Otro Una historia mal contada.

Tema en 'Relatos' iniciado por RedAndYellow, 20 Agosto 2017.

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    RedAndYellow

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    Escritor
    Título:
    Una historia mal contada.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    710
    Solo se sentó en el patio de su casa. Era un espacio realmente relajante, podía sentir como la hierba le envolvía los pies y los arboles le susurraban tantas cosas; pero ya habrían días para explorar las ráfagas indescriptibles de ese lugar. Esa noche solo quería mirar el cielo, perderse en las estrellas y entender la realidad: realmente él no era nadie en ese basto universo que creía conocer. Río levemente al pensar y se paró en el césped, tenía un color tan bonito que podía dedicar el césped a alguna de sus futuras novias, si es que podía enamorar a alguna mujer en ese basto universo.

    Abrió una pequeña puerta de cristal; era de aquellas que se podía desplazar por un rail. La había comprado hace casi un año, la mantenía con aceite y hacía que el cristal brillara a diario. Sintió la ráfaga de la soledad al entrar en su propia casa, la puerta era, quizá, lo único perfecto en su casa, aunque nadie lo viera. El suelo era blanco y estaba rayado, las paredes rojas manchadas y muchos focos quemados. Decidió no pasar por la cocina y mirar el desorden que se juró limpiar. Se quitó los zapatos y los guardó en una pequeña bolsa para evitar que se llenaran de alguna basura con patas que estuviera debajo de su cama. Se durmió con la misma ropa, arropándose con una pequeña sábana blanca y una tortuga de peluche verde.


    Cuando se despertó salió corriendo a la puerta de vidrio y vio el césped, los árboles y los padres llevando a sus hijos de la mano a recorrer la naturaleza; era sábado. Se puso los zapatos y llevó una silla de madera hasta la puerta, se sentó y los observó a todos hasta que parecían, incluso, incomodarse y se iban sosegados. Entonces lloraba y se tomaba medio cartón de leche y tres galletas con chispas de chocolate. Le daba asco entrar en la cocina, el suelo era negro y el mármol una combinación de rojo y blanco, se enamoró cuando lo vio la primera vez; pero ahora, entre platos sucios y manchas de todo, le daba un sentimiento doloroso en el pecho. Solo volvió a su puerta, no había nadie. Salió y se quedó parado casi diez minutos, recibiendo el aire en el rostro y entendiendo cómo podían sentirse tan diferentes entre esa tranquilidad. Quizá él era el raro.

    Entró, se tomó dos pastillas para dormir y se durmió sin cobijas.

    Al despertar la noche había vuelto a caer y la luna iluminaba a los enamorados que se sentaban en el césped para dedicarse su tiempo, su amor, sus sentimientos y luego sus lágrimas. Era extrañó, pero él también quería sentir eso. Se bañó con paños húmedos, se puso unas botas amarillas, una camiseta roja que no había lavado y una bermuda, luego se asomó por su puerta y, de nuevo, no había nadie. Comió césped mientras volvía a ver las estrellas. Lloró un poco y se fue a dormir.


    Fuck

    De su cajón habían desaparecido el dinero que necesitaba para comprar la leche; empujó el revolver a una esquina del cajón de madera oscura y siguió buscando algunos billetes. No encontró nada. Tomó cuatro vasos de agua y miró diez minutos las noticias, estaban pasando el asesinato de una chica de quince años por una bala perdida, #Pray. Volvió a dormir, esta vez sin medicamentos.

    Salió en la noche con una camisa verde y una pequeña bolsa. Abrió su puerta de vidrio, y se paró donde siempre, miró la luna y abrió los brazos. Se desentendió del pasado, del presente y del futuro. Sacó el revolver de la bolsa, disparó tres veces a la luna y luego se suicidó. Las balas nunca alcanzaron la luna, una de ellas cayó en un pequeño niño que paseaba de la mano de su padre, otra le destrozó la cabeza a un joven enfrente de su novia, la chica lo abrazó en su último aliento, y la última bala mató a una chica de quince años que estaba en su casa, leyendo una historia en internet en su cama. Era sábado.


    Al final, no somos más que una historia mal contada.
     
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