Angel o Demonio 2.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por JimenaAlonzo, 25 Septiembre 2011.

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    JimenaAlonzo

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    Angel o Demonio 2.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    10
     
    Palabras:
    247
    Prólogo.

    Han pasado dos años desde que pasó todo. Si, desde que los demonios fueron derrotados, desde que Jeliel cambio de ser un demonio a un ángel por la presencia de Dana. Porque Dana se parecía a su novia, a Eli, que la mataron los demonios, cosa que Jeliel no sabía hasta que Dana lo descubrió y se lo dijo. Por más que lo intentaba, por más que se había auto convencido de que ya había superado lo de Eli, era mentira, nunca se había podido olvidar de ella y al encontrarse con Dana, había recordado todo y no pudo resistir más y quiso morir.
    No le salió como pensaba porque Dana le salvó.

    El mundo a partir de eso, el mundo en el que viven ellos, cambió. Era todo un caos. Los ángeles perseguían a los demonios los cuales estaban desorganizados por la caída de Samael y de los tres devils. También estaban muy enfadados esperando si alguien superior volvía a ordenar la jerarquía pero no pasaba nada. No sabían a que esperaba él. No sabían cuando iba a tomar represalias contra el traidor.
    Estaba tardando demasiado y eso hacía que los demonios se enfadaran aún más.
    Aunque, Cole, no iba a tardar en callar a todos los demonios y tomar esas represalias que tanto ansiaban. La guerra no había terminado todavía.
     
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    Ruriel

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    Esta muy lindo el prólogo, parece que sera una historia muy interesante, espero que pronto este el primer capítulo, es que me gustan este clase de historia sobre angeles y demonios. Hasta pronto Jime- chan.
     
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    JimenaAlonzo

    JimenaAlonzo Entusiasta

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    Angel o Demonio 2.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    10
     
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    3797
    Capítulo 1.

    La amaba. Oh, no sabéis cuanto la amaba, no había día que no dejara de pensar en ella, en su pelo, sus ojos, su cara en toda entera ella.
    La había perdido una vez y casi la pierdo una segunda pero está viva y ella es la única razón que tengo para seguir luchando. Elegí vivir y seguir adelante porque ella me lo pidió sino ahora estaría muerto. Gracias a ella he podido ver el mundo. He estado en un montón de países, de distintos continentes, viendo mundo, viviendo la vida como me dijo que hiciera Dana. Eso si, como me dio la gana. No hice nada bueno pero tampoco nada malo, bueno no sé si es malo pensar todo el día en Dana. A veces era tal la obsesión que muchas veces pensaba en raptarla y reventarle la cabeza a todo el que se pusiera por delante pero me obligaba a quedarme a pensar en todo y a aguantar estar lejos de ella hasta que llegara el día de volver a verla.
    Han pasado dos años y me muero por verla, me muero por sentarme en frente, por olerla, por mirarla, por ver su sonrisa, quiero quedarme con ella para siempre.
    Ahora mismo quiero volver a España, ya han pasado dos años y creo que es tiempo suficiente ¿me echará de menos? ¿Me habrá olvidado? Cada día esos pensamientos cruzan mi mente así que he decidido volver.
    Estoy por las calles de Alemania, si quisiera podría materializarme ahora mismo en España, en su casa, pero tenía que hacerlo por el método que lo hacían las personas, por avión. Así lo había hecho desde el principio y así lo haría hasta el final.
    Por cierto Alemania era una ciudad muy bonita, no era de las que más me han gustado pero era pasable.
    Caminaba por el centro con mis cascos de música en el cuello. Me los había comprado porque desde que no soy ni ángel ni demonio soy muy perceptible a los dos. Escucho cosas que no debería o me hablan telepáticamente. Mensajes que están a kilómetros y kilómetros de distancia pero que me llegan con tanta claridad que me empezaban a molestar. Por eso me los compré, para escuchar música y así deshacerme de ellos. Ahora no los tenía puestos, pero tampoco los necesitaba. Hacia unos días que no sentía nada y no sabía si eso era bueno o malo.
    Llegue a una plaza donde había una estatua de un ángel. Eran las doce de la noche y eso estaba vacío y dudaba de que viniera gente aquí a esta hora, si eso algún niñato o borracho. Pero para mí estaba bien, me gustaba estar solo de vez en cuando.
    Pero la tranquilidad que tenía en este momento se esfumó en el momento que un demonio vino a mí.
    -Jeliel, te encontré— dijo hablando en alemán. No le contesté y no era porque no supiera el idioma, cuando eres un ángel o un demonio sabes todos los idiomas del mundo sin quererlo. No le contesté porque no me daba la gana de hablar con un demonio, si lo hacía terminaría matándolo. Ya me había pasado hace 6 meses cuando me encontré con uno. Mi odio había crecido tanto que ya no soportaba ni su presencia ante mí.—Por fin...—ni le mire. Como no se fuera de aquí rápido…—He venido a darte un mensaje.
    -Como si ya no me atosigarais con tantas indirectas mentales.—le contesté también en Alemán. Parece ser que eso le divirtió porque soltó una pequeña risa. Tuve que hacer de toda mi fuerza de voluntad para no matarle en ese momento.
    -Eso es solo un pequeño juego para ver si te volvías loco pero veo que no ha funcionado, bueno si hubiera funcionado no hubieras sido unos de los tres devils anteriormente.
    -Te doy 5 segundos para que huyas por tu vida.
    -Tranquilo, como te he dicho solo te quiero dar un mensaje.—se hizo un silencio. Tuve que respirar hondo.
    -De quien.
    -De nadie en concreto, de los demonios en general.
    -¿A si? ¿Y cuál es?—dije en tono burlón que no le gustó nada porque se puso más serio.
    -Que al traidor le falta poco para morir. Que la próxima vez que un demonio te vea ira a matarte. Caerás en el infierno Jeliel.
    -Ya iba a ir de todos modos.—le miré. Antes con una simple mirada mía, los demonios retrocedían pero esta vez no. Simplemente se me quedó mirando serio.—Si has terminado vete, no quiero verte la cara.
    -Deberías estar asustado, ahora estás solo. No hay nadie que te proteja porque resulta que tú te lo cargaste.
    -¿Es que le echas de menos?
    -No…—no supe si iba a decir algo más porque yo hablé antes.
    -Vete de aquí. Me estoy controlando, como no te vayas…
    -Estas avisado Jeliel—me sonrió. No aguante más y le tire una onda pero no llego a darle porque se desvaneció antes.
    ¿Asustado? Si hombre… Yo era más fuerte que todos esos demonios de pacotilla que lo único que querían eran matarme, no porque sea un traidor como dicen sino porque yo fui el que mato a Samael y por consiguiente el más fuerte por lo que quieren matarme para conseguir el puesto que yo no llegué a tocar nunca, el puesto que tenía Samael.
    Me dan pena… Vaya, ahora estoy hablando como mi hermano…
    Me puse los cascos, no porque volviera a escuchar voces si no porque tenía ganas de escuchar música y desconectar del mundo. Me iría a dormir. Mañana tenía que despertarme temprano para coger el avión hacia Madrid.



    Hace poco que he cumplido los 20, no es que haya mucha diferencia entre los 19 pero supongo que es una cifra especial.
    Lo celebré primero con mis amigas de la universidad y luego con Uriel, Alice, Gabriel y Addu. Estos dos últimos años los he celebrado con ellos porque ya son parte de mi familia. Me han enseñado muchas cosas y los quiero un montón.
    Dicen que dos años para un ángel o un demonio es muy poco, como unos meses para un humano o incluso días, pero para mí se han pasado lento.
    Yo quería creer que era porque todavía no era completamente un ángel, pero también estaba la posibilidad de que era porque echaba de menos a Jeliel. Al principio lo negué pero por más que pasaba el tiempo más pensaba en él. ¿Cómo estaría? ¿Estaría haciendo las cosas bien? ¿Le veré la luz entera la próxima vez que lo vea?
    Claro está que todo esto no lo había hablado con nadie.
    Ahora estaba en el salón de siempre pero solo con Uriel, que no había cambiado nada. Normal, en dos años que va a cambiar…. Resulta que me había dicho que me faltaba poco para ser un ángel completo y eso me alegró. Yo, un ángel. Nunca me lo hubiera imaginado. ¿Me sentiré igual que ahora? ¿Cambiare de mentalidad? ¿Veré a los humanos de otra manera? ¿o igual? Perfecto ahora a parte de las preguntas que tenía sobre Jeliel le sumaba preguntas de cuando fuera un ángel… Tenía un lio en la cabeza increíble.
    -Lo hiciste muy bien esta mañana.—me dijo. Es que aunque los demonios hubieran perdido, seguían intentando matarme pero no cuentan con que yo era muchísimo más fuerte.
    -Bah, eran unos simples demonios, además tenía que ayudar a esa mujer.—me sonrió.
    -Ya no necesitas nuestra ayuda y eso me alegra.
    -¿Por qué ya no seré un estorbo?—se lo dije de broma pero no lo pilló.
    -No, porque significa que te estas volviendo fuerte y que las cosas van a cambiar en un futuro.
    -Lo decía de broma.—nos quedamos en silencio. No sabía si preguntarle por Jeliel, en estos dos años no habló de él en ningún momento.—¿Echas de menos a Jeliel?—la pregunta le pilló de improviso, se ve que no se la esperaba.
    -¿Yo? ¿Tú me ves cara de echarle de menos?
    -Pero es tu hermano.
    -¿Y?
    -¿Cómo que y?
    -Mira, a mí me da igual como este, ni donde este, mientras no haga algo… de demonio… me da exactamente igual.—suspiré.
    -¿sigues enfadado?
    -Dana, 100 años destrozando vidas de la gente no se perdona por un acto bueno o por haberse arrepentido, ni si quiera por que haya sido engañado.
    -¿No le vas a dar una oportunidad?
    -Ya se la he dado.—pues ya está. No lo echaba de menos.—Dana ¿Qué pasa?
    -Nada, solo preguntaba.
    -¿Tu si lo echas de menos?
    -¿Yo? Que va…—se me quedó mirando. Entre que yo no aguantaba una mirada y que tampoco se mentir pues al final se lo dije.— Vale puede que un poco.—no se rio al revés estaba serio.
    -Dana…—Alice apareció salvándome porque creo que a Uriel no le gustaba eso de que tuviera algo de sentimiento hacia Jeliel.
    -Eh, Dana Vente conmigo.
    -¿A dónde?
    -A un sitio, tu ven.—le hice caso porque si no tenía que hablar con Uriel y por el camino que iba no… simplemente no.
    -Claro, Hasta luego Uriel.—le di la mano a Alice y nos tele transportamos. Aparecimos en una callejuela de al lado del centro comercial.—Gracias.
    -De nada, a veces Uriel es muy cabezota pero… yo no me voy a ir por las ramas ¿Te gusta Jeliel?—Vaya, que directa es la tía cuando quiere pero algún día tendría que hablarlo con alguien y que mejor que con Alice.
    -No lo sé, solo sé que lo hecho de menos, para ti dos años será poco pero para mí no. ¿Tú no lo echas de menos?
    -Tanto como echarlo de menos no, pero alguna vez sí que he pensado en él.
    -Alguna vez es dos o tres veces en estos años no?—sonreí y ella también.
    -Dana, si necesitas hablar de algo, yo estoy aquí ¿vale?
    -Claro.
    -Y ahora vamos a comprar algo que hace tiempo que no vamos juntas.—me reí. A veces Alice podría ser como una niña pequeña.



    Ya había cogido el avión. No era un avión caro pero tampoco barato, la verdad es que me daba igual, yo iba en primera fila y estaba súper cómodo. Ya que cogía un avión ¿Qué más que ir cómodo? Solo eran unas horas, unas horas y estaré de nuevo en Madrid.
    Me entró hambre así que pedí algo de comer. En cuanto terminé volvieron de nuevo las voces. No por favor, que pesadas que son… No hacían más que repetir mi nombre y amenazarme. Como si eso acabara conmigo o algo. Me puse los cascos y en cuanto sonó la música deje de escuchar las voces. Cerré los ojos aliviado, cuando los abrí y mire hacia una lado vi algo que me hizo dar un respingo. A mi lado sentado estaba Samael.
    Miré de nuevo hacia delante, y respiré hondo. Esto no es real, es mi imaginación yo lo mate hace dos años, está muerto, él no está ahí. ¿Las voces me estarán volviendo loco de verdad? Me quité los cascos y volví a mirar.
    Si, seguía ahí y mirándome sonriendo. Soplé.
    -Hola Jeliel.—miré hacia el pasillo por si había alguien pero solo había dos personas y estaban dormidas.
    -Tú no eres real, estas muerto, yo te maté.
    - Por eso es que estoy aquí.
    -¿Para atormentarme el resto de mi existencia?
    - No, porque soy parte de ti Jeliel. Matándome lo único que has hecho es empeorar las cosas.
    -Tú no eres parte de mí, estás muerto.
    -¿Te lo repites para creértelo? ¿Crees que si te lo repites muchas veces voy a desaparecer? Pues te equivocas porque soy tan real como tú.
    -Lo que tú digas… ¿Qué es eso de que eres parte de mí?
    -Por si no lo recuerdas mi sangre fluye dentro de ti.
    -¿Qué?
    -Oh, ¿Se te ha olvidado? Espera que te lo recuerde.
    Iba a protestar pero de pronto todo se volvió negro. Cuando ya pude ver bien me vi a mi mismo en una sala enorme junto a Samael y… Cole.
    Ya me acordaba era el día que me convertí en un demonio completo.
    -Es hora—dijo Samael cogiéndome la mano y haciéndome un tajo en ella. Protesté.—No seas quejica.—Vi como él también se hacía un tajo más pequeño y mezcló su sangre con la mía. Me acordaba que sentí una especia de calor, al principio sofocante, pero luego agradable hasta desaparecer. De pronto Cole me estrechó la mano de la herida con fuerza sacándome una mueca de dolor. Cuando retiró la mano vi que él también se había hecho uno.
    -Ya estás listo Jeliel—me dijo Cole con una sonrisa. Vi cómo le herida desaparecía al instante. Lo último que vi antes de regresar al avión fue mi propia sonrisa de satisfacción, que me arrodillaba ante Cole y decía:
    -A vuestro servicio, mi señor.
    Cuando “regresé” al avión estaba mareado y respiraba agitadamente. Volví a mirar al pasillo pero las dos personas seguían dormidas.
    -¿Te acuerdas ya?
    -¿Cómo me iba a acordar si no sabía lo que era?
    -¿Sabia? ¿Ya lo sabes?—me sonreía tan burlonamente que me hervía la sangre.
    -Vete a la mierda.—él se rió y ahora que me daba cuenta podía ver a través de él. Un demonio-fantasma, genial.
    -Veo que sí. Al mezclar nuestras sangres somos uno.
    -No.
    - Hiciste un pacto.
    -Que se ha roto así que ya puedes descansar en paz.
    -No es tan sencillo Jeliel. Escúchame atentamente, no voy a parar hasta que obtengas tu merecido.
    -oh, ¿Me vas a matar? Que miedo…
    -Hay cosas peores que la muerte, cosas que tú sufrirás.
    -Ya…—volví a mirar pero ya no estaba.
    Joder, le mato y resulta que ahora es un fantasma en busca de venganza. ¿Qué será lo siguiente? ¿Qué se me aparezca Satanás?
    Ese viaje al pasado me ha mareado porque me parece que voy a vomitar. Fui al servicio todo lo rápido que pude sin llamar la atención y eché lo que acababa de comer. Maldito Samael.



    Al día siguiente de ir de compras con Alice, me tuve que quedar con mi padre porque se había puesto malo y me tenía de chacha. No era que me quejase pero me había arruinado el fin de semana. Pero bueno que se le va hacer si estaba malo habría que cuidarle.
    Lo cierto que en cuanto se quedó dormido, me vino a visitar Gabriel. Si porque desde la conversación con Uriel no me había vuelto a encontrar cara a cara y aunque me encontrara no sabría que decirle porque ni yo misma sabía que sentía por Jeliel. Y tampoco podía averiguarlo porque no estaba.
    Bueno a lo que estaba diciendo, que me visitó Gabriel. Una visita muy agradable. Simplemente hablamos un rato. A mi si no me sacaban conversación hablaba poco pero es que Gabriel se la sacaba hasta a un niño de 5 años, en serio, además cuando estas con él te sientes bien, tranquila, como si no pasara nada en todo el mundo y solo estuvieras con él. Era una sensación muy agradable.
    Solo estuvo conmigo una hora, después se fue a hacer no sé qué con Addu. Cosas de ángeles mayores no se…
    Yo fui a comprar leche, que no había, al supermercado de aquí al lado un momento aprovechando que mi padre seguía durmiendo.
    Bajé, la compré y cuando volvía me encontré con un demonio. Si, así sin más. Que alegría, con las pocas ganas de luchar que tenía en esos momentos.
    -Hola Dana, que suerte que te haya encontrado.—suspiré y dejé la bolsa en el suelo.
    -Dirás mala suerte.
    Ni me contesto, solo fue a por mí corriendo. Me quiso dar un puñetazo con una onda pero la esquivé bastante fácilmente. Quiso darme más golpes seguidos pero los esquivé todos y cada uno. Me sorprendí hasta yo misma. Veía cada puñetazo, cada golpe, los veía a donde iban como si el demonio fuera muy lento o como si predijera a donde iban a ir los golpes. Era increíble. En unos de los golpes que esquive, le di con una onda que lo mando contra la pared, pero antes de que cayera al suelo. Levante una mano y el demonio se quedaron en el aire pegado a la pared sin poder moverse.
    ¿Desde cuando sabía hacer eso? Baje la mano y se cayó al suelo, respirando rápido. Parecía que dolia… Ostia, que chulo.
    Cogí la bolsa y me tele transporte a mi casa antes de que se levantara.
    Me deje caer en el sofá con la bolsa en la mano. Esto era nuevo y tenía que contárselo a Uriel o a alguien.
    Pero por lo pronto tenía que hacer la comida. Luego iría a contárselo. Que guay…



    Mientras comíamos en un restaurante, es que quise invitar a Alice a comer, hacía tiempo que no salíamos así, hablábamos sobre lo que había pasado los últimos días. Yo quería hablar de Dana sobre algo que no sabía cómo tomármelo.
    Alice estaba riéndose por algo que yo había dicho antes que resulta que le hizo gracia. Mejor, me gustaba su risa pero tenía que cortarla.
    -Alice—ella me miró.—¿Tu sabes si a Dana le gusta Jeliel?
    -No lo sé ¿Por qué?—Lo había dicho muy rápido y segura pero a Alice aunque no lo parezca se la daba bien mentir, aunque los ángeles no deberían hacerlo.— ¿seguro? Es que ayer me dijo que le echaba de menos.
    -Normal, ella le ayudo.
    -Pero eso no tiene nada que ver.
    -Ay, Uriel, no me des la brasa ahora con eso, no sé si le gusta. Para descubrirlo tendría que estar presente Jeliel.—levanté los brazos en señal de paz.
    -Vale, vale, no te enfades—lo último que quería era que se enfadara.—pero… ¿Si lo descubres? ¿Me lo dirás?—me miró por unos segundos.
    -No.
    -¿Por qué?
    -Pues porque es un asunto de Dana y no tienes por qué meterte. Además si le gustara, que de verdad no lo sé, tú no vas a hacer nada.
    -Pero es Jeliel.
    -Sí, tu hermano.
    -Un hermano que ha sido demonio.
    -Pero ya no.
    -Me sigo sin fiar de él.
    -¿Por qué? Si se ha ido y no le has visto. De verdad Uriel a veces eres tan cabezota. Dale una oportunidad al chaval.
    -Ya se le di cuando le salve la vida.
    -No, no se la has dado, lo salvaste esa vez porque te lo pidió Dana si no lo hubieras dejado.—iba a reprocharle pero tenía razón, lo hubiera hecho.—Venga Uriel, no seas así.
    -No sé, cuando lo vea ya veré.—me sonrió.
    -Por cierto gracias por la comida.
    -No hay nada que agradecer, quería estar contigo a solas.



    En un salón enorme vacío de paredes blancas y el suelo gris con baldosas de mármol había dos personas, un hombre sentado en una espacie de trono y una mujer de pie mirándole sin ningún miedo. No había nada más excepto ese trono y unas cadenas en la pared de al lado.
    -¿Qué quiere de mí, Señor?
    -Quiero que te encargues de alguien
    -No puede hacerlo usted mismo?
    -No quiero mancharme las manos por alguien así.—ella sonrió.—además te tiene que resultar fácil para ti, es un hombre y a las Saiko como tú no creo que les resulte difícil.
    -¿Quién es?—sonreía.
    -Un traidor. ¿Te suena el nombre de Jeliel?
    -Claro, era uno de los tres Devils pero tengo entendido que después de matar a Samael murió.
    -Ojala, pero no, después de eso, nos traicionó a nosotros los demonios, rompió el pacto.
    -Uf, que chico tan malo. Solo por eso ya me gusta.
    -¿Aceptas el trabajo?
    -¿Acaso tenía otra opción?—el sonrió.
    -Mátalo.
     
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    Me encantan este tipo de fics, pero pasemos a un detalle (digo un detalle por que creo que es el único)
    usas guion corto "-" cuando alguien habla, te recomiendo que utilices el guion largo "—", bueno no quiero que te sientas mal :D me gusto mucho, avisame cuando subas el siguiente capitulo...
     
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    Capítulo 2.

    Por fin estoy en Madrid. En cuanto salí del aeropuerto, me cogí un taxi que me dejo cerca del barrio donde tenía mi casa. Es que antes de encontrarme con Dana quería soltar las cosas y ducharme. Quería relajarme después del viajecito que me había dado el mierda de Samael y también pensar como me voy a presentar delante de Dana. Ah y Uriel también estaría allí…
    Todo esto lo pensaba mientras tenia los cascos puestos y me encaminaba hacia mi casa con tranquilidad. Tenía todo el día, apenas eran las 5 de la tarde.
    Pero esa tranquilidad se me esfumó cuando me dí cuenta que andaba por una calle totalmente vacía y eso a las 5 de la tarde y en esta zona era muy raro, normalmente había mucha gente así que o una de dos, o había una epidemia o cerca había alguna pelea de demonios y ángeles. Veía más probable por desgracia la segunda. No tenía ganas de que me metieran en medio así que seguí hacia delante. Cuando doblé la esquina me tuve que esconder porque ahí estaba la pelea.
    Me asomé un poco. Eran tres demonios que estaban acosando a… ¿una pequeña ángel? ¿Qué pasa? ¿Qué están tan aburridos que no tienen otra cosa que hacer que hacerle daño a un ángel tan débil como ese?
    "Por favor, que patético. Llego a ser demonio y los mato por patéticos. Eh, ¿Acabo de volver a pensar como un demonio? No, no. Jeliel quítate ahora mismo eso de la cabeza. Lo que tienes que hacer es dar un rodeo y no meterte. Sí, eso, venga date la vuelta Jeliel."
    Me quité los cascos y volví a mirar. Vi que le daba un golpe bastante fuerte a la niña. Que cobardes, que son.
    -¡Dejarme en paz!—gritó la niña.
    -Oh, el pequeño ángel está asustado… pues tranquila que no vamos a hacerte sufrir, vas a morir.—Cogió una espada y la alzó.
    Se acabó, no sé si luego me arrepentiré pero no podía ver eso.
    La espada no le llegó a dar porque le cogí la mano al demonio, haciendo que todos se sorprendieran.
    -¡Jeliel!—dijo al que tenía agarrado. Yo apreté con fuerza sacándole una mueca de dolor. Luego lo empujé contra los otros.
    -Dejarla en paz.
    -¿Qué pasa Jeliel? ¿Es que ahora eres el defensor de los ángeles?—se rió uno de mí.
    -Tenéis tres segundos para salir de aquí.
    - Pues mira ya que estas aquí te mataremos, así no tendremos que buscarte.
    -Tres.
    -Sí, así nos convertiremos en los más fuertes y mandaremos.
    -Dos.
    -Eso sería genial.
    -Uno.
    -A por el.—fueron hacia mí.
    -Vuestro tiempo se ha acabado.—ahora sí que no me iba a contener.
    Empujé un poco a la niña para que se apartara. Una de las espadas se clavó en la pared al yo quitarme del medio. Con un movimiento de la mano, lo mandé lejos. Cogí la espada de la pared, me di la vuelta encontrándome con que uno estaba casi encima de mí. Pero ya me lo esperaba y le clavé la espada. Cayó de rodillas y le di una patada. Al otro le hice un tajo como si nada en la barriga y le di otra patada junto con una onda. Al primero que le di se levantó pero yo acumule ¿luz? Vaya… y le disparé dándole en la cabeza y matándole al instante. No quería matarle pero al ver la luz me sorprendí y se me desvió.
    Pues ya está. Solté la espada, no la quería para nada, y reanudé mi camino. Pero la chica se puso a mi lado.
    -Muchas gracias.—ni la miré.
    -No lo he hecho por ti, quería probar algo.—era verdad, quería saber que se sentía al matar a un demonio porque hace dos años que no mataba uno, casi pero no.
    -¿Y qué tal?
    -Creo que bien, pero a ti eso no te importa.
    -Me alegro—me paré y la miré. Era una chica de pelo medio largo de color castaño, de mediana altura y de unos 15 años aparentemente.
    -¿Qué te alegras?—sonreí—¿Sabes quién soy?
    -Sí, eres Jeliel.—vaya sí que lo sabía.
    -Vaya… pues ya que te he salvado vete.—seguí caminando.
    -¿No puedo acompañarte?
    -¿Para qué?
    -Porque eres mi ídolo.
    -¿Tu ídolo?—me reí—no me hagas reír, que te haya salvado no significa nada, te puedo matar si quiero así que no me molestes—me acababa de echar un farol pero tenía que colar. Pues no, ella se rió.
    -Venga Jeliel, no seas borde quiero ser tu amiga. ¿Te puedo compensar por haberme salvado?
    -Que me dejes en paz.
    -A venga por favor—me agarró de la camisa. Yo me solté bruscamente y le di un pequeño empujón.
    -He dicho que no. ¡Ah!, tendría que haberte dejado.—volví a caminar a paso rápido.
    -¡Espera! No te enfades, te prometo que no te molestare pero déjame ir contigo.
    En cuanto doblé la esquina me tele transporte en la puerta de mi casa.
    Ah que pesada pero ya está. Estoy de vuelta en mi casa. Si…
    Abrí la puerta y entré. Todo estaba tal y como lo había dejado.



    En cuanto giré la esquina Jeliel ya no estaba. Jo, con las ganas que tenia de conocerle y resulta que era un borde. Creía que iba a ser más simpático aunque pensándolo mejor había sido un demonio y los demonios de simpáticos no tienen nada.
    Por encima era guapísimo, Ya me habían dicho que tenía su encanto pero se habían quedado cortos. Me di la vuelta y vi que aparecieron Dana y Uriel.
    -¿Habéis visto?—les pregunté sonriendo y acercándome a ellos.—Me ha salvado la vida. Y tú que decías que seguía siendo el mismo.—me dirigía a Uriel que estaba en silencio. Dana sonreía.
    -¿Qué has visto?—le preguntó Uriel a Dana.
    - Todo luz



    Lo había visto todo. Desde que se paró a mirar la pelea, sus dudas y hasta que venció a los demonios salvando a Adina. Y también la conversación. No me aparecí porque no era el momento, además estaba demasiada eufórica por volver a verlo y tambien porque estaba con Uriel.
    Por encima no le había visto ni una pizca de oscuridad, irradiaba luz por todos lados pero eso a Uriel creo que le seguía sin convencer. Se había quedado pensativo en vete tú a saber qué. Creía que cuando hablara iría a decir algo como: “no me fio” o algo así pero no lo único que dijo fue:
    -Se ha dejado el pelo más largo…
    -Si ¿y?
    -Bueno… es que lo tenía así cuando estaba con Eli porque decía que le gustaba a ella.
    -¿Y qué? Eli está muerta ¿no?
    -Sí, eso no va a cambiar pero no se…
    ¿En que estaría pensando? Estaba raro. Bueno… da igual yo solo pensaba en Jeliel. Es verdad que se lo había dejado un poco más largo y me gustaba, estaba mucho más guapo así. Ah, quiero hablar con él.
    -¡Dana está contenta!—dijo con una voz cantarina Adina.
    -No es verdad.
    -Oye Dana…—otra vez no por favor.
    De pronto sentí un escalofrió muy grande recorrerme entera y sentí a Jeliel… que se estaba muriendo. ¿Qué? No puede ser si lo acababa de ver. Me concentré más. Sentí que estaba en su casa pero ¿Dónde era? Yo nunca había estado.
    -¿Dana?
    -¡Jeliel está en problemas!—Uriel ni se inmutó.
    -No creo que tenga muchos problemas en deshacerse de cualquiera que le ataque, mira a estos.
    -¡Que no! ¡Que se está muriendo! ¿Dónde está su casa? Por favor Uriel—vio que iba en serio, vio mi desesperación.
    -Por aquí.



    No era la mansión en donde vivía con los otros demonios, no, era un pequeño apartamento solo para mí, que compré hace tiempo para poder estar solo de vez en cuando. Ahora me venía de maravilla.
    Solté las cosas y empecé a llenar la bañera. Necesitaba relajarme. Porque lo que le dije a la niña de que quería probar era una cosa era verdad. Y había dado buenos resultados, tal vez me había pasado un poco a la hora de atacarles, quizás los ataques fueron más brutos como los de un demonio pero es que yo nunca había peleado como un ángel, caí demasiado rápido en la oscuridad y eso era algo de lo que me arrepentía. Pero lo hecho está hecho y no vale la pena pensar en ello.
    Me senté en la cama. Cuando me quite los zapatos y la camiseta sentí un ruido en la casa. Me quedé muy quieto. Pero no percibía nada.
    -¿Quién anda ahí?—me había vuelto a tensar. Por su bien que no fuera un demonio. Y no lo era.
    -Jeliel, me has descubierto, quería darte una sorpresa.
    No podía creerme lo que estaba viendo. Me quedé mudo. Ahí estaba ella. La persona que quería ver con tanta desesperación, la persona que había estado en mi cabeza estos dos años. Dana.
    -¿Dana?—se me acercó y me abrazó de sopetón. Yo no sabía qué hacer.
    -Te he echado tanto de menos…—se separó de mí y se sentó al lado.—¿Se te ha comido la lengua el gato?
    -No, no, pero es que me sorprende que estas aquí. ¿Cómo sabes que vivo aquí?
    -Solo te tengo que sentir—sonreí.
    -Yo también te he echado de menos.
    -Pero es que estos dos años he pensado mucho en ti y me he dado cuenta…—se acercó mucho a mí, demasiado pero yo no me moví. Se levantó.—de que yo…—Mi boca y la suya estaban a centímetros hasta que nos besamos. Creí que iba a ser algo fantástico, había soñado con ello miles de veces pero en cuanto abrí la boca, supe que no era ella.
    Quise apartarla pero era tarde, acababa de caer en la trampa.
    Empecé a sentir calor, un calor que aumentaba a cada segundo tanto que parecía que tenía fuego en mi interior. A eso le sumaba que no podía respirar, me asfixiaba, era como si quisiera respirar y solo entraba una pequeña cantidad de oxígeno a comparación con lo que tenia que entrar.
    Sentí que mi cuerpo se empezaba a tensar y a paralizar, que mi sangre corría a demasiada velocidad, tanta que la podía sentir. Todo en mi interior quemaba y se aceleraba.
    Iba a morir.



    Nos tele transportamos en cuanto Uriel me dió la mano en un apartamento pequeño. Fui hacia la habitación, viendo una escena que no me gustó nada.
    Me vi a mi misma besando a Jeliel pero… no, no lo estaba besando. Lo estaba matando. Él tenía los ojos muy abiertos, las venas se le marcaban mucho y tenía líneas negras por el cuerpo.
    -¡EH!—grité. Enseguida lo que fuera ella se separó de él, dejándolo caer al suelo, y tomando su verdadera forma. Una chica pelirroja mayor que yo que sonreía de oreja a oreja.
    -Está acabado.—lo miré, se retorcía en el suelo intentando respirar, se estaba como ahogando.
    -¿Qué le has hecho?—Uriel se puso a mi lado.
    -Dana es una Saiko—vió a Jeliel y se sorprendió de verlo así.—Mierda.—quiso ir hacia él pero la Saiko esa se lo impidió.
    -¿A dónde vais? Dejarlo ahí quietecito, en un minuto morirá. No me quiero imaginar cómo lo estará pasando.
    Ni si quiera me lo pensé cuando fui a por ella.



    Dana fue tan rápida que ni la vi cuando cogió a la otra empujándola y estampándola contra la pared. Aproveché ese momento para ir con Jeliel. Se retorcía y se ponía las manos en el pecho como queriéndose abrir un agujero en el. Normal, una Saiko te acelera el organismo, te cierra los pulmones y te hace sentir como si te estuvieras quemando por dentro. Una muerte muy dolorosa y aterradora.
    -Encárgate de Jeliel por favor—me lo pidió Dana a la vez que iba de nuevo hacia la Saiko que también iba a por ella.
    Otra vez lo tenía que salvar. ¿Qué podía hacer? ¿Qué era lo que le curaba enseguida? Por qué tenía otra opción pero tardaba demasiado y no había tiempo…



    Quemaba, quemaba y por encima no podía respirar lo que hacía que me quemara más. Por favor… que pare…por favor, que desaparezca todo este fuego que hay dentro de mí. Quiero respirar… Por favor…



    De pronto se apareció delante de mi Adina.
    -¿Tu qué haces aquí?
    -Ah ¡Jeliel! ¿Qué le pasa?
    -Una Saiko y le queda poco tiempo.
    -¿Qué hacemos? Tenemos que salvarle.
    -Sí, pero…—Ya se—¡Agua! Necesitamos sumergirle en agua. Vamos cógele por ese lado y llevémoslo a la bañera.
    Lo cogimos y entramos en el baño que por suerte, tenía la bañera llena. La habría llenado Jeliel pero era agua caliente.
    -Está caliente tiene que estar fría.
    -Eso no es problema—Adina posó una mano en al agua y ví como el vapor desaparecía. La toqué y estaba fría.
    -Buen trabajo, venga ayúdame a meterlo, se nos acaba el tiempo.
    Cuando lo levantamos y estaba ya casi metido, apareció un demonio que me cogió y me tiro para atrás. En otras circunstancias, ni me hubiera tocado pero estaba demasiado concentrado en Jeliel. El demonio fue hacia Adina.
    -Uriel—me llamó, yo cogí al demonio y lo empujé hacia un lado.
    -Mete a Jeliel en la bañera, rápido.



    En cuanto me dijo eso desapareció cuarto a dentro y yo me quedé sola. Estaba asustada pero tenía que salvar a Jeliel, así que con toda la fuerza que tenía, por fin, lo metí. Se hundió entero como si llevara piedras dentro. No quería verlo. Me quedé quieta en el suelo, escuchando el sonido de las luchas que había en la casa.
    Solo esperaba que Jeliel sobreviviera.
    Miraba hacia la puerta y vi que se apareció un demonio distinto al de antes. Me asusté pero no me moví del sitio, tenía que proteger a Jeliel.
    -Quítate de en medio.—me ordenó pero no me moví. El me cogió de la ropa y me tiró hacia un lado, pero yo le empujé.
    -No le toques.—retrocedí porque fue a por mí con paso lento.
    -Vale, no te iba a hacer nada pero si quieres morir te voy a dar ese privilegio.—Quería proteger a Jeliel pero no quería morir. Le tiré una onda que rechazó sin problemas. ¿Por qué soy tan débil?
    De pronto Jeliel se incorporó en la bañera cogiendo una bocanada de aire enorme que se tuvo que escuchar en toda la casa. Luego empezó a toser como un loco. Parecía que había funcionado.



    Me echaron al agua pero no me reconfortó para nada. Si parecía que el agua hervía por mi presencia.
    Cuando ya iba a abandonar, cuando iba a dejar de luchar con ese fuego, poco a poco se fue quitando. El dolor se iba, el fuego se iba pero seguía sin poder respirar. Me incorporé para salir de debajo del agua y cogí aire. Me llenaron todos los pulmones, tanto, que me dolió y empecé a toser.
    Intenté, salirme de la bañera apoyándome en el borde pero la fuerza parece ser que también se me había ido porque se me fue la mano y me caí al suelo. Por lo menos, me había salido. No me podía levantar y todavía me costaba respirar. Me dolía todo, veía borroso y estaba cansado. Creo que al final sí que iba a abandonar y tampoco es que tuviera mucha opción porque ya no me sentía con fuerzas.



    Se cayó al suelo y no se volvió a levantar. Cerró los ojos y no los volvió a abrir. ¿No habrá…? No, si ya no tenía las marcas negras, no puede haber muerto ¿no?
    El demonio me dejo de prestar atención y poso su vista en Jeliel. Fue hacia el pero no pasó nada porque aparecieron Uriel y Dana la cual se agacho junto a Jeliel.
    Uriel ataco al demonio, que enseguida se lo cargó.
    -¿Está vivo?—pregunté acercándome.
    -Si.—dijo con alivio Dana.
    - Y es gracias a ti—me sonrió Uriel.
    Por una vez había servido de ayuda.
     
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    JimenaAlonzo

    JimenaAlonzo Entusiasta

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    Angel o Demonio 2.
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    Ciencia Ficción
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    Capítulo 3.

    Me desperté tosiendo tanto que parecía que me iba a volver a ahogar. Me incorporé en la cama y me puse la mano en la boca sin parar de toser, hasta que lo hice. Sentí el sabor de la sangre en la boca y un hilillo de lo que supuse de esta cayendo por mi boca. Me lo quité con la mano y me la miré. Si, era sangre. Solté un quejido. Joder menudo despertar.

    -Toma—miré a quien me había hablado. Era Uriel que me ofrecía una pequeña toalla. Se la cogí sin decir palabra y me limpié la mano y la boca. Volvía a estar en su habitación al igual que la última vez…

    No sé qué me pasaba pero no me sentía bien, no sé cómo definirlo, era un sensación rara, me dolía todo por fuera pero también por dentro. Era algo difícil de explicar. Hundí el rostro en mis manos y solté un quejido involuntariamente.

    -Es normal que te sientas mal, te ha atacado una Saiko.—lo volví a mirar, se había sentado en una silla. Me restregué los ojos.

    -¿Una Saiko?

    -Sí, ¿Cómo has picado? He de reconocer que me sorprendí no pensé que tu caerías tan fácilmente.—Ni yo pero resulta que tomó el cuerpo de Dana.

    -Me di cuenta tarde.
    -¿En que estaba transformada para hacerte caer?
    -En nadie en especial.

    -Venga así la próxima vez se cuál es tu punto débil y te venceré rápido—sonrió.

    -Vale, te lo diré... Eras tú.—vi su cara de sorpresa y me reí pero tuve que parar porque volví a toser.

    -Te pasa por hacer bromas innecesarias—yo seguía tosiendo. Me puse la toalla en la boca pero no paraba. De verdad que me creía que me iba a ahogar, no me dejaba respirar. Uriel se dió cuenta y vino hacia mi rápido. Me quitó los brazos del pecho y me posó su mano. Emitió una luz y dos segundos después dejé de toser.

    Me dejé caer hacia atrás.

    -Yo que tu no hablaba mucho y descansaba. Los efectos de la Saiko puede que te duren un día o dos o más.

    -Genial—susurré, él se dio la vuelta—Uriel—se paró y me miró—Gracias.

    -No me las des a mí, dáselas a Dana, si no hubiera sido por ella estarías muerto. Ah, también a Adina.
    -¿Adina?

    -La niña que salvaste.—me parece que me sorprendí con el hecho de que supiera que yo había salvado a un ángel porque sonrió.

    -Bueno… pues gracias por lo de ahora.
    -No…

    -No lo he hecho por ti lo he hecho por Dana—dije lo que estaba a punto de soltar.—Eres muy repetitivo.

    -Cállate.
    -Yo también te he echado de menos hermanito.

    -De también nada, yo ni he pensado en ti—me reí y como consecuencia volví a toser. Esta vez Uriel con la luz de antes en la mano me la puso en la boca. Paré enseguida pero no me soltó.—Cállate si no quieres morir tosiendo ¿entendido?—asentí con la cabeza y el me quitó la mano.—Duérmete anda.

    -¿No te vas a quedar conmigo?—me tardó en contestar y cuando lo hizo lo hizo suavemente.

    -¿Para qué?
    -Por si vuelvo a toser.

    -Estaré cerca—dicho eso salió de la habitación cerrando la puerta. ¿Por qué le he preguntado eso? Hacía más de 100 años que no se lo preguntaba. Me acuerdo que de pequeños, cuando yo tenía miedo o tenía alguna pesadilla, le preguntaba ¿Te vas a quedar conmigo? Y el siempre asentía. Nuestra relación como hermanos era muy buena, el me cuidaba y protegía siempre y yo le quería un montón. Y voy yo y en un día lo arruino todo. No creo que vayamos a volver a estar como antes nunca más y eso me da pena.

    Bueno, por lo pronto, le haría caso y me dormiría, tenía que descansar mañana tenía que hacer una cosa.



    Eran las 12 de la noche cuando quise ir a ver a Jeliel pero Uriel no me dejó. Me dijo que se había despertado muy mal, tosiendo y escupiendo sangre y que luego se había vuelto a dormir. Me dijo que eso era normal y me llevó al salón para tranquilizarme un poco.

    -¿Qué es una Saiko?—pregunté. La verdad es que estaba bastante cansada por la pelea pero quería saber eso y quería ver a Jeliel cosa que creo que hoy no iba a poder ser.

    -Es… algo parecido a una Súcubo ¿sabes lo que es?
    -Sí, es una especia de demonio que seduce hombres y luego se los come ¿no?
    -Algo así, bueno pues la Saiko también seducen pero no se los comen, o los matan como casi mata a Jeliel o los hacen sus esclavos para toda la vida. Eso de comérselos creo que no les va.
    -¿Y porque ha querido matar a Jeliel?
    -No lo sé… Las Saiko normalmente van por libre, que haya atacado a Jeliel no creo que haya sido casualidad, alguien se lo ha tenido que ordenar.
    -O sea que posiblemente los demonios quieren matar a Jeliel.
    -Posiblemente no, quieren matarle ¿no escuchaste lo que le dijeron a Jeliel los tres demonios que atacaron a Adina? “Ya que estas aquí te mataremos, así no tendremos que buscarte”. La Saiko solo es un comienzo que por cierto… ¿La mataste?

    -No lo sé, le di un golpe y cayó por la ventana. Cuando miré no vi a nadie abajo.—Uriel puso mala cara.

    -Hay que descubrir quién está detrás de todo esto. Los demonios no se ponen de acuerdo solos si no hay nadie que les dé órdenes.

    -¿Quieres ayudar a Jeliel?—me miró. Se estaba pensando la respuesta.



    ¿Si lo quiero ayudar? Pues… la verdad no lo sabía. Cuando lo vi tirado en el suelo de su habitación muriéndose he de reconocer que me preocupé y cuando sobrevivió me alegré. Y antes en la habitación… me recordó a los viejos tiempo cuando ni siquiera sabíamos que éramos los elegidos, cuando todo era normal. Esa pregunta… “¿No te vas a quedar conmigo?”. No sé si la había dicho a conciencia o sin quererlo pero me había llegado. De pequeño cada vez que me lo preguntaba, siempre me quedaba porque yo era el mayor y tenía la responsabilidad de cuidarlo y aunque no la tuviera quería cuidarle. Todo se acabó el día que murió Eli.

    Ahora él no era un demonio, pero es que… no puedo verlo como el hermano de hace más de 100 años… no después de todo lo que ha hecho. ¿Si quería ayudarle? Supongo que algo si… pero no lo iba a reconocer tan fácilmente.
    -No es que quiera ayudarle, pero si me quedo con los brazos cruzados todo esto puede que nos afecte a nosotros, los ángeles, y eso no lo pienso permitir.
    Nos quedamos en silencio unos segundos.
    -¿De verdad que no lo puedo ver?
    -Está durmiendo y si lo despiertas va a ser peor para él. Vente mañana por la mañana, si vas a tener tiempo…
    -Vale…

    Se levantó y se fue, se nota que estaba cansada y la verdad es que yo también lo estaba. Apagué la luz del salón y me fui a mi habitación.



    Me desperté muy temprano, creo que eran las 6 y media de la mañana pero si quería irme tenía que hacerlo ya si no me descubrirían y me obligarían a quedarme. Me levanté, estirando mi cuerpo. Ya no me dolia por fuera pero por dentro algo sí. ¿Qué cómo me puede doler por dentro? Pues doliéndome, y de verdad que prefiero evitarlo. No estaba recuperado del todo, pero estaba mucho mejor. Me puse los zapatos, unos pantalones vaqueros que había en un armario una camiseta de manga corta y una chaqueta negra de cremallera Nike. Mi hermano tenia buen gusto no lo iba a negar.

    Ahora tenía que probar que podía tele transportarme sin problemas. A ver… a un sitio cerca pero lo suficientemente lejos de aquí. El parque.

    Me tele transporté ahí con malas consecuencias. Porque en cuanto aparecí me mareé de una manera tan increíble que me tuve que apoyar en un árbol. Cuando creía que más o menos estaba bien me senté en un banco. Menos mal que no había sido un sitio lejos porque si no, no sé lo que hubiera pasado.

    Empecé a toser un poco pero por suerte no fue como a noche. Vale creo que ya estoy bien. Ahora ¿por dónde empiezo? Creo que por la mansión.



    Eran las 10 de la mañana y ya había llegado a la casa de Uriel, pero es que tenía que ver a Jeliel ya. No aguantaba ni un segundo más.

    Fui caminando pero en cuanto llegué a la entrada me tele transporté en medio de su salón tal y como hacían ellos en mi casa. Resulta que no estaba solo Uriel, si no también Alice y Gabriel. Todos serios sentados en los sofás. Me dió mala espina.

    -¿Qué pasa?—pregunté— ¿Puedo ver ya a Jeliel?

    -No, no puedes—me contestó Uriel.

    -¿Por qué? ¿No está despierto?
    -Sí, demasiado diría yo, como que se ha ido.

    -¿Qué? ¿Adónde? ¿Pero no me dijiste que estaba mal?

    -Tranquila—me dijo Alice—No sabemos a dónde ha ido.

    -Esta mañana cuando llegue sobre las 9, me encontré a este—señaló a Uriel—histérico diciendo que Jeliel se había ido.

    -¿pero porque se iba a ir?—pregunté nerviosa.

    -No lo sé, pero cuando lo encuentre se va a enterar. ¡Pero como se va a ir en las condiciones en las que estaba!

    -Dana, ¿Tú no puedes encontrarlo?—me preguntó Gabriel pero Uriel no me dejó contestarle.

    -No, no puede, ya lo he intentado yo. Ha cerrado por completo su aura. Es idiota ¿Por qué nunca hace lo que le digo? Mira que le dije ayer que los efectos de la Saiko le iban a durar un par de días… pues nada él siempre hace lo que le da la gana.

    -Cualquiera diría que estás preocupado.—dijo Alice quitándome las palabras de la boca y haciendo que Gabriel se riera bajito.

    - No estoy preocupado pero si se ha ido a hacer lo que pienso, no va a durar nada en las condiciones en las que está. Por favor… si apenas podía hablar ayer.

    -¿A hacer lo que piensas? ¿El que piensas?—le pregunté.

    -A descubrir quien mandó a la Saiko—contestó Gabriel—eso significa ir a un lugar donde haya un demonio lo bastante poderoso para que sepa algo… y claro está que ese demonio no se va a quedar quieto cuando le vea.

    -Jeliel está en peligro.—dije. Ahora estaba algo más que nerviosa.

    -Si estuviera bien me daba igual pero…—dijo Uriel. Me preocupé mucho por él, no puede morir, no ahora después de dos años que ni siquiera hemos hablado.

    -Solo queda esperar a que venga sano y salvo.—dijo Alice.

    -No, sano y salvo no—decía Uriel—a que venga vivo.

    Le iba a protestar pero sé que tenía razón, solo me quedaba confiar en él y en que volvería.



    Había ido a la mansión pero resulta que residían humanos. Normal en dos años la casa no iba a estar abandonada, seguramente en cuanto nos fuimos nosotros de ella, la compró alguien. Era una familia con dos hijos. No les molesté. Una porque era temprano y otro porque no hacía falta, si no había demonios aquí entonces tendría que ir a otro lugar. Y sé perfectamente a donde.

    A una casita de campo no muy lejos de aquí. Siempre está ahí para los demonios así que si tenía suerte podría encontrarme con alguno.

    Como no era recomendable tele transportarme o utilizar mi velocidad pues tuve que ir en autobús porque no tenía dinero para un taxi. Si, fue desesperante, tarde dos horas en llegar. Y ademas no me gustaban nada las compañías que tenía todo el trayecto pero me tuve que aguantar.

    Cuando lllgué tuve que caminar una media hora hasta llegar a la casita. Era pequeña, de madera, pero acogedora y estaba un poco aislada de las demás. Estaba bien para pasar las vacaciones.

    A primera vista no parecía que hubiera nadie pero de todos modos entré. Se notaba que no había entrado nadie en bastante tiempo, porque estaba descuidada y sucia. Lo que me llamó la atención es que no había muebles, estaba totalmente vacía y eso era raro porque siempre había algo por si algún día decidíamos venir aquí por cualquier cosa.

    Pero vaya que eso a mí ahora mismo me da igual. Yo quería encontrar a un demonio. ¿Tan difícil era?

    -¡Oh, que sorpresa!—miré hacia el sitio de donde había venido la voz. Al final no fue tan difícil encontrarlo. Y además era alguien que me podía dar lo que yo quería.

    -Renzo, te estaba buscando.
    -¿De verdad? Qué casualidad, yo también a ti. ¿Te gusto la visita de la Saiko?
    -No mucho la verdad.
    -Creí que te gustaba eso de un polvo y hasta luego.

    -Sí, pero la próxima vez envíame una que esté más buena.—sé le quitó la sonrisa.

    -Lo tendré en cuenta pero yo no te la he enviado.

    -¿A no? ¿Entonces quién?—me sonrió como el solía hacerlo cuando se divertía con algo.

    -¿De verdad quieres saberlo?
    -Para eso estoy aquí.

    -Sí, y no deberías haber venido, al menos hasta que estuvieras bien.—se había dado cuenta de mi estado físico.

    -Puedo ganarte hasta medio muerto.—esta vez me había puesto serio.—así que dime quien ha sido.

    -No me da la gana.—me tiro una onda que esquivé saltando a un lado pero cuando quise darme cuenta él ya estaba al lado mía. Me dio una patada, pero una normal, sin poderes de por medio, que me tiró al suelo boca arriba. Él me puso un pie en el pecho.—No creí que estuvieras tan mal Jeliel. ¿No decías que podías ganarme hasta medio muerto? No lo estás demostrando, creo que esa Saiko al final ha hecho un buen trabajo a pesar de que sigues vivo, aunque no por mucho tiempo. Voy a ser yo quien te mate y así obtener el reconocimiento de Cole.

    -¿Cole?—no, no puede ser — ¿Cole quiere matarme?

    -Sí, rompiste el pacto y cuando haces un pacto con Cole nunca se puede romper si no mueres. ¿No lo sabias? Qué pena… El envió a la Saiko para matarte, pero aparecieron Dana y Uriel y ahora has venido a mi solito. Gracias por ponerme las cosas fáciles Jeliel.—Levantó la mano pero yo le tiré una onda muy rápido quitándomelo de encima y echándolo hacia atrás.

    En cuestión de segundos no estábamos peleando a la velocidad del sonido.
    Lo único malo era que cada vez que utilizaba mis poderes me sentía peor, me mareaba o sentía algo del dolor de dentro. Pero no iba a permitir que este tío me ganara.

    Le di un puñetazo en la barriga y el medio otro en el pecho, separándonos el uno del otro. Nos tiramos a la vez una onda que chocaron haciendo un ruido enorme y mucho viento. Me tiró una estaca de madera del suelo, rozándome en el brazo pero yo a la velocidad del sonido me paré en frente de él y le di una patada en el pecho, cayéndose hacia atrás. No perdí el tiempo y tiré una onda pero la esquivó y me dió una patada a la vez que se levantaba, en la barriga. Eso me había dolido. Cogió de nuevo la estaca de antes y empezó a utilizarla contra mí como una espada. Yo esquivaba y esquivaba.

    Cada vez me sentía más fatigado pero era por los efectos de la Saiko si no hace tiempo que le hubiera vencido.

    Me hizo un corte en la mejilla y otro en el pecho rompiéndome la camiseta ya que llevaba medio abierta la chaqueta.

    Vi que tenía la oportunidad de mandarlo con una onda contra la pared pero él dio un giro y esta vez sí que me dio con la estaca rompiéndose un poco, por suerte no me la clavó pero si me hizo un corte bastante grande en la parte baja de la espalda.

    No retrocedí, aguante el dolor, di un manotazo quitándole la estaca de la mano y tiré otra onda, pero lo vió venir y tiró otra. Nos dimos mutuamente. Él se chocó con la pared del otro lado y yo con la de la entrada, rompiéndola un poco y cayéndome algo de madera encima.

    Me quejé un poco, me dolia mucho todo. Esto es patético… tendría que haberle ganado ya y sin embargo… Tengo que acabar con esto ya ¿Que podia hacer? Tenía una opción y era utilizar “eso” pero no sé cómo iba a afectarme después y además él sabía que podía utilizarlo y por eso no me había mirado demasiado tiempo a los ojos. Me conocía, conocía mi forma de pelear y eso en mis condiciones era un problema. Pero tenía que intentar “eso”.

    Levanté la mirada y ahí estaba él. Parado en frente de mi mirándome.

    -Mírate—dijo mientras yo disimuladamente cogía un trozo de madera y empezaba a levantarme apoyándome en la pared rota.— Estas tan débil que me das pena. ¿Sabes una cosa? Después de que te mate voy a matar a Dana.

    Ni si quiera contesté solo le tiré el trozo de madera que esquivó pero en cuanto me miro de nuevo, y esta vez a los ojos, lo utilicé. Él se dio cuenta tarde.

    Ese poder lo paralizaba dificultándole la respiración si quería. En realidad podía hacerle lo que yo quisiera. Era un poder que pocos tenían.
    Antes cuando lo utilizaba se me ponían los ojos negros pero ahora vi en un espejo roto que los iris y el blanco de los ojos brillaban de un azul claro.
    Pero bueno, me concentre en Renzo. El cual intentaba moverse sin éxito.
    -Hijo de puta.

    Me acerqué a él lentamente. Tenía que hacerlo rápido porque ya empezaba sentirme peor.

    -Escúchame—le dije—Como tú le toques un pelo a Dana te juro que te voy a matar—le puse una mano en el pecho, a la altura de los pulmones y luego la hice un puño. Enseguida él no podía respirar. Se estaba ahogando y lo iba a dejar así un rato. Lo puse de rodillas con un movimiento de mi otra mano.

    -Pa… pa… para.

    -¿Quieres que pare? ¿Qué se siente al no poder respirar? ¿Eh? ¿Agobia verdad? Dime ¿Le vas a hacer algo a Dana?—no me contestó y cada vez tenía peor cara—oh claro…perdona—paré de ahogarlo y el respiró con alivio pero todavía no se podía mover. Hice que me mirara todavía de rodillas.—No te voy a matar para que Cole vea tu fracaso—le puse una mano en el hombro y se lo disloqué. El gritó de dolor.—Eso es para que veas…—me costaba respirar y empezaba a ver borroso—para que veas… que…—mi mente se estaba nublando—que yo siempre seré más fuerte que tú. Y que nunca…—se me empezaba a ir el control—nunca me pondrás la mano encima—antes que se quitara el control le di una patada mandándolo al otro lado.

    Caí de rodillas aturdido. Ahora todo el dolor que tenia de antes se le sumaba el de ahora pero tenía que volver a casa de Uriel. Así que en un último intento me tele transporté.



    Habían pasado casi tres horas desde que llegué a casa de Uriel y me habían dicho que Jeliel se había ido. Tres horas que las pasé mal, porque no sabía si Jeliel, estaba bien o mal. Yo creía en él pero eso de no saber ni cómo ni donde esta me mataba.

    Creo que hasta Uriel estaba preocupado porque no paraba de soplar y de cambiarse de posición inquieto.
    De vez en cuando Gabriel daba conversación de algo pero nadie le seguía mucho.

    -¿Qué estará haciendo ese idiota?—se pusó de pie de pronto Uriel.

    -Yo, no aguanto más—dijo Alice también levantándose—me voy a buscarle.

    -¿A dónde?—dijo Gabriel—ya sé que estáis nerviosos pero el mundo es muy grande ha podido ir a cualquier sitio.

    De pronto como si nos hubiera escuchado, apareció Jeliel en mitad del salón, lleno de heridas. Se cayó al suelo.

    -¡Jeliel!—grité yendo con él, pero se me adelantaron Uriel y Gabriel que lo cogieron ayudándole a levantarse.

    -¿Dónde has estado idiota?—lo sentaron en el sofá pero al apoyarse dio un respingo y se quejó. Alice salió del salón rápido no sé para qué.

    -Ah, cuidado.

    -¡Cuidado de que! Jeliel ¿Dónde has estado? ¿Qué parte no entiendes de estas mal tienes que descansar? Te dije que los afectos de la Saiko te iban a durar un par de días.—para nuestra sorpresa Jeliel se rió pero una risa entre nerviosa y preocupada.

    -¿Estabas preocupado por mí?

    -Te mato—fue a darle un puñetazo pero Gabriel lo paró.

    -Para un poco Uriel.

    -Oye-—le dije—creo que ya está lo suficientemente mal como para que le pegues.

    -Sí, estoy mal…—lo dijo en voz alta pero creo que se lo decía a sí mismo.

    -¿Qué te ha pasado?—le pregunté.

    - Una pelea.

    -Eso se ve a simple vista—dijo Gabriel.

    -A ver—dijo Alice entrando con alcohol y vendas—déjame que te lo cure y mientras nos lo explicas. Primero quítate la chaqueta y la camiseta.

    -No tengo nada que explicar, solo fue una pelea.—dijo mientras se lo quitaba con una mueca de dolor.

    -Sí, no tienes nada que explicar entonces ¿Por qué has vuelto aquí?—le dijo su hermano—podrías haber vuelto a tu casa.

    -Bueno…—Alice le estaba curando una herida del pecho pero yo no podía apartar la mirada de sus abdominales. Madre mía…—Es que aquí es más seguro mientras me recupero.

    -Ya, ahora si mencionas lo de recuperarse ¿no? Tienes un morro que te lo pisas.

    -¿Con quién te has peleado?—preguntó Gabriel.

    -Con… ¡AH!—gritó de nuevo—no toques ahí.

    -Jeliel—dijo sorprendida Alice—¿Cómo te has hecho eso?—se giró viéndose la herida que tenía en la espalda. Tenía muy mala pinta.

    -Pues, me la ha hecho Renzo.

    -Túmbate boca abajo—le hizo caso—pero si tiene astillas… Espera voy a por unas pinzas, no te muevas.

    -¿Renzo?—pregunté—¿Quién es?

    -Uno que vivía con el cuándo era demonio—contestó Uriel por él.—veo que te ha dado lo tuyo.

    -Ah, cállate.

    -¿Nos vas a contar que paso exactamente?—dijo Alice con las pinzas en la mano. Se agachó y empezó a quitarle las astillas.

    -¡AH!—se movió—¡Qué me duele!

    -Estate quieto.

    -A ver…fui a buscar a alguien que pudiera decirme quien había mandado a la Saiko a por mí y me encontré… ¡Ah!— se quejó un momento hundiendo la cara en un cojín, cuando la sacó siguió—y me encontré con Renzo.

    -¿Y te ha dicho quien la mando?—preguntó Gabriel. Tardó en contestar porque había vuelto a hundir la cara en el cojín.

    -No—vaya había peleado para nada—pero le he ganado.—Uriel suspiró.

    -Bueno esto ya está—le había puesto una especie de vendaje en la herida. Alice se incorporó.—Lo raro es que hayas salido tan bien en tus condiciones.

    -Sí, yo no sé lo que hace este que siempre tiene suerte—dijo Uriel.

    Jeliel se incorporó como pudo y se iba a poner la camiseta pero Uriel se la quitó de la mano.

    -Y por encima rompes mi ropa.
    -Ay, que susceptible estas…
    -Mira Jeliel, tu para mí no eres un ángel ¿vale? Mucho que te he salvado dos veces y mucho que te dejo estar aquí, así que por lo menos cállate y aguantas mi enfado.

    No contestó, en vez de eso se restregó los ojos.Cuando se quitó la mano, abría y cerraba los ojos como intentado ver de lejos o intentado enfocar algo.

    -¿Qué pasa?—pregunté. Él me miro.

    - ¿Porque hace tanto calor?
    -¿Qué?

    -No hace calor aquí—dijo Alice. Jeliel empezó a respirar rápido.

    -¿Qué le pasa?—dije con preocupación y miedo.

    -Que se ha excedido—dijo Gabriel acercándose a él. Le pasó un brazo por la espalda—anda vamos a la habitación— Fueron poco a poco y yo me quede viendo como se iban sin poder hacer nada. No me gustaba nada no servir de ayuda y ver así de mal a Jeliel.



    Le dejé de margen a Jeliel cinco horas, luego entré en su habitación estuviera despierto o dormido. Para mi sorpresa se encontraba sentado en la cama apoyado en la pared con unos cascos puestos mirando a la cama, ajeno a todo lo de su alrededor. ¿Desde cuándo escuchaba música este? Por cómo estaba puesto (Con las manos en la cabeza, mirando hacia abajo) no parecía que estuviera disfrutando de la música que por cierto estaba a todo volumen, se escuchaba desde aquí.

    Cerré la puerta tras de mí, pero no se dio cuenta hasta que me senté en la cama en su misma posición pero mirando al frente, claro.

    Él me miró, se quitó los cascos y apago la música pero no dijo nada. Puso una cara de molestia total y miró al frente.

    -Si te molesto me voy.

    -No, no es por ti.—suspiré, sabía que algo le pasaba pero no me lo quería decir.

    -A ver Jeliel, ¿Qué pasa? Que nos conocemos…

    -Son las voces…—lo dijo con angustia—han aumentado.

    -¿las voces? ¿Qué voces?

    -Los demonios…están todo el día mandándome, mensajes mentales. Todos a la vez y no paran. Al principio me dió igual pero han aumentado y me están volviendo loco.

    -¿Y porque no lo has dicho antes?

    -¿Para qué? Si nadie me iba a ayudar…—en eso tenía algo de razón.

    - Pero ¿las escuchas siempre o paran?

    -No, a veces paran, por ejemplo ahora han parado pero no tardaran en volver y la música hace que no los escuche.—Nos quedamos en silencio, la verdad es que no sabía cómo ayudarle—pero, que da igual… yo sé que me merezco esto y mucho más.

    -La verdad, es que hasta hace poco lo pensaba pero ahora ya no estoy tan seguro…



    Le miré ¿acababa de insinuar que no quería que me pasase nada? No puede ser… pero si hace un rato me ha dicho que no me veía como un ángel, Hasta me había hecho la idea de que nuestra relación como hermanos o incluso como amigos nunca sería igual. ¿Qué le pasaba por la cabeza ahora a este?

    Volvieron las voces pero con menos intensidad. Me cogí la cabeza, tapándome las orejas. Pero era un acto inútil.
    -Joder.

    -¿Han vuelto?—asentí rápido. Le miré y vi que en medio de los dos estaba Samael mirando a Uriel con ojos que no auguraban nada bueno.

    -¡Apártaté de él!—medio grité, haciendo que Uriel se sorprendiera y Samael me mirara.

    -Tranquilo, Jeliel—me dijo Samael—no le voy a hacer nada a tu querido hermanito, tampoco es que le pueda hacer mucho…

    -¿Qué te pasa Jeliel?—sé que me hablaba pero yo tenía la vista y el oído puestos en Samael.

    -¿Te lo estás pasando bien?—se rió—te dije que había cosas peores que la muerte y lo que estás pasando no es nada. La Saiko es solo el principio de tu desgracia.

    -Déjame en paz.—de pronto las voces aumentaron muchísimo y se sumó la de Samael que también me amenazaba. No escuchaba a Uriel.—Haz que paren.— Era todo un torbellino de voces, un torbellino de fantasmas que me amenazaban, me mareaba, me volvía loco…hasta que de pronto todo cesó. Como la calma después de una tormenta.

    Estaba agitado. Mire hacia el frente y entonces noté la mano de Uriel en mi cabeza y de que me estaba hablando.

    -¿Jeliel? ¿Estás bien ya?—le miré, estaba agotado y sudando. ¿Cuánto tiempo había estado así?

    -Si…
    -¿Qué ha pasado?

    Le miré y le conté todo, desde la primera vez que escuche voces, lo de que se me apareció Samael, lo de Renzo, que el que me quería ver muerto y el que había mandado a la Saiko, era Cole hasta lo que había pasado ahora. Todo lo escuchó en silencio y sin decir palabra, hasta cuando terminé no abrió la boca. Estaba serio mirando a un punto de la habitación.

    -¿Qué has hecho para que todo pare?

    -Te he bloqueado la parte del cerebro que recibe las ondas, no sé si hará que no veas a Samael pero por lo menos no escucharas las voces, aunque no va a durar siempre.—Suspiré.

    -Gracias—estaba cansado. Las voces no me dejaban descansar bien y ahora que no las tenía todo el sueño y el cansancio acumulado emergieron. Me deje caer de lado en la cama.



    -Gracias—me dijo y lo vi caer de lado en la cama. Al principio no sabía que le había pasado pero enseguida me di cuenta de que se había dormido. Seguramente esas voces no le dejaban descansar bien y ahora que se habían ido pues el cansancio le pudo.

    Me levanté con cuidado y le tapé. Salí de la habitación con cuidado. Todo lo que me había dicho era serio y también era para volverse loco, no sé cómo lo ha aguantado tan bien todo este tiempo. Pero si Cole era el que estaba detrás de él… La cosa se había complicado mucho, mucho. El no pararía hasta tenerlo en sus manos y ahí vete tú a saber lo que le haría.

    De momento no se lo contaría a nadie, bueno a Gabriel y a Addu a lo mejor si. Suspiré.

    Al final sí que me estaba preocupando por él.
     
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    Warrior of writing

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    oye creo que se deveria cuidar de los demonios XD. Sino muere
    bueno, no tengo nada de que opinar me gusta como interpretas a los personajes eso disculpame pero te lo plagio xD... echo te sigo la serie sabes me gusta mucho y te digo ponle un poco más de suspenso a la final para los que leen como yo que se queden con las ganas de leer el próximo capitulo. :rolleyes:
     
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    JimenaAlonzo

    JimenaAlonzo Entusiasta

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    Este capítulo es mas tranquilo pero es que me salió asi :)

    Capítulo 4.

    Eran las 12 de la noche y seguía en casa de Uriel, pero es que no me podía ir sin hablar en condiciones con Jeliel. Desde que había llegado no había tenido la oportunidad de tener una conversación normal, una conversación de amigos que no se veían en mucho tiempo. Pues hoy no me iba sin hacer eso. Así que cuando Uriel se encerró en su cuarto con su ordenador supe que era mi oportunidad, porque cuando hacía eso significaba que no salía de ahí hasta mañana.
    Abrí la puerta despacio, dejando entrar un poco de luz porque si no me la iba a pegar. Me acerqué despacio. Vi que estaba pegado a la pared con los ojos cerrados. Pues vaya, tampoco iba a poder hablar con él. Me di la vuelta para dejarle. No sería justo despertarle despues de todo lo que le habia pasado solo por que yo quisiera hablar con él.
    -¿A dónde vas?—me sobresalté pero me di la vuelta. Estaba en la misma posición pero con los ojos abiertos mirándome.
    -¿Te he despertado?
    -No, he sido yo solo, no te preocupes.
    -Ah, bueno es que… quería hablar contigo.—ahora me daba vergüenza. Parezco una niña pequeña.
    - ¿Sobre qué?—se intentó incorporar un poco pero le dolió por la cara que puso.
    -No, no te muevas… mira da igual ya mañana hablamos, te dejo dormir tranquilo.
    -No. No te vayas. Quédate conmigo.
    ¿Me acababa de pedir que me quedara con él? Creo que puse cara rara porque enseguida se puso nervioso.
    -O sea pero solo a dormir. Si quieres… es que me siento solo y…
    -Vale, no te alteres—me quité los zapatos y me metí en la cama con él, pero salvando las distancias.
    -Has cambiado bastante.
    -A ti solo te ha cambiado el pelo—se rió un poco—me gusta más así— Nos quedamos mirando el uno al otro unos segundos que cuando me di cuenta me entro vergüenza y le aparté la mirada.—Oye… ¿Y qué tal por el mundo?
    -Ah, bien, tenías razón. He estado en un montón de ciudades y además he viajado en medios de transporte.
    -¿En serio?
    -Sí, para que veas.
    -Pero ¿tú eres rico o qué?
    -En 100 años te da tiempo a ahorrar mucho dinero. Además antes no éramos lo que se dice precisamente pobres…
    -¿Éramos?
    -Sí, mi hermano y yo.
    -Ahora si le dices hermano ¿no?
    -Bueno es que tú me has cambiado.—sonreí.
    -¿Con cuántos años te convertiste en…
    -¿Demonio?—asentí—Con veinte.
    -O sea que vas a aparentar veinte años siempre.
    -Si aunque en realidad tenga ciento veintidos—sonrió.
    -Uf que mayor— me reí y luego bostecé. A pesar de que ya estaba hablando mas suelta con Jeliel me había entrado sueño.
    -Anda vamos a dormir ya, que estas cansada.—fueron sus ultimas palabras antes de dormirse.
    Me resulto difícil dormirme en su presencia, él se durmió antes, pero después de un rato gracias a su respiración pausada también lo hice yo.



    Me desperté sobre las diez de la mañana. De verdad no sé cuánto tiempo hace que no había dormido tan bien, sin voces ni nada raro y por encima con Dana. Todavía no me lo podía creer.
    Me había despertado solo una vez en medio de la noche y me la había quedado mirando un rato como dormía. Es lo más bonito que tengo alrededor, tanto dormida como despierta. Y lo que más me gusta de ella es que cuando estoy jodido o cuando algo malo pasa, aparece con esa sonrisa y me olvido de todo, como anoche.
    Por cierto ella no me despertó anoche, yo estaba despierto pensando en la que se me venía encima, en qué hacer si se complicaban más las cosas y entonces aparece ella e hizo que dejara de pensar en ello.
    Me habría gustado verla despertar o decirle buenos días pero cuando me desperté no estaba. Se había ido y en su lugar en la mesita de noche había una bandeja con comida que alguien había puesto no hace mucho.
    La cogí y empecé a comer, yo sabía que había sido ella y se lo agradecía. Ella me ayudaba y hacia cosas por mí y yo en cambio lo único que hacía era dar problemas. Tenía que recompensárselo de alguna manera. ¿Qué le gustaba? A lo mejor tiene gustos parecidos a Eli…
    Si mi hermano me dejaba salir de aquí podría darle una sorpresa.



    En cuanto le dejé el desayuno me fui a la Universidad. Para nada porque no me podía quitar de la cabeza la noche que había pasado con él. No pasó nada pero con tan solo dormir me sentí bien. Él no se dio cuenta pero esta mañana cuando me desperté él tenía un brazo por encima de mí y solo eso bastó para que me pusiera de los nervios.
    Así que estuve toda la mañana pensando en él y no en las clases. Quería salir ya para volverle a ver y todo… Oju, me había dado fuerte esto del amor… Espero que le gustase el desayuno.



    Los días siguientes me los pasé en cama por obligación hasta que se me pasara del todo los efectos. Ya era el cuarto día que me pasaba encerrado ahí y me tenía que mover ya. Me levanté de la cama y me empecé a vestir, cuando ya iba por los zapatos apareció Dana en la entrada, la cual por cierto se pasó estos días visitándome (Cosa que me encantaba).
    -Eh, Jeliel ¿Ya estás bien?
    -Sí, de maravilla y menos mal porque ya me estaba desesperando.
    -Era por si te querías venir a dar una vuelta.
    -Eso mismo te iba a pedir yo.—me levanté y cuando iba a salir de la habitación me choqué con una pared invisible.
    -¡Ah!—me cogí la frente—que golpe…
    -¿Qué pasa?
    -No lo sé—me acerqué y toqué en el aire. Había una pared invisible que no me dejaba salir.—hay algo aquí.
    -¿Qué?—ella entró y luego salió sin problemas.—Pero si yo puedo pasar perfectamente.
    -Lo estoy diciendo en serio, mira—empujé y nada.
    -Es verdad…
    Esto solo puede ser cosa de Uriel, lo mato. Seguramente esto había estado toda la semana aquí pero como yo no salí de la habitación pues no me había dado cuenta, hasta ahora.
    -¡Uriel!—grité. Este apareció enseguida.
    -¿Qué quieres?
    -Salir.—el sonrió.
    -De eso nada.
    -Pero si ya está bien.
    -Ya lo sé, pero por su bien se tiene que quedar.
    -Uriel, por favor no aguanto ni un segundo más aquí.
    -Pero si solo han sido cuatro días insignificantes.
    -Ya lo sé pero yo siempre me tengo que mover así que déjame salir.
    -No, si sales…—lo dejo ahí porque estaba Dana delante pero yo ya sabía lo que pensaba. Seguro que estaba relacionado con lo que le conté el otro día y lo entendía pero tenia que salir.
    -No va a pasar nada, además ¿desde cuándo te preocupas?.
    -No es que me preocupe pero es que resulta que todo lo que tú haces repercute en nosotros y no lo puedo permitir así que te quedas.
    -Uriel, por favor es solo una vuelta con Dana.—el miró a Dana que asentía. Luego me miró a mí.
    -Venga déjale.—él suspiró.
    -Como pase algo te mato.
    -Y yo me dejo.—hizo un movimiento con la mano y la pared desapareció.—Gracias.
    -Venga vámonos ya—me cogió del brazo y salimos de la casa. Menos mal que habia cedido.



    Primero dimos un paseo, por el centro. Al principio estaba nerviosa pero después me fui soltando al ver que él estaba lo más tranquilo. Seguramente el solo me veía como una amiga, una amiga a quien le debe su vida o algo así.
    El paseo en si fui tranquilo, no tuvimos ningún incidente con ningún demonio y cuando había alguno cerca, Jeliel se callaba y miraba hacia donde supuestamente estaba. Me tocaba y me cerraba el aura junto a la suya. La primera vez que hizo eso fue una sensación desagradable, una sensación parecida a cuando te montas en una montaña rusa y de pronto bajas. No me gustó nada y le regañée. Él se rio y me pidió disculpas. Hasta ahora no sabía que se podía hacer eso, obligar a otro con tan solo tocarle a cerrarle el aura.
    La segunda vez que lo hizo fue mejor, no fue tanto el impacto pero no me gustaba que lo hiciera. Pero vaya que al final no nos vio ningún demonio.
    Ahora estábamos sentados en un banco de una plaza mirando a la gente. Acababa de descubrir que Jeliel tenía una faceta graciosa y desde que lo conocí no le había visto sonreír tantas veces y tanto tiempo. Me gustaba mucho estar con él.



    Hace tanto tiempo que me reía tanto ni sonreía así, que creía que se me había olvidado. Dana se podía parecer a Eli en el físico pero en lo que es la personalidad y el carácter no se parecía en nada. Eli era tímida y conservada y en cambio Dana tenía mucho carácter y de tímida nada. Había llegado a la conclusión de que me había enamorado no porque se pareciera a Eli si no por cómo era, por su personalidad. Me encantaba su forma de ser.
    Estaba a su lado sentado en un banco pero guardando las distancias, todavía me parecía muy pronto para decirle nada, además de momento me conformaba con estar cerca de ella. Cada vez que pensaba en la amenaza de Renzo hacia Dana me hervía la sangre pero ahora no podía pensar en eso, ahora tenía que darle la sorpresa a Dana.
    -¿Ves ese árbol de ahí?—le señalé, con la cabeza.
    -Sí, ¿Por qué?
    - No te olvides de él.
    -¿Qué?
    -Haz lo que te digo.
    -Vale, vale.
    -Ahora dame la mano—me miró confusa pero al final me la dió. Me encantó su contacto pero a lo que iba.
    Cerré los ojos y nos tele transportamos al sitio que quería. Un campo abierto enorme con un solo árbol. Uno idéntico al de la plaza. Ella al ver el campo se sorprendió.
    -¡Eh! ¿A dónde me has traído? Ese es el árbol del parque.
    -Lo especial no es el árbol—ella me miró, yo me solté de la mano que me acababa de dar cuenta que todavía la tenía agarrada y le di la vuelta. Puso una cara de felicidad tan grande que me contagió.
    -¡Caballos!
    Si y no eran caballos normales, eran de los pocos caballos salvajes que quedaban. Había de todos los colores, blancos, negros, marrones, de dos colores, por haber había hasta dos potros.
    Dana hizo el amague de acercarse pero no lo hizo por miedo a asustarlos. Estábamos muy cerca de ellos.
    Sabía que Dana tenía muchas ganas de por lo menos tocar a alguno pero no se atrevía así que le daría ese gusto.
    -Espera aquí—le dije.
    -Eh, los vas a asustar.—Me di la vuelta y le guiñé el ojo.



    Cuando me guiño el ojo mi corazón se disparó a 1000 por hora. Era terriblemente guapo y atractivo, cualquier gesto que hiciera, su sonrisa, su risa, me encantaba. Era perfecto, no tenía ningún fallo bueno quitando el hecho de que fue un demonio pero eso es agua pasada.
    Fue hacia un caballo negro que estaba cerca muy despacio. El caballo lo miró e hizo amago de echar a correr pero no lo hizo. Se quedó mirando a Jeliel a los ojos al igual que él.
    Se quedaron mirándose así unos segundos o unos minutos no sé pero cuando pasaron Jeliel se acercó poco a poco, levantó un brazo despacio y le tocó la cabeza. Luego le susurró algo a la oreja y el caballo inclinó la cabeza hacia abajo dejándose tocar mejor. Jeliel sonrió.
    Era increíble, en cuestión de segundos acababa de domar a un caballo salvaje solo con la mirada. ¿Lo podría hacer yo también? Jeliel me hizo una seña para que me acercara y eso hice pero despacio. Cuando ya estaba cerca toque al caballo con cuidado que para mi sorpresa se dejó también, es más se fue para mí como disfrutando de mi presencia.
    -Qué pena que no pueda montarlo.
    -¿Por qué no?
    -No tengo montura ni riendas.
    -Espera aquí—me dijo casi a la vez desapareciendo dejándome con la palabra en la boca. ¿A dónde había ido? En seguida llego mi respuesta porque apareció unos segundos después con una montura y riendas.
    -¿De dónde has sacado eso?
    -De un sitio—me aparté y empezó a ponérselas. El caballo de vez en cuando relinchaba incómodo y hacia amagos de irse pero Jeliel le susurraba algo en la oreja que hacía que se tranquilizara y se dejara. Me avergonzó un poco porque el otro día yo había soñado que Jeliel me susurraba “Te quiero” en el oído. Me entro un escalofrió. Ojala pasara de verdad.—Tierra llamando a Dana, tierra llamando a Dana…
    -Ah que, que, perdona.
    -¿En qué pensabas?
    -No, en nada ¿De verdad que me puedo montar?
    -Claro, no hay peligro. ¿Sabes subir?
    -Sí, ya he montado antes.



    Se subió sin ningún problema. Antes de soltarlo y dejar a Dana a su aire yo le volví a susurrar al caballo. Simplemente le decía palabras tranquilizadoras. Eso sumándole con que soy… bueno con que tengo poderes pues funcionaba.
    Lo solté y Dana empezó primero a caminar, luego a trotar y por ultimo a galopar. Estaba tan feliz… al final había acertado con la sorpresa.
    Me la quedé mirando como galopaba hasta con los demás caballos. Se notaba mucho que era un ángel y eso afectaba mucho a los animales que normalmente mostraban simpatía con ellos al contrario que con los demonios a los cuales les rehuían como todo ser viviente del planeta.
    Eso era lo que me preocupaba. Al principio el caballo no salió corriendo como hubiera hecho si fuera un auténtico demonio pero estaba nervioso y se quiso ir un par de veces. ¿Eso significaba que aún me quedaba algo de demonio dentro de mí? Dana no me dijo nada al respecto de mi alma así que supuse que estaba bien pero no pensé en que no me dijo nada porque todavía me quedaba algo de oscuridad. No puede ser ¿no?. Yo ya no quería hacer daño a nadie excepto a los demonios, claro.
    Bueno ya lo descubriría. De pronto sentí que alguien no deseado para mí se acercaba hacia aquí. Últimamente estaba muy perceptivo.
    No perdí tiempo y acumule luz en mi mano derecha. Enseguida apareció un demonio que no conocía a mi izquierda.
    -Tu querida Dana va a morir.
    -Creo que no.
    -¿Quién lo hará antes tú o ella? Me apuesto a que ella.
    -Qué pena que no estés para averiguarlo.
    Se puso a la defensiva en cuanto dije eso pero yo ya estaba preparado y le di con la luz en el corazón matándole.
    Cada vez que mataba a un demonio sentía euforia y alegría un sentimiento muy fuerte que me gustaba. Lo haría una y otra vez y eso me empezaba a preocupar también. No creo que los ángeles sintieran lo que yo sentía eso era más bien un sentimiento de demonio.
    De lo que acababa de pasar Dana no se había enterado de nada, seguía galopando con los demás caballos ajena a todo. Mejor, no quería preocuparla. Me olvide de todo al verla sonreír de esa manera.
    Vino hacia aquí y se paró al lado mío.
    -¿Por qué no lo pruebas tú también?
    -No, no, da igual
    -Venga hombre, que es divertido. Acompáñame.—me quedé en silencio, cuando se ponía si era muy difícil negarle nada por lo menos para mí.
    -No, no es buena idea
    -¿Por qué? Venga Jeliel ¿Qué te cuesta?
    -Es que…



    ¿Por qué no quería montar conmigo? ¿Qué le costaba? Su expresión mostraba indecisión o molestia e incluso creo que estaba nervioso pero ¿Por qué? Le mire fijamente mientras el miraba el caballo, lo miraba de arriba abajo. Yo me concentré en ver su aura, si en verla, porque el aura también mostraba a veces los sentimientos.
    Primero la vi de un color entre celeste y azul, como la de los ángeles pero un poco más oscura cosa que no le di importancia; me concentré y vi que fluctuaba y era de un color amarillo. Eso creo que era indecisión. Jo si es que soy un genio. Ahora quedaba saber porque.
    -¿Te da miedo montar?—dije sonriendo. Él me miró sobresaltado. No sabía que estaba pensando pero mi pregunta le pilló desprevenido.
    -¿Qué? No, yo no tengo miedo a nada—me quede mirándole con cara de “venga ya”—a casi nada, es que…
    -¿Es que, qué?—susurró algo pero no lo llegué a escuchar—¿Qué?
    -No se montar a caballo.—No me lo puedo creer. ¿Jeliel no sabe montar a caballo? Me reí—no te rías.
    - ¿De verdad que no sabes?
    -No lo voy a volver a repetir—levanté las manos en símbolo de paz—así que…
    -Te voy a enseñar—me miró con sorpresa. Yo me bajé del caballo pero sin soltar las riendas.
    -No creo que sea buena idea.
    -Venga ya Jeliel… ¿No tendrás miedo?
    -¿Yo? Que va
    -Entonces, venga.—le cogí de la mano y tiré de él para que se subiera al caballo. Le enseñaria por como me llamaba Dana.



    Estaba en el salón con Gabriel y Addu. Les acababa de contar lo que me dijo Jeliel de Cole y todo el rollo. Nos quedamos pensativos por un rato pero nadie dijo nada.
    Los entendía yo tampoco sabía qué hacer, Cole era alguien que hasta nosotros pretendíamos evitar, a no ser que saliera de su escondite e hiciera algo contra los humanos, entonces sí que reaccionaríamos. Ahora iba por Jeliel y por eso no sabíamos que hacer porque tampoco podíamos buscarle y entrar a saco contra él por Jeliel.
    -Yo, dejaría las cosas como están y que pase lo que tenga que pasar.—dijo Addu.
    -Yo también, de momento no ha hecho otra cosa que mandar gente tarde o temprano se cansara y lo dejara pasar, total no creo que se le acabe el mundo por un demonio…bueno por un ex demonio.
    -Ese es el problema Gabriel—dije—que es un ex demonio y eso a ellos no les hace mucha gracia, lo de la traición lo llevan peor que nosotros. Si fuera un demonio menor el que lo hubiera hecho entonces lo más probable es que hubieran pasado pero siendo Jeliel… no lo van a pasar y menos cuando hizo un pacto con Cole.
    -Tienes razón…
    -Mirar, yo no sé lo que hacer pero creo que Addu tiene razón, lo único que podemos hacer es esperar a ver lo que pasa.
    Estuvieron de acuerdo conmigo y no hablamos más del tema.
    Unos quince minutos después aparecieron en el salón Jeliel y Dana, esta última riéndose a carcajadas. En cambio Jeliel, sonreía pero no le hacía mucha gracia que Dana se riera así.
    -¿Qué pasa?—preguntó Gabriel. Dana seguía riéndose.
    -Tendríais que haber visto a Jeliel.
    -No lo digas.—Dana le miró y se volvió a reír. Se sentaron en el sofá.
    -Venga ya, no es justo que solo me ría yo.
    -Que no. No sé porque accedí…
    -¿Qué has hecho?—le pregunté. Había sentido curiosidad. Nunca habia visto a Dana reirse asi y ademas Jeliel parecia avergonzado.
    -Nada.
    -Montar a caballo.—Ah normal que se estuviera riendo así, me acuerdo que Jeliel nunca aprendió a montar a caballo y la vez que lo hizo se cayó y le cogió miedo. Me reí.
    -¡No puede ser! ¿Cómo le has convencido?
    -No sé, se lo dije y al final accedió, ahora… es malísimo.
    Vi que todos sonreían hasta Jeliel aunque un poco avergonzado.
    -Dana… ¿Por qué lo cuentas?
    -Venga no te enfades si lo has hecho muy bien.-¿Como es posible que Jeliel haya accedido a montar a caballo? Si me acuerdo que la ultima vez, ni nuestra madre le pudo convencer, y ahora aparece Dana y lo convence.



    Se estuvieron cachondeando de mí un rato, incluso Addu y Gabriel se rieron al contar lo que paso Dana. Simplemente me daba un poco de miedo montarlos porque la primera vez que lo hice que tendría unos ocho años me caí y me rompí el brazo. Desde ese día no volví a subirme en un caballo. Ahora me he vuelto a subir y la verdad que no lo volvería a repetir. He de reconocer que lo habia pasado mal.
    Ellos seguían riéndose pero ya pararían.
     
  9.  
    JimenaAlonzo

    JimenaAlonzo Entusiasta

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    Angel o Demonio 2.
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    4120
    Capítulo 5.

    Estaba de nuevo encerrado en la habitación. Yo ya me lo imaginaba, dudaba mucho de que aunque me hubiera dejado salir una vez lo volviera a hacer de nuevo.
    Al principio no note nada raro pero cuando quise ir al salón de nuevo me lo impidió una pared invisible.
    -¡Uriel!—grité de nuevo. Total estábamos los dos solos en su casa.
    -¡No te pienso dejar salir!—me gritó desde la cocina, creo.
    -¿Tanto me quieres que no me quieres dejar salir de tu casa?
    -Sigue soñando.—estaba en frente mía pero fuera de mi alcance por la maldita pared.
    -¡Uriel déjame salir!—me hizo un gesto que hace muchísimo tiempo que no me hacía. Levanto el dedo corazón de su mano derecha hacia mí—que gesto más bonito.
    -Sé que te gusta por eso te lo he hecho.
    -Que gracioso. Venga ya Uriel, solo quiero ir al salón.
    -¿Para qué?
    -No sé para cambiar de habitación ¿no pretenderás que este aquí todo el día?
    -Pues sí.
    -Joder, que tengo que hacer para que…—no terminé porque de pronto vi todo negro. Tenía los ojos abiertos pero no veía nada ni oía nada. Se empezó a formar una silueta en esa oscuridad, la silueta de Samael. Que pesado…
    -Tu tiempo se ha agotado Jeliel—fue decir eso y sentí un choque en el pecho que me cortó la respiración durante unos segundos. Vi a Uriel que me tenía cogido en el suelo. ¿Había caído? Tampoco me pregunté muchas más cosas porque las voces volvieron. Volvieron y de qué manera. Era como si hay un chorro a presión y tú lo tapas con algo a la fuerza, cuando eso falla, el agua vuelve a salir de pronto y con muchísima fuerza. Pues bueno eso me paso a mí con las putas voces.
    Me vinieron de repente y con una intensidad tan grande que parecía que me iba a estallar la cabeza. Grite, sé que grite pero solo oía las voces.
    “Muere, muere, muere” “Se te ha acabado el tiempo” “Vas a morir” “vas a sufrir y luego morirás” “Te vamos a matar” “muere”
    Era así todo el rato, de verdad que me va a explotar la cabeza, me dolia tanto… A lo mejor iba a morir así… “No, no lo harás de esta manera” Escuché en mi mente, pero sé que era Samael. “Ahora estas sufriendo pues espera que aun te queda más por sufrir, sufrirás miles de años y luego morirás, así de sencillo” “Cole se encargara” Esa voz desapareció pero seguían las demás.
    Para mi alivio pararon. Abrí los ojos y vi de nuevo a Uriel con una cara de preocupación horrible. Le sonreí como pude. Había sido el de nuevo aunque no tardarían en volver.
    -Gracias de nuevo.—dije incorporándome. Estábamos en el suelo.
    -Esta vez me ha costado lo suyo. Por más que lo intentaba tu seguías gritando y cogiéndote la cabeza.
    -Supongo que es un aviso.
    -¿Aviso de que?
    -De que va a llegar un momento que no vas a poder hacer nada.—se me quedó mirando y luego miró al suelo. No le iba a contar lo que me dijo Samael, total algo ya sabía.—¿Puedo salir?—me hizo un gesto con la mano dándome permiso para salir. Me levanté y fui a la cocina para beber agua. Creía que eso de que yo iba a morir todavía estaba muy lejos pero ahora sabía que no me quedaban más de unos días. Si, en unos días estaría sufriendo como dijo Samael.
    Y todo por hacer el gilipollas y dejarme engañar como un tonto. Si es que me lo merezco.



    En la misma sala enorme donde días atrás la Saiko hablaba con un tipo estaba Renzo, arrodillado en frente al mismo tipo. No estaba asustado pero estaba esperando órdenes.
    -Levántate Renzo—se levantó.—No vas a ir a por él.
    -¿Por qué mi señor? Esta vez sí que podré.
    -Si la última vez no pudiste a pesar de cómo estaba, ahora que está bien, morirás, porque él no se lo va a pensar dos veces a la hora de matarte.
    -Pero…
    -Pero nada. ¿Sabes quién va a ir a por él esta vez?—Renzo negó con la cabeza.—Yo mismo porque ya me he hartado y cuando lo tenga aquí podrás hacer lo que quieras con él. ¿Te vale?
    -Sí.
    -Nadie rompe un pacto con Cole.



    Después de eso, no volví a escucharlas y para mi sorpresa Uriel me dejó ir por donde quisiera de la casa siempre y cuando no saliera de ella y tampoco es que tuviera muchas ganas, bueno no tenía ganas porque Dana me visitaba si no sí que hubiera salido.
    Pero bueno que estos dos días fueron muy tranquilos, demasiados para mi gusto y eso me mataba. No sabía que iba a pasar, sabía que tarde o temprano iban a ir a por mí pero… ¿Y si iban a por Dana para hacerme daño? Eso sí que no lo permitiría. Por eso estaba preocupado por ella y por Uriel también. Hombre no creo que el que venga sea más fuerte que yo ni que Uriel y yo no iba a caer de nuevo ante la Saiko pero es que cuando era demonio había demonios más fuertes que yo que desconocía, o eso me decía Samael, aunque a lo mejor era mentira…
    Si, así llevo estos dos días comiéndome la cabeza.
    Miré la hora… la una de la mañana. Tenía que probar a dormirme de una vez por todas.



    Me sonó el despertador a las 9 de la mañana. Era un poco temprano para ser sábado pero estaba sola en mi casa y quería salir temprano para ir con Jeliel. Así que me levanté para desayunar pero no me esperaba lo que me encontré ahí.
    Había un demonio apoyado en la mesa mirándome con una sonrisa.
    -Hola, Dana ¿Has dormido bien?
    Me asusté.
    -Fuera de mi casa.
    -Si acabo de llegar mujer...—le tiré una onda que esquivó y dió en la pared rompiéndola un poco. Este era muy rápido. Apareció detrás de mí.
    No supe si iba a atacarme porque apareció Alice y le golpeó mandándolo a la otra esquina del pasillo. Cuando fue a por él, desapareció.
    -¿Estas bien?
    -Sí, si no me ha hecho nada. Solo me pillo desprevenida…
    -Hay que decírselo a Uriel.
    -No hace falta, no ha pasado nada.
    -Bueno, ¿te importa que me quede por si acaso? Mientras tú desayuna y haz lo que tengas que hacer.
    -Vale.
    Qué raro, sentí que ese demonio no iba a hacerme nada, que quiso decirme algo, pero enseguida rechace esa idea. Los demonios no son así y menos conmigo.



    Era por la tarde y me encontraba en la habitación, como siempre. Estaba pensando que estos días fueron bastantes felices para mí y ahora no quería morir. No quería morir sin antes arreglar las cosas del todo con mi hermano y sin decirle a Dana que la quería. Después de eso ya me daría igual todo. Así que deseaba que si Cole tenía planes para mí que lo hiciera después de eso. Que inocente por mi parte.
    De pronto lo sentí, eso de arreglar las cosas y lo de Dana nunca iba a pasar porque el mismo Cole venía a por mí. Simplemente le sentí muy cerca de mí y estaba muy enfadado. Mierda.
    Corrí hacia el salón pero no llegue a salir de la habitación porque una pared me lo impidió ¿Por qué? Si Uriel la había sacado. O no… No, no, no, no…
    Arremetí contra la pared una y otra vez. Me hacía daño en el brazo pero no era nada con lo que le haría Cole a Uriel si lo dejaba solo. Escuché un grito.
    -¡Uriel!—grité. Cuando volví a arremeter contra la pared esta ya no estaba. Eso era malo. Corrí hacia el salón.
    Lo que vi deseé que no fuera real, que no estuviera él de verdad aquí.
    Mi hermano estaba en el suelo, con sangre en el pecho mirando todavía con esos ojos de enfado que ponía él, a Cole. No había cambiado nada desde la última vez que lo vi. Alto, ancho de hombros, de pelo corto castaño oscuro y esa sonrisa de superioridad que ponía. Siempre aparentara unos 30 y pocos. Me miró. Normalmente hubiera sentido miedo pero esta vez no, ahora sentí furia.
    -Sabía que estabas aquí Jeliel—miró a Uriel—Los ángeles no deben mentir y menos para proteger a ese traidor, Uriel.—me volvió a mirar, había puesto los ojos negros para que yo me asustase y para que él se lo pasara bien pero no le iba a dar el gusto.
    -Vete de aquí ya—le ordené.
    -¿Quién te crees que eres para darme ordenes, niñato?—se empezó a acercar a mi.—Deberías tenerme miedo.
    -Ya ves que no.—le tiré una onda pero no le di. Parpadeé un momento justo cuando lancé la onda y de pronto él estaba a centímetros mía. No me dió tiempo a reaccionar que me cogió y me lanzo contra la pared de al lado como si nada. Me di en la cabeza muy fuerte, me la toqué y ya estaba sangrando, bien empezaba.
    Me levante rápido del suelo y con mi velocidad fui hacia el para darle un puñetazo con todas mis fuerzas pero lo esquivó como si nada y me dió un rodillazo en el estómago, luego un puñetazo en la cara y otro en el pecho tirándome al suelo. Miré hacia donde estaba Uriel. Se había dado la vuelta y me miraba. Sé que quería hacer algo pero no podía.
    Mire de nuevo a Cole y menos mal que lo hice porque si no me hubiera tragado una patada. Rodé hacia un lado y me levante pero Cole ya no estaba ahí si no al lado de Uriel con un arma en la mano.
    -¡Aléjate de él!—grité enfadado.
    -O si no ¿Qué?—Me miró a los ojos y entonces fue cuando usé ese poder, cosa que no tendría que haber hecho porque Cole supo lo que pretendía hacer. Sé que me miro a los ojos pero no funcionó y al darse cuenta se enfadó y mucho.— ¡Que pretendes hacer con esa mierda Jeliel! Tú no puedes hacerme nada, eres insignificante para mi.—de pronto me dió un golpe enorme en el pecho tirándome contra la pared. Ni caí al suelo porque Cole me cogió apretándome contra esta—No sabes cuánto vas a sufrir. Voy hacer que pidas clemencia, voy hacer que grites, voy hacer que te arrastres como un gusano ante mí. Porque eso es lo que eres un gusano que no me puede hacer nada.
    -¿sí? ¿Entonces porque te has tomado tantas molestias en venir a por mí?—me apretó más haciéndome daño. Luego me cogió de la camiseta y me tiró hacia la mesa rompiéndola. Me clavé cristales en los brazos al caer boca abajo.
    -Jeliel vete…—me susurró mi hermano.
    -No te voy a dejar aquí.—Cole me cogió del brazo retorciéndomelo en la espalda.—¡Ah!
    -Vamos a seguir en otro lado ¿Te parece?
    Mi última mirada fue para Uriel.



    Llegué a casa de Uriel con Alice por el método tradicional, andando. A veces los ángeles lo hacían así para sentirse más humanos, supongo que ser todo el rato un ángel les cansa y quieren comportarse de otro modo, sin poderes ni nada parecido.
    Entré yo primero y luego Alice cerrando la puerta tras de sí.
    -¿Uriel?—le llamó entrando a la cocina. Yo fui al cuarto a ver a Jeliel pero no estaba y la casa estaba muy silenciosa.
    -¿Jeliel?—fui a la cocina con Alice—Jeliel no está en su cuarto.
    -Pues estará en el salón—fuimos las dos pero lo que vimos nos dejó de piedra. Dos paredes estaban rotas, al igual que la mesa y uno de los sillones estaba tirado. Al lado de esta estaba Uriel tirado en el suelo sobre un charco de sangre. Él no se movía.— ¡Uriel!—gritó Alice a la vez que íbamos hacia él. No nos atrevíamos a moverlo mucho pero aun si entre las dos le dimos la vuelta. Tenía una herida enorme en el pecho y una marca en la cara de lo que habría sido un puñetazo bien dado.
    Alice le tomó el pulso casi llorando.
    -¿y?
    -Está vivo—dio un suspiró de alivio enorme
    -Pero tenemos que curarle. Vamos a tumbarlo en el sofá.
    Lo levantamos entre las dos con un poco de esfuerzo y lo tumbamos boca arriba en el sofá grande. Mientras Alice fue a por el botiquín yo le quite la camiseta. He de decir que también estaba bastante bueno y eso me recordó a Jeliel. Cuando Alice vino a toda prisa yo me levanté preocupada. Si Uriel estaba así, quien quiera que se lo haya hecho ¿Cómo estaría Jeliel? Me temí lo peor.
    -Alice, ¿Has visto a Jeliel al ir por el botiquín?
    -No—me miró parando de curar a Uriel.—Mira en las demás habitaciones, corre.
    Corrí hacia el despacho de Uriel, no estaba, luego abrí su cuarto, tampoco estaba, los dos cuartos de baño, tampoco estaba. No estaba en toda la casa, era como si hubiera desaparecido. Fui de nuevo al salón.
    -No está—estaba a punto de llorar pero me acerqué a ella, la cual ya había terminado más o menos de curarle.—Y si…
    -No saques conclusiones precipitadas Dana, no sé, a lo mejor ha ido a…
    -¿A qué? ¿Crees que estando así Uriel le habría dejado?
    -Ya no sé qué creer Dana
    -¿En serio? Alice ¿y si se lo han llevado o lo han matado?
    -Tranquila, vamos a tranquilizarnos y a esperar a que Uriel despierte. Él nos contara lo que ha pasado. ¿Vale?
    -No, yo puedo sentirle.



    Nos tele transportamos a un sala enorme de vete tú a saber dónde. En cuanto pisamos el suelo Cole me empujó con la intención de tirarme al suelo pero no me caí y me puse a la defensiva.
    -¿Para qué me sueltas? Ahora me puedo ir si quiero.
    -Oh, Jeliel, Jeliel, te estas poniendo muy chulo y no te conviene para nada. Inténtalo, venga vete.
    Me extrañó que me dijera eso pero si no iba a impedírmelo no me iba a quedar con él. Así que lo intenté pero… por más que me concentraba y por más que me esforzaba no lo conseguía. Cole se rió.
    -Mira que a veces puedes ser tonto ¿de verdad crees que una vez que te he cogido te iba a dejar escapar tan fácilmente?
    -¿Qué has hecho?
    -Antes de ir a por ti preparé el edificio para que solo tú, no pudieras salir de él, pero a ti no te tengo porque dar explicaciones.—se empezó a acercar a mí— Quiero empezar a divertirme.—Retrocedí. El venía muy decidido a hacerme lo que se le pasase por la cabeza.
    En un segundo estaba al lado mía para golpearme pero yo le esquivé tele transportándome unos metros más lejos. Por fin había podido esquivar uno de sus golpes.
    -Oh, veo que por lo menos aprendes rápido pero eso no te va a servir de nada.—Levantó una mano y de pronto me vi rodeado de cinco demonios.—No lo matéis.
    Fueron a por mí a la vez pero a mí cinco demonios de nada no me iban a vencer. Los esquivé a todos y cada uno de sus golpes. Daba igual que fueran normales o con los poderes. Le di una patada a uno y un puñetazo a otro. Uno me cogió por la espalda y el otro quiso darme un puñetazo pero yo le di con los dos pies impulsándome y tirando al que me cogía hacia atrás. No le di tiempo a nada que le di con una onda. El que quedaba me quiso dar con una espada pero yo la esquivé le cogí el brazo le di un rodillazo en la barriga le cogí la espada y se le clave en la barriga. Miré a Cole y le sonreí.
    -¿Es todo?—el sonrió y aparecieron sin exagerar cincuenta demonios alrededor mía. Muy bien ahora sí que iba a ser difícil no llevarme algún golpe. Me equivocaba en cuanto vinieron a por mí, no sé de donde saqué las fuerzas, ni de donde saqué lo que hice pero me deshice de por lo menos la mitad. No sé, sentí furia por su sonrisa, por subestimarme. Si yo fui unos de los tres devils no fue de gratis. Era fuerte y el me veía como si fuera una mierda. Pues muy bien.
    Me concentré y de pronto de mi salió una luz azul oscura que hecho hacia atrás a muchos de los demonios. Los demás con la espada que tenía y la velocidad, la cual ahora había aumentado me los cargué. Volví la vista hacia Cole cuando cayó el último pero de nuevo fue más rápido que yo. Me dió un golpe con una onda en la cara, partiéndome el labio inferior, luego otro en la barriga, otro en el pecho, en el hombro… Quise darle con la espada pero me la quitó como yo hice antes con el demonio con la diferencia de que no me la clavó pero si me hizo un tajo en mi lateral derecho. Luego me dió una patada justo donde me lo había hecho y otra en el pecho tirándome al suelo.
    No iba a rendirme tan fácilmente, me quise levantar pero él me puso un pie en el pecho impidiéndomelo, que manía tienen de hacer eso.
    -Te dije que no te pusieras tan chulo y por encima me miras por encima del hombro. Te lo vuelvo a repetir ¿Quién te crees que eres?—hice fuerza para levantarme pero el piso más fuerte.—Quédate quietecito, guárdate las fuerzas para lo que viene a continuación, la vas a necesitar.



    Estaba en la cocina pensando que hacer. Había intentado sentir a Jeliel pero por más que lo intentaba no lograba sentirlo. Era como si hubiera desaparecido por completo. ¿Habría cerrado el aura? No, era una sensación diferente era como si estuviera en un sitio que me impedía sentirlo o que estuviera demasiado lejos. Si eso puede que sea, que estuviera fuera de España por eso no lo sentía porque yo buscaba en España y no en otro lugar. Pero entonces puede estar en cualquier lugar del mundo… Si supiera en qué país está podría localizarlo. Podría ir probando…
    -Dana…—me dijo Gabriel desde la entrada de la cocina. Habíamos llamado a Gabriel y a Addu para que nos ayudaran—Uriel se ha despertado.—menos mal… una noticia buena. Fui junto con Gabriel al salón. Estaba sentado en el sofá y Alice lo abrazaba pegando la cabeza su pecho pero sin darle en la herida. Todavía estaba sin la camiseta.
    -Uriel ¿Estas bien?
    -He estado mejor.
    -¿Qué pasó?—pregunto Gabriel haciendo que el suspirara.
    -Estaba en el salón, pensando cuando de pronto sin más apareció ante mí.
    -¿Quién?—preguntó Addu.
    -Apareció ante mí y ni siquiera me dio tiempo a reaccionar en condiciones, me golpeó primero en la cara y luego levantó su espada y me dió. Me venció tan fácilmente…
    -Uriel ¿Quién fue?, responde.—exigió Addu.
    -Cole.
    Todos se quedaron en silencio pero en tensión. ¿Quién era Cole? No lo conocía pero si fue capaz de vencer a Uriel tan fácilmente tenía que ser muy fuerte… O no.
    -No sé quién es Cole pero ¿Dónde está Jeliel?—lo dije en un tono exigente, me salió sin querer pero es que, Jeliel no está.
    -Jeliel… ahora me arrepiento de no haber arreglado las cosas.
    -Eso que significa… No estarás insinuando que…—no me contesto.—Uriel ¡¿Qué le ha pasado a Jeliel?!—medio grité.
    -Tranquilízate—Gabriel apoyó una mano en mi hombro pero yo le quité en un movimiento brusco— No me quiero tranquilizar, quiero saber dónde está Jeliel.
    -Se lo llevó.—contestó al fin Uriel con la mirada perdida—se lo llevó… Si no se hubiera enfrentado a Cole lo más probable es que yo estuviera muerto. No sé si sabía que no podía ganarle o porque creía que si pero me salvó y yo no pude hacer nada para impedir que se lo llevaran. Por encima no me puedo quitar la última mirada que me hechó.
    -¿Qué última mirada?—preguntó Alice acariciándole la cara
    - Era triste o con miedo no se…
    -¡No!—grité—tengo que ir a buscarle.
    -Pero si ya lo has intentado y no has podido encontrarle—me dijo Alice.
    -Pero porque he buscado en España.
    -¿Insinúas que esta fuera del país?—me preguntó Addu.
    -Exactamente y no voy a parar hasta encontrarle.



    Me encadenó sentado, a una pared de al lado del trono, las manos, pero con ya bastaba porque antes de eso, él con la ayuda de dos demonios más me había hecho de todo, me habían pegado, herido con una espada y demás y por último me había dado 200 latigazos en la espalda y en el pecho. Así que tenía la espalda y el pecho en carne viva a parte de la cara y demás partes de mi cuerpo magulladas por los golpes. Por encima las cadenas me hacían daño en las muñecas. Me dolia todo y me costaba estar despierto. Sentí que un chorro de sangre me resbalaba por la cara y la boca me sabía a ella.
    -Eh, Jeliel, tienes mala pinta—se rió pero ni si quiera le contesté—ya no te pones chulo ¿no?—me levantó la cara para que le mirara—Ponte cómodo, esto no ha hecho nada más que empezar—me soltó y vi que le hizo una seña a dos demonios que no había visto antes. Él se fue y vinieron ellos.
    -Ahora nos toca a nosotros divertirnos—dijo uno antes de pegarme.
     
  10.  
    JimenaAlonzo

    JimenaAlonzo Entusiasta

    Acuario
    Miembro desde:
    1 Septiembre 2011
    Mensajes:
    74
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Angel o Demonio 2.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    10
     
    Palabras:
    3480
    Capítulo 6.

    Uriel me dejó quedarme en su casa a dormir, me quedé si, pero no pude dormir. Me mataba no saber cómo estaba Jeliel, si aún seguía vivo. Uriel me dijo que seguramente lo estará pero yo no sé qué creer, me espero de todo de los demonios y más de Cole que después de que Addu y Gabriel me contaran quien era, se me erizaron los pelos. Normal que Uriel no pudiera hacer nada contra él, si el apenas tiene 120 años y Cole tiene miles y miles de años, si fue el primer demonio creado. Eso significaba que Jeliel tampoco tenía oportunidad. Mierda… Jeliel tú no puedes morir.
    Así que como no pude pegar ojo me pasé parte de la noche en el salón intentado sentir el aura de Jeliel, aunque solo fuera un pequeño atisbo. Me puse un mapa en frente y primero busque en Francia. Tarde en recorrerla entera media hora pero era porque no la conocía como España e iba más despacio. Ahí no estaba. Luego busque en Alemania que tarde menos porque había estado una vez de intercambio en el instituto. Tampoco estaba. En Italia, que en esta tarde más de media hora, para nada porque tampoco estaba y cuando estaba buscando en Suiza me dormí.



    Me levanté bastante bien. Fui al baño y me quité la venda, gracias a mis poderes de curación estaba mucho mejor y ya ni siquiera me dolia. Esa era la ventaja de ser bueno en curarme. Volví al cuarto, me puse una camiseta y me quedé mirando como dormía Alice. Había sido muy buena conmigo y se había preocupado demasiado, la quería más que mi vida. Pero ahora solo podía pensar en Jeliel, no me podía quitar de la cabeza su última mirada. Vete tú a saber que le ha hecho Cole todo este tiempo y la que lo tenía que estar pasando peor era Dana.
    Fui a la habitación pero ahí no estaba, la cama ni siquiera estaba deshecha ¿no había dicho que se quedaba aquí? Fui a la cocina pero tampoco estaba y mire en el salón. Premio, menos mal porque ya me estaba preocupando. Estaba dormida en el sofá.
    Cuando me acerqué para llevarla a su cuarto se despertó.
    -Vaya, me he quedado dormida—se restregó los ojos.
    -¿Qué hacías aquí de noche?—me senté a su lado.
    - Bueno… intentaba buscar a Jeliel.
    -¿Y?
    -Nada, me quede dormida—vi un mapa que tenía tachado Francia, Italia y Alemania.
    -¿No está en ninguno de esos sitios?—negó con la cabeza
    -¿Y si está muerto?
    -No seguro que está vivo
    -¿Cómo estas tan seguro?
    -Cole lo quiero vivo. Es un traidor y quiere hacerle pagar y la mejor manera no es matándolo sino torturándolo.
    -Lo tengo que encontrar.
    -Y lo encontraremos eso tenlo por seguro. Yo te ayudare.—me sonrió.
    -Gracias Uriel—la abracé—solo quiero encontrarle.



    Alguien me tiró agua a la cara espabilándome porque había caído inconsciente y no sabía cuándo. Miré quien había sido encontrándome a Renzo mirándome con aires de superioridad y con soberbia. Se lo estaría pasando bien viendome en mis condiciones, ya me la tenia jurada de antes.
    -Te lo avise Jeliel. Mira como estas ahora, encadenado y hecho polvo y solo acaba de…
    -Sí, solo acaba de empezar, ya me lo han dicho unas cuantas veces no hace falta que me lo repitas. ¿Por qué no me dejas en paz? No estoy de humor para hablar contigo.—me pegó un puñetazo en la cara.
    -¿te das cuenta de tu posición?
    -Sí, bastante.—me pegó en el otro lado de la cara.
    -No lo parece.
    -¿Acaso aunque me quede callado me vas a dejar de pegar?
    -Tienes toda la razón—me volvió a pegar en la cara.—Veras cuando vayas a la prisión que tenemos me lo voy a pasar de lo lindo y tu…bueno intenta no morir—reuní las fuerzas que tenía y le pegué una patada mandándolo hacia atrás. Sonreí.
    -Ups, Lo siento, no controlo mis piernas.
    -Te voy a matar—acumuló oscuridad en su mano pero Cole apareció y lo paró.
    -¿Qué crees que vas hacer?
    -Lo siento mucho mi señor.
    -Contrólate, Renzo, lo quiero vivo por un tiempo, si quieres divertirte entonces espera a que lo llevemos a la prisión.
    -Como usted mande mi señor.
    -Eso contrólate Renzo—le dije sonriendo. Me miró con enfado pero se fue.
    -y tu…—Cole me miró y me pegó una patada en el costado. Solté un quejido. Se agachó y me cogió la cara con una mano fuertemente— Me parece que por más que te avise no vas a cambiar tu postura ¿me equivoco?
    -No, no te equivocas.
    -Peor para ti…—me soltó y se fue en otra dirección a la de Renzo.
    Yo solo esperaba que a Uriel o a Dana no se les ocurriera pasar por aquí porque si lo hacían, no creo que tuviesen muchas posibilidades de ganar a Cole. Y tampoco soportaría ver como los mataban. Así estaba bien, yo obtengo lo que me merezco y ellos viven. Así está bien…



    Estábamos en el salón, Alice, Uriel, Gabriel, Addu y yo, intentado sentir a Jeliel para nada porque no lograba saber dónde estaba y cada segundo que pasaba me preocupaba más y más. Si casi había buscado por toda Europa y nada. ¿Tan lejos se había ido?
    -Es imposible—dijo de pronto—puede estar en cualquier lado incluso en una isla por ahí perdida y aunque estuviera cerca lo más posible es que no nos dejen buscarlo. Habrán hecho algo para impedírnoslo.
    No dije nada solo me quede pensando…
    -Un momento ¿Qué has dicho?
    -Que habrán hecho algo para impedírnoslo.
    -No antes de eso ¿has dicho aunque estuviera cerca?—asintió.
    -¿Qué pasa?
    -Y si… está más cerca de lo que nosotros creemos.—Me acababa de dar cuenta de que no había mirado en Portugal. Seré tonta, me imagine a España entera junto con Portugal y se me había pasado.—Dejarme probar una cosa.
    Cerré los ojos y solo pensé en Jeliel pero en Portugal. Empecé a recorrer el terreno desde el sur, recordando su aura, la calidez de esta. Al principio no lo encontraba pero cuando estaba por el centro de todo Portugal, le sentí. El problema era que estaba muy débil, apenas la sentía, pero estaba ahí. Sí.
    Abrí de nuevo los ojos y les miré a los cuatro.
    -Lo he encontrado—vi que sonreían, hasta Uriel lo hacía. Pero esto no solucionaba nada además si su aura estaba así de débil significa que el también.
    -Muy bien—decía Uriel— no nos descontrolemos ahora hay que pensar que hacer ¿Dónde está?—me quedé mirándole, no aguantaba más necesitaba ver como estaba y traerlo de vuelta—¿Dana?—creo que supo lo que pensaba—Ni se te ocurra.
    -Lo siento.—Me tele transporté.



    Estaba entre despierto y dormido, un estado de semiinconsciencia que hacía que no supiera lo que pasaba ni el tiempo que transcurría. No es que me gustase estar así pero por lo menos no tenía que escuchar a Cole o algún pesado de por ahí.
    De pronto sentí algo que me espabiló enseguida. Abrí los ojos sorprendido, miraba hacia el suelo pero sentía un aura demasiado conocida para mí y parece ser que Cole el cual estaba sentado en el trono también se dio cuenta porque se levantó.
    -Creo que tenemos visita Jeliel.
    No, por favor que no sea ella por favor. Miré hacia el frente y ahí estaba. ¿Por qué?
    -Bienvenida—Cole abrio los brazos. Que hipócrita que es. Pasó la mirada por la sala hasta que la clavó en mí. Su rostro cambió por completo.
    -¡Jeliel!—gritó, quiso venir hacia mí pero Cole se puso en medio.
    -¿Dónde vas? Él es mi prisionero, no puedes llevártelo.
    -¿Qué le has hecho?—empezaron a discutir pero yo no les preste atención, tenía que pensar en algo para que Dana se fuera, lo malo que en mis condiciones y que me tenía que dar prisa no se me ocurría nada. Jeliel piensa, piensa. Cole se apartó para que Dana pudiera verme. Que Cabrón.
    -Ahora que lo pienso… tú tienes la culpa de que Jeliel me traicionara, si tu no hubieras aparecido el ahora sería uno de mis mejores demonios.
    -Yo solo le abrí los ojos, le teníais engañado y por eso hizo algo que nunca hubiera hecho.
    -Oh, qué bonito… ¿Sabes una cosa? No me caes bien, eres una bocazas y además la elegida. De aquí no sales.
    -No me pienso ir sin Jeliel.
    -¡Dana vete!—grité haciendo que los dos me miraron.—Vete de aquí.
    - ¿Qué? ¡No me voy a ir sin ti!
    -¡Que te vayas! ¿O es que quieres morir?—se quedó en silencio pero su rostro reflejaba decisión y no se movió del sitio. Cole se rio.
    -Oh, eso sí que es bonito, un ángel queriendo a un Demonio.
    -Él es mi amigo además no es ningún demonio, lo eres tú.
    -Dana ¡HE DICHO QUE TE VAYAS!—sonó por toda la sala y más allá. Ella me miró sorprendida pero me daba igual—¿Quién te ha dicho que quiera tu ayuda? ¿Quién te ha dicho que vengas a buscarme? No quiero tu ayuda, no quiero nada de ti. Ni si quiera tengo sentimientos hacia a ti, no te quiero ni como amiga, todo este tiempo te he estado utilizando—empezaron a salir más demonios rodeando a Dana—te he utilizado para mi diversión, todo fue mentira, porque yo en el fondo sigo siendo un demonio y siempre lo seré. ¡TE ODIO! Así que ¡VETE Y NO VUELVAS!
    Cole se rió y segundos antes de que uno de los demonios la atacara desapareció. Se me quedó grabada la cara que ponía mientras le decía todo eso, pasó de estar decidida a sentir dolor y tristeza. Nunca olvidaré esa cara de angustia. Cole seguía riéndose mientras los demás se iban. Lo siento Dana… Se me escaparon unas lágrimas porque todo lo que había dicho me afectó también a mí. Porque la quería y acababa de perderla para siempre.
    -Lo siento…



    Pues si lo ha hecho se ha ido sola ante Cole.
    -¡Ah! Dana ¡no!—me levanté de un respingo—me cago…
    -¡Uriel!—me regaño Addu.
    -Perdón.
    -No te preocupes Dios esta con ella.
    -¿Dios? Perdona que te diga, seré un ángel pero yo no lo he visto ni una sola vez en el tiempo que lo llevo siendo. ¿Lo has visto? ¿Has visto que haya movido un dedo por ayudarnos? No. Pues esta vez no será diferente, Él no moverá un solo dedo y menos a un medio ángel. Así que si me preocupo y mucho.
    -Que no lo veamos no significa que no esté ahí.—me dijo Gabriel serio.
    -¿Entonces porque no hace nada? Porque ya va siendo hora de que despierte si es que está ahí, que haga algo.
    -¡Uriel! ¿No estarás insinuando que Dios no existe?—era una de las pocas veces que Gabriel me levantaba la voz. Pero es que él era muy creyente.
    -Existir tiene que existir sino nosotros no estaríamos aquí. No estoy diciendo eso, estoy “insinuando” que ya es hora de que haga algo por nosotros que parece que lo único que hizo fue crearnos y limpiarse las manos.—no me esperaba que Gabriel me diera un puñetazo.
    -Si Dios no hace nada tendrá sus razones, así que no vuelvas a decir eso—me enfadé y fui a por él pero Addu me agarró por la espalda.
    -¡Parar ya los dos!—gritó Alice.
    -¿Qué pasa que ahora respondes con violencia como los demonios Gabriel?—ante ese comentario Gabriel se enfadó y fue a por mí pero Addu se puso en medio.
    -Parar, así no vamos a solucionar nada.
    -Idiota.
    -¡Uriel!—me regañó Alice. Antes de que yo volviera a abrir la boca apareció Dana.—Dana, estas bien…—tenía mala cara.
    -¿Qué ha pasado?—Le pregunté. Ella me miró y de pronto se echó a llorar.
    -¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras?—se le acercó Gabriel pero Dana seguía llorando. Se le hecho a sus brazos y Gabriel la correspondió con un abrazo. No creo que hayan matado a Jeliel asi que no sabia porque Dana estaba asi.Tendríamos que esperar a que se tranquilizara.



    Cole no dejaba de reírse.
    -Muy buena actuación, Jeliel, parece ser que eso de mentir como nosotros no se te ha ido.
    -Vete al infierno.
    -Puede que algún día, al igual que tú, pero ahora… Te voy a quitar las cadenas como hagas algo raro lo vas a lamentar—llamó a dos demonios. Si quería que me quedase quieto lo llevaba claro. Quitaron las cadenas de la pared. En cuanto los brazos cayeron, le di una patada a uno y me levanté como pude empujando al otro pero Cole me pegó una patada en el pecho bastante fuerte dándome contra la pared. Antes de que resbalara al suelo, me cogió de la camisa.
    -¿Yo que te he dicho?
    -¿Yo desde cuando hago lo que dices?—me puso su mano en el lateral de la cara pegándola contra la pared y acercándose mucho. No sabia si me iba a amenzar o a pegar pero daba igual, no me podia mover.
    -Lleváoslo.—me soltó. Uno de los demonios cogió de un extremo y tiro de él para qué anduviera, el otro se puso detrás.—Vigilarlo bien hasta llegar a la celda.
    -Sí señor.
    Fuimos despacio por un pasillo bastante estrecho y oscuro, solo iluminado por unas cuantas lamparitas. Estaba lleno de puertas que daban a vete tú a saber qué.
    Bajamos unas escaleras para dar a una sola celda enorme. En ella se veía todo tipo de instrumentos y unas cadenas en la pared. En cuanto vi eso no me hizo mucha gracia, así que antes de entrar me paré. El demonio tiró de la cadena pero yo no me moví.
    -¡Camina!—dió un tirón fuerte y yo le di una patada haciendo que soltase la cadena pero el otro se me hecho encima golpeándome contra los barrotes. Me di la vuelta y le di un cabezazo. Si, ahora tenía la salida libre. Pues no porque en cuanto di tres pasos hacia ella, alguien tiró de la cadena tan fuerte que me tiró al suelo. Miré. Había sido el primer demonio a quien pegué. El otro de pronto apareció y me dio una patada en el costado tirándome dentro de la celda y cerrándola.
    -Mala suerte Jeliel.—dijo uno.
    -En realidad buena porque no llegue a ser por Cole y ya te hubiera matado.—el otro se rió.
    -Tienes razón.
    -Bueno nosotros nos vamos pero no te preocupes ya vendrán algunos para divertirse—se fueron riéndose.
    Mierda mi única oportunidad de escapada había fallado. Ahora sí que ya no podía hacer nada y por encima empezaba a sentir los golpes que me acababan de dar sumándole el dolor de la carne viva. Pensé en levantarme pero ¿para qué? Así que me quedé como estaba, tirado en el suelo a esperar lo que venía.



    Se había quedado dormida hace una media hora medio encima de Gabriel y no sabíamos lo que había pasado. Solo esperábamos a que despertara y espero que ya tranquila, para que nos contara porque había llorado así. Llego un momento que lloraba tanto que tuvimos que dejarla a que se tranquilizara sola. No sabía lo que había pasado pero algo que le había afectado demasiado. ¿Había muerto Jeliel? No… habría sido peor para ella. ¿Entonces? Lo sabría enseguida porque Dana se estaba despertando.
    Se incorporó, se froto los ojos los cuales los tenía todavía rojos de llorar y nos miró tristemente.
    -¿Estas mejor?—le preguntó Alice. Ella asintió sin energía.
    -¿Qué ha pasado?—preguntó esta vez Gabriel con tono amable. Por cierto todavía seguía enfadado con él.
    Tardo en contestar pero al final nos contó lo que había visto y lo que había pasado. Como había visto a Jeliel y lo que le había dicho. Normal que se pusiera así, esas palabras fueron como puñales para ella.
    -Se ha pasado.—dije suspirando.
    -¿Solo? ¿Tú has visto lo que le ha dicho a la pobre? Se ha pasado un montón podría haber sido más delicado.
    -No convenía, Alice, y lo sabes.
    -Aun así…
    -¿Espera de que estáis hablando?—Todavía no se había dado cuenta…
    -Jeliel te dijo eso para que te fueras de ahí—contestó Addu.
    -Temió por tu vida y antes de pensar en él pensó en ti. Hizo eso para salvarte, el no piensa eso de ti.
    -¿Qué?
    -Bueno ahora sabemos dónde está, lo que tenemos que hacer es…
    -Lo mato—dijo de pronto— es un estúpido, o sea que voy a salvarle y el me hecha mintiéndome, te juro que cuando lo vea le mato.
    -Dana, cálmate—dije sonriendo— Hay que pensar en que hacer ahora.
    -Pues ir a buscarle.
    -No es tan sencillo—contestó Addu—ahora que has ido habrá puesto más vigilancia por lo menos hoy. Hay que esperar a mañana si queremos ir.
    -Sí y solo nosotros.—dije.
    -¿A nosotros a quien te refieres?—preguntó Alice. No me hacía nada de gracia que ella viniera pero aunque le dijera que no iba a venir además cuanta más ayuda mejor y ella era fuerte.
    -A los que estamos en este salón.—sonrió complacida.
    -Pero mañana es muy tarde y si…
    -No lo van a matar—dijo Gabriel—tú le viste estaba vivo ¿no?
    -Sí, pero no te imaginas la cantidad de sangre que había.
    -Pero eso es lo que quieren que sufra, no lo van a matar créeme.
    -Además, tienes que descansar debes de estar cansada de llorar y de buscarle, tenemos que tener todas las fuerzas. Te prometo que mañana por la tarde vamos.
    -¿Por qué por la tarde?
    -Es mejor por la tarde hazme caso.
    No me puso más pegas se sentó y se quedó en silencio. Solo esperaba que Jeliel aguantase un poco más.
     
  11.  
    JimenaAlonzo

    JimenaAlonzo Entusiasta

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    Miembro desde:
    1 Septiembre 2011
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    74
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Angel o Demonio 2.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    10
     
    Palabras:
    4096
    Capítulo 7.

    Al final me quedé dormido en el suelo pero me despertaron con una patada bien dada en el estómago. Solté un quejido de dolor y miré. Estaba Renzo y unos seis demonios más. Seguramente había tantos porque intente escapar antes, que guay…
    Ni si quiera me levantaron simplemente me empezaron a dar patadas hasta que Renzo los paró.
    -Levantarlo—me cogieron entre tres bruscamente y me sentaron en una silla. Me ataron a la silla con las manos por detrás. Lo justo para que no pudiera moverme.
    -Gracias por la silla, en el suelo estaba incomodo—le dije mirándole a los ojos. Me dió un puñetazo en la cara.
    -Veremos a ver qué dices dentro de un rato. Jessica tu puedes quedarte los demás iros.—se fueron entre protestas pero se fueron.
    -Muchas gracias Renzo, quería divertirme con él.—estaba de espaldas a mí.
    -¿Si? Lo siento ahora no estoy disponible pero si quieres te pago por adelantado.
    Al darse la vuelta vi que tenía un látigo con el que me dio en el pecho. Solté un pequeño grito. Me había dolido más que los anteriores. Miré y vi porque. El látigo tenía pequeños pinchos en forma de sierra. Oh no… La miré y vi que sonreía. Al quitar el látigo me recorrió un dolor en el pecho enorme pero no grité, me lo aguanté. Me volví a mirar esos pinchos me acababan de desgarrar la carne, y la camiseta… ya no era camiseta.
    -¿Qué decías cariño?
    -Que eres una puta.—más claro el agua. Como me imaginaba me volvió a dar pero no una sola vez sino cinco seguidas. Yo aguanté la respiración y no salió de mi boca ningún sonido, cuando paró eche todo el aire.
    La miré y me dió un último latigazo, esta vez en mi lado izquierdo del cuello tocando un poco la cara. Solté un grito pequeño por la sorpresa pero fue menos de lo que esperaba ella porque vi su cara de decepción.
    -Renzo…—le abrazó por detrás. No sé lo que estaba haciendo llevaba un rato de espaldas a mi.—No grita todo lo que yo quiero…
    Se dió la vuelta, sonrió y se besaron.
    -Por favor a follar a otra parte—los dos me miraron enfadados.
    -Renzo, hemos traído lo que nos ha pedido.—entraron dos demonios con una especie de barbacoa pero en ella solo había piedras incandescentes. Lo pusieron al lado mío. Renzo cogió una vara de hierro y la hundió en el fuego.
    -Podéis iros—me miró mientras los susodichos se iban.—Bueno, Jeliel... Ahora vas a tener que medir tus palabras….—Mierda ¿iba a hacer eso? No le respondí.
    -¿Ahora no dices nada no?
    -A callar, estaba pensado que contestar.—me cogió del pelo echándome la cabeza hacia atrás.
    -No se va a callar, Jessi—cogió la vara la cual estaba incandescente y me la acercó. Yo intenté retroceder pero estando atado y que esta tía me tenía agarrado era difícil. Renzo se rió—mira cómo se echa para atrás.—Jessica se rió.—¿Por dónde empiezo?
    -Quémale la boca así no habla más.
    -No… tal vez en un futuro, no sé cómo se lo tomaría ahora Cole. No, vamos a empezar por aquí.—me rompió más la camiseta y me puso la vara en la parte baja de la barriga. Lo que sentí en ese momento no puedo describirlo, solo puedo decir que fue un dolor lacerante. No pude evitar gritar. Cuando me lo quitó no sentí alivio, me seguía doliendo. Jessica me había soltado así que pude mirarme, tenía una quemadura enorme ahí. Respiraba rápido, iban en serio. Al final sí que iba a tener que pensar lo que iba a decir antes de hablar.—¿Te gusta más ese grito?
    -Si pero no me basta.
    -Tranquila si acabamos de empezar.
    Esta vez me la puso en el pecho y volví a gritar. Se reían. No quería gritar pero era inevitable dolia mucho, muchísimo. En mi vida había sentido tanto dolor. Me lo quitó.
    -Esos gritos se han tenido que escuchar en todo el edificio—se reía Jessica acercándose a Renzo. Este la abrazo.—Me ponen a 100.
    -¿Si?—sonrió—Pues…
    -He dicho que a hacerlo a otra parte.-logre decir entre jadeo y jadeo.
    Jessica me volvió a coger del pelo y me hecho la cabeza hacia atrás bruscamente.
    -Te odio—me dijo.
    -El sentimiento es reciproco—quise quitarme pero no me dejó, vi de reojo que Renzo me acercaba la vara a la cara. Iba muy decidido, lo iba a hacer.
    -No, espera, espera, espera…—paró a tiempo, la separó de mí con una sonrisa en la cara.
    -¿Qué pasa? ¿Me vas a suplicar? Si lo haces a lo mejor me lo pienso.
    -No soy mucho de suplicar
    -Como quieras—me la volvió a acercar.
    -Vale, vale—que me quemaran el cuerpo no es que me diera igual pero lo prefería a que me quemaran la cara.—La cara no por favor.
    -“por favor mi señor”—¿Qué? Le mire en silencio. Al ver que no decía nada me la volvió a acercar.
    -Por favor mi señor… en la cara no.—En mi vida me había rebajado así.
    -Mucho mejor—se rieron los dos. Pero Jessica no me soltó y eso era malo. Se dieron un beso y esta vez no dije nada pero dió igual sin previo aviso me quemo parte de la mejilla izquierda y un poco el comienzo del cuello. Esta vez fue el grito más grande de mi vida.



    Esos gritos que se escuchaban me encantaban. Por fin le estaban dando lo que se merecía. Se escuchaban cada cierto tiempo, eran como musica para mis oidos. No se muy bien que le estara haciedo Renzo pero mientras no me lo matase que le hiciera lo que quisiera.
    Cuando pasó una hora fui a ver como estaba mi querido Jeliel. Pasé por el pasillo con tranquilidad y cuando bajé me paré frente a la prisión cerrada. Jeliel estaba tirado en el suelo de lado y sin ataduras. No les hacía falta, estaba hecho polvo, tenía el cuerpo lleno de sangre y quemaduras la más fea la tenía en la cara y parte del cuello y estaba tirado sobre su propia sangre.
    Abrí la celda y entre. Estaba despierto pero con la mirada perdida. Ni si quiera me miró cuando me acerqué a él. Me quede mirándole. Por fín lo tenía ante mis pies calladito. No pude evitar sonreír.
    Le di un toquecito con el pie para ver si seguía en este mundo. Me miró pero no con la mirada del principio sino una mirada de sumisión y dolor.
    -Eso me gusta más. ¿Tan difícil era?—me apartó la mirada, vi que temblaba, normal aunque Renzo ya se haya ido el dolor habia sido tan grande que todavia permanecia en él, oh como me gustaba verlo así. Bueno hasta mañana no le haría nada, que coja fuerzas.—Que descanses bien Jeliel.



    Claro está que esa noche no pude dormir bien. No se me quitaba el estado de Jeliel cuando lo vi y no sé cómo estaría ahora. Cada vez que lo pensaba se me agolpaban las lágrimas. Con lo que me había costado convencerlo para que siguiera en esta vida conmigo y con el tiempo que había pasado sin él y ahora… me lo arrebatan. Tenía que salvarlo de nuevo pero esta vez para siempre, que nadie se vuelva a interponer entre nosotros, le tenía que decir muchas cosas y una de ellas que le quería. Era yo la que no podía vivir sin él.
    La mañana me la pase dando vueltas de una lado para otro. Preparándome para la batalla. Yo no era la única que estaba nerviosa se notaba que Alice y hasta los 3 Angels estaban de los nervios. Normal se iban a enfrentar a Cole.
    Y bueno solo faltaba una hora para ir al ataque y la verdad no sabía cómo iba a terminar todo esto…



    Abrí los ojos e intente enfocar lo que había enfrente de mí. Estaba en el suelo tirado de lado, tal y como me dejaron hace rato o tal vez ayer, no sabía cuánto tiempo había pasado lo que si sabía era que no me había movido de mi posición. Vi que había sangre a mí alrededor y debajo mía, mi propia sangre, había perdido bastante. Y las quemaduras ahora que se me había pasado la adrenalina me dolían muchísimo, tanto que me impedían moverme porque a cada movimiento era un dolor enorme. De todos modos lo intenté. Conseguí ponerme boca abajo con muchísimo esfuerzo. Me dolia sobre todo el cuello y la cara. Hijo de puta me había hecho rebajarme y de todos modos me había quemado ahí. Como salga de aquí lo mato.
    Había una mesa al lado, a lo mejor me servía de apoyo para levantarme. Me arrastré temblando como pude hacia ella e incorporándome un poco con dolor me cogí a ella. Me levanté pero se me fue la mano y caí al suelo tirando lo que había en la mesa, objetos metálicos y varas, haciendo mucho ruido. Mierda, con lo que me había costado levantarme…
    Por encima con el ruido vino uno de los demonios que había vigilado.
    -¿Qué pasa ahí?—me intenté levantar de nuevo porque como me pegara estando yo así, no me iba a poder levantar. Escuché que se reía—¿Qué te ha pasado Jeliel? ¿No te puedes levantar?—entró dejando la puerta abierta.—Me parece que voy a aprovechar que no hay nadie para divertirme un rato—me cogió del brazo levantándome bruscamente y entonces aproveché y le hinqué una vara de hierro que había cogido del suelo, en la barriga. Ni si quiera gritó, se quedó sorprendido. La saqué de su interior y se cayó al suelo. No habia muerto pero si que estaba fuera de combate.
    Me volví a apoyar en la mesa exhausto, pero enseguida me apresura a salir de aquí. Joder si hasta me costaba respirar en condiciones imaginate como me duele al caminar.
    Cerré la puerta de la celda, tenía que darme prisa no tardarían en darse cuenta que había escapado. Subí las escaleras como pude tropezándome más de una vez y teniendo que parar unos segundos. Cuando llegué al pasillo iba caminando apoyado a la pared para hacer menos esfuerzo. Jadeaba mucho y me dolia todo, a cada paso era una descarga de dolor. Una de las puertas de una habitación estaba abierta, no había nadie pero pude verme en un espejo que habia en ella.
    Siempre había cuidado mi cuerpo y no me gustaban las cicatrices ni marcas y al verme así… Joder, tenía el torso lleno de quemaduras y en carne viva, con sangre por todos lados y la peor era la de la cara y el cuello. Mierda. Me quede sin respiracion por unos segundos, nunca me habia sentido asi de mal.
    Seguí caminando apoyado en la pared cuando vi la entrada al salón principal. Me tuve que esconder en una esquina porque escuché a Cole hablando con alguien.
    -Mi señor… no sabía que le interesase el…—¿mi señor? ¿Quién había por encima de Cole para que este le llamase mi señor?
    -Bueno digamos que me incumbe—tenía una voz grave y bastante imponente. ¿Quién era? Me asomé un poco y lo que vi fue como un Shock. Era… un hombre alto de pelo negro largo y muy pálido pero lo que más destacaba eran sus ojos de color rojo, una cola negra terminada en punta y en la cabeza la salían unos pequeños cuernos.
    Me volví a esconder con la respiración acelerada. No puede ser… No puede ser él, si nadie le ha visto nunca ¿Por qué aparece ahora? Con el sí que no podía hacer nada si con tan solo verle me había entrado pavor, estaba muerto de miedo. Hasta temblaba y no era de dolor precisamente… Con el no tengo escapatoria, da igual a donde vaya el me encontrara… No… ¿Por qué esta aquí Lucifer? ¿Y porque tiene esa forma?
    De pronto se escuchó una alarma, sobresaltándome. Mierda eso seguramente será por mi huida. Mierda… Quiero irme de aquí… Fui a moverme o por lo menos a intentarlo porque me había clavado en el sitio del miedo, cuando algo me cogió por detrás saliendo de la pared y me tiro hacia atrás. Traspasé la pared y caí al suelo de esa gran sala. Se acabó. Se que se acabó para mi.



    Antes de ir nos reunimos los cinco ya preparados. Cada uno tenía un arma, a mí me dieron una espada.
    -Escucharme a donde vamos a ir es un sitio muy peligroso mayormente por Cole, así que no hay que perder tiempo, mientras Addu, Gabriel y yo peleamos contra él vosotras dos vais en busca de Jeliel ¿Entendido?—todos asentimos—bueno pues Dana ¿Dónde está ese sitio?
    -Darme la mano—me la dió Gabriel y los demás le tocaron. Enseguida me imaginé de nuevo esa sala desapareciendo de la casa y yendo hacia ella.



    Lucifer me había cogido traspasando la pared y ahora estaba tirado a sus pies, mirándole con puro terror. Era un miedo irracional que me entraba con tan solo mirarle, con tan solo su presencia, y esos ojos, la cola y los cuernos no lo facilitaban sino lo empeoraban. Creo que voy a morir antes de lo que yo pensaba.
    -Que aspecto tan bueno tienes Jeliel—no contesté su aura y su voz eran tan imponentes que no me salía ni una palabra. Se acercó a mí pero yo me levante rápido ignorando el dolor y empecé a retroceder. Cole se rió.
    -¿Ahora no dices palabra no?
    -¿Te contestaba Cole?
    -Que si me contestaba… Es muy chulo él.
    -Ah, Jeliel, si no hubieras echo nada ahora estarías en la cumbre…pero no, tenías que convertirte de nuevo en un puto ángel.
    No tenía el valor de contestarle, a él no aunque… lo único que tenía que perder era mi vida y ya me estaba dando igual perderla. Así que… ¿Por qué no mostrar valor contra él? ¿Por qué no plantarle cara? Sé que no tenía ni la más mínima posibilidad contra el pero morir sin poner resistencia era peor. Reuní todo el valor que me quedaba.
    -Elegí ser lo que soy y no me arrepiento—los dos me miraron serios más Lucifer que Cole.
    -¿Qué no te arrepientes?—vi que su cola se movió a mí y pude echarme para atrás rápido. Pero fue muchísimo más rápido que Cole y en menos de milésimas de segundo se plantó frente a mí me cogió del cuello y me estampó contra el suelo rajándolo. Me quedé aturdido, fue el golpe más fuerte que me había dado en la cabeza, sentí como la sangre emanaba de ella. No podía levantarme, una porque Lucifer me tenía todavía agarrado agachado junto a mí y dos porque aunque me soltara estaba mareado y sin fuerzas.
    Se levantó soltándome.
    -Uf, ha tenido que doler—habló Cole, el cual no se había movido de su posición.
    Con su cola me cogió del cuello y me levantó del suelo poniéndome a su altura, si, era más alto que yo. Me apretaba demasiado el cuello y por encima me estaba dando en la herida así que me dolia aún más.
    -Cole ¿No le has domesticado todavía?
    -No, lo siento pero es difícil con él. Por más que le haga no se deja.
    -Así que con mala conducta—me miró con esos rojos y me volvió a entrar miedo—escúchame, me has hecho venir a por ti.
    -Nadie te lo ha pedido—susurré porque la cola cada vez me apretaba más.
    -Resulta que yo cree a Cole por lo que tiene mi sangre directa y ¿Sabes quién más la tenía? Samael ¿Y sabes quién más? Tú. Al hacer un pacto con Cole y Samael mi sangre paso a ti, ahora que Samael ha muerto porque tú lo mataste, no te confundas me dio bastante igual, los únicos que tenéis mi sangre sois Cole y tú. Por lo que no voy a permitir que una mierda de Ángel la tenga. O eres demonio o mueres. Todo eso le sumas que me has hecho venir a por ti pues me cabrea y mucho. Así que la próxima vez te piensas mejor las cosas antes de hacerlas yo no tengo porque perder el tiempo por un insecto como tú.
    -Yo no tengo parte de tu sangre.
    -No… no tienes parte, es verdad. Tienes mi sangre. Mi sangre se fue expandiendo hasta eliminar la tuya. Ahora produces mi sangre. Se puede decir que eres como mi hijo.
    -Mentira.
    -¿No estas orgulloso de que tu padre sea yo? Muchos lo estarían, es más, muchos lo desean.—me estaba ahogando con la cola y por encima no me terminaba de creer, bueno no quería creer, que fuera parte de él. Que tuviera su sangre…Tengo la sangre de un demonio. Mierda.—Ah perdón te estoy ahogando—me soltó tirándome hacia delante y resbalando por el suelo, cuando pare empecé a toser y vi que dé pie al lado estaban Los 3 Angels Dana y Alice.



    En cuanto le vi y como tenia cogido a Jeliel supe quién era. No me hizo falta preguntar quién era, sabía perfectamente que era Lucifer. El demonio más fuerte que jamás ha existido. Aun viendo como tenía a Jeliel no pude decir nada, no pude gritar, no pude moverme y creo que los demás tampoco porque se quedaron en la misma posición. Si a nosotros nos daba miedo entonces si lo ve un humano… ¿Qué pasaría?
    Antes de que alguno reaccionara, soltó a Jeliel bruscamente hacia nosotros. Todos le miramos.
    -¡Jeliel!—al fin reaccioné. Ni siquiera se movió se quedó tumbado jadeando y con cara de dolor. Si cuando lo vi por primera vez estaba mal ahora…me dolia a mí de verlo. Como le habían dejado, lo mal que lo tenía que haber pasado y por encima aparece Lucifer.
    -Oh, pero mira quien ha venido—dijo Lucifer.
    -Sí, ahora me encargo de ellos mi señor.
    -No pasa nada, si va a ser un juego fácil para mí.
    -Vale, Uriel y yo vamos por Lucifer, Addu y Alice van por Cole, quien termine antes viene a ayudar.
    Fueron rapidísimo sin que me dejaran decir palabra.
    -Dana…—me había agachado junto a Jeliel y tenía su cabeza en mi regazo. Ahora me estaba mirando—¿Por qué has venido?—estaba tan débil…
    -No podía dejarte.
    -Pero…
    -Ya sé que me dijiste todo eso para que me fuera y por cierto fuiste muy cruel, pero me da igual yo no me voy sin ti.—le acaricié la parte de la cara que no estaba herida. El cerró los ojos y sonrió tristemente.
    -Dana ya no tengo salvación.
    -Si…
    -No, si me convierto de nuevo en demonio me salvare si no Lucifer me matara y sinceramente prefiero morir.
    -Pero podemos huir…
    -No hay lugar en la tierra donde me pueda esconder de él. Yo, no puedo vivir más y prefiero morir solo, a que vosotros muráis.—se incorporó con expresión de dolor.
    -Jeliel no quiero que mueras por favor.—se levantó como pudo sin contestarme y empezó a cojear hacia Lucifer quien esquivaba con gran facilidad los ataques de Gabriel y Uriel. Más allá estaban Alice y Addu, luchando con Cole quien todavía no se había llevado ni un rasguño.
    Me puse en su camino impidiéndole seguir.
    -Por favor, he venido a buscarte no hagas que esto sea en vano.
    -Dana, entiéndelo, siempre me encontrará y no puedo dejar que la gente salga herida por mi culpa. Mi vida no vale nada. Me diste una oportunidad y te lo agradezco de verdad pero en realidad nunca la tuve, tenía el presentimiento que iba a pasar esto. Lo siento de verdad pero tengo que hacerlo.—cuando los dos miramos a la pelea vimos que Uriel resulto de nuevo herido y Gabriel otro tanto de lo mismo.—Mierda.
    -Tiene que haber otra manera…
    Escuchamos un grito que hizo que miráramos todos. No…. Vi como Cole sacaba del cuerpo de Addu una espada. Addu se cogió la herida inclinándose un poco. Por favor que no se muera, por favor… pero no iba a haber esa suerte. Unos segundos después Addu se deshizó en un polvo blanco.
    -¡Addu!—gritó Alice con una cara de espanto. A partir de eso pasaron dos cosas muy rápido. La primera: Cole ataco a Alice hiriéndola y haciendo que Uriel se distrajera. La segunda: Lucifer aprovecho e hirió bastante grave a Gabriel con una lanza que no sé de donde se sacó y a Uriel le dio un golpe enorme que se dio contra la pared rajándola de arriba abajo. En cuestión de segundos acabábamos de perder.
    -Solo quedas tu Dana—dijo Lucifer. ¿Sabía mi nombre?
    -No, a ella no la toques ¿Me quieres a mí no? Pues aquí me tienes ellos no tienen nada que ver.
    -No es tan fácil. Te voy a hacer una proposición, vente conmigo, se mi hijo y…
    -Prefiero morir
    -Déjame terminar, Jeliel. O vienes conmigo o todos morirán incluida Dana. No me mires así, te estoy dando una oportunidad, estoy siendo generoso, demasiado. Aprovéchala, haz algo por tu vida inmortal y vente.—Mire a Jeliel. Lo miraba serio ¿no se lo estará pensando no?
    -Jeliel—le llamé pero él no me miro. Se lo estaba pensado.
    -Eso es, baraja las posibilidades—me tendió la mano—ven conmigo.
    Empezó a avanzar hacia Lucifer, sin mirar a nadie más que a él.
    -¡Jeliel!—gritó de pronto Uriel, levantándose. Este se paró y le miro de reojo—Como vayas te juro que no te lo perdono, te juro que iré a por ti.—En ese momento Jeliel pareció que dudaba.—No me vuelvas a abandonar.
    -Tú vas a morir—dijo Lucifer, alzando la lanza. Jeliel abrió los ojos con sorpresa. La lanzó, vi como Jeliel en un último esfuerzo uso su velocidad y se puso entre Uriel y la lanza. Se puso en medio para morir por Uriel.
    -¡NO!—grité con todas mis fuerzas.
     
  12.  
    JimenaAlonzo

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    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    10
     
    Palabras:
    4192
    Capítulo 8.

    -¡No!
    De pronto paso algo sorprendente. Sé que grité y alce la mano en dirección a Jeliel. Luego todo se paró, todo se quedó congelado menos yo. No sabía lo que pasaba. Me acerqué a donde estaba Jeliel, la lanza estaba a un escaso medio metro de su pecho pero suspendida en el aire. Pase la mano en frente de los ojos de Jeliel pero no se movía, no hizo ningún gesto.
    -¿Jeliel?—miré a Uriel que estaba igual. ¿Todos excepto yo estaban así? Pues no.
    - Resulta que la elegida ya es todo un ángel… que pena.—miré a quien me había hablado. Lucifer se podía mover perfectamente.
    -¿Qué?
    -¿No sabes lo que has hecho? Es un poder que muy pocos ángeles poseen y los que lo tienen lo usan en ocasiones de extrema urgencia porque gasta mucho. No creo que te dure mucho—si tenía razón entonces tenía que quitar la lanza rápido, así que la cogí y la quité tirándola al suelo. La quité con mucha facilidad, creí que me iba a costar o algo pero no.—Dana ¿Por qué te esfuerzas tanto? No hay escapatoria. Jeliel terminará viniéndose conmigo porque no quiere ver morir a su hermano ni mucho menos verte morir a ti y todo porque está enamorado de ti. Cada vez que lo pienso me entran ganas de matarle, es patético.
    -¿Cómo puedes llamar patético a algo que tú nunca has sentido?
    -No te equivoques niña, no sabes nada. Ya me estoy cansando de estos jueguecitos, como tú ya no puedes convertirte en un demonio te voy a matar al igual que a todos, menos a Jeliel.
    -Si nos matas, Jeliel no se va a querer ir contigo.
    -Os matare después, así después cuando se enteré yo estaré con él, su padre.
    -¿Su padre? ¿De que estas hablando?
    -¿No te lo ha dicho? Ya da igual…
    -No puedes ser su padre sino Uriel también seria tu hijo.—elevé el tono de voz.
    -¿Cómo te atreves a hablarme así?
    De pronto todos podían volver a moverse como si nada hubiera pasado. Jeliel se quedó un poco aturdido y sorprendido. No sabía lo que pasaba. ¿No se habían dado cuenta de nada?
    -¿Qué ha pasado? ¿No me iba a dar la lanza?
    -Después te lo cuento—miré a Lucifer que tenía otra lanza en la mano pero más pequeña ¿De dónde la ha sacado? Todo fue muy rápido, la lanzó hacia mí tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar, solo sentí que Jeliel me empujaba tirándome al suelo y poniéndose en medio. No sabía dónde le había dado porque al caer no lo vi pero me entró pánico.
    Cuando me quite los pelos de la cara lo vi. Se le había clavado en la parte derecha de la barriga. Él se quedó quieto mirándose la lanza clavada.
    -¡Jeliel!—grité. Él se la quitó con un quejido de dolor se tapó la herida con las manos y cayó de rodillas. Creo que luchaba por no perder el sentido o por no morir ya no lo sabía.—Jeliel, aguanta ¿vale?—él no me contesto, solo se quejaba del dolor.
    En dos segundos Lucifer se plantó al lado nuestra, me golpeó tan fuerte que me mandó junto con Uriel y cogió a Jeliel enrollándolo con su cola. Ni siquiera se movió para impedirlo, se quedó quieto, demasiado.

    -Estúpido. No has muerto de milagro. Pero…—nos miró. Yo me levanté junto con Uriel.—Ya te tengo… ahora solo falta que muráis.
    -Uriel, haz algo.—le supliqué.
    -No, puedo… no con esta herida.—la tenía en la pierna y estaba muy fea— y aunque pudiera… no tengo opción contra el.—Cole se había plantado al lado de Lucifer.
    -Has perdido Uriel—dijo Cole—mala suerte.
    -Se acabó—de la espalda de Lucifer salió un especie de humo muy negro, que empezó a inundar todo el edificio. No sé lo que iba a hacer pero era el fin. Iba a morir sin decirle a Jeliel que le quiero o simplemente adiós. Todo lo que hice no ha servido para nada…
    De repente una luz intensísima se comió el humo negro. No podía abrir los ojos porque me hacía daño. ¿Qué pasaba ahora? No lo sabía pero lo que si sabía era que a Lucifer no le hizo nada de gracia.
    -¡Tu, no! ¡Vete de aquí!—gritó tan fuerte que me estremecí. Sentí que el aura de Cole se desvaneció. Se había ido.
    -¿Qué pasa?—le pregunté a Uriel.
    -No lo sé pero hay que salir de aquí. ¿Gabriel?
    -Dime.
    -Coge a Alice por favor. Dana tele transpórtate fuera de este edificio.
    -¿Pero y Jeliel?
    -Yo me encargo haz lo que te digo.
    Eso fue lo que hicé me concentré para salir y en un segundo estaba fuera del edificio. Desde ahí parecía una especie de fábrica enorme en medio de un campo. Y se veía que de las ventanas salía una luz blanca, tanta que hasta desde yo estaba te cegaba un poco.
    No tuve que esperar mucho porque aparecieron Gabriel con Alice, los dos heridos. Gabriel la sujetaba ayudándola.
    -¿Estáis bien?
    -Sí, más o menos.—contesto Gabriel.
    -¿Y Uriel?—preguntó Alice con tono preocupante.
    -Fue a buscar a Jeliel.
    No hablamos más, estábamos todos muy tensos y lo seguiríamos estando hasta que Uriel y Jeliel aparecieran. Y esa luz no hacía más que intensificarse. Empecé a escuchar también un ruido extraño, no sabría definirlo, era algo que nunca había escuchado. Miré a Gabriel y Alice pero parecía que ellos no escuchaban nada simplemente miraban al edificio con los ojos entrecerrados por el resplandor de la luz. ¿Sería la única que lo escuchaba? No pensé en ello mucho más porque apareció Uriel con Jeliel, este último cayéndose al suelo.
    -¡Jeliel!—grite acercándome a él por enésima vez. Tenía los ojos medio cerrados y respiraba rápido y con dificultad. La herida no paraba de sangrarle y las otras se habían vuelto a abrir. Estaba fatal. Levanté la vista hacia Uriel que estaba con Alice. Enseguida los tres rodearon a Jeliel con caras preocupantes.— ¿se va a poner bien verdad?
    -Sí, pero hay que tratarle rápido—respondió Alice con voz cansada—esa herida no tiene muy buena pinta y tampoco las quemaduras.
    -Mirar—dijo Gabriel señalando el edificio. La luz había menguado bastante.
    -¿Eso es bueno o malo?—pregunté.
    -Malo—contestó Gabriel—la luz que ves es de los nuestros, alguien con una fuerza increíble, capaz de hacerle frente a Lucifer.
    -Venga ya… ¿Estás diciendo que es Dios?
    -No lo sé Uriel, pero no empieces ahora no tengo ganas de discutir.
    -¿Dios? ¿De verdad?—pregunté, pero nadie me contesto. Solo seguían mirando como la luz menguaba cada vez más, hasta que desapareció. Nos quedamos esperando lo peor. Por un momento me olvidé de Jeliel para centrarme en lo que venía a continuación, dejándolo tumbado detrás nuestro. Solo deseaba que todo hubiera pasado. Quería volver a casa junto a todos, junto a Jeliel.



    Después de que se me clavara la lanza, lo siguiente para mí fue un poco borroso. Sé que Lucifer golpeo a Dana y luego me cogió a mí. Segundos después una luz me obligó a cerrar los ojos. Supe quién era porque su voz me llegó, no sé si fui el único o era porque estaba con Lucifer y era a quien quería atacar pero la escuché con claridad. Iba dirigida a Lucifer.” Déjalos en paz”. Punto. Luego escuché enfadarse a Lucifer y una extraña fuerza le obligo a soltarme. Caí al suelo como una piedra, esa voz fue tan fuerte que aún me retumbaba en la cabeza. Si antes estaba mal ahora me había dejado peor.
    No podía abrir los ojos pero sabía que estaban luchando. Una lucha que más vale no meterse en medio pero yo no me podía mover del suelo. Alguien de pronto me tocó. No tuve que abrir los ojos para saber que era Uriel. Me alegré un montón de que estuviera bien, con todo este lio no podía sentir las auras de los demás y eso me preocupaba pero si Uriel estaba bien significaba que Dana también lo estaba.
    Nos tele transportó fuera del edificio cayendo al suelo, pero fue todo un alivio, dentro del edificio sentía muchísima presión y aquí había disminuido. Estaba seguro que esa ayuda era otro ángel muy fuerte. Dios no podía ser sino hubiera sentido mucho más que esa presión. Además dudaba de que Dios se materializara en su forma original, si viniera lo haría como Lucifer transformado en algo para reprimir el poder y no cargarse medio mundo entre los dos. Así que estaba seguro de que era un ángel.
    Sé que me llamo Dana pero no tenía fuerzas para contestar, todo el dolor de antes había vuelto sumándole la herida de la lanza.
    Dana me dejo de tocar. Abrí los ojos y vi que estaban mirando al edificio. La luz ya no estaba. Me incorporé lentamente y con dolor, mirando. Si ese ángel había perdido nosotros también, y no iba a permitir que Lucifer los matara.
    No tuve que preocuparme mucho más tiempo porque la luz volvió con muchísima intensidad, tanta que envolvió el edificio y nos obligó a taparnos los ojos. Segundos después el edificio se vino abajo y la luz desapareció. De pronto un humo negro ascendió desde el edificio hacia el cielo desapareciendo rápidamente. Sé que ese era Lucifer. Se había ido pero no para siempre. Me levanté, no se como todavia podia mantenerme de pie, sin que ninguno se diera cuenta.
    -¿Qué era eso?
    -Lucifer—le contestó Gabriel.— No sé quién era la luz pero parece que lo ha echado.
    -¿Entonces ha terminado?
    -De momento si…—dijo Uriel
    -No—dije haciendo que todos me miraran—nunca terminará. Hasta que Lucifer no tenga lo que quiere esto nunca terminará.
    -¿Y qué piensas hacer?—me preguntó Uriel.
    -Salvaros.
    -No.
    -¿Entonces qué quieres que haga Uriel? Estoy condenado desde el momento en que caí y Lucifer no va a parar hasta tenerme y mataros. ¿Qué más da una vida que la de cientos?
    -Pero tú ya has sufrido demasiado—me dijo Dana con frustración.
    -Dana, de verdad que lo siento pero no se me ocurre otra.
    -Ya se nos ocurrirá.
    -Que no…—tuve que hacer una pausa para intentar respirar pero lo único que conseguí fue echar sangre por la boca
    -¡Jeliel!—dijo Dana pero todos tenían caras de preocupación.
    -Dejarme aquí e iros.
    -Ya empezamos—dijo Uriel—o quieres matar a los ángeles o quieres salvarlos ¿en qué quedamos Jeliel?
    -Lo de matarlos fue una equivocación, grande, pero lo fue.
    No le dio tiempo a nadie a protestar porque de nuevo la luz apareció pero permitiéndonos ver. Poco a poco fue desapareciendo para dejarse ver a un hombre, vestido con un uniforme de batalla y una espada a la espalda. Era alto y rubio oscuro. Su presencia hacia que le respetaras. Era el que nos había salvado.
    Nos quedamos mirándolo impresionados. Ninguno sabíamos quién era exactamente, ni si quiera Gabriel.
    -¿Dana estas bien?—le preguntó. Me entraron celos. Nos acababa de salvar a todos y se lo pregunta solo a Dana ¿De qué va? Le iba a contestar pero me lo pensé mejor y no lo hice. Mejor era pasar desapercibido para él, no sé cómo reaccionaría si supiera que todo esto es culpa mía y quien fui hace solamente dos años aunque yo creo que si es un ángel importante lo sabría, pero por si acaso me callé.
    -Sí, gracias—dijo Dana con vergüenza.—¿Quién eres?—El tío sonrió. Me estaba cayendo mal.
    -Soy Castiel.—No… no puede ser. ¿Ese es Castiel? Joder, mira quien nos ha salvado, no me lo puede creer. Uriel, Gabriel y Alice se habían quedado mudos y en cuanto dijo su nombre se arrodillaron ante él. Dana los miro sorprendida pero enseguida se arrodilló también. Yo no lo hice y Castiel me miró, pero yo no le aparte la mirada, había llegado a un punto que ya me daba igual lo que pasara.
    Uriel se dió cuenta de que le estaba faltando el respeto a Castiel y se enfadó. Normal Castiel era el primer ángel creado por Dios (en realidad el primero es Lucifer, pero después de echarle pues decidieron que Castiel fuera el primero por razones obvias) y por lo tanto el más antiguo y fuerte.
    -Jeliel ¿Qué estás haciendo? Agáchate ya.—le miré. Vi en sus ojos que aparte de estar enfadado estaba preocupado así que al final hice lo que me dijo. Me agache con esfuerzo.
    -Levantaos—nos ordenó.
    -No estoy para meneos así que te agradecería que te decidieras.—le contesté pero es que desde que le hablo así a Dana me caía mal.
    -¡Jeliel!—me regaño esta vez Alice.
    -No te preocupes Alice—parece ser que se sabe todos nuestros nombres.
    -¿Castiel es el primer ángel creado por Dios no?—preguntó Dana. Muy lista, parece ser que se había estudiado todos los ángeles y su historia.
    -Sí, y tú eres la elegida que se acaba de convertir en ángel. Encantado de conocerte.
    -¿Se ha ido ya?
    -Sí, ya no os va a tocar un pelo.
    -Le has derrotado tú—pregunto Alice.
    -No, yo no soy rival para él, Dios me dio poder en el último momento y por eso lo pude echar, sino ahora estaríamos todos muertos.
    -¿Dios?—dijo incrédulo Uriel
    -Sí, Dios. Uriel, deberías tener fé en él y más tú siendo lo que eres. Estoy decepcionado contigo.
    -Lo siento muchísimo— se inclinó ante él—no volverá a pasar.
    -No pasa nada, todos tenemos nuestros momentos de debilidad, te entiendo.
    -Entonces ya está.—dijo Dana sonriendo.
    -No, no está—me miró haciendo que todos lo hicieran— Por orden divina, quedas arrestado.—he de decir que no me sorprendí tanto como pensé aunque los demás sí que lo hicieron.—Serás llevado ante un juicio y a la espera de tu sentencia.
    -¿Qué?—medio gritó Dana. Los demás se quedaron callados. Uriel miró al suelo tristemente.
    -Lo siento mucho son sus órdenes.
    -Pero él estaba dispuesto a sacrificarse por todos nosotros.
    -Eso no quita la traición y los cien años de demonio que fue.
    -Pero…
    -Dana—dijo Uriel con pena—no puedes discutir las ordenes de Él, solo puedes esperar a su sentencia luego lo veras.
    -No es tan fácil.—dijo Castiel—seguramente perderá y la sentencia por lo que hizo es la muerte.
    -¿Qué?—alzo la voz Uriel con sorpresa. Dana puso una cara de pánico enorme.
    -Lo siento, te tienes que venir conmigo y no opongas resistencia o será peor.—miró a los demás— la sentencia muerte no es como la de los demonios es rápida y no se enterara. No habrá nada de torturas, creo que ya ha pasado demasiadas por lo que veo. Así que… —de pronto aparecieron dos ángeles más al lado mío. Me pusieron las manos en los hombros.
    -Entiendo—sonreí con tristeza y empecé a caminar hacia Castiel. Cuando estuve a su lado nos paramos.
    -Gracias por ponernos las cosas fáciles. Bueno…—miró a los demás.
    -No puedes llevártelo—dijo Dana.
    -Son órdenes, Dana. Jeliel debe ser juzgado.
    -¿Qué juzgado es ese si ya dices que va a ser asesinado?
    -No es un asesinato, es justicia.
    -No, no lo es, él fue engañado, no tuvo la culpa de nada.
    -Eso no es excusa y no hay nada más que hablar.
    -¡Pero él me salvo la vida!—antes de que contestara Castiel el cual ya veía que se estaba empezando a impacientar contesté yo.
    -Dana, déjalo, él tiene razón.
    -No, no la tiene.
    -Así vosotros estaréis seguros y os quitareis un problema de encima.
    -No eres ningún problema.
    -No hay nada más que hablar Dana, Él está esperando—dijo Castiel. Vi que Uriel se acercaba a Dana y la cogía para apartarla.
    -¿Dios no perdonaba a todos?—preguntó de pronto Uriel, cosa que no me esperaba. ¿Qué estás haciendo Uriel?
    -A los humanos.
    -No, a todo ser viviente que se arrepintiera de sus pecados y que yo sepa Jeliel es un ser viviente.
    -Uriel, no me esperaba esto de ti.
    -Lo siento pero a mí tampoco me parece justo que os lo llevéis así. A lo mejor hace dos años hubiera estado de acuerdo pero ya no, he aprendido a perdonar y vosotros deberías hacer lo mismo.—Castiel se le quedó mirando pero paso de él.
    -Vámonos Jeliel.
    -¡No!—gritó Dana— ¡No os lo podéis llevar!
    -Dana, se me ha acabado la paciencia…
    -¡Pero es que LE AMO!
    En ese momento me quedé a cuadros y alucinando. ¿Acababa de decir que me quería? Tanto tiempo pensando en ella, tanto tiempo estando enamorado, tanto tiempo creyendo que solo yo la quería, solo conformándome con estar a su lado, con hacerla reír, con pasármelo bien con ella, aprovechando lo poco que sabía que me quedaba de vida… y ahora me dice eso. ¿Por qué ahora? Yo estaba tan seguro de lo que estaba haciendo, estaba tan seguro de poder hacerlo, de dejar mi vida por ellos, por ella y ahora me dice eso. Acababa de echarme abajo todo lo que tenía pensado, lo que iba a hacer. Ahora no podía hacer eso, ahora que sabía eso no.
    Después de esa confesión todos nos quedamos en silencio.
    -Ya lo he dicho ¿Estás contento?
    -Eso no cambia nada.
    -Pero ¿Yo no era importante? ¿Yo no era la elegida? Debería importar lo que yo piense.
    -No seas ingenua Dana, aunque seas la elegida sigues siendo un ángel más. No tienes ningún rango como para mandar por encima de mí, ni siquiera por encima de Uriel o Gabriel. Puede que seas importante pero para esto no influyes, no es decisión tuya.
    -Claro…Los ángeles superiores sois todos unos egoístas, para algunas cosas si soy importante pero para otras solo soy un ángel más de entre muchos… Pues no me da la gana, si te quieres llevar a Jeliel será por encima de mí.
    -¿Me estas retando?
    -Sí.
    -Dana no…—dijo Uriel. Yo ya no tenía fuerzas para nada. Esa confesión me había shockeado demasiado pero es que en la vida me había esperado eso.
    -Lleváoslo, yo me encargo aquí—los dos ángeles le hicieron caso y me dieron un empujoncito para que anduviera pero yo no me moví. Es más hacia toda la fuerza posible para que no me movieran del sitio.
    -Venga, andando—me cogió del hombro apretando un poco. Tal vez si no estuviera herido no hubiera pasado nada pero medio en una herida y me dolió así que le empujé demasiado fuerte. Castiel me miró.
    -Jeliel, déjate escoltar o será peor.—no le contesté y tampoco me moví—Jeliel, no hagas que lo haga yo. Normalmente soy pacifico pero me gusta que me respeten y que me obedezcan así que andando—seguí sin moverme.—Tu lo has querido—se acercó a mí con paso decidido.
    -No le hagas nada—dijo Dana pero cuando ya estaba a dos pasos de mí se paró en seco y miro al cielo sorprendido. Todos miramos en un acto reflejo. No se veía nada, solo el cielo y nubes, nada fuera de lo normal. ¿Qué estaba mirando entonces Castiel? No, mirando no. Estaba escuchando algo que procedía de un lugar muy lejano, de alguien que nosotros no escuchábamos pero el sí.
    Después de unos segundos, me miró, luego miró a los demás y por último de nuevo a mí.
    -Has tenido suerte, ya le puedes ir dando las gracias a Dios por ser tan misericordioso y a Dana porque ha sido por ella por lo que se ha apiadado de ti.
    -¿Qué?—preguntó sin entender Alice.
    -¿Dios le ha perdonado?—pregunto Gabriel.
    -No exactamente, pero no va a ser juzgado ni sentenciado. Sera vigilado las 24 horas del día y cuando vaya solo escoltado hasta nuevo aviso.—me miró—pero Jeliel, como hagas algo fuera de lo común o malo te juro por Dios que iré a por ti y esa vez ni Dana ni nadie podrá salvarte ¿Me has entendido?
    -Sí.
    -Muy bien, nos vamos chicos.—se volvió hacia los demás—ha sido un placer conoceros en persona—y desaparecieron ante nuestros ojos.
    En ese momento sentí un alivio inmenso, solo quería descansar, quería desconectar de este mundo. Me miraron todos con una sonrisa yo sonreí como pude y de pronto me vi cayéndome al suelo pero antes de sentir el impacto en mi cuerpo me desmayé.



    Ahora sí que había acabado todo, por fin. En el momento que dijo que Jeliel estaba sentenciado a muerte se me vino el alma a los pies pero yo no podía hacer nada. Era uno de los 3 Angels y yo tenía que obedecer las órdenes de Dios y de Castiel, no podía hacer nada. Todo empeoro cuando vi a Dana así de desesperada. Me dio igual que desobedeciera era mi hermano menor siempre había le había cuidado y protegido y esta vez no sería diferente, aunque me enfrentara al mismísimo Dios. No sirvió de mucho pero tuve que intentarlo, ah y cuando Dana se confesó… vaya… me sorprendí mucho a pesar de que ya me lo imaginaba. Jeliel estaba dispuesto a todo por ella pero cuando le escuchó decir eso no pudo seguir.
    Esa confesión fue su salvación. Parece que Dios le tiene mucho apego a Dana como para dejarle a Jeliel con ella a pesar de todo. Así que hora mientras se porte bien no pasara nada y de eso me voy a encargar yo.
    En cuanto se fueron mire a Jeliel y le sonreí, este me la devolvió un poco forzada y de pronto se cayó al suelo como una piedra. Todos nos asustamos y nos acercamos.
    -Jeliel…—dijo Dana
    -Está vivo solo se ha desmayado—dijo Alice.
    -Ha debido de ser la adrenalina—dije—Le mantenía despierto y tenso pero una vez que las cosas se relajaron se le bajo y se desmayó. Suele pasar.
    -Hay que curarle—dijo Gabriel—y velar por que Addu descanse en paz.
    Todo había terminado, todo.
     
  13.  
    JimenaAlonzo

    JimenaAlonzo Entusiasta

    Acuario
    Miembro desde:
    1 Septiembre 2011
    Mensajes:
    74
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Angel o Demonio 2.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    10
     
    Palabras:
    1307
    Epilogo.

    Me pasé una semana recuperándome de lo más grave, que era la herida de la lanza, que por suerte no fue tan grave. Las marcas de los latigazos se veían un poco pero en unos días ya ni se verían (Ventajas de ser un ángel) Lo que tendría más tiempo eran las quemaduras sobre todo la de la cara, esa iba a durar y era la que menos me gustaba, quedaba muy mal así que llevaba todo el día una gasa tapándomela. Ahora evito mirarme en un espejo.
    Estos días los pase con Gabriel, Alice y sobre todo con mi hermano y Dana. Estos dos se pasaban mucho tiempo conmigo. De Dana me lo esperaba pero de mi hermano menos. Esa acción de protegerme de Castiel me produjo nostalgia y sorpresa, siempre pensé que anticiparía lo que él es a sus sentimientos, pues me equivoqué.
    El otro día entro a mi cuarto y se sentó en mi cama al lado mía sin mediar palabra, como pensando en algo.
    -¿Qué pasa?-le pregunté.
    -Bueno…, vengo a pedirte disculpas.
    -¿Por qué?
    -Por ser tan duro contigo.
    -Tenías tus razones.
    -Puede que al principio te lo merecieras pero tú no tuviste la culpa de nada, solo fuiste un poco tonto y caíste fácilmente.
    -Gracias por el cumplido—Uriel se rió.
    -Pero yo soy el hermano mayor y siempre tengo que cuidar del pequeño hermano tonto.—sonreí.—Y tendría que haberte perdonado mucho antes y no haber desconfiado tanto de ti.
    -Pero es normal…
    -No, no es normal ¿Desde cuándo un hermano quiere matar a otro? Hay que aprender a perdonar y créeme cuando te digo que yo lo he hecho.
    -Nunca pensé que me dirías esto.
    -Ya ves…
    -¿Entonces podemos empezar de cero?
    -De cero no, desde donde lo dejamos hace 122 años.—sonreímos los dos y nos abrazamos.
    -Te echaba de menos.—cuando se separó me revolvió los pelos justo como hacía de pequeño.
    Así que ahora volvemos a estar como antes. Lo que me incomodaba un poco era Dana. Ella se había confesado y ahora se me hacía raro estar cerca de ella y parecía que a ella le pasaba lo mismo. O sea pasaba tiempo conmigo pero menos que antes y apenas hablábamos. Ella dijo que me quería pero yo todavía no le había contestado. A lo mejor estaba esperando eso, que le dijera que si o que no. Está clarísimo que la quiero pero no sé, no encontraba ni el momento ni las palabras adecuadas para decírselo.
    Ya han pasado dos semanas y Dana ha dejado de visitarme. Estoy en el sofá del salón de mi hermano pensando en que hacer. ¿Voy a su casa? ¿Espero a que venga? Tan difícil no puede ser decírselo por dios…
    -¡Jeliel!—alzó la voz mi hermano un poco molesto desde la entrada del salón.
    -Yo no he sido.
    -¿El qué?
    -No se, por si acaso…
    -Tu eres tonto…—se acercó a mí y me cogió del brazo levantándome del sofá— Quieres ir de una vez a decírselo a Dana, que parece que tienes quince años…
    -¿Qué?
    -Lo que has oído que te crees que no me he dado cuenta… ve a su casa y se lo dices, hasta que no lo hagas no vuelvas por aquí.
    -Venga ya… ¿vas a echar a tu hermanito?
    -Si no se lo dices ya, si, te echo.
    -Uriel…—me quejé.
    -Si te estoy haciendo un favor, venga verás como vas a dejar de estar preocupado.—me quedé mirándolo, tenía bastante de razón por no decir toda, parecía un niño pequeño que se enamoraba por primera vez.
    -Venga.
    -Ya voy.



    No podía verle más. No podía verle así, con marcas en el cuerpo y por encima tan callado conmigo, porque con Uriel hablaba un montón. ¿Desde cuándo había cambiado tanto nuestra relación? Ah, sí desde que tuve la brillante idea de decir que le quería, seré idiota…
    No podía verle todos los días, tan cerca mía y sin poder tocarle. Y como ya no era igual que antes pues me dolia, me dolia y mucho así que decidí no verle más. Está claro que el no siente lo mismo por mí, así que ¿por qué ser masoquista y visitarle? Pues se acabó. Lo tenía que olvidar, lo malo que eso es difícil siendo los dos inmortales.

    Ya habían pasado dos semanas. Era por la tarde y me estaba dando un paseo por ahí para intentar no pensar en él, cosa que no lograba. Así que decidí volver además tenía que hacerme la cena, ya eran más de las diez de la noche y tenía hambre.
    Cuando llegué no me esperaba pero para nada lo que vi. Abrí la puerta esperando a encontrarme la casa vacía ya que mi padre estaba fuera por negocios. Pues no estaba vacía y no era mi padre. Era Jeliel que estaba apoyado en un sofá mirándome con los brazos cruzados y sonriendo. La casa estaba a oscuras pero se veía por las velas que había en la mesa junto con la cena hecha.
    Me quedé con la boca abierta. Jeliel acababa de prepararme la cena.
    -Como no venias pensé en visitarte yo y de paso te hice la cena. ¿Quieres?
    -Sí, claro…
    Nos sentamos y empezamos a cenar. Y no lo hicimos en silencio. Jeliel me dió conversación todo el rato. A pesar de la gasa que todavía llevaba en la cara estaba guapísimo y eso que vestía informalmente como yo. La cena estuvo buenísima y me reí mucho con él. Nos sentamos en el sofá cuando terminamos.
    -No sabía que cocinaras tan bien.
    -Ni yo, si te digo la verdad.
    -Que creído…— se rió.
    Nos quedamos en silencio. Oh, oh peligro. No me gustan los silencios, venga Dana piensa en algo de conversación. No, espera… se acabó el estar mal por amor ahora mismo iba a poner las cosas claras.
    -Jeliel…
    -Dime—me miró y justo en ese momento le besé. Pero fue un beso muy corto y enseguida me separé pensando en lo que acababa de hacer.
    -Ah, lo siento es que…—no pude seguir por que el que me besaba ahora era él y además lo hizo con cariño. Yo me dejé llevar y en el momento en que nuestras lenguas se tocaron supe que él era el hombre de mi vida. Puede sonar un poco cursi o exagerado pero era lo que sentía. Por cada beso mí corazón se aceleraba.
    Paró y empezó a darme besos en la cara, bajando por el cuello. Yo estaba toda agitada y mi respiración era acelerada. Me abrazó fuertemente y me susurró al oído:
    -Te quiero.
    Justo como lo soñé pero la sensación de euforia y alegría fue mucho mayor. Nos miramos sonriendo y nos volvimos a besar.
    Ahora si puedo decir que soy feliz.
     

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