Una caricia, una esperanza.

La luz que se escabullía por los costados de aquella puerta al final de las escaleras, iluminaba pobremente las antiguas y desgastadas paredes de ese lugar, brindando un aspecto tan tétrico que sería el escenario digno de un filme de terror de la vieja escuela, de esas películas en donde un asesino en serie perseguía al personaje principal con las obvias intensiones de acabar con la vida de este, pero que como clásico final, el protagonista se salvaba milagrosamente. Vaya ironía, pero en esta oportunidad el final sería muy distinto.


Una suave brisa en su nuca, provocó que la mala sensación bajará lentamente por toda su columna, recorriéndole de comienzo a final, aquel espantoso escalofrío lo alarmo. Sin perder un solo segundo más se levantó de un salto del húmedo y sucio suelo donde antes había quedado de rodillas, el chapoteo del agua detrás de él lo puso nervioso. Volteó en aquella dirección, trato de tomar alguna de las armas que siempre llevaba con él, pero estas no estaban. Buscó alguna de sus navajas en sus bolsillos y cierta alegría lo tranquilizó al haber encontrado algo, pero en cuanto sacó aquel objeto su alegría desapareció por completo, una linterna.

Sus piernas comenzaron a temblar, bajó la vista, no eran sus piernas, observó sus manos, pero estás tampoco le pertenecían, ni su cuerpo en general, ahora que se daba cuenta, al menos no desde hace un par de décadas. La desesperación poco a poco comenzaba a adueñarse de él. Otra vez el chapoteo de agua le hizo levantar la vista, esta vez, el pánico realmente lo había sometido bajo su poder, todo su pequeño cuerpo temblaba no solo por la baja temperatura del agua que ahora le llegaba a los tobillo, o por la oscuridad que se apoderaba casi completamente de aquél sótano, sino por aquella deformada sonrisa que se dibujaba frente a él en medio de una sombra desproporcionada. Por un momento pensó en que si iluminaba el lugar con la linterna, se daría cuenta de que era solo su imaginación, pero estaba aterrado, aquella sonrisa se abrió, exponiendo los innumerable dientes que se ocultaban detrás de los primeros.
Presa del horror echó a correr, lo más rápido que pudo, lo más que sus delicadas y frágiles piernas le permitieron. De un salto omitió los dos primeros escalones, comenzó a subir, el ruido violento en el agua pudo confirmar que aquella criatura lo seguía. Corrió por las escaleras, gritando desesperadamente pero ningún hilo de voz salía de su boca. Tropezó, pero volvió a levantarse sin perder el tiempo, sintiendo como la madera de los escalones que antes había pisado era era arrancada o partida a la mitad, volvió a gritar mientras sentía como el agua se acumulaba en sus ojos sin poder salir, nada. La puerta estaba tan cerca, volvió a dar un par de saltos más, pero volvió a caer por culpa de la torpeza que provocaba la desesperación. Abrió sus ojos con horror al sentir que uno de sus tobillos era arañado, se levantó y estiró su mano hacia la puerta. Gritando. Sollozando. Sufriendo en silencio... sintiendo como pronto seria arrastrado nuevamente a aquella desoladora oscuridad. Sabía que pronto aquella única luz sería apagada y no permitirían ver las marcas de sus uñas en la puerta, marcas que había dejado las pocas veces que había logrado alcanzarla. Cerró sus ojos, solo quedaba aceptar su lamentable realidad, su patético destino, aquél sufrimiento que a nadie le importaba. Aquellas garras se enterraron en su piel, haciendo que un grito ahogado escapara de su garganta, no importaba cuanto tratara, siempre tenía la esperanza de que alguien lo ayudaría y se sostuvo con la poca fuerza que tenía a uno de los escalones.

Las gotas de agua salada comenzaron a bajar por sus sucias mejillas, cuando el brillo de la luz lo obligó a cerrar los ojos por la falta de costumbre. El rechinido de las bisagras fueron la más hermosa melodía que pudo reconocer, habían abierto la puerta, al fin lo pudieron escuchar. Dejó de sentir dolor, dejó de sentir miedo, dejo de sentir soledad, dejo de lado cualquier sentimiento de abandono. Solo aquella suave y cálida caricia que peinaba con delicadeza su cabello, lo único que pudo hacer fue llorar, llorar de felicidad ante aquella piadosa criatura que había iluminado la oscuridad en donde fue desechado como basura.