One-shot We aren't alone [WilliamBaxter&MargaritaNieves|NITWHumanVersion]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 24 Enero 2021.

  1.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
    Miembro desde:
    20 Julio 2015
    Mensajes:
    6,296
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    We aren't alone [WilliamBaxter&MargaritaNieves|NITWHumanVersion]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1064
    Me tomaré la licencia de escribir la parte del backhistory que acordé con Gigavehl , pero nunca llegó a mencionarse creo que ni explicita ni implícitamente en el rol.

    Nada, esto demuestra el lazo más puro y duro de Mar con Will.

    We aren't alone
    "If you are the crazy sailor, I will be the monstrous sea"


    Lo recuerdo, estaba sentada en un barandal, tras este y por delante mío la colina caía en una horizontalidad que rozaba lo vertical; no ruedas colina abajo, te golpeas unas tres veces antes de tocar fondo y morir por un golpe contundente... puedes sobrevivir, claro, pero... nada te aseguraría que te seguirías sintiendo vivo luego de eso. La noche no tenía luna, el invierno estaba a la vuelta de la esquina, helándonos con su gélido aliento inminente; las bestias árticas, las que se robaban todo, para luego entregarnos el espejismo de la primavera.

    A pesar de eso, el frío, la oscuridad y las estrellas parpadeantes se me hacían místicamente hermosas. Únicas, sin saberlo, amaba lo efímero. Lo poco, lo justo, lo necesario; el exceso siempre me irritó, me hastió, me ponía los nervios de punta y no sabía como reaccionar. Sí golpear, paralizarme o huir; mi vida se regía por esa tríada.

    —¡Hey, Bola de nieve! —exclamó alguien a mis espaldas, provocándome un respingo, por suerte mis manos se aferraron con fuerza inhumana a la barra que me sostenía, sí no... lo del inicio de este escrito podría haber sido real. Podría, porque siempre que sentía la muerte acariciando mi espalda, murmurarme en el oído, regodearse con mis labios... siempre me dejaba; expectante, intranquila, caliente.

    Aterrada.

    —¡Ca-cachorro Baxter! —solté mirándolo con la angustia de las circunstancia, por sobre el hombro—, ¡m-me pude haber caído! —exclamé con real preocupación, él cambió su expresión risueña por una sonrisa entre apenado, enternecido y, obviamente, preocupado. Yo hice un puchero, soltando un gruñido casi inaudible, porque me frustraba verle así; sintiéndose mal por una tontería...

    Aunque bueno, acababa de enojarme por esa tontería.

    Solté un suspiro pesado, rendida, y cuando volví a centrar mi vista en el horizonte oscuro él se apoyó en el barandal, observando el panorama conmigo. Podíamos ver una pequeña parte del pueblo aún iluminada, pero todo lo otro estaba sumido en un negro azulado casi absoluto. Las estrellas eran el rastro de luz más estable, pero a la vez insignificante sí se trataba de alumbrar nuestro camino. Algo tenía todo eso que me embobaba, y ahora con Will al lado, sencilla y llanamente toda la frialdad de la noche se tornó reconfortante y hogareña.

    —¿Qué tal tus moretones? —pregunté con voz monótona, apagada. Mis ojos estaban pegados al frente, pero siempre había sido atenta a lo que podía ver periféricamente, y a pesar de que era poco exacto, sí podía asumir que se movió con algo de nerviosismo, ansioso.
    —Bien, van bien —respondió sin perder el animo, pero el pesado suspiro de cansancio y abatimiento que se le escapó antes delataba todo lo malo por lo que estaba pasando. Eso provocó que desinflara mi propio pecho, hastiada y angustiada, de manera casi imperceptible.

    Silencio, donde respiramos el mismo aire, vimos el mismo paisaje y nos cuestionamos cosas diametralmente distintas. Porque eso éramos; polos opuestos, las dos caras de una misma moneda, complementos, un debate; conflicto.


    —Mar... —soltó casi en un susurro, pero aún se podía considerar que hablaba fuerte y claro, solo que en la soledad nocturna no era necesario gritar y preguntar todo a los cuatro aires, pues se te iba a escuchar aunque no quisieras. Supervivencia, otra vez—, ¿tú cómo estas? Ya sabes... por lo de... tu padre.

    Esta vez mi suspiro fue sonoro, removió todo mi torso y casi se me aguaron los ojos, pero cada día que pasaba más me costaba llorar; menos se me dificultaba respirar, más ajena me sentía a la muerte. Jacob ya no estaba, era incapaz de concebirlo y por ello se me dificultaba creer que su cuerpo, inerte, ahora yacía en el cementerio.

    Lo sentía conmigo, yo lo sentía conmigo... pero no estaba, así que... ¿dónde estaba?, ¿por qué me sentía sola, pero acompañada por él? No podía decir eso sin parecer una loca, así que...

    —Bien, creo que me va bien —repliqué, mi voz estaba cansada y algo suspirante, pero no quebrada, no artificial ni monótona; estaba siendo... sincera, en lo posible. En el sentimiento, con las palabras mentía constantemente sin siquiera querer hacerlo.

    —Uhm —respondió a labios cerrados, asintiendo con suavidad la cabeza, lo supe por que lo vi de reojo, devolviendo la vista al paisaje oscuro antes de que lo notara.

    Era así siempre, ¿no? Él me hablaba cuando menos lo esperaba, yo lo miraba cuando menos se lo imaginaba... No lo supe en aquella época, ni en las siguientes, no hasta mucho después; éramos como hermanos, gemelos, siameses separados. Lo que no tenía el otro, lo tenía uno; lo que le faltaba a uno, se lo daba el otro; cuando crecimos peleamos un montón, nos dañamos mucho más y aún así... siempre volvíamos. Nunca dejábamos de buscarnos, de llamarnos a gritos, de golpearnos para que el otro abriera las condenadas puertas con llaves.

    Infierno y paraíso.

    Purgatorio,
    purgador.

    Demonio,
    ángel caído.

    Bueno,
    malo.​

    Compasivo,
    despiadado.

    No éramos como la doctrina, filosofía esa china, donde cada cosa tiene su opuesto complementario, se busca el equilibrio, todo es como un intercambio equivalente.
    Nosotros éramos más creyentes, monoteísta;
    yo le tenía fe a los castigos, el era creyente del perdón.
    Ambos sentenciábamos a nuestra manera, alocada,
    cruda e inamovible manera.

    No recuerdo bien que pasó el resto de aquella noche, pero siento que fue la primera vez que hablé de manera genuina con alguien; la vez que lloré sin pena, grité sin miedo, rabié con calma, sufrí...

    Sin sufrir.

    Fue liberador.
    Mi más atesorado recuerdo.


     
    Última edición: 24 Enero 2021

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso