The Hunger Games Una fermentación sentimental.

Tema en 'Long-fics en curso de Libros' iniciado por Pire, 12 Junio 2018.

  1.  
    Pire

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    Una fermentación sentimental.
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    1350
    Autor: Pire
    Tipo: Colección
    Género: Romance, Drama
    Advertencias: Esta será una colección de Juegos del hambre, no es un secreto mi amor por esta trilogia y decidí que es necesario hacer esto. En ella encontrarán escritos sobre algunas escenas desde la perspectiva de Peeta, obviamente no será todo el libro, pero tomaré escenas, momentos que a mi me gustaría haber visto desde su punto de vista. Obviamente agregaré algunas cosas de mi autoria, solo para darle más jugo a esto. Sin más que lo disfruten.
    ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    I. Cuando ella canta, las aves se detienen a escuchar.
    *
    *

    Aquella criatura que anteriormente era rosada se adentraba al gran lago de lodo que integraba en su corral junto con otros cerdos más pequeños, sonrió divertido ante aquella muestra de despreocupación, acercó su pequeña mano al corral.

    ―¡Peeta! ¿Qué diablo crees que haces, crio estúpido?

    El pequeño rubio brincó ante semejante muestra de afecto de su madre y observó sus zapatos como si fuesen la cosa más interesante. Estaban manchados de lodo, a pesar de no estar en las mejores condiciones porque fueron de su hermano, Peeta debía cuidarlos o tendría en consecuencia las mejillas rojas. Se adentró a la casa a pasos pequeños y rápidos. Su madre levantó la mano pero algo la detuvo.

    ―Mujer, es su primer día en la escuela ¿Esa imagen quieres que tenga?

    Sin decir nada, salió d la cocina hecha una furia por reprimir la ira que el noventa por ciento de las veces la dominaba. Su padre tomó su pequeña mano entre la suya regordeta para salir de la panadería rumbo al edificio académico.

    Sus padres eran polos por completo opuestos, a su corta edad podría percibirlo y la curiosidad abrumadora de la edad lo incitaban a preguntar cómo es que un hombre tan noble y amable como su padre encontró algo en su madre que lo llevó a casarse. Sabía que si preguntaba en la cena, sería reprendido, por lo que optó responderse a sí mismo, ella debe tener algo verdaderamente agradable que no deja que él o sus hermanos vean que los hace permanecer juntos, además que la situación no deja otra alternativa.

    A Peeta le gustaba mucho más la compañía bondadosa de su padre, en eso eran similares y solía entenderse bien. Su padre se detuvo a la entrada de la escuela e inesperadamente una sonrisa escapó de sus labios. El joven Mellark siguió aquella brillosa mirada encontrándose a una pequeña niña de su edad, con un vestido de cuadros rojos y su largo cabello recogido en dos encantadoras trenzas. Unos curiosos ojos grises que eran bastante populares entre la gente de la veta, la zona pobre del distrito 12.

    Aunque el calificativo pobre estaba entre comillas, porque nadie tenía mucho dinero en este sitio, ellos mismos se alimentaban del pan rancio que nadie compraba al no contar con el dinero. Peeta odiaba el pan rancio. Una vez tuvo la brillante idea de llevarse un pastelillo recién hecho a la boca, su padre tuvo que detener a su padre para que no le dejará tan rojas las mejillas, aunque estas tenían un color carmesí similar a la sangre, bueno, le había abierto el labio.

    La niña estaba junto a una mujer que era su polo opuesto en todos los ámbitos. Rubia, con los orbes de un azul intenso, expresivos y cálidos, en sus brazos sostenía a una pequeña niña de aproximadamente un año que era su vivo retrato. La mujer se alejó despidiéndose con la mano viéndose obligada por él bebe en sus manos que lloraba con ganas, así que dejó a la castaña formada en la fila.

    ―¿Ves a esa niñita? Quería casarme con su madre pero ella huyó con un minero.

    Peeta alzó la mirada hacia su padre con los ojos reflejando su sorpresa. El panadero se puso en cuclillas para alcanzar la altura del menor de sus hijos.

    ―¿Un minero? ¿Porque quería a un minero si te tenía a ti?

    En cuestiones del amor, el péquelo Peeta no tenía ni idea. Su padre alguna vez fue un hombre atractivo con aquel cabello rubio y ojos arrebatadoramente celestes que había heredado de él, pero que su estilo de vida, horas en los hornos y con muchas cicatrices ganadas en la creación de los panes, su padre se veía apagado, aunque aún guardaba un aire amable.

    Alguna vez sus hermanos le explicaron que los comerciantes tenía un aspecto más refinado que la gente de la veta, que eran muy similares con aquel cabello oscuro y orbes grises, tal vez por la gran parte del tiempo que pasaban trabajando en las minas.

    Así que esa mujer en algún momento fue de la parte adinerada del distrito, se apreciaba o eso pudo concluir con inocencia el pequeño rubio.

    ―Porque cuando él canta…hasta los pájaros se detienen a escuchar.

    El Mellark observó con profunda confusión a su padre ¿a que se referia con eso? ¿pajaros deteniéndose? Pensaba que estaba jugando con él o que eran asuntos que jamás comprendería, o no a esta edad, sino cuando fuese mayor. Se adentró a la escuela despidiéndose con la mano de su padre y el día transcurrió bastante bien.

    Peeta tenía una facilidad de la palabra, asi que con rapidez se juntó con algunos niños que eran de la zona de comerciantes, aunque no pudo evitar entre clases mirar a aquella niña que su padre le había enseñado ¿acaso esa familia tenia algo especial? Bueno, a él le parecía una niña común, sencilla, como cualquier otra en el salón aunque…algo en ella destilaba misterio.

    La ultima clase que tuvieron fue la de música, algo verdaderamente extraño en el distrito, ya que escucharla no era algo común, tal vez solo era para mantener el interés de los más jóvenes.

    ―¿Quién se sabe la canción del valle? ―Habló la maestra de música, una mujer muy delgada con un aire armonioso.

    Peeta miró a sus compañeros a los lados, viendo algún voluntario. Él no la conocía, jamás había escuchado de ella y por la expresión del rostro de los demás, era poco conocida. Entonces observó más allá, a dos filas y para su sorpresa aquella niña levantó como una bala su mano. Al deslizar su mirada por el salón y no ver a nadie más con la mano en alto dudó un segundo, bajando ligeramente su brazo.

    ―¿Katniss Everdeen, cierto?

    Ella confirmó con la cabeza. La maestra la hizo pasar al frente subiéndola a un taburete y le indicó que podría empezar cuando quisiera. El rubio suspiró un poco fastidiado y observó hacia la ventana del muro derecho, donde había un frondoso árbol con algunas aves saltando entre sus ramas, suaves cantos brotaban de sus picos.

    El sonido brotó de los labios de la niña enfrente llenando el aula, las palabras al inicio salieron dudosas de su boca, pero en algún punto cada nota se volvió armoniosa. Peeta miró aquella pequeña figura al frente, esos orbes grises con una chispa en ellos y escuchó por primera vez el fuerte y doloroso latir de su pequeño corazón. En ese momento notó un silencio curioso en el aula y sin pensar observó a las aves del árbol. Ellos habían dejado de cantar, estaban quietos inclinando la cabeza, mirando a la chica de trenzas desde la ventana.

    El Mellark se llevó la mano a su pecho intentando descifrar aquellos nuevos y abrumadores sentimientos que a su corta edad no había experimentado, entonces la niña cantó la línea final y una punzada golpeo con fuerza la boca de su estómago.

    Las aves levantaron el vuelo y reprodujeron la melodía de Katniss mientras se alejaban.

    Peeta en ese momento supo la arrolladora verdad que se alzaba con dominancia enfrente suyo mientras miraba a la castaña tomar asiento. Él comprendió con total claridad las palabras que su padre le dedicó en la mañana sobre el minero y lo entendió, el rubio a la corta edad de cinco años, entendió que estaba perdido.

    Porque cuando Katniss cantaba, todas las aves y su propio corazón se detenían a escucharla.
     
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    Fénix Kazeblade

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    Pienso que en Peeta prevaleció desde entonces aquella frase que le confeso alguna vez de:

    No tienes idea de lo que provocas en las personas.

    Él siempre tan perdidamente enamorado de ella y ella tan abrumada y pesimista en el mundo que vivía que dejaba del lado siquiera la posibilidad de que alguien como él que la viera de esa manera pudiera existir, todo hasta el momento que cambio.
    Es que como tan esplendidamente lo narras y describes en tan bello fic, él quedó flechado desde el primer instante, ella también pero decidió mentirse por demasiado con que no era así. Supongo que algo de eso lo veremos en los futuros fics.

    Hasta el próximo.
     
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    Tarsis

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    :omg<3:

    Primer capítulo, completamente aprobado. Muy hermoso. Peeta es un personaje muy dulce, muy tranquilo, al parecer lo heredó de su papá. Es lindo como lo describes lentamente, como desde tan pequeña edad, ya tiene algo por Katniss, que es lo que nos dan a entender en los libros. Tienes dedazos, que si lo relees los verás ahí mismo. Asdf, la mamá de él es idiota, en serio.
     
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    Pire

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    II. Ella no sabía el efecto que ocasionaba en las personas.


    Este día, era el indicado.

    Se desplazaba a la escuela por detrás de sus hermanos, absorto en sus propios pensamientos. Un rubio de aproximadamente diez años apretaba ligeramente los labios.

    Si lograba realizar un bollo perfecto, tenía el derecho de hablarle.

    Aunque más que derecho, él pequeño Peeta aseguraba que aquello era más como metas internas que se auto exigía para justificar su cobardía, como si aquello le concediera automáticamente el valor que le faltaba.

    Años anteriores siguió la misma dinámica.

    Si alcanzo una nota alta, si lograba tocar a los cerdos sin miedo, si convencía a sus hermanos de jugar con él, si la veía en el camino al colegio.

    Sin embargo, esta ocasión presente era muy diferente. Esta tarea le había requerido mucho esfuerzo, golpes y tiempo, y al observar su producto final ayer en la tarde junto con su padre sonriente, la emoción era incontrolable.

    Hoy las excusas no eran aceptadas.

    Entrando a aquel edificio mugriento del distrito la observó a unos metros caminar con sus características trenzas. Peeta respiró profundamente caminando con decisión y rapidez para poder alcanzarla. Intentó mantener su respiración constante, tarea que le resultó extremadamente complicada ante la implicación de la acción que realizaría y que llevaba esperando hace algunos años. Solo iba a saludarla, sencillamente algunas palabras con la esperanza de obtener un saludo de vuelta o una vez abierto la boca, podría darle rienda suelta a sacar un tema a colación.

    Se encontraba justo caminando atrás de ella, cerró los ojos intentando escuchar algo fuera de los latidos desenfrenados de su corazón inocente, y en un arranque de valor de pronto caminaba a su lado entre un mar de niños que se dirigían a sus aulas. El Mellark abrió los labios.

    Hola, solo tienes que decir hola.

    Katniss sintió en ese punto su presencia y observó hacia su dirección, un sentimiento abrumador lo sometió deteniendo su caminar y dejando ir a la chica de la veta. Él escapó de ese dominante mirar, aquellos orbes grises.

    Apretó fuertemente los dientes, él no tenía el valor de hacerlo. La ira, impotencia y vergüenza lo invadió gran parte del día.

    En medio de una proyección sobre la actividad minera sus amigos parloteaban sobre algunas cosas, algo que en este día en específico no le interesaba.

    De forma automática recorrió el aula en busca de un par de trenzas, sus orbes se encontraban fijos en el árbol de afuera, exactamente en el nido de aves que fueron hipnotizados, como él, por su cantar. Y su furtivo mirar tuvo una recompensa. La Everdeen no solía demostrar muchas emociones positivas, en mayoría la informidad o indiferencia la dominaban, aunque cualquier persona podría pensar que era una chica de pocas palabras, Peeta reconocía esos dos pequeños gestos, pero en ese momento Katniss sonrió, perdida en el mar de pensamientos que la perturbaban y que algunos alumnos de ahí a veces solían ignorar. Algo dentro del Mellark se agitó y sus manos sudaron. Ella no tenía ni una remota idea del efecto que causaba en él.

    Su atención fue demandada por sus amigos.

    ― ¿Tú qué opinas Peeta?―.Su amigo entendió su gesto perdido.― ¿Crees que Katniss es bonita?

    La vergüenza invadió rápidamente el cuerpo de Peeta ¿Qué significaba eso? ¿Habían notado su gran interés en la chica? Soltó una sonrisa indiferente, intentando aligerar el ambiente, tal vez solo era una pregunta, además él no era evidente ¿o tal vez si? Vamos, eran niños, no son tan observadores.

    ― ¿A qué viene eso?―respondió ligeramente, aunque un malestar se asentó en la boca de su estómago.

    ―Pues que a él le parece bonita y mirándola bien, ―observó el chico castaño. ― Las trenzas le favorecen, además mi padre me dijo que su papá caza, es un secreto a voces, pero mi padre le compra algunas veces conejos, y cree que ella igual sale junto con él.

    El temor ante lo inminente lo dominó con premura, él no era el único que había fijado sus ojos en ella, tragó saliva discretamente mientras seguía la mirada de sus compañeros. ¿Qué pasaría si alguien más valiente le hablaba? Ella solía repeler a las personas, no tenía amigos podría asegurarlo, más que aquella chica, la hija del alcalde, con la que formaba equipo. Algo comenzó a picarle en la boca del estómago.

    Por suerte la conversación se dirigió hacia la caza furtiva de su padre, cosa que susurraban, él aceptó una verdad inminente.

    Ella no era consciente del efecto que ocasionaba en la gente.
     
    Última edición: 18 Junio 2018
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    Me recuerda a cierta chica que siempre se creyó invisible para todos, pero a mi me tenia loco.

    Siento que Katniss tiene cierta atracción para otros precisamente por resalta por ser intrépida, como seria en un mundo normal quien gusta de cómics, es buena en videojuegos y gusta de la acción.

    Pobre Peeta siento que le llevó demasiado hablar con ella por como era su familia, la inseguridad que le imprimía su madre y la confusión de su padre, honestamente no me puedo imaginar esa familia.

    Suena tan genuino lo narrado, tan propio de su lógica y contexto que podría haber venido impreso en uno de sus libros.

    Hasta el próximo.
     
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    A mi me encantaba eso de ella, Katniss no se daba cuenta de lo lejos que llegaba su influencia, como su fuerza los movía, como es una Líder nata a los que todos quieren seguir. Y como trasmite protección y dulzura, pese a ser una "chica ruda", no es de extrañar que Peeta se haya enamorado de ella desde la distancia.
     
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    Pire

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    [​IMG]


    III. Un par de hogazas de esperanza.

    Sus orbes celestes recorrieron el aula a su llegada en busca de tan familiar trenza descansando en su hombro, pero su ausencia lo abrumó por un segundo.

    La asistencia en el colegio era obligatoria, claro, aunque si estabas al borde de morir por el nulo acceso de alimento, estabas justificado, pero Peeta sabía que ese no era el caso de Katniss, ella contaba con su padre y sus grandes habilidades de sobrevivencia.

    Los movimientos del reloj resultaron en exceso lentos y el día se hizo eterno, hasta que escuchó una sola frase de los labios de su maestra con otra encontrándola en el pasillo.

    ―Hubo una explosión en las minas, el Sr. Everdeen pereció en lo más profundo junto con otros hombres.

    Los latidos de su corazón de detienen súbitamente al igual que sus piernas y retoman su ritmo con rapidez. Oh no, su padre no. Eso explicaba su ausencia. Aunque el trato con la muerte es bastante común en el distrito 12, realmente no tomas consciencia de ella hasta que acecha tu hogar hogar y eso será un golpe grande para Katniss.

    Un sentimiento abrumador dominó al Mellark, un gran pesar acompañado de impotencia por no poder hacer algo para mejorar la situación y vergüenza propia de no haber reunido el valor durante años para hablarle y no estar a su lado en esos momentos tan duros para ella.

    Aquella época que continuo al accidente que acabó con la vida del Sr. Everdeen no fueron duros, sino que terribles. Unas ojeras oscuras se apoderaron de la piel, que antes era tersa, debajo de los ojos de Katniss, su vestimenta algo descuidada a la par de su pequeña hermana, Primrose y su madre, la gente mencionaba que no era vista con regularidad.

    El cambio más significativo que apreció Peeta fue la extinción del brillo de los orbes grises de Katniss, que antes mostraban una calidez y libertad descontrolada, justo ahora parecía igual de oscuros que el carbón puro. Y los cambios siguientes, sus mejillas hundidas, su rostro aún más apagado y su forma derrotada de caminar.

    Peeta no sabía que sucedía, pero a simple vista él observaba como Katniss estaba literalmente muriendo de hambre, junto con su pequeña hermana. Un sentimiento amargo limitaba las miradas que el rubio le dedicaba, la ira quemaba su garganta, su incapacidad de poder brindarle ayuda le quemaba cada partícula de su cuerpo.

    Era un completo inútil y cobarde, durante tantos años no había podido dirigirle ni un solo saludo, ¿Cómo se imaginaba que podría ayudarla? Eso era absurdo.

    Arrastró sus pies al finalizar el día hacia su hogar, adentrándose a la cocina toda la tarde intentando callar sus pensamientos con el horneado, aquellos gritos de inconformidad eran silenciados por el calor aplastante del horno de barro de la cocina. Colocó la charola con la masa en el horno mientras su padre le enseñaba la elaboración de los glaseados de los pasteles que se mostraban en los ventanales de la pastelería. Su madre iba de ahí para allá con el pan en mano, surtiendo la parte de enfrente del local y refunfuñando sobre el desorden ocasionado por ellos.

    Sus quejas se incrementaron al observar la vigorosa precipitación que se desarrollaba afuera y que evitaba que clientes se animaran a ir por pan, una ráfaga de aire entró por la puerta trasera cuando su madre salió colocándose en el pequeño techo del patio.

    ―¡Oye, oye, lárgate, deja de husmear en la basura, niña idiota! ¿No estas escuchando? Lárgate o llamaré a los agentes de la paz para que acaben con tu maldito sufrimiento ¡estoy harta que los estúpidos mugrosos de la veta escarben en mi basura!

    Aquel invierno había sido de los más fríos que recordaba Peeta en su corta vida, la frialdad se colaba por la piel hasta congelar los huesos, incapacitando la movilidad adecuada, junto con aquel aguacero que dificultaba la visión, el Mellark sintió lastima por el chico de la veta que fue sorprendido por su madre. Presa de la curiosidad se acercó a la parte trasera y miró desde tras de su madre hacia los botes de basura.

    Sus orbes se encontraron con unos grises que no esperaba, aquellos que alguna vez brillaban tan fuerte y ahora eran una cascara vacía. Algo se agitó en su interior, aquella alegría contenida cada que la observaba, empero el sentimiento fue remplazado por aquel malestar que desde hace algún tiempo lo inundaba. Ella estaba husmeando en la basura. Sus movimientos fueron lentos cuando colocó la tapa en el basurero vacío y comenzó a caminar como si fuese esa simple acción le costará una gran energía.

    ―Entra

    Su madre le habló ingresando a la cocina, pero Peeta permaneció en su sitio, mirando caminar a la Everdeen entre la pocilga de los cerdos, sin rumbo aparente y se sujetaba con el tronco del manzano que crecía en el patio. Ella había llegado a su límite. Una opresión atiborró su pecho dolorosamente, Peeta dejó escapar una exhalación dejando salir todo el aire de sus pulmones, él tenía pavor, él observó cómo cayó de rodillas en el lodo y no se molestó en levantarse. Se mordió fuertemente los labios e ingresó a la panadería.

    Ella iba a morir.

    Sus manos temblaban ligeramente, acción que intentó ocultar mientras amasaba la siguiente ronda de panes y una idea se fijó en su cabeza. Comprobó que los panes en el horno estuvieran listos y al retirar la charola se atoró levemente provocando una sacudida destinando dos panes a la directa exposición del fuego. El sonido alertó a sus padres que se acercaron. El panadero con ayuda de unas pinzas retiró el pan del fuego colocándolo en la charola junto con los otros y su madre evaluó el producto de tan estúpido accidente de su hijo.

    Antes de poder reaccionar al ver el resultado positivo de su plan, la mejilla de Peeta recibió con gran apreciación y fuerza el rodillo de madera. Sintió con seguridad el sonar de su mandíbula y saboreó la sangre en su mejilla. Posteriormente su mano se volvió a estrellar con la mejilla dañada y antes de darle una tercera tosca y especial caricia en su pómulo su padre la detuvo.

    ―No te ensañes con él, fue un accidente. Peeta, ve a tirar el pan.

    El pequeño Mellark reprimió un sollozo ocasionado por el dolor que se expandía en su mejilla y obedeció rápidamente.

    ―¡Dáselo al cerdo, crío estúpido! ¡Ninguna persona decente va a comprarme el pan quemado!

    Salió al patio dirigiéndose con rapidez a la pocilga, miró por el rabo del ojo si Katniss seguía bajo el árbol, comprobando aflicción que no se había movido ni un centímetro. Caminó arrastrando los pies, recordándose que tal acción valía cualquier tipo de castigo. Una vez junto al corral desprendió las partes quemadas de la corteza y se las arrojó en el plato al porcino. Su madre seguía gritándole hasta que escuchó el sonar de la campanilla que indicaba la llegada de un cliente.

    Cinco segundos transcurrieron hasta que la negrura del pan desapareció. El corazón de Peeta latia fuertemente a causa de la adrenalina, debía hacerlo, tenía que y no había vuelta atrás en ese punto, había una vida importante en riesgo. Respiró profundamente y divisó la panadería en busca de cualquier indicio de movimiento. Nada.

    Miró al animal que realizaba sonidos en busca de más comida y de forma discreta arrojó el pan hacia el árbol de manzano, sin desperdiciar un segundo más, tiró el otro en la misma dirección y controlando unas explicables ganas de mirarla, caminó pesadamente hacia la panadería.

    Una vez dentro dejó salir el aire que había contenido sin darse cuenta y escuchó los latidos de su corazón en sus orejas, sus manos cosquillaban y su pecho dolía.


    ***


    El día siguiente avanzó con rapidez y el Mellark le costó visualizarla como quería en clases, por lo cual se aferró a la idea de que verla ahí, significaba que había aprovechado el pan que le había arrojado, aunque después de unos minutos lamentó haberlo tirado.

    En la salida, ella recibió a su pequeña hermana con una sonrisa y miró a su dirección encontrándose con aquellos orbes celestes contemplándola. Él no recordaba el escaso número de veces que le había dedicado una mirada, aunque esta fue diferente.

    Esta fue por completo para él y su corazón dio un brinco cuando encontró aquel brillo especial acompañado de calidez, fue un solo segundo pero fue suficiente. Apartó la mirada concentrándose en la plática indiferente de sus amigos.

    Empero Peeta dejó crecer el sentimiento cálido que dominaba cada una de las partículas de su cuerpo y escuchó su órgano cardiaco latir dolorosamente agradable.
     
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    Tarsis

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    Este me mató de amor. Es una de las escenas del libro que más me gusta. Cuando él lo cuenta y ella lo recuerda... primero, me arrugaste el corazón, esa bruja que tiene por madre merece morir. Segundo, que el cariño de él sea tan firme como para recibir un castigo para darle a ella unas migajas quemadas que salvaron su vida y la de su familia, y que también le dio el impulso de ser la luchadora que es. Siento que aquí entre ellos se creó un vínculo aquí, silencioso, aunque ninguno de los dos lo mencionó, pero lo tenían guardado para sí.
     
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    Fénix Kazeblade

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    Pienso que la vida de Peeta fue complicada, muchos no estarían de acuerdo argumentando que vivía en la veta pero hay muchas cosas mas valiosas e importantes que lo material y él carecía siempre de eso. Justo en este momento Peeta ayudó a Katniss a seguir viviendo, pero Katniss siempre fue la razón para vivir de Peeta, que tortuoso para él por tanto solo observar.

    Al final se da todo por amor, que importa un par de golpes si puedes salvar de alguna forma a quien más te importa.

    Muy lindo escrito, preciosa.
     
  10.  
    Pire

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    IV. El depredador más fuerte arrebata a la mejor presa

    Sus orbes celestes contemplaban con fijación el objeto que se encontraba enfrente suyo. Un suspiro se escurrió de sus labios prosiguiendo a pasar saliva pesadamente por su garganta, gritando en respuesta a estas acciones, su pecho dolía a cada latido fuerte que propinaba su musculo cardiaco.

    De forma paranoica hecho un vistazo a su alrededor de forma discreta, con un nudo en la garganta. No existían movimientos en la trastienda, el cantar de un ave se filtró por la puerta al entrar una mujer, esposa de un comerciante, quien le sonrió mientras elegía lo que deseaba. Sus manos se movieron en automático con la bolsa de papel para el pan, la más grande de tamaño que dedujo al observar la charola de la fémina.

    De forma simple y sin observar sus propios movimientos cogió con sus manos como jalea una bolsa más pequeña, dejándola a un lado, junto a la mayor.

    Tamborileó con desesperación ante la indecisión del cliente. Solo tendría una pequeña oportunidad. La mujer mayor se acercó al mostrador saludándolo y haciendo la platica sobre los estudios. Peeta respondió tan alegre como siempre y de forma discreta no dio pie a seguir la plática.

    El pan en la bolsa, uno tras otro.

    Sin dudarlo tomó con la pinza un pan fresco que se encontraba en una charola a su lado y con rapidez fue introducido a la pequeña bolsa.

    ―Aquí tiene, muchas gracias y vuelva pronto.

    La campana que anunciaba la apertura de la puerta hizo acto de presencia y el rubio cerró la pequeña bolsa lanzándola a su mochila escolar que se encontraba a sus pies continuando por cerrar el cierre y respirar con alivio por primera vez desde que tuvo la idea de robarle a su propia familia.

    Empero aquella decisión fue desencadenada por la valiente determinación de sentarse en la misma mesa que Katniss al día siguiente.

    Aquel suceso con el pan en plena tormenta, lo había cambiado todo. Había despertado un alto grado de seguridad en él y que los nervios por mirarla de frente no eran tan dominantes como antes. Después de eso, se había encontrado con mayor frecuente aquellos orbes grises brillantes mirándolo con fijación, acción que había desatado una lucha fuerte de su pecho por soportar la carrera desenfrenada de su corazón.

    Su madre llegó a su lado evaluando al menor de sus hijos y lo corrió de la tienda, alegando que se dedicará a hacer cosas más productivas que ha estorbarle. Se alejó de ahí con una gran satisfacción disfrazada de miseria.


    ♠♠♠


    Un paso después del otro, esa era la forma de llegar al colegio con aquellas paredes espantosas. Una mano descansó en su hombro, sin poder evitarlo volteó su mirada encontrándose a su amigo Tom, él más hablador del curso. En un corto tiempo el grupo de expandió con Mark y Benedic dando pie a una charla animada.

    Estaban por llegar al colegio cuando de las calles paralelas ella emergió.

    Empero no estaba sola.

    Los ojos observadores de Peeta siguieron ese lento sigiloso caminar, que de un tiempo para acá se había desarrollado, a Katniss que caminaba junto a otro chico, que le sacaba una cabeza de altura y esos emblemáticos ojos de la veta. Debía ser algún vecino suyo.

    Un ruido en su cabeza agudizó sus sentidos, ella no podía describirse como una persona sociable, jamás. Cuando la hija del alcalde enfermaba o se ausentaba del colegio por prologadas etapas, ya sea por asuntos de su padre o por simple empatía por los dolores agudos de su madre, Katniss permanecía en una mesa aislada de los demás, sin hablar o dirigirle la mirada a nadie, solo a su pequeña hermana.

    Esa idea le explotó la cabeza al verla a la par de ese chico que juraba verlo visto de alguna parte, aunque con sinceridad no recordaba. Sus labios formaron una mueca y un sentimiento amargo se asentó en la boca de su estómago, ignorando por completo la charla que momentos antes disfrutaba.

    Detuvo el mar de pensamientos y sonrió internamente, vamos, eso podría ser una simple coincidencia. Tal vez alguna vez cruzó palabras con ese chico porque vivían en el mismo rumbo, aunque eso no significaba nada. Suspiro de alivio y siguió su camino, fingiendo seguir la ruta de la plática y sintiendo el gran peso de la bolsa en su fargo que descansaba en sus hombros.

    Fueron pasando las horas con lentitud, el Mellark movía la pierna en su asiento con ansiedad, y más al ver a aquella chica, que desde hace algún tiempo había remplazado sus dos trenzas por una que reposaba en su hombro, ausente mirando a la ventana, un pasatiempo particular en ella y más en la clase de la historia de Panem, que en definitiva era tediosa y una pérdida de tiempo.

    La campana sonó marcando el cambio de veinte minutos, para ir a la siguiente clase. Las mesas que estaban en un salón aún más feo que las aulas de clase, con algunas mesas fue abarrotado pronto.

    Peeta se levantó con cierta duda en su interior. ¿Cuál era la mejor forma de abordarla? ¿Hablarle o simplemente sentarse? Ambos sabían quién era el otro y no debían perder el tiempo en presentaciones de más, aunque eso era lo más indicado. Rascó su cabello confundido y estaba por salir del salón cuando fue interceptado por sus amigos, los cuales solían quedarse ahí.

    ―Peeta, estábamos planeando unirnos al club de luchas de la escuela ¿tú te animarías igual? Sería una grandiosa idea.

    El rubio oprimió los labios, vamos, justo ahora salían con esto.

    ―Suena bien, ahora regreso.

    Antes de poder ser interceptado de ahí nuevamente, salió con rumbo a donde seguramente encontraría a Katniss. Sus manos comenzaron a sudar, por lo cual sujetó con mayor fuerza la bolsa de estrada que momentos antes había sacado. El solo pensar en mirar de cerca aquellos orbes fascinantes con la cantidad de libertad y fuerza rebosante, contemplar aquella piel nívea y sus labios moverse al pronunciar palabras, agitaban todo en su interior, pero si no había esto, se arrepentiría toda su vida o lo que quedará de ella, si su nombre no salía seleccionado.

    En tal caso, moriría en el campo, minutos antes de empezar, lamentando ser un maldito cobarde.

    Tum, tum, tum, tum.

    Su corazón se agitaba en una melodía estridente en su interior que era captada hasta sus órganos auditivos. La buscó entre la gente, visualizándola unas mesas más al frente, sus orbes claros se desviaron de la mesa un segundo y se dirigieron a su derecha.

    Peeta detuvo su caminar, junto con la carrera desquiciada de su interior y observó a la misma dirección que la fémina, encontrándose con un cabello negro, ojos grises y figura empoderada. Tragó saliva y detectó la mirada de las chicas hacia el compañero de Katniss. Aquellos suspiros y miradas de borregos, relacionó las ideas, iluminándolo.

    Maldita sea, era Gale Hawthorne.

    Tomó asiento junto a la Everdeen, convirtiéndose, de forma discreta, en el centro de atención, cosa que para ellos fue desapercibida, ya que dedicaron toda su atención al otro.

    Una sola frase cruzó su cabeza: “ella de verdad, no entendía el efecto que tenía en las personas”, frase que había sido confirmada. Él, Gale, el chico por el que media escuela suspiraba, se había fijado en Katniss.

    Las manos comenzaron a picarle y cierta incomodidad se filtró en su piel. ¿Iba a retroceder? Frunció los labios, con el plan de caminar hacia ahí llenando su cabeza, sus pies se movieron con decisión con su vista fija en la fémina.

    Sus pies de detuvieron en seco al observar, a su pesar, como Katniss dejó salir una pequeña risa de sus labios junto con Gale sobre alguna idea entre ellos. Verla asi, con sus labios curvados en una plena sonrisa, su piel brillando a juego con esos inteligentes y suspicaces orbes, la imagen en conjunto provocó una ruptura en el interior del Mellark.

    Un nudo en su garganta le impidió tragar, el hueco en el estómago comenzó a crecer dando pie a un recurrente y molesto dolor en la zona, sin poder evitarlo bajó la mirada hacia la bolsa con aquel pan que había tomado de la panadería, sintiendo su significancia y el peso nulo que reflejaba. La ira se hizo paso en su cuerpo, dominándolo, devorando su razonamiento y llevándolo a tirar aquella bolsa inútil en el primer basurero que vio al dar la vuelta, para evitar seguir contemplando aquella escena.

    Ira, molestia, enojo y odio. Empero no para Katniss Everdeen, sabia con sinceridad que jamás podría odiarla, aunque quisiera. El odio era hacia si mismo, para su cobardía, su inseguridad y estupidez al pensar que de alguna forma, tal vez por arte de magia, ella se fijaría en él, cuando Peeta no podía ni dirigirle la palabra.

    Con su pecho punzando dolorosamente, se alejó del sitio pensando fervientemente que eso era lo que él merecía, por su espera desmesurada a coger el valor.

    Porque cuando hay hambre, el mejor cazador se lleva a la mejor presa él, él había sido en extremo sigiloso y había tenido una confianza excesiva.
     
    Última edición: 1 Octubre 2018
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    Tarsis

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    Auch. Casi pude escuchar el corazón de Peeta rompiéndose al ver la sonrisa de Katniss, y que no era para él. Lastimosamente no se puede negar que netre Gale y Katniss hay un vínculo muy profundo, son almas similares que se entienden muy bien. Por eso siempre estuvieron en la línea entre amor y amistad, porque simplemente son buenos el uno para el otro. Allí el panadero debe arrepentirse, de no haber sido valiente y haber dado el paso antes, porque es más difícil ahora llenar una silla que ya está ocupada.
     
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