Street Dance!

Capítulo 1:​

Primeros días​

―Dame el dinero de tu almuerzo si quieres conservar tu poca hombría, “Justin Bebé” ―Dictó una intensa y frívola voz justo antes de empujar el endeble cuerpo del nuevo estudiante contra un casillero en medio del vacío y eterno pasillo de la escuela. Al tiempo en que la espalda del muchacho impactaba contra un casillero de lata; e increíblemente con la misma delicadeza que pone un artista al dibujar una obra de arte, el matón desenfundó una fina cortapluma y la puso sobre los genitales del horrorizado chico.
La temblorosa mano del silente muchacho asaltado entró en uno de sus bolsillos y salió con dos dólares para entregarlos al abusón.
―Dame también el del autobús, escoria ―Pidió con una malévola mirada el asaltante mientras apretaba más su cortapluma contra las partes nobles del muchacho.

Tras obtener de premio unos cuatro dólares, y como si nada hubiese pasado, e increíblemente al unísono con el toque de timbre para el recreo de las diez de la mañana, el moreno asaltante dejó libre a su presa y se mezcló entre la multitud que salía de los salones mientras se le oía decir con su sarcástica voz y entre risas:
―Gracias chico lindo, mañana procura traer dos dólares de más, hace tiempo que tengo ganas de comer pizza ―.
El joven recién atacado se quedó parado en el mismo lugar, frío y aterrorizado aún, sin poder reaccionar.
―Al menos me quedo tranquilo sabiendo que sí tendré hijos ―Pensó el chico mientras seguía su camino aun temblando por el susto, cabizbajo rumbo a su primera clase de Matemáticas en la secundaria, pensando que ya se había perdido la clase de Historia en la mañana.

―Llegas tarde, Clawson. ¡No permitiré que un chico nuevo llegue a revolucionar a mis estudiantes con sus actitudes de llegar atrasado al salón y entrar sin pedir permiso, que rebelde, agradece que es día lunes y ando de buenas… Ve y siéntate de una vez! ―Gritó totalmente enfurecido el profesor que se encontraba en el salón en el cuál ingresó atrasado el joven que fue asaltado.

Mientras el chico, aun tembloroso por lo ocurrido en el pasillo, cabizbajo se dirigía al final del salón para sentarse, fue interrumpido por un fuerte y ensordecedor grito…
―¡Clawson! Qué diablos te has imaginado, ven aquí adelante y preséntate ante todos… Chiquillo pueblerino… Por si no lo sabías, soy el profesor jefe del curso, John Morgan, Marino retirado, ahora ven y muestra algo de respeto ―El chico, tras dar un pequeño salto del susto, volvió al frente de la clase para presentarse, aún más nervioso.
―Bueno, yo… Pensé que había dicho que fuera a sentarme, señor…― Dijo en voz baja el peli rubio frente al profesor. ―Silencio mocoso, estoy muy viejo para pasar malos ratos, preséntate ante la clase, ya todos lo hicimos antes de que llegases tarde, así que es tu turno.― concluyó el anciano profesor antes de sentarse frente a su escritorio y comer una de las muchas manzanas sobre su mesa.
―Bueno yo… ―Dijo el chico antes de ser interrumpido por el obvio payaso de la clase; ―Bueno yo… ¡Soy gay! Ya lo sospechábamos, nuevo, con esa pinta...― El salón entero se echó a reír, incluyendo al profesor.
―Ya, déjenlo continuar que debemos seguir la clase. ―Interrumpió entre risas el profesor Morgan.

―Soy James Clawson, nuevo, vengo de Inglaterra, y espero llegar a hacer amigos…― Dijo James casi al tiempo en que volvía rápidamente a su asiento al final del salón, donde apenas llega el sol de las ventanas.

―Oye James… ¿Quieres hacer amigos? Ya quisieras… Con ese peinado a lo Justin Bieber nos espantas… No te ofendas, pero creo que ese chico es gay ―Dijo uno de los compañeros al momento que James pasaba por su lado para llegar a su puesto.

Así pasó toda la mañana para James… Una completa indiferencia por parte de sus compañeros de clase, y una aterrorizadora intranquilidad para el mismo James, quien difícilmente podría olvidar lo pasado en el pasillo, temía que en cualquier momento pudiera repetirse, sobre todo al recordar las palabras de aquel obeso tipo negro que lo asaltó, diciendo que mañana iría tras él por más dinero.
Lo que menos comprendía, es cómo ese tipo de cosas pueden llegar a pasar en una escuela, pero por lo que se veía, habían varias pandillas en la secundaria, sobre todo formadas por matones de cuarto grado, se podía ver en los pasillos la intranquilidad de todos los estudiantes, al parecer, no sería ninguna novedad que lo hubiesen asaltado no solo a él.

Por suerte, ese día lunes, por ser el primer día de clases, todo el colegio salió de clases a la hora de almuerzo, y pudo evitar toparse con cualquier amenaza en los comedores, pero para su desgracia, mañana sería otro día…

Al siguiente día, las esperanzas de James de que no sucediera lo mismo, se derrumbaron al darse cuenta de que al llegar al colegio, el mismo matón, esta vez estaba en la entrada principal junto a otro par de chicos de piel morena, le quitaban el dinero a todo aquel que entrara.
―Vaya, vaya. Si es el chico Bieber… Dime chico, ¿Has traído lo que te encargué verdad?, tengo unas ganas terribles de comer pizza, y el dinero que he recolectado hasta ahora lo estoy juntando par mi coche ―.
Sin decir palabra alguna, y con el mismo temor de la vez anterior, James sacó todo el dinero de sus bolsillos y lo entregó.

El resto del día volvió a pasar de igual modo, hasta la hora de almuerzo.
Sin dinero para comprar el alimento, y sin un lugar seguro a dónde ir en la escuela, James entro al comedor, y se sentó cerca de unas chicas, sin comida y solo.

―Oye, chico blanco, ¿Qué te pasa, eres demasiado británico como para dirigirle la palabra a una negra?― Dijo en cierto tono sarcástico una de las chicas que estaba cerca suyo.
―No… No es eso…― Respondió James sin agregar más que decir.
En su interior no quería que nadie, ni si quiera sus padres, que desde ayer en adelante empezó a ser extorsionado por el matón del colegio, pensaba que entre más gente lo supiera, más se alejarían de él, y lo pisotearían por ser débil.
―Interesante… Para ser británico eres muy callado ―Decía la extrovertida chica mientras miraba a otro lado, como despreciando precisamente a James que volteó hacia su derecha, avergonzado ante las risas burlonas de las chicas sentadas a su lado.

―Dime… ¿Cómo sabes mi nombre ―Preguntó muy atentamente James mientras recuperaba su pálido color de piel tras haberse avergonzado.
―O sea… Hello, estoy en tu misma clase genio, tal parece que ese peinado te afecta…― respondió la chica burlándose de nuevo de James, animada por las sarcásticas risas burlonas de sus amigas.
―Por cierto, dime Bayi, no es muy elegante, pero me encanta cuando algún imbécil lo pronuncia mal… Me da motivos para golpearlo justo en las partes bajas…― Decía nuevamente mostrando una risa irónica la morena estudiante.
―Vaya… parece que nosotras molestamos… Nos vemos en el patio Bayi…― Dijeron al unísono las amigas que estaban al lado de Bayi antes de retirarse riendo de la mesa, para salir a un paso presuroso del comedor.
―Me la pagarán…― Murmuró en voz baja Bayi antes de mirar a James nuevamente. ―Ya, en serio, ¿Te olvidaste que debías almorzar hoy? Si es así, tu cara demuestra lo contrario… A ver… Déjame adivinar… ¿Los perros negros te quitaron el dinero?― Un tanto avergonzado, James solo asintió con la cabeza y se quedó mirando sus pies en el piso, como esperando que Bayi se riera de él por su incompetencia, o que al menos le digiera lo tonto que fue al no defenderse, pero solo atinó a sorprenderse al oírla… ―Ten, toma mi charola, debo ir al patio a fumar, o no podré aguantar el resto del día sin infectar mis pulmones… Disfruta a tus hermanas, cara de papa― Proclamó Bayi al pasarle el puré de papa con albondigón, antes de salir casi corriendo del comedor al igual que sus amigas, para desaparecer en la inmensidad del pasillo que daba directo al patio.

El segundo día de clases fue una sorpresa para James, conoció a Bayi, que parecía ser una chica ruda y poco sociable, pero le regaló su almuerzo… No se sabría si por caridad o por lástima, pero Lo importante es que ese día James no pasó hambre… Aun así, en su casa ya sus padres estaban un tanto expectantes, james ya había gastado cerca de diez dólares en dos días, para en secreto, complacer a su asaltante.

Al siguiente día, luego de pasar por el mismo “requisito” de entregar todo el dinero al portero, las cosas se normalizaron un poco más en la escuela.
James se empezó a percatar de que la biblioteca, los comedores y la sala de danza eran los únicos lugares a los que los abusones no llegaban por alguna razón. De pronto, interrumpiendo la tranquila meditación del muchacho en la biblioteca apareció un chico del que escuchó hablar a sus compañeras durante una clase de Lenguaje. Se trataba de Robert Duff, el presidente de la clase, elegido por el profesor Morgan. Al parecer era el chico más listo del curso, además de ser, según las chicas el más sexy del colegio a penas con 15 años de edad.
―Hola, James. El profesor Morgan me mandó buscarte, parece que debías inscribirte en los talleres… Si no lo haces reprobarás… Mejor ve a ver ―.

Dicho y hecho, James corrió al salón de los profesores para ver que sucedía.
―Hola, profesor Morgan… Lo siento, no tenía idea lo de los talleres… Mis padres llegan tarde del trabajo y no hemos podido hablar bien de la escuela… Yo, me inscribiré mañana a primera hora, lo prometo ―. Dijo James aun recuperando el aliento después de casi haber literalmente volado al salón de profesores.
―Lo siento Clawson, pero debías saber que las inscripciones a los talleres eran a primera hora… Pero del día lunes, ¿No me digas que no viste a todos los alumnos en el pasillo ese día, luchando para tomar un cupo en los mejores talleres y evitar estar en uno por obligación como tú deberás hacerlo? Ahora simplemente deberás elegir… Baile o gimnasia artística, los dos únicos talleres que tienen cupos… Pero descuida, en ambas serás el único hombre, así no deberás preocuparte porque te molesten, si es que es eso lo que te acompleja… ―
Después de haber dictado su breve discurso, el profesor Morgan sacó del escritorio dos listas, ambas con escasos nombres, alrededor de diez. Una correspondía a la lista de inscritos para gimnasia, y la otra a baile… Las dos clases menos populares ante el chico nuevo de la escuela… Una total encrucijada ante dos caminos que de igual forma llegaban a un mismo destino… El desastre para la baja popularidad de James.
El chico, cabizbajo, y sin reacción alguna, alerto al director de su indecisión, y quiso soltar unas palabras…
―Lo siento hijo, pero así son las cosas… Sé que estos talleres no son muy populares, pero si no te inscribes tendré que reprobarte el primer semestre, y a ninguno de los dos le gustaría eso… Si aceptas el consejo de un veterano… Te recomiendo Baile… Las chicas aman a los hombres que se menean bien, además, este año la secundaria participará en un torneo de Ballet en Las Vegas, tendrías oportunidad de viajar… Pero sobre todo… Estarás rodeado de chicas guapas… ― Terminó diciendo el anciano profesor antes de sacar un pañuelo usado de su chaleco y limpiarse la frente.
―Bueno yo… Nunca he sido bueno en gimnasia, de hecho tengo una lesión en el hombro… Así que, creo que me meteré en Baile… No tengo de otra… ―Terminó de decir James justo antes de tomar un lápiz cedido por el profesor y poner su nombre en la lista.

Al siguiente día, después de lo que se transformaría en costumbre al llegar al colegio, “regalar” el dinero del almuerzo, se podía ver a James más desanimado de lo habitual… El inscribirse en el taller de danza le había derrumbado todas sus expectativas con respecto a tratar de ser popular, e incluso lo hacía preguntarse qué pasaría si lo viese un matón cuando estuviese bailando con traje apretado entre todas las mujeres… Sin duda, las cosas se tornaban muy negras, y eso que el año escolar estaba recién empezando.
―Oye… Chico Justin… Supongo que ya tienes pareja para el informe de lo que hicimos en las vacaciones… Solo quiero preguntarte si harías el mío por cinco dólares… Ya sabes… Soy demasiado sofisticada para hacer esas cosas… ―. Dijo una nueva cara frente a James, justo en frente a su casillero… Una chica de su misma estatura, cabello azabache, y ojos verdes, similares a los de James.
El joven Clawson no pudo evitar sonrojarse, la chica parecía tan adorable y tierna, pero la propuesta que le dio a James le hizo reforzar el dicho de que “las apariencias engañan”.
Por una parte, pensó James, que sería una gran oportunidad para acercarse a la chica, y además, ese dinero le sería muy útil, pues sus padres ya sospechaban que algo pasaba, después de todo, quince dólares no se gastan así nada más en cuatro días.
―Bien, como no respondes, lo tomaré por un sí. Estaré sentada a tu lado en las clases de Física, pero no te lo tomes en serio, solo quiero decirte como quiero que quede el trabajo… Nos vemos Bieber, a, por cierto, soy Anna Stevens, no vayas a escribir mi nombre con color rosa porque te mato―.

Durante todo el día, James estuvo muy atento de Anna… Podría ser que la chica rebelde de pelo azabache hubiese conquistado su corazón a la primera mirada. De ser así, de seguro dedicaría el fin de semana entero a hacer el trabajo de la chica en vez del de él, y sin cobrarle los cinco dólares para parecer caballero.
Al terminar la jornada, cerca de las cuatro de la tarde, un gran tumulto de gente se acopló en la salida del colegio, tras acercarse a ver qué pasaba, James quedó perplejo… Un chico de catorce años fue asesinado por un integrante de “Los perros negros”, la misma pandilla que le quitaba el dinero a James todos los días.
Al parecer fue asesinado por no darle dinero a los matones, y su cuerpo fue escondido en algún lugar de la escuela, lo único que veían los estudiantes amontonados, era un poco de sangre en el piso, y otros integrantes de la pandilla tratando de limpiar con sus mismas camisas para que nadie se enterase, ya que por obvias razones, ninguna estudiante diría nada.

El viernes en la mañana, en Olathe Northwest High School, había volantes pegados por todas partes… Por lo que se alcanzaba a leer, la familia del niño muerto, creía que su hijo había desaparecido en una excursión con sus amigos… Lamentablemente no era así, el chico estaba muerto, y su cuerpo quizás descuartizado… No se había dado cuenta los primeros días pero ahora que llevaba cerca de dos semanas en Kansas, James se fijó en el lugar en que estaba… Una escuela manejada por pandilleros, un barrio en el cual no se puede dormir por las balaceras… Al parecer la vida en Norte América sería más difícil de lo que se pensaba…

―Atención por favor, se llama a las siguientes señoritas integrantes del club de danza para una entrevista; Anna Stevens, Lea Morrison, Mary Jackson y James Clawson, presentarse en la oficina del director Brown ―. Se escuchó decir por los altoparlantes, y James, al escuchar su nombre, aceleró el pasó, y tratando de cubrir su rostro con sus libros, pasó entre la multitud que se burlaba al oír solo a un hombre entre todas las féminas.

―Atención chicas… Y chico presente… Les mandé a llamar porque quiero preguntarles algo… Se trata sobre el profesor de danza. Se han postulado dos para el puesto y pues, como yo no sé mucho sobre el tema, les pediré su opinión, díganme, ¿Les gustaría un profesor o una profesora? ―. Las chicas, casi instantáneamente gritaron que querían un profesor, James no podría haber estado más incómodo. Para rematar su mala suerte, ni si quiera tendría el gusto de aprender a bailar por una mujer, el que el profesor de danza fuese hombre lo hacía sentirse menos a gusto de lo que estaba antes.
Más tarde en el pasillo, James se dirigía a la biblioteca a protegerse de los peligros de la escuela como lo había hecho por cuatro días, y mientras pasaba, todo aquel que lo miraba no podía evitar reírse en su cara o tocarle el trasero… James solo se imaginaba lo peor, y al acercarse a su casillero para sacar un libro, encontró una foto pegada en su puerta. La foto de una bailarina de ballet con la cabeza recortada, y en vez del dulce rostro de la niña, se encontraba la cabeza de una foto de James, más abajo un escrito con lápiz labial: “Estas muerta señorita”.

Fin​

 

Capítulo 2:​

Propuestas​

Después de duras dos semanas asistiendo a la secundaria de Olathe, las expectativas de encajar en el nuevo ambiente por parte de James fueron descendiendo al punto de llegar a pensar que debería sufrir el mismo tormento todos los días de su vida, incluso pasó por su mente el contarle todo a sus padres para hallar respuesta. Quizás sería la solución a sus problemas… O podría empeorarlos… La decisión fue dejar las cosas como estaban y ver qué pasaba más adelante…

Mientras temprano en la mañana se dirigía a la secundaria, vio a la salida de su casa entre la espesa niebla del invierno, un grupo de al menos cinco chicos, casi de su misma edad, formando un grupo en círculo, cerca de él.
En las casi cuatro semanas que llevaba viviendo en Kansas City, había aprendido algo valioso… A parte de la regla de oro de no traer dinero ni joyas en los bolsillos, no fiarse de chicos en la calle, ni menos cuando anduvieran en grupo… Eran indicios de problemas…
―¿Qué tanto miras pelo de alfombra? ―. Uno de los chicos del grupo se percató de que James estaba un tanto intrigado observándoles mientras pasaban por su lado, y le hizo la pregunta acercándosele, moviendo su cuerpo como tratando de espantarlo.
―Nada, solo quería preguntar la hora, es que parece que voy un tanto atrasado a la escuela ―respondió James con el conocimiento de que cualquier otra mentira les hubiese hecho sospechar o reaccionar de alguna manera inadecuada.
―¿Qué te crees que somos? No te diremos la hora enclenque. ―respondió otro de los vándalos que se acercó a James.
―Oigan, miren la muñeca del chico, ¿creen que podamos sacarle un buen precio? ―Dijo otro integrante del grupo a lo lejos, apuntando a la muñeca de James, la cual tenía un reloj de plata, regalo de su abuelo.
Se había olvidado que llevaba su reloj puesto, incluso al preguntarle la hora a los sujetos. Dos ideas pasaron por su mente en ese momento, correr, o dejarse robar; sus ideas pasaron muy rápido, pero su cuerpo no obedeció ninguna. Cuando cuatro de los vándalos estaban sobre él, el quinto, lejos del desorden alzó la voz, al parecer era el líder de la pandilla. ―¡Alto! Quítense tontos ―. Increíblemente, y ante la sorpresa de todos, fue y le sacó las manos de encima a sus compañeros y se fue a un lado con James.
―Disculpa a mis amigos, son un poco ansiosos con las joyas. Por cierto chico, de casualidad tu… ¿No querrías comprar un poco de pasta? Te aseguro confidencialidad y buena calidad, si no quedas satisfecho en la primera compra te doy una muestra gratis, pero no se aceptan devoluciones ―.
La propuesta del chico sorprendió a James, sobre todo porque a simple vista se veía que tenía su misma edad, pero sin más vacilaciones, James solo quería huir, así que no se entrometió más. ―No, yo… No consumo, gracias…― Dijo corto y preciso James.
Si algo había aprendido al tratar con matones en la escuela, es que no se le debía dar rodeos e ir directo al grano cuando hablara con uno.
―Bueno, puedes irte ―. Ante la sorpresa nuevamente de James, el que parecía ser el líder de la banda lo liberó sin un motivo aparente.
―¿Qué haces Bart?, ese chico llevaba un reloj de plata, nos habrían dado diez en duro ―Preguntó presuroso uno de los miembros de la banda antes de que el tal “Bart” líder del grupo se volteara enfurecido.
―Tontos. Dejen de espantar a la clientela… Parece que olvidan a qué nos dedicamos en realidad… No es a robar… Solo confíen en mí… Ese chico cambiará de opinión… Conozco a los emos, los huelo, y ese chico nos hará millonarios ―.

Mientras tato, en un punto remoto, entre las profundidades de los suburbios, en una antigua casa usada como escondite por muchas pandillas de la localidad, un conocido para James, "Poly" el matón de la secundaria era reprimido...
―Escúchame con atención Poly, solo te lo repetiré una vez más… ¡Necesito ese dinero! Ya te he esperado casi un mes entero, y con suerte he visto unos cincuenta dólares, no puedo esperar más. Y esta vez, no te lo pediré de buenos modos… O me das el dinero antes de fin de mes, o verás tu hombría colgando de mi estante de trofeos.
Entiende que no bastará con que sigas robándole a los mocosos de la secundaria…
―Pero... ¿Cómo los consigo? ―preguntó Poly asustado como pocas veces en su vida.
―¡No lo sé imbécil! Róbalos, pídelos prestados… O, espera… Trescientos dólares, claro… Con eso me bastaría por ahora… Mira, el gordo Evans realizará un concurso de baile callejero, lo hará para cumplir su sentencia de servicio comunitario, el premio al ganador son trescientos en bruto. Debes obtener esos trescientos y pagarme, ahora, vete ―.
―¿Qué dices? Mike, hermano, yo no voy a bailar, ¿estás demente? Solo mírame, con suerte me muevo para llegar al baño ―.
―Escúchame retardado, tal parece que se te olvida quién es el jefe aquí. Vas a inscribirte en el concurso, ganarás los trescientos dólares, y saldaras la mitad de la deuda. Además… Se oye divertido, el gran Poly bailando Hip-Hop. Recuerda que no te lo estoy pidiendo, te lo ordeno, además, te hago un favor compadre… Sé que si cometes un delito más tendrás cadena perpetua… Esta es la manera más limpia de obtener ese dinero y pagarme… Debes estar al tanto de que si me matan por tu culpa, no me iré solo. Ahora ve a buscar a tus bailarines, quiero ver esos pasos de baile la próxima semana ―.
El gran matón, temido por todos en la secundaria, se retiró asustado, como si hubiese combatido con el mismo diablo.

Mientras, en la escuela, los chicos no se enteraban de lo que prepararía el futuro, solo vivían su día...
―Dime, James, ¿no se te hace extraño que nadie nos haya quitado el dinero en la entrada? digo, no es que lo extrañe, pero el único día en que no nos quitan el dinero es el domingo, que es cuando no venimos a clases ―preguntó intrépidamente George, un chico calvo y muy bajo, a quien James había conocido solo hace un par de días en la biblioteca.
―Bueno… Yo… La verdad si lo había notado… Ojalá mañana sea igual ―.
Frente a James en ese momento, apareció una cara conocida… A quién en verdad le daba vergüenza mirar… Mary Jackson, estudiante de tercer año de secundaria, capitana del club de danza.
―No es por ser psicópata pequeño saltamontes, pero te he estado vigilando y me he dado cuenta de que no has ensayado para la presentación del próximo viernes, y si mal no recuerdo, el profesor López nos evaluará, y tampoco te olvides que será frente a todo el colegio… Bueno, me voy, debo una tarea en la clase de español… Adiós ―se despidió la chica antes de desaparecer entre la multitud de alumnos en el pasillo.
―Dejame decirlo amigo… ―dijo George.
―Ya lo sé ―agregó James. ―Soy hombre muerto.
El día, como nunca, pasó con mucha tranquilidad, toda la secundaria estaba en un desconocido silencio, el ruido de los estudiantes gritando aterrados no existió durante toda la tarde, parece que por una vez en lo que iba del año, todo era normal, o tal vez, era el silencio antes de la tormenta… Sonó la campana, y toda la clase pudo retirarse a sus casas, la jornada había terminado.

―Disculpa, ¿James, cierto? Soy Lea, somos compañeros en el taller de danza…
―Hola, así es… Pues eso creo, no estoy muy al tanto de esa clase… ―. Respondió James con un poco de vergüenza, después de todo, era el único chico en una clase de baile llena de chicas.
―Pues, oí decir a Mary que aún no te has aprendido los pasos, y esta semana llegaron integrantes nuevas a la clase, y pues, estaba pensando, si no tienes nada que hacer este fin de… ―en ese momento, interrumpiendo a Lea, aparece Poly, el matón ausente, justo frente a James, y tras él, George con un moretón en el ojo.
―Lo siento amigo ―atinó a decir George antes de ser empujado por Poly para darle espacio.
―A ti te buscaba chico Justin… ¿Es verdad que estas en el club de baile? ―preguntó el matón alzando la voz, dejando mudo a James solo del susto.
―Ya déjalo gorila, métete con alguien de tu tamaño –intentó ayudar Lea poniéndose por delante de James para luego ser empujada por Poly como si de un papel se tratase.
―Oye… Es a mí a quién buscas, déjalos en paz… Y así es… Estoy en el taller de danza… ¿qué quieres? ―preguntó el chico demostrando un falso valor, sabiendo que por dentro se moría de miedo.
―Tengo una propuesta para ti… Antes, debes ir a mi casa este sábado. Y tu amigo ojo morado también irá… Los quiera allá temprano, o la pagarán ―. El matón se retiró, empujando a todo aquel que se atravesase en su camino por el pasillo.
George se acercó a James, quien ayudaba a Lea a levantarse del piso...
―No podemos intentar rechazar su propuesta… Lo que quiere decir, que si no vamos, seremos hombres muertos, ¿lo entiendes? Muertos…

Fin​