Venganza

Venganza​

Y la última cascara de corazón humano fue puesta en la cacerola y una risa hizo eco en el lugar.

La joven de largos y dorados cabellos seguía derramando lágrimas al compás que giraba la cacerola con agresividad, intentando mezclar los ingredientes para terminar su poción, aquella que cambiaría todo y sería su perfecta arma de vengarse al fin.

¡Se vengaría! ¡Sería feliz al fin!

Su sonrisa se ampliaba cada vez más y más, y cuando al fin se dio cuenta que había terminado, lanzó el último grano de polvo de hadas, luego sacó un trozo de papel que había escrito desde minutos después de que él la había humillado.

Ella no se dejaría humillar sin que hubiese un castigo.

Empezó a recitar el largo y complejo conjuro, pero no pudo terminar. ¿Le seguía amando acaso? ¡No! No debía. Él le había hecho mucho daño, no se merecía nada de ella.

¿Por qué de sus ojos salían lágrimas? ¡No! No debía... ¿Seguía amándolo?

La joven cayó de rodillas y sus sollozos resonaban en el cuarto en el que ella se encontraba.

—¡No te amo! ¡No lo hago! ¡Yo...!

¿Por qué seguía llorando? No lo podía evitar, aunque él la traicionó y la abandonó al saber lo que era, ella seguía amándolo.

—Lo siento —dijo mientras empezaba a recapacitar lo que sucedía y se paraba de donde estaba hincada—, pero nadie... nadie me desprecia por lo que soy.

Y con voz casi audible terminó el conjuro que había comenzado, y que sabía que afectaría al instante a su ex enamorado.

—Las brujas sabemos perdonar —susurró estrujando la nota donde tenía escrito el conjuro—, pero por más que amemos, nunca nos deben menospreciar.

Ella sabía que él escucharía esas últimas palabras, y que después de eso un sonido estrujante estallaría en los oídos de su amado. Un sonido tan estruendoso que acabaría con su vida en apenas instantes.

—Pero nunca olvides que te amé, Gabriel. —musitó mientras acomodaba sus cabellos en sus hombros y borraba sus lagrimas con el dorso de su mano.

Y dicen que las venganzas no sirven de nada, pero sí que nos hacen sentir mejor, aunque sea unos instantes.

Continuará, parte dos y final.​

 

Arrepentido​

Estaba arrepentido. Le dolía con el alma lo que había hecho.

La había maldecido y se arrepentía.

Todo había ocurrido cuando su padre descubrió ante todos lo que ella era y la maldijo enfrente de todo el pueblo, todos miraban a Gabriel con rostros de complicidad y él solo la llamo 'adefesio', le gritó otros insultos y la dejó ahí abandonada.

¿Qué esperaba que hiciera? Todos lo miraban con rostro de cómplice y tenía que hacer algo para inculparse, aun si eso significaba traicionar al amor de su vida.

¡No me importa lo que seas! ¡Te sigo amando!

Eso le diría, si supiera dónde rayos estaba.

Ella había escapado de los calabozos donde la tenían apenas había entrado, y desde ese día no sabía nada de ella. Y de pronto cayó en cuenta de algo.

¡Claro! ¡Su escondite preferido!

Jugar con ella en el bosque es lo que más amaba hacer, pero ella no era tan buena jugando y solía repetir sus escondites. Allí, en la gigante cueva que era antes de un oso, allí estaría, estaba seguro.

Se disculparía; pediría perdón, todo para que ella le volviera a sonreír.

Y cuando estaba por llegar, escuchó una risa hacer eco en el bosque, corrió lo más que pudo pero una voz familiar le empezó a resonar en la mente.

"Las brujas sabemos perdonar, pero por más que amamos, nunca nos dejamos menospreciar"

¡Era ella! ¡Era...!

Y un sonido sordo empezaba a zumbar sus oídos cada segundo y cada vez con más fuerza. Se los tapaba, y caía de rodillas por el dolor.

¡¿Qué rayos era eso?!

Se empezó a retorcer en el suelo que estaba lleno de hojas mojadas de otoño, mientras gritaba desesperado, y de pronto el sonido por sí solo lo dejó varado en el suelo.

Sus ojos seguían abiertos mirando a la nada, y ligeras lineas color carmín se derramaban de sus oídos y orejas ya sin vida. Una voz ligera y casi inaudible salía de su boca.

—Alice...

Es inútil arrepentirse de algo ya hecho, aveces es demasiado tarde para un perdón.

Fin.