One-shot Yo no contestaré

Tema en 'Vocaloid' iniciado por Hygge, 31 Marzo 2018.

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    Hygge

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    Yo no contestaré
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    Lo cierto es que ayer conocí esta canción de Iroha y me apeteció probar a narrarla por mi cuenta, y dado que hacía mucho que no escribía nada, y mucho más que no posteaba en Vocaloid pues... ¡Heme aquí!


    Yo no contestaré

    Cerró la puerta de la clase con notoria brusquedad, silenciando así el murmullo de multitud de sollozos provenientes de la propia aula. Aún así, todos se encontraban tan inmersos en sus propios problemas que no le dotaron de mayor importancia. Ya no soportaba pasar allí dentro ni un minuto más, sentía que si lo hacía se asfixiaría. Acababan de dar las notas del último examen impartido, y los resultados habían sido desastrosos, tal y como ella se esperaba. Pero al parecer, estaba rodeada de una panda de críos que no podían reaccionar de otra manera que berreando como los bebés que eran.

    Frustrada, en medio de su caminata hacia la salida volvió a dirigir la vista hacia el papel que portaba en sus manos. Frunció el ceño, arrugándolo con toda la fuerza con la que podía contar, y lanzó la bola hacia una papelera cercana... acabando mucho más lejos de donde debería, en el suelo.

    "Nekomura Iroha: 2'5/10"

    ¡Agh, maldición! Se había pasado la última noche sin dormir por aquel estúpido examen, y al final no le había servido para nada. Pero realmente la nota no era lo que más le irritaba. Podía llegar a asumirlo, estudiar solo el último día traía sus consecuencias al fin y al cabo. Pero había alguien que, efectivamente, no lo vería de la misma forma que ella. En lo absoluto.

    Ya podía escuchar los gritos de la gorila de su madre como si la tuviera en frente. Le esperaba una buena cuando pusiese los pies en casa.

    Tragó saliva, atemorizada ante aquella visión una vez más, pero abrió la puerta de salida de la institución en vista de que las clases ya habían llegado a su fin, mientras la profesora repartía los exámenes. Intentó despejar su mente, ser valiente y enfrentar su deber mientras buscaba con la mirada el lugar en el que había dejado su bicicleta asegurada. Con lo despistada que era no le sorprendía no recordar dónde la había dejado, pero tras un rato dando vueltas por la salida sin rastro de su bicicleta rosa, comenzó a ponerse pálida. El recuerdo de hace un par de horas de ella depositando la bicicleta sin ninguna clase de candado hizo que su corazón le diese un vuelco.

    ¿¡De verdad se había olvidado de traer el candado!? Eso quería decir que...

    —¡Me han robado la bici! —exclamó la pelirroja, recargándose en un banco cercano mientras sentía sus fuerzas flaquear por momentos. Sentía todo a su alrededor darle cientos de vueltas, haciendo que la sensación de agobio y mareo se incrementase. Cuando quiso darse cuenta, estaba respirando agitada, intentando buscar ayuda de algún estudiante con la mirada. En cualquier momento el corazón se le saldría del pecho.

    Pero allí no había nadie ya. Se había pasado quince minutos dando vueltas por todo el recinto, y todos habían vuelto a casa. El silencio más desesperante fue el único en responder a sus gritos, provocando que el temor de la jovencita incrementase por momentos. Intentó razonar, pensar en una solución para todo aquello, al menos para regresar a casa sana y salva antes de que anocheciera...

    Pero sintió cómo le lanzaban un balde de agua helada al ser consciente de que la parada de metro más cercana estaban a una hora de distancia caminando; ni de broma llegaba a casa antes del anochecer. La única posibilidad que le quedaba era... llamar a casa para que fueran a buscarla. Pero de solo pensar en cómo se pondría su madre cuando supiese que, además de suspender el examen, le robaron la bicicleta, le hacía estremecerse. Aquella loca no iba a dejar de pegar gritos durante toda la noche, y estaba lo suficientemente cansada tanto física como mentalmente como para poder soportarlo.

    De repente, volvió a sentir una corriente de seguridad fluir por todo su cuerpo. Así, cuando quiso darse cuenta, estaba corriendo hacia cualquier dirección aparente, sin saber hacia dónde la dirigirían sus pasos. Solo quería correr, correr y no mirar atrás. Así hasta que llegase hacia cualquier lugar donde pusiese refugiarse y pasar la noche. Luego ya vería cómo hacerlo, por el momento, sabía que prefería morir de frío en la interperie de la noche antes que pisar su propia casa. Estaba segura de que podría valerse por sí misma lo suficiente como para sobrevivir ella solita, sin la necesidad de la supervisión de ningún adulto.

    ¡Ya era suficiente, odiaba que la tratasen como una niña! ¡Les demostraría que podría cuidarse ella sola!

    Mientras corría bajo el cielo del atardecer cada vez más oscurecido, sintió su móvil vibrar varias veces desde su bolsillo. Sin detenerse comprobó que se trataba de ella, su madre la estaba llamando. Probablemente le extrañaría que aún no hubiese vuelto a casa, y por un momento dirigió su dedo hacia la pantalla, pero...

    —¡No! ¡No contestaré! —decidió, rechazando la llamada e introduciendo el teléfono una vez más en su bolsillo. Estaba segura, no permitiría rendirse tan pronto ante su decisión. No contestaría a sus llamadas ni volvería a casa, ¡le importaba poco que le llamase mil veces! Seguro que ni preocupada estaba, solo lo hacía para poder regañarla de nuevo. ¡Estaba harta!

    Y dado que aquella no fue ni la primera ni la última llamada, optó por silenciarlo.

    Por suerte no tuvo que correr por mucho más tiempo, pues a lo lejos contempló la tenue luz que las farolas de aquel pequeño parque brindaban a la zona. No sabía exactamente dónde estaba, y tampoco le sonaba de nada aquella zona, pero ya llevaba un rato corriendo y prefería guardar las fuerzas para la segunda tanda. Así, decidió descansar en una de las áreas del parque, refugiándose dentro de la casita de madera destinada para los más pequeños. Dado que ya no era hora para ellos, estaba desierto. Era su oportunidad de aprovechar el lugar como su propio refugio.

    Acabó viéndose acurrucada en su interior, abrazando sus rodillas contra su pecho mientras enterraba su cabeza, respirando agitada aún por la carrera de antes. Su cabeza aún era bombardeada por miles de incógnitas y dudas, de cómo haría para pasar la noche, qué comería y bebería, y a dónde iría cuando tuviese que ir al servicio. ¿Y si venía alguna persona y la veía ahí dentro? Pero su perseverancia era aún mayor, y se sintió aliviada de comprobar que no muy lejos de la salida del parque, justo en el camino que conducía hasta allí, la luz de la farola alumbraba una de aquellas máquinas de comida rápida que se encontraban repartidas por todos los lugares de la ciudad. Llevó la mano a su bolsillo y... ¡bingo, aún tenía un par de monedas!

    Algo más animada y viendo como por primera vez la suerte le sonreía, gastó todo lo que tenía en dos vasos de sopa instantánea que por suerte, estaban ya calientes. Uno de ellos lo guardó en la calidez de su mochila para conservar su temperatura, y el otro no dudó en tomárselo en cuanto regresó al refugio en su casita del parque. Ya había anochecido y comenzaba a tener hambre, así que tenía que reponer fuerzas. Abrió la tapa y se llevó los fideos a la boca con satisfacción, dispuesta a disfrutar de su particular cena, cuando...

    —¡Ah, ah, ah! ¡Quema, quema! —gritó, jadeando mientras trataba de enfriar el ardor que sentía en su lengua con pequeños movimientos de su mano. Rápidamente buscó en su mochila alguna bebida con la que aliviarse el dolor, solo para darse cuenta de que se había olvidado de comprarla—. Esto no puede ser verdad, y encima no me queda más dinero... ¿Por qué soy tan despistada?

    Pero de nada le serviría lamentarse, pues tuvo que enfrentarse a la situación esperando a que la comida en su boca se enfriase sola. Con lagrimillas en los ojos acabó de comer al rato, sin haber podido disfrutarla demasiado debido al hambre y a la impaciencia, y se acurrucó en su pequeño escondite con la intención de descansar allí hasta que se le ocurriese un nuevo plan. Quizás dormir allí no estuviese tan mal, pero ya le estaba doliendo mucho la espalda por la posición y no llevaba ni una hora en el lugar.

    Al cabo de un rato no pudo evitar revisar por mera curiosidad su teléfono, sorprendiéndose de ver más de diez llamadas de su madre. Nunca la había llamado tantas veces, y eso solo podía significar que estaba muy, muy furiosa...

    Pero no contestará.

    Se abrazó a sí misma, enterrando de nuevo la cabeza entre sus brazos. Estaba segura de que aquella había sido la mejor decisión. Al menos no estaba ahora mismo en casa, soportando todos sus gritos como mejor podía. Aunque bueno, en su lugar estaba perdida en un parque, sola, asustada y sin dinero. Y encima comenzaba a tener frío, la noche ya se le había echado encima y no contaba con ropa demasiado abrigada.

    De repente abrió sus ojos con sorpresa al recordar que justo hoy se había animado a traer consigo su bufanda y sus guantes a clase, puesto que decían que en la mañana refrescaría más que otros días. Aliviada, comenzó a rebuscar en su mochila, palpando su interior en su búsqueda, ansiosa por sentir la suavidad de la tela. Pero por más que revisaba, allí... a-allí tampoco había nada. Una vez más en lo que llevaba de día sintió que su alma se desprendía de su cuerpo al recordar que había dejado aquellos complementos en la cesta de su bicicleta robada.

    ¿¡Es que acaso algo podía salir peor aquel día!?

    Suspiró, ligeramente temblorosa, sin fuerzas. Lo mejor sería intentar dormir como pudiese, y al día siguiente ya vería qué hacer. Aún tenía su otro vaso de sopa instantánea, podría sobrevivir con eso. Todo aquello era una simple prueba de independencia que ella lograría completar, ¡estaba segura de ello!

    Porque por nada del mundo volvería a casa. Podía vivir ella sola, sería independiente y saldría de esta. Ella no contestaría a sus llamadas.

    Y nada ni nadie le haría cambiar de opinión.


    ***
    —Al fin respondes a las llamadas, hija. Nos tenías a tu madre y a mí muy preocupados, ¿sabes? —una voz masculina al otro lado del teléfono se hizo oír a través del silencio. El alivio en su voz denotaba la certeza de sus palabras. Tras una pequeña pausa, volvió a hablar—. Vamos, tu madre hizo curry para cenar, te hemos estado esperando para poder empezar.

    —...¿Mamá no está enfadada?

    —No, Iroha, tu madre ya no está enfadada. La has asustado mucho, pensaba que te había pasado algo. No vuelvas a hacer algo así, ¿entendido? —a pesar de la firmeza en su regaño, pronto dejó atrás aquel tono para emplear uno más comprensivo. Iroha supo que estaba sonriendo—. Déjame adivinarlo, quieres que vaya a por ti, ¿verdad? Venga, dime dónde te encuentras. Iré ahora mismo.

    —G-gracias, papá.

    (...)

    Sí, definitivamente no iba a contestar a su llamada.
     
    Última edición: 31 Marzo 2018
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    Yoko Higurashi

    Yoko Higurashi Usuario común

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    ¡Hola, qué tal!
    ¡Oh por Dios! Es bueno volverte a ver por acá Liza :3
    La verdad que ver tu escrito me ha emocionado mucho, ha hecho que casi se me salga el corazón de la emoción. Y al leerlo, la emoción aumentó. Esa canción es una de las rítmicas que conozco de vocaloid, aunque no conozco tantas de Iroha, pero las pocas veces que he buscado a esa vocaloid, me ha parecido súper "cute" y dulce. Bueno, bueno, me calmo... (respira hondo).

    Ahora sí, hablando de tu escrito... debo decir que la narración me ha parecido agradable, la forma en que has agarrado ésta historia no ha sido para nada aburrida, lo que es más, es una perspectiva diferente a la canción. La canción muestra matices más "vale madristas" por parte de la protagonista (que le llueve sobre mojado, ya sólo le faltaba que la orinara un perro), pero en tu escrito reflejas a una chica que está asustada y se encuentra entre la espada y la pared; o acepta el "regaño" de su madre o se queda afuera en la calle, y ver como trata de plantearse la segunda opción (aunque obviamente está asustada y sabe que es una mala idea) hace que te dé mucha ternura, por no decir que a veces te dan ganas de abrazarla y decirle que todo va a salir bien.

    La verdad que el escrito me ha parecido bien estructurado, dulce, fácil de leer y no encontré ninguna falta de ortografía mientras leía, por lo que fue una lectura sumamente placentera. Así que no puedo decir más, solamente que quisiera seguir leyéndote por aquí, siempre es bueno leerte ♥

    Y dejaré esto por aquí:
     
    Última edición: 10 Mayo 2018
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    He tenido que volver a leer este escrito para poder comentarte y lo he vuelto a disfrutar como la primera vez que lo leí.

    La pobre Iroha no ha pasado por su mejor día, la verdad. Es uno de esos días en los que todo, absolutamente todo, te sale mal y ya estás deseando que llegue la noche para dormir y pasar de una vez de tal día. El problema de Iroha es que... con la noche el día empeora.

    Así pues, empezamos con una Iroha que suspende el examen por el que tanto había estudiado, a la que le roban la bici, que acaba en un parque y compra comida pero no bebida, que no tiene donde dormir y no tiene con qué abrigarse. Definitivamente, todo apuntaba a que no iba a salir bien. Y es lo normal, porque con los nervios del momento, nada podía salir bien. Por suerte, al final decide hablar con sus padres a pesar de no querer hacerlo porque iban a regañarla.

    Y la verdad, me dan mucha pena los padres. Es que es así, es cierto que siempre nos regañan y a veces estamos hartos, pero lo hacen por nuestro bien y los padres quieren un montón a sus hijos, así que me imaginaba lo preocupados que debían estar al llamarla y que no respondiese, siendo también de noche. Es que los pobres deben haberlo pasado fatal, por eso al final su madre ya seguro que ni piensa en regañarla por un examen, seguramente habiendo estado pensando que lo peor podía haberle pasado a su hija. Y así en la vida real, a veces asustamos a nuestros padres de una manera en la que no nos damos cuenta, pobres.

    ¡En fin! Me ha encantado el escrito. Debo admitir que sentía entre pena y diversión de su situación. Sabía que al final sus padres contactarían con ella de alguna manera y por eso me tomaba todo lo que le pasaba a broma, porque madre mía, Iroha de verdad que no estaba en su mejor momento, todo le salía mal, pero aun así no podía evitar pensar que estaría muy asustada. ¡Me alegra que al final cediera! Era obvio~ La frase final me ha hecho mucha gracia, ha sido perfecta para terminar el relato.

    ¿Qué voy a decirte de tu narración? Si ya sabes que es genial. A pesar de ser un escrito largo, se lee muy rápido y se hace muy entretenido.

    ¡Sigue así!
     
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    Ruki V

    Ruki V Usuario popular

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    Tal vez debería de haber escuchado la canción antes de leer, pero nunca he tenido particular interés en la voz de Iroha.

    Tengo muchos sentimientos encontrados al leer esto: en parte porque no estoy nada acostumbrada a leer de Iroha tampoco, en parte porque me desconcierta no saber qué edad tiene para hacer esta clase de locuras, en parte porque me siento identificada con esa aversión a su madre y en parte porque no entiendo el final.

    Puede que eso último tenga que ver con qué no he escuchado la canción, no lo sé.

    Los primeros párrafos describiendo la situación en el salón de clases, en lo personal, me parecen un poco confusos; y llama mucho mi atención este detalle:

    Dado que esto no es parte de un diálogo ni está narrado por la propia Iroha, me sorprende ese único balbuceo en medio del relato. Supongo que fue para darle énfasis al hecho de que la bufanda y los guantes para colmo no están, pero aún así me parece curioso.

    Aún así, sin duda me gustaría leer más cosas tuyas :kuku: Y mira que yo no leo (?)
     
    Última edición: 5 Abril 2020
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