One-shot Volver por ti (Resident Evil)

El enorme monstruo infectado por el aurobos me arrojo contra la pared, uno de los cuerpos inertes que colgaban de sus cintura terminaron por desprenderse a causa del impulso utilizado, antes de lograr dispararle salía volando y me estrellaba contra la pared, esa era una lucha desigual, una lucha que tal vez no podía ganar, pero una que debía hacerlo, la razón la más importante que he tenido en los últimos años, la única que ha movido mi vida y ha hecho vacilar mis pensamientos, una mujer: Jill Valentine.



El número de infectados aumentaba de una manera exponencial a pesar de lograr acribillar a varios de ellos con todo el arsenal que disponía no disminuían ni un poco su número, apenas pude esquivar las balas de la metralleta de un desgraciado que mirada con ojos desorbitados, corriendo hacia él logre derribarlo y acabar con él pero apenas me ponía de pie el Ndesu me golpeaba nuevamente lanzando una enorme roca hacía mí, se escuchaba un ligero crujir en mi abdomen, allí iba una costilla más, pero decidido aunque malherido me levantaba de nuevo, no podía rendirme, estando ella viva, yo volvería a ella.



Raccon City 16 de julio de 1997



En la oficina de S.T.A.R.S., Chris, y sus compañeros discutían animadamente sobre qué equipo de baloncesto era mejor: Chicago Bulls o Los Angeles Lakers entre algunos bocadillos en la mesa y unos refrescos de cola. La puerta se abrió repentinamente y por ella entró Albert Wesker, después de él entró una joven vestida con el uniforme del equipo de operaciones especiales, tenía pelo largo, castaño y escondido en su boina, ojos pequeños color gris, unos labios pequeños y rosandos.



—Chicos —los llamó Wesker—les presento al nuevo integrante del grupo: Jill Valentine. Valentine, joven, estos son Enrico Marini, del equipo Bravo, y Barry Burton y Chris Redfield, del Alpha, al igual que tú.



La chica sonrió levente, la mayoría respondió solo con un hola pero en el caso de Redfile se quedó observándola y sonriéndole, ella sintió su mirada y se encontró con sus ojos por un momento, la bajo de nuevo sonriendo nerviosa.



—Espero estar a la altura— dijo la chica.



—No te preocupes por eso, seguro que estas muy capacitada—contestó Barry, observó a Cris y sonrió—¿Por qué no le enseñas la comisaría a la nueva?



Chris rio y se puso en pie.



—Claro—asintió con la cabeza— con gusto



La novata siguió a Chris pasillo abajo hasta dar con la siguiente estancia, que contenía tres estatuas.



—Espero que no te ofendas— dijo ella, algo insegura— pero la decoración del edificio…



El chico soltó una carcajada mientras Jill Valentine se acercaba a las efigies para verlas de cerca, con cara de horror.



— Es un asco lo sé, antes era un museo— le explicó— espera que veas el despacho de Irons, creo que te gustaría incluso menos que el resto de la comisaría. Le encanta la taxidermia.



Ella se giró a mirarlo y levantó la ceja.



— No todos por aquí somos tan extraños…



—Eso lo he notado, tú me agradas— la chica le ofreció una sonrisa gentil.



Ambos pasaron la siguiente media hora en la cafetería, charlando y conociéndose mejor. Jill se encontraba explicando que desde pequeña había querido ser policía y desde ese primer instante en el duro pero noble corazón del soldado comenzó a surgir algo por aquella chica.

Arremetía contra el gigante, mientras de este surgieron varias plagas, las alimañas se lanzaban contra él como unas pulgas lo harían contra un perro, varias de ellas eran destrozabas con los disparon de la Ak-47 que recién tomada del piso. Sintió un leve mareó la herida de su costado y la de su hombro comenzaban a ser perjudiciales además de los cientos de laceraciones que ya tenía en el cuerpo, probablemente algunos huesos rotos, un solo objetivo, solo un pensamiento, debía volver a ella, debía lograrlo.



— ¡Jill!—prorrumpió con fuerza y decisión como el grito que daría un revolucionario en su batalla final.



Las palabras de la chica se transformaban en su himno que retumbaba desde su corazón incesante, esos ojos grisáceos eran su fuerza imparable con la que destrozaba y arremetía contra cada uno de los infectados abriéndose paso hasta el pasillo donde se encontraba, su sonrisa esa sonrisa que lo hizo levantarse en tantas peleas, en tantos instantes que creyó todo perdido, hoy era una vez más su móvil aquello que volvía su arma inquebrantable, aquella sonrisa que creyó que no volvería a ver, por la que lloró ante su tumba, pero lo que hoy encontraba una razón más por la cual pelear y con un espíritu renovado lo lograría una vez más.

Al gigante le habían salido brotes de los brazos, espalda y el torso. Arremetía con todo el arsenal contra estos y la criatura entonces comenzaba a flaquear, se encorvó un con un lanzagranadas que se encontraba en el piso y un movimiento rápido lo vio derrotado, el mastodonte cayó al piso y allí a lo lejos la observó de nuevo, parecía una ilusión con en tantos sueños la había añorado, pero eso reflejado en sus ojos se señalaban como era y no era ella, corrió hacía él y como un desconocido lo atacó, por varios minutos forcejaron hasta que con algo de esfuerzo él logró someterla por unos segundos. Observó su piel descolorida, su piel más clara pero en sus ojos se había perdido la vida y el espíritu que tenía, el quiso llorar entonces de impotencia pero quiso hacer un último intento, la tomo entre sus brazos y forzándola un tanto logró poner sus labios sobre los de ella con su navaja mientras tanto y con esfuerzo lograba separar de ella el artefacto parasito que tenía en el cuello, tuvo entonces unas ligeras convulsiones, el se aferró a ella y la siguió besando.



— Volví a ti, volví a ti…— le susurraba con amor.

El movimiento de su cuerpo cesó y ella se puso ligera, él temió lo peor, hasta que una ligera voz murmuró a su oído.



— Sabía que volverías por mí.

Estaba allí su amada, deslizando una lagrima desde su mejilla mientras le sonreía, esa sonrisa por la que había llegado hasta el final y lo haría mil veces mas.