Pandora

Prólogo
La leyenda de Oceana

Es aquí donde un viejo senil se siente un poco decaído. Después de largos años vagando por las estrellas, buscando tesoros ocultos en los confines más insospechados, aquellos sitios donde ningún héroe valiente se adentraría sin poner en juego su vida. Yo es aquí donde me hallo, en una taberna donde pasaba incontables horas contando mis grandes hazañas a los niños que en su día se convertirían en valientes guerreros para buscar algo que ese señor de viejos ropajes les contaba. Viejo loco me decían. ¿Pero que de verdad tenían mis historias? Solo aquel que tenga plena confianza en mis historias haría frente a una búsqueda de un hallazgo, a eso que le llamo........Oceana.
Pero todos mis búsquedas eran inútiles, solo encontré documentos sobre un planeta llamado Oceana, una ciudad cosmopolita, llena de diversidad culturales y siendo uno de los planetas más bellos de todo el universo. Pero eso era solo una imagen de un mundo corrupto y de ansia de poder. Es ahí que muchos de mis viajes en búsqueda de un planeta que parece haber sido aniquilado de la existencia. ¿Realmente existe Oceana? O simplemente ese objeto al que llamo Pandora acabó completamente con ese bello lugar. No es justo para mi o para nadie adelantarme acontecimientos, ya que es aquí donde comienza mi búsqueda de un tesoro, la imagen de aquel planeta que la llamaban la maravilla de la creación.
Yo ya no puedo seguir con mi propósito, pero tu aún estas en una oportunidad de seguir mi búsqueda.

 

PRIMERA PARTE [La constelación Gauss]

Capítulo 1
Un viaje ajetreado

Mi nombre es Andy Steve, pero la gente simplemente me llama Andy. Mis viajes de mensajero galáctico, para la compañía TGE, es una de esas profesiones que a uno ni se le ocurriría trabajar. Ya que los viajes son bastante peligrosos y siempre tienes que estar al loro de que no hayan piratas espaciales que echen un pequeño vistazo a tu mercancía. Pero soy joven y necesito una buena remuneración para poder hacer lo que mas quiero, uno de esos cruceros espaciales que surcan un sin fin de estrellas.
La cosa no pudo ser mejor, mi jefe Dagnuss que era un hombre bastante serio y con muy malas babas, me encomendó un trabajo bastante fácil. O eso me decían, ya que al sitio donde tenía que ir estaba más cercano a otros lugares. Ya que desde nuestro amado planeta Haron II hasta nuestro satélite estaba a 2 horas con nuestra nave Tren v5, una nave básica de transporte de pequeñas mercancías, rápida y eficiente.

— ¡¡ANDY!! No seas bravucón y mantén los ojos bien abiertos.—Advirtió Dagnuss con cierta cara de preocupación​

—Siempre tiendes a tomarte los encargos sin la menor de las preocupaciones. ¿Has pensado alguna vez en tu futuro?​

Vaya, otra de sus famosas charlas sobre el destino, realmente no soportaba a mi jefe. Puede que muchas veces en los viajes que hacía no cuidará del todo bien mis objetivos, pero en un trayecto tan corto no habría problemas.

—¡No se preocupe señor! Nunca fallé en mis encargos, aunque tuviese un montón de complicaciones.—Dije, mientras salia orgulloso alzando el paquete por los aires.​

—Este patán, aunque indudablemente siempre cumple.—Pensaba Dagnuss mientras yo enfilaba hacia el garaje de TGE s.a​

El garaje de la empresa era toda una maravilla, estaba repleta de gente y murmullo. En todos los rincones habían habitáculos donde estaban los Tren v5 dispuestos a ponerse en marcha a los diferentes rincones del sistema. A mi me tocaba ir al habitáculo nº105.

—Hombre señor Steve. ¿no me digas que usaras esta máquina?—Me preguntaba Marco riéndose, un viejo amigo y compañero a la cual vivimos muchos buenos momentos juntos.​

—¿Por qué lo dices amigo?—Respondía intranquilo mientras habría el habitáculo—¡¡No es posible!!​

—Jajaja. Parece ser un encargo muy especial o es que Dagnuss ya no quiere poner ni un penique más a tu nave—Decía Marco.​

En el habitáculo estaba la típica nave standar Tren v1, una nave lenta y con un sistema de protección muy pobre. Todos conocían lo tacaño que era Dagnaruss en muchas ocasiones, pero no sabía que me pondría algo así en un trayecto tan corto. ¿En qué estaría pensando?
Sin mucho pensar y con un cabreo monumental, guarde el paquete en el almacén de mi pequeña, triste y vieja nave. Dispuesto a salir volando en un trayecto que en cambio de 2 horas pasarían a ser 4 intensas y desastrosas horas.

—!Bueno, es hora de ponerse a la acción¡—A pesar de los ánimos, lo decía sin mucha energía.​

La silla del conductor era bastante incómoda, como si el único propósito de esa silla fuese destrozar la espalda del piloto. La cabina era bastante pequeña y uno se podía percatar de que los botones del panel de control estaban hechos polvo.
Todo parecía tranquilo, ya había abandonado la atmósfera de Haron II y ya el resto de viaje era cuestión de aguantar el tipo. Esta vez evitaría parar en una de esas estaciones aéreas, donde sirve para descansar, comer, beber y llenar el depósito de combustible de la nave a punto. Aparte que Dagnaruss nunca le gusto que yo repostara en una estación por mi pasión por el conocimiento de nuevas bebidas. ¡Pero oye! Es difícil ignorar los nuevos sabores de los diferentes puntos de la galaxia.

​

—Bueno...—Intentaba salir de la posición que me había encasquillado a la silla—creo que ya veo el satélite.​

​

El satélite de Haron II, Luecia la llamamos, era uno de los satélites más grandes de nuestro sistema solar. Su tono gris era característico por ser un planeta rico en carbón.
Al momento escuché una alerta. Me sorprendió gratamente que esta nave contase con un radar que localizará naves merodeando por mis 10 km de perímetro. Parecía que esa nave estaba dispuesta a dar conmigo.

​

—¿Qué diablos?....—intentaba coger el mando de telecomunicación—...¡No puede ser!​

​

El sistema de telecomunicación de mi pequeña nave, como no, estaba para tirar a la basura. En estos momentos es cuando maldecía al condenado de mi jefe. Pero pensar en mi jefe ahora era lo último de mis precauciones. Sobretodo cuando recibí un golpe de un disparo y perdiese el control de mi nave.

 

PRIMERA PARTE [La constelación de Gauss]

Capítulo 2
El secreto de la carta

El fuerte golpe recibido hizo que mi nave cayera en picado bajo los efectos de la gravedad de Luecia. El impacto era inevitable y mientras yo estaba acojonado, las naves que me atacaron intentaban seguirme pero sin llegar a destruirme. Se me pasó por la cabeza que esos piratas espaciales querían mi mercancía.
Intenté por todos los medios quitarme el cinturón de seguridad, la cabina se había vuelto loca con mensajes de alerta y peligro. Los nervios se apoderaban de mi y solo en mi mente estaba en la de saltar de la Tren para no recibir un fuerte impacto. Pero antes que eso pasara, intenté lograr coger el paquete que se me había encomendado entregar en el satélite que me iba a estrellar.

—¡Mala suerte malditos piratas! Este viaje no tendréis ningún botín.—Me decía a mi mismo como si me escuchasen, burlándome de su gran fracaso.​

Parecía que el impacto iba a ser en menos de 5 minutos, debía tener prisa si no quisiera morir en ese momento. Estiré el brazo hasta el agujero que separaba la cabina del piloto hasta el almacén. Era bastante estrecho pero logré cogerlo. Y de ahí sin pensármelo 2 veces...miré al retrovisor y vi como 3 naves acercándose a la mía. ¿Qué hago? Si saltaba en ese momento posiblemente me viesen y acabasen conmigo rápidamente.
La nave estaba ya a unos 4 minutos de estrellarse, se me ocurrió una locura de abrir el paquete para ver que contenía y poder actuar en consecuencia. Intenté tranquilizarme y abrí rápidamente el paquete...

—¿Por qué siempre le meten un montón de papeles para envolver una triste carta?—Decía mientras sostenía una misteriosa carta.​

No tenía ni la menor idea de lo que se tratara, pero no creía que fuese un botín tan bueno. Se me pasó un montón de cosas por la cabeza. ¿Por qué me mandaron en una Tren v1 a un destino tan corto? ¿Se supondría que los mejores botines estarían en las naves con mejor protección? ¿Si así fuese por que me atacan? Millones de preguntas me surgían de la cabeza. Pero en ese momento no era para quedarse pensando y actuar.
Faltaba ya unos 2 minutos para un posible impacto y decidí abrir la carta. La carta no parecía contar con un gran texto, que digamos...

«En un remoto mundo de islas flotantes, se encuentra Lumiere. El nido donde se guarda el arma definitiva de Pandora» Arthus Mon III​

¿Como? ¿Una arma definitiva? Es la primera vez que escuchaba algo sobre una islas flotantes y sobre una tal Lumiere. Decidí quemar la carta con un encendedor que tenía encima y que ese secreto que pudiese que buscasen los otros estuviesen dentro de mi cabeza.
Ya solo faltaba 1 minuto, veía como la tierra grisácea se abalanzaba sobre mi. Cuando ya vi que mis perseguidores frenaban la marcha decidí abrir la cabina y saltar con el paracaídas de seguridad.
La cabina rápidamente me dejó atrás y a poco llegó a chocarse fuertemente con la tierra, estábamos en un desierto gris y oscuro. Parecía un mar de cenizas. Yo por suerte, también caí bastante bien, salí bastante bien parado del choque de mi cuerpo en ese mar gris. Pero ese ahora no era de mis mayores preocupaciones. Los piratas estaban encima mía.
Intenté quitarme el paracaídas lo más rápido posible para poder intentar escapar de ellos. Pero los enemigos fácilmente lograron rodearme. Parecía que no tenía escapatoria.

—¡Maldito Dagnuss! Esta se la devuelvo.—La verdad es que no tenía ganas de devolver nada, simplemente de estar en mi casa viendo el último partido de los Hakers.​

Un fuerte viento ocasionado por el levantamiento de la arena gris con los reactores, azotaba mi cara que apenas podía abrir mis ojos para ver que es lo que tenía enfrente. Solo escuché como iban poco a poco asentándose en la tierra.
De ahí vi abrirse varias compuertas, eran solo las 3 naves que había visto dese mi retrovisor. Fui rodeado y franqueado por un grupo de 9 personas bien armadas. 1 de ellos se acercó a mi, era un hombre alto como de 2 metros y una larga cicatriz que le iba de oreja a oreja.

—Buenas muchachito, no te preocupes. Solo cogeremos aquello que nos pertenece.—Me dijo ese tipo con una cara sonriente pero de pocos amigos. De repente se giró para decirle algo a uno de sus compañeros—Jinn, vete a la nave a buscar el paquete x. ¡¡CORRE!!​

La verdad es que el cambió de tono me chocó un poco. Ya con lo poco que escuché ya me imaginé el tipo de loco al que me enfrentaba.

—No encontraréis nada...El paquete solo... contenía una carta y... fue destruida.—Mi voz se trababa por la desesperación de lo que podría ocurrir.​

En ese momento el señor de la cicatriz volteó su cabeza lentamente. Parecía que iba a empezar a soltar mucho veneno por su boca.

—Como...¿Dices?—Me pregunto y su cara reflejaba cierta ira contenida. Pero su color de cara reflejaba un mosqueo bastante grande.—¿Y quién demonios lo destruyo?​

—Yo...yo...sé que tenía escrito. Sin querer al salir de la cabina salió volando y se quemó con los reactores.—Intentaba por todos los medios que no acabasen conmigo.​

—Jajajaja, tienes unos huevos bien puesto.—Me recriminaba mientras apretaba los dientes.—Ahora me dirás que es lo que tenía la carta y te juro que seré compasivo contigo....​

 

PRIMERA PARTE [Constelación de Gauss]

Capítulo 3
El cebo

Sabía que mi nerviosismo actuaría en mi contra por lo que decidí seguir mi juego.

—La carta ponía un mensaje, pero no contenía nada que fuese detallado como para sacar una conclusión.—lo decía como si estuviese poniéndole una escusa—Decía algo relacionado con unas islas flotantes, un sitio llamado Lumiere...y sobre un objeto muy peligroso.

En mi vida había sudado tanto como lo estaba haciendo. La verdad es que apreciaba mucho mi vida y tenía aún muchos deseos que cumplir, aunque muchos puedan decir que pecaba de cobardía.
Pero gracias a un milagro salido del cielo parece que uno de los hombres de eso bestiajo que me estaba interrogando, le advirtió de algo que con ello pensaba que me dejarían de lado.

—Señor, parece que la milicia está aproximándose.—advirtió uno de sus hombres.
—Bueno muchachito, parece que te salvaste el culo y tengas un viaje gratis a nuestro dulce hogar.—me soltó el que parecía que cortaba el bacalao.

De repente se abalanzó sobre mi golpeándome en la cabeza con su arma dejándome inconsciente. Para llevarme a no sé sabe donde.
Cuando logré despertarme, con un fuerte dolor de cabeza logré admirar el maravilloso paisaje que me rodeaba. Parecía que estaba encerrado en una habitación oscura, tumbado en una cama sin sábanas, unas barras que daban a un pasillo lleno de celdas y con un olor a humedad bastante desagradable. Pero no estaba solo en esa habitación, un chico joven con el pelo de punta, nariz puntiaguda y unos ojos como si de una serpiente se tratase. ¿Era humano? Me preguntaba, ya que su rostro parecía contener escamas y un toque algo anaranjado.

—Ya has despertado sujeto 111. Me puedes llamar Vi.—estaba haciendo esfuerzos para poder entenderlo—¿Como te llamas joven?
—¿Q...quién diablos eres?—le preguntaba mientras me recomponía, a pesar de que las esposas me dificultaban el movimiento.
—Ya te lo dije. ¿Como te llamas joven?—parecía que ese Vi se iba de listo. Pero no sabía ni que hacer, nada más que responderle.
—Mi nombre es Andy Steve—lo dije con contundencia.
—¿Edad?—parecía que Vi estaba dispuesto a interrogarme.
—23 años—respondí.
—Veamos, estás en las celdas de Promotheus. Ahora serás llevado junto a los Escriptas donde serás interrogado. No te preocupes, no te pasará nada si colaboras con nosotros.—a pesar de su raro aspecto, me transmitió mucha más confianza que mi propio jefe...Bueno, eso no era difícil.

Vi se levanto y se acercó a mi cogiéndome del brazo y ayudándome a levantar. Después de ello me dirigió en un incesante camino de pasillos de esa tal nave Promotheus, con todo lo que anduvimos parecía que era una nave bastante enorme. Después de muchos minutos andando me llego a una habitación con mucha luz. Era sorprendente por que todo el camino estaba oscuro, negro y húmedo. Tal vez era una habitación para recibir gente importante. Al menos eso es lo que yo quería que fuese.
Vi me ayudó a sentarme en uno de los dos asientos. Estaba claro que me iban a interrogar. Vi mas ayudarme a sentarme salió de la habitación sin decir ninguna palabra.
Tras pasar un poco de tiempo un hombre de gran edad entró en la habitación. Se sentó en uno de los asientos y parecía que me estaba desafiando con su mirada. Era un hombre de alta edad, corpulento, con una gran barba y calvorota. Iba vestido como si un monje se tratase. De ahí empezó a hablarme.

—Andy ¿Verdad? Te preguntarás que será de tu destino, cual es tu propósito ahora mismo. Te voy a decir que esa carta no solo era de utilidad el mensaje. ¿De que nos serviría un mensaje si no podemos lograr donde se ubica ese lugar? Antes que nada, mi nombre es Julius, jefe de los Escritas del Promotheus. Sentimos el trato que has tenido por parte de nuestros bravos guerreros. Ciertamente es, que tu utilidad aquí es nula en cuestión a lo que nos puedes decir. ¿Sabes a lo que quiero llegar?—ese tal Julius me decía un montón de palabras a las cuales no sabía a lo que quería llegar.
—Si no os sirvo de ayuda. ¿Para qué me queréis?—intentaba pedir una explicación.
—¿Sabes como pudimos localizarte? Solo faltaba que pusierais una pancarta encima de la nave diciéndonos que conteníais el paquete. ¿Sabes cual es mi tesis?—estaba bastante curioso con lo que me quería decir.
—¿Qué cosa señor Julius?—pregunté con la mayor de las curiosidades.
—¡Qué tu solo fuiste un cebo! Realmente ese no era el paquete que contenía la carta verdadera, era un réplica. Pensarían que habíamos picado y así fue. La carta aún está con vida en Luecia. Ahora dime. ¿Por qué te dejarían como cebo?—realmente no sabía ni que decir...
—No soy el mensajero favorito de Dagnuss...pero no creo que me hiciese esto.—aún no sabía que pensar. ¿Por qué? ¿Tal vez esa cara de preocupación es porque pensaba que me pasaría algo malo?
—Entiendo. Sería ilógico dejarte escapar con vida, sería bastante raro. Pero ya que tus seres cercanos te han puesto en la boca del lobo. Supongo que la carta ya está en Luecia, te dejaremos otra vez allí y consigas dicha carta.—parece que Julius estaba majara al pensar que yo haría una cosa así. ¿Infiltrarme quería?
—Pero...sería muy sospechoso que me encontrasen vivo, tu mismo lo dijiste.—repliqué
—¿Y quién dijo que irías sin ninguna herida?—de repente veo que Julius saca una especie de...¡Pistola!
...........se oye un disparo.......
—Vi—dijo Julius gritando
—Si señor Julius—replicó Julius
—Manda al chaval en una cápsula de salvamiento a la zona oculta de Narubi. Ponle esto dentro de la cabeza.—dijo Julius.
—Comprendo...esperemos que salga bien.—afirmó Vi.