Victims of love [SesshxKag]

Victims of love [SesshxKag]

Victims of love​

[SesshxKag]
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CAPÍTULO 1
In the beginning, I tried to warn you.
You play with fire, it's gonna burn you.
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Sesshômaru era un joven bastante especial. Pertenecía a una de las pocas familias de yôkais que habían sobrevivido a la Inquisición*. La familia Taisho era además la dueña de la mayor empresa juguetera de todo el país y parte del extranjero: “La perla de Shikon”. Tenía un nombre singular pero sin duda, este nombre atraía a miles de niños que veían su lema en los anuncios de televisión: “Juega como un yôkai”.

Los niños de generaciones anteriores habían crecido con miedo a los yôkais, pero, extrañamente, con los años se había creado un alo de misterio y todos los niños querían ser un yôkai. Superman y Batman habían sido relegados a un segundo lugar y, en Halloween, las tiendas de disfraces se llenaban de garras afiladas y pelucas plateadas.

Cuando Sesshômaru era niño fue víctima de este rechazo hacia los de su especie. Sólo tuvo un amigo en su infancia: [[Jaken]], él también era un yôkai pero supo esconderlo mejor. Un día, sin saber cómo, se filtró en el colegio y su mundo se fue por la alcantarilla; todo el mundo lo rechazó, incluso su amigo Jaken.

Pero eso era cosa del pasado, ahora nadie conocía su procedencia y, aunque lo hicieran, no había nadie que pudiera importunarlo con sus comentarios o con su comportamiento. Él era el gran Sesshômaru.

Esa mañana tenía que dar una conferencia en la universidad de Tokio sobre los hanyous. La mayoría de la gente desconocía qué o quiénes eran, por lo que cada año daba una charla a los alumnos de Biogenética. No es que le molestara hablar ante tanta gente, más bien le encantaba ser el centro de todas las miradas, el problema era el tema a tratar. Pero tenía que hacerlo pues, como esa, daba otros cientos de charlas allí y si se negaba a dar una no podría dar el resto; esto se lo dejó muy claro el rector el día en el que le propuso el trabajo.

Entró en la sala. Miles de caras se posaron en él por su aspecto extraño; su cabello plateado y sus ojos color ámbar no eran algo muy común que digamos, por no hablar de la media luna que ocultaba su flequillo. Recorrió a los espectadores detenidamente, como hacía siempre, fijándose en las caras de aquellos que podían ser yôkais, pero esta vez no encontró ni un solo candidato para su buena acción anual.

Se aclaró la garganta y saludó a sus expectantes alumnos.

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Era tarde, muy tarde. La joven corría apresurada por los pasillos de la universidad, debía llegar cuanto antes a la sala de conferencias; había oído que una vez un chico llegó tarde a esa misma charla y que el tipo que la daba lo dejó en ridículo enfrente de todo el alumnado.

Todo por culpa de su estúpido despertador, ¿por qué siempre fallaba cuando más lo necesitaba? Tendría que comprar otro pronto si no quería que un día la echaran del trabajo por llegar tarde. Pero ahí estaba el problema de siempre: el dinero. Sacudió su cabeza para sacarse los problemas, ahora tenía que concentrarse en la conferencia.

Ya se encontraba frente la puerta. Apoyó su oído en ella y pudo escuchar una sensual voz masculina, debía de ser la del tal Sesshômaru. Había oído que era un hombre bastante apuesto y que, al finalizar esa charla, cada año elegía a algunos alumnos y les daba una oportunidad de oro. Nunca nadie la había rechazado y al día siguiente esos alumnos dejaban el campus sin ninguna explicación.

Empujó la puerta con cuidado de hacer el menor ruido posible, pero al parecer esa mañana la suerte no estaba de su parte. Sesshômaru acababa justo de saludar y el chirriar de la puerta hizo posarse todas las miradas en ella, incluidos los bellos ojos del conferencista.

-¿Cuál es su nombre? –preguntó el peliplateado desde el entarimado-

-Higurashi, [[Kagome]]. –la voz de la chica salió de su boca con una seguridad sorprendente, incluso para ella misma-

-Bien, siéntese señorita Higurashi. Cuando termine la conferencia me gustaría hablar con usted. –dicho esto, comenzó su discurso-

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No podía creer lo que le había dicho aquel estúpido niño rico. ¿Quién se creía que era? ¿Quién le había dado derecho para meterse en su vida?

†۞† - FLASH BACK - †۞†​

-Bien, Srta. Higurashi. Usted es una yôkai, ¿verdad? –dijo Sesshômaru nada más tenerla frente a él, no se andaba con rodeos-

-¿Cómo....?

-Digamos que su aura no es precisamente la de una humana normal.

Y tenía razón. Aunque no se apreciara en su aspecto físico, el aura de la muchacha tenía la fuerza de un yôkai.

-Yo no soy yôkai, soy hanyou.

¿Cómo era posible? Él nunca se había equivocado en eso. Desde niño siempre había tenido un sexto sentido para encontrar a los yôkais, y ahora, a sus 24 años, ¿le fallaba?

-¿Puedes demostrarlo?

-Escuche. La especie a la que pertenezca no es asunto suyo, así que si no le importa, tengo una clase en diez minutos.

¿Eso había sonado a altanería? ¿Una simple hanyou se atrevía a hablarle de ese modo? ¿Acaso no sabía a quién tenía enfrente?

-Escucha, mocosa. Yo soy el soy el GRAN Sesshômaru Taisho, prácticamente controlo el país entero. Discúlpate.

-¿Qué me disculpe? –dijo incrédula- Es usted el que se mete en mi vida privada, y encima me llama mocosa. No creo que sea yo la que debe disculparse.

Aquella estúpida hanyou... Nadie le había hablado de aquel modo desde el colegio. Nadie había osado contradecirle en nada. Aquella chica era diferente al resto del mundo, había algo en ella que lo atraía y que podría hacerle perder la razón.

-Márchate. –dijo simplemente-

-¿Perdón?

-He dicho que te largues de aquí antes de que te obligue a arrodillarte y disculparte.

†۞† - FIN FLASH BACK - †۞†​

Nunca había logrado entender a los hombres pero aquél era diferente. Había conseguido adivinar su naturaleza tan solo con verla y además podía ver las auras de las personas. ¿Qué tipo de yôkai era aquél?

-¡Kagome!

-¿Eh?

-¿Me estás escuchando?

-Yo... lo siento, [[Rin]], estaba pensando en lo que me pasó ayer.

-¿Pero entonces no te propuso irte a ningún lado ni nada?

-Creo que tenía intención de hacerlo pero al decirle que era una hanyou se frenó, menos mal.

-Ese tipo es muy raro, todo el mundo lo dice. Hace un par de años que terminó la carrera y ni siquiera ha buscado un trabajo en lo suyo, solo da charlas sobre los yôkais y todo eso. Parece que está un poco obsesionado.

-¿Un poco? He estado investigando y adivina qué. Todos a los que ha llamado después de sus conferencias eran yôkais y, además, están teniendo una carrera extrañamente brillante desde que se marcharon de aquí.

-¿En serio? ¡Entonces tienes mucha suerte! Quizá no le importe que seas hanyou y te dé una oportunidad de triunfar...

-Ya te he dicho que no quiero nada de nadie. Si triunfo quiero que sea por mí misma.

-Pero un poco de ayuda nunca viene mal, ¿no crees?

-Bueno, mejor dejemos el tema y entremos ya a clase, que tenemos un profesor nuevo.

Las dos muchachas recorrieron en silencio el trecho de pasillo que les quedaba hasta la puerta de su aula y entraron sin preocuparse por el nuevo profesor.

-Buenos días, Srta. Higurashi. –dijo la voz de Sesshômaru desde la pizarra- Parece que es una manía suya el llegar tarde, espero que no se repita muy a menudo. Ahora, si no les importa, pueden sentarse para que pueda continuar. Como les decía, -dirigiéndose al resto de la clase- me llamo Sesshômaru Taisho y a partir de ahora seré su profesor. No les pido que aprueben, eso es cosa suya, pero tengo una pequeña manía: todo aquel que llegue tarde a mis clases no entrará. ¿Alguna pregunta? –silencio- Bien, comienza la clase.

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¿Qué diablos era lo que le pasaba? No podía dejar de pensar en ese idiota desde que descubrió que era su profesor... Aquello era grave, debía concentrarse para poder aprobar sus exámenes y no podía con aquel tipo metido en su cabeza.

Además de que no podía concentrarse en las clases porque a cada momento le parecía oír su voz.

Tenía que conseguir sacárselo de la cabeza, pero ¿cómo? Podía empezar por dejarle las cosas claras, ya que el tipo estaba haciendo “trapicheos” con los trabajos de Kagome.

No es que no fuera bueno para ella, pero no le gustaba que todo lo que hacía estuviera bien... Porque sabía que no lo estaba.

Estaba decidido: después de su próxima clase iría a ponerle las cosas claras.

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-¿Piensas seguir quedando en ridículo?

-¿Cómo dices?

La chica había conseguido pillar desprevenido a su profesor, cosa bastante complicada porque él siempre estaba pendiente de todo y de todos, sobre todo de Kagome. La morena lo había abordado cuando se volvió para recoger sus cosas del escritorio.

-Te dije que si piensas seguir haciendo el ridículo.

-¿Y se puede saber cómo estoy haciendo el ridículo?

-Haces el ridículo cada vez que me entregas mis trabajos con un diez. Haces el ridículo cada vez que levanto la mano y me preguntas a mí aunque haya otros que también lo hayan hecho. Haces el ridículo cada vez que me llamas tras las clases. ¿No te das cuenta de que el resto de la clase se ríe de ti porque piensan que vas detrás de mí?

-Creo que eres tú la que estás haciendo el ridículo. Estás haciendo el ridículo porque no entiendes nada. Porque eres como una marioneta para mí. Porque pienso hacer lo que quiera con tu futuro, lo quieras tú o no.

-Entonces, ¿qué es lo que tienes preparado para mi futuro?

-¿Para tu futuro? Querrás decir para nuestro futuro - dijo el profesor muy tranquilo, como si aquello no tuviera importancia alguna para él o para ella-. Te haré llegar a lo más alto, mi pequeña hanyou, y, entonces, te haré mi esposa.

El peliplateado la agarró por la cintura y pegó sus cuerpos lentamente. Mientras, con la otra mano, atrajo hacia sí los labios de la joven y los unió en un profundo beso.