Y porque el amor es...

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Luix, 17 Octubre 2015.

  1.  
    Luix

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    Tauro
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    21 Mayo 2015
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    Escritora
    Título:
    Y porque el amor es...
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    1823
    Ney, ney~ aquí vengo con un original, espero sea de su agrado ><
    Esta historia tendrá romance, suspenso, tristeza... pero sobre todo romance.
    ¡Comencemos! (??)
    Y porque el amor es…
    Una chica, Lucia Rivera, que cursa tercer año de secundaria, conoce a varias personas y se ve envuelta en un complicado lío amoroso, donde complejas y determinadas situaciones la llevan a dudar: ¿A quién quiere de verdad?
    Capítulo 1.
    Bajó del auto, tomó con prisa su mochila, espero que su hermano descendiera del auto, cruzaron la calle y entraron a la institución secundaria. Respiró profundo, decidida que este año sería mejor que los anteriores.​

    El timbre sonó, la chica de cabello castaño dedujo que eran las 1:25 en punto, porque todos los alumnos comenzaron a formarse y recibir al director. Sonrió y esperó unos segundos que llegaran más compañeros, miró y no reconoció a nadie por el momento. ¿Será que todos se habían pasado a la mañana?, pensaba con algo de duda.

    Alguien tocó su hombro, llamando su atención y volteó. Un chico de cabellos rubios, ojos de un color indeterminado, ya que cambiaban dependiendo el tiempo; y el uniforme puesto —. Lu, Uri, ¿cómo has pasado las vacaciones? —. Preguntó con una sonrisa en su rostro.

    —Fran—. Sonrió —, Bien, aunque algo aburridos, ¿Y tú?

    —Bien, trabajé con mi papá.

    — ¿No te hará mal? Solo tienes catorce años, no puedes hacer tanto esfuerzo y cortar leña—. Alzó la mano y lo señaló de pies a cabeza —, Mírate, eres puro hueso, si quiera tienes carne. Te aré una transfusión de “grasa” con el Uriel.

    El trío rió.

    La preceptora llegó, se acercó y les señalo el lugar donde debían formarse y se fue. Estos fueron caminando, ya que era una distancia corta, se prepararon y formaron correctamente mientras esperaban que llegara el director.

    Se paró delante, agarró el micrófono e intentó hablar, pero hiso un ruido escandaloso. Lucia se cubrió las orejas con las manos y torció la boca —, ¡Mis oídos!

    Francisco rio ante las quejas de la chica, la miró unos segundos y volvió a prestar atención al frente.

    Pasaron unos minutos, el director todavía no aparecía, entró un señor de traje formal, calvo, piel blanca y algo enrojecida por el calor. La preceptora extendió su mano con el micrófono y se lo entregó.

    —Buenas tardes alumnos, en este nuevo ciclo lectivo habrán varios cambios en esta institución—. Todos comenzaron a murmurar, preguntándose a qué era lo que se refería. — ¡Silencio!

    El grito fue efectivo y comenzaron a callarse, — Gracias. Como decía, habrá significativos cambios aquí, ¡No puede ser, que siendo un colegio técnico-químico, los chicos no sepan lo que es la “química”!

    — ¿Cambios?, ¿A qué se refiere? — susurró Lucia algo pensativa.

    —Cada curso tiene una preceptora asignada. Primer año ya sabe cuál es, pueden retirarse. — Decía señalando a los chicos—. Segundo, su preceptora es Julieta Cuello, está esperando en la entrada de su curso, fíjense en los carteles y sabrán cual es. Y tercer año, ustedes tendrán a Leticia, retírense.

    Todos asintieron con la cabeza y fueron a su curso. Cruzaron el patio, entraron por la puerta, caminaron la mitad del pasillo y; por fin, llegaron al curso.

    — ¿De verdad era tan grande? No recordaba que era así.

    — ¿Este año qué tenemos?

    —No lo sé, el año pasado tuvimos… este, lengua, historia, ¡Ah!, tenemos física.

    —El año pasado no tuvimos física, en primer año sí—. Los tres tomaron asiento, mientras que Lucia seguía hablando con Francisco.

    —Por cierto, ¿no saben si Josue se cambió de escuela?

    —No, al final, dijo que se quedará. — Respondió Uriel al rubio.

    —Sí… se quedará— susurró Lucía.

    —Yo no lo veo— mustió Francisco.

    Todos los chicos comenzaron a entrar, varios eran nuevos en este lugar, por lo que llamaban la atención de Lucia. Pero ese no era su objetivo, con la mirada buscaba a su amigo. Entró la última chica y cerró la puerta, y Josue no apareció para nada.

    A la castaña le cambió la cara, se puso un poco desilusionada al no ver a la persona que esperaba, pero pensó “ya vendrá” y sonrió ante los demás.

    Pasaron unos 30 minutos, como los chicos de primer año todavía se estaban acostumbrando al lugar, siempre tenían que esperar sentados a la preceptora. Pero estos chicos no eran así, los compañeros y compañeras de Lucía comenzaron a levantarse y pasearse por el curso, tirar papelitos y gritar groserías.

    Un chico de estatura baja, cabellos negros, ojos cafés y ropa escolar, llamo la atención de la castaña. Si bien, Lucia era pequeña, este tenía la misma estatura que ella para ser varón. Se acercó a ellos y los miró.

    —Tú, te pareces a Ben 10—, expresó entre risas apuntando a Francisco con el dedo índice —. ¿Cómo te lamas?

    —Francisco.

    — ¡La Olga! — Gritaron del fondo del curso. El chico de estatura llamativa miró con odio y entre risas parecidas a las de un chancho gritó —: ¡La Patricia!

    Lucia tapó su boca y rio, aunque estaba mal reírse, porque era un insulto hacia la otra persona, no pudo evitarlo. El de cabellos negros la miró, haciendo contacto visual, incomodando un poco a Lucia.

    — ¡Bolufer! — gritó una profesora entrando al curso. —Siéntese, o tendrá amonestaciones.

    —Si profe. — Se paró y se dirigió al banco que estaba detrás de Lucia. Ella volteó algo sorprendida. Al hacer, otra vez, contacto visual con el chico, su cara enrojeció un poco.

    — ¿Bolufer? — susurró—. Pff, ¿Se llama Bolufer? — dijo entre risas.

    Lucía se sentó mirando hacia un costado, incorrectamente a como tendría que estar. Uriel, estaba en el banco frente a su hermana y al lado de Francisco.

    La profesora golpeó la pizarra con el borrador y todos hicieron silencio.

    —Bien, buenas tardes, soy Andrea. — Comenzó a escribir su nombre, la fecha y su materia en la pizarra con la fibra. —Están en química, a ver… veo muchas caras conocidas, especialmente la tuya Lautaro.

    Todos rieron ante el comentario.

    — ¡Ah!, pero yo fui su mejor alumno el año pasado—. Dijo algo charlatán el chico.

    — ¡Si cómo no!, por eso estás acá de nuevo.

    —Todo es culpa de la Leila— dijo señalando a la chica que se encontraba a 3 bancos de él.

    — ¿Leila?, ¿Qué haces acá?, eras la mejor alumna en esta asignatura— preguntó.

    —Estos me hicieron quedar— respondió la chica con rulos que se encontraba casi al fondo del curso, señalando a Lautaro y a un chico a su lado.

    De nuevo, todos rieron, Lucia quiso aguantarse la risa, pero no pudo y llamo la atención del chico que yacía hace rato mirándola.

    —Bueno, ¡ya!, hay muchos que conozco… a ver— Se paró y comenzó a señalarlos a los que nombraba —: Francisco, si me acuerdo de ti; Uriel, su hermana…

    Lucia se encogió, abrazando sus piernas algo molesta. Está bien que era corta de estatura, algo despistada a veces, y que su hermano era más inteligente que ella, pero tenía nombre.

    Lautaro la miró algo extrañado y se sentó, la observó. La castaña ya se había dado cuenta que él la miraba, pero no sabía qué hacer. Tomó su coleta y le soltó el cabello, sorprendida, Lucía se paró de su asiento y lo miró con su cara carmesí.

    — ¿Te llamas Lucía? Ya veo—. Ante el comentario, se sorprendió aún más y pensaba que era lo que le pasaba a este sujeto.

    —D-devuélvemela. — Entre un tartamudeo, le arrebató la colita y se volvió a sentar.

    — ¡Bolufer! Te dije que si llamaba tú atención otra vez te amonestaría.

    —No importa, profesora. — Saltó la castaña, en parte, era su culpa por gritarle a él.

    —Siéntate, antes de que me arrepienta.

    Tomó asiento, sin dejar de observarla, y la profesora seguía dictando lo que harían en clase.

    Pasaron 30 minutos y la chica no dejaba de mirar la puerta, esperando que su amigo apareciera. El timbre sonó y todos salieron al recreo. Menos Lucia, que se quedó sentada esperando que el chico apareciera por la entrada.

    Bolufer la miró y le preguntó —: ¿Qué te vas a quedar ahí sentada?

    Ella ni se mosqueó por la presencia del chico, no respondió, estaba un poco molesta porque le había sacado la chuleta.

    — ¿Estás enojada? —, volvió a preguntar.

    Tampoco respondió, pero lo miró y volvió a colocarse cabizbajo entre sus piernas. Lautaro, aprovechando que estaba cabizbajo, le volvió a quitar la chula y salió corriendo. Lucia se sorprendió, se puso de pie y comenzó a perseguir al chico por toda la institución.

    Cruzó el patio y llegó al galpón. Tomó al chico de la remera y lo tironeó, este no dejaba de reírse.

    —Devuélveme la chuleta.

    Lautaro volvió a reír, tiró la chula al suelo y se fue, riendo.

    — ¿Pero qué le pasa? —. Tomo su coleta y volvió al curso.

    Al entrar, su hermano y su amigo estaban sentados, esperando un poco impactados que llegara.

    — ¿Dónde fuiste? Jamás sales afuera…— Dedujo su hermano.

    Chasqueó la lengua en su boca y frunció el ceño —Nada—. Volvió a su asiento y se colocó incorrectamente de nuevo.

    Una chica, cabellos castaños como Lucia, pero con su piel más morocha que la suya miró y se sentó a dos bancos de ella. La miró unos segundos, quería preguntarle su nombre, pero no se atrevió.

    Las puertas se abrieron de golpe y Bolufer entró a las risadas, ella lo miró molesta y giró hacia adelante. El chico la observó y sonrió, se posicionó en su lugar y tocó a Lucia. Pero ella no volteó para nada, su ira ya era notable.

    Francisco, que notó que algo le molestaba, miró al sujeto y le preguntó —: ¿Qué pasa Lu?

    Negó con la cabeza y sonrió.

    Las horas pasaron, pero Josue no llegaba. A todo esto, ya eran las 6:26, tan solo faltaban 4 minutos para retirarse.

    Lucia estaba algo desilusionada, ¿pero cómo no estarlo?, hacía 4 meses que no lo veía, y tenía la certeza de que por fin se volvería a ver.

    Los cuatro minutos pasaron en un abrir y cerrar de ojos, no podía creer que no había visto a su amigo en todo el día. Aunque no fue tan malo, pero también, estuvo ese chico molestándola toda la santa tarde.

    Dobló la esquina de la institución y, a mitad de cuadra, estaba su parada de autobús. Espero ahí unos 15 minutos, llegó y subió con su hermano.

    Al sentarse su teléfono comenzó a sonar su teléfono, era un mensaje de Josue y se puso a leer —: “Hola chicos, mañana iré a la escuela, hoy no fui porque me inscribí tarde”

    —¿Quién es?, ¿Josue?
    Lucía asintió con la cabeza y se puso a escribir: “Esta bien, te estuvimos esperando todo el día.”

    Mandó el mensaje, guardó el celular y miró el camino, tenía que estar atenta de bajarse en la parada correcta.
    Al fin de unos minutos, llegaron a su destino, tocó el timbre para bajarse y descendió, caminó dos cuadras y llegó a su casa. Esperando que las horas pasaran y volver a la institución.
     
    Última edición: 17 Octubre 2015
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    Bueno bueno veamos por donde empezar... me encanta el argentinismo x'DDD perdón, por ahí otro no lo nota, pero yo lo veo y es como que ejrhgnjkwn<gkjernger <3 le da sabor a la situación x'DDDD Lautaro es un odioso -_- se jode, pero algo me dice que no siempre será así e.e... por otro lado, me gustó el hecho de que al final Josue no llegara más </3 sonará masoca pero esa como leer y estar "y ahora aparece! ooo... no... y ahora aparece!... ooo tampoco... Wait, ahora aparecera! ah, no" x'DDDD era muy cómico jajajajajaj aunque fue lindo lo del mensaje, ya quiero ver cuando llegue joer! que jerngakekemgkemgke ;w; ñeegs arrancamos de buena manera así que esperaré la continación *-* te sigo y lo sabes e.e... <3 muuuchos saludos boni *-*! me estaré atenta a lo que sigue!
     
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    Luix

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    Y porque el amor es...
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
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    2030
    Capítulo 2.
    A la mañana siguiente, ambos hermanos despertaron, su jornada comenzaba a las 8:35 am. Tomaron el té, buscaron lo necesario y partieron.

    Cuando llegaron, Francisco estaba sentado en las escaleras, esperándolos. La chica miró para todos lados y Josue no aparecía.

    — ¿A dónde se habrá metido que no aparece? — pensó.

    Esperaron que le abrieran la puerta, y al pasar, saludaron al rubio que yacía en las escaleras.

    —Josue, ¿No vino? — indagó Uriel.

    Francisco negó con la cabeza. Algo de tristeza comenzó a invadir a trío. ¿Por qué todavía no aparecía?

    Miró el reloj, ya todos empezaban a entrar. Lautaro, al entrar, gritó —: ¡Hola gente! —. Lucia no se aguantó, largó una carcajada minúscula, cubriéndose la cara para que nade lo notara.

    El profesor, de lentes, pelo negro, barba y de ojos verdes apareció por debajo de las escaleras. Divisó a todos y junto sus manos. — ¿Son ustedes no más? Bien, vamos señores y señoritas. — Comenzaron a bajar las escaleras, al llegar al laboratorio, algunos como Francisco, Uriel, y esa chica que había llamado la atención de Lucia trajeron el guardapolvo. Un material esencial para la clase.

    — ¿Por qué no trajeron su guardapolvo? Hace tres años que vienen a laboratorio, algunos cuatro…

    — ¿Y por qué me mira a mí? — saltó Lautaro.

    — ¿Y cuando yo lo mire a usted? — respondió en tono burlón el profesor. —Bueno, como algunos son nuevos, para la próxima clase tienen que traer el guardapolvo, sin excusas. Pero para aquellos que llevan años acá, supongo que deben saber que siempre lo tienen que traer. —Miró al chico y lo señaló con la fibra de pizarra que traía en la mano. — Y ahora si lo digo por usted, Bolufer.

    Todos comenzaron a reír, inevitablemente, Lautaro le contestó entre carcajadas —: Ah, vio, yo sabía que me iba a decir algo.

    —Bueno, ya. Comencemos la clase. — Cogió el borrador, eliminó todo lo que estaba escrito del otro turno y volvió a escribir mientras hablaba. —Bueno, em… Las reglas de seguridad…— Prosiguió, mientras escribía “Reglas de seguridad en el Laboratorio” en la pizarra.

    Lucia sacó su cuadernillo, comenzó a escribir, mientras que; Lautaro yacía observándola. Cada vez era más incómodo para ella, ¿Por qué la observaba?

    La puerta se abrió, entrando un chico de cabello negro, ojos cafés, camisa a cuadros, y pantalones ajustados. Acompañado de un preceptor. Los ojos de ella se iluminaron de repente al ver que se trataba de su amigo, —Josue— pensó, mientras que en su rostro se formaba una sonrisa.

    —Lamento llegar tarde, buenos días. — Exclamó entrando al laboratorio. Pasó por un costado, al primero que saludo fue a Francisco con un apretón de manos. Luego a Uriel, con palmadas en la espalda y también un apretón de manos.

    Por fin, llegó a Lucia. Se paró y le dio un abrazo cálido.

    —Al fin llegas— exclamó en tono burlón. Josue rio y se sentó a su lado.

    Lautaro comenzó a observar la situación tranquilamente, luego se posicionó en el asiento y no dejó de observar a la chica, poniéndola aún más nerviosa que antes.

    —Bueno… como decía…

    Continuó con la clase, mientras que Josue sacaba sus cosas, cartuchera, carpeta y dejaba la mochila en el suelo.

    —Hoy, como primera clase, conocerán los materiales del laboratorio y haremos una simple destilación con yerba y agua— explicó, juntando sus manos. Escribió el procedimiento que realizarían, Lucia, quería reír por la vos que tenía el profesor, porque no era del todo “masculina” para su apariencia.

    El chico que hacía rato la observaba, comenzó a hacerle burlas al profesor con tontas imitaciones con mímica, todos rieron. Se dio vuelta y miró a cada uno de ellos, que se cubrían la cara para aparentar que no había ocurrido nada.

    —Bue— volvió a su posición, haciendo garabatos para “mostrar” como se “veían” los elementos que usarían. Al terminar, tapó la fibra y los divisó a todos, empezó a contarlos. —Se dividirán en grupos de a cuatro personas y—

    El profesor fue interrumpido por la puerta que volvieron a abrir. Esta vez, era la chica que estaba sentada a dos bancos de Lucia el otro día. —Otra más que llega tarde… señorita… ¿Cómo se llama?

    —Elena— susurró tímidamente.

    — ¿Cómo? No la escucho, hable más fuerte…

    —Me llamo Elena— repitió un poco más fuerte que antes.

    — ¿Malena? Bue— volteó a la pizarra y siguió escribiendo.

    —No, me llamo Elena…— Al ser ignorada, una chica de cabello largo, buzo a rayas, un yean azul claro gritó —: ¡Se llama Elena, no Malena!

    Lucia si la conocía, esa persona que a gritos nombró a la recién llegada, era Micaela. Una amiga que se había hecho el año pasado, y al parecer, conocía a la chica.

    —Elena, ¿eh? — susurró pensativa.

    La chica, Elena, tomó asiento alejada, al parecer no le gustaba o algo le molestaba por eso estaba por sentarse sola. Lucia comenzó a sacar conclusiones, a lo mejor, era culpa del molesto “bicho” que estaba hostigándola con la mirada hace rato.

    —Rivera— gritó Lautaro. —Préstame liqui.

    Con algo de enfado, abrió su cartuchera y sacó el borrador de tinta. Extendió la mano y se lo dio.

    Josue miró a la chica algo extrañado y susurró —: ¿Lo conoces?

    Negó con la cabeza. —No, bueno, lo conocí ayer…— respondió. —Y es como una mosquita muy molesta— pensó.

    El profesor, dejó de copiar, guardó la fibra. —Bueno, aremos el experimento con yerba y agua. Eh, voy a buscar los materiales… no se muevan de sus asientos.

    Salió y todos comenzaron a hablar, como si hubieran esperado siglos para que se fuera. Lautaro, desobedeciendo las órdenes dadas, se levantó del asiento y se fue directamente con Francisco.

    — ¿Cómo pasaron las vacaciones? — preguntó Josue.

    —Aburridos, como siempre— exclamó a risas la castaña.

    — ¿Y vos, Fran?

    —En mi casa, trabajando con mí papa. ¿Vos?

    —Yo, anduve en bici con mis amigos del barrio y del colegio anterior… y, estaba mayormente del tiempo haciendo nada— largó una risa entre el último verso.

    Volvió el profesor, trayendo consigo un montón de materiales que depositó en las mesas. —Bueno, ¿Qué es lo que traje?

    —Eh, un soporte de Bunsen, vasos de precipitado, pinzas, colador, papel de filtro…— Comenzó a nombrar Lucia.

    —Muy bien… ¿Y esto? — exclamó sujetando un elemento que ella jamás había visto.

    —Es un matraz— respondió Lautaro.

    —Sí. Eh, formen los grupos así comenzamos, pero, ¿Anotaron todo lo de la pizarra? Así lo borro.

    —Sí— respondieron todos.

    Empezó a borrar todo, mientras que Josue, Francisco, Uriel y Lucia se juntaban para comenzar a trabajar. Pero el timbre justo sonó, ya eran las 9:35, recreo. Apresuradamente salieron corriendo la mayoría de sus compañeros, desesperadamente, como si fueran animales en cautiverio que liberaban luego de un año. Josue esperó que Uriel se sacara el guardapolvo, y Fran estaba en la puerta, esperando a ambos para ir a tomar el desayuno del colegio.

    Al salir, Lucia quedó sola. Ella muy pocas veces salía afuera, así que esperaba que ellos volvieran para hablar o algo así. Lautaro bajó las escaleras y la observó sola. Se acercó y le habló —: Rivera, gracias.

    Algo confundida, pero molesta con el chico respondió —: Tengo nombre, para que lo sepas… y, ¿Gracias por qué?

    —Bueno, hoy, ya se enojó…

    Se mordió el labio inferior, conteniendo toda su ira para no ser violenta con el chico. No le respondió y volteó. Al parecer, le gustaba molestarla y verla enojada, pero ella no le daría el gusto, solo lo ignoraría.

    Los chicos bajaron la escalera, con criollos en la mano, y al veros, Lautaro se retiró.

    Lucia seguía sin entender que era lo que quería ese sujeto, ¿por qué la molestaba?; esa pregunta rondaba su cabeza. — ¿Qué pasó? — preguntó Francisco extrañado de las actitudes de él con su amiga.

    —Es molesto, muy molesto, no lo soporto…— susurró.

    Miró que a su lado se encontraba la chica que aún seguía llamando su atención. Bien, podría hablarle, pero, ¿Y si ella reaccionaba de mala manera? Por supuesto que Lucia no quería caerle mal a nadie, y menos a una chica.

    El profesor llegó, abrió la puesta y les hiso seña para que entraran.

    Todos llegaron y comenzaron de nuevo con la clase. Como tenían que hacer un experimento, empezaron lo más rápido posible para poder terminarlo, y, aunque era algo fácil, no podría haber falla alguna. Todo lo que hicieran sería evaluado desde ahora en adelante. Ya estaban en tercer año, las cosas serán más complejas desde ahora.

    Tomaron todos los materiales y empezaron, en tal solo cinco minutos ya tenían todo listo. Solo había que separar la yerba del agua, algo que tomo un considerable tiempo.

    Para ser exactos hasta que se separaron, pasaron dos horas y media, ya eran las 12:00 en punto. Sorprendentemente les había tomado muchísimo tiempo hacerlo.

    —Listo— dijo más calmada Lucia.

    — ¿Y cómo van? — preguntó el profesor, acercándose a la mesa donde estaban trabajado. —Bueno, les falta poco, solo hay que esperar que el agua termine de caer y pueden retirarse antes, si es que terminan.

    —Sí— respondieron en coro.

    — ¡Rivera! — gritó Lautaro, pero ella no respondió. Se acercó a la mesa y volvió a gritar —: ¡Rivera!

    —Te dije que tengo nombre….

    —Bueno, bueno, Lucia. Préstame liqui…

    Se fue del lugar, buscó su mochila y revoleó todo lo que tenía dentro, no sabía dónde lo había colocado luego de habérselo prestado anteriormente. El chico se acercó y esperó que sacara todo a su lado. Poniéndola un poco incomoda, — ¿Qué trata de hacer? ¿Molestarme? ¿Qué le pasa? — pensaba mientras revolvía sus cosas.

    —Acá está— manifestó alzando la voz.

    Al voltear, Lautaro estaba detrás de ella, observándola de cerca, invadiendo su “espacio personal”. Sorprendida, sin saber cómo reaccionar, comenzó a ponerse nerviosa y a enrojecer.

    La miró unos segundos más, —Gracias. — Le arrebató el borrador y se alejó de ella.

    Respiró profundo, tocó su cara y se percató que se había sonrojado. Josue, que la observaba, también lo notó y al acercarse a la meza preguntó —: ¿Qué, te gusta?

    —N-no, ¿Qué dices?, es-estás pensando cualquiera… — dijo algo nerviosa y a tartamudeos.

    Al terminar el trabajo, llamaron al profesor. Este miró y les dijo que podían retirarse. Josue quería quedarse a terminar de copiar, porque le faltaban la mitad de las cosas.

    —Yo me quedo— mustió Uriel.

    —Yo también— siguió Francisco.

    —Bueno, yo…— miró a Lautaro. —Yo los espero afuera.

    Saludó con la mano y se fue algo nerviosa.

    Se sentó en el banco que estaba a un costado del comedor, en el patio a esperar a sus amigos. Respiró profundo, algo cansada. Para su sorpresa, Bolufer salió antes, ellos también habían terminado.

    Se acercó a Lucia, esta, algo nerviosa observaba para otro lado.

    —Rivera, ten, gracias. — Le entregó el liqui y se sentó a su lado. Peor, ahora estaba más nerviosa.

    —Que sueño tengo…— exclamó, dando un bostezo. Comenzó a apoyarse en el hombro de Lucia, quien cada vez estaba más y más sonrojada.

    Logró apoyarse, prácticamente, ahora sí invadía su espacio personal. Sin poder escapar, sin poder hablar de los nervios y la pena que estaba pasando. Tuvo que esperar que sus amigos y su hermano llegaran y la “salvaran” de la situación.

    Pasaron unos tres minutos, él seguía invadiendo el espacio personal de la castaña, que le resultaron eternos los pocos minutos que habían pasado. Al fin, luego de cinco minutos casi “eternos”, llegaron dos chicas que llamaron a Lautaro. Se levantó y se fue.

    Segundos después, aparecieron los “héroes” a las carcajadas. Molesta y, para que no notaran su evidente sonrojo, volteó hacia adelante. Josue se acercó a ella y la miró.

    — ¿Qué pasó? Estas roja, ¿Tenés fiebre? — preguntó preocupado.

    —Nada, vamos a comer, que tengo hambre— respondió alterada y comenzó a caminar hacia el comedor.

    Luego de ese “incidente”, c vez que el chico la invadía, se sonrojaba, más bien, parecía un tomate y no hablaba ni una sola palabra. No sabía qué hacer con él, ¿Qué es lo que quería para invadir su espacio así?

    Ya pasó una semana, hoy ya es lunes. Francisco y Josue comenzaron a hablar con Lautaro, al igual que Uriel. Mientras que Lucia, se aleja de ellos, conectando los auriculares al celular y escuchando música para evadir y prevenir otra clase de “incidente”.
    (Continuara....)
     
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    Luix

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    Escritora
    Título:
    Y porque el amor es...
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    2013
    Capítulo 3.
    Ahora, Lucia no sabía qué hacer, sus amigos se juntaban con Lautaro. No podría evadirlos todo el tiempo, pero tampoco ignoraría a sus amigos, menos, les diría que tuvo un incidente con él, mientras invadía su espacio.

    Hoy entraban a las 13:30. Pero como iban al comedor, tenían que ir a las 12:05, así que se prepararon y salieron temprano. Ya que todos, a la hora de comer, salen como animales, corriendo, para ser los primeros en llegar.

    Descendieron del auto, frente a la institución, comenzó a mirar hacia todos lados y divisó al chico acercarse por una de las esquinas.

    Con algo de pena, se agachó para no ser vista, pero fue en vano, ya que él se detuvo a esperar que el semáforo cambiara. Se acercó con Uriel, y al verlos, le dio un apretón de manos a su hermano. Mientras que a ella, la saludó con un beso en la mejilla.

    Se controló para no mostrar que fue afectada, sintiendo que su espacio era invadido. Sonrió y cruzaron.

    Entraron, subieron y bajaron escaleras, cruzaron el pasillo y se formaron en la fila para entrar a comer.

    Detrás de ellos, llegó Francisco.

    Saludó y también se formó en la fila, riendo y hablando con los chicos. Mientras que, Lucia hacía oídos sordos a la situación. La señora del comedor, abrió la puerta, y todos los que estaban esperando comenzaron a entrar, tomaron un plato, cubiertos, el pan y esperaban a que la cocinera les sirviera la comida.

    Su turno llegó, esta vez, comían arroz. Se sentaron en una mesa, detrás de un pequeño pedazo de pared que tapaba la mitad de la mesa. Ella se sentó justo detrás de esa pared, Lautaro frente de ella, Francisco y Uriel a su lado.

    Cogió la cuchara y empezó a comer, mirando la pared al sentirse observada mientras comía. Los nervios la estaban matando, pero él no dejaba de observarla.

    Masticó, tragó y bebió el agua lo más rápido posible, para irse de ahí. Cabizbajo se levantó de la mesa y a pasos apresurados comenzó a caminar para dejar el plato y los cubiertos. Pero chocó con alguien que yacía entrando con su plato lleno de comida.

    Todo se esparció por el piso. Muy a nerviosa, alzó todo. —Pe-perdón— mustió tartamudeando; dejó los platos y cubiertos suyos y los del chico con el que se había topado y salió.

    Refregó su rostro y se fue al baño. Otra vez, cabizbajo chocó, levantó la mirada y sonrió. —Josue, perdón, no me fijé por donde iba.

    —No importa, hola, ¿Los chicos?

    —Están en el comedor… ¿Vas?

    — ¿Pasó algo? Tus cachetes están calientes, ¿Tienes fiebre?

    — ¿Calientes? —. Lucia se tocó la cara, y sí, efectivamente sus cachetes estaban a una temperatura elevada. Con algo de preocupación, se cubrió la cara, suspirando, se la descubrió y rio.

    Josue, algo extrañado por su actitud, con una risa nerviosa preguntó —: ¿Estás bien? De ayer que estás actuando extraño...

    — ¡Sí!... — gritó. —Eh, perdón, quise decir, sí….

    Sin esperar respuesta, se fue caminando por el patio. ¡Peor! Su actitud no era así, ella muy pocas veces pasaba por el patio, no le gustaba mucho ser vista. Mientras caminaba, casi se cayó al tropezar con un hueco que había en el piso.

    Su “casi caída fatal” fue vista por todos los que se encontraban en el patio. ¿A caso hoy era el peor día para ella? ¿Podrá empeorar?

    Entró al curso, prácticamente aventó su mochila sobre la mesa y se sentó en la silla, cubrió su rostro y abrazaba sus rodillas. Su posición no era la correcta, parecía que una niña de primaria había entrado al colegio, su comportamiento también la delataba, no era su forma de actuar de todos los días. ¿Qué le está ocurriendo?

    —Ah… hoy no es mi día, todo me salió fatal, es hora de tomar esto enserio. Si ese enano de jardín intenta otra cosa de estas tendré que tomar medidas drásticas y pedir ayuda… ¡Dahg! ¿Pero qué estoy diciendo?, ¿Cómo voy a pedir ayuda para algo así?...

    Mientas balbuceaba su situación, buscando una respuesta lógica, fácil y rápida para resolver el problema. Elena entraba al curso con su mochila. La dejó suavemente en el banco y, con una expresión algo seria, se sentó.

    Lucia, al verla, decidió por fin hablarla.

    Ya sabía su nombre, pero, ¿Su timidez la dejaría hablar? No estaba segura si la chica le respondería, puesto que casi nunca habla. Y las pocas veces que habló, fue para decir “sí” o “no”. O, simplemente, solo movía la cabeza para responder.

    —Te… te- te llamas Elena, ¿Verdad? — preguntó.

    Ella solo la miró, volvió a voltear y asintió con la cabeza.

    Lucia, preocupada, creyendo que ya había hecho disgustar a la chica, se armó de valor y comenzó a hablarle —: ¿Dije algo malo? No, yo no quise hacerte enojar… descuida, si te enojaste, solo dime…

    —No es eso, es que yo no hablo mucho— susurró.

    —Yo, quisiera que… ¿Te gustaría sentarte conmigo?

    —Bueno. — Tomó sus cosas, las llevó al banco donde estaba la castaña y se sentó.

    — ¿De dónde eres?

    —Soy de Bolivia… pero me mudé a los cinco años aquí

    — ¿De Bolivia? ¿Y cómo es?

    —No me acuerdo, es que me mudé de chiquita no ve’, y no lo recuerdo.

    —Ah… y, ¿Qué te gusta?

    —Me gusta estudiar… la música, y el futbol

    — ¿De verdad? A mí igual me gusta el futbol. Aquí lo jugaba siempre con mis compañeros, pero, siempre estaba sola… a las chicas no les gustaba mucho que digamos.

    Ante la actitud que demostraba Lucia, Elena no respondió, comenzando a preocupar a la castaña. De verdad, tenía miedo de arruinar todo, si bien hoy no era su día, por todo lo que fuere quería que esto no se arruinara.

    — ¿Tienes hermanos?

    —Sí, tengo 3 hermanos más chicos.

    —Yo también, tengo a mi hermano que es meses mayor que yo… pero, siempre creen que somos mellizos. Y tengo una hermana más chica, que esa es como un demonio.

    Elena rio. —Son algo molestos a veces, pero son nuestros hermanos y hay que cuidarlos.

    Lucia sentía alivio, al parecer, hablar con ella fue lo único en todo el día que le salió bien.

    —Me llamo Lucia, Elena.

    —Y bueno, yo me llamo Elena.

    Ambas rieron.

    —Elena… ¿Quieres ser mi amiga? No tengo muchas amigas, solo amigos, y… me resultas agradable, me caes bien.

    —Yo tampoco tengo muchas amigas, la única que conozco es a la Micaela… y al Tomas que siempre me habla.

    — ¿Esa Micaela que yo conozco? La morochita que siempre se ríe, esa que viene con nosotros.

    —Sí, esa alta… ella siempre fue conmigo, noma’ que yo no salía al recreo nunca.

    —Yo tampoco salía, la Micaela siempre me venía a buscar.

    Lucia sentía que había conocido a su otra mitad, ambas tenían hermanos, nunca salían al recreo. Tampoco eran de muchos amigos. A su parecer, se llevarían muy bien, pero… ella quería saber más sobre Elena, aunque decidió no preguntar más nada, temiendo a arruinarlo todo.

    La campana sonó, todos comenzaron a entrar, Josue, Francisco, Uriel y Lautaro entraron juntos. Elena se paró de su asiento, tomó de nuevo sus cosas y se alejó de Lucia. La tristeza la invadió, a pesar de que se animó a hablarla, al ver llegar a los chicos ella se alejó.

    — ¿Ella quién era? — preguntó curioso Josue.

    —Elena…

    —Siempre está sola, estaba hablando con vos, ¿No?

    —Sí, pero llegaron ustedes y se fue…

    El profesor entró al curso, todos comenzaron a sentarse. Sacó las fibras para pizarra, una de color negro y la otra de color rojo. Escribió con letras grandes, al medio de la pizarra y con la fibra roja “Matemática”.

    —Bueno, ya varios me conocen, soy Claudio Di paolo, profesor de matemática…— comentó.

    Sacó un cuaderno, buscó entre las hojas y se detuvo en una página. La observó por varios minutos, y comenzó a copiar. —Como recién empezaremos, les dejaré el horario de los días que tendrán conmigo… eh… estas dos primeras semanas repasaremos lo que hicieron el año pasado. — Su voz se notaba cansada, parecía que recién lo despertaban de una siesta de mil años. Si bien, este profesor trabajaba en exceso. Además de ser el profesor de matemáticas, era el técnico de las máquinas que daba el gobierno, y también era profesor de computación. Un trabajo sumamente agotador.

    Escribió veinticinco ejercicios en la pizarra en menos de treinta minutos.

    Lucia comenzó a copiar, y al terminar, empezó a resolverlos. —Veinte por equis, menos tres más cinco equis… es igual a cero— balbuceó mientras resolvía el ejercicio.

    En media hora, terminó todo, dejó el lápiz en la mesa y gritó: —Termine profe.

    Todos la miraron impactados, ¿Cómo era posible que en 30 minutos terminara todo tan rápido?

    Lucia comenzó a sentirse nerviosa al ser observada.

    —Come libros— le susurró Lautaro, que se encontraba en el banco detrás del suyo.

    —Sigues siendo muy rápida para esto, ¿Me dejas copiarte?

    —Fran, así nunca vas a aprender… intenta aunque sea una vez, y yo te presto mi hoja… al menos lo habrás intentado.

    —Bueno. — Tomó su hoja y se puso a resolver el primer ejercicio, y; luego de media hora, después de haber borrado como 50 veces en el mismo lugar. Francisco terminó el primer ejercicio. —Eh, ¿Así está bien?

    Lucia cogió la hoja y la observó —. Si, está bien… ¿Ves qué no cuesta nada?

    —A vos no te cuesta nada…— respondió, rascándose la cabeza.

    El timbre volvió a sonar, era la hora del recreo. Todos comenzaron a salir, dejando sola a las chicas. Lucia quería hablarle otra vez, pero estaba segura que cuando los chicos volvieran, ella se alegaría. A lo mejor, le daba vergüenza, o, podría ser que no quisiera hablarle a la castaña.

    Las dudas comenzaron a rondar la cabeza de Lucia, no sabía con seguridad que será lo que alejaba a Elena de ella.

    Lautaro entró al curso, mientas que la castaña “flotaba en su mundo”, llena de dudas. La miró, se sentó en el banco, no en la silla y, prácticamente se le subió encima.

    Abrió los ojos, sorprendida por su acto, sus cachetes comenzaron a enrojecer.

    —Lucia…— susurró. ¡Aún peor! Más y más se le notaba el carmesí en sus mejillas. No sabía qué hacer, otra vez, su espacio personal era invadido.

    No quería gritar, tampoco que él notara su sonrojo evidente. Pero, tampoco podía pedir ayuda, sus amigos todavía no regresaban, y el curso estaba completamente desierto, solo estaba Elena y no creía que sería de utilidad decirle “Elena, sálvame”, si apenas se conocían. ¿Qué podría hacer?

    Cerró los ojos, no daba más de los nervios —. Sal…. ¡Salte de encima! — gritó, pegando un tirón con los brazos, volteando al chico al suelo, junto con bancos y sillas; causando ruidos escandalosos. Y, al abrir los ojos, notó el desastre que había causado. Cubrió su boca, mientras que el chico se levantaba del suelo, impactado por el acto de Lucia. Al levantarse, tomó de las muñecas a la chica, acercándose peligrosamente a su espacio personal.

    —Veo que eres fuerte… y una cuatro ojos.

    — ¿Qué le ocurre a este tipo? — pensaba preocupada por que sucediera algo.

    Cada vez se acercaba más y más, hasta que por fin, llegó a su rostro. —Lucia…— le susurró. Rio maniáticamente en su oído, acto seguido, lamió su mejilla y comenzó a reír aún más fuerte.

    — ¡Lautaro! — gritó enfadada. Pero su rostro decía completamente otra cosa. Sus cachetes estaban colorados, más bien, se veía adorable, como una chica de anime cuando la ponen en vergüenza. Se sentó e hizo una rabieta.

    Josue entró solo, al verla sonrió. Se acercó y se sentó a su lado.

    — ¿Te gusta?

    — ¿Eh? ¿Qué?

    —Que te gusta el Lautaro.

    — ¿Qué? ¡No!... estás pensando cualquiera, es un idiota, un enano de jardín que se cree lo más grande.

    —Aww… estas colorada, ¡Qué bonito que te queda! — dijo sujetando sus mejillas.

    — ¡Basta! ¡No es divertido!, él no me gusta solo…— se detuvo a pensar. —Olvídalo.

    Los alumnos comenzaron a entrar, Francisco y Uriel llegaron; y sin enterarse de lo sucedido, la clase comenzó.
     
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  5.  
    MelodiaVal

    MelodiaVal Noctambula

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    Bueno bueno que vengo leyendo sin comentar y a nadie le gustan los lectores fantasmas jajajaj primero que nada diré que en el momento en el que arrancó el segundo capitulo esperaba con mucha emoció a que apareciera Josue ;w; es como que desde la parte del desayuno ya se me antojaba tortuosa xD. Es muy gracioso la entrada del profesor a clases y como molesta a Lautaro pero... AAAGHH!!! ese tipo me saca ¬¬ arruina toda la diversión siendo tan pesado y a cada capitulo me molesta más, me dan escalofríos de solo leerlo demonios x.x y cuando le preguntan a Lucia si le gusta wtf?? no por favor Lucia no me digas que si, no me hagas esto!! pero rekngjkrengrkeg por otro lado creo que ya te comenté que amo como se viste Josue x3 y me cae bien el *3* is very pretty~ el tema del experimento del laboratorio se me hizo muy cómico >w< pero aish me estoy yendo por las ramas jajajaj

    Esperaré la continuación *-* que conste que leo aunque me demore en contestar ;w; snif (perdon) muuuuchos animos que ya quiero saber como sigueeee *3*
     
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  6.  
    Borealis Spiral

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    Holi! Ya desde un rato que tenía en mira tu historia y empecé a leerla, pero por cuestiones de tiempo no terminaba de, hasta ahora, yey.
    La verdad es que me gustan mucho estas historias de colegialos, no sé por qué xD Creo que es porque a veces me recuerdan mis años preparatorianos. Las acciones de los chicos aquí, especialmente el de Lautaro y sus respuestas rebeldes hacia los profesores me trajo memorias divertidas. Ay, la juventud.

    Lucía sí que es tímida y que no se me tome a mal, lo digo con cariño, me gustan las chicas así, especialmente porque me identifico. Afortunadamente nunca tuve a un Lautaro que me molestara xD Hm, me gustaría conocer un poco más a Josue, ya que desde el primer capítulo Lucía se veía especialmente interesada por él y eso debe ser por algo. Que sí, que ahorita Lautaro la tine confundida, pero me quedó el brete de Josue. Se ve buen chico.

    Pero nada, yo espero el siguiente capítulo con paciencia. Me despido por el momento no sin antes desearte bien. Te cuidas.

    Hasta otra.
     
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  7.  
    Luix

    Luix Fanático

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    Y porque el amor es...
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    1254
    Holis *sacude la tierra de la pantalla* ejem.. bueno, vengo aquí a continuar la historia :'D si, continuaré... bien, empecemos yey >.<

    Capítulo 4.

    Ahora que ellos se habían unido aún más, sus posibilidades de "sobrevivir" a estas situaciones comenzaban a hacerse nulas. Miraba el espejo del tocador, esperando el impulso de tomar aire y lavarse el rostro con agua fría. Respiró al despabilarse, se secó la cara con la toalla y se colocó la remera del uniforme, la mochila y salió lo más rápido posible. Aunque esta vez, además de haberse quedado dormida e ir tarde, iría sola debido a que su hermano no estaba en condiciones de ir ya que estaba enfermo.

    —Y justo en estos momentos se tiene que enfermar, ¡justo ahora! —pensaba con enfado, pisando con fuerza pero el motivo no eran el llegar tarde, sino que tendría que aguantar todo sola. Claro, antes también, pero ahora que no estaba su hermano, ¿podría cambiar en algo?. Abrió la puerta suavemente, sorprendida al ver que aun no estaba el profesor o profesora de este módulo. Suspiró con perspicacia, caminó más tranquila y se sentó sin problema alguno.

    —Por fin, pensé que no vendrías loca— espetó con una risa Josué. Ella simplemente lo miró, dejándole en claro que no era el momento para bromas —. Oh, dime, ¿Enojada?, ¿Dije algo malo?

    —Cállate— gritó.

    Retiró los codos de la mesa, retrocediendo el torso hacia atrás y mirándose dudosamente con Francisco, él tocó su hombro y negó con la cabeza —, me parece que el novio no las tiene contenta— agregó.

    —Opino lo mismo— dijo Josué, siguiendo su juego. Volteó y los miró fríamente —, ¿Acaso piensan molestarme?, ¿Saben lo qué eso significa para ustedes, no? —. Sombría, monótona, la respuesta dejó completamente perplejos al par, ¿Acaso los alienígenas habían intercambiado a su extrovertida amiga? No, esto no era posible, o al menos, no era fácil hacerla enojar de esa forma. ¿Qué pasó?

    Se levantó de su asiento, pasándose al que estaba al lado de Lucia. La observó por varios minutos, en realidad, era hasta ahora la mejor técnica para hacerla hablar que se le había ocurrido. Dio un respiro extenso, desviando la mirada a la ventana, luego le explicó simplemente que sólo quería relajarse y pensar, aun sin dirigirle la mirada. Josué se encogió de hombros, sabía que insistirle en un momento como este sólo sería peligroso, o podría ser que no, pero no pensaba arriesgarse por curiosidad pues, se dice que “la curiosidad mató al gato”. Fran por su parte, ya había visto alguna vez su “repentino cambio de humor” dejando sentado que tampoco se arriesgaría. Tras la retirada de su amigo empezó a pensar el “¿Por qué?” de algunas cosas: ¿Por qué estaba exactamente así de molesta? ¿Por qué ese “enano de jardín” tenia que estar encima de ella?, ¿Por qué sus padres le amargaban las mañanas?, ¿Por qué estaba pensando tanto las cosas?
    Mientras tenía los ojos fijos a la ventana, lágrimas brotaron y recorrían sus mejillas enrojecidas por el calor de su cuerpo causado por correr. Al notarla, rápidamente se levantó y la cubrió entre sus brazos, sorprendiéndola —. Oye, ¿Qué crees que haces?, les dije que no me estén molestando… —, susurró entre sollozos —, Tsk, que molesto...

    Dejando salir a brote sus emociones, ya nada estaba funcionando, ni ocultar algo le serviría ahora. Levantó la mirada notando que sus amigos la rodeaban intrigados por su actitud, claramente ella nunca dejaría que la vieran llorar, al ser la primera vez al verla así era evidente que se preocuparían. Dejó de sollozar para luego secar su cara, mirar a sus amigos y tener que resignarse a contarles los motivos. Explicó que la noche anterior sus padres habían discutido por razones económicas, de alguna manera un tema “casual”, pero para Lucia era uno de los temas mas irritantes ya que una vez estuvieron apunto de separarse. Y, aunque ahora las familias “divididas” eran comunes, la idea en verdad le disgustaba.

    Al terminar sus palabras, se levantó, empezó a caminar hacia afuera y subió las escaleras del salón de actos para sentarse en el último escalón. Uno de sus lugares favoritos a la hora de “relajarse”, puesto que el silencio y la tranquilidad del mismo eran “paz para sus oídos”. Aún así, no podía dejar de pensar en sus padres—, Tal vez sería buena idea que les dijera algo… pero… ¿soy capaz de decirles algo? — espetó mientras mordía su dedo gordo con frustración. El sonar del timbre la despejó de su mente, regresándola a su curso. Desde aquí, el día transcurrió lento para ella.

    Mirando el techo en su etapa melancólica, recordaba y analizaba lo sucedido. No creía que desde que les dijo a sus amigos lo primero y único que cruzaba por su mente en ese instante ya pasaron semanas, meses, y que estaban cerca de las vacaciones de invierno. Largó un gruñido, chasqueando la lengua para luego coger el celular sobre la cama. Tenía mensajes de Josué, Francisco, aunque para su sorpresa, también de Elena. Hacía poco que pudieron comenzar a hablar con confianza, se llevaban bastante bien; además, solía salvarla de Lautaro. Pero, por ahora eso no importaba, sus amigos le preguntaban que iban a hacer en esta última semana de clases. ¡Cierto!, solo quedaba una semana, ¿Qué sería lo mejor para hacer en esta semana?

    —Hace un tiempo que no vamos a ninguna parte, tal vez mañana que salimos temprano, ¿Qué dicen? — mencionó mientras lo escribía en el aparto electrónico. Al instante, Josué le había respondido que si, al igual que Elena y Francisco —¡Perfecto! —, gritó —, Ahora por fin podré salir sin que ese enano de jardín me este atosigando el poco aire que tengo— reprochó al tirarse sobre la cama.

    Al abrir los ojos la luz ya entraba por su ventana, saltó al suelo y corrió para preparar el desayuno. Al terminar, bebió el te con algo de pan, esperó a su hermano y salieron. Una vez dentro de la institución, entraron para encontrarse con los demás —. Josué, hoy cuando salgamos, ¿A dónde iremos? — preguntó mientras copeaba lo que estaba escrito en el pizarrón; pero él no le contestó —Hey, te estoy hablando— prosiguió.

    —Ah, perdón estaba distraído… eh… vamos a ir al centro comercial al piso de juegos y capaz que a comer, si es que no volvemos a comer…

    —Hey, si te pasa algo, ¿No sería mejor qué te quedaras aquí? —interrumpió. Le negó con la cabeza y volteó, dejándola preocupada. Más que preocupada, la curiosidad la estaba despedazando por dentro, ella conocía a Josué hace un año, sabia que podría ser por algo sobre su familia; o tal vez alguna otra cosa… pero… ¿Qué?

    El sonar del timbre la alertó, se paro y se sentó juna él —. Dime, ¿Qué es lo que te pasa?, y sabes muy bien que no me iré hasta que hables.

    Josué largó una risa —, ya se, no es nada malo… enserio, te lo prometo, pero te lo diré luego.
    —¿Luego?, ah no, no, no, ¡No! Yo no caeré en ese juego de “luego te digo” y que te olvides o algo, quiero saber aho-

    —Atención chicos, la profesora de este módulo no viene, así que se retiran ahora y no vuelven— interrumpió la preceptora. En ese momento todos comenzaron a sacar sus cuadernos para hacer la notificación e irse, y aunque fue interrumpida y de alguna forma ignorada, no se rendiría hasta averiguarlo.
    ---------------------------------------
    Y bien, hasta aquí por ahora -w- nos leemos en la próxima (?) *Desaparece como por arte de magia*
     
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    Borealis Spiral

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    ¡Holi! Me alegra mucho que lo continuaras, en verdad que sí. Es bueno que no abandonen las historias por mucho que se tarden en actualizar. Te encomio por tu esfuerzo.
    Ahora, pasando al capítulo... Eh, lo noté en un nivel muy bajo, más bajo que los anteriores y no sé si sea porque lo escribiste de manera rápida o porque ya quieres acabar con esto. Me explico, hubo varios párrafos en los que me confundí por la falta de detalles o explicaciones. Ejemplo:

    Aquí veo que intercalas el punto de vista de Josué o de los amigos de ella al verla tan abrumada o molesta por algo y el de Lucía misma y sinceramente es algo confuso. Dedicarle un párrafo diferente a las diferentes perspectivas de los personajes es bueno, o si no, usa palabras que enlacen que estamos cambiando de punto de vista. Lo mismo cuando alguien se levantó a abrazarla al verla llorando; de estar efocándose en Lucía, de pronto la narración pasa a una que indica que alguien la observó todo el tiempo y ni siquiera supe quién la abrazó xD También, separa los diálogos de los párrafos y de los otros diálogos de diferente personaje, pues eso también puede confundir.

    Algo más que noté fue que apresuraste mucho las cosas :O De la nada habían pasado meses y tampoco sentí una transición fluida o que me dijera que había pasado todo ese tiempo; lo mismo a la hora de cambiar de lugares. En un momento Lucía llega a la escuela al siguiente, está en su casa y luego otra vez en la escuela... es raro. Esas serían mis recomendaciones del día, simples consejos, eres tú quien decide si los aplica o no. Por el momento me despido esperando en serio la siguiente actualización para ver cómo avanza esto ahora que Lucía presiente que Josué le oculta algo. Sin más me despido y te cuidas :D

    Hasta otra.
     

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