Vampiro Preludio

Tema en 'Partidas Inacabadas' iniciado por Ayeah, 8 Febrero 2022.

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    Ayeah

    Ayeah Shinobi

    Acuario
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    El Dios Sol se apareció a Caín en sueños, y le dijo que él y su gente volvieran y se subyugaran a la gente de Seth. Caín rechazó la oferta. Entonces el Dios Sol le dijo que toda la gente de su tribu sería maldita para siempre, y así fue

    El Libro de Nod​


    Amanecía nublado en Bruselas aquel martes de Septiembre, una brisa fresca anunciaba el final de la temporada estival y los días se iban haciendo cada vez más cortos.

    Cientos de personas se mezclaban por las calles rumbo a sus distintos empleos con más o menos prisa atestando la estación de metro y las carreteras con su tráfico ruidoso y poco fluído.
    Los más afortunados caminaban con paso acelerado por las aceras de irregulares y antiguos adoquines.

    Aquella ciudad era un hervidero de vida por el día. Una aparente monotonía invadía el lugar a pesar de las cientos de distintas culturas que convivían en el centro de la economía y política europeas.

    Ciudad de paso.

    Y, como tal, muchos disfrutaban de unos meses, incluso años, de su vida en ella... Pero pocos se quedaban.

    Y aquí estás tú, en medio del bullicio, iniciando tu jornada. ¿Qué te trajo a este lugar tan impersonal? ¿Un empleo quizás? ¿Una experiencia diferente? ¿O eres de ese escaso número de personas que formaron su vida y forjaron vínculos aquí?

    Cuéntame tu historia.

    Narra cómo es un día
    normal en la vida de tu personaje, aclarando cómo y por qué llegó a la capital belga. Puedes extenderte cuanto quieras hasta la puesta de sol.
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    Última edición: 8 Febrero 2022
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Gianna Fiore

    Estábamos preparándonos para salir otra vez a recorrer un lugar turístico distinto, yo ya me había hartado, me agradaba aprender, pero no me agradaba para nada ser arrastrada por otros y sobre todo mi padre tenía esa manía, mamá lo apoyaba con vehemencia. Museos, cafeterías, librerías, parques...

    Yo no quería nada de eso, quería bosque y más bosque, praderas, flores. ¿Dónde estaban las flores silvestres? Era aburrido a morir. La cosa es que mientras nos preparábamos y entre mi padre y yo veíamos que tuviéramos todo lo necesario para caminar hasta quién sabe cuál hora entrada de la noche, mi madre se asomó con la seriedad preocupada en su rostro.

    —Cariño, Manon tiene fiebre —comentó mientras mi padre de inmediato se revolvió el cabello, viendo comprometidos sus planes.
    —¿Es muy grave? —hizo la pregunta de rutina, yo observaba imparcial y en completo silencio, intercalando miradas a medida que hablaban.
    —Yo... diría que si, tenemos que comprar medicina o bien llevarla al doctor —habló firme y tranquila, sin necesidad de alterarse a pesar de que fuera seguro que ambos estuvieran en demasía preocupados.

    La pequeña había arruinado los planes, otra vez... no era nada de extrañar. Di un suspiro y mis pasos firmes, pero tranquilos, resonaron con suavidad. Sin saber en realidad dónde estaba, la encontré de inmediato solo por conocer en demasía a mi propia familia, que era lo normal en mi, pero sí la gente con suerte se entendía así misma, no era correcto asumir que uno, siendo hijo sobre todo, comprendía a sus padres o hermanos.

    Me acerqué a ella ganandome a un lado, respiraba agitada y por reflejo le extendí la mano la cual no demoró en agarrar con fuerza, ni mi corazón se inmutó ante la situación.

    —¿Gi... Gianna?— Entre abrió los ojos y trató de enfocarme, era un intento mediocre e inútil, pero para ella parecía necesario.
    —Para mi, parece que te llevarán al doctor —hablé monocorde, no soné fría, pero seguía siendo una voz con tranquilidad dura.

    La niña frunció el ceño, arrugó la nariz y su boca... conocía esa mueca. Fruncí severa al ceño.
    >>No llores, Manon, solo empeoraras las cosas.

    Y entonces empezó a sollozar como la niña que era, una tetera chirriante mezclada con los gemidos de un perro herido. Me posicione a su lado, la niña intentaba contener el llanto, seguro por el mero hecho de no irritarme.

    Porque lo hacía, pues al sentarme a su lado solté un chasquido y quejido claros y toscos, aparte de rodar los ojos sin pudor alguno.
    —¡Yo no quería, Gina, no, era divertirnooos! —sollozó y ni fuerzas tenía para patalear, había que verla, pobre criatura.

    Rodé otra vez los ojos y di un suspiro hastiado. Le hice piojito en el cabello inclinada sobre su persona, buscando cercanía mientras con la mano que sostenía la suya propia afiance el agarre.
    —Manon, son cosas que ocurren y tú sabes bien que ninguno de nosotros puede evitarlas —seguí monocorde y ni siquiera alcé la voz, pero era notable la rudeza que había agarrado, mis cejas severas lo reflejaban. Eso sí, no exteriorice ni una pizca de desagrado o asco— Escúchame bien, y más te vale obedecerme si no quieres verme en verdad enfadada.

    Detuve la caricia y tome distancia, quise poner ambas manos sobre mi regazo, pero Manon se aferraba con fuerza a mi derecha y simplemente la dejé ser. La miré con la seriedad en la cara, ella solo tenía un puchero lloroso, moquiento y frustrado, mirándome de reojo solo de vez en cuando.
    >>Te llevarán al doctor, mejor eso a que te atiendan ellos—referí a mis padres al final, porque nunca sabemos que tan grave puede tornarse, pensé para mis adentros al respecto. Suspiré cansada y reflejando mi propia frustración, cerré los ojos en el acto y luego volví a fijar mi vista cruda y oscura en la claridad de Manon— Mejor dime qué te gustaría comer o tener.

    Me levanté y acomodé mi vestido oscuro mezclado con blanco, para asegurarme de estar pulcra y sin arrugas. Miré a Manon una vez de pie.
    —¿Y bien?
    —Uhmm...— Frustrada, intentaba aún huir de su realidad, pero terminó por desistir y con un puchero musitó— Chocolates... ¡Y algo interesante!— Encendió de pronto su chispa, la miré con ligera sorpresa debido a que me agarró desprevenida, pero por algún motivo terminé con una sonrisa tranquila y sobria velando mi boca al momento de ladear mi cabeza— cómo, cómo, no se, jejeje, ¿un juguete?

    Asentí calma y con la sonrisa aún presente, me di media vuelta una vez estuve en el marco de la puerta, tocando este mismo con ligereza mientras que con la otra mano me aferraba sin fuerzas a la manilla: La mire por sobre el hombro, con esa sonrisa que en realidad no reflejaba cariño, aunque lo pareciera.
    —Portate bien y se fuerte, entonces— Acto seguido mi vision se posó sobre el pasillo que estaba un poco oscuro—, te dejaré la puerta junta y cuando vuelva intentaré traerte conmigo algo que te cumpla el capricho.

    —¡Muchas gracias, hermanita!

    Para mis adentros me irrite, rodé los ojos a sabiendas de que no me veía y el suspiro fue imperceptible.
    —Nos vemos —monocorde e impersonal, junte la puerta con el marco sin cerrarla en realidad y luego caminé calma con un objetivo ya en mente.

    Explorar otra vez por mi cuenta la ciudad, con la excusa de que Manon enfermó y, mientras mis padres la cuidaban, yo podía ir y comprar ya fuera recuerdos o simples caprichos.

    Eso informé a mis progenitores, como era de esperar no se veían muy de acuerdo con dejarme sola en una ciudad que no conocía y, aparte, ni siquiera era de mi país, ese que conocía por sobre todo por los libros y noticias diarias, Francia.

    Pero desistieron, me dieron el permiso y yo sonreí con una suficiencia sobria, estaban demasiado preocupados por Manon como para calentarse la cabeza conmigo, aparte de que al menos confiaban en mi sentido de la orientación y responsabilidad.

    Antes de salir, porque en realidad ya estaba lista, les hice una leve reverencia y solté un "Gracias, me cuidare, así que no se preocupen" volví a mirarlos con la sonrisa tranquila tras esas palabras— Volveré antes de que anochezca, aquí estaré y sí no... —sonreí a ojos cerrados con pudor, pero seguía sonando monocorde—, me abre perdido, y en ese caso iría a una comisaría— Lo último lo dije totalmente seria, mis padres estuvieron de acuerdo y fingieron estar calmados al respecto, pero de seguro en sus mentes pasaban distintos temores: Atropello, secuestro, robo, acoso, etcétera.

    No me importaban los peligros, por algo había aprendido a evitarlos. Por eso cuando puse los pies sobre las veredas Bruselas, camino a algún lugar menos ruidoso, la sonrisa de suficiencia cubrió mis labios. Era mediodía.

    Y por unas horas era libre...
    Por unas horas no pertenecía a nadie más que a mí.
     
    Última edición: 8 Febrero 2022
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    Domenica

    Domenica bloody countess

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    . P R E S T O N C A R T E R .
    No era la primera vez que estaba en Bélgica, pero sí la primera vez que estaba solo. Tenía una tarea especial que cumplir y no podía abandonar el país hasta asegurarme de que se hubiera ejecutado a la perfección. Odiaba cuando ese tipo de responsabilidades recaían en mí, pero Duke había sido completamente claro al decir que únicamente yo podía hacerlo. Por supuesto, no hay nadie más calificado que yo para gestionar su dinero.

    Trato con números, no con deudores... pero a esas alturas del partido era absurdo quejarme. De cualquier manera, el implacable patriarca Carter no iba a aceptar un "no" por respuesta, aunque fuese yo quien se lo diera. Su paciencia se había colmado.

    —Sólo tomaré un café —le dije con amabilidad a la linda mesera que se había acercado a traerme un menú. Era cerca del mediodía, yo ni siquiera había desayunado, pero mi estómago estaba cerrado.

    La chica asintió y no tardó ni cinco minutos en traer un café negro, humeante y con un olor tostado que me hizo distraerme por unos instantes. Lo tomé a sorbos largos, acostumbrado a tres americanos cargados antes de empezar la jornada. Más tardó en hacerse el café que yo en beberlo, pero no podía negar que cierta ansiedad me empezaba a carcomer silenciosamente sin que yo o la adorable y acogedora tienda de café pudiéramos evitarlo. Me recliné en la silla de madera y giré el rostro hacia la ventana, observando cuidadosamente el impresionante colegio que se alzaba en la vereda del frente.

    Era un colegio católico... o al menos eso parecía, siempre que incluían algún santo delante del nombre de alguien me evocaba a algún asunto religioso. La fachada tenía esa misma pintoresca onda barroca que el resto de la zona en la que estaba, encajando a la perfección con tanta armonía que se me antojó aburrida. Observé detenidamente por unos instantes que parecieron eternidad, pero tan sólo habían pasado quince minutos.

    No era la primera vez que hacía algo así, ¿por qué entonces me sentía tan ansioso?

    Me levanté, volví a colocarme el blazer color azul marino y dejé un billete de cien euros sobre la mesa. Al verlo, la misma linda mesara quiso detenerme, pensando que me había equivocado.

    —Cobra el café y el resto es para ti... —dije simplemente.
    —Es demasiado —respondió en un inglés impecable a pesar de que yo le había hablado en francés. ¿Habría notado que era extranjero? ¿O tal vez mi francés no era tan bueno como yo creía?

    Le sonreí y, sin saber qué debía decirle para no hacerla sentir mal, sólo negué.

    —Tal vez puedas volver luego y me dejes invitarte una copa —dijo, tomándome por sorpresa.

    ¿Me había ruborizado? Puede ser, pero mis mejillas se sintieron calientes. De alguna manera, ese flirteo fue todo lo que necesitaba para que el nudo en la boca de mi estómago se deshiciera.

    —De acuerdo —murmuré, y la miré sonreírme por breves segundos. Su cabello rubio, sus ojos verdes, las pecas sobre su nariz y sus gruesos labios dibujando una sonrisa en ese rostro atractivo.

    No me negaba a la posibilidad de una aventura, pero aquella chica parecía demasiado dulce como para que alguien como yo le arruinara la existencia. A sabiendas que no volvería a verla a pesar de haberle dicho que sí, me despedí definitivamente de aquel café y aquella señorita. Todavía tenía cosas qué hacer y no podía distraerme.

    Crucé la calle, la campana del colegio había sonado y un montón de críos habían empezado a poblar la vereda. Niños de todas las edades. La manera en que charlaban con naturalidad, caminaban y corrían como si no existiera mal alguno en el mundo, me hizo sentir un poco de envidia. Cuando yo era tan sólo un niño habían cosas más importantes en mi cabeza que jugar o comer dulces. Me preguntaba si yo hubiese sido distinto de haber nacido en una familia que me quería.

    Una niña de unos siete años caminaba sola y se tropezó, su mochila se abrió y escaparon libros, juguetes y colores. Me acerqué a ella y la ayudé a recoger todo.

    —Gracias —murmuró tímidamente hacia mí, pero siguió buscando algo en el suelo. Yo tomé unos anteojos de marco rosa, tenían bastante aumento, y los extendí hacia ella, que al verlos sonrió emocionada. Pobre, la miopía era una mierda.
    —¿Dónde están tus amigos? —inquirí, ella pareció dudosa pero ¿cómo iba a desconfiar del amable desconocido que la ayudó a encontrar sus anteojos?
    —Me he peleado —respondió sin más, haciendo un puchero.
    —Vamos, no debe ser tan grave... ¿una pelea vale más que tus amigos? —insistí.

    Ella pareció dudar, y al resoplar su cabello corto y castaño se movió. Su rostro, regordete e infantil, tenía algo familiar para mí.

    —¡Grace!

    Ambos giramos la mirada y, entonces, me encontré cara a cara con la razón de mi viaje a Bélgica.

    —Oh, hola, Eric, no sabía que era tu hija —dije aquella mentira con total intención, pero Eric no me creyó.

    Eric tendría poco más de cuarenta y cinco años, el cabello canoso con ciertos vestigios de su castaño de antaño, y también usaba anteojos como su pequeña hija. Aunque era de tez clara, su rostro adoptó un color cenizo al verme tan cerca de la única criatura que él y su esposa habían logrado concebir después de casi diez años de esfuerzo. La tomó del brazo, sin saludarla a pesar de que ella le sonreía como si no existiera nadie más bueno en el mundo que él, y la puso disimuladamente tras su cuerpo. Por supuesto, él quería protegerla de mí, pero yo no iba a hacerle daño. No a ella.

    —Preston —susurró, su voz era tan sólo un hilo.
    —Duke está preocupado por ti. Bueno... —bufé, Duke no se preocupaba por nadie—, yo le dije que nadie que ame su vida haría lo que tú estás haciendo. Y a ti te gusta tu vida, ¿no es así? Así que supongo que habrá algún motivo.

    Eric no tenía motivos, yo lo sabía. No había logrado cumplir su parte del trato y ahora Duke quería el dinero que le correspondía.

    —Preston, sólo necesito un tiempo, te dije que se iba a vender como pan caliente, pero tuvimos algunos problemas y...
    —Eric —lo callé—, no me importa.

    Tragó saliva, sentía su nerviosismo. Yo ya no estaba ansioso, ya no sentía nada, era como si me hubiese desdoblado y veía todo desde arriba, completamente ajeno a la emoción.

    —Tienes tres días para darme el dinero —le dije, y sonreí.

    Me incliné hacia él y lo abracé, como si fuera un viejo amigo, a sabiendas que en tres días tendría que darle una lección si no cumplía.

    —Dile a tu nena que no debe hablar con extraños —murmuré cerca de su oído, lo sentí temblar mientras me separaba.

    Él se alejó como el diablo cuando ve a la cruz. Yo me puse mis lentes de sol porque odio el sol del mediodía.

    .

     
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    Amelie

    Amelie Game Master

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    Enya Beckett

    Suspiró algo apesadumbrada; había tomado el tren pero se ha atrasado; le quedaban cinco paradas para llegar a Gembloux y hacer transborde a la plataforma cuatro para dirigirse a Dinant; pero ahora el tren no avanzaba, había un fallo que la hizo bajar en Bruselas, tenía tiempo; por lo que se levantó de su asiento y salió en direccion a la Galería Horta; estaba cerca de la central y siempre ha disfrutado de esos museos de interactivos multimedia; era tomar el arte y hacerlo aun más vivo. Alguno de sus colegas mencionaban que aquello era una falta de respeto, tomar un cuadro y proyectarlo en un RGB mediocre en paredes secas; un despropósito. Pero Enya no lo veía así, era una manera de transportarse a aquella época, oír, ver, oler de otra manera; para ella seguía siendo arte, para ella era algo mágico poder ver el arte de esa manera, e interactuar con él.

    Entró a la Galería y decidió decantarse por Klimt; uno de tantos de sus artistas predilectos; para ella era difícil poder elegir entre tantos, nunca podía responder a la simple pregunta "¿Quién es tu pintor favorito?" porque esa pregunta se ampliaba en su mente "¿De qué época?" "¿De qué estilo?" "¿De qué temática?" ...

    Enya se movía por las reproducciones más famosas en movimiento, su sonrisa siempre presente; hasta que encontró "El beso" y allí se quedó prendada. Podía pasar el tiempo y ella no se inmutaría... perdería ese tren. Pero el tiempo no era algo que le preocupara, no si la vida estaba frente a sus ojos; cualquier otra cosa podía esperar.
     
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    Zireael

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    Leo
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    Altan Sonnen

    Terminar en Bruselas de todas las ciudades posibles no había sido el plan establecido la semana pasada, eso podía decirlo con plena seguridad. No era raro que me moviera de forma constante entre América y otras partes de Europa, las ramas que había extendido mi padre funcionaban así, se esparcían como telas de araña. También las de las otras familias asociadas y había sido de hecho un socio de Bélgica el que se había acercado a mediados de la semana anterior a nosotros, diciendo que tenía a otros en el foco.

    Existía la posibilidad de absorber un par de compañías independientes en Bruselas, no eran particularmente grandes, pero eran sólidas y nos daba la posibilidad de crear una línea de conexión de Alemania y Países Bajos a Bélgica, saltando a Reino Unido. La naturaleza de las relaciones… Bueno, ya la definiríamos sobre la marcha.

    Pero estos no eran apellidos cualquiera y lo sabía yo muy bien a pesar de haber crecido en el otro extremo.

    Para estas alturas del partido muchísimas cosas eran diferentes, pero tantas otras eran casi idénticas y sabía discernir entre ellas con bastante facilidad. No quedaba demasiado del adolescente problema que se había metido con pandillas por amor al arte, como una pieza floja, dispuesta a colocarse como rey de cualquier tablero. Las motivaciones, sin embargo, seguían allí, ¿no?

    La sed de poder dudaba que fuese a dejarme algún día, teniendo en cuenta que la conocía con claridad desde que tenía quince años más o menos. La ira tampoco había dejado de respirarme en la nuca como había hecho desde hace mucho tiempo, por más que ya no se me colara tanto en el cuerpo como pasaba cuando no había salido del instituto. Era eso lo que había y posiblemente habría siempre, aquí en el fondo de este maldito océano helado.

    Corrientes frías, capaces de tragarse la tierra.

    Acababa de detenerme en una cafetería para pedir un café negro cargado y sin azúcar, como lo había bebido siempre, cuando el móvil me vibró en el bolsillo del pantalón. Suspiré con cierta pesadez en lo que le daba el dinero al muchacho que me atendió, tomaba la taza desechable y me disponía a salir mientras sacaba el aparato con la mano ahora libre. Ni siquiera me molesté en mirar quién era.

    —Diga —atajé luego de darle un trago al café.

    —Al. —Reconocí la voz de mi padre al instante y se me aflojaron todos los gestos—. ¿Cómo te fue con-

    —Sabes que no me gusta hablar estas cosas por teléfono —respondí sobre sus palabras, arrancándole una risa de suficiencia que gritaba “Buen chico” por todas partes—. Apenas ponga un pie en casa otra vez te contaré todo, si es que no te lo cuentan ellos antes.

    —Oh, no me malentiendas. Siempre he recibido la información de primera mano, lo usual es que los dejes bastante contentos, ¿o no?

    —Sorprendente teniendo en cuenta esta resting bitch face, pero no seré yo quién lo cuestione. Digamos que sé hacer mi trabajo. —Ahora fue a mí al que se me escapó una risa floja, fue casi idéntica a la suya. Con el tiempo había comenzado a parecerme más a él que al viejo Sonnen, mi abuelo, al menos en personalidad—. Como siempre, quiero decir.

    —Cuando dejaste de repartir hostias como panes y usaste el cerebro que te regalé, sí.

    —Quizás, no significa que haya perdido el encanto, pero hay que tener un poco de decencia. —Le pegué otro trago al café mientras me movía entre la gente—. Igual si ibas a preguntar si estoy bien, lo estoy, sí. Ya sabes que esto puede extenderse unas semanas, así que nos estamos comunicando. Dile a mamá que me llame cuando se desocupe de los ensayos, así sean las tres de la mañana aquí, no importa.

    —¿Crees regresar para octubre? —preguntó y me pareció que se bajaba un bocado de comida.

    —¿Antes del treinta preguntas? —Hizo un sonido afirmativo—. Posiblemente, no creo quedarme aquí haciendo turismo tampoco. Es un jodido hervidero, ni una colonia de bacterias tiene tanto movimiento.

    —Ah, dice tu madre que le traigas un recuerdo —dijo después, como si se hubiese acordado de repente, y me pareció que se tragaba su propia gracia antes de hablar—. Y que traigas una novia si puedes.

    —Dile que siga soñando. No me aguanta ni ella que me tuvo que traer a este mundo, imagínate cualquier otro ser humano.

    —Nos vemos, Al.

    —Nos vemos.

    Colgué la llamada sin más después de eso, regresando el móvil al bolsillo, y dejé la mano hundida allí. Los anillos celta del viejo Sonnen se presionaron contra la tela, me pensé que quizás debía llamarlo también en algún momento, para que el jodido no fuese a resentirse y cagarse en mis muertos en alemán por tres horas seguidas.

    Revisé la hora en el reloj de mi muñeca, tomé un montón de aire por la nariz y seguí avanzando por la ciudad hasta que di con una calle un poco menos atestada. Solo allí me terminé de beber el café y aproveché para sacar la cajetilla, encender un cigarro y darle vueltas a qué debería decir en la siguiente reunión con los posibles nuevos socios. De todas formas eso sería en un par de días, todavía debían sopesar la información que les había dado ayer, así que me quedaba un tiempo de genuino ocio en este lugar, que parecía un jodido banco de sardinas acosado por tiburones.

    Igual y podía darme una vuelta por alguna galería o algo, ya lo vería después. Por ahora estaba bien con el chute de cafeína y tabaco de la hora.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Caro Ainsworth

    Nunca había necesitado usar alarma para despertarme, mi cuerpo estaba acostumbrado a hacerlo incluso antes de que amaneciese, pero aquella mañana parecía que seguiría sin ser capaz de retomar mis costumbres. El viaje a Bruselas no fue especialmente largo, pero nunca había viajado en avión y, al parecer, eso me estaba afectando más de lo que hubiese planeado en un principio.

    Apagué la alarma con un gruñido bajo, obligándome a salir de la cama incluso cuando no me apetecía demasiado, y me dirigí hacia el baño común de la residencia tras recoger mi neceser y todo lo necesario para la ducha. Me despertaba a esa hora porque, tal y como suponía, el baño estaría completamente vacío y así podría disfrutar de una ducha en silencio, como las que me daba en casa y tanto disfrutaba.

    Para cuando salí de la ducha, el sol estaba empezando a asomar por las ventanas y algunos alumnos lo hicieron por el pasillo, creando el barullo que específicamente había buscado evitar. Entré a mi habitación antes de que fuese a más y agradecí, una vez más, que las habitaciones fuesen individuales en aquella residencia. Me vestí con tranquilidad, aprovechando el cielo nublado para colocarme un jersey negro en conjunto a unos vaqueros igualmente oscuros, además de unas deportivas y un cárdigan.

    Desayuné algo sencillo, pues aun tenía el estómago algo revuelto del cambio de dieta y no quería arriesgarme a nada, y me encaminé hacia el exterior del edificio en cuanto terminé de comer. En el correo me habían recomendado venir un par de semanas antes para conocer la ciudad y, sabiendo que pasaría unos cuantos meses en la misma, estuve de acuerdo con la idea. Había empezado a leer en francés durante el verano, y sentía que empezaba a entenderlo un poco, pero aun necesitaba mucha práctica escuchándolo, así que cogí el bus y bajé en el centro de la ciudad.

    Llevaba algo menos de una semana ahí y, a excepción de los primeros días que me sirvieron para acomodarme, mi rutina siempre había sido la misma: visitaba algún museo o lugar turístico, intentando escuchar lo máximo posible del idioma, volvía a la residencia para comer y pasar la tarde leyendo, lo que venía siendo mi equivalente a descansar, y por la noche veía algunas películas que siguiesen ayudándome antes de cenar.

    Aquel día no planeaba ser mucho más diferente.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Bleke Middel

    Aquel café me recordaba bastante a los bares de Westzaan. Si inhalaba con el suficiente empeño, incluso, llegaría a encontrar resabios similares. Estaban en las paredes de madera vieja, en las baldosas diamante color terracota y la pizarra con las promociones escritas a mano. El chirrido bajo de las sillas al arrastrarse, también, y el tintinear de los cristales. Deslicé la mirada a la luz que se colaba por las ventanas, a las pequeñas manchas que acababan evidenciadas debido a ella, y la mesera llamó mi atención al traerme la cuenta. Parpadeé, regresando al café, y el murmullo general se reinició en mis oídos. Le concedí una sonrisa discreta a modo de agradecimiento, acepté el papel y cuando se hubo retirado, escarbé por mi billetera para dejar el efectivo bajo el plato. Veinte euros, más cinco de propina.

    Era un café pequeño y discreto, uno al cual nunca antes había ido, pero encontraba cierta afición en habitar espacios que probablemente no se esperarían de mí. Eso, o quizá me reconfortaba la alegría tan simple que me transmitían los ancianos bebiendo un café mientras leían el periódico, la madre que pasaba tras recoger a sus niños del colegio o la amplia mesa de damas, con sus saquitos de lana y sus cabezas llenas de bucles, que religiosamente compartían una vez a la semana. Me sentaba en alguna de las esquinas, tranquila, en silencio, y observaba.

    Así había sido siempre.

    Salí del establecimiento y me acomodé el tapado color hueso que llevaba encima, la cartera al hombro también. Viré la cabeza en ambas direcciones y finalmente crucé la calle, el adoquín repiqueteando bajo mis tacones. El cielo permanecía nublado y una brisa suave mecía apenas la melena que, siendo francos, había llevado corta la vida entera. De niña, quizá, había disfrutado de las trenzas y moños que me hacía mamá, pero ahora sólo eran recuerdos demasiado lejanos. Recuerdos que hoy, de todos los días, se empeñaban constantemente en sorprenderme por los recovecos y las esquinas. No lo combatiría, no tenía sentido alguno.

    Seguí caminando por la entrada principal, una construcción antigua con paredones y banderas. La reja principal estaba entreabierta, de modo que recogí un par de cosas y entré sin más. El susurro de los árboles me abrazó de inmediato, me llené los pulmones y lo liberé lentamente. Mis tacones repiqueteaban, repiqueteaban y repiqueteaban sobre el adoquín.

    No esperaba una llamada de nadie, pero el móvil sonó. Lo hizo y pensé, vaya, la pertinencia de ciertos acontecimientos.

    —Jenkin —murmuré con delicadeza, firme en mi trayecto, y en mi tono se coló una leve sonrisa—. ¿Qué sucede?

    —Ayer estuvieron aquí los Dumont. —Hablaba bajo, ligeramente atropellado; transmitía nerviosismo así, estaba segura, se esforzara por aplacarlo—. Hablaron con el abuelo en el estudio. No sé muchos detalles, pero luego pasaron a la sala y estuvieron charlando y bebiendo hasta cualquier hora.

    —No tenía idea —confesé, deteniéndome un instante para repasar el espacio con la vista, y viré hacia la izquierda—. ¿Recuerdas sus rostros? ¿O cuántos eran?

    —Dos, creo. No, espera, tres. —Pude imaginarlo a la perfección pellizcándose el puente de la nariz—. Tres hombres, sí. Dos castaños y un rubio.

    —Ya veo —murmuré, intentando identificarlos mentalmente o, como mínimo, reducir posibilidades—. Papá sigue en Múnich, ¿verdad?

    Jenkin soltó un sonido afirmativo y suspiré bajito, atendiendo a los nombres grabados que se sucedían uno a uno.

    —Bueno, hoy a la noche hablaré con Matheo, aunque no me extrañaría que el abuelo, otra vez, pretenda meter las narices donde no debe.

    —Lo sé, y sé que te enviaron a ti para tratar con los Dumont, por eso no entiendo qué hacen aquí. Pensé que tenías que saberlo.

    —Sí, Jenkin, y te lo agradezco. —Comencé a aminorar el ritmo, la brisa sopló y sonreí—. Ahora debo irme, hablamos luego.

    —Hasta entonces, Blee.

    Corté la comunicación, dejé caer el brazo a un costado de mi cuerpo y me detuve en un punto específico del largo, muy largo camino de adoquines. Se enroscaba, viraba y ramificaba en cualquier cantidad de direcciones, pues la gente moría todos los días y cada vez hacía falta más espacio para enterrarla. Era natural, era inevitable y aún así, cielos. Aún así jamás dejaba de doler.

    Me corrí el cabello tras la oreja, avancé y observé desde arriba la lápida de piedra. Sencilla, discreta, algo venida a menos. Podría haber pertenecido al imponente mausoleo de los Middel, envuelta en mármol, oro y bronce. Podría haber pasado a la historia como un miembro de la familia pero, en su lugar, prefirió morir sola en un país extraño a su sangre.

    Ese era el poder de los Middel.

    Saqué un papel de mi cartera y limpié el grabado, que se había estropeado con tierra acumulada. Quité las flores viejas, tiré el agua y la renové para depositar allí los tulipanes frescos que había comprado. Cuando todo estuvo listo, me acuclillé y suspiré, los recuerdos fluyendo en un río constante.

    Helga Langbroek.

    Su apellido de soltera le sentaba, ciertamente. Disfrutaba imaginarla en un lugar así, una amplia pradera verde por la cual pudiera andar y reírse. Lejos de nosotros, lejos de papá, lejos de los Middel y todo el veneno que le habíamos inyectado en las venas. Había sido demasiado tarde, sin embargo. No se fue a tiempo, dudó, y allí estaban los resultados.

    —Te traje tulipanes, mamá.

    O quizás habría muerto de todos modos.

    —Ojalá te gusten.

    Era el poder de la maldición, al fin y al cabo.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    "Tiene una resaca muy intensa, sabía que no debía tomar esas pastillas de éxtasis ayer, pero la situación se nos fue de las manos. Maldito André, no me puedo creer que se esté fumando un purazo ahora mismo, cualquiera diría que este tío ayer se metió cinco rayas de coca y se fue de putas. La madre que lo parió, qué bien se le ve. Es un tipo alto, de pelo castaño y barba poblada. La clase de John Wayne que quieres tener a tu lado si te metes en una riña. Levanta la vista, me ve y sonríe, el hijo de puta de André François está listo para la acción, acaricia su encendedor como si fuese la punta de su polla, es todo lo que necesita.

    Camello anónimo."


    Bruselas fue un destino de suerte y eso quiere decir que era un ida y vuelta low cost y que no dudé en comprar. La verdad es que necesito una desconexión total del bullicio intransitable de la asquerosa y pegajosa ciudad. Necesito escapar de ese zoológico gigante y entrar en un mundo distinto, rodeado de montañas y magia de Disney, pero sobre todo aire puro que entra en mis pulmones aliviando los resquicios de todo el costo que fumé anoche.

    "Tengo que dejar los canutos. De hecho tengo que dejar de pedirle canutos a Clara ¿Qué clase de hermano mayor soy? Mierda."

    Pero lo cierto es que una vez allí también olvidé lo aburrido que suelo ser a veces conmigo mismo y ya no sabía qué más hacer. Cielos, haberme tomado las molestias de coger un vuelo de Francia hasta Bélgica, de donde realmente conozco muy poco y nada, sé que aquí se encuentran las sedes centrales de la Unión Europea y la OTAN y poco más. Es como que alguien te pregunte: ¿Hey, qué hay en Brasil? Y tú le dices: "Hombre, carnaval eterno, felicidad, magia. Alegría". Me preguntas Bélgica y aún no sé qué responder. El día está nublado, empieza a hacer mucho frío y creo que prefiero estar dentro de un bar hasta la hora de mi vuelo de regreso...

    ... pero no, vamos a darle una oportunidad a Bélgica. No hagamos como que esta renovada juventud sea impulsada por ese billeta de 45 euros que tanto nos dolió. Está bien que con 45 euros ni vives mejor ni na, pero hombre, 45 euros. ¡Vamos a disfrutarlos, coño!

    Hundo las manos en los bolsillos de mi chaqueta de cuero y comienzo a caminar sin mucha dirección, dejando que mi exploración me lleve, por intuición propia, hacia la ubicación correcta. Es bonito. Bruselas, digo. La arquitectura es como... ¿renacentista? venga, que lo acabo de leer por el Google. Jé.

    Creo que me voy a prender un canuto y buscaré un museo. ¿Lo han intentado? Es como entrar en Narnia. Activo de nuevo mis datos, pensando en el costo a distancia innecesario que estoy pagando y busco alguna dirección. Screenshot. Apago datos móviles.

    De nada por el life hack.
     
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    Hitomi-chan

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    Ragnar Bjelke

    No pierdas el tiempo por la ciudad y enfócate en entrenar Ragnar, recuerda que tu primer pelea es en dos días— La voz grave de mi entrenador sonaba fuertemente por la habitación del hotel mientras yo terminaba de vestirme y arreglar mi cabello —Llegaré mañana, así que no aproveches mi ausencia para holgazanear

    Justo ahora saldré a corre un poco, tranquilo que me esforzaré como siempre— Me acerque a la ventana de aquel cuarto de hotel y miré un poco hacia fuera, parecía un día bástate gris, pero al menos podría entrenar un poco y al mismo tiempo ver la ciudad sin que el entrenador estuviera molestando con su "enfoque" y como siempre prohibiera conocer el lugar donde estaba. —Te llamo luego, debo salir a correr— Y antes de tener una replica de ese hombre terminé la llamada y guarde el celular en uno de los bolsillos de mis short deportivos.

    Sin pensar de más, salí de ese hotel y apenas estuve en la calle estiré mi cuerpo dejando salir un gran suspiro, aquella ciudad no era tan diferente al lugar donde había nacido, pero al menos podría decir que era más grande y moderna, además no me iba a poner exigente si al fin podría recorrer el lugar y turistear un poco.

    Apenas estirando un poco mi cuerpo, comencé a trotar por las calles mientras veía a todas esas personas en sus rutinas diarias, incluso los niños que corrían a sus escuelas para no llegar tarde eran divertidos de ver, deteniendo mi trote saque de nuevo mi celular y tome una selfie casual en medio de aquella calle para luego intentar mandarla a mi madre y decirle donde estaba ahora, pero antes de hacerlo una petición de videollamada entro y pude ver el rostro de esa mujer que me dio a luz.

    Estaba punto de llamarte madre— Con una sonrisa salude a mi mujer favorita para luego ver como tras de ella mi padre parecía estar haciendo ejercicio de calentamiento mientras vestía una gran camisa que ocultaba un poco su abdomen hinchado y uno pantalones deportivos que más bien parecían adecuados para estar tirado en el sofá sin hacer nada.

    Tu padre esta insistiendo en que vayamos a correr, estos días creo que se siente más viejo de lo que es y cree que corriendo va a rejuvenecer— Riendo, mi madre giro a ver a mi padre y este solo le devolvió la mirada con un tono de sentimiento en ella mientras se acerca y miraba a la cámara para poder verme mejor.

    Cuando regreses entrenemos juntos hijo, tu madre no cree que puedo volver a mi gloria de juventud— Fingiendo una falsa molestia se alejo de mi madre y siguió con su "entrenamiento" mientras mi madre seguía riendo.

    Yo seré tu entrenador personal padre— Tratando de no reírme también, pude ver como una sonrisa se formaba en ese viejo rostro de mi padre y parecía intensificar sus movimientos de trote en su mismo lugar.

    Deja de alentar a este viejo padre tuyo— Moviendo un poco su celular para que ya no pudiera ver a mi padre, mi madre jalo un poco de aire para recuperar el aliento que perdió al reírse de su esposo —Te llamé por el doctor de tu herma dijo que su parto se adelantará, así que debes estar aquí la semana que próxima—

    Mi torneo termina justo a tiempo, dile que estaré ahí junto a ella— Era el segundo hijo de mi hermana mayor, pero al parecer no me perdonaría si no estaba para conocer a mi sobrino, era una mujer algo rara que siempre necesitaba estar rodeada de su familia o entraba en pánico antes de dar a luz.

    Luego de hablar con casi toda la familia, al fin mi madre finalizo esa llamada, y ya había perdido casi media hora sin entrenar.... Pero mi entrenador no estaba al lado así que era mi momento para disfrutar mi tiempo. Me detuve en cada tienda que encontraba en mi camino, y por fortuna o desgracia no llevaba dinero conmigo, así que solo podía ver y seguir mi camino sin detenerme a gastar, o comprar una bebida como todas las demás personas que pasaban a mi lado.

    Tome fotografías de cada cosa que me parecía interesante, hasta que llegue a un pequeño parque y me senté tranquilamente en una de las bancas para simplemente mirar a las personas pasar y el paisaje tranquilo a mi alrededor, pocas veces tenia el tiempo de simplemente no hacer nada y aunque mi estomago me pedía comida, sentía más deseos de simplemente quedarme un poco más de tiempo en ese lugar que de regresar al hotel y comer, así que solo relaje mi cuerpo y deje que el tiempo siguiera su curso en armonía.
     
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    Ikoma-kun Rolero, dibujante

    Virgo
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    Marcel Ribas

    —Lo se, papá pero dentro de poco dejaré en lo alto el nombre de este país, todo gracias a mi—

    Era otro día más en la hermosa ciudad de Bruselas, desde mi llegada no repare en demostrar mi valía en la cancha de Tenis, día tras día gane la atención de interesantes rivales dispuestos a medirse contra mi, a costa de esfuerzo y sudor logré la atención de los medios deportivos a nivel local. Muy pronto los medios de toda Europa publicarían mi nombre como el deportista revelación en los próximos años.

    —Todo genial por esta ciudad...y ¿qué tal el negocio?—

    Mi padre hace un par de años había conseguido un empleo en una comercializadora de electrodomésticos, no muy llamativo pero logró escapar hasta el puesto de gerencia, incluso en el mejor momento de la compañía que expandió sus tiendas al sur de Francia, Suiza y con grandes avances en Italia. Era terrible admitirlo pero el viejo aprendió por las malas a ser un mejor jugador en su campo laboral, pero con algo debía lograr avanzar.

    —Mamá no estará molesta de por vida ¿ves que hace poco tuvimos una reunión como en los viejos tiempos?—Di un sorbo a la bebida energética en medio de la videollamada.

    —¿Y que tal alguna afortunada en tu camino?

    Papá de nuevo había tocado el tema del romance, reí un poco a tal pregunta.

    —Lo siento pero recién me recupero de Samantha y su amiga loca por la limpieza...mi amor por el momento radica en la cancha—declare con una sonrisa confiada. Aunque ni en 10 años olvidaría mis desventuras en Londres, pero debía ser mejor que los errores del pasado.

    —Procura traer un trofeo lo más pronto posible campeón, recuerda que..

    —Si, si ya se...invertí mucho en tu educación y debes retribuir todo...

    —Hijo ¿Como puedes pensar de esa forma? Yo...

    —¡Es broma! Viejo, ocúpate de tu negocio, llegaremos muy muy lejos.

    Tras una despedida decidí cortar la llamada y salir del apartamento con dirección a tomar aire fresco. Había quedado con un compañero en dar unas vueltas al parque o unas bebidas en algún club nocturno, en su afán de alejarme de "el estrés de la cancha". Algo sin mucho sentido si habla del deporte; un mundo sano donde podía alcanzar la cima con mucho esfuerzo. Solo procuraba un máximo esfuerzo sin más.

    Revise los últimos estados en mi móvil y muchos tenían que ver con futuros eventos deportivos entre los cuales tendría mi debut, suspiré colocando mis cascos para una buena dosis de música tecno mientras abria paso entre la gente que daba vida a la capital. Por mi entrenamiento había tenido muy poco tiempo para dar un paseo nocturno completo ¿Sería igual de encantadora en una noche cualquiera?
     
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    Nick


    Otro lunes de camino al trabajo, desayunar rápido en cualquier copetín al paso y seguir, Nick odiaba los lunes. Encima hacía unos años ya que residía en un país extranjero, lejos de sus allegados, casi sin ver la luz del sol por su horario laboral. Por suerte le sentaba bien la vida nocturna, desvelarse en clubes o con videojuegos, tomar turnos vespertinos en el trabajo y luego pasarse el día durmiendo.

    Llegó al hospital central de Bruselas y saludó al seguridad chocando puños, era un joven de origen latino como él. Tras subir un ascensor, arribó a su área de trabajo, el laboratorio donde se pasaría el resto de la jornada analizando muestras de sangre para hacerles un control de calidad y clasificarlas. No era lo que siempre había soñado hacer con su vida, pero realmente nunca había soñado nada concreto y la paga no estaba mal, por lo que estaba bastante conforme con su trabajo aunque lo ideal para él fuera no tener que trabajar nunca.
     
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    Aries
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    Rafael Castro

    Una vez más, y casi como si fuese ya algo habitual, estaba degustando el salado sabor de la sangre en mi boca. Me llevé dos dedos al interior de los labios y los miré con relativa calma, observando como la saliva y la sangre dejaban un pequeño rastro en ellos, un rastro que, por alguna inexplicable razón, mancharía toda mi ropa, el móvil, las llaves y quizás hasta el sofá en el que me sentaría dentro de siete horas. Y mientras pensaba para mis adentros en la mierda que iba a ser tener que comprar una camisa nueva, recibí un segundo puñetazo. Uno lo suficientemente fuerte como para hacerme trastabillar y caer de bruces contra un mostrador a medio quemar.

    Alguien gritó con todas sus fuerzas algo en holandés o en alemán, no estoy muy seguro de cuál de los dos, cuando se ponen violentos la verdad es que no soy capaz de distinguir que es lo que dicen. Tampoco es que cambien mucho el discurso. Estaría diciendo algo sobre que le he arruinado la vida, sobre que cómo iba él a quemar su propio negocio, o que si soy un hijo de puta, que mi madre compra cuatro rodilleras por semana... Yo que sé, algo del estilo, supongo. Para cuando alcé la vista, dos compañeros ya le estaban agarrando malamente mientras un tercero me preguntaba si estaba bien. Me levanté torpemente mientras me lo volvía a preguntar una y otra y otra vez.

    —Que si, joder, que ja o que oui o como coño digáis por aquí—dije, consciente de que no entendían ni una palabra de español.

    Ante la preocupación insistente del compañero belga, le dirigí una leve sonrisa y chapurreé en francés que me encontraba bien, que era algo normal, que tampoco había sido tan fuerte. Pero lo había sido, casi estaba seguro de que se me movía una muela. El resto del día me lo pasaría mordiendo con el lado izquierdo de la boca. Acabé el informe, recibí un par de gritos (y un cálido escupitajo) a la salida del local por parte de la familia del dueño, y me fui a la oficina. Todos bromearon con amabilidad sobre el incidente, y yo correspondía las bromas con cortas sonrisas y cabeceos de cabeza que podían significar absolutamente cualquier cosa que quisieran. Los belgas son buena gente.

    En el descanso de la comida, sentado en un banco del parque, me quedé mirando mi sandwich por casi cinco minutos enteros, sin darle un solo bocado. Luego, lentamente, dirigí la mirada a la derecha, donde había un chucho mirando mi comida con la misma devoción que la mía, pero con diez veces más de pasión. Lo solté en el suelo y el perro se volvió el depredador natural del sandwich de jamón y queso. Yo me eché sobre el banco mientras sacaba un cigarrillo de un cartón demasiado arrugado para haberlo comprado esa misma mañana.

    —Qué cojones hago aquí... —me susurré a mí mismo mientras me llevaba el cigarrillo a la boca y lo encendía con desanimo.

    Miré a mi alrededor y observé a la gente pasar. Algunos sonrientes, otros atentos al móvil, un par de chicas haciéndose fotos delante de la fuente, y un tío haciéndole fotos a las chicas a escondidas. Todo el mundo vivía sus vidas. Yo, mientras tanto, tan solo me quedaba mirando, cigarrillo en mano, tratando de pensar lo menos posible, y fallando incluso en algo tan simple como eso.

    Hoy iba a ser otro día largo.
     
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    Gigavehl

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    Cáncer
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    Marilyn Lazfage

    Ah, un día más, otro del montón, otro desperdicio...

    Ahí estaba yo, parada, aburrida y esperando a que el semáforo marcara que podíamos cruzar la calle de entre tanto bullicio, podía sentir las típicas miradas de la gente que me rodeaba, una mujer de una estatura bastante grande, pero no muy bien arreglada, podía escuchar algunos comentarios por ahí, algunos eran graciosos, creo, otros más bien eran los típicos que se burlaban sin mayor chiste.

    El semáforo cambia y por fin empiezo a desplazarme, con mi tradicional vestido medio formal, la gente iba y venía y por ahí sentí al imbécil que nunca faltaba de vez en cuando que "chocaba" contigo y te agarraba la nalga, bufé y solo me giré parcialmente para darle una reverenda bofetada al sujeto que se había atrevido a tocarme solo para poco después seguir el camino.
    Algunas personas se habían detenido impresionados por mi repentino accionar y otros querían detenerme con la voz por pensar que yo iniciaba el conflicto, pero solo miré ese grupo y lo que pudieron ver fue a la mastodonte mostrándoles el dedo medio sin siquiera molestarme a decir algo o a detenerme.

    Por fortuna la situación no fue a mayores y seguí mi camino por las calles, con la bolsa en mi hombro izquierdo, colgando, saqué el teléfono solo para comprobar rápidamente si había alguna noticia importante de mis breves pedidos de algunos trabajos por ahí, sea arreglar algo o borrar otra cosa de algún pobre diablo que se metía en problemas.

    Pero nada...

    Guardé el móvil hasta llegar a una edificación, era un negocio, una relojería para ser exactos, allí, me recibió un hombre algo mayor pero aún con vitalidad en mente y cuerpo.
    ¡Saludos! ¿Cómo le va señorita Mary?—. Preguntó el hombre mientras mi rostro mostraba neutralidad y hasta aburrimiento, pero pasado su saludo, sonreí de forma forzada y lo señalé con la cabeza.

    —Lo de siempre, si no es ir de un lugar a otro es ser manoseada o aburriendome en mi departamento. En fin... ¿Qué me tienes hoy?—. Respondí calmada mientras ponía mis manos en el mostrador, extendiendo los brazos a los costados y me incliné levemente hacía el hombre.

    Parecía que solo buscaba intimidarlo y abarcar mucho espacio, pero lo cierto es que no era el caso, ya lo conocía lo suficiente como para que este supiera que era así.
    Este mini-tocador con un reloj incluído; tiene algunas compuertas automatizadas pero las mismas y el reloj dejaron de servir. Puedo darle servicio a lo segundo, pero a lo primero...

    Y Charlie se interrumpió, ese es el nombre del señor quien ahora me miraba, por mi parte asentí mientras veía el artilugio y le daba una inspección muy por encima al tomarlo, si, lo entendía, quería que me encargara de ese lado técnico.
    —Bueno... Charly... Ya sabes, dame un par de horas mínimo y si tiene solución ya te lo digo, ¿Tienes todo aquí?—. Pregunté más por rutina que por otra cosa, refiriéndome al pequeño equipo de trabajo que tenía ahí mismo, en realidad tenía varios, en algunos habían más, otros menos por casi toda la ciudad, no era muy organizada que digamos pero cuando pierdes herramientas valiosas, te las roban o se destrozan, tener de repuesto en otro lado o más de uno en un mismo lugar ahorraba a su manera los problemas, igual, tampoco era de venir mucho a este local, solo cuando hacía falta como en este caso.

    El hombre solo asintió, por lo que afirmé con la voz y sin decir nadamas, pasé a su lado del mostrador y abriendo una puerta, acabé en una mini oficina donde de una caja fuerte le metí la contraseña para sacar las herramientas que necesitaba y me dispuse a desarmar el pequeño tocador para sacarle las tripas... Bueno, la tarjeta madre y eso.

    Tres horas fueron las que pasaron y siendo mediodía, ya salía de la oficina para llamar al hombre y, tras una demostración de su panel y el cómo los compartimientos mecanizados se abrían y cerraban, Charlie esbozó una gran sonrisa.
    Solo falta el reloj, sublime, como siempre Mary—. Dijo alabando mi trabajo mientras dejaba el tocador a que el lo terminará y sin decir nada, solo me dió el dinero que se había pactado desde el día pasado, me despedí solo agitando la mano brevemente y de nuevo con la bolsa en el hombro, abandoné el local.

    Otra hora más... Y ahora acababa en un hotel, donde después de aclarar que venía a visitar a alguien y decirme el departamento a consultar, fue como tras tomar el elevador y ver la hora con un gesto desinteresado salí del breve viaje y toqué la puerta correspondiente.

    Había música, electrónica, pero bueno, que al final abrieron la puerta y ahí estaba, Michael; un joven de unos veinte años, en plena flor de loto armando su pequeña fiesta el cual no fui invitada, estaba ahí porque su estereo estaba dando problemas y tenía que ver qué le sucedía.

    Y así... Era mi rutina, ir de un lado a otro...

    No es que tuviese algo interesante a contar, tuve una vida bastante miserable a su manera y aún así prefería esta monótona rutina antes que volver a los días de mi infancia.
    Ingresé a la habitación y ahí habían como otras siete personas, el sitio estaba adaptado para la pequeña fiesta, lo típico... Botana, refrescos, comida, música... Y chicos que no sabían cómo gastar el tiempo y solo platicaban un poco.

    Los mismos me vieron algo impresionados por mi porte y altura, pero Michael habló antes:
    Chicos, ella es Marilyn, es la que les dije que a veces me hace trabajos—. Anunció, mientras yo solo asentía y daba un seco "qué hay".

    Los presentes, unos cuatro chicos y tres chicas respondieron a su manera a la presentación, algunos hasta levantándose a estrechar la mano el cual correspondía sin mayor drama y otros solo siguiendo su bola.

    Tema aparte; Michael me mencionó que debía esperar un poco a sacar las piezas del estereo que estaban funcionando mal, y mientras, si lo deseaba, podía sentarme a esperar. Yo solo me encogí de hombros y me fui a aplastar por ahí sin darle mayor relevancia...
    Tuvo que pasar algo de tiempo, mientras, me mantuve apática pero atenta a la plática de los chicos, parecía girar entorno a uno de los mismos que, admitamoslo, parecía el típico nerd de la universidad el cual tenía conocimientos para muchas cosas menos para el amor, parecía querer congeniar con una chica bastante guapa pero simplemente no sabía por dónde empezar. El carisma y hasta ternura que transmitía hacía que inconscientenente lo mirara con lástima y hasta haciendo un pequeño puchero, entre burla y preocupación. No es que de verdad me importara pero también me hacía gracia...

    Esto pareció notarlo, porque pronto me miró y, curioso, me habló:
    ¿Usted me recomienda algo, señorita? De verdad que... Estoy enamorado pero es que es tan complicado. —y el pobre diablo soltó un gemido lastimero.

    Me mantuve callada unos instantes cuando decidí responderle:
    —¿Porqué no simplemente llegas un día y le sueltas en toda la cara que estás interesado en ella? Digo, dices que son amigos, ¿No? Y parece que hay chance... ¿Para que pierdes el tiempo? Confiesalo y ya, chico, estás perdiendo el tiempo. —y reí, aunque un tono algo burlesco se escapaba—. Deja de actuar como idiota y fluye, si ella está esperando a que des el primer paso... Le estás decepcionando, y te lo dice alguien que ya fue desilusionada. Vamos, tener tanto conocimiento en ciencias o matemáticas o lo que sea no va a hacerte tener el valor de dar ese paso, la vida es riesgo, niño. Si no lo vives al máximo no vas a prosperar...

    Y omitiendo la música, hubo un silencio incómodo, al menos para ellos, porque pronto le mostré una sonrisa calmada, pero suponía lo interpretaba como burla o algo porque el chico solo me miraba confundido, como si no pudiera creer que el hecho de que dé ese salto de fe pudiera ser una posibilidad para dar un avance, pronto volteé solo con mis ojos al resto de presentes sin perturbar mi sonrisa, de un lado a otro.
    —O bueno, sigue siendo su amigo, al fin y al cabo me pediste opinión y ahí la tienes—. Concluí solo para soltar una risa divertida, genuinamente no me importaba si se me veía de forma extraña o como que no entendiendo si mi forma de pensar era la lógica. ¿Pero la realidad? Me importaba un carajo...
     
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    Ayeah

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    A medida que el sol comienza a caer el ritmo frenético de la ciudad se torna tranquilo. Una cálida luz anaranjada baña antiguos y nuevos edificios por igual, convirtiendo el paisaje en un mágico cuento de... ¿hadas?

    Sólo unos pocos caminan ahora ociosos, las prisas de las horas laborales ya quedaron muy atrás y los más jóvenes salen en busca de las diversiones que pueda ofrecer la noche que se aproxima.

    Música callejera, risas, bolsas con cervezas, alguna pareja de enamorados... El mundo ha cambiado.

    ¿Y tú? ¿Te animas a cambiar con él?


    El atardecer te sorprende en busca de un sitio tranquilo, tras informarte al respecto te encuentras con distintas opciones donde dirigirte lejos del bullicio para observar la hermosa puesta de sol estival o simplemente sumirte en tus propios pensamientos durante unos momentos de paz lejos de tu familia.
    - El Parque del Cincuentenario podría ofrecer la vegetación que tanto anhelas.
    - El Cementerio de Laeken es tan antigüo como solitario, seguro que allí nadie te molesta.
    - La Iglesia Petit Sablon no es una de las más grandes de la ciudad, es bonita e íntima y el sol se filtra por las vidrieras creando un efecto realmente hermoso.
    Mori

    Las horas pasan de forma vertiginosa y el sol comienza a caer... pero aún puedes aprovechas las últimas horas de luz para matar el tiempo... Bruselas es una ciudad de infinitas posibilidades, ¿por qué desperdiciarlas?
    - Podrías aceptar el café de la adorable señorita que te atendió o buscar algo más atrevido en alguno de los múltiples pubs de la ciudad, como el Delirium café.
    - O puede que prefieras acercarte al Parlamento, los parlamentarios están saliendo de sus oficinas... Siempre es útil generar nuevos contactos.
    - Siempre existe la opción de visitar uno de los múltiples museos de la ciudad... ya es Septiembre, muchos abren hasta las 22h. Como los Museos Reales de Bellas Artes.
    Domenica

    Sí, los cuadros de Klimt son realmente sobrecogedores. Tanto que has pasado la mayor parte de tu jornada admirándolos pero la ciudad tiene mucho que ofrecer y de todos modos... ya perdiste tu tren ¿Por qué no disfrutar un poco?
    - Puedes acercarte a uno de los Museos Reales de Bellas Artes fundados por el mismísimo Napoleón Bonaparte que ofrecen jornadas tardías.
    - O tal vez te apetezca contemplar algo de arte eclesiástico en alguna gran iglesia como Sainte Catherine
    - O una más íntima como le Petit Sablon, con unas vidrieras únicas a esta hora del día.
    Amelie

    El día se acerca a su fin, pero eso no implica que la noche ofrezca menos posibilidades... ¿Qué será hoy? ¿Ocio? ¿Negocios? ¿Acaso son excluyentes?
    - La jornada laboral termina, pero el Parlamento Europeo está plagado de empresarios y políticos en busca de nuevos contactos.
    - Los pubs como el Café Delirium ofrecen una gran oportunidad para desinhibirse un rato y descansar del arduo trabajo.
    - O puedes simplemente optar por una visita a los Museos de Bellas Artes y deleitar tus sentidos en su belleza.
    Juniper

    La vida belga comienza a parecer rutinaria, se acerca la tarde y estás en tu residencia como de costumbre cuando lees algo interesante. "El mejor modo de aprender un idioma es usarlo" así que ¿Por qué no salir y poner el consejo en práctica?
    - Ya has visto muchos museos ¿por qué no acercarte a una de las iglesias más emblemáticas como Sainte Catherine?
    - O quizá a la salida del Parlamento haya personas de todas partes del mundo con ganas de un intercambio de idiomas.
    - Hace un día magnífico ahora que ha cesado el viento, quizá encuentres a alguien con quien conversar si sales a dar un paseo por el Parque Cincuentenario.
    Amane

    El sol comienza a caer en el cementerio de Laeken tiñendo de un tono anaranjado las lápidas semiderruidas de la zona más antigua y te hace caer en la cuenta de lo tarde que es. Falta poco para que no anochezca...
    - Puedes quedarte un rato más en el cementerio, admirando la bella puesta sol antes de volver a casa.
    - O quizás haya llegado el momento de ponerse en marcha, la llamada te preocupa y decides acercarte a la iglesia de Sainte Catherine a meditar.
    - Tal vez recorriendo los bares de la Ciudad como el Café Delirium encuentres algo de información sobre los Dumont.
    Gigi Blanche

    Sin datos ni rumbo fijo, en tu propio mundo personal disfrutas de a ciudad o lo que sea que estés haciendo cuando el sol desciende ante tus ojos. Se acerca la noche, donde es más facil evadirse y darse a la buena mala vida... pero ¿dónde esta vez?
    - ¿La zona de bares está muy vista? Hay un pub bastante famoso en esta ciudad llamado Café Delirium... seguro te suena.
    - Aunque drogarse en un cementerio como el de Laeken tiene que ser un experiencia de muerte.
    - ¿O quizás el clásico canuto tirado en la hierba del parque Cincuentenario sea más adecuado para finales de Septiembre? Pronto vendrá el frío...
    rapuma

    La puesta de sol te sorprende en el parque Cincuentenario, hay poca gente y la brisa fría matinal hace tiempo que cesó por lo que la temperatura es agradable.
    Se respira libertad y calma.
    - Puedes quedarte en el parque disfrutando del hermoso espectáculo de la naturaleza.
    - Aunque tienes hambre, tal vez sea hora de moverse y buscar algo de comer... o beber. El Café Delirium tiene buena fama.
    - O quizá podrías aprovechar el horario nocturno de los Museos de Bellas Artes y dar una vuelta por alguna exposición bonita, a veces sirven canapés gratuitos... creo.
    Hitomi-chan

    Caminas sin rumbo fijo, dejando que la música guíe tus pasos. Tenías planes en mente, y empieza a hacerse tarde por lo que quizá deberías dirigirte al lugar acordado... ¿o tal vez prefieras disfrutar de la ciudad a solas?
    - Deberías ir a esas cervezas nocturnas, el Café Delirium es un sitio genial para ello.
    - O quizá las últimas horas de la tarde sean el momento perfecto para dar unas vueltas por el Parque Cincuentenario.
    - Tal vez prefieras visitar una de las icónicas iglesias de la ciudad como Sainte Catherine par rezar por tu próximo partido.
    Kuno Vizard

    La jornada laboral ha sido dura, sales cansado y el sol y está bajo cuando abandonas el hospital pero aun no tienes ganas de volver a casa por lo que decides desviarte un poco del camino y:
    - Visitar la iglesia de Sainte Catherine, hay un puesto de papas fritas justo al lado que es de tus favoritos.
    - Dar una vuelta por el cementerio de Laeken, seguro que has manejado la sangre de más de uno de sus inquilinos.
    - Pasar por el Café Delirium a tomar unas cervezas, tienen una carta impresionante.
    Slam

    Las heridas van enfriándose a medida que el sol desciende, la tarde se cierne sobre tu banco en el Parque Cincuentenario y te ofrece un mundo de oportunidades... si quieres tomarlas.
    - Puedes quedarte en el parque mientras el sol se pone, es una vista hermosa y el lugar es tranquilo y apacible... al menos por el día.
    - Se te debe estar quedando el trasero plano después de tanto rato en ese banco así que ¿por qué no acercarse al Café Delirium a por una cerveza para pasar el mal trago?
    - O puedes acercarte al cementerio de Laeke e ir reservando un sitio par cavar tu propia tumba, la vida apesta.
    Red

    La jornada laboral ha terminado. No tienes más encargos por hoy pero aún restan unas pocas horas de luz antes de que termine el día...
    - Quizá te apetezca dar un paseo por el Parque Cincuentenario y disfrutar de la puesta de sol en la naturaleza.
    - O ha llegado el momento de evadir la mente con unas cervezas en el Delirium Café después de tanta cháchara amorosa.
    - O simplemente te apetezca dedicar unos momentos a la introspección en la bonita iglesia del petit Sablon... tú decides.
    Gigavally

    El día cae sobre la capital europea y las últimas horas de luz amenazan con esfumarse antes de lo previsto por lo que...
    - Decides acercarte al Parlamento en busca de nuevos contactos.
    - Escoges aprovechar la sesión nocturna de los Museos de Bellas Artes para satisfacer tu enriquecimiento cultural.
    - Optas por visitar la hermosa arquitectura antigua de la Iglesia de Sainte Catherine.
    madarauchiha
     
    Última edición: 13 Febrero 2022
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Gianna Fiore

    Observé el cielo bañado por el ocaso, lo observé y llevé una mano a mi frente mientras que con la otra me aferraba a mi gran y algo desentonante bolso, ambas eran unas costumbres que fui sembrando en mi infancia.

    —Hermoso —musite de manera monocorde, esos paisajes eran de las cosas que lograban colocar pasión o admiraciones genuinas en mis palabras... Era tan difícil tratar con personas, a veces me cuestionaba sí se debía a la escasez de emociones en cosas como el panorama y los implementos. Inhale a labios cerrados cubriendo mis ojos gracias a mis párpados algo amoratados. Se me estaba siendo tarde... nunca me agradó caminar de noche, en ningún lado, más allá del miedo, porque sabía que la oscuridad me brindaba varias desventajas.

    Mi mayor ventaja era simple y llanamente mi capacidad de mantener la templanza, pero... eso era solo la consecuencia de mi mayor defecto, o más bien error de fábrica. Había aprendido a vivir con ello, cualquier cosa, por lo que ni siquiera me molestaba en seguir dándole vueltas al asunto. Revisé mi celular con rapidez y... Oh, mierda, por algún motivo no funcionaban los datos, la señal, el internet... ¡Uhg! Ni idea, no estuvo dentro de mis planes y, la verdad, no quería amargarme con algo que no anticipé.

    Había guardado el aparato incluso antes de enfurruñarme. Observé todo a mi alrededor mientras me acomodaba los propios cabellos que yo misma había desordenado, con movimientos sutiles, precisos y evitando hacer cualquier cosa innecesaria. Al fin y al cabo, cuanto más confundida pareciera más presa fácil sería. Cerré los ojos erguida con rectitud, exhale despacio e imperceptible por la nariz y caminé digna de cualquier magnate. Camine por las calles incluso si no las reconocía, camine, camine e intenté buscar el rumbo de vuelta al hospedaje que habían arrendado papá y mamá...

    Cuando recordé la noticia exhale esta vez con pesadez, más decepcionada que abatida, sin una pizca de real aburrimiento miré el suelo tan característico de esta ciudad... Manon había tenido que ser ingresada al hospital de la zona: Fiebre, problemas por las vías respiratorias obstruidas, mucosa...

    Si, estaba preocupada, porque un paso en falso de cualquier persona en ese hospital y todo saldría mal. Y yo, a pesar de no sentir mucha más agitación que un miedo momentáneo, lo sabía, porque me conocía. Como alguien lo arruinara... Inhale profundo otra vez, habiéndome arrinconado a un callejón, para proteger mi espalda, la bocota oscura del pasaje estaba a mi izquierda y había algo de alumbrado público que lograba tranquilizarme. De no haberlo, tendría mi navaja revoloteando entre mis dedos, de momento se mantenía en el bolsillo interno del bolso-cartera que llevaba, ese bolsillo sin cierre para que fuera de fácil acceso.

    Era débil y algo lenta al pensar, pero los buenos reflejos nunca me faltarían en casos de riesgo.
    —Que puta mierda —murmuré mirando un momento el suelo, desganada, pero entonces se me alumbró la ampolleta y alcé la vista al cielo, luego a mis costados. "Eso haré" pensé con mi mirada seria, al inicio un poco perdida, pero no demoró en agarrar determinación.

    Mis papás tal vez no podrían dejar a Manon sola en el hospital, antes uno habría vuelto para hacerme compañía, ahora existía la posibilidad que me dejaran tranquila por ya ser una adolescente camino a la adultez.

    Si mis padres no vivían a casa, yo podría mejor buscar mi camino de vuelta antes del amanecer... Si mis padres volvían y no me encontraban... sería problema de ellos, yo solo me tendría que encargar de, no se, sobrevivir de algún borracho, traficante o incluso estafadores. Lo que fuera, no me importaba, ¿qué sacaba con preocuparme si conocía poco y nada de la ciudad? Asumir lo peor solo te llevaba a sobre reaccionar a todo, yo estaba lejos de querer ser así.

    Sonreí con suficiencia cuando logré ubicarme con cordialidad en el mapa, preguntando a gente grande o más bien vieja, que parecían ocupados con cosas como atender un puesto, fumar solos o ir de comprar nocturnas, pues bueno: A esa gente le pregunté con una voz dulce y elegante, gestos gentiles, por distintos lugares, expresando lo justo y necesario para saber qué hacer y dónde ir, pero que no se preocuparan lo suficiente para que me llevarán donde la poli o algo.

    Me marchaba apenas sentía que podían ir por esa línea de pensamiento, con un cordial "Gracias y buenas noches, que le vaya bien" ¿Superficial y falsa? Claro, como si tuviera de otra cuando no podría importante menos la mayoría de las cosas. La vida era fácil: Sí tenías un problema, arreglaron, pero si alguien te causaba un problema... tenías tres opciones: Alejarte, eliminarlo o solucionarlo.

    Yo me alejaba, no me molestaba en encontrar soluciones a cosas que no me involucraran a mí o a mi familia, que en el fondo me era relevante, porque me afectaba directamente.

    Con algo de temor terminé por visualizar mi objetivo, acaricie con pesadez el lazo de cuero que sostenía mi bolso negro... Había llegado al cementerio, no se, las opciones fueron variadas y qué mejor que un cementerio para evitar problemas.

    Porque solo a un loco se le ocurriría visitarlo de noche, o a gente demasiado atolondrada que buscara divertirse. Luego estarían los panteoneros que no eran mi problema, yo más bien sería el problema de ellos...

    Y el peor de caso sería algún ladrón de joyas o asalta tumbas, pero a pesar de que nunca querría poner mi integridad en riesgo...
    La curiosidad siempre era más fuerte.

    " El Cementerio de Laeken es tan antigüo como solitario, seguro que allí nadie te molesta."

    Lol, todas eran muy buenas opciones XD
     
    Última edición: 14 Febrero 2022
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    Slam

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    Estiró los brazos como espabilándose al salir del hospital y soltó un suspiro, ya estaba terminada la monótona jornada laboral y la noche era suya. Había varias cosas que quería hacer, pero su estomago crujió reclamándole por sus necesidades básicas, cenar sería lo primero. Nick era alguien que respondía bastante rápido y sin pensar a sus inclinaciones, si tenía hambre comía y si podía, comería lo que más le gustaba que en este caso eran papas fritas.

    Caminó con las manos en los bolsillos sin pensar en nada en particular, no era alguien muy profundo ni que reflexionara en sus caminatas. Si iba de un punto A a un punto B, el tiempo entre medio era lo mismo que si estuviera muerto, a lo sumo la única sensación que tendría presente en este caso sería el hambre.

    Junto a la iglesia de Sainte Catherine tenía un puesto Ramón, sí, otro latino conocido de Nick. Al parecer eran como la mugre, estaban en todos lados. Tras llegar, lo saludó en español, sabía el idioma pues era el nativo de sus padres.

    Se comió unas papas hablando de cualquier trivialidad con Ramón, como los resultados de algún juego y después intentó pedirse un uber con el móvil. Sin embargo, se le habían acabado los datos, a él y a Ramón.

    Sin más remedio, se puso a caminar, pero qué incómodo y difícil que era tener que ir todo el camino a pie. Por una de esas casualidades levantó la vista y lo primero que vio fue la iglesia de Sainte Catherine, ¿las iglesias tenían wi-fi? No estaba seguro, pero se encogió de hombros y entró de todos modos, tal vez tenía suerte...
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La percepción del tiempo era algo ciertamente curioso; no que me interesara lo suficiente como para embarcarme en una genuina empresa por comprenderlo, sólo se me ocurrió pensarlo al notar que el sol, entre el follaje y los mausoleos, comenzaba a tentar el horizonte. Algo similar me había ocurrido de pequeña, cuando me encerré en la biblioteca familiar por días y días. Había sido una espiral silenciosa y constante, el polvo de los libros y la luz tenue de los candelabros antiguos. El tiempo era caprichoso, ciertamente, ¿y nosotros?

    Me erguí con cierta lentitud, ya que me había quedado de cuclillas y sentí las rodillas algo resentidas. Repasé la tumba una última vez, esbocé una sonrisa y tomé mucho aire, iniciando el camino de regreso. Era una ecuación sencilla, la consentía y no me lo cuestionaba. Abandonar ese cementerio implicaba, entre muchas otras cosas, dejar allí la persona que había sido junto a mamá. Sólo ahora podía verlo, cuando no había nada que hacer al respecto. Las pequeñas grandes ironías.

    ¿Sería ridículo? ¿Permitirme sentir junto a un montón de cadáveres?

    El tiempo está fuera de quicio.

    Regresé a la calle adoquinada del exterior, las luces de los coches pasaban y dibujaban sombras danzantes a mi alrededor. Sellé el recuerdo de mamá donde pertenecía, guardé la llave a buen recaudo y regresé al cascarón de hielo Middel. Empecé a caminar.

    Los Dumont. Si el abuelo había intervenido en las negociaciones significaba que seguía sin consentir las decisiones de papá. De verdad, no disfrutaba yo de pensar cosas semejantes, pero ya era un anciano. ¿Por qué no se dedicaba a fumar, beber y viajar como siempre había hecho? ¿Tan poca confianza le tenía a su único hijo varón? ¿O era por mí?

    Ah, me pregunto.

    Esbocé una sonrisa ligeramente burlona, entretenida con mis propios pensamientos, y alcé el brazo para llamar un taxi en lo que me llevaba el móvil a la oreja. Ni modo, si el abuelo se empeñaba en echarme arena encima tendría que seguir moviendo vendavales. Generar un auténtico tornado, si hacía falta. ¿Y si él quedaba atascado en la tormenta?

    Al Delirium, por favor —le dije al chofer en francés, cambiando al neerlandés para atender la llamada que ya había iniciado.

    Ah, me pregunto.
     
    Última edición: 12 Febrero 2022
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Altan Sonnen

    El resto del día había pasado con relativa normalidad, para las cuatro de la tarde llevaba tres cafés, un recorrido express por la ciudad y a los cigarros ni les llevé el apunte. Ya antes de que cayese el sol había decidido que no se me apetecía tanto el barbullo general del espacio, así que me regresé a la habitación y me pegué una siesta antes de dedicarme a atender algunas cosas de organización de Káiser en la laptop. Ni eran tan importantes, sabía que las haría mi padre directamente o las haría Haumann, que había terminado por convertirse en su mano derecha, pero hombre, el cerebro se aburría.

    A alguna hora me desperecé, estiré la espalda y me enjuagué los ojos con las manos, no estaba cansado en sí mismo, pero tener los ojos pegados a una pantalla acababa por freírmelos y pues había que tener sentido común de tanto en tanto. Me levanté de la silla, cerré el aparato y me acerqué a la mesilla de noche donde había dejado el móvil cargando, aproveché para hacerle esa llamada al viejo Sonnen antes de decirme a hacer algo más.

    —Hol-

    —Ah, al fin se digna a llamar. ¡Leen! ¡Sharleen! El crío ya se dignó a llamar. —Me interrumpió, pesado, en alemán antes de cambiar a inglés. El pecho se le sacudió, interrumpido por la tos de fumador—. Pensamos que estarías demasiado ocupado, señor Tengo Reuniones en Europa.

    —La vez anterior solo fueron cuatro días que no pude-

    —¡Pura mierda! —Volvió a toser y lo otro lo dijo en voz baja, me pareció escuchar a mi abuela atrás diciéndole que no tenía por qué hablarme tan bruscamente—. Eres mi único nieto, sabrás entender que me aburro bastante.

    —Eh, abuelo. Es la última vez que te voy a decir que dejes de fumar como descocido —dije un poco en tropel, para que no fuese a interrumpirme—. Suena a que se te va a estallar un pulmón.

    —¿Te lo pregunté, Al? No, no lo hice. Ahora cuéntame si ya moriste en espíritu por estar en plena Bruselas.

    —Soy nieto tuyo, puedo sobrevivir un mes de caos capitalino con siete litros de café, vodka y las cajetillas suficientes.

    —Pues para la hora que debe ser te falta bastante de lo segundo en sangre. Bah, ya deja las mierdas de tu padre para otro día, ve a tomarte unos tragos y brinda por la salud de este viejo. Si no me muero el año que viene, ya de plano voy a trascender.

    —¿Trascender al Infierno? Pues qué gracia.

    La estupidez le arrancó una risa que estuvo a nada de ser una carcajada, tosió por tercera vez y pude imaginarlo, su silueta ya algo reducida por la edad había sido alguna vez más parecida a la mía que la de mi propio padre. Papá parecía más delgado, en cierta manera frágil, vete a saber si lo sacó de la abuela, pero sabía que lo que sea que se había saltado a mi padre una generación había pasado a mí. Las sombras del viejo Sonnen, el océano helado, era una herencia así como el cerebro de máquina.

    Hablé con él y la abuela un rato más, cosa de diez minutos, y para cuando colgué el sol ya estaba cayendo por fin. Sabía que el Parlamente Europeo era un nido de nombres que podían servir de algo, pero lo mío no eran los políticos, trabajaba con informáticos y las redes que discurrían debajo de sus pies, mucho menos evidentes. Éramos, si se quiere, unos tibios de mierda... Claro, hasta que las sombras palpitaban debajo de nuestros pies.

    Descarté la opción con bastante facilidad, además el viejo Sonnen igual tenía razón, me hacía falta un poco de ocio ya. Entre moverme de aquí para allá, el ajetreo y las reuniones, la verdad era un milagro que no me hubiese muerto todavía, a poco de cumplir veinticuatro años. Por la hora y la clase de vida que había llevado desde crío, acabé por descartar los museos también.

    La decisión venía un poco por descarte, así que entré al baño solo para enjuagarme la somnolencia de las horas frente a la pantalla de la cara, lavarme los dientes y tomar la gabardina negra del armario, con la móvil, la llave de la habitación y los cigarros.

    Ya en la calle recordé el pub que había visto a la pasada poco después de llegar a Bruselas, quedaba a unos cinco minutos caminando así que me encendí un cigarro antes de enderezar los pasos, por fin, hacia el
    Café Delirium. Unos cuantos tragos no iban a matar a nadie.
     
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  19.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Caro Ainsworth

    El día se había desarrollado desde por la mañana hasta el atardecer sin ningún inconveniente, convirtiéndose así en uno de aquellos días que tanto me gustaban: los que iban según lo planeado. Quizás fuese aburrido para algunos, tener una rutina y esperar que nada fuera de lo común sucediese, pero para mí no había nada más placentero que la estabilidad de saber qué pasaría a lo largo del día incluso antes de que empezase.

    Estaba haciendo tiempo en la residencia hasta que fuese la hora de cenar, leyendo como venía siendo costumbre, cuando di con una frase en particular que logró llamar mi atención. Casualmente había dado con un libro en el que la protagonista tenía que irse a trabajar a un país que no conocía de nada y, en fin, restaba decir porqué había decidido leerlo. Ella también era reservada, pero en aquel punto de la trama decidió que era hora de poner en práctica lo que había aprendido del idioma conociendo gente y hablando con personas del lugar y pensé que, bueno, la chica tenía un buen punto a su favor.

    Iba a tener que hablar con mis profesores, poco importaba que no fuese la persona más elocuente del mundo, y cuanto antes me acostumbrase a ello, mejor sería para todos. Iba a ser una verdadera pérdida de tiempo si no lográbamos entendernos, al fin y al cabo. Así que, muy a pesar, decidí dejar de lado el libro y salí de nuevo de la residencia. No tenía realmente restricciones de salida ni de entrada, así que aproveché que el viento había parado para encenderme un cigarro y dirigirme hacia mi objetivo andando.

    Por mucho que quisiese mejorar, no era una chica que pudiese buscar conversación en un parque o alguna cafetería, y pensé que quizás ir hacia el Parlamento no fuese un idea muy descabellada. Ahí podría entenderme en inglés con varias personas, por si tenía alguna duda, y realmente era el tipo de ambiente que no me disgustaba del todo, además de que podría resultarme hasta útil para obtener cierta información.
     
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  20.  
    Hitomi-chan

    Hitomi-chan Líder de Zona Artística Game Master

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    Ragnar Bjelke

    Aire fresco acompañado de una tranquilidad algo inquietante..... En definitiva es algo bueno, pero no algo que sea mucho de mi agrado, tanta tranquilidad logra ponerme de nervios. Ni siquiera me di cuenta como fue que el tiempo paso tan rapido y el sol se había ocultado de mi vista, tal vez ya era hora de regresar, por primera vez había perdido todo un día sin hacer nada más que estar sentado en una banca mirando a las personas pasar, fue bueno, pero ya era aburrido, además de que en mi estomago parecía comenzar una guerra que se podía escuchar al exterior.

    Aunque no había hecho nada en todo el día tenia demasiado hambre que había estado ignorando por quedarme sentado tranquilamente, era hora de regresar al hotel y tener una buena cena, pero antes disfrutaría de mis últimas horas tranquilas sin que mi entrenador me sofocará con entrenamientos y disfrutaría un poco más del paisaje nocturno, aunque había pasado por esas mismas calles en el día, por la noche parecía un lugar completamente diferente.

    Aproveche para tomarme algunas fotografías más hasta que un dulce aroma llego a mi nariz y atrapo mi atención haciendo que mi estomago intensificará su deseo de comida aún más y mi atención fuera a dar a un lugar frente a mi, al que antes no le había prestado tanta atención como ahora.

    —Café Delirium...— Leí el nombre del negocio mientras mis pies caminaban hasta dentro de este y me hipnotizaba con todos los bocadillos y comida que podía ver.

    Sin pensarlo, me apropie de la primer mesa libre que vi y comencé a pedir de todo un poco, un cuerpo grande como él mío necesita de muchas calorías y proteína para funcionar, así que en cuanto la comida entubo frente a mi comencé a devorarla sin pena, pero no pasaron más de 2 minutos antes de que recordara un gran detalle.

    -...No tengo dinero- Fue un pensamiento solo para mi mientras tragaba la comida que tenia en la boca y esta se deslizaba por mi garganta, el hambre me había ganado y olvidé que no tenia con que pagar todo eso que había pedido, era imposible retractarme ahora, ya que al menos la mitad de esa comida había sido devorada por mi.
    -Puedo correr, no creo que me alcancen- Miré hacia la puerta del lugar mientras volvía a comer un poco más, total si terminaba la comida era igual que dejarla ahora. -Mañana puedo venir, disculparme y pagar por todo-

    Mientras intentaba planear mi fuga, solo podía ver hacia la puerta y hacia la comida frente a mi, nunca había hecho algo así, me sentía nervioso y como un criminal, pero la comida estaba tan deliciosa que por momentos olvidaba el "crimen" que estaba por cometer para enfocarme en ese delicioso sabor que se fundía en mi boca.
     
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