Don't Let it Fool You

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por Athila Tzanoff, 30 Noviembre 2011.

  1.  
    Athila Tzanoff

    Athila Tzanoff Iniciado

    Piscis
    Miembro desde:
    26 Junio 2011
    Mensajes:
    31
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Don't Let it Fool You
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1256
    Hola !! Bueno, este es el primer FanFic que cuelgo aquí, así que les ruego que sean amables conmigo ^^ Espero que les guste mi pequeña idea. De momento no tiene mucha forma, pero esto es sólo el Prólogo, así que disfruten ;)



    Quil Atarea

    El día en que todo empezó a cambiar lo recuerdo muy bien. Era un viernes de medianos de verano. Era una mañana calurosa, por lo que los miembros de la manada de quileutes y yo nos fuimos a la playa de La Push a refrescarnos un poco. Entre una tontería y otra, acabamos bañándonos en el mar todos juntos, disfrutando de esa agua tan fría que contrastaba con la alta temperatura de nuestros cuerpos.

    – Bueno, Quil, cuéntame, ¿cómo es que estás tan nervioso? – me preguntó Jared mientras se acercaba nadando hacia mí.

    Yo estaba tendido en modo plancha, flotando tranquilamente, aunque mis dedos jugaban nerviosamente sobre mi estómago, y no podía controlar el movimiento insistente de los dedos de mis pies.

    – Bueno, estoy esperando visita – dije con emoción contenida.

    – ¿De verdad?

    – Sí. Este fin de semana por fin voy a poder volver a ver a una persona muy importante para mí – dije sonriendo.

    Jared asintió y me devolvió una sonrisa sincera. Luego, por la expresión de su rostro, me di cuenta de que Jared estaba pensando en Kim, la chica de la cual se había imprimado. Suspiré con ansiedad, y me impulsé con los pies hacia la orilla, dispuesto a secarme e irme a mi casa antes de que mi padre me regañase por llegar tarde.

    – ¿Ya te vas, Quil? – me preguntó Emily mientras tomaba el sol sobre una toalla.

    – Sí. Si llego tarde, el viejo me matará.

    – Esta tarde te vienes a la playa otra vez, ¿no?

    – Claro. Nos vemos esta tarde.

    – ¡Espera! – me gritó Seth. – Me voy contigo, Quil. Mi madre hoy ha preparado filete con patatas, y no quiero llegar tarde – dijo el pequeño de la manada, sonriendo con inocencia.

    Yo simplemente sonreí, recordando cómo era yo a la misma edad de Seth. Empezamos a hablar de la manada mientras caminábamos hacia nuestras casas. Mientras escuchaba a Seth, me di cuenta de que para él, formar parte de la manada era acercarse más a su difunto padre, Harry Clearwater, y creo que eso me entristeció, a la vez que me alegró de que el chico hubiese encontrado una forma de sentirse más cerca de sus seres queridos.

    – Bueno, Quil, nos vemos luego – me dijo con una sonrisa.

    Yo asentí, devolviéndole una sonrisa que, a pesar de que no era tan radiante como la suya, al menos era sincera, y seguí mi camino hacia mi casa, preguntándome si esa visita que yo tanto esperaba ya habría llegado. Entré en la casa sin llamar a la puerta, y me dirigí a mi habitación para dejar la toalla, totalmente seca, sobre la cama, debidamente doblada y lista para cogerla de nuevo después de comer.

    – Quil, ha llamado – me dijo mi padre con voz débil.

    Al principio me preocupé por el tono de voz de mi padre, pero luego recordé su edad y me dije: Ya no es tan joven, así que es normal que no tenga un tono de voz más fuerte. Me acerqué a la cocina, en donde él estaba, y me paré en la puerta, recostándome en el umbral de la misma.

    – ¿Qué ha dicho? – le pregunté.


    – Dice que de momento no podrá venir.

    Dejé de recostarme en la puerta y me crucé de brazos, apretando la mandíbula mientras miraba por la ventana, tratando de encontrar algo que llegase a tranquilizarme lo suficiente para no tener que salir de casa a transformarme.

    – ¿Ha dado alguna explicación? – le pregunté con un rencor que, en realidad, no iba dirigido a él.

    – Está enferma.

    – Con un resfriado se puede venir aquí – dije con recelo.

    – Hablé con su vecina. Tiene más de cuarenta de fiebre. Por lo visto ha cogido una gripe de mucho cuidado.

    – ¿En pleno verano? – le pregunté, tratando de no sonar sarcástico. Mi padre levantó una ceja y me miró con cara de regaño.

    – Aunque sea verano, en el norte de Canadá hace mucho frío, hijo. Creo que deberías acordarte.

    – Lo siento – dije con arrepentimiento. – Aún así… ¡Han pasado años desde la última vez que nos vimos! – grité sin poder evitarlo. – ¿Por qué tiene que enfermarse justo en este momento?

    – ¿De verdad crees que ha enfermado a conciencia? – me preguntó mi padre con una voz tan tranquila queme enfurecía aún más. ¿Cómo era posible que él estuviese tan tranquilo? Si ayer mismo me había dicho que estaba muy emocionado con volver a reunirnos los tres, como en los viejos tiempos.

    Miré con furia al Viejo Quil Atarea, que se mantenía frío e impasible como una piedra, y deseé que mi padre lo fuera, para poder lanzarlo lejos, en un lago, y observar cómo se hundía lentamente. No era que no me llevara bien con mi padre, pero en momentos así era una verdadera lata tener a un miembro del consejo de ancianos como padre. ¿A qué venía eso?, pensé. Supongo que venía a que mi padre usaba esa misma expresión serena cuando se trataban problemas de la manada, o cuando se trataban de problemas de su hijo medio adolescente medio adulto.

    – ¿Qué quieres que te diga, hijo? ¿Quieres que te diga que se va a curar y que en pocos días va a estar aquí? Sabes que no puedo asegurártelo.

    – Sólo quiero que venga aquí.

    – Sabes de sobra que hará lo que esté en sus manos.

    – Bien – respondí secamente mientras me sentaba en mi sitio, delante de la mesa, esperando a que mi padre me pusiera delante el humeante plato de espaguetis que acababa de coger, dando por terminado ese tema de conversación.

    Comimos en silencio, con una palpable tensión que incomodaba enormemente. Me sentía mal por haberme enfadado con mi padre, pero me sentía decepcionado conmigo mismo. ¿Cómo era posible que me hubiese hecho tantas ilusiones por nada? Bueno, la verdad es que no era “por nada”. Era por esa persona que siempre había estado allí para escucharme…

    Al día siguiente yo no estaba de humor para hacer nada. Estaba enfadado, decepcionado y triste. Triste porque… Porque Jacob se había marchado anoche, al enterarse que Bella Swan iba a ser transformada después de su boda… ¿Había algo peor que estar enamorado de alguien que no te corresponde? Jacob diría: “Sí, estar enamorado de alguien que no te corresponda y que esa persona esté enamorada de otro que, además de ser un enemigo mortal, pretende convertirla en lo que es.” ¿Qué puedo hacer yo ahora? La verdad, no lo sé. La manada sigue siendo mi refugio, pero un refugio del cual no puedo escapar. Ellos saben lo que siento, pienso y creo cuando nos convertimos en lobos, así que, ¿qué debo hacer? La verdad, no lo sé.
     
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    Athila Tzanoff

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    Don't Let it Fool You
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Fantasía
    Total de capítulos:
    2
     
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    676
    Siento lo corto del capítulo, pero para el siguiente capítulo necesito empezar por esta parte, así que perdonadme :S Espero que os guste, y que me dejéis algún comentario con sugerencias, críticas o halagos x3 Au revoir !
    Jacob Black

    Otro día más en el que miro el horizonte, en busca de alguna respuesta a las múltiples preguntas que nublan mi mente. ¿Cómo era posible que mi corazón estuviese tan destrozado? Me lo habían roto una y otra vez, y aún así el maldito seguía latiendo, prolongando el sufrimiento que me carcomía por dentro. Pensamientos negativos nublaban mi mente. Flashes aparecían ante mis ojos. Su sonrisa. Sus ojos. Su pelo. Su calor. Su fragancia. Su voz. Su torpeza… Sonreí sin poder evitarlo. ¡Cuán torpe podía ser esa chica! Quise gritar. ¿Gritar qué, por qué, a qué, de qué, a quién…?

    Quise gritar incoherencias a cualquier ser vivo que pudiese comprenderme, porque necesitaba desahogarme con algo, o con alguien… De repente, una imagen nueva apareció ante mis ojos. Ella, vestida de blanco, besándolo a él, con los ojos rojos y una sonrisa sádica, tan impropia de ella. ¿Esa imagen era una pesadilla? Quizás sí, o quizás no. La única forma de saberlo sería comprobarlo con mis propios ojos. Aunque no me gustaba la idea, necesitaba acudir a esa maldita boda y asegurarme que ese corazón seguía latiendo con vitalidad, como sería normal en una chica de su edad…

    Me levanté del suelo con decisión, sin darme cuenta que aún estaba con mi forma de lobo… ¿Cuánto tiempo había pasado desde que me había ido de casa? No lo sabía, y eso me preocupaba. ¿Y si la boda ya había pasado? ¿Y si ella ya se había ido de luna de miel? Esa idea me aterraba del mismo modo que me enfurecía. Salí corriendo hacia el sur, llamando a gritos a la que anteriormente era mi familia, mi manada, pero ese vacío en mi mente, el mismo que hace tiempo me alegré de encontrar, ahora mes frustraba, dejándome solo, aislado y sin saber si aún tenía alguna oportunidad de salvar la vida de aquella persona que amaba con locura. ¡Sam, Paul, Quil, Embry, Seth…! Grité y grité, pero las familiares voces de mis hermanos no invadieron mi mente. ¡Tenía ganas de llorar y suplicar que me contestaran! Que me asegurasen que Isabella Swan seguía siendo tan humana como la última vez que la vi. Quería estar seguro que aún tenía una oportunidad de arrastrarla a mi lado, por muy egoísta que me pareciese. Y es que con ella yo no podía ser de otro modo. Quería que estuviese a mi lado, sin pensar en ese chupasangre. Quería que fuese feliz conmigo, que aceptase la vida que podía tener junto a mí… ¡Yo le prometía todo lo que él nunca podría darle! Si ella se quedase conmigo, podría ir a ver a su padre cuantas veces quisiera, sin tener que asustarse por la idea que alguien apareciese por la noche y le chupase la sangre hasta dejarle seco, dejando en su lugar una nota de “vendetta”. ¿Tan difícil era aceptar una vida simple y completa?

    Por lo visto era complicado para ella… ¡Pero no iba a dejarme vencer por un ser que había muerto hacía 70 años! Iba a pelear por lo que quería, hasta que su corazón dejase de latir. Fortalecido por el recuerdo de esa promesa, aumenté el ritmo de mi carrera a través del bosque, ignorando el cansancio que lentamente se acomodaba en mis patas. Aceleré mi paso, empezando a reconocer el camino que, en unos días, me llevaría de regreso a mi casa, la tribu de los quileutes.

    Corrí día y noche, sin pararme a comer, descansar o siquiera pensar. Sólo sé que cuando recuperé la cordura, un techo de madera me devolvió la mirada, algo que durante mucho tiempo no había visto.
     
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