Una última historia de amor.

Tema en 'Relatos' iniciado por Leid, 25 Marzo 2016.

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    Leid

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    Escritora
    Título:
    Una última historia de amor.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1710
    "Logró cumplir con su sueño, sellar una última historia de amor."
    Era un cupido.
    Tenía cuerpo de ángel, alma de amor, y una inmensa soledad. Su taller estaba impregnado de dulces y diversos perfumes, de un millón de cartas selladas bajo promesas de amor, en cada rincón yacía una flor, que contenía las esperanzas y sonrisas de todas las parejas que había hecho. En el techo, colgaban miles de corazones de cristal. Cupido se acercó a su favorito. Un corazón de cristal con aura rosa, a través del delicado cristal podía observar toda la historia de amor de su primer pareja.
    Una secuencia perfecta de sucesos aparecieron ante sus ojos. Un primer choque de miradas, el primer roce de pieles, el primer contacto sentimental, el primer beso, la primera pelea, un par de anillos rodeando ambos dedos anulares, los primeros pasos de un retoño.
    La última imagen, era un anciano, solo, con los orbes oscuros enrojecidos, inclinado sobre un ataúd, llorándole a su amor, y volviendo a recitar sus promesas.
    El rostro del cupido estaba inexpresivo. Hacía ya mucho tiempo dejó de sonreír ante los corazones de cristal, hacía ya mucho tiempo dejó de esperar cierto milagro, hacía ya mucho tiempo dejó de tratar de flecharse a sí mismo.
    Tomó asiento delante de su mesa de trabajo, varias herramientas estaban a su merced, varias flechas necesitaban ser desempolvadas y afiladas, varias necesitaban un dulce beso.
    Su arco estaba empolvado, y sus alas caídas, consecuencia del abandono que sufrieron. Cupido amaba ver cómo sus flechas funcionaba, cómo hacía los cuentos de amor realidad, pero él también quería vivir su cuento.
    Con cinco flechas en mano, y arco en otra, salió a renovar recuerdos. Las calles estaban casi solitarias, mientras cupido dejaba rastros de tristeza y amor revueltos detrás de él.
    A lo lejos un hombre y una mujer hablaban, cupido podía ver a través de sus corazones. El hombre estaba herido, y la mujer estaba recientemente rejuvenecida. El hombre tenía un corazón podrido, sangrante, tenía solamente tristeza en el alma, la mujer tenía miles y miles de sonrisas aguardando por salir.
    Apoyó la flecha sobre la fina madera del arco, tiró hacia atrás, y soltó.
    En cuanto la flecha impactó en el hombre, ésta se convirtió en una especie de polvo rojo, el cual entró por completo en su pecho, más exactamente, sobre la posición del corazón. Cupido miró fijamente a la pareja, esperando que las flechas siguieran funcionando. Tenía los ojos entornados, y una fina línea sobre los labios.
    Los oscuros ojos del hombre brillaron, en su rostro se plasmó una sorpresa inexplicable, y se abalanzó contra la mujer, estampando sus labios con los de su ahora amada. Un beso lleno de emociones presenció cupido, que seguía inexpresivo. El contacto de los labios se rompió, y la pareja juntó sus frentes, cerrando con suavidad sus párpados.
    Cupido pudo ver una nueva historia de amor sellada, y por primera vez en muchos años, sonrió.
    Sonrió ante un nuevo cuento hecho realidad. Cupido corrió entre las calles, disparando sus flechas a cuanta gente se encontraba, dejando tristeza, amor, besos, lágrimas, y esperanzas detrás de su correr. Dejó de disparar, y extendió sus brazos a los lados, mirando hacia el cielo, con una enorme sonrisa sobre los labios. Corría como un endemoniado cupido feliz.
    Cuando su cuerpo no daba para más, y quería tomar más velocidad, sus alas se extendieron como una flor abriendo sus pétalos a una velocidad anormal. El acto, levantó un montón de polvo a sus pies, el delicado cupido se lanzó a volar. Sentía el viento contra la piel, que agitaba su blanca cabellera, podía extender una mano y sentir que tocaba las nubes, cruzaba casi la ciudad entera maniobrando en el cielo.
    Su vuelo decayó, mientras se acercaba a las calles de la ciudad en picada. Sus pies tocaron los adoquines de la calle, y casualmente, terminó delante de una puerta. Pasó el arco a una mano, y abrió ésta. Una estruendosa música le recibió.
    Su mirada se pasaba por todo su alrededor, había muchas personas que podía flechar. Extendió su mano derecha al frente, y de ella surgió otra flecha, la cual pasó a su mano izquierda, repitió el acto varias veces, hasta levantar el arco, apoyar una flecha en la madera y posar una mirada suspicaz en un par de chicas, listo para flecharlas. La flecha no se sostuvo en el arco. El joven cupido llevó la mirada al arco, y estaba roto. Su arco se había roto. En su rostro un pequeño atisbo de preocupación y tristeza se instaló, alzó la mirada hacia la pareja que ahora quería juntar, y su ceño se frunció.
    No, no estaba dispuesto a dejar un deseo propio de amor sin cumplir. Lanzó el arco al suelo, y corrió a gran velocidad hacia una de las chicas, encajando con fiereza la flecha en su espalda.
    Asustado, se separó sólo unos centímetros, para observar el resultado. Nunca había flechado sin su arco, no podía evitar el miedo. La chica flechada alzó sus ojos, clavándolos en su acompañante. Ambas se besaron, inesperada y dulcemente.
    Había funcionado…
    En ese momento, el cupido volvió a sonreír, y echó a correr entre el barullo y la gente, clavando flechas en pechos y espaldas, sin siquiera mirar qué pareja formaría. Cupido estaba feliz, cupido volvía a sonreír. Cansado, y respirando con dificultad, se encontró en la última habitación de la casa, donde estaba la fiesta, y miró a su alrededor. Había juntado más de 30 parejas. Comenzó a pensar en el montón de corazones de cristal, perfumes, cartas, auras, flores, y recuerdos que habría ahora en su taller.
    Sonrió satisfecho, y sacudió sus manos, palma contra palma. Dio un paso al frente, dispuesto a salir, pero un extraño ruido lo detuvo. Era un sollozo. No era sólo uno, eran varios.
    Cupido siguió el sonido de los sollozos, se acercó a una puerta, de donde parecían provenir. Estaba abierta, así que, apoyando su mano sobre la misma, empujó muy suavemente. Una chica estaba llorando, sobre la tapa del retrete. Tenía el maquillaje corrido. Inmediatamente el cupido miró a través de ella. Su corazón estaba roto. El joven cupido se inclinó hacia la chica, apoyando su mano sobre la casi huesuda rodilla de la sollozante mujer. La joven alzó el rostro, deteniendo sus sollozos, y mirando con fijeza la pared. El llanto se había detenido en cuanto cupido la tocó. «Creí que me amaba… pero me mintió, se besó con ella…», cupido leyó los pensamientos alrededor de los trozos de corazón rotos.
    Sus ojos de cupido se encontraron con los de la huesuda chica, y pudo ver dentro de ellos una imagen. Una pareja que él acababa de formar. Un chico de cabello dorado, y una chica de cabello rojizo besándose. Cupido lo comprendió.
    Al formar aquella pareja, destruyó el corazón de alguien más. Al formar una nueva historia de amor, dejó desamparada otra, que posiblemente podría iniciar. Al emocionarse, y formar esa pareja sin pensarlo, le hizo daño a la chica.
    «Oye, escúchame… linda, tienes que escucharme…», cupido trató de hablarle, pero era imposible.
    Sintió una pequeña punzada de culpa. Se puso en pie, y salió de la casa, volviendo sobre sus pasos hacia el taller. Ya dentro, se topó con lo que se esperaba, miles de corazones de cristal más, flores y cartas. Sin embargo, avanzando entre los corazones de colores, se encontró con un corazón negro y desamparado. La rabia comenzó a deslizarse hacia su rostro, y cupido tiró del corazón, arrancándolo del techo. Salió del taller, no sin antes tomar una flecha con punta irregular.
    Ya fuera, en las calles, justo delante de la casa donde había ocurrido todo, al pie de la puerta, lanzó el corazón estrellándolo en el suelo. De éste, surgió una espesa bruma que ascendía hacia el cielo. Cupido acercó la flecha hacia la bruma, y su color pasó de un rosa pálido, a un brillante negro. Tragó saliva fuertemente aferrando la flecha con su mano. Extendió sus alas, y con su mano libre comenzó a arrancar un montón de plumas, consiguiendo muecas de dolor, y pequeñas lágrimas emergentes de sus ojos. Cuando su espalda se encontraba libre de alas, sangrando, acercó la flecha a su cuello, con un tiro hacia atrás, soltó al frente, tal y como cuando flechaba a la gente. Su mirada se volvió borrosa, y antes de caer en un profundo sueño, escuchó los gritos lejanos de una chica.
    Cupido había tomado el primer corazón roto que provocó, para causarse el mismo sentimiento que le había causado a aquella chica. Sus párpados se abrieron, en un tiempo indefinido para él. Lo primero que logró ver fue cuatro paredes blancas. No estaba en su taller.
    A su lado, una chica le miraba fijamente, con una dulce sonrisa sobre los labios. Fue la misma chica a la que le rompió el corazón. No entendía cómo la chica podía estar tomando su mano, y cómo podía verlo a los ojos, si para los mortales, él era invisible.
    Cupido sabía que era un intento inútil, pero no perdía nada intentándolo. Carraspeó su garganta, y con dificultad susurró: «O-oye…».
    Cupido se sorprendió al escuchar su propia voz. Tal sorpresa creció al ver que la chica le sonreía, que la chica le había escuchado, y estaba mirándole. «¿Sí?». La chica respondió.
    Un montón de lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos. Sentía por primera vez lo que miraba en los corazones de la gente que flechaba.
    Sentía amor, sentía tranquilidad, sentía la vida. Sintió todo eso, con mirar a la chica a los ojos. Volvió a comprender otro suceso.

    Al clavarse la flecha con ese sufrimiento humano en ella, mató al cupido que era, y se convirtió en un débil humano.

    Clavándose esa flecha, sólo logró acabar con su alma de cupido, y colocó en sí mismo el sufrimiento humano, la debilidad del hombre, y la facilidad para ser herido que poseía éste ser.

    Clavándose esa flecha, se obligó a enamorarse de aquel corazón roto que provocó.

    Clavándose esa flecha, logró cumplir con su sueño, sellar una última historia de amor.

    La suya.
     
    Última edición: 25 Marzo 2016
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