Harry Potter Una última mirada

Tema en 'Fanfics sobre Libros' iniciado por Temari Yamanaka, 8 Agosto 2011.

  1.  
    Temari Yamanaka

    Temari Yamanaka Entusiasta

    Capricornio
    Miembro desde:
    9 Febrero 2011
    Mensajes:
    86
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Una última mirada
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3229
    Una última mirada// Concurso: Final alterno de HP.

    La escuela de Magia y Hechicería Hogwarts, antes magnífica e imponente, ahora se hallaba en el absoluto caos. La cúpula mágica formada por muchos hechizos protectores que los profesores de la escuela habían lanzado alrededor de Hogwarts, se estaba rompiendo como si de cristal se tratase ante los hechizos destructores que los súbditos de Voldemort lanzaban.
    En aquella noche, muchas vidas habían sido arrebatadas. Ese era el precio impuesto por Voldemort. Proteger al Niño que Sobrevivió requería un alto precio y aunque estuvieran dispuestos a pagarlo, nada volvería a ser igual. Las órdenes del Señor Tenebroso eran claras y precisas:

    —Matad a sus amigos (cuantos más, mejor), matad a todo aquél que se interponga en mi reinado, matad a quien odiéis, pero a Él, a Potter no podéis tocarlo. Él es mío, nadie más que yo debe matarlo. Si se sigue resistiendo a venir hacia el Bosque Prohibido al cabo de dos horas de luchar vamos a dejar una hora para que venga por voluntad propia y que ellos puedan dar culto a los muertos y curar a los heridos. Además, dentro del castillo, los jóvenes aspirantes a Mortífagos que tenemos en nuestra casa, nos ayudarán a convencer a los pobres indecisos a entregar a Potter. —Su voz, fría e insensible al igual que su corazón no admitía replica alguna.
    —S-señor, d-debo informarle que l-los chicos Slytherin e-están en las mazmorras. —La voz del hermano Carrow, sonaba insegura y tartamuda por temer la ira de su señor.
    —No importa, de todos modos él vendrá a mí.

    Al contrario que los chicos Slytherin, Carrow había conseguido huir, pero no se había fijado que faltaba un hurón rubio al cual el celador de la escuela andaba como loco buscándolo.
    Draco Malfoy había seguido a duras penas a Harry Potter y sus dos amigos; su faena era diferente a la de otros Mortífagos. Él, debía proteger el extraño objeto e intentar que Potter no lo cogiese, ya que Voldemort lo quería. Pero su señor no le había mencionado que era el objeto. ¿Cómo buscar un objeto que no sabes qué es? Ni siquiera sabía donde se hallaba, así que tendría que seguir a Harry para descubrirlo.
    Al cabo de mucho y de perderlo varias veces de vista, Draco, que se había buscado dos secuaces, había llegado a su punto final donde el trío de oro había llegado: La Sala de los Menesteres.

    Dejó que El Niño que sobrevivió, entrase en la Sala primero y a continuación, Malfoy, a través de un hechizo de camuflaje entró tras él. Solamente tenía que esperar a aparecer cuando Potter encontrase el objeto y luego quitárselo.
    Era tentador no matarlo allí mismo, indefenso cómo se encontraba, pero Voldemort lo quería vivo, para él.
    Aunque no era seguro que fuese Harry quien encontrase el objeto, podría ser la sangre sucia o el Weasley descastado, pensó. También debía seguirlos a ellos, así que debía buscarlos inmediatamente.
    La pareja no se hizo esperar y al cabo de un rato ya se hallaba ante él. Hermione Granger, la leona de Gryffindor, la gran sangre sucia y el mago de la familia más pobre y descastada de todas las familias de magos, Ronald Weasley, caminaban juntos, rozándose mano con mano.

    Cansados de buscar, se sentaron encima de un montón de volúmenes de libros sobre chuletas. Lo siguiente que vio, lo dejó sin habla: el descastado, fingiendo bostezar, consiguió poner su brazo encima del hombro de la chica. ¿Qué vulgar fetiche era aquel?
    Algo en él se revolvió, con algo de… rabia. ¿Quizá eran celos?, pensó él extrañado.
    Aunque la escenita no duró demasiado, y el chico casi no tuvo tiempo de terminar de poner el brazo, el oportuno grito de Harry hizo casi imposible lograr el propósito del más pequeño de los barones Weasley:

    — ¡Hermione, Ron, venid rápido, por favor! —La voz de Harry sonaba alarmada, como si hubiese hecho un gran descubrimiento.
    Draco lo sabía, ahora ya no cabía duda, Potter había encontrado aquello que ambos buscaban. Sólo se quedó unos segundos antes de ir hacia Harry. Ron y Hermione echaron a correr. La chica iba mucho más rápido que el pelirrojo.

    Él parecía un pato sin controlar las piernas y ella… ella un águila en busca de su presa, con su ondulado y rizado pelo levitando alrededor de sus hombros y su brillante cara. Al correr, su falda se alzó un poco más de lo que ella le hubiera gustando, dejando entrever sus bragas. Sus piernas iban veloces sobre el suelo lleno de objetos de la Sala de los Objetos Perdidos que había dentro de la Sala de los Menesteres, y sus pies parecían no tocar el suelo de vez en cuando, de lo rápido que iba. Rápida como una serpiente, sin escrúpulos, como si ella se tratase de una verdadera Slytherin pero con la valentía y ferocidad de una Gryffindor, con la lucidez e inteligencia de una Ravenclaw, sin una pizca de Hufflepuff.
    Draco un poco colorado, se fue en busca de “San Potter”; el hechizo que lo camuflaba, empezaba a desvanecerse y cuando llegó hasta Harry, ya era completamente visible. Crabbe y Goyle, sus inseparables guardaespaldas amigos en los que no había pensado, se situaron a su lado después de haber seguido exhaustivamente a Potter.
    Al llegar, formando un triangulo perfecto con sus dos secuaces, Draco, vio a Harry intentando coger una diadema. Ese era el misterioso objeto. Y no permitiría que Potter lo cogiese. Debía detenerlo.
    —No te muevas, Potter.
    Y a partir de allí se inició una larga conversación que absorbió completamente a Malfoy impidiéndole ver que Ron y Hermione estaban cogiendo la diadema. Pero en un momento de torpeza, Hermione con la diadema en mano, cayó de la pila de objetos, alertando al joven Mortífago de su presencia.

    — ¡Crucio! — Bramó Malfoy en dirección a la chica.
    Ron, había llegado hacia él y aunque el hechizo no había tocado a Hermione, lo empezó a perseguir gritando:
    — ¡No toques a mi chica, cabrón!
    — ¿Tu chica? No me hagas reír. ¡No te mereces ni esa asquerosa sangre sucia!
    —Vas a pagar ¡Levicorpus! —A continuación, Draco se encontró colgando de sus tobillos y con un Ron abofeteándole la cara.
    — ¡Liberacorpus! —Usando el contrahechizo, Malfoy cayó al suelo y a continuación, empezó un duelo mágico.
    Estaban tan concentrados luchando que sólo cuando el estúpido de Crabbe aulló el encantamiento del vomifuego, una maldición nueva que los Carrow le habían enseñado, pararon de luchar para salvar sus vidas. Lenguas de fuego que parecían vivas empezaron a perseguirles.
    — ¡Estás tan caliente que te quemas, desgraciado! —gritaba Crabbe a Ron mientras ambos corrían.
    Parecía haber un problema: Crabbe no había prestado suficiente atención y no sabía cómo controlar lo que había creado.
    — ¡Aquamenti! — Gritó Harry, pero el rayo de agua se evaporó casi al instante.
    — ¡Huyamos!

    Corrieron todos hacia la misma dirección pero el fuego iba avanzando tan rápido que tenían que encontrar una solución en cuanto antes mejor.
    — ¿qué podemos hacer? —gritó Hermione por encima del crepitar del fuego. — Eres tú la cerebrito. —dijo Ron.
    — ¡Tened! — Harry cogió tres escobas y una se la lanzó a Ron y la otra a Hermione.
    — ¡Vámonos de aquí Harry! —gritó Ron. —Es demasiado peligroso quedarnos.
    —No podemos dejar a Malfoy y a los otros así, Ron. —dijo Hermione.

    Con resignación, Ron subió a Goyle, Harry a Crabbe y Hermione a Draco.
    Harry y Ron, que eran los que controlaban sus escobas, sabían perfectamente cómo ir en ella, pero Hermione… a Hermione volar con escoba, además de miedo no tenía ni una sola noción de cómo hacerlo. Y con Hermione al volante, la escoba de Draco y ella iba de mal en peor y pronto quedaron los últimos. El humo negro lo tapaba casi todo y ya no sabían no donde se hallaba la puerta de salida.
    Draco, que por miedo a caer iba bien sujeto a la Gryffindor, le dijo:
    —A este ritmo no vamos a llegar nunca, ¿sabes volar en escoba? —dijo con su típica voz de suficiencia.
    —La verdad es que no.
    —Me lo suponía, entonces tendremos que cambiar las posiciones. —Y dicho eso, Draco igual que hizo Harry en primero, se puso de pies encima de la escoba e intentando no caer, paso por encima de la chica hasta situarse primero. —Agárrate fuerte, ya veo la salida, ahora subiremos para luego bajar en picado. ¿Preparada? —Y sin esperar la respuesta de ella, Draco subió hacia lo más alto. Sentía como ella le abrazaba, les iba la vida y si caía o pasaba algo… pero aparte de eso se sintió bien en aquel abrazo, se sentía genial. Ya llegaban en lo más alto y Malfoy se puso a contar:

    —¡¡Uno, dos y treeeeeees!!
    —¡¡¡Aaaaaah!!!
    La adrenalina les corría por las venas, ya casi llegaban a la puerta, un poco más, sólo un poco más y…
    —Por fin hemos llegado, pensaba que no lo haríamos nunca.
    Primero bajó Draco de la escoba, y luego ayudó a bajar a Hermione. Una sensación de alivio y seguridad les corría por el cuerpo, por fin estaban a salvo, a tierra firme.
    —Gracias, Draco, ha estado bien, ha sido genial. — comentó Hermione con una sonrisa en los labios.
    —Debemos repetir. —Dijo Draco sonriendo también, terminando de ayudarla a bajar de la escoba.
    — ¿Draco, que haces? —preguntó tan estúpido cómo siempre Goyle.
    —Nada, esa patosa, que no puede ni bajar de una escoba.

    El trío de oro y las serpientes se despidieron y cada uno se fue por su cuenta.
    Draco se separó de sus amigos, debía buscar los otros Slytherin, defenderlos e ir en busca de sus padres y su profesor Severus Snape. Una vez se hubo asegurado de que todo iba bien, subió a la Clase de Pociones y todos los lugares donde podía encontrar el antaño profesor de Pociones, hace un curso, de Defensa Contra las Artes Oscuras y ahora director. Pero no lo encontraba y ni los Caballeros de la Muerte sabían donde se hallaba. Hasta que los volvió a ver: San Potter, el descastado del Weasley y la sangre sucia. Decían algo de Snape así que hizo el mismo hechizo de mimetizar que había hecho en la Sala y los siguió. Entraron al árbol, famoso por agredir a los estudiantes, en efecto el árbol que contenía el pasillo que conducía hasta la casa de los Miedos.

    Y al igual que Harry lo vio todo: Snape, la varita, Voldemort, y Nagini… asesinando a su querido profesor. Lloró durante varios minutos, acababa de morir un hombre que lo había cuidado cómo si fuera su padre, ayudándolo y consintiéndolo en todo.

    Esperó a que Harry terminara de ver en el pensadero los recuerdos de Snape que tenía sobre alguien y luego los vio él:

    Una chica pelirroja que le recordaba a cierta sabelotodo pero con ojos verdes que le resultaban muy pero que muy familiares y un chico de pelo negro grasiento y nariz cómo un garfio, se conocían en un parque. Apareció una muggle, que decía ser hermana de la chica. La muggle de carácter repelente, llamó a su hermana por Lily, al parecer su nombre para que se fueran de allí, argumentando que el chico era un Snape, un raro, un chico peligroso. El chico sin duda era Severus, pero ¿y esa chica que se llamaba Lily?
    En los siguientes recuerdos vio que seguían quedando y cada vez se hicieron más amigos. Hasta que llegó el día de entrar en Hogwarts, y apareció en escena un chico con gafas, pelo negro, ojos del mismo color, delgado y alto, sorprendentemente parecido a Harry Potter. Pero ese chico, no era Potter, para empezar no tenía la cara rajada, y junto con sus inseparables tres amigos, el niño ese era todo un canalla, pensó Draco. ¿si no era Harry, entonces quién era? Pronto, sin dudar, descubrió que se trataba de un Potter, más concretamente de James Potter, el gran jugador de quidditch.
    Lo último que vio fue que James y Lily se casaban y tenían a Harry, porque luego, sin poder llegar a ver nada más, salió catapultado del pensadero.
    Y entonces le vino a la mente aquellas palabras de Severus el primer día de entrar en Hogwarts y lo sucedido en el tren:

    >>Aquel primer año, el otoño llegó de golpe. El uno de septiembre, empezaba con una mañana fría, con un frío que cortaba. Una pequeña familia, de tres componentes, entraba con suma elegancia por los arcos de la estación de King’s Cross, caminando para traspasar la barrera mágica del mundo de los muggles para dirigirse a la estación nueve y tres cuartos. El pequeño rubio, disfrutaba cantidad viendo como la gente rendía honor a su padre y se inclinaba ante ellos. Narcisa, tan elegante como siempre miraba a todo el mundo por encima del hombro.
    >>El pequeño Draco Malfoy, subió al tren rojo, se despidió de su madre y buscó un compartimiento para él solo. Solamente quedaba un compartimiento libre, el último vagón en el último compartimiento. Una chica con un enmarañado pelo marrón que caía por su cara, hombros y espalda, se sentaba en una de las butacas. Estaba leyendo un libro, lleno de tarjetas que Malfoy no sabía que se llamaban post-it’s. Se trataba de Hogwarts, La historia, un libro que nadie había leído. La chica estaba sin compañía. Al entrar, ella notó su presencia, dijo un hola y siguió leyendo, pasando completamente de él. Eso sorprendió al rubio, todas las otras chicas no apartaban la vista ni le dejaban en paz, en cambio ella… ella era diferente. Sin saber cómo, se enfrascaron en una interesante e inteligente charla, algo que con otras chicas no se podía hacer.
    >>Sólo dos frases le hicieron “daño” al chico:
    — ¿Sabes? He conocido a un chico, se llama Ron Weasley, es muy mono. —dijo ella con sonrojo.
    Al bajar del tren, el profesor de pociones, amigo de la familia se le apareció y le dijo algo que le marcó:
    —Hola, Draco. ¿Qué tal están Lucius y Narcisa?
    — Bien, gracias. ¿Puedo preguntarle de qué los conoce?
    —En unos años ya lo verás. —respondió enigmático el profesor. —Por cierto, veo que has hecho amigos. —comentó el hombre girándose y echando un vistazo a Hermione. —Eh…
    —Los Slytherin, no se acostumbran a enamorar de Gryffindor, quien lo hace sufre.

    Ahora todo había cambiado, él ya no era un niño, había crecido.
    Tenía que salir de allí. Era la hora de reunirse con su familia. Bajó todas las escaleras, el viento helado cortaba la piel y parecía hielo. Y al fin llegó en el patio. Él estaba allí, los Mortífagos detrás suyo, al igual que sus padres.
    —Draco, muchacho, ven conmigo y tu familia—Dijo Voldemort siseando. Su voz parecía al sonido de una serpiente.
    El Slytherin dudó. Era o su familia o sus amigos.
    —Draco, querido, ven con tus padres. —Dijo su madre.
    Draco estaba confuso, hizo seis titubeantes pasos, se abrazó con su Señor, que le decía algo que le sonaba lejano como si hablara a kilómetros de distancia. Otro titubeante paso más. Iba a reunirse con los “suyos” cuando de repente, oyó un grito:
    — ¡Draco, detente! Nosotros no te haremos nada, ellos en cuando puedan te matarán. —Hermione, despeinada y con varias quemaduras lo estaba gritando, reteniendo.
    —Lo siento, no puedo. —su voz insegura no decía lo que realmente pensaba.
    Dio otro paso.
    Y de pronto unos suaves brazos le envolvieron en una abrazada. Un susurro salió de la boca de la única chica que no estaba pendiente de él como las otras:
    —Quédate, Draco.
    Eso disparó los nervios de Belatrix Lestrange, la loca tía de Malfoy.
    —¡¡Serás sucia!! ¡Muérete ya asquerosa sangre sucia! ¡Abada Kedabra!
    Draco lo vio todo a cámara lenta:
    Ron no iba a llegar a tiempo, una resplandeciente luz verde se abalanzaba sobre ella. Iba a morir. Eso le desgarró el corazón. No lo iba a permitir, Ella no. Apartó a la chica con un empujón y se situó interponiéndola de ella y el rayo. Si ella moría, nada le iba a quedar.

    Hermione lo comprendió dos segundos después. Él había muerto por ella, salvándola, dirigiendo una última mirada, gris cómo la niebla y el uranio a ella, sólo a ella. Su última mirada llena de amor sólo iba hacia ella. Diciendo lo que nunca le había dicho.

    Una última mirada que decía Te Quiero.
     
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  2.  
    Okita

    Okita Adicto

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    NOOOO q_q

    Que angustia, muy muy lindo D: casi casi que me haces lagrimear. Definitivamente el último párrafo es mi favorito, ah y la frase final (que tendría que haber dicho te amo xD).
    Lo único que puedo criticar es que, la parte en que ella dice que había visto un chico muy mono llamado Ron Weasley quedo como muy colgada xD que ni pegaba con cola en ese flash back, y otra es que Hermione no estaba usando la falda escolar, estaba con jeans pero por lo demás me encanto.
     
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  3.  
    Hinata Sugastti

    Hinata Sugastti Guest

    Me super mega archi gusto sigue haci
    espero la conti....
     
  4.  
    Dann

    Dann Entusiasta

    Sagitario
    Miembro desde:
    4 Junio 2009
    Mensajes:
    167
    Pluma de
    Escritora
    Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh♥♥♥
    Que bonito! Sin duda alguna me encanta como escribes, y este en serio que me encanto, como le haces???
    El amor, ay Draco si le hubiera dicho antes...pero me gusto...y Hermione, definitivamente amor puro entre ellos.
    PD.Y Ron?? que habra sentido, Que paso despues?
    Sayo!
     
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