Walk in closet

Es la habitación prácticamente frente a las escaleras. Apenas abrir la puerta se nota que tiene la misma influencia victoriana, tiene diferentes estantes y armarios para guardar la ropa o zapatos de los dueños de la casa.
Un sector está lleno de trajes y camisas bastante finos, el otro está repleto de ropa femenina. Parece ser que esa parte es compartida por Katrina y su madre, dado que algunos zapatos parecen estar revueltos entre sí.

Cuenta con un sillón victoriano y algunos otoman en el centro del espacio; al fondo hay una cómoda blanca con cepillos para el cabello, maquillaje y bastantes perfumes y colonias.

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Técnicamente no podía disentir con Kashya, alterados sí que se veían. El caso, intuía, era que la chica prefería poner distancia entre ella y el caos mientras que yo, bueno, ¿no era caos en sí mismo, o algo así? Recibí su mirada con la eterna nota de diversión en el semblante, pero no repliqué nada en absoluto y simplemente la seguí. Hacía apenas minutos, puede que incluso segundos, había notado un chispazo vino tinto pasar a nuestras espaldas en dirección a Dios sabe dónde. No era que pudiera unir las piezas del mismísimo aire, pero de haberlo sabido ¿qué habría hecho? ¿Redireccionar a Kashya o no mover un músculo?

Diría que la respuesta era bastante obvia.

Y la expectativa me inyectó una diversión de lo más cagada.



Al entrar a la casa me detuve junto a la chica del servicio que había en la cocina para pedirle un trago. ¿Por qué llevaba bigote también? Ah, ya ni mucha gracia me causaba. En lo que esperaba el martini me pareció reconocer el cabello teñido de la chica que Altan había estado llevando a la espalda el otro día, estaba charlando con una amiga. No hice nada extra, le agradecí la bebida a la chica y al alcanzar el pasillo me detuve en medio, algo dubitativa, antes de elegir las escaleras. Asumía que estaría más tranquilo aunque, en sí, me equivocaba.

Había bastante gente pululando, Morgan y Margarita incluidas, de modo que me lancé a la primera puerta que vi tras arribar al pasillo. La luz ya estaba prendida. Parecía ser un clóset y, bueno, era enorme. Debía tener el tamaño de mi habitación, qué sé yo, puede que incluso más. Le di un sorbo al martini, algo más relajada gracias a la soledad, y me puse a mirar la ropa femenina sin tocar demasiado. Sabía que era técnicamente incorrecto pero venga, lo habían dejado sin llave y siempre me había gustado la ropa. Además, ahí había un montón y mucha era muy lujosa. Había hasta vestidos de princesita.

¿En ese clóset se vestía Katrina todos los días?

Vamos.​

De cualquier forma la paz duró de poco a nada, el sonido de la puerta abriéndose alcanzó mis oídos y detuve mis movimientos a cámara lenta, conteniendo las ganas de bufar al seguir escuchando.

—Ah, Sasha —murmuró Morgan, sedosa. Ni necesitaba verla para imaginar la diversión en su rostro—. ¿Qué haces aquí sola?

Puta cabrona.

—Miro ropa —respondí con simpleza, sin siquiera molestarme en girarme—. ¿Tú?

—Ustedes, dirás. —Fue una estupidez, por un microsegundo sentí un miedo absurdo reptarme por la espalda y tuve que comprobar que la persona acompañando a Morgan no fuera alguien a quien conociera—. Nada, abajo estaba un poco aburrido y vinimos a inspeccionar. Veo que nos ganaron de mano~

¿Quién era esa niña, que lucía tan frágil, delicada y... diferente a Morgan? Arrugué el ceño, alternando mi mirada entre ellas, y suspiré antes de regresar mi atención a la ropa. Le di otro trago a mi martini.

—Well, no hay nada demasiado interesante aquí. Sólo toneladas de ropa cara.

—Eh~ Kashya, ¿te gustaría probarte toneladas de ropa cara?

Las miré de soslayo, como si esperara por la respuesta de la famosa Kashya para, no lo sé, ¿definir qué clase de persona era? Ni idea.

 

La puerta en cuestión dio acceso a lo que parecía un vestidor y, cabía decir, uno bastante grande. También parecía que no habíamos sido las primeras en llegar al mismo, cosa que me resultó, bueno, algo curiosa porque no esperaba que nadie se alejase así de toda la parte interesante de la fiesta que estaba abajo. Nadie normal, quería decir, porque era obvio que Morgan y yo éramos la excepción.

Observé el intercambio entre las dos chicas con la cabeza ladeada y me centré después en la morena cuando llamó mi atención, encogiéndome de hombros al escuchar su respuesta.

—Si quieres.

Y, no sé, como que asumí que sí quería o algo porque me adentré aun más en el interior al decir aquello y comencé a mirar la ropa con cierta curiosidad. Efectivamente, "toneladas de ropa cara" era una definición bastante adecuada de lo que había ahí dentro, aunque tampoco era como si hubiese esperado otra cosa. Lo que sí llamó mi atención fue el montón de prendas que había tiradas junto a la cómoda, y me agaché para coger una entre mis dedos, alzándola para mirarla mejor.

Para tener tanto dinero y servicio, eso en concreto dejaba un poco qué desear.

 

Comencé a navegar el espacio dentro del clóset sin una dirección u objetivo fijo. La afirmación de Kashya me alcanzó por detrás y sonreí, buscando su mirada apenas un segundo. Se había ido a la pila de ropa desordenada, no sabía muy bien por qué, el caso es que había dado con algo bonito e incluso me pareció que le quedaría bien.

—Alright, lass, ¿por qué no te lo pruebas, entonces?

Lo dije regresando mi atención a los trajes masculinos, para notar de repente que parecían haberse dejado algo dentro de uno de los bolsillos. Colé la mano dentro sin una mínima pizca de resquemor y podría jurar que oí a Sasha suspirar desde algún punto de la habitación.

 

Entre la ropa del suelo, una gabardina de mujer de color beige, se encuentra una llave cuyo llavero es un escudo de armas, cuenta con varios ornamentos que recuerdan al barroco y tiene una águila en el centro del escudo con las alas extendidas. Bastante… alemán.

De hecho recuerda a un objeto que uno de los invitados carga en su bolsillo.

Vaya nido de alemanes era eso de repente.

El llavero acabado del llavero recuerda bastante a la puerta cerrada del pasillo de abajo. Es un poco raro que la ropa quedara allí tirada, así que seguro fue por las prisas de su dueña, Hailee Akaisa, quizás hasta se le resbalara la llave y ahora mismo estuviese en quién sabe dónde preguntándose si la había perdido en la calle. Es probable que tampoco entrara nadie de servicio a la habitación y que Katrina, para variar, se olvidara de levantarla y regresarla a su lugar por estar preparándose ella misma.

En el bolsillo del traje hay una cajetilla de cigarros marca Camel, la misma que algunos han visto fumar a la heredera de los Akaisa. Junto a eso hay una tarjeta, tiene el logotipo de la MEDSUPASS y en el reverso tiene el nombre de Damian Akaisa, junto a su número de contacto.

Llamar al señor para informarle de la fiesta que se estaba llevando a cabo parece algo muy rastrero, aunque la opción no se descarta. De cualquier manera los cigarrillos poco o nada hacen metidos en ese traje, así que llevárselos no suena a mal plan.

 

Alcé la vista para mirar a Morgan y volví a clavarla sobre la prenda durante un par de segundos antes de asentir con la cabeza, un poco porque sí, y erguirme de nuevo. Me coloqué la gabardina por encima del vestido y di una vuelta delante del espejo que había a un par de metros, observando mi reflejo con atención.

—Me va grande —comenté un poco al aire.

Una información un poco obvia, de todas formas, porque solo había que ver como las mangas se quedaban colgando a ambos lados de mi cuerpo para darse cuenta pero ya se sabía que así era yo. Aun así no me la quité, y fue cuando me di la vuelta para ir donde Morgan, que me di cuenta de la llave que había descubierto al coger la prenda. Me agaché de nuevo para cogerla y le di unas cuantas vueltas, examinándola, pero no logré discernir nada con ello.

Aceleré solo un poquito el paso hasta alcanzar a la morena en la zona de ropa masculina y llamé su atención tironeando un poco de la falda del vestido, extendiéndole después la llave para que pudiese verla también.

>>Mira, es como si estuviésemos en una novela de misterio. ¿Crees que esta llave abrirá algún pasadizo secreto o algo?

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SOMEONE PROTECC THIS CHILD FFS

 

Escarbé en el bolsillo del saco hasta dar con un paquete de cigarrillos y una tarjeta. Lo primero no me interesaba, la verdad, ni siquiera fumaba, y con respecto a lo otro... No sé, ¿me servía de algo saber el nombre de la empresa del señor Akaisa? La voz de Kashya llamó mi atención y giré un poco el rostro, recuperando la sonrisa al verla con aquella gabardina enorme encima. De paso, deslicé la mirada a Sasha pero no dije nada. Era bastante obvio que había querido soledad y aparecimos nosotras a arruinarle los planes, ¿verdad?

Kashya fue a mi posición y le dediqué entonces mi entera atención, recogiendo la llave para inspeccionarla mejor. Eh, quizá estuviera loca o qué sé yo, pero me recordaba un poco a una de las puertas de abajo y de repente... ¿me sentía como un Dios generoso? Algo así.

—Eh, Pierce —la llamé, lanzándole la llave por el aire; la atajó con un revés de muñeca bastante admirable—. Ve a encontrarte la paz que buscas. ¿Quieres esto también?

No le vino muy en gracia, sospechaba que nada de lo que dijera o hiciera le vendría muy en gracia así que lo dejé correr y ya. Igual al mostrarle el paquete de cigarros dudó visiblemente pero acabó por aceptar. Eh, eso me sorprendió un poco, ¿la señorita perfección fumaba? Impresionante~ Se los lancé igual que la llave y se retiró del closet sin mediar palabras, a lo sumo le lanzó una mirada breve a Kashya. Solté una risa nasal floja y regresé mi atención a Thornton, una vez quedamos solas. Alcé una mano para acariciarle el cabello suavemente.

—Lo siento, ahí fue nuestro misterio~ Pero oye, mira. —Recogí unos tacones del suelo y se los extendí—. ¿No te los quieres probar? Parecen de tu talla y todo.

Quizá también quisiera estar a solas con Kashya~

 

Seguí el movimiento de la llave con la mirada, dejando caer la cabeza hacia un lado cuando la chica pelirroja la pilló en el aire. Estaba algo... ¿decepcionada? Supuse que un poco quizás sí, que me hubiese gustado saber si quizás esa llave no daba acceso a la biblioteca o puede que otra cosa aun más interesante. Pero bueno, tampoco me duró mucho a decir verdad, y me despedí de la muchacha levantando una mano y moviéndola ligeramente de lado a lado, aun cuando en realidad solo se pudo ver la manga balanceándose.

Me giré hacia Morgan cuando sentí que me acariciaba el cabello, interpretándolo como su manera de llamar mi atención, y negué un par de veces con la cabeza.

—No importa, también podía haber sido algo peligroso.

Todo lo peligroso que pudiese ser algo en una casa de millonarios, claro.

Le eché un vistazo a los tacones que me extendió, examinándolos, y después de un par de segundos decidí aceptarlos. No me cuestioné como es que sabía que podían ser de mi talla porque, bueno, era bastante obvio que sería porque posiblemente teníamos la misma. Me senté en un taburete cercano y me quité mis propias sandalias para colocarme aquellos zapatos, levantándome justo después.

Ahora volvíamos a tener la misma estatura más o menos, ¿verdad? Curioso.

Me dirigí hacia uno de los estantes, con pasos cortitos, y cogí un sombrero al azar para volver a acercarme después y colocárselo a Morgan sobre la cabeza.

>>Te queda bien.

 

Supuse que a Kashya le decepcionaría ceder la llave así sin más, ya que dentro de su ingenuidad seguro el rollo del misterio le emocionaba bastante. Lo supuse y, aún así, me importó una mierda a la hora de hacer lo que me apetecía. Al final del día, sin importar lo que pareciera, seguiría siendo esa hija de puta, ¿verdad?

¿Algo peligroso, decía? Sí, claro, probablemente nos asaltaran los fantasmas centenarios que permanecían ocultos en las sombras de aquella mansión enorme. No había que jugar con los espíritus o podrían enfadarse, maldecirte y arruinarte la vida hasta tu último aliento.

Así y todo, me divertía seguirle el rollo.

—¿Crees que haya algo peligroso aquí? —indagué, desviando mi atención a la ropa—. Alguna habitación secreta, un espejo encantado, una muñeca poseída o así~

Regresé la vista a ella cuando se cambió los zapatos y sonreí satisfecha, siguiendo sus movimientos hasta el estante. Pensé que se probaría ella el sombrero, aunque adiviné sus intenciones a mitad de camino y solté una risa nasal suave, permitiéndole hacer sin pegas. Agaché un poco la cabeza para que pudiera acomodar el accesorio y me acerqué al espejo, sosteniendo el alero con una mano al dar una vuelta entera. La falda del vestido danzó en amplitud.

—Eh, nada mal —murmuré, acercándome al tocador, y recogí un pesado collar que parecía llevar varias joyas incrustadas—. A ver, lass, ven aquí. Seguro esto se te vería genial.

 

—No sé, supongo que depende de lo interesados que estén los Akaisa en ese tipo de cosas.

Por regla general uno no compraba muñecas malditas por propia voluntad, según yo, pero había mucha gente rica que no sabía qué hacer con el dinero y que buscaban, no sé, emociones fuertes o algo así, así que decidían hacerse con objetos que tuviesen alguna leyenda detrás para ver si era real o no. Un poco estúpido exponerse de esa manera, porque si la leyenda existía era por algo, pero, irónicamente, a veces la gente rica no destacaba por su inteligencia.

La seguí hasta el tocador después y observé el collar que estaba sosteniendo antes de sentarme en el taburete que había delante del espejo. Parecía un poco pesado, con todas esas joyas y tal, pero como suponía que tampoco íbamos a salir de ahí con todo eso puesto pues decidí no darle mayor importancia.

Mientras ella se encargaba de eso, yo me puse a rebuscar en los cajones del tocador, y acabé sacando un pintalabios del mismo.

>>¿Quieres? —pregunté, enseñándoselo a través del reflejo del espejo.

 

Me permití una risa bastante sonora antes de contestar, deslizando los dedos a lo largo de las prendas femeninas. Las diferencias en las texturas era algo muy placentero al tacto.

—A juzgar por la mansión y todo el rollo, diría que tienen más chances de ser atormentados por un pariente al que mataron por negocios que a comprar una muñeca maldita.

Kashya se sentó en el taburete y la rodeé suavemente para presentar el collar en su cuello, pegando la mejilla a su cabello para buscar sus ojos en el reflejo y sonreír. No tardé demasiado en echarme hacia atrás para engancharlo y dejarlo caer; era, de hecho, bastante pesado y no terminaba de combinar con su vestido, pero entre la gabardina y demás ya era un show de por sí.

Indagué el pintalabios que me alcanzó con una ceja arqueada, era un lápiz retractil de un color violáceo oscuro, bastante bonito. En vez de hacerle caso, sin embargo, deslicé la mirada a ella y me acomodé sobre su regazo sin dejarle demasiado espacio a quejas. Le sonreí serena una vez permanecí quieta, cruzándome de piernas.

—¿Qué me dices si lo pruebo en ti primero~?

 

—¿Tú crees? Seguro que en la biblioteca hay información de eso si es que pasó.

¿Una familia que ha conseguido su fortuna tras el asesinato de un pariente? Podía sonar novelesco, pero seguro era algo que pasaba más a menudo de lo que uno podría creer. De todas formas, los Akaisa... estaban relacionados con la farmacéutica o algo así, si mis datos no eran erróneos. Huh, una fuente inagotable de veneno, ¿verdad?

El peso del collar fue algo más elevado de lo esperado, pero pude soportarlo sin mayor problema, y después de colocármelo, me quedé mirando el espejo con una una intensidad que no venía a cuento de nada. Bueno, no sabía yo mucho de moda, pero era capaz de darme cuenta que nada conjuntaba con nada en ese mismo instante. No es que me molestase o algo así, aunque era un poco curioso, porque pensé que Morgan tendría más sentido de la moda que yo.

Sea como fuere, sentí su peso sobre mi regazo y pasé a apartar la mirada del espejo para buscar la suya. Intercalé un par de vistazos entre el pintalabios que me había quitado y ella misma y, una vez más, me encogí de hombros.

>>Vale.

Al fin y al cabo, podía ser una buena referencia teniendo en cuenta nuestro aspecto físico tan parecido y todo el asunto.

 

¿Que los Akaisa guardarían en la biblioteca información de sus asesinatos culposos por... por amor al arte? Se me escapó una risa nasal que fue más bien la contención de una carcajada y meneé suavemente la cabeza. Venga, por más orgullosos que estuvieran no era algo que pudieran ostentar como cabezas de ciervo colgadas de la pared. En otra época, quizá, bajo otra cultura, pero no aquí y ahora. Si bajo la tierra corría sangre Akaisa, la información se habría ido con ellos.

Francamente no estaba siguiendo ningún sentido de la moda específico para decorar a Kashya, me estaba divirtiendo como una cría a la cual le regalan su primer set de muñecas y accesorios. Ya luego podría ponerme seria si me apetecía, pero de momento el entretenimiento radicaba en verla portar cosas tan extrañas y enormes con su eterna cara de poker.

Nada parecía importarle o preocuparle lo suficiente, y eso me valía en exceso para moverme como me saliera del coño. Aceptó mi oferta y sonreí sedosa, colando una mano entre su cabello albino para anclarla a un costado de su cabeza. Me incliné, sin correrme ni un centímetro de sus ojos, y repasé su labio inferior con el pulgar.

—Tienes labios bastante bonitos, lass —susurré, deshaciendo el contacto para descubrir el lápiz labial—. No lo había notado antes~ A ver, quédate quieta.

Sostuve su barbilla con cierta firmeza pero sin apretar y procedí a maquillarla. Lo hice con cuidado, quería que quedara bien a la primera por una repentina cuestión de orgullo femenino o vete a saber qué. Un poco de repente fui consciente del silencio que nos rodeaba, de la fiesta ahí afuera pero que nosotras podíamos convertir aquella habitación en... algo diferente. Que era nuestra, al menos de momento, y eso me bastaba.

—Muy bien, ya quedó. —La observé, sonriendo satisfecha, y me eché ligeramente hacia atrás para permitirle ver su reflejo; no dejé de mirarla entre tanto—. ¿Te gusta~?

Eh, ¿sería intransferible?

 

Comprendí el por qué de llevar su mano hacia mi cabello, para evitar que me moviese mientras aplicaba el pintalabios, pero no logré entender lo del pulgar deslizándose por mi labio inferior. Quizás... ¿quizás fuese alguna técnica que ayudase al carmín a quedarse mejor? No tenía ni idea, no entendía de esas cosas en absoluto. Sea como fuere el caso, tampoco vi por dónde preguntar al respecto así que, como siempre, simplemente la dejé hacer.

—Gracias —murmuré en respuesta al halago y luego simplemente me quedé quieta como había pedido.

Me quedé con la mirada fija en el movimiento de su mano, siendo que era lo más interesante en lo que podía fijarme, y levanté después la vista para mirar mi reflejo en el espejo. La ropa y los accesorios eran todo un desastre, pero curiosamente, el color de mis labios no desentonaba tanto como todo lo demás. Combinaba un poco con el color de mis ojos, y... ¿se veía lindo? Sí, algo así.

>>Me gusta, sí —seguí hablando en un murmullo, asintiendo con la cabeza, y deslicé de nuevo la mirada hacia ella—. ¿Seguro que no quieres probártelo también?

 

Ensanché la sonrisa al saber que a Kashya también le gustaba, aunque si me detenía a pensarlo ¿qué podía no satisfacerla? Parecía no tener la menor idea de moda, así que... No lo sé, ¿un labial amarillo? ¿Disfrazarla como un payaso? Quién sabe, tampoco me interesaba averiguarlo. Observé su reflejo y luego regresé a sus ojos tras ofrecerme el maquillaje. Sacudí suavemente la cabeza, regresando el lápiz al tocador, y le acomodé el cabello tras la oreja de pura manía. Era una toquetona, ¿eh?

—I'm fine~

De un momento al otro me incorporé y empecé a recorrer el closet con cierto aire distraído. Cuando llegué junto al mueble del cual Kashya había extraído el sombrero me lo quité y... lo dejé por ahí tirado.

—¿Qué hacemos? —inquirí al aire, detallando un vestido bastante lindo—. Podemos volver al salón, quizá sigan...

Dejé la frase en el aire y me volví para mirar a Kashya, sonriendo ampliamente.

—¿Alguna vez jugaste a la botella, cariño?

 

Me encogí de hombros al escuchar su respuesta y después me dediqué a observar con mayor detenimiento las cosas que había repartidas por el tocador, en lo que ella seguía paseando por el vestidor y demás.

Dejé las cosas cuando escuché que volvía a dirigirse hacia mí y me giré hasta poder ver su figura de nuevo, aun sentada en el taburete aquel.

—¿La botella? No, pero sé como funciona —claramente—. ¿Están jugando a eso en el salón?

 

¿Que sabía cómo funcionaba? Bueno, claro, si la niña seguramente era una enciclopedia con patas. Me acerqué a ella y enganché una mano en el costado de su cabeza, sólo para volver a repetir la estupidez del pulgar y comprobar que el labial era intransferible. No esperaba menos de gente rica~

—Sip, al menos cuando me fui estaban en ello. Pero ¿qué te apetece hacer, lass? Estoy a tu entera disposición~

Me agaché, con ambas palmas en mis rodillas, y la observé bien, bien de cerca.

—Tú sólo dilo y yo te sigo.

 

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pal mood

Ya ni sentido tenía concederle más de dos neuronas a toda la cuestión, podíamos haber avanzado en otros aspectos y no iba a negar el cariño que le tenía al idiota, pero al mismo tiempo seguíamos siendo los salidos de mierda que habían copado el rellano como si fuera propiedad privada. Era parte de nosotros, de cómo nos movíamos y probablemente nunca lo dejáramos de lado. ¿Me quejaría?

Ni de coña.

Noté cómo sus ojos se deslizaban a lo largo de mi cuerpo y me relamí apenas los labios, suavizando la sonrisa al recibir su mirada de vuelta. ¿Objetivo cumplido, supongo? Luego no reaccionó como tal a los besos, pero permaneció allí, en su pecho vibró una risa grave y me di por satisfecha. Si igual no era tan fácil arrancarle respuestas al cabrón, había que esforzarse bien y ahí radicaba la diversión de todo el asunto. Que no me culpara luego por disfrutar tanto de aflojarle los cables y dejarle inútil el cerebro, si en líneas generales era un auténtico desafío y ya sabíamos que lo competitivo se me subía a la cabeza.

Era un honor, además~

Las instrucciones de Akaisa me cayeron encima demasiado rápido y sabía que para cuando abandonara el comedor ya no recordaría ni la mitad, así que básicamente decidí confiar en el cerebrito de niño genio del cabrón aquí, molestándome mientras intentaba mantener una conversación decente. Katrina no había volteado a verme, de modo que posé mi mirada sobre Emi y una pulsación de calor me recorrió el cuerpo cuando el hijo de puta se puso a repasar el escote de mi vestido.

—Muchas gracias, lo mismo para ustedes~

Estábamos hechos un montón de cerdos hormonales, ¿eh? Y no podía importarme menos.

Mantuve la sonrisa felina en mi rostro en cuanto regresé el rostro hacia Altan, mis manos subieron a sus hombros y ladeé la cabeza al oír su propuesta, alzando las cejas. Ah, pero qué generoso estaba~ Iba a tener que agradecérselo apropiadamente después.

—Eh, ¿cómo decir que no? —susurré en tono suave, enganchando las manos en su nuca para inclinarme y atrapar sus labios. Fue un beso de nada, corto y sencillo, que sirvió para echarme otra llamarada encima y busqué su mano a tientas. Reparé en sus pozos negros—. Ya vamos, Al.

Puto alcohol.

Lo arrastré fuera del comedor sin soltarlo, al pasar junto a las chicas les dediqué una sonrisa fugaz y subí las escaleras sin mucha prisa. Al menos la primera indicación, la de la puerta, la recordaba. Me encontré dentro de un puto closet que debía tener el tamaño de mi habitación y advertí el desastre de ropa que era, entre los montones acumulados y el resto tirado por allá. ¿Qué cojones? Ah, como sea.

Dejé ir su mano para adelantarme un poco y revisar los vestidos de pura manía. Seguía siendo una chica, después de todo.

—¿Recuerdas dónde dijo que estaban? —inquirí al aire, volviendo recién entonces el rostro para soltar una risa culpable—. Yo ya me olvidé~

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doble post i dont give a fuck

Hitori ola

 

Ya no era siquiera una cosa de que avanzáramos o no, simple y sencillamente nos disfrutábamos como un par de estúpidos. Tensar cueras, provocar reacciones, recibirlas, era una cosa continua que no iba a detenerse y ya, tampoco valía la pena pensarlo demasiado porque esas mierdas no había que pensarlas en gran medida.

Imaginé que al cerebro borracho como la mierda de Anna y distraído de por sí con mi gracia no le iban a alcanzar las neuronas vivas para recordar las instrucciones que Akaisa le había tirado encima así que las atajé al vuelo, solo para no ir a fallar tanto con mi palabras de distraerla demasiado cosa que iba a pasar si no recordaba dónde encontrar lo que iba a ir a buscar ella.

Mira, se veía tan bonita tratando de mantener una conversación mientras yo estaba ahí haciendo el imbécil.

Reflejé su sonrisa cuando volteó a mirarme de nuevo, cuando me besó correspondí pero también se me ensanchó la sonrisa allí contra sus labios, porque la verdad es que me estaba divirtiendo como un puto cabrón y no era sorpresa para nadie. Incluso con el hecho de que estábamos hechos una bola de hormonales, cuando alcanzó mi mano volví a entrelazar nuestros dedos y la seguí sin problema, aproveché para dejar el vaso vacío en la mesa.

Al menos la indicación de la puerta sí la recordó.

Entramos al closet y recorrí el espacio con la vista, notando el desastre que indicaba que ya alguien había estado allí antes. Bueno, culpa de Akaisa por no echarle llave al closet obviamente.

No tardé en distraerme de eso al notar que Anna dejaba ir mi mano para adelantarse, revisó los vestidos antes de volver el rostro hacia mí y preguntar por las instrucciones de Akaisa. Se me escapó una risa floja, caminé hasta la cómoda y dejé allí la máscara, antes de acercarme a las líneas divididas del closet.

—Uno, dos, tres —Conté cada una mientras caminaba hasta la tercera—, contando desde la cómoda. La primera gaveta que veas.

Di un par de pasos dentro de la división del closet para darle un golpe de nada a la madera, apenas para indicar su posición.

—La próxima sería entretenido ver si retienes información mientras te distraigo —solté un poco porque sí, retrocedí y eché la espalda contra la madera del closet—. Mera curiosidad~

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Altan Sonnen descubriendo un kink right there