Zombieland Una realidad de pesadilla [Zombieland]

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Este relato lo escribí para la actividad "Días de Halloween" de ManaWYsalm . El cual pensé y repensé mucho y finalmente salió esto. Espero que en la medida de lo posible quién se anime a leerlo lo disfrute. Muchas gracias de antemano.

Una realidad de pesadilla​

Hacía días que no conseguíamos recursos, en las extensas llanuras que nos encontrábamos, no había nada más que cadáveres doquier y vehículos abandonados. Aquella noche traté de dormir, pero no conseguía conciliar el sueño, observé como Wichita tenía la mirada clavada en mí, sentada al lado de la hoguera, me hizo una seña para que me acercase.
—Alejémonos un poco, Tallahassee cuidará un rato de Little Rock —me susurró al oído.
En esos momentos mi líbido nubló mi mente, no podía dejar de pensar que Wichita quería tener un rato a solas conmigo. Alguien como yo había conseguido a una chica como ella, todavía no podía ni siquiera creérmelo.
Me tendió una escopeta y me hizo una seña para que guardase silencio. La seguí como un perrito obediente. Suponía que aquello iba en contra de mis propias reglas, ya que separarnos del grupo no parecía una buena idea, pero ella era una buena razón para saltarse cualquier regla autoimpuesta.
—Por aquí cerca hay un sitio, en el que podría haber recursos, lo vi a lo lejos antes cuando llegamos.
¿Y no se le pudo ocurrir mejor momento que en plena noche para ir a buscar recursos? Esa pregunta no era algo que fuese a salir de mis labios, si quería seguir teniendo avances en mi relación con Wichita, pero me retumbaba por la cabeza con cada paso que dábamos hacia el supuesto sitio que debíamos encontrar.
Avanzamos por un pequeño bosque, de árboles sin hojas hasta llegar a una especie de edificio que parecía haber estado situado estratégicamente ahí a las afueras de algún pueblo.
—Que no cunda el pánico —dijo mientras franqueaba la entrada de aquella... ¿carpa?
En ese exacto momento cundió el pánico. Empecé a hiperventilar y en ese momento, deseaba haberle hecho caso a ese pellejo colgante que tenía entre las piernas.
Odio los payasos. ¡Odio los payasos! ¡Todo el mundo sabe que odio los payasos! ¿Por qué no había invitado a Tallahassee o a Little Rock a esta expedición? ¿Por qué a mí? ¿Qué clase de tortura era esa?
—Wichi... —justo cuando estaba a punto de quejarme ella se paró en seco y me hizo un gesto para que me mantuviese inmóvil.
Ni un músculo se me movía en esa situación, estaba en medio de la nada, en lo que antes había sido la carpa de un circo y... oh Dios mío, ojalá aquel fuese un circo de los extraños, con rarezas como hombres de dos cabezas, mujeres barbudas, semigigantes... ¡lo que fuere! ¡Incluso hombres tiburón! ¡Hombres tiburón zombies! Por muy mal que sonase... ¡no sería peor que payasos zombie! ¡Un montón de payasos zombie! Mi cabeza iba a mil por hora, no sabía realmente cuales eran las intenciones de Wichita y qué de inteligente había en entrar en una carpa que solamente era iluminada por la luz de la luna que atravesaba los agujeros que se habían hecho con el tiempo. No se me ocurría escenario más propicio para ser devorado que aquel. O si lo había, no se me ocurría ningún escenario peor.
—No hay nadie —afirmó Wichita tras permanecer un buen rato en silencio— o si no ya se habrían enterado de que aquí hay una buena carne fresca.
—Estupendo, ¿podemos irnos? Porque no sé qué esperas encontrar en la carpa de un circo ambulante.
—En algún lado tiene que haber chuches, ¿no? Debería.
Levanté una ceja escéptico, pero realmente era casi imperceptible en al oscuridad con la que nos envolvía la carpa.
Quise disponerme a avanzar, pero de pronto toda la carpa se iluminó y por un rato quedé cegado con la repentina luminosidad.
—Miré a Wichita en cuanto recobré la visión y pude ver cómo se llevaba las manos a la cabeza apuntando detrás de mí.
Me giré lentamente, para ver lo que apuntaba, aunque mi cerebro me decía que corriese lejos de allí, que mirar detrás de mí era una mala idea, continué haciéndolo y descubrí un macabro espectáculo de payasos zombie, que hacían toda suerte de peripecias. Uno estaba encima de una pelota gigante manteniendo el equilibrio mientras tenía parte de su mandíbula desencajada y su propia piel se iba quedando pegada poco a poco en la pelota. Otros dos se lanzaban tartas... ¡tartas! entre ellos, que parecía divertirles mucho aquello. Había un payaso que tocaba unos platos de manera poco compasada y un último payaso, el cual pareció reparar en nuestra presencia, al cual se le cayó un micrófono que no estaba conectado a nada.
No entendí cómo me había quedado tanto tiempo como para reparar en todo aquello, pero era hora de pirarse corriendo de allí. Porque podría haber más payasos y no pretendía quedarme allí para verlo. Al girarme para agarrar a Wichita, me encontré como una especie de Harley Quinn zombie que antes debería haber sido la chica paro la que bebía los vientos.
En ese precioso instante, cuando ella se iba a abalanzar sobre mí, todo se nubló. Y notando casi como sus manos rozaba mi cara... me desperté... Entre gritos.
—¡Diablos! ¡Saca esa cosa de mi vista!
Los tres se estaba riendo de mí. Al parecer se habían divertido pasándome una araña de broma por la cara mientras trataba de dormir.
—¡Qué pasa dormilón! ¿Le tienes miedo a una arañita? —Tallahassee aprovechó también esa ocasión para denotar su predominancia como hombre.
—¡Qué va lo efectivo fue estar susurrándole cosas sobre payasos al oído! —se reía Wichita divertida.
—Pues la araña de pega es bastante realista —Little Rock observaba su juguetito con cierta burla—. Hoy es Halloween, ¿qué forma mejor de despertar que teniendo una terrible pesadilla dentro de una todavía más terrible? ¡Feliz Halloween!
Y lo cierto era que tenía cierta ironía felicitarle un día como ese en pleno apocalipsis zombie. Pero una parte de mí se encontraba realmente aliviada de no tener que enfrentarse a un montón de payasos zombie asesinos.