El frio de la noche se junta con el olor a agua salada. Pasamos mucha hambre, frio y no tenemos apenas agua potable. El espacio es muy reducido, casi puedo tocar el agua del mar. Los demás están igual o peor que yo, algunos tiemblan por el frio, otros por estar enfermos, las noches y días son largos. Nos dejamos llevar por promesas de una nueva vida, estábamos ilusionados, nuestros familiares trabajaron duro para pagar este viaje. Lo que no sabíamos es que se iba a convertir en un viaje sin retorno y mucho menos sin ida. Éramos 30 en la patera o balsa pero ahora somos 19, muchos nos han dejado, pocas esperanzas quedan. Veo a lo lejos unas luces, queda poco para llegar pero no creo que llegue con vida. Una luz nos ciega, y oigo unas voces. Un barco de rescate, nos suben a su barco y unos hombres me ponen algo en la boca, pronto siento que puedo respirar con más facilidad y me cubren con una manta evitando que me congele. ―Tranquilo, te pondrás bien―dice la voz acariciándome la cabeza. Por suerte estoy sano y salvo, pero muchos no han tenido esa suerte. Ahora tengo la esperanza de poder trabajar y algún día volver con mi familia. Fin