Vampiro Preludio

Tema en 'Partidas Inacabadas' iniciado por Ayeah, 8 Febrero 2022.

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    Slam

    Slam Adicto Game Master

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    ¡Gracias! Oh... ah, son fósforos...— exclamó algo decepcionado, porque era horrible el sabor de las primeras pitadas cuando encendía los cigarros con fósforos, pero lo aceptó de todos modos agarrando la cajita y encendiendo uno.

    ¡AGHH! ¡TPH! ¡TPH!— escupió sin saliva, onomatopéyico, tras la primer calada y devolvió los cerillos.

    Había pasado absolutamente por alto las palabras bordes de la chiquilla, pues enseguida había interrumpido Crow y él había conseguido fuego de todos modos. Sin embargo, cuando Gianna mencionó lo de las invitaciones se sobresaltó. "Me descubrieron" pensó, pues según él, estaba en esa fiesta de colado.

    Ehm... ehh...— alargó el último "Ehh" lo suficiente como para que alguien lo interrumpiera para salvarlo, o que una idea le cayera como por arte de magia, pero lo segundo jamás iba a pasar. No obstante, ya le había sucedido varias veces que algún agente externo ayudara a que sus macanas se resolvieran por sí solas y desde que sabía que eso era posible, siempre elegía el camino más cómodo que era el de esperar estos deus ex machina.
     
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    Domenica

    Domenica bloody countess

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    .PRESTON CARTER.
    Miré su expresión, aunque era más bien cauta con los gestos que hacía, noté de inmediato una chispa de desagrado. ¿Quién sería este Seth que estaba tan interesado en mi presencia en su fiesta, pero que parecía no ser el preferido de la anfitriona? Me sorprendió, aún así, el hecho de que no me había sido en absoluto complicado obtener las respuestas que había requerido en primera instancia.

    Sin embargo, todavía muchas preguntas quedaban por ser respondidas, especialmente aquellas que se habían desarrollado a partir de mi encuentro con esta hermosa y enigmática dama, que era para mí tan transparente como confusa a la vez. Mi rostro se dirigió al lugar que ella me apuntaba, trazando una ruta que me grabé puesto que tendría que recorrerlo en búsqueda de Seth.

    —¿Por qué alguien que no me conoce de nada me invitaría a esta fiesta? —me atreví a preguntar, aunque no esperaba una respuesta en absoluto, fue más bien una reflexión personal.

    La fiesta me estaba resultando exasperante, mi necesidad de control desataba en mí la ansiedad. No tenía nada en orden, era una pieza en un puzzle que alguien sabía, pero yo no, dónde iba. Y me molestaba sobremanera, pero decidí disimular la sensación que me causaba.

    Mis ojos volvieron a clavarse en los de Anka, analizando una última vez su particular rostro que quedaría grabado en mi memoria por siempre. Tome su mano con suavidad y la besé con suavidad, de la misma manera que al saludarla por primera vez.

    —Perdona, pero debo encontrar a Seth.
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Marcel Ribas

    Estaba algo hastiado del ambiente poco fructifero, tras el último trago decidí abandonar la barra e ir en búsqueda del interesado en invitarme a una fiesta de locos, debía saber el porqué de la insistencia del misterioso acosador.

    Varios habían dejado la barra incluyendo a "Dracula" y al oso de peluche, el bizarro espectáculo era digno de ver pero sentía que perdía el tiempo. Me aleje hasta cruzar la puerta derecha.

    —De acuerdo amigo venga que debemos aclarar cuentas—murmure con la invitación en la mano izquierda. Si no fuera porque " mágicamente" regenera cartas de invitación hubiese ido pitando a mi apartamento.
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Gianna Fiore

    Su decepción, esa tos que parecía más irreal que gutural, aparte de su mera presencia me hicieron mirarlo primero de reojo, después enarqué de a poco una ceja y al final terminé por mirarlo con claro desagrado. No era uno nacido de la repulsión del asco, al menos, era mero rechazo a su persona. Tampoco era una actitud extraña en mi, eso de alejar a las personas con una simple mueca de labios o tic en el ojo, incluso mejor me resultaba, prefería estar y trabajar en solitario...

    Tras recibir sus inútiles tartamudeos como mayor respuesta, en vez de lograr que lo pasara por alto solo acrecentó en mí la necesidad de imponerme. Las personas poco me importaban, pero sí yo quería respuesta las buscaría por más que tuviera que sacrificar una que otra cosa, creo que ya dejé bastante claro mi forma de ser: Egoísta, algo manipuladora y, a cuento corto, marcaba mi sendero; sí te desagradaba, pues toma otro, sí me acompañas, pues tendrás que aprender a lidiar conmigo. Sí aprendes... no deberían haber problemas, pero lo dicho, en gran parte de la ocasiones era yo quien me alejaba del resto o los otros me evadían a mí. Mis conexiones más profundas eran con mi familia nuclear, le seguía algún que otro pariente y luego conocidos de toda la vida, y aún con ellos, a la gran mayoría no les importaba más allá de lo superficial. Por mi parte, tampoco quería que se entrometieran en mi vida.

    Sí eso era triste o alegre, podía importarme poco, era incapaz de comprender con exactitud algo de lo que, sentía, carecía, por lo que tampoco actuaba en pos de eso: Alegría y tristeza.

    Como fuera. La cosa es que viré mi cuerpo solo con levedad, aun manos en la cintura, para así encarar mejor el rostro del Conde Drácula versión cobarde.
    —¿Qué... —hablé con dureza, aunque manteniendo el volumen moderado, pero seguía sonando de manera agresiva mi firmeza. Hubo un corto silencio solo para censurarme el "Diablos" que casi suelto, había que mantener lo modales, aunque fuera a regañadientes— quieres decir? Ufff —suspiré cerrando los ojos de manera clara, pero aireada, carente de real pesar. Hice una mueca de labios cabizbaja, repasando un par de cosas en mi cabeza, y luego cuando miré al hombre mi mano por inercia se aferró a su oreja izquierda. La agarré con la misma firmeza con la que mis ojos sostenían los suyos, ojos ocultos tras una sencilla máscara. Hablé monocorde y a consciencia traté de mantener un ritmo de habla moderado, monocorde y controlar la agresividad en el propio, sonando más a padre regañón que a cualquiera que fuera el desastre que aparentaba—. No creas que te vas a librar solo por hacerte el idiota, eres ya grandecito, ¿no? ¡Uhmpf! —solté lo último entornando los ojos de verdad altanera, sin perder la seriedad en la cara a pesar del la mueca de boca que me arrugó la nariz.

    Le solté la oreja, que no sufrió real daño. Crucé los brazos sobre mi pecho y ya estaba por completo girada hacia ese hombre "Vampiro"
    >>Quiero respuesta, las quiero. Quiero saber qué pasa acá...— Mi mirada viajó hacia mi izquierda, pasando por el rostro de Crow y terminó por caer sobre eltercer hombre que también quería respuestas.

    Me alejé un paso para poder encarar a todos, en especial al dramón vampiro.
    >>Y para eso necesito toda la información que me sea posible...— Inhalé hondo y terminé por inflar las mejillas en una verdadera expresión infantil, ni siquiera se me pasó por la cabeza lo criaja que podía llegar a ser, siendo que Manon era mi principal referente y el único que tomaba en cuenta. Para resumir, era una caprichosa, pocas veces espabilaba en que esa actitud no era correcta ni mucho menos traería beneficios de sobrellevarla mal.

    No agregué nada más, quedé mirando la cabellera negra de Crow, porque era el único que estaba sentado y pues junto coincidían mis ojos con su pelo, poco relevante, la verdad. La cosa es que lo que realmente me preocupaba es que esta fiesta fuera algún problema grave, mis padres se enteraran y yo fuera reprendida de alguna u otra forma. Así que cuanto antes debía saber la mayor cantidad de recovecos y cosas turbias que se guardaba toda esta parafernalia. Para pintarles el cuento de manera completamente distinta a mis padres, evitarles malestares y con eso yo seguiría con mis preciadas libertades delimitadas.
     
    Última edición: 22 Febrero 2022
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    Amane

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    Caro Ainsworth
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    El peligro no me era completamente ajeno, al fin y al cabo buscarse la vida después de haber crecido por completo en un orfanato no era exactamente un tarea fácil. Sabía reconocerlo y, la mayoría de las veces, sabía reaccionar con la suficiente antelación y destreza como para salir con vida de ellas, si bien no siempre indemne.

    Y en aquella ocasión podía sentir perfectamente el peligro, pero no veía tan claro cómo iba a salir de ello.

    No me gustaba nada la actitud que aquel hombre había tomado tan drásticamente, así como tampoco me agradaba en absoluto el brillo de sus ojos. Extendí sutilmente el brazo hasta tocar el libro que seguía abierto sobre la mesa, a modo de precaución. No me hacía especial ilusión dañar una propiedad ajena y de posible valor, mucho menos cuando se trataba de un libro, pero si tenía que tomar medidas desesperadas y usarlo de arma para poder escapar, no dudaría en hacerlo.

    —No sé de qué está hablando... —comencé a hablar, arrastrando un poco las vocales para hacer tiempo—. Pero yo no soy propiedad de nadie.

    El hombre parecía poder controlarse en tanto pudiese mantenerle conversando, pero lo cierto era que no estaba del todo convencida si mi respuesta le agradaría lo suficiente como para seguir hablando. Así y todo, no podía evitarlo; siempre iba con mis valores y la sinceridad por delante, incluso en situaciones como aquellas.

    Antes de que el hombre pudiese reaccionar, sin embargo, escuché la puerta de entrada deslizándose y una nueva figura apareció en escena. Quizás no fuese a decirlo nunca en voz alta, pero pocas veces me había tranquilizado tanto ver a un desconocido apareciendo de esa manera. Era una muchacha que debía rondar mi edad, quizás alguien no muy fuerte, pero al menos ya éramos dos contra uno.

    >>No, tranquila. Solo una pequeña diferencia de gustos —contesté, dirigiéndole una última mirada seria al hombre antes de alejarme en dirección a la chica—. ¿Podemos ayudar con algo? —pregunté, suavizando ligeramente el tono de voz en un intento de sonar lo más educada posible.
     
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    Tardé más o menos unos quince segundos en analizar la situación. Resultaba que un tipo llamado Seth invitaba a quien sea a sus fiestas de disfraces después de acosar gente porque sí, y un tipo al que llaman Crow que tenía pinta de tener 70 años muy mal llevados se dedicaba a hacer de carabina respondiendo lo justito como para que nadie se enterase de una mierda. Bien.
    La adolescente estaba a un pelo de que el búho fuese su animal espiritual, y honestamente no creo que el viejo pudiese o quisiese darme más información. Tras un largo suspiro, invité a la invitación a que viviese su vida tirándola al suelo.

    —Si es que la culpa es mía—susurré dándome la vuelta y volviendo al interior del salón.

    Mi padre, mi madre, mi hermano, mi ex, aquel tipo con el que me choqué en el metro... Todos me avisaron en su momento de lo gilipollas que era, y nunca les escuché lo suficiente. Fui a una fiesta porque un capullo estaba aburrido, y bueno, al menos me tomaría una copa en su honor. Me acerqué a la barra, y, por primera vez en voz clara dije lo que realmente quería.

    —Un martini, no te cortes con la ginebra—con suerte el barman me haría un poco de caso— Y eh, ¿sabes dónde puedo encontrar a Seth?
     
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    Slam

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    Acuario
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    Nick

    —¡AUCH!—
    exclamó cuando la chica lo tomó de la oreja —Oye...— reprochó bajo, como en un suspiro, mientras se frotaba la oreja que ya le habían soltado.

    Luego, la chiquilla comenzó a chillar y Nick pensó que ya no tenía sentido ocultarlo y esperar una salvación que no llegaría —¡Me colé! ¿Está bien? Encontré la invitación en el parque y era para alguien con mi nombre... ¿Desde cuándo es ilegal colarse a una fiesta?—
     
    Última edición: 23 Febrero 2022
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    UN FOGONAZO






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    Silencio.



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    .​


































    Un piano.​
     
    Última edición: 24 Febrero 2022
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    Ayeah

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    El ritmo de la fiesta que ya comenzaba a desmadrarse es detenido completamente durante unos segundos.

    Un imponente destello de luz artificial rompe la noche con tal intensidad que, cuando cesa, el mundo ha quedado completamente a oscuras.

    De hecho... ¿Dónde han ido todas las luces?​

    Muchos de los presentes parecen confundidos con el cambio, en especial los de la pista de baile que miran a su alrededor en busca de respuestas frente a la inquietante melodía que ha sustituido al último hit de Bad Bunny que bailaban con tanta emoción.

    Como conejitos cegados por los focos de un auto a toda velocidad. Confusos. Estáticos.

    Los camareros, en cambio, no mudan su expresión pero sí se detienen, soltando las bandejas al unísono que golpean el suelo de forma estridente.

    Con la distracción por el brusco cambio, no caes en la cuenta de que no queda rastro de Crow, Isha, Anka, Leo, Seth o el bizarro oso de peluche que se encontraba en el comedor.

    El número de invitados también ha menguado considerablemente.

    Un grito desgarrador que la música no consigue ahogar rompe el estupor generalizado desatando el caos...

    ...Corred, insensatos.

     
    Última edición: 24 Febrero 2022
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    rapuma

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    André François

    ¿Eso fue un gemido de placer sexual o un grito desgarrador anal? Diablos. Esta mierda se está poniendo intensa. Acelero los pasos hacia la fuente de aquella sed de sangre pasional que parece embriagar a todos, incluso estoy cachondo y todo.

    Pero mientras más me acerco más veo gente corriendo hacia mi dirección, como si escaparan de alguien. O algo.

    Esperaba ver a muchachas corriendo hacia mí totalmente desnudas, pero me encuentro al oso de peluche corriendo por su vida, como si le persiguiera el diablo. Veo a los reyes de la pista de baile convertirse en pequeñas ardillas que se tropezaban al intentar escapar de aquél mundo sexual que parecían no coincidir.

    Me relamí los labios. Aquí vamos de nuevo...
     
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    Hitomi-chan

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    Ragnar Bjelke

    Primero un apagón que me dejo ciego por un momento y luego ese maldito grito que hasta mi logro poner la piel de gallina, para luego terminar con todas esas personas gritando y asustadas, vaya que había echo mal en hacerle caso a esa invitación.

    -Mi entrenador me matara si se entera me metí en problemas en un lugar como este- Entre todo el caos del lugar solo pude pensar como me escaparía antes de que llegue la policía o alguien más, los tipos grandes como yo siempre son los primeros sospechosos para todo, y ya con aquel problema en el café de antes había tenido suficiente.

    Miré el camino que antes no quise recorrer y me dispuse a irme cuanto antes, pero apenas di un par de pasos me gire de nuevo hacia el interior, los gritos de aquellas personas era demasiado perturbadores -¿Que estaba pasando en esa fiesta?- Aunque ya estaba fuera de la reja que custodiaban esos guardias, solo me quede mirando hacia el interior sin moverme, quería irme, pero la mismo tiempo quería saber que estaba pasando en ese lugar.
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Gianna Fiore
    Jardín

    Me colé, había dicho, con una reacción que taché de desespero, rendido y, por qué no, nervioso. Con menos presión en cima y algo más tranquila de los pensamientos que me abrumaron por un momento, miré al tipo con un traje de vampiro basura. Primero con la ceja alzada con extrañeza, luego con seriedad dura, para que al final terminara por mirarlo no con menos antipatía, pero sí más relajo, como quién mira... no sé, a los pobres ratones de laborat0rio chillar, pero saben que poco y nada pueden hacer por su inevitable destino, aunque tampoco es que a mí en especial me importara eso...

    Y fruncí otra vez el ceño, severa, dispuesta a exponer mi punto, dudas y propia experiencia al respecto. Iba a contarle de que mi invitación también fue mera casualidad, que era más una colada que alguien realmente cercana al evento, similar o incluso de lleno igual a lo que era él... pero no pude.

    Danmation, que no me dejaron.
    Porque el ruido fue ensordecedor​
    cegante
    E hizo encogerme en mi lugar, cubriéndome las orejas con las manos empuñadas con fuerza, flexionando las rodillas y cerrando los ojos con fuerza tras haber visto las más pura y horrible luz. Tan, tan apretados mis parpados como mi propia mandíbula. No me gustaban los ruidos fuertes, tampoco era ninguna fan del verano ni de las playas y sí algo me sentaba peor, era la exageración.

    Y sí algo era peor que ser desagradable, que estar asqueada o simple y llanamente sufrir: Era tener miedo. Mi corazón pegó un brinco, se me aguaron los ojos y cuando sentí que podía volver a respirar, que la cabeza ya volvía a tener cierta tranquilidad y de a poco mis sentidos volvían en sí... busqué. Solté un grito efímero y ahogado e intenté aferrarme a la manga de Crow, pero no había nadie delante de mí ahora y dentro de la absoluta oscuridad, como sí las estrellas y luna no existieran de pronto, busqué la mano del otro hombre que, a pesar de todo, permaneció a mí lado.

    —Tenemos que salir. —solté firme, pero de todas formas por primera vez en esa noche mi voz sonó como la de alguien menor, la voz de un ser humano, el hablar de cualquier chiquilla joven, perdida y desorientada. No había seriedad ni hablar arisco, solo era eso: Un tono no tan grave, más bien suave, que buscaba sobreponerse sobre el desespero, pero se mantenía firme en su volumen para no llamar la atención de terceros.

    Y busqué su voz junto a un movimiento ligero, pero controlado de mano a brazo extendido. Intenté buscarle, le busqué y tanteé su brazo, torso o lo que fuera. Procuraba encontrar su muñeca, sería lo primero a lo que me aferraría dentro de esa horrible oscuridad.


    >>¡Tenemos que salir de aquí! —hablé un poco más fuerte, para otros sería solo eso, pero para mi si que era un grito desesperado. Me aferraría a él y no lo soltaría. ¿Por cariño, temor, desconcierto? Cualquier cosa, poco me importaba ahora... estábamos en problemas, no sabía qué podría salir mal o por qué pero...

    Pero sí era una simple pelea de pandillas o una organización ultra secreta con gente muy turbia de fondo, la situación no me agradaba nada. Conocía a los borrachos, había interactuado con miserables y comprendía muy, muy bien la avaricia, desprecio y egoísmo humano. Los conocía y solo pensar en las catástrofes que podrían hacer entre gritos, pánico y, sobre todo, oscuridad simple y llanamente me aterraba.

    ¡Pero qué sabría yo que ese "Vampiro de pacotilla" tenía un amigo teletubbie allá dentro! Yo solo quería irme y sí podía llevármelo lejos lo haría... lo haría, pero... pero...

    Sin soltarle, busqué calmarme, me quedé estática y cabizbaja, inhalando agitada, pero no dentro del real pánico. Alcé la vista, preocupada, pero mis gestos (independiente que no se vieran) aun con eso no lograron reflejar demasiada angustia. Incluso en momentos desesperados ninguna emoción era demasiado fuerte para mí, aparte del desagrado y furia, para mutar mi rostro en algo por completo contorsionado. Ahora me aferré con amabas manos a la muñeca y casi brazo de este hombre que ni siquiera le recordaba el nombre. Le encaré solo gracias a recordar a cuál altura estaba su cabeza, para luego hablarle con esa voz más aguda que otra cosa, rápida y preocupada.

    —Hay una señora llamada Enya, es mayor, por favor, no podemos irnos sin ella—. Quería llorar, aunque no tenía tiempo para distinguir por qué, pero si que identificaba el inminente llanto en mi voz, porque me acostumbre a predecirlo en cada gran expresivo actuar de Manon...

    Lo dicho, no quería hacer las cosas mal y eso incluía dejar a un borracho y anciana a su suerte en algo tan macabro y horripilante. Miré a mis alrededores, pendiente ahora de los ruidos que nos rodeaban, hablé mientras me seguía moviendo más que nada con mi cabeza, brazos y torso. Primero hice que él fuera quién tomara mi antebrazo, más delgado que otra cosa.

    —Afírmate bien, no debemos separarnos— Poco a poco mi hablar volvía a ser calmo, pero ahora no era serio ni arisco, era más mecánico y casi servicial. Con la mano más libre me saqué el celular de la cartera, lo desbloqueé más rápido de lo normal aun con los nervios a flor de piel, abrí whats y le envié a mi primer contacto, ya fuera madre o padre, un mansaje—. A ocurrido un apagón y me preocupa que haya gente involucrada de por medio, gente peligrosa—. Mientras hablaba, mi otra mano casi por total inercia se había hecho con la navaja, abierta y lista para la acción—, por favor, vengan cuanto antes o incluso mejor sí llaman a la policía. Yo estoy con un caballero y quiero encontrar a una señora, más mayor, que no creo tenga malas intenciones. En verdad, no quiero preocuparlos, pero creo que esto es más serio que una simple riña... familiar o de bandos.

    Envié el mensaje de voz y miré mi celular, preocupada, y la fría pantalla iluminó mis facciones... Suspiré con abatimiento, resignada, no había nada que hacer sí la señal se dignaba a no actuar ahora.
    >>Toma, tiene bastante batería, úsalo para iluminarte—. Tras bajarle el brillo al mínimo y intentar encender la linterna le extendí el aparato de manera que lo tomara sin mayores problemas, una vez sin mi celular en mano me aferré con fuerza a su prenda más firme. Así el tendría una mano despejada y con la otra podría iluminar—, no planeo soltarte, pero también necesito encontrar a la señora Enya, por favor, hay que ir con cuidado y no creo que sea conveniente separarnos.

    Y como yo tenía a Enya... ¿el tendría alguien por quién preocuparse?
    >>En tiempos de crisis hay que actuar rápidos, con precisión y saber de quién apoyarse.

    Y por fin dejé atrás la bondad, el hablar cristalino que reflejaba el temor que sentía, como un hilo blanco y débil que intenta coser algo grueso y oscuro: Reluce, pero talvez no logre su cometido.

    Así era yo con miedo...
    y me aferré como nunca a la navaja,
    endureciendo mi corazón, despejando mi mente...

    ya no tendría miedo.
    Vamos —dije firme tras suspirar y botar en eso incluso parte de mi alma. Otra vez tenía un hablar más grave, pero sin agresividad alguna hacía este payaso con el que me tocó convivir—, tengo una navaja, por sí a caso.


    Porque si querían matarme, lo haría yo antes...
    y la señora Enya podría aun estar cerca.
    Tras tomar aire, por primera vez mi voz salió con un volumen increíblemente alto, firme y resonante.
    —¡ENYA! —fue lo único que solté y luego procedí al más absoluto silencio.

    Porque correría tras la más mínima señal de su voz.

    Me arrastro a Nick [ Slam ] y busco a Enya[ Amelie ] más a tientas que otra cosa uwu
     
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    Domenica

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    Lo que estaba sucediendo se había convertido, para mí, en un misterio que era imposible descifrar en ese mismo momento. Caos, gritos, personas corriendo por sus vidas, y yo no entendía lo que estaba pasando o por qué estaba pasando todo aquello. Había empezado por un apagón que nos dejó a todos momentáneamente ciegos, yo permanecí estático en mi lugar tan pronto como las luces se apagaron en lo que pareció una eternidad, pero no fue más que unos breves instantes; para cuando el grito sonó, haciendo que los vellos de mi nuca se erizaran, y la luz volviera a mis ojos, me di cuenta que el ambiente había cambiado.

    Había menos personas, lo noté porque algunos rostros y disfraces que había fichado tan pronto como entré al salón no estaban más. Entonces, mi rostro se giró rápidamente al lugar de mi encuentro con Anka, ella no estaba; la busqué por todo el lugar, pero había desaparecido como si se tratara de un espectro. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué tenía la sensación de que esta misteriosa velada estaba por convertirse en algo completamente surrealista?

    De pronto me percaté que las personas empezaban a correr como diablo que ve a la cruz, algo impensable estaba ocurriendo y mi cuerpo se debatía entre averiguar qué estaba pasando o salir de allí para evitar problemas. Sin embargo, una mujer me tropezó, logré atajarla entre mis brazos para evitar que se cayera de bruces al suelo, pero tan pronto recobró la compostura siguió corriendo, sin decir siquiera un gracias.

    Estático, en shock, me quedé de pie contemplando cómo el mundo a mi alrededor parecía derrumbarse... y mis piernas no podían reaccionar del todo.
     
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    El ritmo de la fiesta había comenzado a aumentar, me había dado cuenta, pero permanecí al margen durante bastante tiempo siendo que no me interesaba mucho más por ahora, si acaso me habría vuelto a acercar a Anka, pero todo se torció. Apenas una fracción de segundo antes pude jurar que los hilos del mundo se tensaron a toda velocidad, rastrillaron contra los bordes de alguna superficie y el sonido llegó a mis oídos en el mismo instante en que estalló la luz artificial, fue un destello potente que luego dio paso a la oscuridad.

    La música fue sustituida y se me ocurrió pensar que todos estábamos metidos allí, en la casa de la famosa Anka, como un montón de reces en el matadero. Pronto nos colgarían de las patas traseras, llegaría el carnicero para abrirnos la vena yugular y dejarnos desangrarnos hasta morir, mientras ellos caminaban con nuestra sangre hasta las rodillas.

    Los camareros soltaron las bandejas, el estruendo que provocaron al chocar contra el suelo debió servir de distracción para algo, porque la coordinación de la cuestión era bastante sospechosa en sí misma. En estas condiciones el destello de luz y la oscuridad consecuente eran una alarma para cualquiera, hasta para mí que no tenía ningún problema con la oscuridad como tal.

    Pero desde el principio había algo fuera de lugar, ¿no?

    La falta de luz no me dejó darme cuenta de forma directa, pero por alguna razón se sentía como si la cantidad de cuerpos en el espacio se hubiese reducido, pero quise adjudicarlo al hecho de que no podía verlos. El grito que la melodía no logró cubrir, ese era un tema completamente distinto, consiguió erizarme la piel y tuve que arreglármelas para que en el caos que había provocado nadie me llevara en banda.

    Correr era una sentencia de muerte, en la oscuridad acabaría tropezando y una vez en el suelo no habría poder en esta tierra que me salvara de la estampida que me rompería los huesos. Todo lo que pude hacer justo a tiempo fue retroceder lo suficiente para pegar la espalda a una pared, la gente en su desastre seguía chocando conmigo, pero tan siquiera tenía la certeza de que no me llevarían por delante.

    Si la iba a palmar no iba a ser aplastado por un rebaño aterrado.
     
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    Ni un puto sorbo. Ni siquiera llegué a mojarme los labios con la copa. Oscuridad, gritos, empujones, patadas y hasta un codazo, ese fue el resumen rápido de lo que me pasó en los dos minutos siguientes a recibir el martini. El codazo fue suficiente para tirarme contra la barra y que la copa desapareciese en un fondo negro para mezclarse con un oportuno sonido a cristal roto. Me aparté cuanto cuanto pude contra la barra, dándome la vuelta, mientras el gentío se normalizaba, rememorando inoportunamente esas películas y series de zombis que tanto había visto. No estaba muy alejado de esas situaciones falsas tras las cámaras, pero en vivo se sintieron completamente diferentes. Miedo, dolor, impotencia, desconcierto, y un desagradable y repentino olor a sudor por todo el lugar.

    Mi vida había entrado en un particular bucle en el que alguien me partía la boca sin saber yo muy bien por qué, de repente estaba jodido, y entonces me iba a algún lado para intentaba cambiar algo, para justo después volver automáticamente al punto inicial. Mi padre me suelta una hostia, hago un curso de mierda en algo que ni siquiera me gusta, y me voy de casa. Encuentro a una chica, me enamoro, me pone los cuernos y me sacude un bofetón, y de repente me echan de mi puto piso. Voy a Bruselas, un capullo me parte la boca, un tío raro me da una invitación y acabo en una fiesta de pirados.

    Vuelvo a sentir la sangre en la boca, miro al frente y no veo más que oscuridad y no oigo más que gritos. Y lo único que me sale es... reírme.
     
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    Caos.



    Algo acecha en la oscuridad.

    Los gritos se suceden cada vez con mayor frecuencia, inversamente proporcionales al número de invitados que se va reduciendo de forma alarmante.

    Las verjas de la mansión han sido cerradas y la melodía continúa en un bucle infinito acompañando los aullidos de dolor y miedo.

    Un líquido viscoso y oscuro empieza a extenderse escaleras abajo, donde ya no hay guardias custodiando y, si miras con detenimiento, en medio del caos puedes ver cómo algunos de los camareros recolectan gente y los envían al piso superior, voluntariamente o a la fuerza.

    Los trajes oscuros ya no pueden disimular la sangre. Tampoco las huellas color carmesí que van dejando a su paso.

    No puedes huir.
    Pero puedes esconderte.

    Por aquí, ¡vamos!— Una voz se dirige a tí y te toma de la mano, guiándote lejos de un camarero cercano. ¿Cómo es posible que no hubieras notado su presencia?

    El hombre que te ha salvado de un terrible destino lleva un sombrero de copa algo ajado y su cabello largo ondea tras él mientras camina sosteniendo tu muñeca con dedos fríos como el hielo, pero firmes.

    No podrías soltarte aunque quisieras.

    Éste es tan buen lugar como cualquier otro.— Decide finalmente, volviéndose hacia tí con un extraño brillo en la mirada.

    Os encontráis en una habitación vacía y austeramente amueblada. Una cama, un armario y un espejo por todo mobiliario.

    Sus pasos arrancan ecos contra el suelo desprovisto de alfombras y, cuando cierra la puerta con cerrojo y apoya su espalda contra ella, los gritos externos quedan ahogados casi por completo. Al igual que la melodía.

    Te observa detenidamente bajo el ala de su sombrero y una sonrisa menos amable se extiende deformando sus facciones.
    Una sonrisa tan amplia como reveladora.
    ¿Siempre tuvo unos colmillos tan afilados?

    NOTA:
    Seth os coge uno a uno para llevaros a esa habitación en solitario. No vais a coincidir... Aún.

    El desconocido te guía corriendo de forma frenética, parece aterrorizado y no tiene muy claro a dónde se dirige.
    Conseguís sortear algunos de los camareros hasta que, finalmente, tu anónimo salvador cae al suelo, inconsciente.
    Tras él un hombre con gafas de sol vestido con el impoluto traje negro que ya te es tan familiar. Toma el cuerpo inerte con tal facilidad que pareciera relleno de plumas y lo carga sobre su hombro.

    Vuestras miradas se cruzan aún a través de los oscuros cristales y, sin necesidad de noquearte, te carga sobre su otro hombro y os sube a ambos escaleras arriba.

    Ése apártalo, me gusta.— Ordena una voz femenina.

    Anka te observa desde una silla alta. Una diminuta gota de sangre resbala lenta y pesadamente por la comisura de sus labios que se curvan en una sonrisa al reconocerte.

    A tu lado, alistadas en fila, se encuentran algunas personas más.

    A la derecha, una puerta más gruesa de lo habitual tras la que resuenan gritos agónicos y palabras de súplica... La sangre se filtra poco a poco bajo ella.

    NOTA: Iréis llegando por orden de narración, podéis interactuar entre vosotros, pero no saldréis de la habitación.

    La voz masculina suena grave áspera y, sobretodo, urgente.
    Crow te guía a través de los árboles sumidos en la oscuridad y, tras cargar tu peso en uno de sus brazos, escala a la copa de uno de ellos especialmente frondoso.

    Aquí no nos encontrarán.— Susurra, señalando a uno de los hombres de negro que camina entre los troncos arrastrando lo que parece el cadáver de una mujer joven.

    Sus ojos se vuelven hacia tí con expresión torturada. — Pero tampoco podemos salir.

    En el ascenso ha perdido uno de sus guantes de cuero revelando unas enormes y afiladas garras que se hunden en la madera de la gruesa rama, asegurando su posición.
    Siento tener que hacer esto.— Se disculpa. Y su voz suena realmente apenada cuando sus igualmente afilados colmillos refulgen a la luz de la luna.

    NOTA: Crow os llevará a distintos árboles de uno en uno separandoos del caos. No coincidís por ahora.

    La voz de Isha, suave y aterciopelada, suena tranquila en mitad del caos pero su orden es imperiosa y, aunque quieras, no puedes resistirte a ella.

    Tus pasos te guían de forma involuntaria tras ella y su hipnótico caminar que parece deslizarse sobre la hierba del jardín.

    Repite la orden a otras personas, que os siguen igualmente caminando en fila por el sendero del jardín como una madre pato y sus patitos.
    Hasta llegar de nuevo a la piscina tras la recolección de gente.

    Las sombras os rodean en forma de neblina oscura, tan densa que nadie más puede veros ahí donde estáis y la pulida superficie de la piscina, ahora que el chapoteo de la mujer no la perturba, refleja la noche estrellada y vuestras siluetas...

    Pero no la suya.

    NOTA: Os unís a la fila por orden de posteo, podéis interactuar entre vosotros pero no escapar.

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    Última edición: 25 Febrero 2022
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
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    La muchacha fue la primera en reparar en mi presencia. Intentó tranquilizarme, mantener la compostura, pero la frecuencia disruptiva seguía allí y me estaba zumbando en los oídos. No pude hacer nada, sin embargo. Ninguno de nosotros. El fogonazo repentino congeló el mundo a medio giro, nos estaqueó al suelo y el silencio, absolutamente premonitorio, me tensó hasta el último músculo del cuerpo. La melodía nueva se coló por las hendijas, nos susurró al oído y las señales, como cianotipos vivientes, se imprimieron sobre la inmensa oscuridad. El hombre del sombrero en el Delirium, la fuerza monstruosa que me lanzó contra la pared, las invitaciones en lacre rojo. Las sombras acechantes. Leo, Anka.

    Era una trampa para ratas.

    Y habíamos caído de lleno.

    Intenté acercarme a la chica según lo que recordaba de nuestras posiciones, fue instintivo pero no sirvió de mucho. Desde el salón las bandejas estallaron contra el suelo, me arrancaron un respingo y el grito, abrupto, desesperado, me amarró una sensación absolutamente desagradable en torno al pecho. Lo comprimió, lo estrujó y por un instante deseé que nada de esto estuviera ocurriendo.

    ¿Miedo?

    Por fin, vaya.

    Me esmeré en trazar un mapa mental de lo que recordaba de la biblioteca, pese a la vorágine que me dificultaba mantener un hilo de pensamiento coherente. La gente allí afuera había entrado en completo pánico, podría jurar que su estampida frenética llegaba a retumbar en el suelo que estaba pisando. O quizá sólo fuera mi corazón, a punto de perforarme las costillas. Tenía que moverme. Lo mismo valdría muerta si no lo hacía.

    Muerta.

    Era genuino peligro de muerte.

    Acabé por pegar la espalda a uno de los estantes en lo que retrocedía, fue instintivo pero caí en la cuenta de que bordear los muebles sería mi mejor opción de huida. Salir al salón en semejante caos era aún más arriesgado, pero ¿qué otras opciones me quedaban? Los gritos ganaron más y más terreno, al punto en que el piano desapareció y sólo acabó por envolverme la auténtica desesperación de la gente. Desesperación que se me pegaba a la piel, al cuerpo entero como una jodida enredadera. La presión me entumecía los músculos, las espinas perforaban la carne, pero tenía que moverme.

    ¿Siempre había estado tan aferrada a la vida?

    Lo dudaba.

    Mi visión comenzó a acostumbrarse a las penumbras, facilitándome el reconocimiento de siluetas y distancias. Alguien me abordó de repente en lo que salía de la biblioteca, tuve el impulso violento de zafarme de su agarre pero había camareros cerca, los camareros estaban manchados de sangre y al reparar en las escaleras caracol, esas al fondo del pasillo, el corazón se me detuvo en el pecho. Fue instantáneo, fue un golpe seco y una ventisca helada contra mi cuerpo.

    Las frecuencias explotaron.

    Sangre de jovencitas curiosas.

    Se propagaron.

    La fiesta de presentación en... sociedad.

    Me reventaron los oídos.

    Se avecinan cambios.

    Me dejé arrastrar por el desconocido, aunque no pasó mucho hasta que algo lo lanzó al suelo, inconsciente. La firmeza de su mano se deslizó fuera de mi muñeca y observé su silueta inerte, al hombre cernido sobre él después. Supe que reparó en mí, sentí el escalofrío en todo el cuerpo y quise salir corriendo, pero me detuvo sin el menor esfuerzo. Me sacudí, lo golpeé, hice todo lo posible para que me soltara, pero no hubo caso. Su fuerza era anormal, era...

    Era como la del hombre del club.

    Resollé, frustrada, muerta de miedo, y volví a congelarme cuando escuché una voz femenina por encima de los gritos. Fue clara y sedosa, debió ser un arrullo pero, en su lugar, me erizó la piel. Bastó con alzar la mirada para reconocerla al instante y darme cuenta, sin lugar a dudas, que había cometido un gravísimo error.

    Había firmado mi propia sentencia de muerte.

    Era Anka, la anfitriona de la fiesta. Detallé la sangre deslizándose por su barbilla, volteé hacia los costados y... me quedé quieta. Los gritos recrudecían tras una gruesa puerta a la derecha y recién entonces noté que respiraba violentamente, que el aire quemaba y los pies me dolían. Clavé la vista en Anka.

    Creo que está celosa.

    Éramos reces en el matadero.

    No le digas que he tratado de robar a uno de sus favoritos.

    Pero yo no estaba allí encerrada, ¿verdad?

    —¿Qué es todo esto? —encuesté, alzando la voz con la mayor firmeza que pude lograr, y mi semblante se comprimió—. ¿Qué está pasando?
     
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    Domenica

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    Dicen que cuando estás a punto de morir, tu vida entera pasa delante de tus ojos com si se tratara de una película...

    Me han dicho que te llamas Preston... —dijo, su voz tenía un acento raro, parecía extranjero.
    —Sí, señor —acepté, sin dejar de mirar sus ojos azules.

    No era la primera vez que lo veía en ese bar que frecuentaba, era mucho mayor que yo pero no lo suficiente como para recordarme que yo era tan sólo un crío de doce años. Lo veía bajar todos los viernes de sus autos lujosos, uno distinto cada vez, mientras yo hurgaba entre las sobras de comida que me regalaba el personal de la cocina; siempre me saludaba con un gesto, pero jamás lo había escuchado hablar hasta ese día.

    —¿Dónde están tus padres, Preston? —inquirió, yo me encogí de hombros. No lo sabía y, a esas alturas, tampoco me importaba—. Así que vives en la calle, ¿eh?

    Apreté con fuerza el reloj que le había robado y que tenía oculto en mi bolsillo, tratando de parecer casual para no ser descubierto.

    —Sí, señor...
    —De acuerdo —murmuró—, devuélveme mi reloj y toma tus... cosas. Te llevaré a mi casa, te enseñaré un oficio y te daré un hogar, porque los ladrones como tú terminan sin manos en este barrio. Te he visto, chico, y no creo que puedas sobrevivir sin manos acá.

    Abrí los ojos con sorpresa, sin entender cómo había logrado darse cuenta que le quité su reloj. Algo en él, sin embargo, me hizo sentir seguro como nunca nadie lo había logrado. Tragué saliva, con miedo, pero devolví el reloj a su dueño y me subí en su auto lujoso como si fuese el único ticket de salida de esa vida de mierda.

    Una mano logró sacarme de mis cavilaciones, haciéndome correr sin que pudiera siquiera pensarlo. Otro ticket de salida de mi inminente muerte. De pronto comprendí que huir era la única manera de permanecer con vida. Debía abandonar ese matadero si quería seguir viviendo, y debía hacerlo cuanto antes. Corrimos, el desconocido soltó mi mano en medio del ajetreo y lo podía escuchar respirando con fuerza, sollozando, como si el llanto se hubiese mezclado con su cansancio, pero la adrenalina que recorría nuestras venas impedía por completo que desfalleciéramos.

    De pronto su llanto cesó y un golpe seco se escuchó, por pura inercia giré mi rostro y lo encontré inconsciente. No, él no. No podía dejarlo allí después de que había salvado mi vida. Pero no podía volver a él, no cuando una figura imponente lo tomó con firmeza y lo subió a su hombro, en cuestión de milésimas de segundo. Intenté huir, seguir corriendo con la intención de preservar mi vida, pero sentí su antebrazo rodear mi cuello hasta casi dejarme sin respiración.

    Forcejeé con él, no sirvió de nada. Su fuerza triplicaba la mía, y pronto logró doblegarme hasta convertirme en un saco de papas, inerte, al que recogió sobre su otro hombro y me llevó sin que pudiera hacer nada más para evitarlo.

    Nunca agradecí a Duke que me sacara de la calle... Iba a morir y nunca le agradecí.

    Me dejó caer al suelo tras ingresar en una habitación que no reconocía, escuchaba a lo lejos los gritos de las personas que estarían muriendo en ese preciso instante. Y, entonces, al levantar la mirada, me encontré con el rostro bestialmente hermoso de Anka, mirándome como quien mira un pedazo de carne.

    No me daba miedo ella, era curioso, aún cuando sabía que posiblemente muriera en sus brazos. Fue entonces cuando escuché una voz con un acento que se me antojó tan familiar que alejó de mi cabeza todos los pensamientos de muerte, y me concentré sólo en ella. Yo la conocía, conocía a esa mujer. La había visto antes, en Nueva York, estaba allí conmigo y también iba a morir como yo.

    Bleke Middel...
     
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    Slam

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    Nick

    Y ahí está, se demoró un poco esta vez exclamó para sí, pero también un poco para arriba, alzando la mirada hacia el universo que le enviaba un apagón. Ahora podía estar aliviado por estar ahí de colado, pero de pronto todo se comenzó a salir de control, convirtiéndose en más que un simple apagón o incluso parte de algún show.

    Exclamó un "wtf" en su inglés con acento de Nueva Zelanda, mientras una mano lo arrastró en medio de la oscuridad, era Crow que lo subió a un árbol con una gran fuerza y destreza. Abajo se veía a uno de los sirvientes arrastrando el cadáver de alguien...

    ¡Se volvieron locos! le susurró al otro que le mostraba unos colmillos.

    Sí, ¿y qué? Yo también, mira, dah le señaló sus colmillos falsos ¿Pero qué quieres que hagamos con unos colmillos de utilería? ¿Asustarlos?
     
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    Zireael

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    Altan Sonnen

    Permanecí pegado a la pared como si me hubiesen puesto ahí con cemento industrial, seguía buscando el momento perfecto para separarme y echar a correr así tuviese que trepar por una puta pared y dejarme la carne en un alambre de púas, si es que habían cerrado todo. No importaba, no estaba dispuesto a palmarla ahí, pero conforme pasaba el tiempo me di cuenta que comenzaba a ser una certeza.

    Sangre.

    ¿Olía a sangre?

    Casi sentía el sabor en la boca.

    Todo lo que sabía era que en medio del caos que sucedía los camareros tomando a las personas, las llevaban escaleras arriba y claramente no regresaban, no las personas que tomaban, y ya no había manera de disimularlo. Sí era sangre lo que se les pegaba a la ropa, a las suelas de los zapatos y lo que escurría por las escaleras, era sangre y juraba por mis muertos que la conocía muy bien. Había dejado idiotas de mi edad medios muertos más de una vez y yo había corrido un destino similar una única ocasión, pero lo recordaba.

    Era rojo.

    Oxidado.

    Viscoso.


    No me di cuenta, pero me relamí los labios como si acabara de reconocer el sabor de mi propia sangre en la boca y seguía pasando saliva en un intento inútil de hacerlo retroceder. Como fuese, en una fracción de segundo me pareció encontrar la abertura en el espacio para intentar salir pitando, pero apenas despegué el cuerpo de la pared alguien salió de quién sabe dónde mierdas y me arrastró consigo. Tuve el impulso de soltarme, este individuo ni siquiera parecía saber a dónde se dirigía y aunque sorteó algunos camareros no tardó en caer inconsciente. El hijo de puta que lo cargó acabó por hacer lo mismo conmigo sin siquiera noquearme y el cerebro me lanzó a la noche del sobre.

    El empujón que me había dejado el cuerpo resentido.

    No era normal en ningún universo que este hijo de puta pudiese cargar un cuerpo inerte y a mí incluido, mucho menos con este tamaño. Me revolví con un puto perro rabioso apenas un segundo después, el impulso que había contenido con el idiota que me arrastró estalló en ese momento, pero no importó que tanta resistencia pusiera ni cuántas veces me cagara en sus muertos, no me soltó.

    Solo me detuvo reconocer la voz que le dio una orden, la famosa anfitriona, la jodida cabrona de Anka le dijo que me apartara como si estuviese comprando carne con su carnicero de preferencia y cuando el hijo de puta me bajó, allí junto a la fila de desgraciados, estaba a nada de gruñir. La respiración me iba como la mierda y ya en sí estaba enfurecido, si no me había lanzado encima de nadie era por una obvia razón.

    Sabía que era inútil.

    Reconocí la figura de la rubia que hablaba con el tipo del salón, también la del tipo de mi rango de edad que había interrumpido la conversación como un campeón y en un recorrido rápido del espacio más allá de Anka, noté la sangre que se filtraba bajo la puerta a un lado. Incluso en mi vorágine de ira, revuelta con la pizca suficiente de miedo para ser consciente de que podía morir, pensé en mi familia y deseé haber hablado más con el viejo Sonnen, haber llamado a papá y a mamá antes de meterme aquí. Tan siquiera haberles dicho dónde mierda estaría.

    Para que encontraran un cuerpo.

    —Y bien, Anka —espeté sin ninguna clase de tacto, bien podía estarme condenando, ¿pero si me quisiera muerto no estaría ya detrás de la puerta aquella?—, ¿nos vas a explicar ya o más tarde por qué cojones tu casa es un baño de sangre?
     
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