Dulce Inocencia.

Un pequeño y cursi drabble que escribí para la actividad Amor vs Desamor.
Espero y sea de su agrado~.
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La pequeña Aleen miró el papel doblado prolijamente que traía entre las manos. De color celeste, con detalles en blanco. Suspiró resignada, después de todo, había hecho su mejor esfuerzo para que quedara bien.

—Ojalá entienda mi letra—rogó la niña de unos siete años mientras avanzaba al patio del colegio primario, pasando por los pasillos casi desiertos ya que todos se encontraban en el merecido recreo—. Apenas aprendí a escribir correctamente y puse todo mi empeño en eso para hacerle esto.

Llegó al patio y observó a todos los alumnos jugando, los maestros charlaban y era un caos. Un caos muy divertido para cualquier niño de su edad, hubiera salido corriendo a jugar con sus amigas a las muñecas, pero entonces recordó su misión. Una muy importante, para la que se requería mucho valor. Localizó su objetivo, sentado en un columpio solitario, meciéndose tranquilamente.

— ¡Se ve más lindo cada día~!—comentó inocentemente, mientras caminaba hacia el chico. Ese niño de ojos verdes y cabello negro que la tenía encantada desde el primer día de escuela. Él era el primer amigo que había hecho. Pensaba que si sus sentimientos no eran correspondidos, seguirían juntos. Nada le aseguraba eso pero, ¿cómo le explicas a una niña con la mirada de Aleen, que tal vez nunca volverían a ser amigos? No puedes, nadie con corazón sería capaz de quitarle la ilusión que llenaba su infantil alma.

— ¿Alan?—llamó tímidamente la chiquilla. El nombrado levantó su rostro, estaba algo triste porque los niños no lo dejaban jugar al futbol con ellos. Pero la dulce voz de niña lo reanimó—. ¡Quería darte algo!

— ¿Qué sucede?—cuestionó el niño. Miró los ojos azules de su amiga que brillaban tanto, haciéndolo sonrojar—. ¿Son caramelos o chocolates?

—Nada de eso, tontito—le contestó con cariño. Extendió el papel y su pequeña mano temblada. Alan la miró confundido y tomó aquello que ella había preparado con mucha ternura para él—. ¡Espero que te guste, Alan! Y sobre todo, que sigamos siendo amigos.

Aquello último que dijo la niña lo desconcertó un poco, pero antes de que pudiera decir algo, Aleen le dio un corto beso en la mejilla para luego salir corriendo hacia el interior del colegio, ondeando su cabello castaño. Ese beso, ese pequeño roce, fue suficiente para provocar un estremecimiento en el chiquillo.

Alan se tocó la cara y sonrió. Salió de su ensoñación para leer aquello que le había dado Aleen. Y volvió a sonrojarse por algo tan simple. En el papel estaba escrito aquello que él quería decirle a esa niña de ojos azules.

—Te quiero—leyó con amor las palabras escritas, analizándolas junto con los actos de su amiga; llegó a una acertada conclusión—. ¡Aleen me quiere! ¡Nos queremos! ¡Seremos felices juntos!

Quizás las emociones fueron demasiadas para el niño que lo único que encontró para descargarlas, fue correr al salón y plantarle un beso a Aleen frente a todos sus compañeros. ¡Un acto inocente, como su amor!