Fantasma de Amor.

Nuevo original que estoy escribiendo, ¡espero que lo disfruten! =)

Fantasma de Amor​

Capítulo 1​

Yo siempre he sido de aquel tipo de persona que piensa que donde has pasado la mayor parte de tu vida es donde perteneces; todos tus recuerdos se encuentran en aquella ciudad, todas las personas con las que conviviste, todos tus sueños, tus lugares importantes…

No me gusta cambiar de casa. No me gusta cambiar de escuela. No me gusta cambiar de ciudad. Y ahora, odio tener que ir a la casa de papá. Una casa que nunca en mi vida he visto, en una ciudad en la cual jamás he estado, con una madrastra a la cual solo conozco por fotos. Es como si el mundo al cual estoy acostumbrada desapareciera, dejándome en un mundo desconocido y aterrador.

Hasta hace apenas unas cuantas horas, me encontraba en casa. En mí verdadero hogar. Mamá y papá se divorciaron hace cinco años cuando yo tenía doce. Al principio fue un gran golpe, pero lo superé rápido. Era mejor que estuvieran separados a que estuvieran peleando cada vez que se veían, así que, digamos que no fue gran problema. Se hicieron los trámites y se decidió que me quedaría con mamá, y a papá se le tenía permitido visitarnos cuando quisiera.

Todo era simplemente perfecto. Cuando papá ya no estaba por los alrededores, mamá y yo nos llevábamos perfectamente. Teníamos una actividad Madre e Hija programada cada día. Era un hogar tan…cálido, que nunca, nunca en mis diecisiete años de vida, se me había ocurrido que mamá podría llegar a conocer a su verdadera media naranja. Hasta que el temible día llegó cuando Alfred Montgomery, el famosísimo actor de la serie You and Me, conoció a mamá cuando la invitaron a un episodio.

A partir de ahí mi mundo comenzó a desmoronarse.

Su noviazgo duró dos meses, no más, no menos. Mamá llegaba siempre feliz, con ojos felizmente soñadores, con sonrisas que nunca antes había visto. Los días Mamá e Hija se cancelaron. Las horas que nos veíamos eran cada vez menos. Y luego un día, mamá llegó a casa, subió corriendo las escaleras (tengo que agregar que ella nunca lo hace, cree que es muy peligroso), y abrió de un solo portazo la puerta de mi recámara.

—¡Carrie! —Canturreó mamá cuando estuvo frente a mí—. ¡Alfred me propuso matrimonio! ¡Nos casamos!

Ese día recuerdo que no dormí nada y los días que siguieron parecía una zombi. La vida que estaba acostumbrada a llevar ya no sería la misma.

La boda fue después de dos semanas, decir que todas las cadenas de periódico y televisión se encontraban ahí, no sería mucho decir. Alfred Montgomery se casaba con la actriz Allison Glass. Decían que eran la pareja del año, que nunca antes habían visto tanto amor entre una pareja, que ese amor perduraría para siempre.

Una semana tuve para despedirme de todos, para visitar los lugares que me traían buenos recuerdos, y por supuesto, una semana para empacar mis cosas. Alfred y mi madre decidieron darse dos meses de vacaciones para así disfrutar por completo su luna de miel. Con las pocas veces que platiqué con mamá, puedo decir que tienen planeado viajar por todo el mundo, o bueno, por lo menos tratar.

Mamá negó mi idea de quedarme yo sola en casa. Así que ella, sin mi consentimiento, realizó todos los trámites necesarios para ir a vivir temporalmente a casa de papá. ¡Oh!, también se me olvidó agregar que mamá cree que tengo algún tipo de daño cerebral. Lo sé, totalmente mí culpa. Desde que tengo memoria siempre he visto fantasmas, cuando aún era pequeña, pensaba que no eran más que personas. Con el paso del tiempo, me di cuenta que no eran personas, eran algo sobrenatural y genial.

Así que, unas semanas antes de la boda, decidí contarle a mamá mi gran secreto. Solo que no ocurrió como esperaba. Mamá enloqueció, llamó a varias psicólogas, y me dijo que no me preocupara, que no era más que alguna idea fantasiosa que había creado mi cabeza, hasta que llegó a la conclusión de que podría tener algún daño cerebral. Dato que mamá agregó a la lista de no dejarme vivir sola.

Y aquí estoy, sentada en un avión, a la espera de que aterrice en la pequeña ciudad donde vive papá. En aquella ciudad donde tendré que comenzar de cero, donde no conozco nada.

Pegué mi frente sobre la ventanilla y observé. Las nubes obstruían por completo mi visón del panorama, solo pude observar una que otra parte verde con pequeñas casa en ella. Suspiré con frustración y giré en mi asiento para observar a las personas que se encontraban cerca. Dos asientos frente se encontraba un señor gordo comiendo una hamburguesa triple porción, desvié la mirada hacia el siguiente asiento donde había un joven escribiendo continuamente sobre su celular. Suspiré con frustración y deje caer mi cabeza sobre el respaldo.

—Hey, ¿eres Carrie, verdad?

Giré la cabeza para ver a un pequeño niño de doce años sentado en el asiento vacío que había junto a mí. Lo observé con curiosidad, era la primera persona normal que veía durante mucho tiempo. Su cabello pelirrojo caía sobre sus ojos, haciéndolo parpadear cada que algún cabello caía exactamente en sus ojos. Sonreí al ver las curiosas pecas que recorrían la mayor parte de sus pómulos, haciéndolo ver inocente.

—Sí, soy yo —respondí aun sonriendo—. ¿Por qué? No espera, más importante, ¿cómo es que sabes mí nombre?

El pequeño pelirrojo con hermosas pecas, ignoró mis preguntas.

—Al parecer era verdad, cuando Nash me lo contó no lo creí por completo. Pero ahora que te veo en persona —sonrió lentamente hasta convertirse en una enorme sonrisa—, ¡estoy más que feliz!

Parpadeé. —Hey, hey, calma pequeño que no entiendo nada. ¿Cómo conoces mí nombre? ¿Quién es Nash? ¿Qué es lo que te tiene tan contento?

Rió. —¡Pues, tú!

—Yo —repetí lentamente. —Muy bien, definitivamente no entiendo nada de nada. Así que me explicas o me explicas, tú decide.

Una de las azafatas caminó por el pasillo hasta llegar a mi asiento. Me observó por un momento y después con delicadeza dijo:

—¿Se le ofrece algo, señorita?

—No, gracias. En realidad solo estaba hablando con este niño —lo señalé con la mirada y luego regresé de nuevo mi atención a la azafata. Observaba aún el asiento del niño, parpadeó varias veces y de nuevo me observó intensamente.

—¿Se encuentra bien? ¿Necesita algún tipo de medicina? Ya vuelvo, en lo que regreso le recomiendo descansar, lo vuelos largos tiende a crear alucinaciones en algunos pasajeros —antes de irse observó de nuevo el asiento, negó con la cabeza y se encaminó a la cabina.

—¿Alucinaciones? ¿Cómo este niño puede ser una alucinación de mi cabeza? —dije con desconcierto.

Observé al niño de nuevo. Me observaba con extrema diversión, su sonrisa era enorme, y sus pecas parecían haberse juntado completamente. Yo lo veía como un niño normal y corriente.

Me giré en el asiento para observar a la señora que se encontraba tras de mí.

—Disculpe, ¿puede ver a este niño? —pregunté jalando al niño para que se pusiera de pie.

La señora despegó perezosamente su vista de la revista y observó hacia el lugar donde apuntaba. Después de un momento regresó de nuevo su atención a la revista.

—Niña, no estoy de humor para tus bromitas, eh —respondió la señora acomodándose en su asiento.

Regresé lentamente a mi postura normal y deje que el niño también se sentara. Si sólo yo lo veía, y parecía un niño normal, sólo había una explicación. Suspiré cansadamente y cerré los ojos.

—Así que, eres un fantasma —dije tranquilamente.

—¡Pensé que te tomaría más tiempo deducirlo! —Lanzó una carcajada alegre—. Nash me dijo que tú eras una de las pocas que podía vernos, y como no le creí, me hizo venir a buscarte. ¡Sigo sin poder creérmelo! Es la primera vez que conozco a una persona que puede verme.

—Oh —respondí sin ánimos—, ¿y quieres algo en especial? ¿Quieres que le de algún mensaje a tus padres? ¿Algún lugar que quieras visitar? Porque si es así tendrás que esperar hasta el día de mañana, hoy es mi día libre. Lo siento, chico.

—En realidad, Nash me mandó a que te vigilara. Quiere que me asegure de que no vayas a ir a algún otro lugar.

Abrí los ojos.

—A este tipo, Nash, lo mencionas mucho. ¿Quién es? —pregunté. El chico observó más haya sobre mi hombro y sonrió aun más.

—Nos veremos después —y desapareció.

Parpadeé varias veces. —¡Oye!

—¿Señorita? —Giré para quedar frente a la azafata—. De verdad, su salud me preocupa mucho. Tome estas pastillas, le provocaran sueño, pero ya no tendrá más alucinaciones. Espero que se recupere pronto —me entregó dos pastillas y un vaso de agua. Ella se giró y continuó su camino por el pasillo.

Tiré las pastillas y tomé un sorbo de agua.

Definitivamente, mi vida apesta.