Harry Potter Bajo el sauce <Hermione-Harry>

Mis saludos a quien esté leyendo estas palabras. Este escrito es mi regalo del intercambio por el día de San Valentín. Es para Okita, espero le guste, quería subirlo mañana, ya que como mencionó, es su cumpleaños y así daría más 'dramatismo' pero por mala suerte estaré muy ocupado y dudo mucho poder entrar al foro. De igual manera espero que le guste, no soy muy bueno escribiendo cosas románticas, en realidad no soy bueno en escribir nada, así que espero que le agrade aunque sea un poco.

Para: Okita

Bajo el Sauce.​

Dicen que febrero es un mes bastante frío.

Frotó sus manos para conseguir calor y soltó un respiro que empañó la ventana por la cual veía; sus ojos marrones se perdían en el frígido paisaje, tan entrada estaba en sus pensamientos, que no se percató del movimiento de sus dedos; por instinto se movían con la delicadeza de una ninfa y trazaban en la apanada ventana ‘algo’, más bien escribían un nombre.

—Harry —susurró azorada.

Ella era sumamente observadora y analítica, pero esta vez sus capacidades le fallaban, no lograba comprender lo que le pasaba, es decir, ella, Hermione Granger, parada frente a un gran ventanal empañado y dibujando el nombre de su mejor amigo; definitivamente eso no era normal.

—Demonios —musitó fastidiada.

Exasperada pasó violentamente la mano sobre el cristal para borrar la evidencia. Salió a los pasillos de Howarts; repasaba con la mirada todo a su paso, no había nada que le interesara, todos estaban ocupados en sus propios asuntos, la mayoría estudiando, pues pese a que era su día de descanso, los exámenes estaban a punto de comenzar; naturalmente ella no tenía la necesidad de hacerlo.

—¿P-por qué estoy aquí? —se preguntó al darse cuenta del lugar en donde estaba.

Nuevamente su cuerpo hacía lo que le pacía. Sus piernas la llevaron ante el sauce boxeador. Aquel lugar donde sus dudas despertaron y el calinoso sentimiento brotó toscamente de su corazón.

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—¿Qué haces aquí Harry?

—No hagas ruido Hermione —respondió entre dientes y un poco exaltado.

Se encontraban a pocos metros de aquél espeluznante árbol. Potter lo miraba con atención, palmariamente se notaba que se traía algo entre manos.

—Por mi culpa hoy en la mañana el suéter favorito de Ron voló hacia acá y se atoró en aquella rama del sauce.

Granger miró hacia el lugar señalado y efectivamente, la prenda preferida por Ron se encontraba apresada en el ramaje.

—Olvídalo Harry, es muy peligroso acercarse.

—Ya lo sé, pero puedo hacerlo.
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Armónicas melodías producidas por el viento resonaron en sus tímpanos y menearon su ondulado cabello. Adentró un poco más su mirada al pie del sauce donde yacía una pequeña entrada a un túnel, mismo en el que cayeron en el incidente en su tercer año.

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—¡Ahhh! —gritó al verse atrapada y volando en las ramas del peligroso árbol.

Potter no tuvo nada de cuidado, en un leve descuido fue percatado y de inmediato agredido. Hermione al tratar de ayudarlo se vio envuelta en el embrollo y ahora ambos jóvenes eran zarandeados salvajemente por el boxeador.

—¡Suéltate Hermione!

El zagal saltó espontáneamente y se proyectó en dirección a la chica, lográndola atrapar en un abrazo.
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Cerró momentáneamente los ojos y profundizó en su interior. Era capaz de escuchar y de sentir los latidos de su corazón que poco a poco iban aumentando con tan solo pensar en esa persona.

—Él es mi amigo —se dijo al levantar un poco los párpados—, desde siempre hemos estado juntos, lo ayudo y me ayuda. Hay confianza mutua y siempre lo he visto de esta manera, entonces ¿por qué?

No era sencillo, no entendía lo que acababa de nacer en ella, o quizás no quería comprenderlo, tenía miedo, se asustaba de sus propios sentimientos; se odiaría a sí misma si llegara a arruinar la amistad que tenía con él. No podía sentirse atraída de esa manera hacia su mejor amigo de la noche a la mañana y sólo por aquel incidente, ¿verdad?

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Cayeron súbitamente en aquél recóndito lugar. La fuerza y el impulso los empujó por todo el caminito asemejado a una estrecha resbaladilla.

—A-ay —se quejó al impactar en un rocoso suelo.

La muchacha sintió un dolor en el cuello, el golpe había sido duro.

—¿Estás bien Ha...?

Su lengua se trabó totalmente al percatarse que su amigo se encontraba aprisionándola. Nunca había estado tan cerca de él. Sus ojos castaños no podían dejar de temblar y de mirar detenidamente los oscuros de él. Eran unas pupilas depredadoras y llenas de bondad.

La reacción de Harry no fue diferente a la de Hermione. En el momento de abrir sus ojos quedó atrapado al verse a tan poca distancia del bello rostro de ella. La sensación que lo envolvía era cálida, el olor corporal de Hermione era una suave fragancia agradable para su olfato.
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Colocó ambas manos sobre su pecho y apretó sus ropas. Empezaba a enojarse por todo eso, ¡demonios! ¿¡Qué no podía dejar de pensar en él!? Se sentía estúpida y como un león atrapado dentro de una estrecha jaula, buscaba una escapatoria, pero no obtenía resultados, mirara por donde mirara no había puerta que le permitiese salir de su tormento.

—¿¡Por qué!? —gritó al tiempo de dar un pisotón.

—Hermione.

Su cuerpo se tensó al reconocer la voz; genial, ahora comprobaba que esas cosas no sólo pasan en las películas. Hecha piedra y resignada a darle en cara se giró para encontrarse con él.

—H-Harry —sonrió tontamente como saludo.

—Te estaba buscando.

—Pues... me encontraste.

Su curiosidad despertó cuando Potter giró la cabeza y evitó hacer contacto visual. Algo no andaba bien, no actuaba como el mismo Harry de siempre, tenía algo diferente, se veía ¿nervioso?

—Yo... no pensé que estuvieras en este lugar —habló el muchacho.

—La verdad es que no sé ni cómo llegué aquí, cuando menos de mi cuenta estaba parada frente al sauce.

—Tengamos cuidado o nos puede pasar lo del otro día —sonrió sarcásticamente.

Miles de veces habían estado solos y jamás habían sido presos de esas emociones tan perturbadoras. Era increíble que una amistad intensa pudiera cambiar tan drásticamente tan solo por haber tenido un contacto óptico, ¡sólo por una simple mirada a corta distancia! A lo mejor eran los nervios que sintieron en ese momento, sí seguramente era eso, no es como si esos sentimientos hubiesen estado escondidos dentro de sí en algún lugar, y que hasta aquel momento se mantuvieron escondidos.
—¿Sabes qué? Ron nos debe de estar buscando, vayámonos antes que nos metamos en problemas —balbuceó la joven.

Se dio la media vuelta e hizo el gesto de irse.

—Espera Hermione.

Ella paró en seco, pero no quería darse la vuelta y volver a mirar sus místicas pupilas, pues cada que lo hacía sus piernas se tornaban flácidas y su pulso se aceleraba; no sabía si podría aguantar más esas emociones.

—Tengo algo para ti.

Harry se lamió los labios y titubeó un poco, pero decidió acercarse hasta su amiga. Se colocó detrás de ella y esperó a que ésta se girara, pero no obtuvo el resultado que quería, Hermione no parecía tener intenciones de mirarle.

Potter se quedó desconcertado ante tal escena; notó que el cuerpo de ella se estremeció y que temblaba ligeramente. El silencio incómodo los invadió, el viento resoplaba y enfriaba más las cosas, él se empezaba a cansar de ello, se había hecho una vaga idea sobre lo que estaba pasando.

—Feliz día de san Valentín.

Granger abrió un poco más los ojos y esta vez decidió girarse a ver a su amigo.

—¿Qué? —preguntó sin entender.

—Hoy es catorce de febrero, en el mundo Muggle, esta fecha es conocida como el día del amor... y de la amistad.

Ella no supo cómo reaccionar, se cogió el cabello y lo empezó a enredar entre sus dedos mientras hacía miles de gestos y miraba para todos lados.

—Toma —habló Potter entregándole una bolsita.

—¿Eh? —miró lo ofrecido—. Gracias.

Sintió agradable en su pecho, una sonrisa se le escapó a la hora de recibir el obsequio y un muy leve sonrojo adornó sus pómulos.

—¡Qué bonito! Es el que vi en aquella tienda —se trataba de un collar de jade—. ¡Muchas gracias Harry!

Por un instante olvidó lo que sentía y por instinto se abalanzó sobre el muchacho atrapándolo en un cálido abrazo. Harry sintió un fuerte golpe en el pecho ante esta acción; estaba a gusto pero dentro de sí residía un sentimiento que le ocasionaba felicidad, pero a la par dolor y tristeza.

—H-Hermione —susurró.

—¡Ah! —exclamó al reaccionar y liberar a Potter.

¿Por qué reaccionó así? No lo sabía, muchas veces había abrazado a Harry y sin embargo, ahora era diferente.

—G-gracias por el regalo Harry, feliz día de San Valentín para ti tambi...

Nuevamente sus palabras se esfumaron con el viento. Harry dio dos peligrosos pasos hacia ella, la miró directamente y con cuidado, acarició una de sus mejillas.

Hermione quiso decir algo, pero ya no tenía voz, sus labios se movieron sin emitir ningún sonido. Era consciente que se estaba dejando arrastrar hacia un juego peligroso, uno donde ya no hay vuelta atrás.

Los ojos de ella reflejaban toda su confusión y las emociones que la acosaban internamente; Harry pudo notarlo, leía su mente con tan solo verle las pupilas. Ahora estaba más tranquilo, pues sabía que no era el único desorientado, ella compartía su deseo.

—Si me lo permites, quiero darte otro regalo.

Sus nervios vibraron y el escalofrío danzó por su espina dorsal; pero no dijo nada, simplemente miró al joven con una ojos temerosos que le decían ‘adelante’.

Brisas frescas humedecieron sus rostros. Harry tomó delicadamente el mentón de la chica y dejándose llevar por su instinto y su deseo, empezó a acercarse más y más. Miró los carnosos labios de Hermione y fue entonces que admitió su apetito por probarlos. A escasos centímetros se perdieron en el momento; ambos cerraron los ojos y se permitieron percibir el aliento del otro. Hermione sentía su palada arder, ansiaba saborear el frenesí de Harry.

—Yo... —salió de sus labios sin abrir los ojos; aún perdida en su momento.

Potter la ignoró, simplemente se acercó lo suficiente para llegar a su destino. Suavemente dio un ligero rose a sus labios, pudo percatarse de su fina textura, eran incluso más suaves que la seda. Ese pequeño contacto fue el detonador de su locura y su pasión; esta vez apretó un poco más sus labios, esperando convertir aquél pequeño beso en un apasionado ósculo. Pero...

—¡Ah! —gritaron ambos al sentir un fuerte golpe.

El sauce boxeador lo había alcanzado.