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  1. Pues, cómo ya había mencionado antes, las historias que pongo aquí no tienen censura, pero esta no tiene ninguna así que supongo que da lo mismo...

    La historia ya la pueden encontrar publicada en el sitio.

    Pero bueno, si alguien lo quiere leer aquí, la historia comienza después del salto.

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    Me llamo Karth, soy un joven sencillo, que no se mete en muchos problemas, hasta ese fatídico día. Vivo solo en mi apartamento y estaba de vuelta en mi hogar esta tarde, luego de una larga jornada laboral, cuando entro a mi living, que tiene las luces apagadas, escucho una voz infernal y se ven unos ojos rojos ocultos en la oscuridad:


    —¡HUMANO, PREPÁRATE PARA SER DEVORADO POR TUS DESEOS CARNALES!


    Yo, pensando que era una broma, voy y prendo la luz y…

    Ahí veo a una chica de pie, más o menos de mi mismo tamaño, esbelta, con un tamaño de busto más o menos normal, pelo corto, de ojos verdes claros y vestida con un leotardo morado, zapatos sin tacos, mirándome con una expresión de vergüenza.


    —¿Quién eres tú? ¿Y qué haces en mi apartamento? —le pregunté a la chica.

    —E-eh… Y-yo soy… —la chica empieza a temblar de nerviosismo.

    —Además, ¿Qué hay con ese atuendo? ¿Estás haciendo cosplay?

    —¡N-no! No es un cosplay. Yo…—la chica dice en tono bajo— soy una súcubo.


    Casi me río, pero por suerte lo alcancé a contener.


    —De acuerdo chica súcubo, llamaré a la policía si no sales ahora —le dije amablemente, frunciendo el ceño.

    —¡Espera! —la chica junta sus manos sobre su cabeza, como si estuviera rezando— Ya pasé por varias casas y no había encontrado a nadie que fuera apto. Necesito que me ayudes.

    —¿Ayudarte? ¿Te presentaste con una especie de amenaza y quieres que te ayude?

    —¡Perdón! Es que estoy desesperada. El gremio de súcubos me matará si no consigo el jugo que producen los hombres. Hoy es mi último día de vida.

    —¡Lo dices como si fuera muy normal! Además, ¿Qué es eso del jugo de hombre?

    —S-semen —la chica desvía la mirada con vergüenza.

    —¿Eh? —Miré a la chica en shock—. Y... ¿A qué te refieres a que este es tu último día de vida?

    —El gremio me dió una una semana para encontrar un hombre apto, para que me diera su jugo. Pero hoy es el último día. Mira. —La chica mueve una parte de su leotardo, dejando su abdomen destapado, dejando expuesto una especie de tatuaje que tiene un corazón encerrado en un círculo— Este es el sello de los súcubos. Si no recibe él… ya sabes que, de alguna u otra forma, moriré.


    Pongo mi cara muy cerca de su barriga para observar bien el sello.


    —¡O-oye estás muy cerca! —me dice la chica, con la cara roja.

    —Tengo otra pregunta. ¿Cómo llegaste hasta aquí? Este apartamento está en el octavo piso.

    —Volando. Tengo alas y el gremio me entrega poder por un corto periodo de tiempo para volar y ese poder también se regenera con… él ya sabes que.

    —Ya veo. ¿Me dejas ver tus alas?

    —¿Eh? ¿Para qué? —pregunta la chica confundida.

    —Sólo las quiero ver, es todo.


    La chica con expresión de extrañeza, se da media vuelta y por su espalda, despliega unas pequeñas y delgadas alas, parecidas a las de los murciélagos.


    —No me gustan —le dije cortantemente.

    —Hehe… a mi tampoco —me dice ella, supongo que en tono empático.


    Nos quedamos mirando a los ojos por un tiempo y ella se empieza a poner nerviosa.


    —Esto… no queda mucho tiempo. ¿Me vas a ayudar? —Me dice ella con un tono preocupado.


    Yo inhalo y exhalo profundamente, preparándome, cómo si estuviera a punto de cometer un error.


    —De acuerdo, tienes suerte que no tengo novia ni nada por el estilo.

    —¡Si! ¿Lo quieres hacer acá? —Sus ojos brillan de alegría.

    —¿En el living? Claro que no. Vamos a un lugar más cómodo.


    Le tomo la mano y la llevo a mi habitación, siento que su mano está sudando mucho y está temblando, creo que hasta puedo sentir sus fuertes latidos a través de su mano. Le digo que se acueste y me hace caso. Yo por mientras me quedo pensando en el borde de mi cama.


    —Oye, se me había olvidado preguntar, ¿Cómo te…? ¿Eh? —Veo que la chica, estando acostada, nerviosamente se pinta sus pálidos labios con un pintalabios de tono rojo—. ¿Y eso para que es?

    —E-esto es un pintalabios con un afrodisiaco. Un solo beso debería volver loco a cualquier hombre. Además, las chicas dicen que me veo mejor con...


    Le arranco el pintalabios de las manos.


    —¡Oye! ¡Devuélvelo! —Me reclama la chica, levantándose de la cama.

    —No lo necesitas —le digo mirándola a los ojos, mientras sostengo el pintalabios en el aire, fuera de su alcance.

    —Pero…

    —Te veías bien como estabas.


    Ella frunce el ceño hacia arriba, mostrando preocupación, yo acerco su cara con la mía y le paso mi brazo suavemente por sus labios, sacando la pintura.


    —Te iba a preguntar tu nombre.

    —Yvette.

    —Soy Karth.

    —Karth… No sé como decirlo, pero… No sé qué hacer…


    De nuevo casi me vuelvo a reír, pero lo volví a contener, saliendo una especie de soplo.


    —¿Eres virgen? —le pregunté.

    —¡N-no! Claro que no…


    Cualquiera que vea su cara podría saber que está mintiendo.


    —No te preocupes, yo también soy virgen, la diferencia es que tengo experiencia al haber visto… material educativo —le digo, mientras le guiño el ojo.

    —Solo… hazlo suave —Me dice con su tierna voz y su cara roja como un tomate.


    La beso en los labios, ambos nos tiramos sobre la cama y la comienzo a acariciar.

    Mi mano recorre todo su cuerpo por sobre su leotardo hasta llegar a su entrepierna, por un segundo se me pasó por la cabeza un raro pensamiento que si ella tuviese un pene, me mataría aquí mismo y todo esta parafernalia fue por nada. Pero por suerte no encontré eso.

    Le moví el leotardo en la entrepierna, dejando al descubierto su flor húmeda y sin vello púbico. Cuando lo ví, casi me volví loco, pero logré controlarlo. Me preguntaba ¿Cómo es que alguien casi de mi edad no tuviera pelo ahí? ¿Es porque es una súcubo? No importa, la vista es genial casi se me caía la baba.


    —O-oye no mires tanto ahí… —Me dijo, mientras se tapaba la cara con las manos.

    —Perdón, es que es difícil contenerse.


    Liberé de mis pantalones a la bestia más dura que una roca y coloqué la punta dentro de ella, introduciéndolo lentamente e Yvette contrae las piernas por el dolor.


    —Me… ¡Me duele! —Me dice Yvette.


    De la desesperación, saqué mi pene y ví que tenía la punta ensangrentada.


    —¡Lo siento! ¿Estás bien?

    —Mi cabeza se siente… pesada. Creo que voy a…


    Veo que Yvette cierra los ojos y casi se me detiene el corazón por un segundo.


    —¡Hey! ¡Yvette! —le doy unas palmadas en la cara, pero no responde.


    Le tomo el pulso en su cuello y es regular. Solo se desmayó.


    —Yvette, despierta, si no lo hacemos, te morirás. —le digo mientras la agito para ver si despierta, pero nada—. Vaya, qué desastre de primera vez.


    Estoy tan tenso, que mi cosa se puso inmediatamente flácida. Lo guardo y me pongo de pie para ver a través de las cortinas. Ya es de noche, veo la luz de la luna y me angustia saber el hecho de que si muere, será únicamente por mi culpa y probablemente quede poco tiempo.

    Me puse a pensar en lo que me había dicho… “Este es el sello de los súcubos. Si no recibe él… ya sabes que, de alguna u otra forma, moriré.”

    Miré fijamente su abdomen con la marca y se me ocurrió algo. Quizá todavía la pueda salvar.

    Voy a la cama de nuevo, me pongo cerca de ella, saco mi flácido miembro y comencé a agitarlo violentamente.


    —Vamos, ¡No me falles ahora! —le digo a mi cosa, mientras lo masajeo de forma brusca, mientras se vuelve cada vez más duro.


    Pasan un par de minutos hasta que suelto el preciado líquido caliente sobre su abdomen, justamente en el sello.


    Cansado, jadeo y veo que el sello se ilumina, junto con el rastro del líquido y flota en el aire de forma mística. Es tan brillante que apenas lo pude ver, por un breve momento y luego se apaga y el sello desaparece con el líquido.


    Reviso el abdomen de Yvette y veo que el sello ya no está. ¿Lo hice? ¿Ya no se morirá? Me siento tan cansado, que la cabeza me da vueltas. Me tiro a su lado en la cama y ni siquiera alcanzo a guardar a mi miembro y me quedo dormido.


    Al día siguiente, me despierto, escucho unos ruidos, levanto la frazada y veo que está ahí, chupando mi cosa.

    La miro en shock, pensando que se había ido.


    —Buenosh díash. —Me dice mientras sigue chupando.

    —¿Qué… estás haciendo?


    Ella deja de chupar para decir lo que parece una explicación:


    —Pues, me desperté y me enteré que me removiste el sello, así que ví tu duro pene mientras dormías y me dieron ganas de comer- digo, chuparlo en forma de agradecimiento.

    —Ajá. ¿No que tienes que ir de forma urgente a tu gremio de súcubos?

    —Iré más tarde a notificarles. —Ella vuelve a introducir el pene en su boca— Por chierto, ¿Cómo lo hichishte para remover el shello?

    —Pues… cómo lo digo…


    Ella me mira con los ojos abiertos mientras sigue moviendo su cabeza lentamente.


    —Me… masturbé sobre el sello —le digo desviando la mirada.


    Ella lo saca una vez más.


    —Aaw. Y yo que quería que lo hicieras adentro mio…

    —Pues… algo me dice que se vería mal si lo hiciera mientras estabas inconsciente.

    —Mm… ¿Eso significa que todavía soy virgen?

    —No lo creo, digo, creo que cuando lo introduje, rompí tu himen y por eso sangraste.

    —No es justo, ¿Cómo es posible no ser virgen sin tener sexo?


    Ella lo vuelve a introducir en su boca, pero esta vez lo hace de forma más brusca.


    —Ngh, para ser honesto, yo tampoco sé muy bien cómo funciona.


    Yvette lleva su cabeza tan profunda, que la punta de mi pene llega a su garganta y lo saca rápidamente, mientras tose.


    —¿Estás bien? —le pregunto.

    —No quiero que pienses que soy mala hasta para esto —me dice Yvette, que apenas le sale la voz.

    —No tienes por qué hacerlo —le digo preocupado.

    —¡Claro que sí! Es mi forma de…


    Me siento sobre la cama, la abrazo y se queda callada.


    —Soy la peor súcubo del mundo —me dice ella.

    —No me interesa.

    —¿Eh?

    —Seas la peor o no, tú me cautivaste, Yvette. Hiciste que estos días fueran memorables en mi aburrida vida diaria. Por eso, te agradezco.


    Yvette gimotea, como si estuviera a punto de romper a llorar.


    —Si no fuera por tí… ya me habría muerto —me dice, ahora sollozando, mientras me abraza más fuerte.

    —Ya, ya, no te preocupes, no me debes nada —le digo mientras le acaricio el pelo.

    —Me gustaría quedarme contigo… para siempre.

    —¿Hay algún pero?

    —Pero tengo que seguir en el gremio de súcubos.

    —Puedes visitarme cuando quieras.

    —Bueno.

    —Prometeme que me visitarás algún día.

    —Lo prometo.


    Ese mismo día, ella se fue volando por la terraza, hasta que la ví desaparecer.


    Y si, aquí estoy, sentado en una silla, frente a una mesita, en la terraza de mi apartamento, mirando al cielo por si ella vuelve a aparecer. Han pasado días desde que se fue y todavía no ha vuelto. Ahora mientras narraba esto, jugaba con el pintalabios, moviéndolo de un lado a otro. Al menos me quedé con su pintalabios, así que si regresa… quizá se lo ponga.


    Ahora suspiro de arrepentimiento, pues, debería haberle prometido que me visitara pronto en vez de haberle dicho “algún día”.
  2. Hola, jugoso kiwi aquí.
    Probablemente use el blog para hacer una especie de respaldo (No es exactamente un respaldo, por que si eliminan mi cuenta, el blog supongo que también lo eliminan) pero diría que es más cómo una especie de lugar privado en donde puedo colocar cosas que normalmente no están permitidas dentro del foro.

    De todas formas, me gustaría llenar el blog con más entradas.

    Terminé una historia que llevo todo el día escribiéndola, así que si que probablemente lo publique dentro de poco.

    Voy a crear una categoría especial para las historias, por si alguien le gustaría leer.

    Kiwi fuera.
    a Ichiinou le gusta esto.