El sello del corazón de cristal.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Dreamer, 4 Abril 2012.

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  1.  
    Dreamer

    Dreamer Guest

    Título:
    El sello del corazón de cristal.
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    1254
    Prólogo.
    Los oscuros recovecos de las profundidades del mundo, normalmente silenciosas e inalterables, vieron interrumpida su característica quietud cuando la emperatriz Evelyn accedió al laberinto de túneles que viajaban por debajo de la gran ciudad de Arandiel y transportaban el agua del manantial sagrado para nutrir a todas las tierras de Gallanth. El origen del gran bullicio que se había apoderado del complejo sistema de grutas se encontraba entre los brazos de la mujer: un bebé de dos semanas de edad que lloraba a pleno pulmón por culpa del miedo que sentía al haber presenciado algunos de los acontecimientos que estaban teniendo lugar en la superficie.
    —No permitiré que te ocurra nada malo, hija mía—susurró la mujer mientras se apresuraba a tomar el único camino que estaba débilmente iluminado por la luz blanca del manantial.

    Pronto llegaron a una gran caverna cuyo espacio estaba ocupado en su mayor parte por el mencionado manantial, una gran acumulación de cristalinas aguas de la que surgían pequeños ríos subterráneos que se introducían en los diferentes túneles y recorrían diferentes trayectos.
    — ¡Elías, necesito hablar contigo! —Gritó Evelyn a pesar de que aquella acción revelaría su posición a los invasores. La niña que llevaba en brazos lloró aún más fuerte al sentir la alarma del grito.
    — ¿A qué viene perturbar la paz de este lugar sagrado, emperatriz?

    Como si de un alma en pena se tratara, un hombre vestido con una túnica dorada surgió de las mismas profundidades del manantial y se acercó a la mujer caminando sobre la superficie del agua del mismo modo que si estuviera caminando sobre tierra sólida. Su túnica era tan larga que tapaba por completo sus pies, dando la sensación de que en realidad se deslizaba.
    — ¿Sabes lo que está ocurriendo en la superficie? —Le preguntó la emperatriz.

    Elías cerró sus ojos, incoloros y tan cristalinos como el agua del manantial, y replicó con expresión solemne:
    —La Madre ve, oye y siente todo lo que sucede en el mundo—una extraña aura de energía dorada rodeó el cuerpo del sacerdote, que se elevó en el aire y observó a la emperatriz con sus inhumanos ojos—y ahora derrama lágrimas carmesíes por la desgracia acaecida sobre la familia imperial y por toda la maldad existente en el mundo.
    —Tienes que ayudarme a salvar a mi pequeña—le suplicó Evelyn, echando una mirada nerviosa a las entradas de la gruta para asegurarse de que los soldados enemigos no estuvieran cerca.

    El aura sagrada de Elías se intensificó al mismo tiempo que el agua del manantial comenzaba a agitarse.
    —Mi voluntad es la voluntad de la Madre—susurró con una voz tan fría que daba la sensación de ser capaz de atravesar la piel de quienes la escucharan.
    — ¡¿Significa eso que no vas a ayudarme a salvar a Selene?! —Gritó Evelyn con gran indignación, estrechando con fuerza a la pequeña criatura que seguía llorando entre sus brazos—. ¡¿Qué clase de “Madre” hace eso?!

    La fuerza que sostenía a Elías en el aire perdió fuerza y permitió al sacerdote mirar cara a cara a la emperatriz, que le observaba con ojos desafiantes. Una mano delgada y de piel brillante surgió de la túnica y acarició la mejilla de la princesa Selene, que detuvo su llanto y cerró los ojos para sumirse en un sueño completamente libre de trazos de la terrible realidad.
    —La Madre alejará a esta niña del peligro—afirmó al mismo tiempo que extraía un pequeño collar de plata, del que colgaba un cristal simétrico de color azul. Hizo aparecer una cesta de mimbre de la nada y señaló el manantial—. Deja a la niña en el manantial y permite que la Madre decida el rumbo de su nuevo destino.

    Evelyn miró a la preciosa niña que había llevado en su interior durante nueve meses hasta hacía dos semanas y, añorando el tiempo que ya no podría pasar con ella, le dio un beso en la frente antes de depositarla con suavidad en la cesta y permitir que el flujo de agua la alejara de la orilla.
    — ¡La hemos encontrado, señor! —Gritó una voz a su espalda.

    Antes de que pudiera hacer nada por escapar, la emperatriz se encontró rodeada por una docena de hombres armados, todos ellos empapados con la sangre de los habitantes del castillo. Un instante después, un hombre vestido con los ropajes propios de un noble entró en la cueva y se aproximó a la luz, revelando un rostro surcado de heridas recientes (la más notable era el horripilante y sangriento vacío que había en la cuenca de lo que debería haber sido su ojo izquierdo).
    —No tenéis escapatoria, emperatriz—afirmó impregnando cada palabra con la satisfacción de ver sus propósitos cumplidos—. Ahora que vuestro esposo, el emperador de Arandiel, ha caído bajo mi espada, no tiene sentido que sigáis protegiendo a vuestra heredera. ¿Dónde habéis escondido a la princesa?

    A pesar de la gravedad de la situación, Evelyn le mostró a su enemigo una sonrisa desafiante. Segura de que su hija llegaría hasta alguna buena familia que la cuidase y le diera todo el amor que ella no podría darle, replicó:
    —Mucho me temo que no has logrado completar todo tu plan, Leónidas, pues tus garras nunca lograrán alcanzar a mi hija.

    Furioso por la provocación de la mujer, Leónidas se aproximó a ella y le asestó un fuerte golpe en la cabeza con la empuñadura de su espada.
    —La muerte de tu hija tendrá que esperar, pero no dudes que acabará ocurriendo—dijo mientras envainaba la espada y se aproximaba al estanque. Escuchando el sonido de sus hombres arrastrando el cuerpo sin sentido de Evelyn, se dirigió a Elías, quien había contemplado lo sucedido sin inmutarse ni mostrar ningún deseo de ayudar a la emperatriz—. ¿De modo que tú eres el secreto del gran poder de la familia Galvin?

    El sacerdote cerró los ojos.
    —Yo no soy nada más que el instrumento de Madre, la herramienta a través de la cual se manifiesta su voluntad—dijo permitiendo que su cuerpo empezara a hundirse en el manantial—. Aunque creas que mereces una posición especial, lo cierto es que no eres más que una simple hoja en un enorme bosque. Sin embargo, ten por seguro que algún día te arrepentirás de lo que has hecho aquí.

    Y desapareció sin prestar atención a la furiosa mirada del traidor.
     
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    Fénix Kazeblade

    Fénix Kazeblade Creador de mundos Comentarista destacado

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    Esta historia es genial, tiene muy buena trama mucho mistismo, ¿cual sera el destino de la pequeña ahora?no puedo esperar a que empiece el capitulo, se puede sentir uno percibiendo aquellas luces de manantial que hablabas tu forma de narrar es muy envolvente, fue un honor que me invitares ojala lo vuelvas a hacer, felicidades espero el primer capitulo.
     
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    Kissy-chan

    Kissy-chan Rura

    Tauro
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    ¡Hola!, Gracias por invitarme a leer tu Historia. :)
    No note errores, ni de puntuación ni de ortografía... te felicito<3, para ser tu primer ff lo has hecho bien.
    En cuanto a la trama, ¡me encanto! *w*, lo que más me gusto fue el cariño/amor/sacrificio... que mostró Evelyn ^^ para salvar a su hija... la manera en la que narras, es como una peliculita en mi cabeza.

    Bye, besos. (=^.^=)/'
    Espero el primer cap. con ansias, avisame... porfis!.
     
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  4.  
    Dreamer

    Dreamer Guest

    Título:
    El sello del corazón de cristal.
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    5274
    Capítulo 1.
    Señales de una vida ajena.
    El habitual canto de los gallos, completamente coordinado con la aparición de las primeras luces del alba, interrumpió el sueño de Selene; un sueño que llevaba grabado en su mente desde que tenía memoria. Frotándose los ojos para aliviar el dolor que les causaba la luz del nuevo día, la chica abandonó la cama y se aproximó al espejo que había al otro extremo de su habitación. El reflejo le mostró por enésima vez una apariencia muy diferente a la de sus hermanas; a pesar de las horas que pasaba expuesta al abrasador abrazo del sol, su piel no estaba tan morena como la de los Morrigan, sino que presentaba una blancura semejante a la del mármol (característica que la hacía destacar entre las demás chicas de la aldea de Hendell y la convertía en el blanco favorito de los flirteos de los jóvenes) y su largo y cabello, aunque mayoritariamente negro, presentaba mechones completamente blancos.
    “Me pregunto porqué no me parezco a mamá tanto como Estefanía y Elvira.” pensó mientras cogía uno de aquellos extraños mechones y lo enredaba entre los dedos.

    Examinando su reflejo para arreglar los desarreglos que le había causado revolverse en sueños en su cabello, escuchó los enérgicos pasos de su madre aproximándose a su habitación.
    — ¿Ya estás despierta, Selene? —Le preguntó su madre a través de la puerta—. Si no te espabilas, llegarás tarde al colegio. Tus hermanas ya se han marchado sin ti.
    —Enseguida voy, mamá—replicó la chica dirigiéndose a su armario y tomando uno de sus vestidos, todos ellos bastante remendados por sus frecuentes visitas al bosque.

    Al cabo de diez minutos, la chica ya se encontraba descendiendo las escaleras para marcharse corriendo a la escuela. Su madre, de quien Estefanía y Elvira habían heredado el tono oscuro de su piel y los rizos de su cabello pelirrojo, la aguardaba al final de la escalera sosteniendo un sombrero de paja entre sus manos.
    —Haz el favor de llevarle este sombrero a tu padre para que se proteja del sol.
    —De acuerdo—Selene le dio un beso a su madre en la mejilla, tomó el sombrero y salió a la calle, donde fue recibida por la sofocante mañana.

    A pesar de que el sol había surgido de su escondite tras las montañas hacía muy poco tiempo, sus rayos ahogaban a los habitantes con una intensidad abrumadora. Nada más salir de su casa, Selene tuvo que apoyarse en el marco de la puerta nada más abandonar el frescor de su casa para evitar que la ola de calor le dejase inconsciente.
    —Nunca había visto un cielo tan despejado—comentó examinando el cielo antes de empezar a caminar hacia las afueras de aldea.

    A medida que se alejaba de la zona central de Hendell, podía escuchar con mayor claridad el sonido de los azadones removiendo la tierra y el jadeo de los hombres que se encontraban trabajando bajo el asfixiante calor del astro rey.
    — ¿Todo bien, joven Selene? —Le preguntó Arthur Sigmon, un hombre demasiado anciano como para seguir trabajando la tierra, quien se encontraba observando la actividad de los demás campesinos, escudado del sol bajo una sombrilla—. ¿No deberías estar en clase?
    —Mi madre me pidió que le trajera a papá este sombrero—le explicó la chica, mostrándoselo.
    —Las mujeres son mucho más sensatas que los hombres—fue lo único que dijo el anciano antes de cerrar los ojos para dormir.

    Sofocado por el calor y el esfuerzo, el padre de Selene, uno de los hombres más trabajadores del pueblo y uno de los que más sufrían la ola de calor por el poco pelo que le quedaba, se aproximó a ellos al ver a su hija. Su piel, especialmente la de su cabeza, presentaba muchas manchas oscuras y estaba cubierta de sudor.
    —Muchas gracias, hija—dijo tomando el sombrero y saludando a Selene con un beso en la frente—. Este trabajo es muy difícil; cada vez nos cuesta más labrar la tierra.
    —Os estáis haciendo viejos—bromeó Selene con una risita que dejaba a la vista sus dientes, mucho más blancos y rectos que los de los demás Morrigan.

    El anciano Arthur abrió los ojos con repentino interés en la conversación. Sus labios se curvaron en una siniestra y desagradable sonrisa; era más bien una mueca burlona.
    —La tierra se ha ido volviendo más y más inhóspita durante los últimos diecisiete años—comentó con aquella expresión mientras sus ojos mostraban un brillo rencoroso—, desde que Leónidas tomó el trono por la fuer…
    — ¡Arthur! —Exclamó Ealdor, echando una ojeada por encima del hombro.

    Selene siguió la dirección de su mirada y vio a dos soldados imperiales vigilando los campos de trabajo desde su puesto de guardia. Incluso en la distancia, se podía el emblema imperial (un ave fénix rodeado de llamas azules) grabado en sus armaduras, reflejando la luz del sol. ¿Qué podría ser lo que su padre no quería que Arthur dijera?
    —Te aseguro, Ealdor, que no es casualidad que las cosas hayan ido tan mal desde que la familia Farray ascendió al poder—insistió Arthur, y Ealdor puso los ojos en blanco—. Durante los cientos de años que las tierras de Gallanth estuvieron bajo la soberanía de los Athier,…
    —Selene, será mejor que vayas a clase—le dijo Ealdor a su hija a la vez que fulminaba al desvalido anciano con la mirada para silenciarlo.

    Conteniendo el impulso de pedirle a su padre que le explicara de qué estaba hablando Arthur, Selene se despidió de los dos labradores y echó a correr hacia la escuela sintiendo el peso del miedo a ser castigada por llegar tan tarde. Sin embargo, aquella angustia quedó suprimida por la sorpresa de ver a sus hermanas y al resto de los alumnos reunidos en el exterior del recinto.
    — ¿Dónde has estado? —Le preguntó Estefanía cuando llegó hasta ellas.
    —He tenido que hacerle un recado a mamá—respondió la jadeante muchacha, frotándose los costados para aliviar el dolor del flato. Se puso de puntillas e intentó ver el interior de la escuela a través de la multitud reunida ante sus puertas—. ¿Por qué está todo el mundo aquí fuera?

    Elvira dejó de mordisquearse un mechón especialmente largo de su cabello (un gesto que repetía cada vez que algo se salía de lo común) y dijo:
    —El señor Rivers, el profesor de literatura, ha sufrido una especie de colapso; se ha desmayado justo cuando estaba pasando lista.
    —Hace poco que su esposa y su hermano se lo han llevado a su casa en una camilla—añadió Mario, uno de los chicos que más procuraban estar cerca de Selene—. Yo no tengo ni idea de medicina, pero me parece que no tenía buen aspecto.

    Selene no pudo evitar sentirse extrañada. La asignatura de literatura era diaria y el señor Rivers no había dado muestras de sentir ningún malestar en ninguna de las anteriores clases.
    —Tal vez se deba a esta ola de calor—sugirió Mario mientras otro de los profesores ordenaba a los alumnos a entrar en la clase, que la dedicarían al estudio individual—. De hecho, me impresiona que haya tanta gente cuyo cerebro siga funcionando en estas condiciones.

    La menor de las tres hermanas abrió su libro por un capítulo al azar pero no prestó ninguna atención al contenido del mismo, cuyas palabras y frases le parecían tan borrosas como si las estuviera mirando desde una gran distancia. Por alguna razón que ni ella misma conocía, su consciencia vagó por sus recuerdos y se sumergió en las extrañas sensaciones que experimentaba cada vez que soñaba; recordaba la frescura y el susurro de un curso fluvial y el ligero balanceo del pequeño espacio desde donde ella contemplaba aquel mundo onírico, sintiéndose como un bebé acunado por el agua.
    “¿Por qué tengo esta sensación?” se preguntó frotándose la frente, donde siempre sentía un extraño y agradable calor que llenaba su corazón de añoranza. “Es como si alguien que me quisiera mucho me hubiese besado.”



    Tras finalizar la hora libre, Selene tuvo que esforzarse en atender durante las siguientes lecciones, por lo que el resto del día transcurrió como cualquier otro. Cuando los alumnos recibieron permiso para abandonar el aula, se despidió de sus compañeros y les pidió a sus hermanas que le dijeran a su madre que llegaría un poco más tarde a casa. Después de salir del colegio, se dirigió a los bosques cercanos a Hendell, normalmente hermosos por la gran cantidad de flores que brotaban alrededor de los troncos de los árboles en aquella época del año.
    “Que panorama más triste.” pensó al llegar a su lugar favorito de todo el valle: un claro situado en medio del bosque de coníferas que se caracterizaba por ser el principal lugar donde florecían los narcisos, sus flores favoritas.

    La ola de calor se había abalanzado sobre el valle sin discriminar a ningún ser vivo que en él viviera. La mayor parte de los árboles que rodeaban el claro habían perdido la totalidad de sus hojas y la madera de sus troncos, fuerte cuando las raíces de los árboles recibían la suficiente agua, se había convertido en pasto para las termitas. El claro, el lugar favorito de Selene para reflexionar tranquilamente, tenía un gran parecido con la cabeza de su padre: presentaba grandes calvas de tierra estéril en las que los narcisos no habían logrado soportar la escasez de agua.

    Entristecida por aquel desolador paisaje, la chica se introdujo aún más en las profundidades del bosque hasta llegar al curso de uno de los muchos ríos que descendían de las montañas circundantes y alimentaban los territorios de Hendell. Lo que en situaciones normales debería haber sido un enorme río lleno de turbulentas aguas (la nieve de las montañas eran una gran fuente natural del preciado líquido) había quedado reducido a un pequeño riachuelo cuyo caudal era insuficiente para nutrir todos los campos de cultivos y bosques del valle.
    — ¿Por qué no hace nada el emperador? —Se preguntó Selene, sentándose en una roca y quitándose los desgastados zapatos para remojar los dedos de los pies en la corriente.

    Su madre siempre decía que los jóvenes únicamente debían preocuparse de desarrollar su potencial y de aprender a tomar decisiones propias para regir sus propias vidas sin preocuparse en exceso por las amarguras de las mismas, pero Selene ya no sabía si debía creer en aquellas palabras: sentía su corazón hacerse añicos cada vez que imaginaba las penurias por las que todos los habitantes del valle pasarían si la sequía se prolongaba demasiado.

    Cerrando los ojos y disfrutando del cosquilleo que el agua le hacía sentir en los dedos de los pies, Selene pudo escuchar algunas de las voces que resonaban en sus sueños. Le resultaban muy familiares a pesar de estar segura de que nunca había conocido a sus propietarios y despertaban en su interior un sentimiento cálido y enternecedor.
    “Hay muchas cosas que no entiendo.” pensó mientras extraía el cristal que colgaba de su cuello de debajo de la ropa.

    Aquel extraño cristal, un diamante azulado del tamaño de un ojo humano, era su orgullo y, aunque sonara extraño, el mejor y más misterioso de sus amigos. Misterioso porque jamás había llegado a creerse la historia de que sus padres se lo compraran y regalaran el mismo día de su nacimiento, pues nunca había visto ningún otro cristal semejante y dudaba de que sus padres tuviesen tanto dinero como para comprar algo que sólo debía de estar al alcance del más rico de los aristócratas. Amigo porque sentía que aquel cristal le susurraba cosas ininteligibles con la intención de hacerle recordar algo importante así como de conectarla con alguien muy importante.
    “¡No es posible!” Selene se estremeció, acosada por un horrible presentimiento.

    Angustiada, se apresuró a calzarse y echó a correr para salir del bosque y regresar a su casa con la intención de hablar claramente con sus padres.



    Situada al otro lado de las montañas que rodeaban el valle de Hendell por el lindero oriental se encontraba la ajetreada ciudad de Eshi, un punto de encuentro para cualquier individuo que deseara ganarse unos cuantos doblones, intercambiar bienes y servicios o simplemente buscar formas de placer poco convencionales. Tratándose de una ciudad de tal naturaleza y muy ajena a las leyes y las normas, era visitada por todo tipo de individuos (la mayor parte de ellos indeseables) oportunistas y seres extraños.

    Aquella misma noche, tres visitantes llegaron a las puertas de la ciudad, donde fueron detenidos por tres guardias que fácilmente podrían dedicarse a asaltar a los viajeros en los caminos.
    — ¿Serían tan amables de dejarnos pasar, por favor? —Les preguntó el primero de los encapuchados ignorando las peligrosamente cercanas espadas de los soldados.
    —Puede que os dejemos entrar si nos dais un incentivo—replicó uno de los guardias, que examinaba con ojos codiciosos las capas de los visitantes buscando objetos de valor.
    —Me temo que no puedo complacerles, caballeros—respondió el individuo más alto de los tres; claramente era el líder.
    — ¡En ese caso nos llevaremos vuestras cabezas!

    Al mismo tiempo que el primer guardia alzaba su espada para atacar a los visitantes, el líder de los mismos se quitó la capucha para revelar un rostro cuyos rasgos parecían ser el resultado de una combinación entre humano y zorro: sus ojos eran rasgados y brillaban con un intenso color dorado bajo la luz de las antorchas; sus orejas eran picudas y se movían de una manera que no podían hacerlo las de los humanos y estaban cubiertas por un delgado pelaje rojizo; ese mismo pelaje se extendía por su rostro a modo de fina barba, sobre la que resaltaban tres pares de bigotes blancos.
    — ¡Eres un yoki! —Exclamaron los guardias, repentinamente asustados.
    —Es demasiado tarde para darse cuenta—Mostrando una sonrisa llena de dientes afilados, el extraño personaje mostró sus manos (terminadas en garras y cubiertas por el vello rojizo) y exclamó—: ¡Ventus!

    Se produjo un destello de luz azul y se levantó una repentina ráfaga de viento que alzó a los guardias por los aires y los dejó inconscientes lanzándolos contra los muros exteriores de la ciudad.
    — ¿Era necesario hacer eso, Kurama? —Le preguntó uno de sus compañeros al yoki, quitándose la capucha y revelando un rostro humano cuyos rasgos recordaban a la cara de un lobo de pelaje blanco.
    —Este dinero tiene un destino mucho mejor que el bolsillo de estos mamarrachos, Kiran—replicó Kurama sacando una bolsa y agitándola, deleitándose con el tintineo de las monedas que contenía.

    El tercer encapuchado, el de menor estatura de los tres, se quitó su capucha y reveló que se trataba de un yoki cuyos rasgos eran los de un gato. Se aproximó a los guardias y les dio unas leves patadas para comprobar que habían sido completamente neutralizados.
    — ¿Qué quieres decir, Kurama? —Le preguntó al líder del trío. Su voz, grave pero con algunos tonos agudos, indicaba que estaba a mitad de camino entre la infancia y la madurez.
    —Nada que un niño como tú deba saber, Nicky—Kurama volvió a guardarse la bolsa bajo la capa—. Continuemos.

    Pasaron por encima de los cuerpos de los desmayados guardias y atravesaron las puertas de Eshi, sumergiéndose en la marea de gente que inundaba las calles. Era tal el número de personas allí reunidas que Kiran tuvo que tomar a Nicky en brazos y colocarlo en caballito sobre sus hombros para evitar que se quedara atrás y se perdiera.
    —Que ganas tengo de crecer—comentó el joven yoki sonrojándose al sentir la mirada de los dependientes posadas en ellos (no se le ocurrió pensar que era su aspecto animal lo que realmente atraía las miradas).
    —No tengas tanta prisa, Nicky—le recomendó Kiran, quien espantaba a cualquiera que se cruzara en su camino fulminándolo con su brillante mirada lobuna.
    —Pero es comprensible—intervino Kurama—. Yo no alcancé a disfrutar por completo de la vida hasta que alcancé la edad suficiente para poder…—La dura mirada de su compañero le hizo enmudecer. Nicky le miró sin comprender—. No tiene importancia.

    Caminaron hasta llegar a la entrada de uno de los edificios más lujosos de la ciudad, donde fueron recibidos por dos hermosas mujeres muy bien maquilladas y vestidas de manera provocativa.
    — ¿Por qué las mujeres y los hombres están tan cerca unos de otros? —Preguntó Nicky con curiosidad una vez estuvieron dentro de una elegante estancia; daba la impresión de que era un bar reformado para que tuviera la apariencia de un salón de té.
    —Eso no te importa—gruñó Kiran, obligándole a apartar la mirada de una pareja muy acaramelada y a caminar hasta la barra.

    El camarero al cargo de la barra, que en aquellos momentos se encontraba ocupado frotando con rigor las copas que habían recogido sus compañeros, dejó su tarea y se acercó a ellos para atenderles y preguntarles:
    — ¿Qué desean?
    —Pónganos dos cervezas…—empezó a pedir Kurama.
    —Tres—intervino Nicky.
    — ¡De eso nada! —Kiran le dio un coscorrón—. ¡Tú te vas a tomar un vaso de leche!

    El joven yoki felino hinchó los carrillos y le lanzó una furiosa mirada con sus amarillentos ojos animales.
    —Lo único que os van a servir es una buena paliza.

    Algunos de los hombres que se encontraban en el salón se reunieron en torno al trío empuñando diferentes armas. Kurama no se sorprendió por la presencia de aquellos cazarrecompensas, pues ese era el oficio de aquellos individuos; sabía muy bien que un punto de reunión de bandidos como lo era Eshi resultaba un buen territorio de caza para las personas que vivían de su persecución y captura.
    —Menuda suerte tenemos, muchachos—comentó el líder del grupo, un individuo de cabello enmarañado y cuya piel estaba cubierta por todo tipo de cicatrices—. Tenemos ante nosotros al famoso bandido zorro, Kurama; podemos llevarnos diez mil monedas de oro por su cabeza. Incluso puede que obtengamos mucho más, pues el emperador odia a los yoki por encima de todo.
    —De modo que también podremos sacar beneficios matando a esos dos—intervino uno de sus hombres señalando a Kiran y a Nicky y observando con desprecio sus rasgos animales.

    Motivados por la idea de semejante recompensa, todos los asesinos empuñaron con gran fuerza sus armas con ojos brillantes de codicia mientras Kurama y Kiran se preparaban para luchar y Nicky se ocultaba tras ellos. Sin embargo, ninguno de los cazarrecompensas atacó; uno a uno, todos comenzaron a tambalearse como si hubiesen bebido demasiado y se derrumbaron ante los asombrados espectadores.
    — ¿Qué…está pasando? —Jadeó el líder, aplicando toda su fuerza de voluntad para mantenerse despierto.
    —Os advertí que no quería problemas en mi casa—dijo una voz femenina.

    Todos los presentes quedaron perplejos cuando una mujer, la más hermosa y elegante de aquel burdel, incluso de toda la ciudad, apareció tras los bandidos. Su aspecto recordaba a la imagen ideal de la mujer a la que recurrían los poetas: su piel era completamente blanca, lisa y suave, sin ningún tipo de imperfección; sus largos cabellos, tan dorados como las monedas que obtenía de sus clientes, caían en bucles alrededor de su rostro, el cual no necesitaba de ningún aporte de maquillaje.
    —Sabía que no podía fiarme de que os mantuvieseis tranquilos cuando vierais aparecer un bandido, de modo que ordené a mis compañeras introducir una droga en vuestras copas—continuó explicando mientras pasaba por encima de los cazarrecompensas, que roncaba sonoramente, y observaba al líder con sus intensos ojos azules.
    —Maldita pros…—Antes de poder concluir el insulto, el líder perdió el conocimiento y se unió a sus compañeros en su letargo.

    Kurama se aproximó a la dueña del burdel mientras los camareros del bar cogían a los cazarrecompensas y se apresuraban a arrojarlos a un callejón por la puerta trasera.
    —Sigues siendo tan peligrosa como de costumbre, Tanya—Le dijo mostrándole su acostumbrada sonrisa vulpina.
    —“Toda rosa tiene su espina”—citó la mujer—. ¿He de suponer que has venido por negocios?
    —Así es—respondió el yoki, haciendo tintinear el dinero por debajo de la capa para apoyar sus palabras.

    Tanya le indicó a través de un delicado gesto de sus manos que la siguiera. Tras advertir a sus compañeros de que tardaría un rato en volver, Kurama se apresuró a seguirla y subió las escaleras que llevaban a los aposentos donde las mujeres dormían y se dedicaban a complacer a los clientes que buscaran su agradable compañía.
    —Echaba de menos este aroma—comentó el bandido al llegar a la habitación de Tanya, aspirando con fuerza el aire impregnado del olor a pétalos de lirio incinerados—. Todo un detalle por tu parte, Tanya.
    —Han pasado dos meses desde la última vez que me visitaste, así que me he tomado la molestia de darte una cálida bienvenida—dijo la mujer, echando el pestillo de la puerta y acercándose a un armario repleto de botellas de vino y copas de cristal. Tomó una de las últimas botellas, vertió parte de su contenido en dos copas y le entregó una a Kurama—. Este vino es el más caro que poseemos, aunque últimamente todos los productos están costando un ojo de la cara. Algunos labradores bromean diciendo que la tierra se ha vuelto tacaña, pues cada vez aporta cosechas más débiles y poco abundantes.

    El bandido tomó un sorbo de vino y se sentó en un cómodo sillón de terciopelo. Sosteniendo su propia copa con delicadeza, Tanya no tardó en sentarse en sus rodillas.
    —Recibí una visita muy interesante hace escasamente tres días—comentó como quien no quiere la cosa—. Lord Rassiel, uno de los miembros del consejo del emperador Leónidas, apareció en la ciudad y decidió buscar diversión en mi lecho.
    — ¿Qué hacía tan lejos de la capital? —Preguntó Kurama, sorprendido de escuchar que uno de los altos aristócratas imperiales hubiese abandonado su lujoso hogar en Arandiel.
    —Parece que el emperador le encomendó la misión de capturar a cuanto yoki pudiera para dar ejemplo de lo que les pasa a estos seres y a los que se relacionaran con ellos. No obstante, un poco de alcohol y de encanto femenino lograron arrancarle la verdad de sus labios: muchos de sus carruajes estaban llenos de oro, recaudado mediante la extorsión y la amenaza a los habitantes de los poblados de la zona.

    Kurama apretó los colmillos. No contentos con obtener riquezas exterminando a los seres como él, los nobles al servicio de Leónidas se dedicaban a robar el dinero de personas que lo necesitaban con más urgencia que ellos mismos.
    —Pasarán por la aldea de Therm dentro de cuatro días—añadió Tanya.
    —Tiempo suficiente para llegar antes que ellos y tenderles una emboscada—afirmó el bandido, tomándose el resto del vino de un trago y dejando la copa sobre la mesa que tenía al lado.
    — ¿Vas a enfrentarte a uno de los grandes nobles? —Tanya también dejó su copa sobre la mesa, se incorporó y tomó a Kurama de la mano para que hiciera lo mismo—. En ese caso, creo que debo ayudarte a reducir toda la tensión que tengas acumulada en el cuerpo.

    A pesar de que Kurama no era un tipo tímido, no pudo evitar ponerse nervioso al sentir las manos de Tanya introduciéndose bajo su ropa para quitársela y acariciando su piel. La repentina aparición de sus colas en contra de su voluntad fue la señal de que su parte animal estaba tomando el control de la situación.
    — ¿Vas a permitir que te pague esta vez? —Preguntó entre suspiros—. Tus demás clientes se disgustarían mucho si se enteraran de que me das un trato especial.
    —Teóricamente debería ser decapitada por atreverme a desafiar al emperador teniendo relaciones con un yoki, pero eso no me importa—replicó Tanya, quitándose rápidamente sus radiantes vestidos y arrastrando al bandido con ella hasta su lecho para quedar atrapada bajo el peso y el calor de su cuerpo—. Además, para mí no eres un cliente.
    —Mis amigos me estarán esperando—susurró Kurama intercalando cada palabra entre beso y beso, en cada momento en que se separaban para poder respirar.
    —Mis compañeras se encargarán de tenerlos entretenidos—dijo la dueña del burdel. Casi se echó a reír al ver la expresión del bandido—. No te preocupes por el pequeño; no descubrirá nada demasiado avanzado para él.
    —Todavía es un niño.
    —En cierto modo tú también lo eres, aunque tienes el cuerpo de un atractivo adulto; todavía te pones muy nervioso cuando intimamos.

    Kurama arrugó la nariz, moviendo graciosamente los bigotes.
    —Pues ahora verás de qué es capaz este niño—y siguió el consejo de la mujer de abandonarse al placer y dejar de preocuparse por todo en su compañía.



    La noche ya había caído sobre el valle de Hendell cuando Selene llegó al porche de su casa, donde se detuvo dubitativa. Las preguntas que se había hecho durante su solitaria reflexión en el bosque seguían bombardeando su mente, volando de aquí para allá como molestos mosquitos en torno a su presa, pero no se atrevía a entrar en la casa para expresarlas en voz alta ante sus padres. El miedo a lo que pudiese descubrir le fijó los pies al suelo e inmovilizó su brazo a unos centímetros del pomo de la puerta.
    “Ármate de valor.” se dijo con furor, reprendiéndose a sí misma por haber perdido la determinación.

    Fue en ese preciso instante cuando una voz masculina, poderosa y ancestral, resonó en todos los rincones de su mente, borrando todas sus preguntas y acuchillando sin piedad cualquier otro pensamiento.
    “Athier…Athier…Recuerda quién eres y de dónde provienes…”

    La joven Morrigan se llevó las manos a la cabeza en un vano intento por apagar aquella voz, que amenazaba con quebrar su mente, pero ésta se volvió todavía más fuerte y cruel.
    “Vuelve al hogar…Ocupa el lugar que te corresponde a mi lado…”
    — ¡Déjame en paz! —Chilló Selene, quien se horrorizó al sentir un líquido cálido saliendo de sus oídos y comprobar que sus manos estaban manchadas de sangre—. ¡Vete!
    “Padre castigará a los humanos pecadores como los hijos desobedientes e indignos que son…Sus latigazos harán zozobrar la tierra y partirán en dos los cielos…Su corazón, henchido de ira por los errores de sus hijos y de su propia soberbia, latirá con fuerza en el último hálito de vida de la tierra…”

    A pesar de sus esfuerzos por mantenerse en pie, Selene acabó abatida por aquella voz que parecía provenir de las entrañas de la misma tierra y se sumió en la oscuridad sin darse cuenta de que alguien había evitado que se diese un golpe en la cabeza ni de que su cristal brillaba como nunca lo había.
     
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  5.  
    Fénix Kazeblade

    Fénix Kazeblade Creador de mundos Comentarista destacado

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    muy buen capitulo, que tetrico final, ojala este pronto la continuacion, muy interesante este fic, cuidas mucho los detalles y eres muy descriptivo con ellos, solo una cosa para futuras referencias yo no tengo que ver nada con leonidas ni el sello imperial lo digo por lo del simbolo.
     
  6.  
    Kohome

    Kohome Fanático Comentarista destacado

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    Hermoso ciertamente.

    Me encanta éste tipo de historia que implica toda clase de situación: lujuria, misterio, horror, fantasía... en fin, me encantó sobremanera, en especial el pequeñín niño gato (amo a los gatos la verdad xD)

    Bueno, creo que la voz que atormentó a la pobre Selene era la "gran madre" ¿no?

    Ok, ok, lo sabré luego.

    Gracias por invitarme y avísame cuando esté tu conti
     
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  7.  
    Dreamer

    Dreamer Guest

    Título:
    El sello del corazón de cristal.
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    4535
    Capítulo 2.
    El ojo del emperador y la maldición real.
    Muy lejos del valle de Hendell y de los territorios circundantes, ocupando el punto central de la vasta planicie de Gallanth, se erigía la imponente capital del continente, Arandiel, cuyos edificios habían sido construidos con piedra marmórea de la mejor calidad. Al menos una pequeña parte de la ciudad, la zona central, correspondiente a la residencia de los nobles, continuaba reluciendo bajo el sol; la zona periférica, que en otros tiempos había compartido aquel esplendoroso aspecto, había quedado deteriorada a causa de la desatención e indiferencia de los nobles. Como consecuencia, la ciudad había quedado dividida en una zona rica y una pobre, separadas por un imponente muro cuya construcción y cuya vigilancia habían sido decretadas por el propio emperador como una forma de simbolizar la superioridad de los nobles sobre los demás.

    En el preciso momento en el que el sol comenzaba a alzarse por el este como ya lo había hecho innumerables veces desde el principio de los tiempos, el sueño de los ciudadanos se vio interrumpido por al atronador sonido de las campanas del castillo de los Farray, el edificio más alto y lujoso de todos, la piedra angular de Arandiel. Las calles pronto se vieron abarrotadas de personas que iban y venían para comentar con sus vecinos acerca de la razón por la que había saltado la alarma.
    —Dicen que los forasteros que llegaron ayer por la noche a la taberna han entrado en el castillo a la fuerza y han acusado al emperador de abusar de su cargo por los altos precios de importación que deben pagar para conseguir bienes del continente—explicaba la dueña de la taberna El pisotón del pony tras haber abierto el negocio en un horario nada habitual para poder contarles su teoría a los clientes que quisieran escucharla.

    Todos soltaron al mismo tiempo un silbido de perplejidad.
    — ¿Qué será de ellos? —Preguntó un cliente sentado en una de las mesas de las esquinas.
    —Si de verdad han insultado de ese modo al emperador, me temo que ya deben de estar muertos—replicó otro hombre con tristeza—. Hay que estar mal de la cabeza para enfrentarse a Leónidas, ¿no creéis?
    —Desde luego—afirmó el resto de la clientela, rezando en silencio por las almas de los forasteros.

    Las suposiciones de los ciudadanos no iban mal encaminados, salvo en lo que se refería a la muerte de los forasteros, pues el emperador todavía no había llegado a recurrir al asesinato. Sin embargo, mientras los ciudadanos de clase baja transmitían los rumores como si fuesen los vectores de una enfermedad muy contagiosa, los forasteros, cuatro hombres de fuerte complexión gracias a las largas horas de trabajo como marineros, fueron repentinamente derribados por una extraña fuerza proveniente del ojo izquierdo de Leónidas tras haber intentado atacarle por no haber accedido a su petición de reducir los impuestos.
    — ¿Cómo ha hecho eso? —Se preguntó uno de los marineros, incorporándose con dificultad y observando con temor la luz azulada que surgía del extraño ojo del emperador, un cristal tallado con la forma de un globo ocular—. ¿Acaso es un hechicero?

    El marcado rostro de Leónidas se contrajo por la ira y el fulgor del ojo de cristal se acrecentó extraordinariamente hasta el punto de poder dañar la vista de cualquiera que cometiera la imprudencia de mirarlo directamente.
    — Os atrevéis a venir hasta mi castillo para criticar mi forma de dirigir el imperio, me atacáis con toda la intención de matarme y me comparáis con un maldito brujo—dijo con una voz grave que no auguraba nada bueno—. No puedo consentir ese tipo de insultos contra mi persona—levantó las manos y señaló al más cercano de los forasteros— ¡Levitus!

    El isleño quedó atrapado en lo que podría describirse como un campo de fuerza y se vio separado del suelo hasta chocar violentamente contra el techo del salón del trono.
    — ¡Libérelo! —Gritaron los demás, recogiendo sus espadas y aproximándose al emperador.
    ¡Descendus! —Leónidas chasqueó los dedos y deshizo su anterior conjuro, dejando que el prisionero cayera libremente y se estrellara contra el suelo. El impacto fue lo bastante fuerte como para romperle todos los huesos del cuerpo y llevarle al sueño eterno sin siquiera darse cuenta. Sonriendo de satisfacción y placer, el emperador señaló al resto de los forasteros, que observaban el cadáver de su compañero con los ojos llenos de miedo—. ¡Pararsus!

    Contrajo los dedos de las dos manos y desató la fuerza de su poder sobre sus enemigos, que se llevaron las manos al pecho y comenzaron a retorcerse y a abrir y cerrar la boca en un vano intento por respirar. Al cabo de unos minutos, los tres hombres cayeron a los pies del emperador, muertos por la detención de sus corazones.
    —Alguien deberá quitar de en medio esta basura—comentó con tono despectivo a la vez que se cubría el ojo de cristal con un parche de cuero negro. Miró a uno de los soldados que habían presenciado la ejecución—. ¿Dónde está mi hijo?
    —Supongo que seguirá en su habitación, durmiendo—respondió el soldado con temor a una represalia.

    Leónidas se sentó en su trono y ordenó:
    —Envía a alguien a buscarle para que le lleve a los laboratorios. Ya estoy harto de aguardar algún avance en las investigaciones sobre la cura de su enfermedad.
    —Como usted ordene, emperador—el soldado abandonó rápidamente la sala mientras el gobernante se recostaba en el trono y cerraba los ojos para descansar y aliviar la tensión causada por el uso de la magia.



    Knight Farray abrió los ojos y se sorprendió al verse de pie en mitad de una extensa pradera, cuyas hierbas eran tan altas que le llegaban a la cintura, cuando debería seguir durmiendo en su cama. Giró sobre sí mismo para echar un vistazo a su alrededor y vio a una chica a unos setenta pasos de su posición. No lo podía asegurar debido a la distancia pero tenía la impresión de que aquella chica, al igual que él, no conocía aquel lugar.
    “¿Es posible que sea ella?” se preguntó mientras se aproximaba a la desorientada joven con la sensación de que ya la había visto en otras ocasiones.

    Al aproximarse a la chica, se dio cuenta de que era la misma chica con la que había estado soñando desde hacía meses. Los sedosos cabellos negros y blancos y aquella piel blanquecina que parecía relucir como si estuviera cubierta de gotas de agua resultaban inconfundibles.
    —Perdona…—El príncipe dudó. No sabía muy bien cómo manejar una situación tan extraña.

    La chica se sobresaltó y le miró con sus almendrados ojos de color azul claro. Realmente parecía encontrarse perdida.
    — ¿Dónde estoy? —Preguntó con recelo—. ¿Quién eres tú? —Sus ojos rápidamente se posaron en las vendas que cubrían el brazo derecho de Knight y el lado derecho de su rostro.
    —A la primera pregunta no puedo contestarte—el príncipe se cubrió el brazo con la capa que llevaba puesta y le tendió una mano a la chica—pero sí puedo decirte que me llamo Knight Farray. ¿Cuál es tu nombre?

    Tras un momento de duda, la chica aceptó el gesto de confianza y le estrechó la mano al joven a pesar de que era un completo desconocido para ella.
    —Me llamo Selene Morrigan—se presentó.
    —Es un hermoso nombre—Knight sonrió, logrando que Selene se sonrojara y ocultara parte de su rostro tras su largo cabello. Dándose cuenta de que aquel comentario no había sido la mejor idea para aliviar la tensión y la confusión que reinaban en el ambiente, el príncipe carraspeó y se dio la vuelta para seguir contemplando el paisaje—. ¿Cómo has llegado a este lugar si no sabes siquiera dónde está?
    — ¡Yo no debería estar aquí! —Exclamó Selene, perdiendo la vergüenza y observando nerviosa los alrededores. Respiró hondo—. Yo estaba a punto de entrar en mi casa cuando me desmayé y me desperté en este lugar.
    —Es curioso porque yo debería haberme despertado en mi cama—comentó Knight, confuso por aquella extraña coincidencia.

    ¿Acaso significaba que aquello era un sueño? ¿Era posible que los sueños de dos personas entrasen en contacto y se entremezclaran? Jamás había oído nada tan extraño.

    Mientras los dos jóvenes seguían contemplando la desconocida pradera en la que se encontraban, el cielo se oscureció y un viento helador comenzó a soplar con gran fuerza, arrastrando lo que parecían ser los lamentos de una mujer. Tanto Selene como Knight se estremecieron al escuchar aquellos desgarradores gritos, que parecían clavarse en lo más hondo de sus corazones.
    — ¿De dónde provienen esos gritos? —Preguntó el príncipe, asombrándose cuando todas las plantas del hermoso prado se pudrieron y la tierra, estéril a los pocos minutos, se resquebrajó.

    Selene ahogó un grito al sentir un repentino tirón en el cuello y se llevó las manos al pecho para intentar evitar que el colgante saliera disparado. Como si fuese atraído magnéticamente por los lamentos de la mujer, el cristal luchaba por acercarse a su origen a pesar de los esfuerzas de su dueña por quedarse inmóvil donde estaba.
    — ¿Qué está ocurriendo? —Le preguntó el sorprendido príncipe.
    —No tengo ni idea—jadeó Selene, quien podía sentir sus zapatos desgastándose por el rozamiento con la tierra que estaba causando aquella extraña atracción del cristal—. Nunca había pasado por algo semejante.

    El joven Farray se acercó a la chica y la abrazó con la intención de ayudarla a resistir la fuerza del cristal, pero ésta se había intensificado de forma alarmante del mismo modo que lo habían hecho los lamentos y el vendaval. Ignorando los esfuerzos de Knight y Selene, el efecto de atracción que el sufrimiento de la mujer ejercía sobre el cristal los atrajo lenta pero incesantemente hasta un terreno rocoso. Allí, oscura como el interior de la boca de un lobo, se encontraba la entrada de una gruta, de la que nacían los lamentos. Sin embargo, Knight pudo percibir algo más. Prácticamente oculto bajo el llanto de aquella voz y el rugido del viento, podía escucharse el sonido de una corriente de agua moviéndose
    “¿Se trata de un río subterráneo?”

    En cuestión de segundos, la tormenta se calmó y el viento comenzó a fluir hacia el interior de la cueva, como si estuviese siendo succionado por la misma. Tal era su fuerza que los dos jóvenes se vieron levantados del suelo y atraídos con fuerza a la oscura humedad de la gruta. Sujetando a Selene para que no se separaran, Knight trató de aferrarse a alguna estalactita pero sólo logró recibir un doloroso golpe en la frente, momento en el que despertó y descubrió que se encontraba de nuevo en sus aposentos, más concretamente en el suelo: debía de haber estado revolviéndose en sueños y haberse caído de la cama.
    —Adelante—dijo al escuchar que llamaban a la puerta, incorporándose y frotándose el foco del dolor.

    Ray Wonrei, hijo de uno de los oficiales del emperador y el amigo más cercano de Knight, entró en la habitación. Aunque tenía diecisiete años, la misma edad que el príncipe, había demostrado que poseía el mismo talento con la espada y en el desarrollo de estrategias militares como su padre, por lo que podría haberse convertido en un miembro de alto rango del ejército. Sin embargo, lord Regid, su padre, había sido presionado por su mujer para evitar que el joven ocupara una posición tan peligrosa, por lo que Ray había acabado convirtiéndose en el guardaespaldas de Knight.
    —Knight, ¿sucede algo? —Le preguntó al ver el frío sudor y los escalofríos que recorrían el cuerpo del príncipe. Una repentina sospecha le acometió—. ¿Has vuelto a soñar con esa chica?
    —Sí, pero no ha sido como los otros sueños—respondió Knight, secándose el sudor—. Parecía que ella y yo nos encontrábamos en el mismo sueño y podíamos interactuar.

    Aquello parecía divertir mucho a su amigo, que le preguntó con una sonrisa burlona:
    — ¿Y de qué modo interactuabais?
    —No del modo que estás pensando—gruñó el príncipe—. En fin, ¿querías hablar de algo?
    —Mi padre me ha pedido que te diga que el emperador desea que sigas sometiéndote a las pruebas de la doctora Merryl.

    Knight suspiró. La doctora Merryl era una de las muchas personas dedicadas a la investigación del agua de Sacro, el extraño acuífero sobre el que se hallaba la ciudad, que habían descubierto que la magia contenida en ella podía convertirse en diferentes formas de energía y utilizarse en una gran variedad de aplicaciones técnicas. La mujer se dedicaba a estudiar el efecto de aquella magia sobre los seres vivos, especialmente sobre aquellos que eran yoki o que estuvieran infectados por la energía de tales criaturas.
    — ¿Crees que Merryl logrará hallar una cura para lo que sea que me esté pasando? —Le preguntó a Ray mientras se dirigían a los laboratorios, situados bajo sus pies e inaccesibles para todo aquel que no perteneciera a la aristocracia o que no participara en las investigaciones.
    —No sé si lo logrará, pero no hay que perder la esperanza de que así será mientras exista la más mínima posibilidad—respondió su guardián—. Además, Merryl está poniendo un gran empeño en la investigación.
    —Sí, es muy entusiasta.

    Se dirigieron al vestíbulo y descendieron las escaleras que llevaban al complejo subterráneo de la zona de investigación, repleta de actividad. Intentando no interrumpir el trabajo de los científicos, caminaron a través de espaciosas habitaciones repletas de todo tipo de grandes recipientes llenos de agua del manantial y de extraños aparatos que desprendían calor y descargas eléctricas a partir de la energía del cristalino líquido. En más de una ocasión se sobresaltaron al escuchar el sonido de una explosión proveniente de las salas de máxima seguridad, pues la magia del agua también estaba siendo utilizada para el desarrollo de nuevas armas y el incremento de la potencia militar del ejército. Su destino, sin embargo, era una habitación algo más pequeña y humilde, tanto que prácticamente pasaba desapercibida y era ignorada por todos los científicos, pues se trataba del lugar de trabajo de la doctora Merryl Lean y estaba llena de elementos cuya importancia era considerada secundaria: plantas, animales, contenedores de tierra, etc.
    —Doctora Merryl, ¿está usted ahí? —Preguntó Knight para anunciar su llegada.

    Una mujer vestida con una bata blanca se incorporo desde detrás de uno de los contenedores de tierra. Se trataba de la doctora Merryl, una mujer de ondulado rizado negro que llevaba unas gafas de cristal grueso que le daban a sus ojos la apariencia de ser gigantescos.
    —Me alegro de que hayáis venido, alteza—dijo sacudiéndose el polvo y los restos de tierra que llevaba en la bata y los guantes— ¿Listo para un nuevo examen?
    —La verdad es que no aguardo estos estudios con el mismo entusiasmo que usted—comentó el príncipe de pasada.
    — ¿Qué estaba haciendo? —Intervino Ray mirando con interés el contenedor.
    —Estaba comprobando el efecto de esta agua sobre esta muestra de tierra traída desde los desiertos meridionales del continente, donde las plantas apenas prosperan—explicó la emocionada investigadora, que observaba el objeto de su estudio con los mismos ojos con los que una madre miraría a sus hijos—. Indagando y reuniendo información de mis contactos, he descubierto que esos lugares tan áridos no reciben tanta cantidad de agua del manantial como los lugares más fértiles, lo que me llevó a pensar que existe una relación entre la prosperidad de las cosechas con el agua del manantial, que llega a todos los rincones de la tierra.
    — ¿Cómo puede ser que un único manantial pueda nutrir a todo el continente? —Preguntó Knight mientras su amigo se reía sólo de pensar algo tan ridículo.
    —Empiezo a sospechar que el manantial no sólo nutre las tierras del continente, sino que también llega hasta todas las islas circundantes y que también permite que los océanos sean fuentes de recursos tan grandes—replicó la doctora, ignorando el tono escéptico de su voz y las risas de Ray—. Incluso el aire se ve influenciado en cierto modo por la magia de sus aguas sagradas.

    Y sin decir ni una palabra más, se aproximó al contenedor, en cuyo estéril contenido había plantado varias semillas de diferentes plantas adaptadas a crecer en medios muy dispares a los de aquel laboratorio, y accionó una válvula para permitir que el agua regara la tierra a través de unos aspersores situados en el techo.
    —Observad atentamente—les pidió a los jóvenes, que se adelantaron para poder ver mejor.

    A los pocos segundos de haber comenzado la aspersión, la tierra comenzó a agitarse y permitió que los brotes se abrieran paso para dar lugar a las diferentes especies de plantas cuyas semillas Merryl había recolectado, las cuales alcanzaron su fase adulta al cabo de cinco minutos.
    —Ya sé que esto no parece tan interesante como los proyectos de mis compañeros, pero os aseguro que puede reportar unos beneficios excepcionales para los agricultores y para los ganaderos, pues el agua también fomenta el desarrollo de los animales—explicó completamente emocionada.
    — ¿Y sobre las personas? —Preguntó el príncipe con aspereza a la vez que se quitaba las vendas que cubrían casi totalmente la mitad derecha de su cuerpo.

    Por alguna razón desconocida, a la edad de trece años, el cuerpo de Knight había comenzado a experimentar cambios que no tenían nada que ver con los que implicaba el paso de la infancia a la adolescencia. El lado derecho de su cuerpo recordaba al de un yoki lobo: estaba cubierto por un tupido pelaje negro y presentaba una musculatura más desarrollada que su lado izquierdo, que todavía seguía siendo bastante delgado y sin rastro de piel; su ojo derecho se había vuelto completamente amarillo y era capaz de ver en la más absoluta oscuridad; y su mano se había alterado de tal forma que se asemejaba a la garra de un lobo.
    —Todavía no he logrado encontrar el desencadenante de su transformación, alteza—susurró Merryl con tristeza, pues sabía lo mucho que el príncipe se avergonzaba de aquella degenerativa transformación.
    —Pero el emperador dijo que se cayó de los brazos de su madre al agua de Sacro cuando no era más que un bebé—protestó Ray—. Es posible que los yoki hayan sido humanos en algún momento y que se hayan transformado en lo que son ahora por una gran exposición a la magia del manantial. Seguramente pretendieron quedárselo todo para ellos mismos y se convirtieron en esos seres monstruosos.
    —No estoy tan segura de que eso sea así—refutó la doctora, colocando correctamente sus gafas sobre el puente de la nariz—. Mi padre dedicó toda su vida al estudio de los yoki y pensaba que eran una especie diferente a la nuestra pero con un antepasado común.
    — ¿Así que provenimos de la misma especie que los yoki? —Le preguntó Knight, que jamás había escuchado aquella teoría.
    —Así es—corroboró Merryl, alzando un dedo como si quisiera afirmar su posición igual que si fuera una maestra dándoles lecciones a sus estudiantes—. Parece ser que algún suceso histórico, algún punto de inflexión evolutivo, provoco que la especie recorriera dos caminos evolutivos: los seres humanos y los yoki.
    — ¿Qué tipo de suceso?
    —Podría haber sido cualquier cosa—Merryl se rascó la nuca pensando en ejemplos de lo que trataba de explicar—: algún cambio ambiental drástico, algún desastre natural a nivel planetario,…
    —Jamás había oído hablar de esas teorías—comentó el príncipe—. ¿No los publicó su padre?

    La pregunta puso muy nerviosa a Merryl, cuyas gafas estuvieron a punto de caérseles del respingo que dio. A Knight le pareció ver lágrimas asomando a los ojos castaños de la mujer, que se apresuró a darles la espalda.
    —N-Nunca tuvo interés en hacer públicas sus hipótesis—susurró con tristeza. Recobrándose en poco tiempo, o fingiendo que lo había hecho, declaró—: Será mejor que continuemos con las pruebas.

    Los dos jóvenes intercambiaron una mirada de incertidumbre pero decidieron no seguir ahondando en el tema para que el príncipe pudiera permitir a la doctora examinar el avance de su transformación.



    — ¿Cómo se encuentra, doctor? —Le preguntó Helen al hombre al que habían llamado para que reconociera a su hija.
    —No parece haber indicios de insolación, traumatismo ni infección que hubiese podido producir un desmayo tan repentino ni ese sangrado en los oídos—respondió el experto mientras guardaba sus utensilios en el maletín que siempre llevaba consigo—. Pasando por alto el hecho de que está inconsciente, podría decirse que su hija goza de buena salud.

    Ealdor, su esposa y sus dos hijas dirigieron miradas de soslayo a Selene, quien se encontraba en la cama de su habitación, completamente tapada con mantas y con un paño húmedo colocado sobre su frente. Ya llevaba nueve horas inconsciente, desde que su padre la encontrara gritando y sacudiéndose en el de porche de la casa, y no daba señales de que fuese a despertar pronto.
    — ¿Se pondrá bien? —Preguntó Elvira mordiéndose una vez más un mechón de cabello.
    —Como no sé muy bien qué ha ocasionado el colapso, no puedo asegurarlo, pero su vida no corre peligro—declaró el médico—. No obstante, sí debo señalar que sus constantes vitales estaban muy aceleradas, como si en ese momento la chica estuviese a punto de enfrentarse a una situación de estrés.

    Los adultos Morrigan intercambiaron una mirada temerosa. Jamás le habían dado un motivo a Selene para que no se sintiera segura con ellos, de modo que sólo se les ocurría una razón para que la menor de sus hijas se hubiese sentido tan mal como para llegar a desmayarse.
    —Le acompañaré hasta la puerta, doctor—se ofreció Ealdor cuando el médico anunció que ya no tenía nada que hacer allí y que sólo era cuestión de tiempo que Selene despertara.

    Pálido y angustiado, Mario, que había acudido rápidamente al hogar de los Morrigan cuando escuchó el desgarrador grito de Selene, dejó un ramo de margaritas en la mesilla y se quedó observando el rostro de la chica a la que amaba.
    — ¿Qué te ha pasado, Selene? —Susurró con pesar.

    En el preciso instante en que le apartaba un mechón de cabello de la frente, el cristal que colgaba del cuello de la joven brilló con tal fuerza que la luz atravesó las mantas, las paredes y el techo de la casa. Ante la asombrada mirada de todos los pueblerinos, una columna de luz azul se alzó hasta alcanzar el cielo al mismo tiempo que la tierra comenzaba a temblar con tal violencia que nadie era capaz de mantenerse en pie. El temblor alcanzó las cordilleras que rodeaban el valle y originó grandes avalanchas que aplastaron los moribundos árboles que crecían en sus faldas.



    A miles de kilómetros de allí, oculto de la superficie del mundo, Elías contemplaba el agua del manantial, muy agitada a causa del terremoto, con expresión solemne. El constante rugido de la tierra provocó que grandes fragmentos de roca se desprendieran del techo y las paredes y que dejaran al descubierto una capa oculta hecha completamente de cristal.
    —Sometida por el Padre, la Madre exhalará su último aliento con la llegada del castigo celestial y arrastrará a sus hijos en su caída—recitó mientras los temblores comenzaban a remitir—. La rueda del destino se ha puesto en marcha.
     
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  8.  
    Kohome

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    ¡Oh Dios mío! Está tan bueno como va, realmente me encantó saber tanto en un solo capi. Conocer al hijo del emperador con aquel "defecto" de poseer la apariencia de un Yoki lobo en un extremo de su cuerpo. Y que Selene y él se encontrasen en un sueño.

    ¿Qué habrá significado ese sueño?

    Muy interesante, avísame cuando esté la conti. La leere gustosa
     
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    AlexMarie Kagamine

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    Que buena historia, wow me impacto todo lo que esta pasando ¿que pasara ahora? bueno espero que todo vaya de viento en popa, me gusta como narras, tu ortografia es buena ya que no note ningun horror tu sabes, jajajaja bueno que buen manejo de personajes y los escenarios bueron muy bien especificados ¡Felicidades! es la primera historia que ve que no tiene ningun problema tecnico me alegro de verdad por eso y suerte en las demas historias, bueno yo me despido sin antes perdir perdon por mi tardanza es la escuela la que no me permitia leer y comentar pero como ya termine ya me es mas facil y tengo mucho mas tiempo wiiiii eso si es moe bueno me retiro y gracias por tu linda invitacion amiga bye bye

    Atte: Alex Kagamine de chocolate.

    Pd: conti, conti, conti wiiii
     
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