One-shot de Inuyasha - Una débil respiración

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por Perfil eliminado, 27 Enero 2017.

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    Título:
    Una débil respiración
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    549
    Una débil respiración
    499 palabras

    Cambió la página de su libro, continuando con esa lectura inadecuada para alguien de su edad. Le era interesante, a pesar de contener palabras y kanji complicados, incluso mensajes abrumadores que podrían confundir a tantos, aunque no a él. Su mente siempre estaba sedienta, siempre gustosa de aprender algo nuevo.

    —¿Para las personas inteligentes es más difícil el amar? —preguntó al hombre que tenía en frente. No le importaba si al comentarle sus dudas y partes favoritas podría romper con el encanto de relatar.

    —Eso parece —respondió, con voz ronca y débil. Tal vez necesitaba más agua, o comida. Hacía un buen rato que no comía nada. Las náuseas se lo impedían.

    —Pero pueden hacerlo, ¿verdad? —continuó.

    —Sí. Y puede que su amor sea más fuerte que el del resto —después tosió un poco y Miroku asintió. Él ya lo sabía, sólo deseaba escucharlo de su boca llena de sabiduría—. ¿Por qué estás aquí?

    Confundido, dio la que le parecía ser la respuesta más evidente: —Quería leerte.

    Y el hombre soltó lo que debería ser un sonido de desagrado, el cual salió distorsionado por la debilidad.

    —Deberías estar afuera jugando con tus amigas —insistió y él se aferró más al libro. Un poco más y podría romperle. Era antiguo y se caería a pedazos si no se tenía cuidado.

    «Se romperá a pesar de todo.»

    —Mañana voy —el niño se colocó su máscara en forma de sonrisa. Luego comenzó de nuevo con su lectura sobre la búsqueda de la verdad absoluta.

    El hombre suspiró profundamente.

    —Eso mismo dijiste ayer. Y el día anterior…

    Su mente se separó de su lectura mecánica, en donde ni siquiera podía recordar qué era lo que estaba pasando. Su atención ya no se concentraba en el samana y su búsqueda, su desconcierto y peligrosa inteligencia, sino en la débil respiración de quién se encontraba recostado en su cama.

    Inhalar. Exhalar. Cada vez más lento, más tardado. Descompasado con el sonido del reloj. Los segundos se hacía muy largos y al mismo tiempo tan escasos…

    —¡Miroku, sal de una vez! —el repentino grito de su padre le hizo saltar. El libro cayó al piso—. No te quiero aquí. ¡Vete!

    Entonces comenzó un estridente ataque de tos que logró llamar la atención de Mushin, quien apareció rápidamente en la habitación. Y él se quedó inmóvil, sin saber qué hacer. Su pecho dolía.

    Sus palabras no le hirieron porque conocía la razón de ello. Aún así, las lágrimas comenzaron a derramarse, incontrolables. ¿Por qué? ¿Por qué? No era justo, claro que no. No existía cura para un cuerpo ya marchito ni para las esperanzas rotas de un niño.

    Miroku sólo corrió y corrió, tan lejos como sus piernas cortas —aún era demasiado pequeño, demasiado débil— le pudieran llevar. Pero nunca sería capaz de huir del presente, futuro ni pasado, tampoco de las voces sin cuerpo que susurraban en sus oídos.

    «¡Ya vienen, muy pronto! —en ese momento gritaban, enloquecidas—. ¡Y vas a estar solo!»

    ________________

    Nació repentinamente y yo sólo escribí.

    Nota:
    *Sobre el libro de Miroku: “Siddhartha” de Hermann Hesse.
     
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