One-shot Un par de copas de más [FSN | UA]

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No pregunten, porque ni yo sé uwuwuwuw

SweetSorrow Yáahl alskjdakldsa

Un par de copas de más
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Se pasó una mano por la nuca, sintiéndola levemente pegajosa, e hizo una mueca luego de agitarla a un costado. ¡Qué calor hacía allí! Se empinó el vaso de cerveza, matando cualquier rastro de bebida, y vio en todas direcciones. ¿Dónde se había metido Jez? No recordaba bien cuándo ni cómo la había perdido. Se dejó caer sobre un sofá cercano y el mundo giró un poco. Joey dejó caer la nuca hacia atrás y soltó una risa, viendo cómo las luces azules y rojas se movían.

Ah, estaba muy borracho…

Algo, similar a una señal parpadeante, se activó en su cerebro y enderezó la cabeza, escrutando a la gente a su alrededor. No, no encontró el cabello blanco de Jez; pero una esencia diferente, extrañamente hipnótica, capturó su atención al pasar caminando grácil y suave frente a él. Reluciente cabello negro, piernas pálidas y esbeltas, una nariz respingada preciosa. Joey siguió su trayecto, sin despegarle los ojos ni un segundo, y ¿ya estaba de pie? Vaya, sus piernas se habían movido solas. Siguió a la extraña hasta la barra, donde ella se sentó y pidió algo. Joey se palmeó el rostro, buscando espabilarse, y su andar se volvió casual y relajado por arte de magia.

O quizás era el arte de las hormonas.

—¿Qué tal, hombre? ¿Me das una cerveza?

Luego de saludar al barman como si fueran amigos de toda la vida, Joey relajó los codos sobre la barra y soltó un suspiro, distrayendo su mirada en varias direcciones hasta que… oh, oh, pero qué casualidad.

—Sí que hace calor aquí, ¿eh?

La chica escrutó a Joey de soslayo, bastante seria, y su expresión se alteró por un breve instante antes de recobrar la compostura. Giró la butaca móvil hacia él y le sonrió, descansando la mejilla en su mano. Wickham tuvo que tragarse el asombro al encontrarse con unos ojos carmín tan filosos y brillantes al mismo tiempo.

—La verdad que sí. Podrían invertir en un par de aires.

Joey intentó contener la chispa de emoción que saltó en su pecho al recibir una respuesta satisfactoria y carraspeó la garganta, correspondiéndole la sonrisa.

—Acabaré pidiendo el libro de quejas. Prácticamente soy un socio vitalicio y no veo que la situación mejore.

—Oh, ¿vienes mucho por aquí?

—Sí, bastante. Tú no, ¿verdad?

La chica amplió su sonrisa y sacudió la cabeza. Joey no se creía lo bonita que era.

—No, no realmente —confesó—. ¿Cómo lo sabes?

—Bueno —dijo Joey, estirándose un poco y poniendo mirada de galán—, creo que ya me conocerías muy bien si te hubiera visto antes.

La chica abrió sus ojos por un momento, y Joey temió haberse pasado; pero luego escuchó una risa melodiosa, como de golondrina, y ni se esmeró en contener el suspiro. Mierda, ¿quién era esa Artemisa?

—Eres divertido —comentó ella, recibiendo su bebida y dándole un trago.

Joey alzó su vaso de cerveza y brindaron. Ni siquiera se habían presentado aún, pero él ya se sentía en el paraíso.

—Me llamo Joey, por cierto.

—Yo soy Chidai.

Wickham alzó las cejas.

—¿Chidai? Ese es un nombre extraño.

—Ah, lo sé. Culpa a mis padres.

Bueno, tenía un nombre bastante regulero, ¡pero a quién podría importarle! Con esa mirada y ese cabello y esa sonrisa y esa…

—¡Joey! ¡Al fin te encuentro!

La voz de Jez se impuso como un megáfono por sobre los ruidos del lugar, llegando junto a ellos. El muchacho se iluminó al verla y abrió amplios los brazos para atraerla hacia él cuando la tuvo cerca.

—¡Ah! ¡Ella es Bellabel! —exclamó, presentándolas—. Bellabel, ella es Chidai.

Jez, intentando ignorar el calor que se apoderó de su rostro al ser interceptada por Joey, reparó en la jovencita frente a ellos y… frunció el ceño. Volvió a mirar a su amigo, y nuevamente a la chica. Los ojos rojos de ella se entornaron al conectar con los suyos, y le sonrió de forma extraña.

—Hola… ¿Bellabel? Es un gusto. Vaya, se ve que todas tenemos nombres extraños hoy.

—¡Ah, no! —exclamó Joey, riendo—. Se llama Jez, Jezebel. Yo le digo Bellabel.

La albina sintió que tenía que decir algo, pero seguía demasiado compenetrada en… intentar comprender qué rayos le hacía ruido de la situación. Sus compañeros siguieron hablando como si nada, luego de que Joey la soltara y volviera a enfocarse en Chidai.

Chidai, Chidai, Chidai, Chidai…

Entonces, la iluminación cayó sobre ella cual epifanía divina, y el alcohol que llevaba en sangre le impidió manejar el asunto con modestia.

—¡Ah! —exclamó, captando de inmediato la atención de los otros—. ¡Daichi!

La reunión social se congeló de repente, tal cual el cerebro de Joey. El muchacho volvió la vista a su flamante conquista, y la verdad le cayó encima como una cubeta de hielos en la espalda. El cabello negro, los ojos rojos, la piel blanca.

—¡Daichi! —chilló, incorporándose de un brinco, con una mano en el pecho.

Sentía que iba a escapársele el corazón.

La chica —ahora chico—, observó a sus acompañantes y suspiró, encogiéndose de hombros.

—Bueno, fue entretenido mientras duró.

—¡Daichi, ¿qué carajos?! —bramó Joey, echándosele encima con un dedo acusador—. ¡¿Qué haces vestido de mujer en un club nocturno?!

El muchacho, divertido, le guiñó un ojo y le lanzó un beso al aire.

—¿No es obvio? Divertirme un rato~