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  1. Título:
    Circe
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2917
    Título: Circe
    Resumen: Cassandra quería ser una chica normal... lo anhelaba con todas sus fuerzas, pero su naturaleza se lo negaba. Intentó ignorar aquello, considerandolo irrelevante e intentando actuar como una muchacha ordinaria, pero jamás pensó que aquello traería problemas más adelante

    Clasificación: T
    Advertencias: emm, ninguna creo xD

    Palabras: 2.060
    Prólogo
    Mientras que el avión se iba alejando de mi hogar, sentía que todo aquello que había pasado debido a mis irresponsabilidades quedaba atrás… como también la no posibilidad de surgir en aquel campo donde vivía con mi abuelo, y lo único bueno que hacía era ir a las fiestas del Anubis, el nuevo local que causó sensación en la ciudad… tampoco es que viviera en una cabaña con vacas y eso… pero vivir en el fin del mundo no es nada agradable, al menos para mí. El clima lluvioso todo el año, las heladas en invierno, el viento que se levantaba durante todo el día y un montón de cosas que no pude tolerar.
    Extrañaré al abuelo, después de todo el era mi única familia en todo el mundo, sin ánimos de exagerar.
    Mis padres habían muerto cuando era muy pequeña… en un accidente según me decía el abuelo, aunque no sé que creer, pues el no sonaba para nada convincente cuando lo decía, y rápidamente cambiaba de tema. Mas esa fue la historia que escuché desde pequeña, y no se me ocurría otra explicación a pesar de que mi instinto me decía que se trataba de otra cosa, algo peor, algo retorcido y oscuro.
    Odiaba tener esos presentimientos, porque me recordaban que no era una chica normal, como me hubiera gustado. Sabía que estaba corriendo un riesgo yendo a estudiar a la universidad, pero no quería quedarme hasta mi muerte en Porvenir viendo como se me iba la vida en aquel lugar austral, alejado de todos mis sueños y anhelos.
    El abuelo se negó cuando se lo dije… sin embargo accedió finalmente.
    —No viviré mucho tiempo más— me dijo— así que debes independizarte, pero prométeme que no harás nada que llame la atención.
    Suspiré.
    —Lo prometo—le dije, ahogando un grito de alegría al tener su bendición.
    —Pero…
    Siempre hay un pero…
    —¿No podrías haber encontrado una universidad más cercana? —me preguntó, colocando ojos suplicantes, intentando hacer que cambiara de opinión.
    —Ya elegí abuelo, quiero ir para allá.
    Y aquí estoy, viajando a la ciudad de Concepción, buscando mi futuro para torcerle la mano al destino, y demostrar que en mi vida no todo es fracaso y desastre… a pesar de que no soy una chica normal y que nadie que sepa lo que soy en verdad querrá estar cerca de mí.
    Capítulo 1
    No tenía dinero suficiente para un pasaje de avión hasta Concepción, así que tuve que bajarme en Puerto Montt y desde ahí continuar en el bus más barato que pude pillar en el terminal, a pesar de lo incómodo que sería el viaje.
    Era una línea de buses que jamás en la vida había escuchado, pero los precios eran los más baratos de la oferta, por lo que imaginé que los buses eran de aquellos que se movían como un temblor al andar, repiqueteando con cada movimiento; así supe que tendría dolor de cabeza y fui a un local a comprar paracetamol antes de subir al bus, para ahorrarme la molestia.
    —Hola— sentí que alguien me decía.
    Me giré hacia ella. Era una chica aparentemente de la misma edad que yo, morena, con el pelo largo, muy negro y brillante. Sus pestañas eran tan espesas que parecían postizas.
    —Hola—Respondí, intentando recordar si es que la había visto en mi vida alguna vez.
    Sonrió de pronto.
    — ¿A dónde vas pequeña chica rubia?
    Enarqué una ceja visiblemente confundida.
    —¿Por qué debería decirte a ti?
    Pagué la caja de paracetamol y un chicle de menta para luego marcharme dejando a la chica, aún riendo burlonamente detrás.
    No había tiempo de preocuparse de minucias como una chica demente hablándote en el terminal, tenía que pensar en como encontraría la pensión cuando llegase a mi destino, aunque todavía faltaba bastante para que eso ocurriera así que quizá debería dejar que mi mente descansara un momento.
    Abordé el bus, que después de todo no era un cuchitril viejo despedazado, sino que una máquina normal y con buen aspecto por fuera, ahora no sé por dentro…
    Busqué mi asiento, que según mis cálculos debería estar en medio del bus.
    Me senté en el lado de la ventana y al parecer iba sola, porque faltaba nada más un minuto para la salida del bus y nadie más subía; a menos que alguien subiera en alguna parada más adelante.
    —Nos volvemos a ver.
    Subí la mirada encontrándome con un par de ojos oscuros llenos de pestañas gruesas mirándome con curiosidad.
    —Tú…
    —Soy Trinidad—dijo extendiendo su mano.
    Dudé, pero finalmente cogí su mano.
    —Soy Cassandra.
    Se ubicó a mi lado sin decir nada primero, aunque seguía observándome de aquella inquietante manera, que me hacía preguntarme que rayos quería.
    —¿Cuál es tu apellido? —quiso saber, mientras que sacaba de su bolso una pequeña libretita color negro.
    —Circe— respondí cortante, a ver si eso hacía que dejara de mirarme así, como si estuviera no sé… ¿enamorada de mí?
    Dios, no puedo ni quiero viajar todo este rato con una lesbiana que encima tiene interés en mí, sería el colmo de mi mala suerte.
    —Perdona— le dije—no tengo esa clase de intereses.
    Se rió, muy divertida con mi comentario al parecer.
    —¿Crees que me he enamorado de ti? Dios, las personas de familias importantes tienen el ego muy elevado…
    Espera un momento. ¿Familia importante? Pero que rayos quiso decir con eso… yo vivía en el último lugar de la tierra con un anciano subsistiendo de la ganadería, ¿Qué importancia podría tener mi nombre?
    Ella al ver mi expresión de incredulidad, cerró la libretita que tenía en sus manos, y torció el gesto.
    —Entonces no lo sabes…—concluyó, bajando la cabeza, como desilusionada.
    —¿Saber qué? —Repliqué.
    Estaba dubitativa, como pensando su respuesta. Abrió la boca con intención de decir algo pero luego se calló.
    —No entiendo si me haces mímica, ¿Podrías ser más clara?
    Cerró los ojos como si eso la ayudara a encontrar las palabras necesarias para decir aquello que quería.
    —¿No sabes que eres una hechicera? —Escupió de pronto, con vacilación.
    Me la quedé mirando incrédula, pestañeando varias veces, recordando lo que mi abuelo me dijo que hiciera en una situación como esta.
    —No sé de que hablas, eh…¿Trinidad, verdad?, lo siento, pero esas cosas no existen.
    Su rostro pasó de la duda a uno de furia.
    —¡Vamos! Lo supe al mirarte, tu aura es el una hechicera, una importante además, no me trates de engañar—replicó.
    —Shh, baja la voz—le pedí—Todo el bus creerá que estás loca.
    Chasqueó la lengua y dio vuelta el rostro hacia el pasillo, enojada.
    Se mantuvo unos minutos en silencio, tarareando una canción que no pude reconocer y moviendo insistentemente la pierna derecha.
    —Yo también soy una—rompió el silencio de pronto—Claro que de una familia menor, por supuesto, y mi apellido no viene directamente de brujos, es Glauser, uno Suizo, ya que mi bisabuelo vivía allí antes de emigrar hacia acá, arrancando de los cazadores de brujas…
    —¿Ca…cazadores de brujas?
    Sonrió al ver que le había puesto atención, y que en cierto modo estaba aceptando que era lo que ella suponía.
    —Sí, no es sólo cosa de Europa, sin embargo la organización tiene menos alcance aquí en Sudamérica, es por eso que los hechiceros suelen arrancar a lugares como este… por ejemplo tú, que vivías en Porvenir, ¿Quién se imaginaría que…?
    —Espera—Le interrumpí—¿Cómo sabías eso tú?
    —¿Qué cosa?
    —Que vivía en Porvenir.
    Se puso algo nerviosa, lo que no me dio buena espina. Mi voz interior de bruja me decía ”aléjate de esa chica” pero había aprendido a ignorar esa voz y dejarla oculta en el más recóndito rincón de mi mente.
    —Como sea—corté— no importa.
    Me quedé el resto del viaje mirando por la ventana, observando como el clima austral poco a poco quedaba atrás al acercarme a mi destino.
    Guardaba la esperanza que esta pequeña bruja molesta se bajara antes de mi parada pero no lo hacía, y al parecer algo se traía entre manos porque anotaba y anotaba cosas en esa libreta fea que tenía, mientras seguía estudiándome con sus ojos negros, como descubriendo cada cosa de mí con tan sólo verme allí sentada con el rostro adherido a la ventana.
    —¿Puedes dejar eso ya? —le exigí enojada.
    Encogió los hombros.
    —¿Dejar qué?
    Gruñí y me volví a pegar al vidrio, cruzando los dedos para que el viaje finalizara pronto y no tuviera que ver más a esta chica.
    Quizá estaba siendo muy dura y ella se portaba así porque quería conversar con alguien que fuese como ella, sin embargo…¿Quién podía asegurarme que ella era también como yo? Yo no poseía la habilidad de ver auras ni de reconocer brujos.
    Me saltó la duda.
    — ¿Puedes probar que eres bruja? —la desafié.
    Una sonrisa se dibujó en su pequeño rostro.
    —Claro, estaba esperando que lo sugirieras.
    Levantó su pequeño dedo moreno y cerró los ojos… esperé que dijera algunas palabras raras como en las películas, porque yo no sabía nada de nada, sólo que procedía de una familia de hechiceros y hasta ahí… no obstante, no menciono nada, sólo se concentró y giró su dedo muchas veces hasta que un haz de luz verde giró alrededor de él, y aquél se hizo más grande hasta envolvernos a ambas.
    Estaba confundida, sólo veía una luz blanca que cegaba mis ojos. Por todos lados, no oía nada, no sentía nada tampoco.
    Poco a poco mis sentidos volvieron a funcionar y percibir, el frío, el sonido de la gente conversando, el murmullo lejano, una voz que decía.
    “Terminal Collao, Concepción.”
    Me paré de mi asiento abruptamente, con los ojos tan abiertos que pensé que se saldrían de mis cuencas.
    — ¿Me crees ahora, pequeña rubia escéptica?
    No dije nada, y mi tuve algo de miedo… no sabía mucho de esto de la hechicería, pero según me había contado el abuelo la gente de familias inferiores no podía hacer hechizos muy grandes… y este a mi me parecía grande.
    ¿Quién era en verdad esta chica?
    —Sí—confirmé, intentando mantener la calma—debo irme, suerte con tu vida pequeña bruja.
    No supe que expresión puso pues agarré mi bolso y me marché rápidamente de allí, haciéndole caso por primera vez a la voz interna que vivía en mi interior.
    Yo no sabía usar poderes, sin embargo ellos salían solos algunas veces… Como cuando salvé a Ricardo de caerse en una zanja… algo que quizá no debería haber hecho…
    Todos los hechiceros nacen con un don, decía el abuelo… el tuyo es la intuición, no te alarmes si de pronto una voz te habla o te advierte.
    —¡Espera! —Pidió la muchacha del bus.
    La fulminé con la mirada.
    —¿Me sigues o qué?
    Ella se puso de pie junto a mí, poniendo sus manos en las rodillas intentando recuperar el aliento.
    —Caminas rápido a pesar de tener piernas cortas—me dijo—Me costó alcanzarte.
    —No tenías para que, no necesito de tu compañía.
    Colocó sus manos en la cintura y me miró como riéndose.
    — ¿Segura que no? ¿Conoces el lugar como para encontrar el sitio que buscas?
    La respuesta a eso era un no, pues jamás había salido de Porvenir ni siquiera de vacaciones.
    —Claro que sí—Mentí—Sé como llegar la pensión.
    Arqueó las cejas.
    — ¿No me digas? Se detectar las mentiras, así que no lo intentes conmigo querida.
    Murmuré una maldición entre dientes.
    —No tengo la más remota idea—admití—pero prefiero perderme en la ciudad que andar contigo.
    Me arrepentí por decir eso, estaba siendo demasiado dura al parecer.
    —Entiendo tu desconfianza pequeña princesa Circe… pero al menos déjame ayudarte a llegar, quizá pueda darte indicaciones si lo que no quieres es que te acompañe… no me perdonaría dejarte sola en la gran ciudad, y que te pase cualquier cosa ¿sabes?
    Me quedé en silencio evaluando la situación. A pesar de que mi voz interna seguía insistiendo en que me alejara de la hechicera, la parte lógica de mi cerebro me decía que no podía rechazar ayuda en un momento en el que me encontraba completamente perdida.
    —Está bien, pero sólo dame indicaciones y continuare sola.
    Sonrió alegre de lograr su cometido.
    — ¿A dónde vas pequeña Circe?
    —A una pensión llamada Los Alerces.
    Su rostro se iluminó de una forma que me pareció fingida.
    —Vaya coincidencia—dijo—Yo voy ahí también.
     
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    Wicherk

    Wicherk Entusiasta

    Virgo
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    Pluma de
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    Como la mayoria (Por lo menos mi caso es igual) llegaste al foro sin dudar en publicar tu trabajo, primero bienvenida, y felicidades por dejarnos leer lo que as escrito, soy tan o inclusive mas inexperto que tu en el tema de la escritura, asi que siempre que abro mi boquita para decir una critica hablo un poquito de lo que se y expreso como se sintio al leer.
    Me gusto, la narracion fue fluida (me lo lei demasiado rapido), dejas en la boca el sabor de querer mas y eso me encanta en un historia :).
    Pero, aun asi siento que fuiste al punto tal vez muy rapido, creo que el prologo debio pronlongarse mas, lamentablemente no sabria explicarme, solo siento que fuiste muy rapida al introducirte a la accion...
    Respecto al contenido se nota que aun queda mucho por ver antes de poder juzgarte solo una cosa puedo decirte te estare siguiendo ;)!!!!
     
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