The Transferred

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por Nessie Masen, 10 Septiembre 2010.

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    Nessie Masen

    Nessie Masen Guest

    Título:
    The Transferred
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasmas
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1527
    The Transferred

    EDWARD&BELLA FIC.
    Ok, antes que nada, los personajes son de Stph.M. La historia es mía. Fin.

    _The Transferred_​

    Chapter 1_TRANSFERIDA_​

    Bella POV

    Transferida.

    Suspiré, mientras veía las paredes hechas de ladrillos rojos con grafiti, y el amplio estacionamiento escolar lleno de coches viejos y usados.

    Miré suplicante a Renée.

    -¿Es enserio? ¿Forks? –Inquirí burlesca.

    Mi madre tenía raíces justo aquí, es decir, que desde los tiempos coloniales su familia ha vivido en el siempre nublado pueblecito de Forks.
    Donde aproximadamente contaba con una población de 1, 120 personas.

    ``1,121´´ Pensé, sombría.

    En mi mano derecha tenía una carpeta con mis documentos para mi ficha de inscripción.

    Con letras negras enmohecidas rezaba con imponencia ¨Preparatoria de Forks¨.

    Gemí para mis adentros. Era lunes y el estacionamiento, además de tener coches, tenía jóvenes. Y cuando hablo de jóvenes me refiero a ambos sexos.

    Todo mundo se me quedaba viendo. Miré a mi madre sonreírle todo el mundo.

    ``Si tanto te gusta esta estúpida escuela, porque no te inscribes tu´´

    Pensé, mientras fruncía el ceño.

    -Bella, ya habíamos hablado de esto, Charlie y yo…

    -¨Necesitamos tiempo para nosotros¨ -Imité, con su tono dulce. Lo había repetido, por lo menos, 50 veces-. Má, mudarme yo desde Italia, hasta Forks fue un poco radical, ¿no crees?

    Renée negó con la cabeza.

    -Todo esto lo hacemos por tu bien, mia cara –Dijo hablándome con su acento Italiano.

    -Non capisco come sia possibile che tu vuoi che io iscriversi questa seconda scuola, la mamma –Rezongué hablando en italiano.

    -¡Bella! –Me regaño mi madre-. No te permito que me hables así.

    La miré con furia.

    Abrí las grandes puertas azules de esmalte raspado y caído con toda mi fuerza, haciendo que estas rebotaran en la pared y se cerraran en la cara de mi madre.

    Empujaba a cuanto se cruzaba en mi camino. ¿Cómo era la expresión?
    Así: Hecha una furia.

    Detuve a un chico de gafas más grandes que su rostro. Él me miró asustado.

    -Strano, ho bisogno di sapere dove si trova la sede principale –El me miró confundido. Sentí algo húmedo bajo mis pies-. ¡Shit! ¡Hai urinato, imbecille!

    Él chico se quedó como estatua y luego salió corriendo rumbo a los baños.

    -¡Oh por Dios! –Chilló una voz-. ¡Tus zapatos Prada están arruinados!
    Me giré para ver de dónde provenía aquella voz. Me sorprendí cuando vi a una chica de estatura baja, cabellos cortos azabaches con las puntas en diferentes direcciones y unos bonitos ojos verde aguamarina. Tenía una expresión horrorizada en su rostro. Parecía a punto de llorar.

    -¡Oh! No te preocupes, mia cara –Dije, en un horrendo intento de tranquilizarla-. Son de un modelo pasado.

    Ella seguía ahí con la mirada fija en mis zapatos y la misma expresión de horror.

    -¡Pero si no han llegado aquí! –Gritó aún más fuerte, intentando contener las lágrimas.

    La mire preocupada. Busqué ayuda y solo encontré a dos gemelos rubios intentando que no llorara.

    Suspiré y sonreí con comprensión.

    -Este… Mia cara, no te preocupes, el modelo que tengo me gusta. Odio este modelo en negro–Dije, procurando por lo menos, que siguiera llorando-. Lo prefiero en azul.

    Ella me miró, se acerco con cautela y me dio un abrazo fuerte. No sabía cómo corresponder. Solo atine a pasarle mis brazos por los hombros. Todos los del pasillo nos miraban. Me sentí como si no trajera nada de ropa puesta. Pero lo que más me sorprendió fueron sus dulces palabras.

    -Seremos las mejores amigas, Bella –Susurro, alegre.
    Mis ojos se abrieron tanto, que pensé que se saldrían. Me separé de ella y la mire con suspicacia.

    -¿Cómo sabes mi nombre? –Inquirí asombrada, mientras la miraba fijamente.

    Ella sonrió ampliamente.

    -Hace rato, cuando me empujaste –Me sonroje-. Se te cayó un papel.-De su bolso de lentejuelas plateadas, sacó una hoja blanca con mis datos.
    Me la entrego sonriente.

    Baje la mirada, cohibida. Parecía que ella me conocía más de lo que yo misma me conocía.

    De pronto todos se quedaron callados. Una ola de suspiros se escucharon y otra de murmullos.

    Alice negó con la cabeza y se giró hacia la puerta principal de la escuela.
    Unas chicas estaban amontonadas formando un círculo en torno a algo o alguien.

    Miré –sonrojada, todavía por empujar a Alice- como la multitud de chicas gritaban emocionadas. Me encogí de hombros y vi como mi nueva amiga me tomaba de la mano y me sacaba de aquel pasillo atestado de jovencitas.

    En su mirada note la desesperación y… ¿Tristeza?

    La mire de reojo para cerciorarme de que de verdad estaba triste, pero cuando la mire su mirada era feliz y llena de ilusión. Sonreí.
    Involuntariamente, el pensamiento de Alice y yo siendo las mejores amigas era muy agradable. En Italia solo tenía una amiga, Vera. Esta a pesar de tener tres años más que yo –pronto cumpliría los 18, por lo que eran 2 años y unos cuantos meses- estaba casado y con un hijo. Sus padres nunca aprobaron ese matrimonio, por lo que Vera y toda su familia le dieron la espalda. Suerte que los padres de su esposo accedieron a apoyarlos durante su embarazo y al momento de dar a luz. Como los padres de Vera son mis padrinos de bautizo, Renée y Charlie son muy amigos de ellos, y por la influencia de esos señores me prohibieron volver a dirigirle la palabra a Vera. Suerte que estamos en el siglo 21. El correo electrónico nos ha servido para estar es contacto.

    Le había mencionado acerca de mi transferencia a Forks, mientras los hipócritas de mis padres se regresan a Italia. Ella se puso de mi parte y me dijo que en cuanto pudiera se pasaría por allí. Estaba agradecida con Vera, pero no quería que gastase su dinero –que bien podría utilizar con su familia- en mí.

    -¿Bella? –Pregunto, Alice con diversión. Supuse que en mi rostro debería tener una sonrisa tonta.

    -¿Mhmm? –Fue lo único coherente que pude soltar de mi boca.
    Cuando entendí donde nos encontrábamos –la oficina principal, de paredes azules, techo blanco y ventiladores en estos últimos de color crema- sentí como la sangre se acumulaba en mi nariz y mejillas.

    ``Malditas reacciones involuntarias´´ Pensé enojada conmigo misma.

    Me dirigí hacia una señora de unos cuarenta y tantos años, con cabellos pelirrojos cortados a la altura del hombro, gafas gruesas y cafés de los cuales había unos bonitos ojos azules. Parecía que Alice se mantenía a la moda –y por la moda a veces se sufre-, mientras que la señora era todo lo opuesto: tenía unos pants verde claro y una sudadera café. No quería ni imaginar lo que traía puesto en los pies.

    -¿Sí, querida? –Pregunto, amablemente, regalándome una sonrisa.
    Me sonroje y miré mis zapatos.

    -Soy Bella Swan… Transferida de Italia –Murmure, aún mirando mis zapatos.

    -¡Oh, claro! Tus padres informaron de tu llegada el día de hoy –Recordó-. Parece que no serás la única transferida, ¿no es así, Alice querida?
    Alice no hablo, se limito a asentir con la cabeza. Ella pensó que no me di cuenta de que evitaba mi mirada.
    Regrese mi vista a la secretaria y le sonreí. Por supuesto aún sonrojada.

    -Solo tendrás que llenar estos papeles –Hablo, mientras buscaba entre un montón de hojas. Tardo un par de minutos en abrir y cerrar cajones. Suspiro aliviada cuando los encontró-. ¡Aquí están!

    Me entregó un par de hojas con algunas cosas que llenar. Era la primera vez que era transferida a otra escuela fuera del continente europeo, pero todo era fácil de llenar. Mire de reojo a Alice, y me di cuenta de que miraba preocupada hacia la puerta.
    Seguí el curso de su mirada…
    Y me quedé sin aire.


    Dirán... ¡Esta vieja nos dejo por más de un año y ahora regresa como si nada con otra historia cuando no ha terminado la otra!

    Eh, tal vez no tan extenso.

    Esta si les prometo que la terminaré, porque ya esta completa.

    Va a ver un Lemmon, se los advierto, y lo publicaré en mi blog.

    También, se dirá mucho las palabrotas, sexo y blah, blah, pero no es una temática fuerte, es de 15+. No es completamente ''M''.

    Cuando llegué el momento en que el capí este medio... ''Adulterado'' xD Les avisaré. Si les gustó, ya saben, quiero su opinión con un pequeño comentario.

    P.D: Es mi historia, no quiero plagios, y esta publicada en otro lado. Punto.
     
  2.  
    Nessie Masen

    Nessie Masen Guest

    Título:
    The Transferred
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasmas
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1540
    Re: The Transferred

    _The Transferred_
    Chapter 2_FAMA_
    Edward POV
    El avión iba con una hora de retraso.

    Pero, aún así sabía que me dejarían llegar un poco más tarde de lo acordado.

    Es decir, por Dios, soy el más grandioso modelo del mundo, que gana mucho dinero y que además tiene cuanta mujer quiera. Soy Edward Cullen, el modelo de raíces americanas y ahora convenientemente, un chico francés.

    Mis padres me querían mucho, y eso lo sabía, pero además era el favorito. Querían a Alice, sí. Le compraban todo lo que deseaban –o sea, cuanta cosa comprable se cruce en su camino- y la trataban como a una princesa. Por cierto, Alice es mi melliza, aunque es obvio que yo salí más guapo que ella. Yo tengo unos ojos más bonitos que los de ella, los míos son como esmeraldas y los de ella son verdes como pantano. Ugh. Mis cabellos eran semi-largos de un extraño color castaño dorado. Sí, lo sé. ¿Cuántos chicos conoces que tengan ese extraño tono de cabello?

    Suspiré, mirando por la ventanilla. La última vez que vi a Alice fue a los trece y tenía los cabellos largos hasta la cintura y un flequillo que le tapaba el ojo izquierdo. Su color de cabello no llamaba mucho la atención, ya que era de un color tan normal. Negro. Lo que si llamaba la atención era que tenía una especie de brillo natural, que me hacía envidiarla.

    Recuerdo que un día, cuando ella dormía, le teñí el cabello de amarillo.

    `` ¡Como gritó ese día! ´´ Pensé, riendo entre dientes.

    Desde que había abordado el avión, la azafata no me quitaba la vista de encima. Yo sabía que todas las mujeres del mundo querían conmigo, pero, ¡Dios santo!... ¡Esa señora podría ser mi madre!

    -Pasajeros con destino a Seattle, favor de abrochar sus cinturones. El avión está a punto de aterrizar. Gracias –Dijo la azafata por el micrófono.

    Me abroche velozmente el cinturón. Estaba nervioso y eso era algo nuevo para mí.
    ¿Cómo estarían todos? ¿Alice seguía siendo tan bajita? ¿Y Emmett tan grande…?
    Emmett Cullen. Mi hermano mayor. Cuando éramos pequeños se encargaba de protegernos a Alice y a mí. Claro que a veces lo hacía y a veces le valía mierda lo que nos pasará.

    Él, por supuesto, no es más guapo que yo. Era más alto y desgarbado, con hoyuelos en las mejillas, cabellos cortos y rizados, también negros. Sus ojos eran azul cielo. Y llamaban la atención de una niña rubia que iba con él en la escuela. ¿Cómo se llamaba…? ¿Peggie? ¿Tina?

    Lo olvidé.

    Cuando baje del avión, esperaba encontrar a toda la familia reunida. Y es que no me han visto en cuatro años. Pero cuando busque entre la multitud a alguien con similitudes a las que yo los recordaba, solo encontré a papá y mamá.

    Mi madre tenía lágrimas en las mejillas. Supuse que estaba feliz de verme de nuevo. Corrió a abrazarme y besarme mis mejillas sonrojadas.

    -¡Estoy tan feliz de que hayas vuelto, Edward querido! –Gritó a los cuatro vientos.

    Pues si parecía muy feliz.

    Se separo de mí, dejándome respirar. Poco me duro el gusto de tener oxígeno. Los fuertes brazos de mi padre estaban estrechándome con fuerza.

    -Edward, hijo, me alegro que estés de regreso –Dijo, alegre.

    Me separe, educadamente de él y me limite a asentir con la cabeza y musitar:

    -Sí, que alegría.

    Estaba a nada de salir del aeropuerto, cuando una fan enloquecida chilló: ¨ ¡Oh, Dios
    mío! ¡E-es Edward Cullen! ¡Ahh! ¨

    Mi padre tuvo que hacer todo lo posible para que una turba de locas fans no lograra alcanzarme.

    Subimos rápido a su Mercedes y arrancó como alma que se la lleva el diablo.

    Miré a mis padres. Mi mamá, Esme, tenía un bonito cabello color caramelo, ondulado y a la altura de los hombros. Sus ojos eran verdes esmeralda como los míos. Por lo que cada vez que la veía, en su mirada encontraba una parte de mí que haría que siempre me recordara. Mi padre, por otro lado, era de mi misma estatura, poseía unos ojos azul cielo –como los de mi hermano- y cabello semi-largo de tonalidad rubia dorada.

    Algo que caracterizaba a los Cullen, era que su piel era pálida como el marfil. Por eso, aunque intentáramos broncearnos, siempre tendríamos el mismo tono de piel pálida y aburrida.

    Forks, Washington. El lugar más lluvioso de todo el mundo. Ahí es a donde me mudaría. De pequeño solía gustarme, ya que a menudo jugaba en la nieve. Hoy en día, solo me parece un montón de cosa blancuzca que se acumula en el suelo evitando el paso.

    -Edward –Dijo mi madre volteándose para verme-. Ponte los lentes de sol…-Iba a replicar que para que ponerme los lentes si en este maldito pueblo no había sol-. Y el gorro para que nadie te reconozca.

    Obedecí sin rechistar. Los lentes cubrían casi toda mi cara, haciéndome parecer una mosca. El gorro era tan pasado de moda que me dio vergüenza utilizarlo. Era de rayas de color y tenía forma de una cacerola, por lo que cubría toda mi mata de cabellos y mis orejas.

    Esa combinación se veía rara con mis pantalones de mezclilla, mi playera negra y mi chaqueta de cuero. Había de dos: o no me había fijado en lo que traía puesto o así se suponía que vestía.

    El gorro me quedaba un poco grande, por lo que cada dos por tres tenía que estar acomodándomelo. Y los lentes se me bajaban por la nariz.

    Si, era el disfraz más tonto que en la vida había visto.

    Crucé el estacionamiento esperando no ser reconocido. Pero al entrar, uno de mis zapatos se enganchó con una de las puertas.

    Y todo pasó en cámara lenta: yo cayendo, mi disfraz volando por los aires y chicas gritando.

    Genial. Ahora una multitud de chicas estaban a mí alrededor. Me levante lo más rápido que mis sentidos aturdidos me lo permitieron y casi al instante de haberme parado del suelo, ya estaba firmando autógrafos.

    Oí como alguien bufaba. Me giré en redondo y vi a un joven alto y musculoso mirándome reprobatoriamente. Lo estructure con la mirada. Algo en el llamo mi atención, sonreía con burla. Sus ojos mostraban lo mismo, se burlaba de mí.

    -¡Pero miren como creció el pequeño Eddie! –Exclamó y después soltó una carcajada que retumbo por todo el pasillo.

    ¿Eddie? Nadie me llama así… Excepto alguien.

    Abrí los ojos desmesuradamente cuando reconocí a aquel grandulón.

    -¡Oh por Dios! ¿Esa masa de músculos es Emmett? -Susurre a mis padres.

    Mi madre suspiró.

    -¿Cómo pasa el tiempo, verdad? –Habló con añoranza-. Hacía años que no se veían y ahora tu hermano es tan apuesto que…-Suspiró.

    Le regrese la sonrisa de burla a Emmett. Este me miró sorprendido. Junto a él había una rubia despampanante y otro chico también rubio, idéntico a ella. Gemelos,
    supuse.

    Camine a la oficina, con un montón de chicas persiguiéndome.

    La puerta estaba abierta. Me asome por ella con cautela, esperando que no hubiera
    otra chica gritona ahí dentro.

    La sorpresa se reflejo en mis ojos cuando vi a dos chicas. La primera bajita, de cabellos negros y cortos con las puntas en diferentes direcciones y ojos entre verde y azulado. La otra, era un poco más alta, con los cabellos largos hasta la cintura y adulados, de un intenso color castaño rojizo.

    No podía apreciar su rostro porque estaba de espaldas, pero definitivamente tenía que ser muy bonita. Y definitivamente tenía que ser mía.

    La chica bajita me miró sorprendida y luego preocupada.

    ¿Alice?

    La miré con atención. ¡No podía ser cierto! ¡Todos estaban tan diferentes! Claro, a excepción de mis padres, pero, aún así…

    Ella me miró significativamente y luego a la otra chica, para después negar con la cabeza.

    Entre a la oficina, al tiempo que la chica castaña se giraba.

    Pude apreciar que sus ojos eran de una bonita tonalidad café. Como el chocolate con leche.

    Un sonrojo cubrió sus mejillas y luego se desplomo en el suelo.

    -¡Bella! –Chilló, Alice, mientras corría a su lado.

    Miré a mi hermana asustado y ella me devolvió la mirada con frialdad.

    -¡Eres un idiota, Edward! –Gruñó con el ceño fruncido.

    Ahora notaba la otra sutil diferencia de mis hermanos: me odiaban.
     
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