Almas elegidas.

Tema en 'Fanfics Abandonados de Naruto' iniciado por kaze Dupre, 30 Marzo 2012.

  1.  
    kaze Dupre

    kaze Dupre Iniciado

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    27 Febrero 2012
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    Título:
    Almas elegidas.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    5795
    CAPITULO I


    Lo primero que oí fue una puerta que el viento abría y cerraba a golpes. Y me asusté, pues ni siquiera sabía que hubiera una casa allí, entre los árboles, tan lejos del pueblo.

    «Afloja el ritmo, corazón —pensé—. Sakura, ¡contrólate!» Sin embargo, en ese momento, hasta una hoja al caer me habría sobresaltado. Eso sucedió dos días después de la muerte de Sasuke.

    Cuando la puerta dio otro bandazo, me dio un vuelco el corazón. Buscaba algo en esa colina, no sé qué. Subí hasta la cumbre y miré por encima de la cresta; allí estaba: una antigua casona de madera destanalada con un porche, un viejo establo de grandes dimensiones y uno de esos tanques redondos de agua con pilotes, oxidado y decrépito, al igual que la camioneta aparcada enfrente de la casa desierta, con los guardabarros desprendidos y el techo desfondado; alrededor del porche la hierba amarillenta era tan alta que llegaba hasta las rodillas.

    La puerta que se había cerrado de sopetón era la del establo. Se abría y se cerraba, se cerraba y se abría, cada vez que el viento se ensañaba con ella.

    Supongo que cualquiera se habría marchado de allí enseguida.

    Pero yo no. Como ya he dicho antes, estaba confundida y buscaba respuestas a grandes preguntas sobre el amor, la pérdida y el significado de la vida. Sakura con una misión, podría decirse. Preguntas del estilo: ¿cómo era posible que cuatro de mis compañeros de clase del instituto Ellerton hubiesen muerto en el intervalo de un año? Naruto, Karin, Ino y ahora Sasuke. Es decir, ¿cómo había podido suceder algo tan extraño y trágico? A decir verdad, era algo que horrorizaría a cualquiera.

    Y el último, Sasuke, rompió mi corazón adolescente. Yo estaba enamorada de ese chico. Al principio, desde la distancia; después, estuvimos saliendo durante dos maravillosos meses. Mi tributo floral para él, depositado en el lugar exacto donde lo apuñalaron, fue patético. Rezaba: «Te añoraré siempre. Con todo mi amor, Sakura», y ni siquiera se acercaba a como me sentía.

    Así que me dispuse a detener los golpetazos de la puerta del establo, y después echaría un vistazo a la casa fantasmagórica. Quería entrar, ver cómo había vivido allí la gente: qué platos habían puesto en la mesa, en qué sillas se habían sentado.

    Pero, primero, el establo. La puerta era enorme y se mantenía sujeta con un sinfín de clavos oxidados. El interior estaba oscuro. Pude ver unas viejas riendas de caballo colgadas de ganchos, un par de chaparreras de cuero, y algunos rastrillos y cepillos cubiertos de telarañas.

    También vi a grupo de gente que formaba un círculo y entonaba un cántico dirigido a un individuo que se hallaba en el centro del mismo. No creía lo que veían mis ojos cuando me di cuenta de que era él, ese chico era Sasuke, desnudo de cintura para arriba, tan real como que yo estaba allí. Sasuke, que había muerto de una herida de navaja entre las escápulas. El arma le atravesó una arteria y se desangró hasta morir. Un hombre mayor que él y con el pelo gris avanzó hasta el centro del círculo y extendió los brazos hasta los hombros del cadáver de mi novio.

    —Bienvenido a nuestro mundo —dijo.

    ¡Pum! La puerta que tenía detrás se cerró de golpe. Pensé que mi corazón se detendría por el sobresalto.

    — ¡El mundo de las Almas Elegidas! —Recitaba el grupo—. Eres uno de los nuestros, ¡bienvenido!

    Sasuke (sin duda se trataba de él) parecía completamente ajeno a cuanto sucedía. Un tanto aturdido, como si no pudiera enfocar bien los ojos.

    Las manos del hombre de cabello gris lo sujetaron.

    —Has vuelto —musitó.

    —De más allá de la tumba —murmuró el grupo.

    Sacudí la cabeza para hacer que todo eso desapareciera. « ¡Esto no está pasando! ¡Se trata de un estúpido truco!»

    Un muerto es un muerto, y no se puede volver del más allá.

    No obstante, mi movimiento de cabeza no sirvió de nada, pues estaba siendo testigo de lo contrario.

    —Eh, Sasuke, ¡es genial! —dijo una chica al acercarse a él—. ¿Te acuerdas de mí?

    Estaba de espaldas a mí, así que solo pude ver su larga melena pelirroja.

    —Amigo, ¿te acuerdas de mí? —preguntó un chico separándose del grupo, y luego otra chica, esta con una manta de pelo rubio.

    —No pasa nada, Jiraya ha sido quien lo ha dispuesto todo —explicó la chica rubia—. Este es Jiraya.

    El hombre mayor, el del pelo gris, le extendió una mano a Sasuke para saludarlo.

    —El camino de vuelta no ha sido muy doloroso, ¿verdad? —le preguntó, como haría un médico al examinar a un paciente.

    —Nada que no pudiera soportar —contestó Sasuke.

    Era su voz. Apenas un barboteo; profundo, perezoso. Relajó sus anchos hombros como si le dolieran un poco.

    —Jiraya cuida de todos nosotros.

    La sonrisa de la chica rubia me llamó aún más la atención. Eh, yo conocía esa sonrisa increíble y encantadora, aunque el pelo lo tenía más largo, más rebelde, y la piel más pálida. Era Ino Yamanaka. Estaba viendo caminar, hablar, sonreír a otra persona que también había muerto.

    —Es él quien nos ha traído a todos de vuelta. —La joven de cabello oscuro se les unió con sus explicaciones—. Jiraya es nuestro jefe.

    Yo escuchaba pero no la miraba a ella ni a Jiraya. Tenía los ojos clavados en Sasuke. Tenía la certeza de que mi corazón no podría seguir latiendo de esa forma sin que me estallara y me saliera por la boca.

    Deseaba correr hacia él, tocarlo, besarlo, estrecharlo entre mis brazos. Pero estaba demasiado alucinada.

    — ¿Por qué? —quiso saber Sasuke.

    Ahora que había recuperado el equilibrio y parecía un poco más centrado, se mostraba receloso. Sus ojos de color negro se entrecerraron hasta fruncir el entrecejo.

    —Eso depende de ti —contestó el chico «te acuerdas de mí» encogiéndose de hombros.

    Dejé de observar a Sasuke lo suficiente para atisbar un esbozo de sus ojos azules y su boca carnosa y curvilínea: era Naruto Uzumaki.

    —Tienes tus motivos para haber vuelto —explicó Ino—. Como todos nosotros.

    — ¿Qué lugar es este? ¿Qué está pasando?

    Nada tenía sentido para Sasuke, ni para mí, que espiaba desde fuera.

    —Será mejor que te pongas las pilas —dijo la chica del pelo rojo mientras se reía, aunque no pretendió mostrarse cruel—. ¿No lo has oído? Eres uno de los nuestros: ¡las Almas Elegidas!

    — ¿Karin? —Sasuke sacudió la cabeza, como yo. La tenía allí, delante de su cara—. ¿Cómo has vuelto?

    —Tengo cosas que hacer —contestó ladeando la cabeza—. Cosas que arreglar.

    Sasuke Uchiha, Karin Seido, Ino Yamanaka y Naruto Uzumaki. Los cuatro chicos muertos del instituto Ellerton.

    Tan hermosos, con su piel pálida y su aspecto salvaje. Sin que la muerte hubiera hecho mella en ellos.

    El amor y la pérdida laceraban mi corazón.

    ¡Pum! La puerta se abrió de golpe y se cerró de un portazo.

    Jiraya se acercó hacia donde yo me hallaba.

    —Lo arreglaré —le dijo al grupo—. Hay que arreglar este pestillo. Me está volviendo loco.

    ¿Qué puedo decir? Pues que estaba aterrorizada.

    Di un salto desde la caseta del establo donde me ocultaba y me precipité hacia la puerta antes que Jiraya. No me importaba que me viera. Salí al aire libre y pasé corriendo frente a la casa desierta y el tanque de agua, y enfilé el sendero irregular que se abría entre los álamos. Ni siquiera me volví para mirar.





    * * *





    — ¿Adónde has ido?

    Tsunade se plantificó delante de mi cara en cuanto bajé del coche y cerré la puerta.

    Subía por el camino y se abalanzó sobre mí.

    —A ningún sitio. He estado conduciendo por ahí.

    Sabía que la respuesta la pondría a cien, pero en aquel momento fue lo único que se me ocurrió. Y era mucho mejor que: «He visto a cuatro muertos caminar y hablar».

    —Pues no está bien que te vayas por ahí a dar vueltas con el coche —rezongó mientras subía los peldaños y entraba en casa—. Ya sabes lo que cuesta la gasolina.

    No dije ni pío. Me limité a tirar las llaves encima de la mesa de la cocina.

    —Sakura, estaba preocupada.

    —No tenías por qué —contesté mientras me dirigía a mi habitación.

    Tsunade me interceptó el paso.

    —Estoy preocupada —insistió—. No hablas. No comes.

    —No tengo hambre.

    — ¿Duermes bien?

    «Sí, de hecho ahora mismo estoy durmiendo y tengo una pesadilla. ¡Que alguien me despierte!»

    —Sakura, habla conmigo —dijo.

    Nunca hablo demasiado con mamá, no desde que Orochimaru vino a vivir con nosotras, hace cuatro años. Orochimaru no tiene nada malo, pero tampoco nada bueno. El señor Computín Soseras, que viaja por todo el estado vendiendo portátiles.

    —Sé que estás preocupada —afirmó Tsunade con un suspiro.

    « ¿Preocupada? Prueba con r13;desolada, r13;destrozada, r13;hecha polvor14;. Como si alguienme hubiera agujereado el corazón y la cabeza, todo lo que me hace ser como soy.» Me la quedé mirando e intenté controlar el temblor de labios.

    —Lo entierran el martes —dijo en voz baja—. Itachi vino ayer a la tienda a comprarse una chaqueta negra.

    —Di su nombre, ¿por qué no puedes decirlo? —El dolor me hacía enfurecer—. ¡Se llama Sasuke!

    Se «llamaba» Sasuke. Se «llama» Sasuke. ¿Lo he visto en el establo o no?

    Normalmente, Tsunade me habría reprendido por un comentario irrespetuoso como ese, y habríamos acabado discutiendo. Sin embargo, aquel día lo paso por alto.

    — ¿Quieres que escriba una nota al director y le pida que te dé el día libre?

    Me encogí de hombros. Pensaba hacerlo de todos modos.

    —Necesito dormir de un tirón —le contesté. La cabeza me daba vueltas—. Si no consigo dormir me volveré loca.

    «Ya estoy loca.»

    Tsunade me dejó pasar y, por fin, llegué a mi cuarto.

    Me dejé caer en la cama y me puse a mirar el techo. Intenté con todas mis fuerzas no pensar en lo que había visto en el establo. Yo no había conducido hasta Foxton ni aparcado el coche, ni caminado a través de los álamos plateados con sus hojas doradas. Tampoco había oído ningún portazo ni había caminado por la colina.

    ReMinatoina esa parte del día. Vuelve a la tarde que pasaste con Sai en su casa, sentados en silencio y tristes.

    —Sasuke no era un chico violento —dije después de permanecer un buen rato en silencio—. No se metía en peleas.

    Sai y yo estábamos fuera, en su porche. Había botellas vacías de cerveza alineadas en la barandilla; las botas sucias de su padre arrojadas de un puntapié se encontraban

    bajo el balancín.

    —Quizá tengas razón.

    —Habíamos quedado en encontrarnos —continué. Era viernes. Había estado esperando a Sasuke en mi coche en las cercanías del río Deer, buscando con la mirada su camioneta mientras se ponía el sol, pero no llegó a aparecer—. ¿Por qué? —le pregunté a Sai, mientras consentía que las lágrimas se deslizaran por mis frías mejillas—. ¿Qué es lo que pasó en realidad?

    —Todos llevaban navajas —me explicó con tacto—. Sasuke también.

    Negué con la cabeza.

    —No quiero escucharte.

    —Es verdad, Sakura. Sasuke no era ningún angelito, créeme.

    Y entonces fue cuando decidí marcharme. Me levanté y tiré sin querer un par de botellas vacías. Se rompieron al chocar contra una piedra que había debajo del porche.

    Sai me siguió y estuvo corriendo por el camino de grava hasta la carretera.

    — ¿Cuánto hacía que salíais Sasuke y tú? —preguntó—. ¿Seis semanas?, ¿puede que dos meses?

    No le respondí. Entonces lloraba de rabia.

    —Así que ¿hasta qué punto le conocías? ¿De verdad le conocías?

    Subí al coche y cerré de un portazo.

    Sai se inclinó hacia delante y agarró el volante.

    — ¿Cuánto hace que me conoces? Toda la vida. Confía en mí, Sakura, sería incapaz de contarte algo que no fuera completamente cierto.

    — ¿Qué estás diciendo? —Espeté por encima del ruido del motor—. ¿Que mi novio era miembro de una pandilla, que llevaba navaja y que merecía morir?

    — ¡Pues claro que no! —Sai negó con la cabeza—. Como tampoco Naruto merecía estamparse con la moto. Ni Karin ahogarse en el Lago, ni Ino…

    — !Basta! —grité. Cuatro muertes en un año—. No necesito que me lo recuerdes, gracias. Y ahora, suelta el volante.

    Nos conocíamos desde la infancia, Sai Lavelle y yo, pero estaba malinterpretando completamente la situación.

    — ¡Creía que lo entenderías! —le grité mientras salía como un rayo de su casa.





    * * *





    El viernes anterior había esperado a Sasuke en el río durante una hora. Después, apareció Sai, que había ido a buscarme en su coche.

    —Hay una pelea en el pueblo —me avisó—. Y de las grandes. Itachi se ha metido por medio. Y Sasuke.

    No me creí lo que Sai me estaba contando hasta que quebranté los límites de velocidad por la carretera que llevaba a Ellerton. Estaba furiosa con Sasuke por no haberme mandado un mensaje para decirme que no podía quedar. Y estaba muerta de preocupación porque el hermano mayor de Sasuke, Itachi, hubiera cometido alguna locura en esta ocasión. Y cuando llegué al pueblo, ya era demasiado tarde. La pelea había acabado. Había sangre en el suelo.





    * * *





    —Te puedo llevar a terapia —sugirió Tsunade al día siguiente, poco antes de que me fuera al instituto—. Sacaré el dinero de donde sea.

    — ¿Es que parezco necesitada de terapia? —le espeté.

    Tomé una bocanada de aire mientras yo me escabullía de casa, bajaba los escalones y subía al coche.

    Hice una lista de camino al pueblo.

    «Principales motivos para ser infeliz: mis padres se divorciaron cuando yo tenía doce años. Mi padrastro es un pringado. Mi aburrida escuela apesta y le ha caído una maldición que hace morir a la gente. Acabo de perder a mi novio. . .»

    Las lágrimas me resbalaban por la cara. Estaba destrozada y no tenía a nadie que pudiera consolarme.

    Sai creía poder hacerlo. Se acercó a mí cuando aparqué en la explanada del instituto. Alto, blanco, pelo negro azabache como el de Sasuke.

    —Hola, Sakura.

    Cerré dando un portazo.

    — ¿No habíamos discutido? —le recordé.

    —Sí, y lo siento. Pero es que lo entendiste mal. No quise decir que Sasuke se mereciera lo que le pasó.

    Nos dirigimos juntos al instituto. Yo iba por delante de Sai, intentaba no prestarle atención, pero su último comentario hizo mella en mí.

    —Eso es lo que todos dicen en Ellerton: «Sasuke era como Itachi. Eran hermanos, el mismo ADN, el mismo código genético defectuoso».

    —No, eso no es verdad. No seas paranoica —imploró Sai.

    Echó a correr delante de mí y me interceptó en el pasillo.

    —Eso también lo entendiste mal. No era una crítica. Quiero decir que en estos momentos estás totalmente confundida. Y es comprensible. Es duro para ti, sé que lo es.

    Suspiré, y el suspiro me salió como un gruñido.

    —Sai, lo único que intento es seguir adelante. Por favor, ¿podemos dejar de hablar?

    Él asintió y se apartó.

    — ¡Envíame un mensaje si me necesitas! —me gritó.

    Fui hasta mi dase y durante una milésima de segundo vi a Sasuke sentado en el alféizar de la ventana, sus largas piernas estiradas por encima de la mesa, los pies cruzados por los tobillos. Me sonrió.

    « ¡Estoy loca!», me dije por enésima vez desde lo de Foxton.

    Me sentía rodeada. Perdí de vista a mi fantasma, y hubo un montón de toqueteos y abrazos. Mi novio acababa de morir apuñalado. Me había convertido en la chica del mes.

    Eso fue antes de la convocatoria extraordinaria en la moderna sala de reuniones. El director había congregado a todos los alumnos en el teatro.

    —Nos hemos reunido aquí para compartir nuestro dolor por la muerte repentina este fin de semana de uno de nuestros alumnos de último curso, Sasuke Uchiha —empezó a decir el director Kakashi.

    No había una sola persona en Ellerton que no conociera la noticia. Yo estaba sentada entre Temari y Ten Ten, con la vista clavada al frente. Ellas me miraban de reojo como si yo fuera de vidrio y alguien pudiera romperme.

    —Aún hay mucha confusión respecto a las circunstancias que rodearon la muerte de Sasuke —prosiguió el director Kakashi, de pie en el escenario, ataviado con su traje gris, con sus grises palabras—. Pero lo que sí sabemos con certeza es que todos le echaremos en falta.

    Oí a unos cuantos sollozar. Parpadeé y vi a Sasuke de pie detrás del director Kakashi, de nuevo sonriéndome.

    La primera vez: de acuerdo, estaba volviéndome loca. La segunda: no tenía más remedio que prestar atención. Mi corazón trataba de liberarse entre las costillas.

    El director siguió con su insulso discurso. Nos dijo que íbamos a guardar un minuto de silencio.

    —Inclinaremos la cabeza en señal de respeto —dijo—. Y mientras pensamos en Sasuke, rememoraremos a aquellos a quienes hemos perdido este año. Recordaremos a Naruto, a Karin y a Ino, y por supuesto los tendré en mis pensamientos mientras llevo a cabo mis tareas durante el día de hoy

    «Un pésimo día. ¿Y qué me dice del resto de la vida, director Kakashi? »

    Parpadeé de nuevo y Sasuke desapareció.

    « ¡Vuelve!», pensé. Mi corazón desistió en sus intentos de escapatoria. Sabía que lo que había visto era un auténtico disparate.

    Mantuvimos la cabeza gacha durante sesenta segundos exactos… y eso fue todo.

    — ¡Levántate, Sakura! —me susurró Temari al oído.

    Los cien asientos abatibles ejecutaron el mismo sonido metálico cuando todos se pusieron en pie y desfilaron por la puerta.

    Si alguien me preguntara por lo que pasó durante el resto del día, sería incapaz de recordar nada. Los amigos me hablaban y yo no les oía. Mi profesora de Matemáticas creyó que iba a desmayarme. Así que me envió a la enfermería del instituto. Me quedé tumbada en una camilla con la vista clavada en el techo, esperando ver el rostro de Sasuke en las sombras que arrojaba la secuoya del otro lado de la ventana. Ten Ten vino a verme. No hablé. Nada se abrió paso entre las sombras.

    Lo único que sabía era que, si Sasuke no iba a volver a aparecérseme, sería yo la que tendría que ir en su busca. Regresaría a la vieja casona y al viejo establo.





    * * *





    Las clases acabaron, y con la forma de Itachi Uchiha se materializó un obstáculo en mi camino. Estaba apoyado en mi coche, con los brazos cruzados sobre el pecho, esperándome.

    Me gustaría aclarar que, aunque Itachi era hermano de Sasuke, eran muy diferentes. Ni siquiera se parecían físicamente, excepto por que ambos medían algo más de metro ochenta. Itachi tenía pinta de futbolista corpulento; Sasuke se parecía más a un jugador de baloncesto. Itachi llevaba el pelo largo, mientras que Sasuke lo tenía menos largo y casi le llegaba a la nuca. Itachi no sonreía nunca. Y mucho menos ahora, tres días después de la muerte de su hermano.

    —Entra en el coche —me ordenó.

    Me peleé con la cerradura y el contacto. Itachi se sentó en el asiento del pasajero.

    — ¿Adónde vamos? —pregunté.

    —Limítate a conducir.

    Respiré hondo e hice lo que me había mandado. Enseguida nos dirigimos al oeste, fuera del pueblo. Detuve el temblor de las manos tras agarrarme con fuerza al volante.

    Itachi se hundió en el asiento y apoyó la cabeza en el respaldo. Cerró los ojos.

    — ¿Y bien? —masculló.

    — ¿Y bien... qué?

    Doblé por un desvío de la carretera y bajamos traqueteando por una pista de tierra, hacia el lago Hartmann, donde se había ahogado Karin.

    —Ahora tienes la oportunidad de hacerme algunas preguntas —respondió Itachi—. Las que quieras.

    Fruncí el ceño, no me creía que tanta compasión fuera muy del estilo de Itachi. No obstante, quería conocer... muchos detalles confusos.

    —Sasuke... ¿murió en el acto?

    En el punto de la carretera donde había visto la sangre, frente a la gasolinera.

    Mi voz apenas podía tildarse de murmullo. Tuve que repetir la pregunta tres veces antes de que Itachi la entendiera.

    —No, lo llevamos al hospital, pero no pudieron hacer nada por él.

    — ¿Estaba consciente?

    Itachi negó con la cabeza.

    —Solo durante un par de minutos. Perdía mucha sangre y se desmayó.

    — ¿Dijo... dijo algo?

    — ¿De ti?

    Me hizo sentir mezquina y egoísta, por la forma en que lo pregunté. Ni siquiera abrió los ojos.

    —Sí. ¿Me nombró?

    Itachi siguió en la misma postura cuando el coche dio una sacudida y traqueteó de camino al lago.

    —Me pidió que hablara contigo.

    —Para decirme qué.

    —Adiós, supongo.

    Adiós. Dos sílabas.

    — ¿Solo eso?

    El lago se extendió ante nosotros, un brillo débilmente plateado lo cubría por completo.

    —«Dile a Sakura que lo siento» —citó Itachi textualmente. Se incorporó en el asiento y clavó la vista en el agua—. Me hizo prometer que te lo diría.

    El corazón se me subió a la boca. No pude articular ni una palabra más.

    —Da la vuelta —me ordenó Itachi después de permanecer un minuto contemplando el lago—. Vamos al pueblo.

    — ¿Quién lo mató? —pregunté débilmente mientras Itachi me hacía gestos para que detuviera el coche junto a su bloque de pisos.

    Parecía que unas mandíbulas metálicas se hubieran cerrado de golpe y mantuvieran aprisionada toda la información que contenía su cabeza. Itachi se encogió de hombros.

    —No tengo ni idea.

    —Pero ni estabas allí. Lo viste.

    Negó con la cabeza.

    — ¿Has participado alguna vez en una pelea?

    —No.

    —Había doce tipos o más. Dando patadas, puñetazos, empujones. Alguien sacó una navaja. No sé más.

    Itachi salió del coche. Apoyó un brazo en el techo y bajó la cabeza para mirarme a los ojos.

    —Vamos a celebrar un velatorio en el río Deer. Unos cuantos amigos de mi hermano y yo. Era el lugar preferido de Sasuke.

    — ¿Después del funeral? —musité.

    Asintió y se alejó.

    Agarré el volante con todas mis fuerzas y dejé caer la cabeza hacia delante. Me eché a llorar.

    Una mujer que empujaba un cochecito pasó por delante. Se detuvo y dio media vuelta para hablar conmigo.

    — ¿Estás bien?

    Levanté la cabeza.

    —Sí, gracias —respondí, aunque resultaba bastante obvio que no era así.

    — ¿Seguro? ¿Necesitas algo?

    Me enjugué las mejillas con el dorso de la mano.

    —No, estoy bien.

    La desconocida se quedó junto a mí un rato.

    —Sea lo que sea lo que te pase, cielo, todo te parecerá mejor mañana. Y pasado mañana te parecerá aún mejor.

    —Gracias —le dije.

    Puede que tuviera siete u ocho años más que yo, con un bebé y una vida por delante: un marido, más hijos, un hogar. Sonrió con amabilidad, asintió y luego siguió su camino.

    Me quedé a solas conmigo y con mis disparatados pensamientos, rememorando; o acontecido, deseando mirar de reojo y ver a Sasuke sentado en el asiento de al lado, sonriendo y diciendo: «Sakura, saca este cacharro de aquí, ¿quieres?».

    « ¿Hacia dónde? », le habría preguntado con una sonrisa.

    «A cualquier sitio donde pueda llegar. ¡Salgamos de aquí enseguida!», me habría dicho.

    Y habría deslizado su brazo por el roído asiento del conductor y apoyado los pies en el salpicadero para quedarse totalmente tumbado.

    Yo habría visto el perfil de su rostro mientras conducía. Sus ojos habrían permanecido cerrados con el viento apartándole el pelo de la cara. Y me habría enamorado aún más de él.

    De hecho, ahora que al fin Itachi se había ido era libre de volver en coche a Foxton.

    « ¡Hazlo! —me dije—. ¿Qué te lo impide? »

    En mi imaginación, vi la casa vacía y el establo en ruinas, oí los portazos y el susurro de las hojas del álamo bajo la brisa. Quizá era allí donde estaba, y en ningún otro lugar: en mi mente poco fidedigna y traumatizada. ¿Existía la casa?, ¿por qué nunca antes la había visto, ni había oído mencionarla a nadie?

    Foxton no estaba tan lejos de Ellerton; puede que a unos veinticuatro kilómetros cuesta arriba por una estrecha carretera entre las montañas. Había media docena de viviendas en un pequeño cruce y una tienducha donde nadie entraba. Ah, y también había unas cuantas cabañas de fin de semana con vistas al río, ocupadas por pescadores y cazadores, en su gran mayoría urbanitas.

    De acuerdo, de modo que podía conducir hasta Foxton y hacer mis pesquisas. Podía preguntar en la tienda si sabían de una casa en los álamos. Parecía un buen plan, así que me puse en marcha.
     
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  2.  
    Stitch

    Stitch Voy sonriendo por ahí

    Acuario
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    Me gustó, mucho, bastante. Me encanta la trama y como narras es increíble. Ya sea que esté basado en un libro, es genial igual.
    La historia es re misteriosa y...amo que sean así. Me llama completamente la atención esto, así que tenes una lectora asegurada; avísame cuando subas la continuación si es que podes ^^ El título fue lo que me interesó, así que entré y... ¡no pude parar de leer!

    ¡La cabeza de la pobre Sakura debe ser un manojo de sentimientos y confusión! ¿Qué va a pasar con todo esto? ¿Qué es todo eso de las Almas elegidas? Espero que mis dudas se disipen a lo largo de la historia, seguro que va a ser así. Así que bueno, eso, me encantó y espero a ver como continua todo.
    Nos leemos ~
     
  3.  
    kaze Dupre

    kaze Dupre Iniciado

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    4316
    CAPITULO II


    Resultó que el plan no fue tal. Me detuve en la tienda de Foxton y la encontré cerrada al público y con un letrero escrito a mano de «Se vende» enganchado por dentro del escaparate. La gravilla volaba por el camino de tierra y se me metía polvo en los ojos, de modo que volví al coche. Esperaba ver plantas rodadoras y oír un solo de guitarra, como en las películas de Clint Eastwood.

    — ¡Oh, no!

    Accioné la llave de contacto y el motor chisporroteó. El indicador de gasolina señalaba que el depósito estaba vacío, por los kilómetros de más que había hecho últimamente.

    «Lleva siempre gasolina extra en el maletero —me hubiera dicho el aburrido de Orochimaru—. Nunca sabes cuando puedes quedarte sin ella. »

    —Sakura, Orochimaru tenía razón. Deberías haber prestado atención, ¡al menos una vez en tu vida! —mascullé mientras rechazaba la alternativa más razonable de telefonear a Tsunade desde mi móvil.

    Se habría puesto hecha una furia, y eso habría significado el final de mi expedición a la casona.

    Salí de nuevo del vehículo y me devané los sesos en busca de otras opciones. Hacer dedo hasta la gasolinera más cercana. Eso, para que me recogiera algún psicópata rarito; demasiado arriesgado. Llamar a un amigo y suplicarle su ayuda; demasiado patético. Además, empezaría a hacer preguntas.

    — ¡Eh, Sakura! —exclamó alguien.

    Reconocí al señor Yamanaka en cuanto apareció por la carretera con su SUV plateado. Era el padre de Ino, y aún se quitaba tiempo de su trabajo de arquitecto para ayudar a su esposa a sobrellevar el dolor por la pérdida de su hija. Parecía pálido y demacrado cuando lo vi bajarse del coche.

    — ¿Algún problema? —preguntó.

    —Me he quedado sin gasolina —admití.

    Él asintió.

    —He perdido la cuenta de las veces que le dije a Ino que comprobara si llevaba una lata de gasolina en el maletero.

    —Lo sé. Soy una tonta.

    —Tampoco ella me escuchaba nunca. Cosas de críos.

    Me sentía culpable por seguir respirando, pobre hombre.

    —Has tenido suerte de que pasara por aquí —dijo el señor Yamanaka mientras traía una lata verde de la parte trasera del coche.

    Desenroscó la boquilla y el fuerte olor a gasolina me golpeó en la nariz. Lo observé mientras vertía el líquido de color claro en el depósito de mi automóvil.

    —Con esto podrás volver a casa.

    —Gracias —musité.

    Evité su mirada al recordar todas las tardes de cielo azul que había pasado en la casa desordenada, artistoide y acogedora que los Yamanaka tenían en las afueras del pueblo antes de que Ino… bueno, cuando Ino estaba viva.

    —De nada —dijo con una débil sonrisa—. Pon en marcha el coche, comprueba que funciona.

    Hice lo que el señor Yamanaka me pedía. El motor arrancó. Estaba lista para ponerme en camino.

    —Muy bien —afirmó mientras regresaba a su automóvil—. Me alegra haber pasado por aquí. Cuídate, Sakura —dijo antes de marcharse.

    Podría haberle contestado: «Voy a ir a ver al fantasma de Ino, señor Yamanaka. Está aquí arriba, por el camino de tierra, en un establo abandonado. Con Naruto, Karin y Sasuke. Están todos juntos, y se hacen llamar las Almas Elegidas. El hecho de que usted esté aquí en este preciso momento sin duda es obra del destino. ¿Por qué no se viene conmigo?».

    Pero tenía el corazón destrozado y sospechaba que mi ofrecimiento no sería más que una auténtica locura que no haría más que empeorar su pena. Así que me limité a contemplar como su SUV desaparecía carretera abajo.

    Y ahora que ya no tenía obstáculos a los que enfrentarme, debía seguir conduciendo, subir por el sendero de tierra más allá de las cabañas de fin de semana de los cazadores y pescadores asentadas en las escarpadas rocas de granito con vistas a los rápidos del río, y adentrarme en el bosque de pinos de atestadas ramas aromáticas. Después salí de las sombras alargadas para meterme en una carretera despejada que zigzagueaba montaña arriba hasta la alameda.

    El coche traqueteaba por encima de los cantos rodados. Los neumáticos crujían al rodar por la gravilla, y derrapaba al tomar las curvas cerradas. No había casas, ni otros vehículos, solo el enorme cielo del atardecer y una pálida luna creciente.

    «Aún no veo la casa —pensé cuando creía que ya había llegado bastante lejos—. Ni el establo.» Busqué el lugar donde había aparcado el automóvil el día anterior. Proseguí otros doscientos metros y decidí reducir la velocidad e intentar buscar un punto de referencia.

    Salí a una arboleda y vi un angosto sendero a mi izquierda. En la alta hierba, un ciervo alzó el cabeza sobresaltado.

    « ¡Aquí es!» Reconocí la senda que ascendía a través de un prado natural hasta una alameda. E incluso vislumbré la parte superior del tanque de agua oxidado más allá de la cresta.

    Bajé del coche y seguí el camino a pie, por lo que el ciervo se vio obligado a huir brincando por la hierba plateada. Llegué hasta los árboles, cuyas hojas susurraban con la brisa. El sonido me recordó el batir de un millón de alas.

    Tuve que detenerme antes de alcanzar la cresta y respirar hondo. Después me armé de valor para seguir andando.

    Las hojas susurraban con más fuerza que antes, aunque aún estaban muy lejos y caminaba por la hierba alta. Luego me separé del sendero y tomé el camino más corto hasta la cima de la colina y me paré a descansar una vez más bajo la sombra del tanque de agua. Ahora el terreno descendía a lo lejos en pendiente hasta un gran valle donde corría un río.

    Al principio no vi la casa. Y empecé a maldecirme por lo estúpida que era al haberme imaginado todo eso, y por cómo la pena puede jugarte una mala pasada, por cómo la mente te maltrata cuando estás en las últimas.

    Estaba a punto de abandonar cuando oí unos portazos y vi el establo destartalado.

    El corazón me latía con fuerza.

    ¡Pum!, otra vez. El susurro de las hojas volvió a recordarme el sonido de un aleteo; mis oídos se llenaron de un barullo inconmensurable. Salí dando tumbos de la sombra del tanque de agua y bajé por la ladera de la montaña en dirección al establo.

    Apenas había descendido la mitad de la ladera cuando vi dos figuras trabajando en el prado lleno de maleza; un par de individuos que arreglaban una brecha en una vieja valla de alambre de espino. Fue una visión tan cotidiana que me olvidé de mis miedos, hasta que el más joven de los dos levantó la vista y le reconocí.

    — ¡Naruto!

    La voz me salió estrangulada y ronca. Me detuve en la ladera y observé con detenimiento su silueta alta y flaca.

    Naruto Uzumaki conducía su Harley por una carretera recta a las afueras de Centennial con Hinata detrás cuando se estrelló y murió en el acto; sin embargo, el accidente apenas parecía haberle dejado marca alguna. Hinata se pasó seis semanas en coma y aún no recuerda lo sucedido.

    Naruto me vio y se volvió hacia el tipo más mayor (el hombre de pelo gris a quien llamaban Jiraya y que había cerrado la puerta del establo en mi primera visita). De inmediato, Jiraya dejó las herramientas con las que había estado trabajando y se dirigió directamente hacia mí subiendo por la colina.

    Apenas podía respirar. Quise echar a correr, pero no sabía qué camino tomar.

    Jiraya seguía avanzando hacia mí: una figura alta de pelo gris y ondeante, vestida con una camisa oscura, de rostro pálido y carente de expresión. Vi a Naruto al fondo haciéndome gestos con la cabeza y advirtiéndome que me fuera de allí.

    Levanté los brazos a modo de rendición.

    —Mira —le dije a Jiraya—, no sé quién eres ni lo que está pasando aquí, lo único que quiero es que te quedes donde estás, ¿de acuerdo?

    Se detuvo a unos diez pasos de distancia. Sus ojos oscuros resplandecieron.

    —He venido a ver a Sasuke —expliqué.

    Más gente empezó a salir tras los sauces: dos chicas de unos veinte años; una era una pelirroja de pelo corto, y la otra llevaba en brazos a un niño de sedosos cabellos del color de la paja. También estaba con ellos un chico bajito y enjuto. Todos se pusieron junto a Naruto.

    —Sasuke —le repetí a Jiraya con voz entrecortada y desesperada—. ¿Dónde está?

    Jiraya se limitó a seguir mirándome con los pies separados y las manos en las caderas.

    No reaccionó. Me sentí atraída hacia su rostro demacrado y sus ojos oscuros e inmóviles.

    ¿Por qué tenía la piel tan pálida? Los tipos que trabajaban al aire libre solían estar morenos y tener un aspecto saludable después de haberse pasado el verano trabajando a pleno sol.

    Este fue el último pensamiento lúcido que tuve antes de que el batir de alas se intensificara y me invadiera la meme. Jiraya seguía observándome, y el aleteo, como un ejército en el campo de batalla, me atacaba para que me retirara por el camino por donde había venido. Una sensación asfixiante se cernió sobre mí; luego sentí pánico. Las alas invisibles estaban por todas partes, obligándome a pelear con los puños en el aire. Daba puñetazos a un enemigo invisible.

    Sin aliento, me giraba a un lado y a otro, y pedía a gritos a Naruto que me ayudara.

    Jiraya ni siquiera se volvió a mirar. Parecía saber que Naruto no movería ni un músculo.

    —¡Sasuke! ¿Dónde estás? —chillé.

    Él me quería. Me salvaría.

    Pero lo que Jiraya estuviera haciendo era más poderoso que cualquier súplica mía. Me miraba fijamente y hacía que el millón de alas aleteara más fuerte, obligándome a retroceder hasta el tanque de agua, tambaleándome bajo su sombra.

    — ¿Dónde estoy? —pregunté con voz ahogada. Me agaché y me protegí la cabeza con las manos—. ¡Por favor, que alguien me diga qué está pasando!

    Yacía tendida en la tierra, hundida en la sombra, cuando de repente una figura surgió ante mí, un rostro se acercó al mío con unos ojos tan oscuros como los de la muerte. Un rostro cadavérico que se movía y se disolvía sin que pareciera estar unido a un cuerpo. Después otro más se me acercó; aquello era mucho peor que una pesadilla, tanto que mi corazón estuvo a punto de dejar de latir, tanto que grité, una y otra vez.

    He aquí una pregunta para los estudiantes de Ética en busca de un proyecto de carrera: ¿quién inventó los funerales y por qué? Es decir, ¿qué sentido tienen?

    Seis compañeros de clase portaban el ataúd de Sasuke por la nave central. Sai se hallaba entre ellos. La madre de Sasuke, Mikoto Uchiha, estaba junto a Itachi, con su hermano pequeño, Shisui, a la izquierda de ella. Shisui llevaba corbata negra y un cuello de camisa blanco que no había forma de que no se combase. Los Uchiha tenían los ojos secos mientras la iglesia entera lloraba a moco tendido.

    — ¿Estás bien? —me preguntó Ten Ten con un susurro por enésima vez.

    Asentí y clavé la vista en la cruz del altar para evitar oír el aleteo y ver los dos rostros cadavéricos que se abalanzaron sobre mí para luego desaparecer y hacer que el corazón casi me dejara de latir.

    —Las cenizas a las cenizas —recitó el pastor junto a la tumba cuando salimos de allí.

    La señora Uchiha arrojó una rosa roja al ataúd que habían bajado hasta la fosa. Itachi rodeaba con un brazo el hombro de Shisui.

    Las alas sonaron con fuerza en mis oídos. El día era calmo y azul, y no me pareció que se tratara de una despedida.

    — ¿Bien? —quisieron saber otra vez Ten Ten y Temari.

    Asentí. El camposanto se apoyaba contra una ladera empinada donde más de una docena de amigos de Itachi se habían reunido para observar la ceremonia. Estaban sentados en las rocas, vestidos con vaqueros y camisetas, llorando la muerte de Sasuke a su manera.

    — ¡Mira! —exclamé con un jadeo, y señalé una elevada roca plana.

    Allí estaba Sasuke, observándonos desde lo alto, con el semblante serio por vez primera.

    — ¿Qué? Yo no veo nada —respondió Temari.

    Negó entristecida con la cabeza al tiempo que me cogía una mano temblorosa y me la bajaba a un costado del cuerpo.

    Ten Ten me rodeó con un brazo y me alejó del cementerio.

    Abandoné el velatorio oficial en cuanto me fue posible. Me pasé por casa para quitarme la blusa y los pantalones negros y ponerme un veraniego blusón estampado y unos vaqueros que sabía que le gustaban a Sasuke.

    Por una vez, Orochimaru estaba en casa, sentado a la mesa de la cocina y hablando con Tsunade.

    —No has estado mucho rato en el funeral —dijo Tsunade mientras me dirigía a la puerta principal.

    — ¿Y qué? Tú ni siquiera has ido.

    —Cuatro en un año —comentó negando con la cabeza—. Son demasiados.

    —Los Yamanaka sí que han ido. Y también los Uzumaki.

    Por alguna razón, quería que Tsunade y Orochimaru se sintieran culpables.

    —Tu madre no es muy amiga de los Uchiha —señaló Orochimaru—. Tan solo hace un año que viven en Ellerton.

    —Poco antes de que empezara todo esto —repuso Tsunade con un suspiro. Empujó el periódico por encima de la mesa para que yo lo viera—. ¿Sabías que ya han emitido un veredicto en la investigación de Naruto?

    Cogí el periódico y leí el titular. «Primera víctima mortal adolescente: motorista fallecido al viajar a ciento cuarenta y cinco por hora».

    El batir de alas empezó a sonar más fuerte una vez más. Vi a Naruto donde había estado el día anterior, inclinado en la verja, retorciendo y entretejiendo dos cabos de alambre de espino.

    — ¿Estaba la familia Hyuga en el funeral de Sasuke? —preguntó Orochimaru.

    Me encogí de hombros. «Alas, por favor, deteneos. Espectros, dejad de meteros en mi cabeza.»

    —Supongo que no —afirmó Tsunade—. El sábado le dieron el alta del hospital a Hinata. Querrán estar en casa con ella y cuidarla.

    Hinata, que iba detrás en la moto y que era mi ex mejor amiga, había sufrido cuatro operaciones desde el accidente. Esta vez los médicos esperaban que pudiera a volver a caminar.

    —Imagina como deben sentirse después del veredicto de conducción temeraria. —Orochimaru, como siempre, manifestó lo que era obvio para todos—. Si Naruto no hubiera ido tan rápido, no le habría pasado nada a su hija.

    —Conozco a los Hyuga de toda la vida —dijo Tsunade—. Son muy buena gente.

    Detecté la comparación no expresada con palabras, y una mecha prendió en mi cerebro.

    — ¿Con eso quieres decir que los Uchiha no son buena gente? Porque tienen un hijo con antecedentes y nadie quería que se trasladaran a vivir aquí, al enterarse de que Itachi había estado en la cárcel.

    —Tu madre no ha dicho eso —puntualizó Orochimaru.

    Orochimaru cogió el periódico, lo dobló y lo apiló en el revistero.

    —No tiene por qué decir eso —acusé—. No me confesó ni admitió que no quería que quedara con Sasuke, aunque tampoco hizo falta. ¡Hasta puede que se alegre de que esté muerto!

    — ¡Sakura! —Tsunade se puso en pie a modo de protesta—. Eso no es verdad. No quisiera que le pasara eso a nadie. Lo lamento mucho por ti...

    —Lo único que estamos diciendo es que necesitas controlarte —intervino Orochimaru, lo que fue un gran error.

    Si nos hubiera dejado a Tsunade y a mí hablar de ello, podríamos haber arreglado las cosas.

    — ¿Quieres decir «no seas melodramática»? —aullé—. «Recuerda que solo saliste con ese tipo un par de meses.» «Supéralo, ¿vale?»

    —No, Sakura.

    Tsunade hizo un intento de aproximación.

    —No pongas en su boca palabras que ella no ha dicho —se quejó Orochimaru.

    Gemí y negué con la cabeza. ¿De qué servía todo eso?

    —Me voy afuera —dije.

    El sol estaba en lo alto del cielo mientras conducía hacia el río Deer, cociendo los peñascos de granito rosado a ambos lados de la angosta carretera. Un milano rojo remontó el vuelo impelido por una corriente de aire por encima de mi cabeza.

    Música para un amigo muerto; hacía un kilómetro que la oía, reverberando en esos peñascos junto al cauce del río de agua transparente. Estridente y metálica, resonando con un ritmo frenético, al gusto de Itachi, no de Sasuke. Tanto que estuve a punto de dar media vuelta.

    Sin embargo, otros coches subían detrás del mío. Los chicos aceleraban los motores y se inclinaban por fuera de las ventanillas, gritándome para que acelerara. ·

    — ¡Fiesta! ¡Acelera, Sakura, acelera!

    —Eso es lo que Sasuke hubiera querido.

    Vi a algunas chicas del último curso de Ellerton sentadas en la cresta de la colina mientras aparcaba y salía del coche. Les goteaba agua de la ropa y el pelo, como si se hubieran metido en el río vestidas.

    —No le hubiera gustado vernos de luto y llorando por él —convino alguien—. Hubiera querido que nos divirtiéramos.

    « ¿Y cómo lo sabes? ¿Acaso hablaste alguna vez con él?»

    Pasé caminando por delante de ellos y fui a saludar a Itachi.

    —Has venido —murmuró arqueando una ceja.

    Se había quitado la chaqueta que llevaba en el funeral, la que se había comprado en la tienda de Tsunade, y aflojado la corbata. Le pesaban los ojos, como si se hubiera pasado una semana sin dormir.

    Asentí.

    —Es todo tan irreal… —dije al tiempo que echaba un vistazo a la gente que bailaba al aire libre.

    Se comportaban como siempre: los chicos totalmente despreocupados, las chicas a la última y coqueteando. ¿Lo encontraba bien? Estaba demasiado alterada para saberlo.

    —Esta es nuestra forma de despedirnos. —Itachi hundió el brazo en una enorme nevera portátil y sacó una lata. Me la ofreció—. Disfruta —masculló mientras se alejaba para hablar con algunos colegas de uno de los coches que habían subido detrás de mí por el sendero.

    La música me martilleó la cabeza cuando me senté en una roca que daba al río. Bajé la vista hacia el agua transparente, y allí me quedé durante unos quince minutos antes de que Itachi regresara y se sentara a mi lado.

    — ¿Qué hay, Sakura?

    — ¿Qué hay?

    — ¿Cómo lo llevas?

    —No muy bien —confesé—. ¿Cómo está tu madre?

    —Tampoco muy bien. Le llevaré un tiempo superarlo. —Contemplé los rápidos del río—. Le envié un correo electrónico a mi padre contándole lo sucedido a Sasuke, pero no lo ha contestado.

    — ¿Dónde vive tu padre?

    Sabía por Sasuke que los Uchiha se habían separado tras el nacimiento de Shisui, y que desde entonces no tenían contacto.

    —En algún lugar de Europa. Alemania, creo. Puede que haya cambiado de domicilio. Qué más da, mi madre ya sabía que no asistiría al funeral.

    —Qué triste —murmuré.

    — ¿Y qué hay de nuevo? —Itachi se levantó para tirar la lata vacía a una bolsa de basura, y cambiamos de tema—. ¿No has bailado?

    Negué con la cabeza.

    —Ni te has metido en el agua.

    Era evidente que Itachi no me quería ahí sentada con una pose trágica y aguando la fiesta.

    —Puede que vaya a nadar —acepté.

    De repente me sedujo la idea de darme un chapuzón y sentir el agua fría y profunda por encima de la cabeza; así que me puse en pie, me balanceé en el borde de la roca y luego di un gran salto.

    El agua me golpeó al impactar contra ella. Me sumergí hasta el fondo y sentí la corriente arremolinarse a mi alrededor; abrí los ojos en el mundo acuático de maleza y cantos rodados. Durante unos segundos me sentí ingrávida, a la deriva, deslizándome con la corriente. Después me propulsé en el lecho del río para salir a la superficie.

    Emergí sin aliento y tomé aire; enseguida me di cuenta que el agua me llevaba corriente abajo y que no tenía preparada una estrategia de emergencia.

    — ¡Nada, Sakura! —Gritaba Temari desde la orilla—. ¡Por el amor de Dios, nada!

    Temari estaba con Sai y Ten Ten, a quienes apenas entreveía desde el lugar apartado bajo los árboles donde se hallaban. Mientras tanto, el agua me arrastraba cada vez más rápido entre las rocas escarpadas.

    Pataleé contracorriente, con la suficiente fuerza para mantenerme cerca de Temari y Ten Ten mientras Sai se quitaba los zapatos a toda prisa. Antes de que pudiera actuar, vi a Itachi saltar de roca en roca por la orilla del río y luego arrojarse al agua. Él se hallaba mucho más abajo de donde yo me encontraba; las fuerzas empezaron a fallarme mientras la corriente me llevaba hacia Itachi y tragaba agua a medida que me dirigía sin control hacia una enorme roca en medio del cauce del río. Me hundí en las umbrías profundidades.

    Mientras sucumbía a la tracción del río, Itachi me pasó un brazo por la cintura. Me arrastró hacia arriba y nadó con fuerza hacia la extraña roca, me alzó hasta su cóncava superficie y después trepó arrastrándose tras de mí.

    Y allí estábamos, yo rescatada de morir ahogada, los dos varados en mitad del río, agazapados en el hueco excavado en la roca como dos pigmeos descansando en la palma de la mano de un gigante.

    Fui a terapia solo para no oír más a Tsunade.

    Eso fue dos días después del funeral de Sasuke, y aún no había podido conciliar el sueño. Tampoco comía, y ella estaba plenamente convencida de que mi peripecia en el río Deer no era más que una silenciosa llamada de socorro.


     
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  4.  
    Temarii Juuzou

    Temarii Juuzou Maestre

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    Ola ermoxa.
    Adoro leer fics tuyos, son perfectos casi no veo errores, buena narracion y un excelente trama.
    No mentire vi uno que otro error, pero no me creo muy buena para comentarlos u.u

    1. ¿Qué tal les parece el fic?
    Muy bueno, sigue asi
    1. ¿Les gusta el trama de la historia?
    Si, mucho espero la conti
    1. ¿Que piensan sobre Sasuke y Sakura?
    Sinseramente no soy muy fanatica de la pareja, pero es bueno leer de todo un poco xD

    Avisame de la conti y di NO al Spam amiga jejejejejeje, aunque deseguro mi comentario lo es :P
    Tema-c@n
     
  5.  
    kaze Dupre

    kaze Dupre Iniciado

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    Misterio/Suspenso
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    4
     
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    — ¿Por qué tuviste que contárselo? —le pregunté a Sai.

    Se había pasado por casa al día siguiente y yo no había querido hablar con él. Así que se sentó a la mesa con Tsunade y Orochimaru, y le sacaron toda la historia de pe a pa: mi zambullida en el agua, que la corriente del río se apoderó de mí y Itachi desempeñó el papel de héroe, y que el resto de la pandilla había sacado una cuerda de uno de los coches para arrojarla hasta la roca.

    —A mí ese tipo no me gusta, no me malinterpreten —había dicho Sai a mi familia—. Pero Itachi le salvó la vida a Sakura. Y fue a él a quien se le ocurrió la idea de la cuerda. La usaron para llevarla hasta la orilla.

    — ¡Dios mío, es una suicida! —susurró Tsunade a Orochimaru esa misma noche después de que se fueran a la cama.

    Yo los escuchaba perfectamente a través de la pared, más fina que el papel.

    —Es peor de lo que pensaba —asintió Orochimaru.

    A la mañana siguiente concertaron una visita con la psiquiatra de la localidad.

    Se llama Kurenai Yuhi. Fui a su consulta a las dos y media, con los dientes rechinándome y con la certeza de que no me gustaría.

    —Hola, Sakura, siéntate —me dijo en cuanto entré.

    Allí no había diván de psiquiatra, ni cuaderno de notas. La estancia era luminosa y sencilla. La psiquiatra tenía una sonrisa apacible, pómulos pronunciados y un corte de pelo muy genial.

    —Déjame que te explique el método que empleo y que me asegure de que te sientas cómoda con él —prosiguió.

    Me senté y me puse a mirar por la ventana, fingiendo desinterés. «No quiero estar aquí», le comuniqué a través de mi lenguaje corporal.

    —Nos servimos de algo denominado terapia cognitiva —explicaba Kurenai-. No es un psicoanálisis exhaustivo; nos limitamos a centramos en lo que en este momento te preocupa, en este preciso instante, y llevamos a cabo las pertinentes estrategias prácticas para solucionarlo. Es muy sencillo, te lo prometo.

    La miré a la cara.

    —Han matado a mi novio —le dije con voz inexpresiva.

    Volví a dirigir la vista hacia la ventana una vez más antes de que ella pudiera establecer contacto visual conmigo. «Ahí tienes algo en que pensar, ¿no?», transmitía mi pose.

    No reaccionó. Se limitó a esperar.

    —Lo han matado pero aún lo veo.

    — ¿Cómo se llamaba?

    —Sasuke Uchiha. Se metió en una pelea. Había quedado con él en el río Deer, pero no se presentó. — ¿Por qué le estaba contando todo eso? Estaba allí porque Tsunade había pagado la visita, punto—. Había sangre en el suelo. No me telefoneó.

    Kurenai me miraba, seguía esperando.

    —No me diga que lo lamenta —le advertí—. Yo lo lamento. Usted lo lamenta. Todo el mundo lo lamenta.

    —Pero ¿lo ves? —Esa fue su segunda pregunta, directa al grano.

    —Usted cree que me refiero a que lo veo en sueños, ¿verdad? La gente sueña con aquellos a quienes ha perdido. Eso ya lo sé.

    —O sea que no lo ves en sueños —apuntó Kurenai.

    —Cuando estoy despierta —insistí—. Tan despierta como lo estoy ahora. Los veo a todos ellos Naruto, Karin, Ino y Sasuke. Están todos vivos y con buen aspecto. No son unos simples cadáveres.

    — ¿Espectros? —preguntó.

    Negué con la cabeza.

    —Mucho más sólidos. Más reales. Sonríen y hablan. El tenebroso Jiraya se encarga de ellos. Son las Almas Elegidas.

    La mirada de Kurenai se mantuvo imperturbable. Ni siquiera parecía pensar que yo estuviera como una cabra.

    — ¿Estabas enamorada de Sasuke? —me preguntó con suavidad.

    —Completamente. No tengo palabras para expresarlo.

    «Él veía a través de mi corazón, y yo a través del suyo. Bajamos la guardia desde el primer beso. Estábamos totalmente abiertos el uno al otro. »

    — ¿Te sientes perdida sin él?

    Asentí mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas.

    —Las palabras no hacen frente al dolor —convino Kurenai—. No tenemos suficiente vocabulario para expresarlo del todo. Y cuanto estás experimentando es muy normal: ver a Sasuke en los lugares donde siempre lo has visto hasta ahora, como si aún estuviera allí.

    — ¿Y qué hay de los sitios a los que nunca fuimos?

    Tenía en mente el viejo establo de Foxton, pero aún no estaba preparada para irme de la lengua con eso.

    —Pues también —dijo ella—. En estos momentos, Sasuke ocupa todos tus pensamientos. Puede aparecer de repente dondequiera que estés por casualidad.

    — ¿Y parecer totalmente real? —consulté.

    Quizá así fuera después de todo: estaba alucinando como una loca por estar tan afligida por el dolor. Puede que no estuviera completamente loca, pero si hundida por la pena.

    —El trauma es un cliente difícil —me explicó mi nueva psiquiatra.

    Después de todo, empezaba a gustarme. No iba a necesitar escuchar como era mi relación con Tsunade, ni entrometerse donde no la llamaban—. Y no es malsano para ti recordar a Sasuke tan vívidamente, teniendo en cuenta el poco tiempo transcurrido desde su muerte.

    —Gracias.

    Caí en un gran silencio. « ¿Qué hay de Naruto, Karin y Ino? —quería preguntar—. ¿Y qué hay del sonido de las alas en mi cabeza, las calaveras y la mirada asesina de Jiraya?»

    —Así que te sugiero que no te obsesiones demasiado con ello y que, mientras tanto, hablemos detalladamente sobre cómo deberías cuidarte.
    Mi apacible consejera no iba a presionarme. Me sentí agradecida. Respiré hondo y me sequé las lágrimas. Charlamos largo y tendido sobre reelaborar un patrón de alimentación y sueño saludables, y nos pusimos de acuerdo en que debía volver a su consulta al cabo de una semana.

    —No seas demasiado dura contigo misma, Sakura —me aconsejó Kurenai cuando me levantaba para marcharme—. Recuerda que eres humana.

    — ¿Qué quiere decir?

    —Que estés dispuesta a compartir. Que cuentes con perder el control y que pidas ayuda. Ahí fuera hay un montón de gente dispuesta a apoyarte.

    Parpadeé y asentí.

    —Bien. Nos vemos el jueves que viene. A las cuatro y media.

    En la sala de espera estuve a punto de pasar por delante de Hinata, que iba en silla de ruedas.

    — ¿Qué haces aquí? —le espeté al verla, aunque no pretendía sonar tan poco amistosa.

    —Lo mismo te digo —me contestó—. ¿Te has vuelto tan loca como todos los demás?

    Hacía casi un año que no veía a Hinata. Estaba completamente cambiada, mucho más delgada. Y, por supuesto, luego estaba lo de la silla de ruedas, a lo que había que añadir la mirada asustada de sus ojos oscuros.

    —No, estoy de fábula —mentí—. ¿Qué tal te va a ti?

    Hinata se encogió de hombros.

    —Me han puesto unas placas de acero en las piernas. Me han fusionado la columna por dos sitios para que pueda mantenerme de pie. Estoy bien.
    Sonó tan mal que sonreímos.

    —Hinata, lo sien…

    — ¡No lo digas!

    —De acuerdo. —Y se hizo un largo silencio hasta que las dos hablamos a la vez—. Fui a visitarte —le dije.

    —Me enteré de lo de Sasuke —dijo ella.

    —Cientos de veces —ignoré su comentario y me embalé—. Después del accidente, fui al hospital. Todas las semanas que estuviste en coma, fui y me senté a tu lado.
    Hinata frunció el ceño.

    —No me lo dijeron.

    —Y después, cuando despertaste, tu padre no me dejó volver. Me dijo que estabas demasiado enferma para tener visitas.

    —Oye, no me acuerdo de nada. Y quiero decir nada de nada.

    Me sentí conmocionada.

    —Pero ¿sabes quién soy? —pregunté.

    —Pues claro, eres Sakura. Recuerdo todo lo que pasó antes del accidente. Pero, después de eso, hay un gran agujero negro. Por eso estoy aquí, por el TEP.
    Trastorno por Estrés Postraumático. Como el que padecen los soldados en zonas de guerra. Una ingeniosa etiqueta para todo lo loco y violento que pasa en la cabeza.

    —También yo, supongo.

    Estuve a punto de explicarle a Hinata que había visto a Naruto arreglando una valla en Foxton, pero eso habría sido una estupidez.

    — ¿Volverás a visitarme de nuevo? —me preguntó Hinata

    Me miró con ojos suplicantes.

    —Si tus padres me dejan.

    —No hagas caso de lo que digan. Ven sin más —dijo mientras presionaba un botón y conducía su silla hacia la puerta abierta del despacho de Kurenai—. Quiero que me cuentes lo que ocurrió, Sakura. Que me ayudes a recordar.

    Esa noche volví a tener el mismo sueño/ pesadilla/ visión; que cada uno lo llame como quiera. Yo estaba profundamente dormida, luchando por seguir así, y de repente los rostros cadavéricos se abalanzaron sobre mí, con sus cuencas negras y sus cráneos amarillentos. Se arremolinaron a mí alrededor, cada vez más cerca, hasta que me desperté con un estremecimiento. Me senté en la oscuridad y oí el resonar de un batir de alas.

    A la mañana siguiente temprano me dirigí en coche hasta Foxton como si estuviera poseída.
    Conducía encorvada sobre el volante mientras me agarraba a él con fuerza, dispuesta a hacer que mi cacharro subiera por las colinas tan rápido como le fuera posible, tomando las curvas con un chirrido de neumáticos y arrojando una nube de polvo al dejar atrás la carretera de gravilla.

    Detuve el coche en la alameda y eché a correr por la hierba alta hacia la colina. Allí estaban el tanque elevado de agua y la ladera que descendía hasta la casa y el establo. La camioneta oxidada aún se hallaba aparcada junto a la vivienda y, en ese instante, la puerta del establo se cerró de un portazo.

    « ¡Aléjate!», dijeron las alas en mi cabeza, como una gigantesca bandada de pájaros que se elevaran al cielo. Hice caso omiso de aquella locura y las ignoré. Bajé corriendo por la colina, pasé por delante de la valla recién reparada y me dirigí hacia el establo.

    Esperaba ver a Jiraya en cualquier momento. Saldría de la casa dando grandes zancadas y me miraría enfurecido, para después ordenar a las calaveras abalanzarse sobre mí y darme un susto de muerte. Puede que estuviera en el establo con los otros: las mujeres con el niño, el chico joven y mis compañeros de curso del instituto Ellerton.

    Aunque, no… nadie me salió al encuentro mientras aminoraba el paso al llegar a la casa, que parecía estar vacía, con sus ventanas mugrientas y la pintura descascarillada en los marcos. La puerta de color verde claro parecía cerrada a cal y canto.

    Me acerqué sigilosamente hacia ella y giré la manija. Estaba cerrada. « ¡Aléjate! ¡No te acerques más!»

    Eché un vistazo a través de la ventana más próxima y vi una vieja cocina y una mesa vacía. Una hilera de platos verdes y blancos dispuestos en un aparador. Un hervidor de hierro polvoriento en un fogón. Atravesar esa puerta era como retroceder cien años. Había una capa de polvo de un siglo de antigüedad; la chimenea no se había encendido durante generaciones.

    Tras alejarme de la casa, crucé el patio y rodeé la parte trasera del establo. En la parte de abajo descubrí un amarradero con hierbajos amarillos que crecían a su alrededor, y en la parte de atrás una maraña de arbustos espinosos y yucas con pinchos que daban a una angosta pradera de hierba alta y plateada.

    Me detuve de nuevo para preguntarme por qué había ido hasta allí y si debería continuar. Para empezar, no era a eso a lo que la consejera Kurenai se refería cuando dijo que debía saber cuidarme. Estaba ahí fuera sola y no le había dicho a nadie donde me hallaba; vivía una pesadilla y no la compartía con nadie. No confiaba en una sola persona, ni siquiera en mí misma.

    En segundo lugar, puede que estuviera completamente confundida. Quizá algunas cosas fueran realidad, pero no así otras. Por ejemplo, ver a Sasuke en todas partes —en la escuela y en su propio funeral— era sin duda alguna consecuencia de un estrés postraumático. En tanto que Jiraya podía ser real. Tal vez fuera un recluso dueño de ese lugar en ruinas y odiara a los intrusos. En cuyo caso, estaría en todo su derecho de expulsarme de su propiedad.

    No obstante, no se trataba sólo de Sasuke. También había visto a Ino, a Karin y a Naruto, la primera vez aquí mismo, en el establo, antes de que Jiraya hubiera reparado en mí y yo saliera pitando. Y en la segunda ocasión también había visto a Naruto.

    Por supuesto, esos chicos significaban mucho para mí; sobre todo Ino. Era especial, no sólo para mí, sino para todo aquel que la conociera. «Pero ¿por qué tienen que entrar ahora en mi cabeza, llena de la pena que siento por Sasuke? ¿Por qué no lo hicieron antes, en el momento en que murieron?»

    Los he oído hablar. Y he visto la mirada aturdida de Sasuke cuando ellos le dieron la bienvenida en su círculo, cuando le hicieron volver de su tumba al mundo de las Almas Elegidas.

    Jiraya fue quien dispuso su regreso, había explicado Ino. Jiraya era quien estaba al mando.

    « ¡Pues claro que sucedió!», me dije a mí misma. Yo he visto a Sasuke en ese establo, rodeado por gente que sé que está muerta.

    Así que me abrí paso entre los arbustos hasta que encontré una puerta estrecha en el establo, puede que para permitir a los caballos salir al prado de la parte de atrás. Se quedó colgando de unos goznes desvencijados cuando abrí la mitad superior de la misma y entré después de trepar por ella.

    El establo estaba a oscuras y olía a moho, como en la anterior ocasión. Una pila de balas de heno se esparcían desintegradas por el suelo; también había un antiguo nido de golondrinas en el alero. La amplia puerta principal se cerró de golpe.

    —Aquí no hay nadie —murmuré, con una punzada de decepción.

    Un delicado entramado de telarañas permanecía incólume; el silencio era absoluto, «Me lo he inventado todo», pensé.

    Y, durante un segundo, me sentí aliviada, casi liberada.

    En ese preciso instante, la puerta se abrió de par en par y vi el brillo de un pequeño objeto metálico en el suelo de la amplia entrada. Al principio creí que quizá fuera parte de un viejo jaez de caballo que se había caído de los arneses polvorientos que colgaban de los ganchos cercanos. Pero parecía demasiado brillante y nuevo. Di unos pasos hacia delante para cogerlo, lo hice girar entre los dedos y reconocí la insignia de Harley estampada en la hebilla de acero.

    Examiné el logo de Harley Davidson con la calavera y el lema: «Siempre fiel a los dictados del corazón»; el icono de los moteros. La hebilla en mi mano hizo que se me dispararan los latidos del corazón.

    — ¡Naruto! —murmuré.

    Habría jurado por mi vida que no se trataba de ninguna coincidencia y que esa hebilla le pertenecía.

    Entonces, mientras me hallaba en el oscuro establo con la hebilla de Naruto, volví a oír un ruido de alas que iba en aumento y percibí la presencia de alguien fuera.

    Agarré la hebilla con fuerza, me di la vuelta y corrí hacia la puerta del establo; tiré del pestillo para poder marcharme de allí. Sin embargo, estaba oxidado, y tendría que salir de allí trepando por la mitad inferior de la puerta. Alguien se disponía a entrar en el establo —probablemente Jiraya, merodeando en busca de intrusos—, así que de nuevo tuve un ataque de pánico y, por patosa, perdí el equilibrio y me caí de culo en unas cuantas balas de heno deshechas.

    Los pasos se acercaron y una mano cogió la mía y me ayudó a levantarme. La mano me sostuvo con firmeza.

    Me encontré mirando el rostro que tanto quería.

    —Sentémonos aquí —dijo Sasuke con delicadeza.

    Nos sentamos con las piernas cruzadas en el suelo sucio, rodeados de heno. Le cogí de ambas manos y clavé la vista en sus hermosos ojos de color negro. Era tan hermoso: su piel suave y pálida, su amplia frente hasta el nacimiento de una espesa mata de pelo oscuro, el brillo de sus ojos, la boca sonriente… Y su cuerpo… conocía tan bien sus anchos hombros y la curva pronunciada de su pecho como si formaran parte de mi propio ser.

    —No te presentaste en el río Deer —fue lo primero que dije, lo primero que se me pasó por la mente.

    Me acarició la mejilla con el pulgar, un gesto que adoraba.

    —Oh, Sakura, lo siento —suspiró.

    —Te echo mucho de menos. Si supieras cuánto me duele. Es peor que el sufrimiento: es un dolor lacerante, como si tuviera un cuchillo clavado en el corazón.

    —Daría cualquier cosa por que no hubiera sucedido —me juró en un susurro mientras me besaba en la boca—. No soporto ver cuánto te duele todo esto.

    Besé sus fríos labios. Aspiré su aliento.

    — ¿Adónde fuiste? ¿Qué es lo que pasa? ·—le pregunté al fin suplicante.

    Sasuke volvió a pedirme perdón y a besarme, en la boca, el rostro, el cuello. Acaricié su cabello sedoso y descansé los dedos en su nuca.

    —Cuéntamelo —le rogué.

    Me sentí como si hubiera traspasado un límite invisible, como si cayera, aunque la tierra bajo mis pies era sólida.

    —No puedo explicarlo —me dijo—. Va contra las reglas. De hecho, tampoco debería estar aquí, ni hablar contigo.

    — ¿Qué reglas?

    Me había desesperado por darle un sentido a todo eso, por poder tocarlo y hablarle. Y ahora que al fin lo había encontrado, no estaba dispuesta a consentir que se apartara de mi lado.

    —Las de Jiraya —respondió con el ceño fruncido—. Él se ocupa de nosotros. Y no podemos elegir cómo actuar. Es él quien nos dice lo que tenemos que hacer.

    Le observé durante largo rato sin pronunciar palabra y luego le di las gracias por haber quebrantado la regla de guardar silencio.

    El rostro de Sasuke se relajó hasta esbozar una amplia sonrisa.

    —Eso es lo que me gusta de nosotros, Sakura. Jamás seguimos las reglas, ¿verdad?

    —No —respondí.

    —Eso es lo que me enamoré de ti. .. Eso y tus ojos. ¿Te he dicho alguna vez que mirarte a los ojos es como nadar en un mar de chocolate? Podría ahogarme en ellos y morir feliz.

    — ¡No tiene gracia! —protesté. Todo me parecía demasiado confuso. ¿El Sasuke con quien hablaba estaba vivo o muerto?—. ¿Qué te pasó? ¿Puedes explicármelo?

    Negó con la cabeza.

    —Lo único que sé es que hubo una pelea de las buenas. No tengo ni idea de por qué empezó, solo recuerdo que Itachi estaba metido en ella, así que fui a ayudarle. No sé como me apuñalaron.

    Le cogí las manos y le obligué a mirarme a los ojos.

    — ¿Por eso has vuelto? ¿Para averiguar qué es lo que ocurrió?

    —Sí, me eligieron.

    Vi dolor tras sus palabras calmadas y miedo en el parpadeo de sus ojos. Y en cuanto a mí, aún tenía que forcejear con la extraña mezcla de emociones que sentía.

    —Así que ¿de verdad estás muerto? —murmuré.

    «Agárrale de las manos. No dejes que se vaya.»

    Asintió, y un mechón de pelo oscuro cayó por encima de su tersa frente.

    — ¿Has oído hablar del limbo? Es el lugar a donde van las almas muertas, algo parecido a una sala de espera, supongo. Pues yo estuve allí durante algún tiempo y luego volví, al igual que Naruto y las otras dos chicas. Créeme, me dolió horrores.

    — ¡Es todo tan extraño! —exclamé—. Te oigo y te toco y, sin embargo, me dices que no estás vivo. Pero tampoco estas muerto…

    —Algo a medias —insistió—. Naruto, Karin, Ino y yo; todos tenemos algo inconcluso. Necesitamos poner las cosas en claro. Por eso estamos aquí con Jiraya.

    — Entonces, ¿no sois fantasmas?

    Era demasiado real, de carne y hueso, aunque estaba más pálido que antes. Sus ojos eran más nítidos, como si pudieran ver a kilómetros de distancia.

    —Somos mucho más sólidos que los fantasmas —me contestó Sasuke.

    Se puso en pie rápidamente mientras me ayudaba a hacer lo mismo, y luego me abrazó La cabeza me daba vueltas. No quería moverme de allí por nada del mundo.

    —Sakura, es verdad que estoy aquí —me aseguró.

    Al instante, con la misma celeridad con la que antes se había levantado, me soltó y empezó a quitarse la camiseta por la cabeza.

    —¿Qué haces? —grité.

    La visión de su torso desnudo me dejó sin aliento. Era de una belleza tan arrolladora como la de los tipos que salen en los anuncios de la tele, pero a este lo tenía cerca y en persona, de carne y hueso.

    Sasuke se giró de espaldas.

    —Mira entre los omóplatos. ¿Qué ves?

    Con un grito ahogado levanté la mano y toqué su deliciosa y pálida piel con las yemas de los dedos. Había un pequeño tatuaje negro en la parte izquierda de la columna, apenas tan grande como una insignia de solapa, con la forma de un par de alas de ángel.

    —Esto no estaba antes aquí.

    —Es el lugar donde me clavaron la hoja de la navaja —me explicó—. Todos tenemos esta marca de la muerte: Karin, Ino, Naruto, los otros… incluso Jiraya.

    — ¿Qué significa? —pregunté.

    El diseño se había llevado a cabo con esmero; a su manera, era perfecto. Recorrí con los dedos el trozo de piel.

    —En eso nos hemos convertido —me contó Sasuke con su característico bajo tono de voz que tanto quería yo. Un rayo de luz inundó el establo cuando la puerta se abrió de golpe—. Soy un muerto viviente, Sakura. Un resucitado, un zombi. Estoy aquí para que se haga justicia y para consolarte.



     
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  6.  
    sakura haruno

    sakura haruno Entusiasta

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    • ¿Que opinan de la relación de Itachi y Sakura?pues preferiria que se quedara con sasuke pero se que no puede...
    • ¿Sai sólo siente preocupación o querrá algo más?pes to pienso que es`reocupacion ya que se concen desde la infancia
    • ¿Que creen que pasara el siguiente capítulo?ni idea pero si es = o mas interesante que este me va a fasina
    • ¿Les ha gustado el capítulo de hoy?si pordios estan facinante
    me super mega encanto todo!!! mas cuando Sasuke basa a Sakura :) pero que lastima que haya muerto :( jejeje ya espero con muchas ganas la conti gracias por el aviso :)
     
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  7.  
    Rincita

    Rincita Iniciado

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    Esta super padre aunque solo leí el capitulo 1 luego leo los otros 2 y te vuelvo a comentar y esque están muy largos (eso es bueno) y me invitaste un poco tarde y me tengo que quitar de la compu y no termino de leer:mad:
    La ortografía esta muy bien (aunque no me fije) pero no note nada malo.:confused:
    Gracias por invitarme a leer tu fic, espero la conti:)
     
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  8.  
    kaze Dupre

    kaze Dupre Iniciado

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    Título:
    Almas elegidas.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    5843
    Así que, al fin y al cabo, no estaba loca. Había seguido los dictados de mi corazón y había encontrado a mi amor. Lo había abrazado y besado, y eso era lo único que importaba.

    — ¿Eres consciente de que corres peligro? —murmuró Sasuke mientras me contemplaba como si fuera él quien no pudiera creer lo que veían sus ojos. Tenía un brazo alrededor de mi cintura y se había echado hacia atrás para verme mejor—. Todos nosotros juramos mantener el secreto: Naruto, los otros y yo.

    —No me lo digas… Jiraya Los obligó a jurarlo —supuse, y suponía bien.

    Sasuke asintió.

    —Tú perteneces al otro lado, Sakura; al mundo de los vivos. Debemos mantenerte alejada de nosotros.

    — ¿Por eso oigo el batir de alas y siento la presencia de las calaveras? —Le expliqué lo asustada que estaba al volver a ese lugar—. Pero, Sasuke, te quiero tanto que habría arriesgarlo cualquier cosa para encontrarte.

    —Y lo has hecho —susurró mientras me sujetaba aún más fuerte. Noté la suavidad de sus labios en mi mejilla—. Eres la única que lo quiso con la suficiente fuerza y tuvo el suficiente coraje para luchar por ello. Pero ¿qué es lo piensas de lo que te he dicho de los zombis? ¿No te entran ganas de salir corriendo?

    Le cogí un mechón de pelo y le di un tirón.

    — ¡Basta ya de hablar de eso! Estoy aquí, y no pienso ir a ningún sitio.

    No me habría separado de Sasuke ni por todo el dinero del mundo.

    Sonrió ampliamente y, durante unos segundos, volvió a ser el mismo bromista y despreocupado de siempre.

    —Escucha. No todo se ciñe a una melodramática cuestión de venganza y justicia. Por lo que Naruto me ha contado, y él lleva aquí más tiempo que yo, también puedo divertirme.

    — ¿Cómo?

    —Hipnotizándote.

    Retrocedió, me apuntó con un dedo como si me tuviera en el punto de mira y… ¡bam!

    — ¿Por qué querrías hacer una cosa así? —Arremetí contra él y lo agarré de la muñeca—. ¡Si con solo mirarte haré todo lo que me pidas!

    —Vale. Olvídalo. —Sasuke liberó mis dedos de su muñeca. Pude ver por el brillo de sus ojos que disfrutaba de lo lindo burlándose de mí—. ¿Y qué me dices de esto? Puedo desaparecer cuando quiera.

    Lo agarró con fuerza una vez más, esta vez sujetándolo con ambos brazos alrededor de su pecho.

    — ¡Ni te atrevas!

    —Más cosas. Juegos mentales. Puedo viajar a través del tiempo si lo deseo.

    — ¡Vaya! Como Superman.

    En esto no podía engañarme, así que decidí comportarme como si no me impresionara. Mi corazón estaba demasiado henchido por la sorpresa y la alegría al escucharlo, y me sentía hechizada por su presencia.

    — ¡Eh! ¿No estás asustada? —Sus labios se curvaron hacia abajo. Aún se burlaba de mí mientras seguía acariciándome con el pulgar—. ¡Estás colgada de un zombi!

    Se liberó, levantó ambos brazos delante de él y empezó a pasear por el establo con las piernas rígidas y arrastrando los pies, así que obtuve una buena panorámica de su estrecha cintura, la curva de la base de su espalda, el diminuto tatuaje de las alas de ángel y los músculos de sus anchos hombros.

    —Sí, sí, ya he visto todas esas pelis —repuse con un suspiro—. ¿Y dónde está el cementerio, y los cadáveres descompuestos y los terroríficos caníbales?

    Sasuke dejó de arrastrar los pies y de bromear.

    —Todo eso no es más que publicidad negativa, un horror. Nada de eso es real. Lo único en lo que aciertan las películas es en que sí nos movemos en grupo, y Jiraya establece las normas. Carecemos de libertad de movimientos. Él es quien manda.

    —Vale, eso ya lo he entendido. Y también sé que se enfadará cuando se entere de que estoy aquí.

    —Eso ya lo sabe, créeme. Sus sentidos, en especial el oído, están muy aguzados. Es capaz de oír cómo cae una hoja de un álamo al tanque de agua.

    —Realmente espeluznante —dije sin aliento.

    Y lo decía en serio.

    Sasuke asintió.

    —Es imposible que no te oyera llegar.

    — ¿Y por qué no lo ha impedido?

    —Tiene sus motivos. Quizá quiera ponerme a prueba, comprobar si acato sus órdenes.

    Mi guapo novio se encogió de hombros.

    —Cosa que no has hecho —le recordé, repentinamente preocupada por su bienestar—. ¿Hay algún tipo de castigo si rompes la regla de no hablar con intrusos?

    Volvió a encogerse de hombros, pero esta vez con menos despreocupación.

    —Todos estamos aquí como un gran favor. Son muchas las almas muertas que quieren salir de sus tumbas, pero solo unas cuantas son las escogidas, casi siempre aquellas sobre las que se cierne un misterio. Así que supongo que son un buen puñado las que han vuelto, todas ellas con un excelente motivo para ocupar mi lugar. Jiraya podría echarme y sacar a una de ellas del limbo, sin problemas.

    Me quedé paralizada durante un rato, con los ojos cerrados, conmocionada por un pánico repentino y sobrecogedor.

    —Sasuke, no deberías estar aquí hablando conmigo —comprendí—. Si te vas ahora y no vuelves a verme otra vez, quizá Jiraya no te castigue. Lo digo en serio: ¡tienes que irte!

    Mientras lo empujaba hacia atrás contra la puerta principal del establo, Sasuke se dio la vuelta y me cogió de las muñecas.

    — ¿Eso es lo que piensas de mí? —protestó; sus ojos destellaban furiosos—. ¿Qué seria capaz de renunciar a ti? Mírame, Sakura. Soy yo: ¡Sasuke! ¿No he sido siempre sincero contigo? Mírame y lee lo que llevo escrito en mi corazón.

    Lo único que vi fue una llamarada de amor. Las llamas nos engulleron a los dos y me sentí impotente.

    —De acuerdo, nos enfrentaremos a esto juntos —susurré mientras me brotaban las lágrimas—. Sea cual sea el castigo de Jiraya, tendrá que aplicarlo a los dos.

    —Realmente conmovedor. —Obviamente, el hombre había estado escuchando todas y cada una de nuestras palabras. Entró en el establo a grandes zancadas acompañado por Naruto y Karin—. Si lo tuviera, hasta mi corazón se habría conmovido.

    Sasuke oyó la voz de Jiraya y los dientes le rechinaron. Me pasó un brazo por encima del hombro y luego se dio la vuelta para encararse a él.

    —No dejaré que le hagas daño —dijo con firmeza—. Ella no ha hecho nada malo.

    Jiraya avanzó entre las sombras de la parte trasera del establo. Tenía los brazos cruzados en el ancho pecho, y se había recogido y apartado de la cara la espesa mata de pelo gris.

    —Sakura ha hecho caso omiso de las advertencias —señaló—. Y eso está muy mal.

    —No me das miedo —mentí, y Jiraya lo sabía. Su sonrisa era fría y cruel—. No voy a abandonar a Sasuke.

    —No tienes otra opción.

    Jiraya se me acercó lo suficiente para verle el revelador tatuaje de las alas de ángel en la sien. Estaba más descolorido que el que Sasuke llevaba en la espalda, como si lo tuviera desde hacía mucho tiempo.

    —Tú no me mandas —le dije mientras sentía el brazo protector de Sasuke, que no se había movido de donde estaba tras retar a Jiraya—. Yo no soy un miembro de tu banda.

    Estaba claro que a Jiraya no le gustaba el vocabulario que yo había empleado. Frunció el ceño y me echó una mirada asesina aún más furibunda que dia anterior.

    —Muy bien, señorita bocazas, ya he oído bastante. ¿No prestaste atención cuando Sasuke te advirtió que podemos adentrarnos en tu mente e hipnotizarte? Métete esto en la cabeza, Sakura: puedo limpiarte la mente, como un maestro de escuela borra las palabras de una pizarra.

    Ahogué un grito y me giré hacia Sasuke.

    — ¿Puede hacer eso?

    Asintió.

    —Será mejor que le creas. Así es como nosotros hemos podido vivir durante todo este tiempo sin que nadie haya tenido conocimiento de nuestra existencia.

    Naruto dio un paso adelante para proseguir con sus explicaciones. Se situó entre Sasuke y yo con el semblante serio.

    —Sakura, las Almas Elegidas deben permanecer en el más absoluto de los secretos. Llevamos aquí casi un año, y hemos logrado mantener el secreto gracias a juegos mentales, vaciando la mente de las personas con ayuda de la hipnosis.

    —Pero, exactamente, ¿cómo? —insistí mientras mi mirada iba de Naruto a Karin.

    En cuanto Sasuke se apartó de mí, me sentí sola y asustada.

    —Muy fácil —interrumpió Karin. Recordé la forma característica que tenía de saludar cuando estaba viva, un gesto de la mano rápido y desdeñoso, como si apartara un bicho—. No hay mucha gente del otro lado que pase por aquí; está muy alejado de la carretera, y solo se acercan a la colina los que van de caza y algunos críos para hacer el tonto y pasar la noche de acampada. Puede que algunos descubran el tanque de agua y quieran echar un vistazo.

    — ¿Y entonces qué?

    Me descubrí a mí misma observando a Karin en busca de su marca de la muerte. Estudié su rostro: nariz larga y recta, grandes ojos oscuros, cejas perfectas y arqueadas que le conferían una indeleble expresión de egocéntrica presumida; nada que sugiriera que era una zombi.

    —Puede que hasta nos vean trabajar en el huerto o en el corral —prosiguió—. Entonces es cuando uno de nosotros se les aparece por detrás y los pilla con la guardia baja. Solo se precisa una mirada especial.

    —Para hipnotizarlos y limpiar su memoria —añadió Naruto. Tenía el ceño medio fruncido, y posó su mirada ansiosa en mí y en Sasuke, y luego en Jiraya—. Nos introducimos en sus mentes y los obligamos a alejarse, a dar media vuelta hasta la colina y la alameda. Después los despertamos y no recuerdan nada de lo que les acaba de pasar.

    —Se limitan a largarse zumbando de aquí —repuso Karin con una leve sonrisa—. Despiertan con dolor de cabeza y una sensación extraña y molesta de que algo no va bien. La mayoría no llega hasta su coche andando, sino corriendo.

    —No me lo digas, oyen un batir de alas, que los envuelve y los asfixia. No saben de dónde precede y es lo bastante fuerte para volverlos locos. —Casi me eché a reír; conocía demasiado bien algunos de los métodos que el grupo empleaba para espantar a la gente del otro lado—. ¿Es eso lo que me vas a hacer ahora? —le pregunté a Jiraya, quien permanecía demasiado tranquilo y no dejaba de observarme con una mirada llena de odio—. ¿Borrarme la memoria?

    —Tal vez —murmuró—. De todas formas, acabarás dándome las gracias. La vida es mucho más sencilla cuando se desconoce nuestra existencia.

    Ahogué un grito y agarré a Sasuke.

    —Dile que no lo haga —le rogué—. Ahora que por fin te he encontrado, no quiero olvidarlo.

    —Yo tampoco —susurró mientras me miraba intensamente—. Quiero recordarlo todo de ti, de nosotros.

    —Sakura, sabes que estás poniendo a Sasuke entre la espada y la pared. —El tono de voz seco de Karin quebró el silencio—. Olvidas que ahora no tiene libertad para escoger. Como miembro de las Almas Elegidas, debe obedecer a Jiraya; en caso contrario regresará por donde ha venido sin resolver su situación. Aunque, por otra parte, si se comporta como un buen chico y hace cuanto Jiraya le dice, te perderá para siempre.

    —El pez que se muerde la cola —reconoció Naruto.

    — ¡No me creo que podáis borrar de mi mente todo esto! —Hice un gesto con el brazo que abarcó el establo resonante y luego sostuve la cabeza de Sasuke entre las manos para obligarle a mirarme a la cara. Le hablé de manera que los otros no pudieran oírnos, o eso pensé. Pero subestimaba su capacidad para oír la caída de una hoja de álamo—. ¿Cómo podría olvidar que te he vuelto a encontrar aquí, que me has tenido en tus brazos y que te he besado de nuevo?

    —Díselo, Sasuke —me interrumpió Karin.

    —Créelos —susurró él, con voz ahogada—. Tus recuerdos desaparecerán. Nunca volverás a verme.

    Me desesperé por momentos al oír sus palabras.

    — ¡No se lo contaré a nadie! —grité mientras corría hasta Jiraya y le suplicaba como una niña pequeña—. ¡Te prometo que no se lo contaré a nadie en el mundo!

    Jiraya ni se inmutó. Parecía como si le hubieran cincelado la cara en una piedra; casi podías ver las marcas afiladas del cincel.

    —Crees que no lo harás —señaló—. Aunque lo jures por tu vida, siempre habrá una ocasión en que puedas cometer un error, que se te escape el secreto… y entonces estaremos acabados.

    —Literalmente —dijo Karin——. Si el otro lado nos descubre nos iremos para siempre.

    —Sin cumplir con nuestro cometido. —Naruto retomó el hilo del relato—. Escucha, Sakura, llevo aquí casi un año, intentando descubrir lo que paso ese día, la Harley, la carretera, el accidente, pero me resulta muy difícil. No tengo recuerdos de lo sucedido y eso me está volviendo loco. Tampoco puedo ponerme en contacto con Hinata apenas sale de casa. Y se me acaba el tiempo. Ya no me queda mucho.

    —Hinata hace lo que puede —le conté—. La han operado varias veces para que pueda volver a caminar. Son sus padres… la protegen demasiado.

    Naruto levantó una mano para cubrirse los ojos. Se frotó la frente con el pulgar y el índice.

    —Tenía un miedo horrible de que pudiera morirse —confesó.

    Negué con la cabeza.

    —La vi ayer por primera vez. Está muy delgada. Y todavía va en silla de ruedas. Pero acabará por recuperarse del todo.

    Naruto se apartó la mano de la cara para mostrar que sus ojos estaban anegados en lágrimas.

    —Fui tan estúpido… Mi Harley y yo, siempre haciéndome el importante. ¡Creía que era el rey de la carretera! Salimos esa tarde, atravesamos Centennial hasta la autopista. Hinata se iba riendo. Les había dicho a sus padres que iba a visitar a una amiga y ellos se habían tragado esa mentira.

    —A ellos no les gustaba que subiera a la Harley de Naruto —le interrumpió Karin—. A ellos no les gustaba Naruto, punto.

    —Ella se iba riendo mientras me agarraba fuertemente de la cintura —recordaba Naruto—. Llegamos hasta la cruz de neón de la cresta de Turkey Shoot. La carretera describe una curva en ese punto, aunque no es demasiado pronunciada. —Bajó la voz hasta un apenas perceptible murmullo—. Tomé la curva y no sé nada más. Estoy en blanco. Eso es todo.

    —Naruto se culpa del accidente. —Karin exponía los hechos sin rodeos—. No recuerda los detalles, pero la autopsia evidenció que se había roto el cuello y que había muerto en el acto. Además, también está convencido de que estuvo a punto de matar a la chica a la que quiere.

    —Al igual que todo Ellerton —susurró Naruto—. Han dictado un veredicto en mi contra; ya viste los titulares.

    Cuando veo a otro llorar, siento un nudo en la garganta que hace que me entren ganas de llorar a mí también.

    —Hinata no te echa la culpa —le dije para consolarlo—. No está resentida ni nada parecido.

    — ¡Sakura, tienes que pedirle perdón de mi parte! —gritó—. Dile que nunca quise hacerle daño.

    Karin, la voz de la razón, volvió a entrometerse.

    — ¿Cómo va a contarle nada a Hinata después de que Jiraya le borre la memoria? Va a apretar el botón de suprimir, ¿recuerdas?

    — ¡No! —Exclamó Sasuke—. Sakura nos guardará el secreto. —Se enfrentó al adusto hombre mayor—. Puedes confiar plenamente en ella.

    Jiraya le obsequió con una leve sonrisa.

    —Apostarías tu vida en ello... si tuvieras una vida que perder.

    —No bromees. Hablo en serio. —Mientras Sasuke se acercaba a Jiraya y trataba de obligarlo a bajar la mirada, Naruto, Ino y Karin empezaron a ponerse nerviosos—. Lo digo de verdad —insistió—. Me importa más Sakura de lo que me importo a mí mismo. No quiero que ensucies su mente.

    —Como ya he dicho antes, me parece muy dulce y conmovedor —se burló Jiraya—. Pero, lo siento, chico, ni siquiera has estado a punto de hacerme cambiar de opinión, puesto que Sakura cedería a la presión. En cuyo caso, el descubrimiento de las Almas Elegidas se filtraría y ninguno de nosotros obtendría lo que queremos.

    Su pausado razonamiento logró introducirse directamente bajo la piel de Sasuke.

    — ¿Cómo vas a hacerlo? —Increpó con voz enardecida hasta el punto de hablar más alto de lo que solía, casi a gritos—. Primero le das un susto de muerte y, sin embargo, le permites traspasar las barreras. Dejas que volvamos a encontramos. Y luego nos cierras la puerta en la cara. —Se giró en redondo para enfrentarse a Naruto—. Dile que no puede hacer eso; ¿no puede borrar la memoria de Sakura?!

    Naruto se encogió de hombros.

    —No servirá de nada cuanto diga. Eso depende de Jiraya.

    Jiraya le dio la espalda a Sasuke y se me quedó mirando,

    — ¿No quieres volver a Ellerton? —preguntó—. ¿Con tu familia, ir al instituto y elegir universidad como cualquier otra chica en su último año de instituto?

    —Yo no soy como las demás —protesté furiosa——. Yo no voy con la masa. Díselo, Sasuke.

    Sin embargo, su última protesta parecía haberlo dejado completamente vacío y lo único que podía hacer era permanecer a mi lado y cogerme de la mano.

    —Muy bien, pues esto es lo que vamos a hacer ahora —decidió Jiraya—. En estos momentos tengo algo muy importante entre manos, así que no tomaré una decisión hasta que haya pensado en ello con mayor detenimiento, puede que a lo largo del día de hoy. Karin, lleva a Sakura a la casa y siéntate con ella. Naruto y Sasuke, vosotros venís conmigo.

    Yo no quería abandonar el establo, me asustaba la idea de que, en cuanto Sasuke desapareciera de mi vista, no volviera a verlo nunca más. Sin embargo, Karin me miró de manera significativa. Hizo un truco mental propio de una zombi, venció mi resistencia y me obligó a seguirla sin ni siquiera mirar por encima de mi hombro. Mis extremidades se movían sin que yo se lo pidiera.

    —Considérate afortunada —me dijo Karin.

    El viento se apoderó de su larga melena y esta le azotó el rostro a medida que cruzábamos el patio. Se sacó una llave del bolsillo y abrió la puerta de la vivienda.

    — ¿Y eso por qué?

    —Tienes todo el día de hoy; unas horas extra para poder estar con Sasuke, para saber qué pasa aquí. Eso es mucho más de lo que consigue la mayoría.

    Al entrar en la casa museo, Karin me sentó en una mecedora polvorienta junto al horno de la cocina. Ella se sentó en el borde de la mesa y me miró fijamente.

    —Supongo que estás muy enamorada de él —murmuró.

    —Completamente. No quiero vivir sin él. No me importa lo que Jiraya haga conmigo. Lo único que me importa es Sasuke.

    —Más afortunada aún —suspiró Karin—. Nunca llegué a sentir nada igual por nadie cuando estaba en el otro lado, y supongo que ya nunca lo haré.

    —Pues entonces déjame salir de aquí. —Me di cuenta de que mis palabras habían abierto una brecha en la coraza de Karin—. Nadie sabrá que dejaste la puerta abierta y me permitiste escapar. Y prometo una vez más que no se lo diré jamás a nadie.

    Ella negó con la cabeza, mientras balanceaba despreocupadamente las piernas por encima del borde de la mesa.

    — ¡Oh, Dios, Sakura! Y yo que te tenía por una alumna de sobresalientes. Un poco friki, pero sin duda de sobresalientes,

    Furiosa, salté de la silla.

    — ¡Y yo siempre he pensado que estabas enamorada de ti misma! —le repliqué—. ¡Y tenía razón!

    Otra mirada de Karin hizo que me flaquearan las piernas y me derrumbé en la silla.

    —No olvides que Jiraya oye todo cuanto decimos —me recordó—. Está aquí fuera con Sasuke y Naruto, a la busca y captura de los cazadores de fin de semana. Hay un grupo de ellos acampado en el camping del puente Government, el que está río abajo. Jiraya quiere asegurarse de que no se desvían en esta dirección. Aunque eso no significa que no nos esté oyendo.

    Me sentí tan frustrada que noté que los párpados me escocían y se me llenaban de lágrimas.

    —Todos vosotros no sois más que sus prisioneros. ¿Cómo podéis vivir así?

    Karin me obsequió con una débil sonrisa.

    —Esto no es «vivir»; al menos no de la forma en que tu lo entiendes. Métetelo en la cabeza de una vez por todas, Sakura: Sasuke no está vivo. Ninguno de nosotros lo está.

    —Sea lo que sea Sasuke, sea lo que sea, yo quiero estar con él —le dije—. Eso es lo que tienes que meterte tú en la cabeza.

    Para ser sincera, yo nunca había sido amiga de Karin. Habíamos ido a la misma clase desde que empezamos el instituto, pero nunca llegamos a congeniar. Ella era una solitaria —mucho más que yo—, y jamás se abría a los demás ni dejaba que se le acercaran. Puede que estuviera celosa de ella por su aspecto, su estilo, su inteligencia, por tener cuanto se puede desear.

    —Bueno, no voy a discutir contigo —me replicó—. Pero tampoco voy a dejar que te vayas. Y aprovechando que estamos aquí, voy a aclararte un par de cosas.

    —Pues adelante.

    Recliné la cabeza contra el duro reposacabezas de madera e intenté controlar el mar de lágrimas que amenazaba con inundar mis ojos.

    —En primer lugar, odias a Jiraya por motivos obvios. Pero su misión consiste en mantener el grupo a salvo. Es nuestro jefe supremo, y sin él desapareceríamos sin dejar rastro. Es a él a quien debes darle las gracias por haber encontrado a Sasuke.

    — ¿Qué clase de jefe supremo? —El poder de Jiraya me parecía cada vez más terrorífico—. ¿Por qué es él quien está al mando?

    —Escucha. No es la primera vez que Jiraya regresa al otro lado. Lleva muchos años muerto, casi cien años. Si estuviera vivo tendría veinte años más que este rancho, construido con sus propias manos.

    Me erguí en el asiento y miré fijamente a Karin.

    — ¿Murió en esta casa?

    —Si. Alguien le pegó un tiro, aquí. —Se señaló la frente—. La bala le llegó al cerebro. Jamás se pudo probar quién lo hizo y, de todas formas, ya es demasiado tarde; en estos momentos, su asesino ya debe de estar muerto y enterrado. Jiraya se quedó en el limbo. Se convirtió en jefe supremo, dispuesto a devolver las almas al otro lado y guiarnos en nuestra misión. Nosotros somos el sexto grupo que dirige. Somos ocho; nueve, incluido Jiraya. Un buen puñado de almas inquietas de las que hacerse cargo, así que no es de extrañar que sea tan estricto.

    — ¿Se muestra alguna vez…? —Callé en busca de la palabra adecuada.

    — ¿... humano?

    Karin se echo a reír. Seguramente había oído ruido fuera en el patio y por eso fue a abrir la puerta. Le franqueó la entrada a Ino, quien llevaba un cuenco de sopa y algunas tostadas que depositó con cuidado encima de la mesa.

    —Sakura quiere saber si Jiraya se relaja alguna vez —explicó Karin.

    — ¡Eh, Sakura! —Exclamó Ino, haciendo caso omiso de la pregunta mientras evitaba mi mirada—. Puede que Jiraya y los chicos estén un buen rato fuera. Tienes que comer un poco.

    Negué con la cabeza.

    — ¿Crees que puedo comer? Ino, necesito convencer a Jiraya de que se desdiga. Quiere aniquilar de mi memoria el recuerdo de todos vosotros. ¿Cómo puedo impedírselo?

    —De ninguna manera —respondió en voz baja.

    Al igual que los otros, Ino tenía el mismo aspecto de cuando estaba en lo que llamaban el otro lado: un cabello sedoso. Vestía un top azul celeste vaporoso que dejaba a la vista un hombro de una constitución tan delicada como la de un pájaro.

    —Eh, soy yo, Sakura, estás hablando conmigo —protestó—. Somos las chicas que íbamos juntas a todas partes. Prácticamente parecíamos siamesas cuando…

    — ¿Cuando estaba viva? —Me interrumpió mientras me miraba directamente a los ojos—. Lo sé, Sakura. Y me duele en el alma no poder ayudarte. Ya sabes el porqué.

    —Pero ¡puedo encontrar una manera de ayudaros! —Me puse de pie para que Karin y Ino me prestaran atención—. Estéis aquí con una misión, ¿verdad? Todos vosotros habéis abandonado el limbo para que se os haga justicia.

    Las dos fruncieron el ceño. Ino escuchaba atentamente. Karin siguió con su actitud distante y suspicaz.

    —Bien, pues puedo hacer algo por ustedes. Puedo volver a Ellerton y hacer de detective. Ustedes me dicen lo que quieren preguntar, y yo les conseguiré las respuestas.

    Extendí las manos con las palmas hacia arriba. De repente, me había convertido en un genio.

    Karin se echó a reír.

    — ¿Tú y cuántos más polis expertos en homicidios?

    — ¿Qué quieres decir? ¿Insinúas que no soy capaz de hacerlo? —Karin Seido tuvo que ser la persona más irritante de todo el instituto Ellerton—. Puede que no quieras mi ayuda, pero, Ino, te recomiendo que reconsideres la idea. Escúchame, vi a tu padre el otro día. Puedo telefonear a tu casa cuando quiera, y darles a él y a tu madre el recado que tengas que darles.

    Ino respiró muy hondo.

    —Los echo mucho de menos. Lo lamento tanto…

    —Como todos nosotros —la interrumpió Karin—. El pueblo entero está sobrecogido. Este tipo de cosas, los crímenes de arma blanca, los disparos, ocurren en las grandes ciudades, no aquí, en Ellerton. Es como si un terremoto hubiera sacudido este lugar, como si la tierra se hubiera abierto y todos hubieran caído dentro.

    Yo estaba conmocionada por la fuerza de sus palabras. Conmocionada por el hecho de que ellas tenían razón. Habían segado la vida a cuatro estudiantes del instituto y los padres pasaban cada día por el mal trago de preguntarse quién sería el siguiente.

    — ¿Y con qué cuentas para ayudar a esa gente? —Karin había dejado a un lado su pose desdeñosa y realmente parecía interesada en la respuesta—. ¿O para averiguar algo que nos sirva a Ino y a mí, o a Naruto y a Sasuke?

    No me daría por vencida. No abandonaría antes de empezar.

    —Tengo más posibilidades que tú —le dije—. Al menos, no tengo que esconderme.

    La tarde avanzaba lentamente. Permanecí sentada en la mecedora mientras el polvo de un siglo de antigüedad se aposentaba sobre mí.

    — ¿Dónde están? —Pregunté a Karin, quien seguía montando guardia—. ¿Qué es lo que vigila Jiraya?

    Ella estaba sentada junto a la ventana y miraba hacia fuera.

    —Debe de haber algún problema en el puente Government. Han hecho venir a Konan, una de las otras chicas, para ayudarnos. No es la primera vez que pasa.

    — ¿Y eso qué quiere decir?

    Parecía renuente, y yo necesitaba que me proporcionase más información.

    —Se avecinan problemas. Estamos a principios de la temporada de caza y eso significa la llegada de los tipos con un exceso de músculos y armas. ¡Menudos héroes!

    —Vi un ciervo en la cresta —recordé.

    —Por aquí hay muchos —me explicó Karin—. Hay muy buen pasto en la cresta y valle abajo. Antes de que nos demos cuenta el lugar estará infestado de cazadores.

    — ¿Podéis haceros cargo de todos? —pregunté.

    Karin asintió.

    —Algunos de esos cazadores están siempre alerta. Sospechan que por aquí pasa algo raro y eso los tiene inquietos.

    —El lugar les asusta y no saben por qué.

    Rápidamente me hice una composición de lugar: un batir de alas resonando con fuerza por encima de las cabezas de esos tipos duros, rostros cadavéricos cerniéndose sobre ellos y arrancándoles sus recuerdos.

    —Jiraya cree que se habla de ello en los bares del pueblo, en las gasolineras y en las armerías. Algunos planean ir juntos y hacerle frente. Puede que sean esos los que están ahora mismo en el camping.

    Me levanté y me dediqué a pasear por un suelo de tablones que crujía a mi paso.

    —No te preocupes, no pueden matar dos veces a Sasuke —dijo Karin con una sonrisa lúgubre—. De todas maneras, esos tipos armados no pueden verle ni a él ni a los otros. Podemos volvernos invisibles en cuanto queramos. No, creo que lo que pasa es que los vigilantes se han dividido en parejas y que algunos aún merodean por los alrededores, hasta que Jiraya los localice. Y, cuando lo haga, saldrán de aquí pitando.

    «Les dará un susto de muerte, y son demasiado machotes para admitirlo.» Pensé en todos los fanfarrones y pagados de sí mismos que llenaron esa noche los bares del pueblo.

    — ¿Quieres que te cuente algo realmente divertido? —Me preguntó Karin—. El padre de Naruto es uno de los vigilantes.

    — ¡No me lo creo!

    —Lo que yo te diga; lo es.

    — ¡Pues no me parece nada divertido! Pobre Naruto, ahí fuera, dando un susto de muerte a su padre.

    Mientras hablábamos y Karin sonreía, y a mí me daban ganas de vomitar y ponerme a gritar, una figura apareció en la cima de la colina y echó a correr montaña abajo. Reconocí a Sasuke de inmediato en cuanto le vi a través de la ventana, así que me di la vuelta y me precipité a abrir la puerta de la cocina.

    — ¡Ni se te ocurra! —me advirtió Karin cuando me disponía a atravesar el patio a toda prisa.

    Ella corrió detrás de mí, me cogió de la muñeca y me la agarró tan fuerte que parecía como si me hubiera puesto una argolla de acero. Llamé a Sasuke a gritos mientras le veía cubrir el tramo de tierra con sus amplias zancadas, y volví a preguntarme como alguien que parecía tan lleno de vida y fuerza podía estar muerto.

    Sasuke saltó una valla de madera y cruzó el patio a la carrera.

    —Todo esta correcto, el camping está limpio. Los cazadores por fin se han metido en sus jeeps y se dirigen al pueblo.

    — ¿Cuántos son? —preguntó Ino, que había salido del establo al oír las pisadas de Sasuke.

    —Diez en total.

    — ¿Incluido Minato Uzumaki? —quiso saber Karin.

    —Sí. Ha sido muy duro para Naruto.

    Sasuke advirtió que me tenía cogida con fuerza de la muñeca.

    Le frunció el ceño y Karin me soltó.

    —Jiraya se ha encargado de él, y le ha asegurado que se mantendrá alejado de Minato. Pero Naruto vio a su padre a lo lejos, montado en su moto, por la carretera de Foxton. Se ha comprado una Harley, igualita que la que Naruto destrozó.

    Nadie dijo ni una palabra durante un rato. Después, Sasuke me cogió de la mano con delicadeza.

    —Ven conmigo —me pidió, y me llevó hasta el interior del establo para poder sentarnos y estar un rato tranquilos a solas.

    Nos sentamos cogidos de las manos en los escalones de madera que conducían al granero, donde un rayo de luz caía sobre nosotros y la sensación de calma se apoderaba de mí.

    —Sakura... —empezó a decir Sasuke.

    Puse un dedo en sus labios.

    —Sea lo que sea lo que tengas que decirme, no lo hagas.

    Así que se dedicó a mirarme a los ojos. Los suyos eran de un color azul grisáceo hipnótico, más profundo que el océano, sus cejas eran rectas, y sus pómulos, tan pronunciados que enmarcaban y resaltaban sus ojos aún más.

    —Quisiera eternizar este momento. —Los rayos de sol en el establo, los corpúsculos de polvo danzando en el aire, una paloma blanca en las vigas—. ¿Puedes detener el tiempo? —murmuré.

    —Aún no he aprendido a hacer eso. —Sonrió y me cogió una mano entre las suyas—. Ni siquiera Jiraya es tan poderoso. Sakura, ¿cuánto tiempo estuvimos saliendo juntos?

    El cambio de tema me sorprendió; sin embargo, di con la respuesta sin tener que pensarla.

    —Durante dos meses, dos días y siete horas. Toda una vida.

    —Pasó muy rápido —respondió mientras estudiaba la palma de mi mano y reseguía la línea de la vida hasta la base de mi pulgar—. Jamás dejé de pensar en ti, ni un solo instante. Siempre te llevé conmigo.

    — ¿Incluso antes de que nos besáramos?

    Sasuke asintió, miré hacia el suelo y luego volvió a observarme con los párpados entrecerrados.

    —Desde el día que me dirigía al instituto y te vi. ¡Bum! Mi corazón explotó. Y cuando empezamos a salir juntos, tampoco sentí que fuera nuestro primer beso. Era como si me hubiera pasado toda la vida besándote.

    Me incliné hacia delante, con mi mejilla rozando la suya.

    —Era tan perfecto. .. Y ahora que te has ido ya no puedo soportarlo.

    —De eso quería hablar contigo —dijo. Me apartó el pelo de la cara y me obligó a mirarle a los ojos—. Quiero que me prometas que encontrarás la manera de seguir adelante con tu vida sin mí.

    — ¡No! —supliqué—. Ahora estoy aquí. ¡Y no pienso ir a ninguna parte!

    —Escúchame. Jiraya volverá en cualquier momento. Tienes que prometérmelo antes de que venga; no cometas ninguna estupidez.

    — ¿Cómo olvidarme de seguir viviendo?

    Mi patética intentona de mostrarme de buen humor acabo por quebrantar mi voz mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas.

    —Sakura —Sasuke me cogió de la nuca con las dos manos—, tienes toda una vida por delante. Vívela por mí, ¡te lo ruego!

    —También podría morir y reunirme contigo —imaginé—. Podría volver y encontrarme contigo en el limbo. Volveríamos a estar juntos de nuevo.

    Negó con la cabeza.

    —Esto no funciona así. Basta ya, me estás volviendo loco.

    — ¿Estás seguro de que no es al revés?

    Al fin y al cabo, era yo quien iba a la consulta de una psiquiatra.

    —No tenemos mucho tiempo —insistió Sasuke—. Tengo que hacértelo entender. El amor no se acaba solo porque no esté contigo. Continúa. Yo te quiero. Tú me quieres… para siempre.

    — ¿Dónde continúa el amor? ¿Cómo?

    Estaba desesperada. Seguramente, Sasuke desconocía el vacío que sentí en el corazón cuando murió; de lo contrario, no habría dicho nada de eso.

    —Simplemente, continúa. Cada vez que piensas en mí; eso es amor. Cada puesta de sol, cada gota de agua transparente como el diamante en el río Deer. .. Eso es el amor.

    —Oh, pero con eso no basta. Te necesito conmigo, ¡a mi lado!

    Su marcha me habría partido el corazón.

    Ni siquiera parpadeó.

    Pero yo estoy aquí. Mi corazón está aquí. Confía en mí.

    Cerré los ojos y luego volví a abrirlos.

    — ¿Puedes ver el futuro? —susurré.

    Quería saber si siempre sería feliz.

    —No. Solo el pasado. Puedo llevarte hasta nuestra primera cita, hasta la primera vez que te cogí de la mano y me dijiste que te resultaba muy raro, que yo no era como pensabas.

    —Y tú dijiste; « ¿Cómo creías que sería?» —Murmuré mientras lo recordaba palabra por palabra—. Y, como siempre, salté como una cascarrabias y te dije que creía que eras un broncas como Itachi, y tú te reíste y contestaste: « ¡Gracias por el cumplido!». Y yo te dije que no te ofendieras, que no quería decir que fueras un machista ni nada parecido, que simplemente pensaba que eras un encanto…

    Sasuke me miró con una amplia sonrisa.

    — ¿Lo ves? —dijo, y me puso mi mano en mi corazón y la sostuvo allí—. Ahí es donde anida el amor. Jamás desaparecerá.

    En ese preciso instante Jiraya y Naruto entraron en el establo.



     
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    Fernandha

    Fernandha Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

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    Uff~ Bien, cumpliendo lo prometido trato de pasar a todo lo que me invitan, espero que ésto no sea un poco tarde en tu caso ;-; me siento taaan adsf~ x'D Oh genial, creí que nadie conocía "Cuatro almas" una razón más para amarte (?) en un sentido fanático claramente (lol) x'D

    • Capítulo 1:
    Buena trama y gran manera de acoplación al libro, querido. Buena narración y fluidez combinada con el fandom. ¡Grandioso a decir verdad! No soy mucho de pasar por Naruto creo a lo largo de mi estadía he pasado unas cuatro o cinco veces, pero bueno. Veré qué tal con tu desarrollamiento conforme lea :') aunque no soy una Sakura fan supongo que continuaré con la lectura~
    Y el último, Sasuke, rompió mi corazón adolescente. Yo estaba enamorada de

    ese chico. Al principio, desde la distancia; después, estuvimos saliendo durante dos maravillosos meses. Mi tributo floral para él, depositado en el lugar exacto donde lo apuñalaron, fue patético. Rezaba: «Te añoraré siempre. Con todo mi amor, Sakura», y ni siquiera se acercaba a como me sentía.
    Separaste el texto incorrectamente en ésta parte en especial, quiero creer que fue error del >>Enter<< todos tenemos problemas con el teclado abusivo (?) ._.
    Otra cosa:
    ¿Existía la casa? ¿Por qué nunca antes la había visto, ni había oído mencionarla a nadie?
    Siempre que son preguntas o exclamaciones continuas éstas deben de ir separadas por una coma y empezar -siempre- con minúscula.

    • Capítulo 2:
    Una recomendación:
    - Se acentúa el adverbio aún cuando significa ‘todavía’; no se acentúa aun cuando significa ‘hasta’, ‘incluso’, ‘también’:

    Está enfermo aún.
    Esto nos pondrá aún más nerviosos.
    Le ofrecimos un buen horario y un buen sueldo; aun así no aceptó.
    Lo haré con tu ayuda y aun sin ella.
    Dijo mi nombre y aun recordó mi apellido.
    Aun estando enfermo aún, pienso hacerlo.

    Éstos sí deben diferenciarse obligatoriamente mediante el acento diacrítico.

    Posees "ciertos" errores en acentuaciones y comas pero nada que no se pueda arreglar con una segunda (o tercera revisión a lo que escribes) c:
    1. ¿Qué tal les parece el fic? Bastante bueno, sabes (de cierta forma) combinar el libro con el fandom. (Cómo mencioné al inicio del comentario), excelente uso de lenguaje, fluidez y descripción; salvo ciertos fallos técnicos todo bien. Y la idea no original pero si bastante buena :')
    2. ¿Les gusta el trama de la historia? Sí, así es. Hilos constructivos de ideas bien empleados y guías en torno a lo que se leé, es decir, llevas un buen orden de hechos y descripción al igual que emociones -aunque posiblemente éstos no sean tan notorios por la falta de profundidad en éstos-.
    3. ¿Que piensan sobre Sasuke y Sakura? Reitero mi falta de fanátismo por el segundo personaje, personalmente la pareja. De Sasuke no menciono mucho, me gusta el personaje pero no le veo mucho interés hablar de él. Así que así queda mi opinión: En cierta manera supongo que bastante bien estructurada y ¡Yei, yapi, yujú! (?) de todo un poco en su relación, mayormente falta de conocimiento sobre el otro -acentuando a Sakura, no conoce con exactitud a su "antigua pareja"-.
    • Capítulo 3:
    He~ una cosa que se me olvidó mencionar en los capítulo anteriores:
    — ¿Por qué tuviste que contárselo? —le pregunté a Sai.
    No separes el guión del signo interrogativo al inicio; no importa lo que te remarque Word, es incorrecta su separación -ya lo segundo perfecto-.

    Si te soy sincera se me es un tanto complicado el saber que Sakura ha madurado mentalmente tanto -independientemente de las muertes y adsf~- creo que me acostumbré demasiado a su voz chillona en el animé y sus acciones aún adolescentes. Pero conforme avance creo que cambiré mi opinión, por el momento trataré de adaptarme c:

    1. ¿Que opinan de la relación de Itachi y Sakura? Hmf~ supongo que interesante: ¿Disparejamente bella?
    2. ¿Sai sólo siente preocupación o querrá algo más? Ambos lados, pros y contras. Puedo decir algo y sucederá lo contrario opto más por lo segundo. ¡Rayos! Ése chico sin importar qué siempre tiene cosas ocultas, vamos, nos sorprenderá éso lo aseguro.
    3. ¿Que creen que pasara el siguiente capítulo? No sé si deberé responder ya que lo estoy leyendo así que ~
    4. ¿Les ha gustado el capítulo de hoy? (Espero que sí): Bastante bueno, más clavos sueltos y otro más atados (de una forma metafórica). Buen chapter.
    • Capítulo 4:
    La trama cada vez mejor.
    Ortografía más que aceptable.
    Exposición de idas: claras y buena estructuración.
    Narración y redacción magníficas.

    La historia avanza de un modo lento -pausado- pero maravilloso. Más clavos sueltos y otros más atados (vaya frase del día) y estructuración increíble. Cómo dije al inicio: has ido adaptando bien el libro :')

    Fue un gusto el leerte y el comentar; lamentablemente no soy fanática de un SasuxSaku -que es el dilema e hilo principal- así que preferiría parar aquí antes de cometer algo trolling de lo que pueda arrepentirme.
    ¡Hermoso día tengas y suerte en tu historia!

    At: Fer-chan.
     
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  10.  
    sakura haruno

    sakura haruno Entusiasta

    Leo
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    Escritora
    me encanto todo pordios que horrible sentimiento para Sakura no peder tener al hombre que ama a su lado... pero como le dijo Sasuke el amor se anida en el carazon por dios estan genial me encanto el capitulo y espero con muchisimas ansias la conti :D
     
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  11.  
    Ashlotte

    Ashlotte Usuario común

    Tauro
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    Pluma de
    Escritora
    Hola, muchas gracias por invitarme a tu fic. Y lamento la tardanza... u.u'

    Bueno, como han pasado ya tres capítulos, iré con lo técnico en general.

    Tienes buena narración y trama, la ortografía, es muy buena. Pero, he notado que aveces está algo así:
    "La casa de la izquierda era azul Y la de la derecha blanca."
    Allí, si va mayúscula con "Y la", debiste de haber puesto un punto, o en tal caso, una coma y poner esa letra minúscula.
    No estoy diciendo que esta frase la escribiste, es sólo un ejemplo que di.

    Tampoco separes el guión largo de la oración, déjalo junto. También que debes de poner comas para separar las preguntas, y como te dijo Fer, van con minúscula a menos de que halla un punto antes de hacer la pregunta. Noté en algunas partes falta de comas, pero no es nada grave.

    De verdad, te felicito pues tienes una gran escritura, narración y redacción. ^-^

    Okey, ahora te diré mi opinión sobre tu fic.
    Simplemente 2 palabras:
    ¡Lo adoro!
    La trama es genial, me quedé: ¡Wow! De verdad que sí, está muy interesante.
    ¿Qué pasará?, ¿Jiraiya le borrará la memoria a Sakura al final de todo? ._.
    Nee... no es justo, ahora todo el mundo me deja con intriga. U-U
    No me imaginé un fic así, de verdad, jamás me lo pensé. Una genial idea, de verdad genial.
    Pero bueno, creo que con esto ya te dije que me gusta el fic. :p También es un Sasusaku, me encanta esta pareja y con la trama de que tu fic tiene queda... *O*
    Tienes una fiel lectora de tu fic, así que... ¿me podrías avisar cuando pongas conti? ¡Por favor! ;-;

    Bueno, eso es todo. Sin más, me retiro.
    Que pases un buen día, saludos.
     
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  12.  
    ahome higurashi

    ahome higurashi Entusiasta

    Géminis
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    11 Julio 2011
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    Pluma de
    Escritora
    Hola, gracis por la invitacion...
    La verdad no leo nadita de Naruto pero esta historia esta super!!!!!!!!!!!

    nada que decir me quede sin palabras pero de verdad gracias por la invitacion
     
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