Detrás del arco iris.

Una historia dedicada a cierta persona con la que discutí hace un tiempo, diciendo que estar en un lugar fantástico sería muy padre. Espero sus críticas.

Prólogo​

Un susurro me llamaba, quería que fuera a la sala del departamento. El televisor, la butaca, el librero, pero ni un alma ahí. Mis ojos se volvieron cristalinos, sentí una punzada en el corazón, no lo soporté y caí. Era demasiado para mi recordar aquellos momentos donde mi confusión me comía vivo, donde la realidad fue matada por un juego infantil.

—No la olvidarás nunca, pero es necesario que dejes el tiempo fluir, cariño—. Aquella dulce voz me hizo recordar el pacto que hice, lo que menos quería era romper parte de ella.

Aquella fría noche me llevaría a la más grande locura de mi vida, tal vez el destino así lo quería… ¡Demonios! Odiaba contradecir sus creencias.

Mi mente no pensaba igual, mis ojos mostraban interés ante todo. Nada se quedaba, todo iba, las emociones quedaban impresas en el corazón. Todos eran diferentes y libres. Los recuerdos quedaban impregnados en la piel y nunca se movían.

Dicen que la locura siempre acompaña al amor.​

Que la verdad, no existe en este mundo.​

Que las lágrimas son el único alimento de la felicidad. ​

Que la cabeza no piensa, la manda el corazón.​

Quizá todo fue un sueño que simplemente terminó, quizá la demencia fue lo que viví…​

Capítulo 1​

No me parece​

El día era nublado, los niños recién salían de la escuela. Había mucha gente en la plaza principal de la ciudad y yo simplemente trataba de no ser comido entre la multitud.

— ¡Date prisa hijo! La Srta. Weld debe estar impaciente a nuestra llegada—. Ese era mi padre, siempre fue un hombre responsable y de confianza. Muchos esperaban lo mismo de mí, pero se desilusionaron ante el muchacho que ahora soy.

Acompañaba a mi padre por una chica después de estacionar el auto en un estacionamiento. Él transportaba huérfanos a diferentes orfanatos en los que trabajaba. Yo, a mis 19 años, debía encontrar un empleo para ayudar a mi padre, ya que mis hermanos mayores ni siquiera daban las gracias por la comida que cada día dejaba en la mesa nuestra madre.

—Debe ser aquí—. Exclamó buscando con la mirada a alguna mujer con una chiquilla de la mano.

—Usted debe ser el Sr. Fran.

—Así es, ¿señorita Weld?—Al girarnos hacia el lugar de donde provenía la voz, pudimos divisar a 2 mujeres sentadas en una banca.

—Para servirle. Ella es Carol Fandiie—. Dijo señalando a una chica no mayor que yo. Era hermosa, de ojos negros y cabellos escarlata. Su mirada no presentaba felicidad, pero tenía una gran sonrisa.

—Mucho gusto—. Saludó tímidamente mientras sus mejillas se tornaban rosadas.

—Mucho gusto Carol, él es mi hijo Alexander.

La Sra. Weld arqueó una ceja al mirarme, quizá pensó más de un hombre reconocido. Su plática me resultó indiferente, al ver que se despedían y dejaban a Carol con mi padre reaccioné y volvimos al auto.

—Cuéntame Carol, ¿qué te gusta hacer en momentos libres?—Preguntó mi padre mientras conducía hacia el “Otthern niles”.

—Me gusta cantar y pasear en algún jardín—. Sus palabras eran firmes y tenía una melodiosa voz.

—Vaya, el orfanato Otthern niles es reconocido por la cantidad y belleza de jardines que tiene, espero sea de tu agrado.

Así, llegamos al lugar. Bajamos sus maletas y nos dirigimos a la puerta principal, donde esperaba la directora del albergue.

— ¿Qué hace aquí Sr. Fran? Hoy usted no trabaja.

—Usted me pidió fuera por esta chica, estamos listos para su registro.

La mirada de la directora cambió a una de confusión y no paraba de mirar a Carol. Ella negó tal petición y se rehusó a alojarla en su orfanato. La muchacha mostraba preocupación, era normal, no sabía a dónde iba a parar.

Subimos de nuevo al carro y nos dirigimos a casa, entramos y saldamos a mi madre, la cual, llevó a Carol a una habitación para invitados y cayó dormida.

—Se quedará en casa hasta que la Sra. Weld me conteste el teléfono o se comunique conmigo.

— ¡¿Qué?! Ella no se puede quedar, no sabemos como es, ni de dónde viene. ¡Es una locura!—Contesté en un fuerte tono de voz, mi padre me miró con negación y se retiró de la sala.

—Debes aceptar las decisiones que tu padre toma, no eres el indicado para contradecirlo—. Trató de calmarme mi mamá, peor fue en vano. Así, tomé una chaqueta y salí de la casa azotando la puerta. Mi enojo era mucho.

¿Debemos de tener a una completa desconocida en la casa? ¿Por qué aquella señora nos dejó a la chica sin un lugar pre-destinado?

Muchas dudas rondaban mi cabeza, quizá no debí comportarme tan grosero frente a mis padres, sólo sabía que no quería a esa Carol en la casa.