Una amistad renacida

Una amistad renacida​

¿Por qué no me detuve? Fui un estúpido al no hacerlo. Aún al verla pasar no me detuve, al contrario, sentí que debía acelerar. Por mi culpa ahora se encontraba así, acostada en aquella camilla con grave lesiones, no se sabía si sobreviviría gracias que yo la había atropellado. Me quedé en la sala de espera esperando a que saliera su familia de la habitación para pasar yo rápidamente.

Oí la puerta abrirse. Mire para ver, al parecer ya salía su familia, me levanté sin decirles nada. Me convertí del más querido al más odiado.

Entré, la miré fijamente desde la puerta, no podía moverme después de verla así. Me quedé paralizado.

Hasta que di dos pasos, cerré la puerta. Caminé hacia ella, me senté en aquella silla de plástico que se encontraba ahí. Abrí el libro que tenía en mano y lo empecé a leer. Era su favorito “Una amistad renacida”. Siempre me decía que le recordaba a nosotros dos.

Me detuve en una parte, aquella parte que me incomodaba tanto, ya que era en la situación que nos encontrábamos. En una pelea en la que no sabíamos si la dejábamos pasar y seguir con nuestra amistad o si seguiríamos atrapados en ella, no salir y dejar que el orgullo venciera.

Pareciera que el autor de este libro supiera de nuestras vidas.

Inesperadamente y sigilosamente, la noche cayó. Y antes de terminar el libro, caí en un profundo sueño.

Me desperté con todo ese alboroto que se escuchaba, los gritos de desesperación de gente, una chillante alarma, escuchando las voces de médicos decir

“Con calma evacuen”

Preocupado, me preguntaba que pasaba mientras miré frente mío, al parecer ella no se encontraba ahí. Aún más preocupado, corrí hacia el pasillo, de dónde venía aquel escándalo, viendo a la gente desesperada corriendo sin saber qué hacer. Por todas partes busqué a la familia que me odiaba. No me tarde, en seguida reconocí a una joven que me gritaba

“¡Daniel, Daniel!”

Era la hermana de mi amiga, enseguida, traté de agarrarme de su mano, que se estiraba hacia mí. Pero la gente que pasaba no me dejaba y la perdí en aquellas olas de personas.

Sentí un fuerte dolor en mi cabeza, como si fuese un golpe.

Ya no había alboroto alguno, traté de levantarme, pero no pude, tenía conectado varios cables. Me di cuenta que me encontraba recostado en una camilla, confundido, Levanté mi dorso, apoyándome en mis manos vi entrar a un doctor con sus apuntes en mano. Se acercó a mí. Aún confundido, pregunté

“¿Qué hago aquí?”. Sin embargo, no me contesto y dejo pasar a una enfermera, que traía en silla de ruedas a una joven muy bella, no lo podía reconocer, mis ojos estaban empañados. Hasta que lo logré, era Verónica, a quién había atropellado anteriormente. En ese momento hubo una pausa en mi cuerpo, sentía que ya no podía respirar. Pero al escuchar su voz angelical, desperté, se me cristalizaron los ojos.

Esa alegría que sentía no se le comparaba nada, nada.

Ya estando ella a lado de la cama, me agaché. Un viento cálido se sintió. Sus brazos me rodearon, mientras que los míos a ella.

Y de casualidad, el libro terminaba con ese acto. Cerrando con últimas palabras...

Una amistad renació, como un ave fénix de las cenizas.