en que pudiese verte sonreír – Comentó él, de manera que voltee a verlo con una expresión confusa, cosa que le hizo sonreír más mientras ponía los ojos en blanco – Parece que realmente estuviste muerta… ¿Ni siquiera recuerdas el rostro de quién se sienta a tu lado durante las clases? –Río… A pesar de que muchos se habrían ofendido, él parecía feliz… y aliviado. Nos dirigimos hacia nuestro salón, él me ayudaba llevando la mitad de mis cosas. Cuando entramos al salón, varias personas se nos acercaron, y finalmente pude ver sus rostros… Los rostros de aquellos que habían sido mis amigos antes de que entrara en ese estado deplorable. Me examinaron fijamente, y las mujeres rompieron a llorar mientras me abrazaban. -¡Creímos que jamás volverías a estar viva! – Sollozaban ellas, lo cual hizo que yo también comenzará a llorar. Reconocí las voces de Fernanda, Claudia, Jessica… También amigos varones, Marco, Carlos, Jesús. Al parecer todos habían estado preocupados por mí. Él tomo mi mano, me secó las lágrimas que habían fluido de mis ojos, y me sonrío. Para entonces yo ya había recordado su nombre, que cientos de veces escuche pero jamás le presté atención… Daniel. -Esta vez… Esta vez quédate con nosotros. No vuelvas a morir.- Y me besó el dorso de la mano. Ahora que había recuperado mis emociones, pude notar como el corazón me lastimaba, y aquel pequeño beso fue como una caricia consoladora. Me tomaría tiempo eliminar el dolor, pero esta vez no huiría de él. Ésta vez lo afrontaría. Pero no lo haría sola, ya que había gente que me quería y no me abandonaría Si, quizás las cosas no sean eternas, pero en ese momento volví a creer en la eternidad. Nota: No tiene mucho que escribí este relato, pero aún no me decido a escribir las historias posteriores y anteriores, aunque hay varias ideas rondando mi cabeza... Por favor, comenten también acerca de esto...
Adoro este relato tuyo, cada palabra lleva tu corazón a la tinta negra como nuestras cadenas que nos unen mutuamente, hermana mía.. daisuki..