Un nuevo mundo

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por Kayr, 30 Diciembre 2011.

  1.  
    Kayr

    Kayr Iniciado

    Libra
    Miembro desde:
    29 Diciembre 2011
    Mensajes:
    15
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Un nuevo mundo
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    964
    Nombre: Un nuevo mundo (Antes: My new life without you)
    Autor: Kayr
    Géneros: Romance
    Advertencias: UA parcial y OCC.
    Permisos: Inuyasha y todos sus personajes y escenarios pertenecen a Rumiko Takahashi. Yo solo los utilizo sin ánimo de lucro. La idea de este fanfic es mía.
    Publicaciones: FanficsLandia (Kayr), Fanfiction.net (Kayr)

    _________________

    Prólogo.
    La noche se mostraba realmente fría en todos sus aspectos. La redonda y hermosa luna llena se hallaba cubierta por el espeso manto de grises nubes que amenazaban con dejar caer una gran tormenta.

    Frenó su caminar y, con una de sus manos agarrando fuertemente el quimono por la parte de su pecho, miró hacia detrás despidiéndose de la calidez del frío castillo en el que había convivido junto con su señor el último año y medio.

    Hacía realmente poco tiempo que le había rogado a Sesshomaru, su señor, para volver con él y Jaken a las Tierras del Oeste. Desde el mismo día que había pisado el castillo se había sentido en casa, cosa que no había ocurrido nunca en su estancia con los humanos. Y de igual manera desde ese mismo día había recobrado sentimientos que habían estado dormidos en lo más profundo de su corazón, haciéndolos todavía más poderosos de lo que ya eran.

    Había decidido marchar lejos sin que su amo lo supiera, sin tener su protección en un lugar tan peligroso como lo era el bosque en mitad de la noche. Con gran pesar en su corazón se dio la vuelta y miró a la pequeña gatita de color crema. Poseía una mancha negra en forma de rombo en la frente, así como las orejas, las patas. Y dos franjas, en cada punta de las dos colas que tenía, de color negro.

    Le quedaba muy poco para llegar a la altura de aquel ser mágico pero cada paso que daba era como una punzada en su corazón. Sabía que si se iba ya no podría volver a ver a su señor nunca más y eso la lastimaba por dentro.

    ¿Cuál era la razón que la impulsaba a abandonar a su señor? Lo amaba, había aprendido a querer, más que como un padre, a ese frío youkai. Pero ella, aun con todo lo que sentía por él, sabía que no iba a ser más que una gran carga para su señor y que él nunca la podría amar. Por esa razón quería marcharse lejos de él, porque no quería sufrir por un amor no correspondido.

    Le había dejado una carta a Sesshomaru explicando su marcha pero no el motivo real de su partida. Sabía que a un poderoso señor youkai no iba a interesarle que una simple humana le amase. Es más es posible que incluso le alegrase su partida.

    Unas lágrimas rebeldes comenzaron a resbalar por su blanquecino rostro mientras se montaba en Kirara transformada. Había aumentado enormemente su tamaño, los colmillos se le habían alargado, también le había crecido una mata de pelo leonina en el cuello y tanto sus patas como las puntas de su cola estallaron en llamas.

    Se abrazó a ella y sollozó por alejarse de su hogar, de su vida... y por sobre todas las cosas, de su amor.

    De lo que no se había percatado la joven era que un par de ojos ambarinos fijaban su fría mirada en ella con decisión. La mano del portador de tales ojos apretaba fuertemente, en su mano derecha, una hoja escrita con una bella caligrafía.

    –Te daré dos meses –musitó con voz fría, carente de sentimientos. Cerró los ojos con calma y al abrirlos ni la figura de su protegida ni la de aquel animal se hallaban a la vista. Ella había huido y él había decidido darle un corto periodo de tiempo para que volviera por voluntad propia– si no vuelves por ti misma, iré por ti.

    Él se había dado cuenta de que algo extraño ocurría durante los últimos días con su protegida ya que no actuaba como normalmente hacía. Había decidido ignorarlo hasta esa noche en la que había entrado en su habitación, creyéndolo dormido con otra youkai, para dejarle esa hoja que llevaba en su mano.

    Kirara alzó el vuelo y tras un tiempo llegó al poblado de InuYasha el alba ya se adivinaba en la lejanía y en la entrada Kagome la esperaba para comenzar con lo que tenía previsto. Kagome le había ofrecido, sabiendo su situación mediante cartas, que se fuera a vivir con sus padres. Ella le había contado muchas cosas del futuro por lo tanto sabría cómo actuar en la mayoría de los casos.

    Vio a la morena que la esperaba y bajó del lomo de Kirara. La joven sacerdotisa se acercó a ella y la abrazó con dulzura. Tras unos segundos Kagome inició la marcha mientras miraba hacia detrás.

    –Vamos, ya todo está listo –aseguró la sacerdotisa. La sonrisa que adornaba su rostro se apagó– ¿Estás completamente segura de que quieres ir a vivir al mundo del futuro?

    –Sí, Kagome-sama –respondió Rin cuando llegaron al pozo. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios– es mi decisión final. Aquí solo soy una carga para Sesshomaru-sama.

    –Pero no está bien desaparecer así, sin despedirte –Kagome intentaba, por todos los medios, buscar una razón para que la pequeña no cruzara el pozo. Incluso la vaga esperanza de que Sesshomaru apareciera y la detuviera rondaba por su mente.

    Rin se elevó quedando sentada en el borde del pozo. Con una enorme sonrisa se despidió de Kagome y miró al fondo.

    –Muchas gracias por todo, Kagome-sama –dijo antes de sonreír.

    Saltó, y al estar en el interior del pozo, sintió como todo su mundo daba vueltas. Pasados unos segundos la joven, de cabellos castaños, se desmayó.
     
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    Un nuevo mundo
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    2018
    Capitulo 1.

    La luz entraba incansablemente, en la habitación, por la ventana. Se dio la vuelta tapando su rostro con el grueso edredón que la cubría del crudo frío del invierno. De alguna manera esa calidez la hizo recordar la estola de su señor.

    –¡Un momento! –chilló mientras, asustada, se sentaba en la cama. Lo último que recordaba era el duro suelo del pozo donde había caído. Miró a su alrededor y lanzó una exclamación ahogada ya que no reconocía el lugar donde se hallaba.

    La muchacha se levantó de la cama de un salto y sintió un mareo que la hizo quedarse quieta durante un momento. Tras unos minutos, ya un poco más serena, se pudo mantener en pie sin ningún problema y salió corriendo de la habitación. Un olor dulce llegó a su nariz y siguiéndolo llegó hasta un lugar extraño para ella, lleno de aparatos que no conocía. Pudo deducir el nombre de algunos debido a las extensas charlas de Kagome sobre su época.

    –¡Rin! –exclamó alguien a su espalda. Sintió como unos brazos finos la rodeaban, fuertemente, por la espalda y la elevaban en vuelo– por fin despertaste, me alegro.

    –¿Kagome? ¿Qué haces aquí? –cuestionó la joven desorientada ya que creía recordar que ella se había quedado en la edad media. Sintió un dolor punzante en la cabeza y se llevó la mano al lugar de donde venía el dolor sintiendo bajo sus manos el liso cabello castaño y liso– ¿Por qué me duele tanto la cabeza?

    –¿Qué te ocurre, Rin? –preguntó mientras se posaba frente a la pequeña y rozaba su frente con el dorso de la mano. Rin hizo un mohín de dolor al sentir los dedos de Kagome sobre su piel– caíste, todavía no sé como, por el pozo y cuando te encontré estabas inconsciente por eso te llevé a tu cama... Nos asustaste a todos, mi madre estaba preocupadísima al igual que el abuelo y Sota.

    “En el pozo”, pensó la muchacha, “No fue un sueño”. Una sonrisa asomó por sus labios y sus ojos marrones comenzaron a brillar. Cerró los ojos y suspiró soñadora recordando a su señor pero todo desapareció al recordar que él nunca se rebajaría a estar con una simple humana como lo era ella. Rin abrió los ojos abatida y suspiró cansada.

    –Tienes que vestirte, Rin –ordenó la sacerdotisa tras lanzar un ligero vistazo al reloj de pared colgado tras la nombrada. Kagome vio como Rin negaba con la cabeza.

    –Sí, Kagome-sama –murmuró lo suficientemente fuerte como para que la pudiera escuchar.

    –Rin, te encuentro muy extraña –musitó Kagome mientras le lanzaba una mirada extrañada. La morena alzó una ceja– y deja de llamarme tan respetuosamente, por favor.

    La chica tomó la mano de Rin y la volvió a guiar a su habitación. Sobre la cama, arreglado, se hallaba el uniforme del instituto.

    –Mamá debe de haber pasado por aquí con la colada seca –murmuró Kagome con una sonrisa. Esperó fuera a que Rin terminara de vestirse y la hizo salir para mirarse en un espejo– estás perfecta.

    –No, todavía falta algo –dijo mientras se fijaba en su cabello largo totalmente suelto. En la parte derecha de su cabeza tomó unos cuantos mechones y se hizo una coleta dejando todo lo demás suelto. “Cómo cuando era pequeña”, pensó la joven sonriente, “Cómo cuando me encontré con Sesshomaru-sama”– Ahora sí que estoy preparada.

    –Ahora estás magnífica –exclamó la sacerdotisa. Mientras abrazaba a la joven– vamos o llegaremos tarde a nuestro primer día de instituto.

    Kagome le entregó una mochila como las que ella solía llevar y salieron de casa cerrando la puerta y despidiéndose de todos. Rin miró extasiada todo a su alrededor. El templo, las calles, las casas, los coches... todo era nuevo para ella, pero nada la asustaba ya que era demasiado curiosa.

    Al ver a Kagome en su casa había pensado que algo había salido mal, pero todo se confirmó al chocar contra un joven, un poco mayor que ella.

    –Ko...haku –musitó Rin. El chico no la pudo escuchar ya que tras levantarse se había marchado.

    –Vamos, Rin o no podremos coger ninguna optativa buena –ordenó la morena que la tomó de la mano y echó a andar.

    Llegaron frente a un enorme tablón en el que había un montón de extraños pergaminos con cosas escritas. Rin había aprendido a leer con su señor y luego con la anciana Kaede.

    –Yo me voy a apuntar a teatro –dijo al fin la chica. Se dio cuenta de que llevaba un bolígrafo en la mano– ¿Te apuntas conmigo, Rin?

    –Vale –musitó cohibida ya que era lo único que no veía extraño. Informática “¿Qué es eso? Será algún tipo de tortura de la época de Kagome-sama”. Francés “Que cosa tan extraña, nunca había escuchado semejante palabra”– es lo mejor.

    –Aparta de mi camino chica tonta –dijo un joven de cabellos plateados empujando a Kagome a un lado. La joven cayó al suelo y miró al muchacho de manera asesina.

    –Eres un bruto idiota, Inuyasha –chilló Kagome mientras se levantaba.

    –Pero así me quieren –dijo el chico como respuesta. Pasó ante una sorprendida Rin que mantenía los ojos totalmente abiertos. Nunca había visto a Inuyasha sin sus orejas de perro.

    Soltó una risita al recordar como los hijos de Sango siempre molestaban a Inuyasha tirando de sus orejas. Más no tuvo demasiada suerte pues el chico la escuchó reírse.

    –Valla, valla, así que la niña se ríe de mí –suspiró Inuyasha con una sonrisa torcida que hizo que la castaña diera un par de pasos hacia detrás.

    –Inuyasha te recomiendo que te dirijas a tu clase –dijo una voz monótona a su espalda, una voz muy conocida por Rin. La joven frunció el ceño y sus ojos se cristalizaron. Mordió sus labios y sorbió por la nariz fuertemente. “A...amo”, pensó– que casualmente es conmigo.

    Rin pudo escuchar una maldición saliendo de los labios del derrotado hanyou. Lo pensó mejor, ahí no era un hanyou era un simple humano... Como otro cualquiera. Por un momento se fijó en sus ojos y pudo descubrir que el inusual color ambarino no se había ido de sus orbes.

    –Según he leído todos ustedes tienen clase conmigo –dijo tras leer la lista en la que se habían apuntado– recojan sus horarios y no lleguen demasiado tarde. Este es el tuyo, Inuyasha.

    –Pero yo también puedo... –gritó molesto el hanyou mientras un sonrojo gracioso corría por su rostro.

    –Lo sé –respondió fríamente el hombre sin siquiera dirigirle una mirada– pero también sé que si vas, no irás a mi clase.

    Inuyasha tragó saliva fuertemente mientras ambas chicas salían de ahí rápidamente para que su nuevo profesor no las regañara al igual que a Inuyasha. Rin sintió una profunda mirada en su espalda y se dio la vuelta justo a tiempo para ver como su profesor se daba la vuelta. La joven aceleró el paso y adelantó a Kagome.

    –Rin, ¿Qué te ocurre? –preguntó la joven morena. Tomó a la otra, con una mano, del el hombro y la detuvo haciéndola voltearse. Vio el sonrojo de la compartía su casa y agregó– Ya entiendo, debió ser el profesor Sesshomaru. Es muy apuesto, pero muy frío. Es el hermano mayor del idiota que me ha tirado al suelo, Inuyasha.

    –Kagome... Sé que puede sonar muy extraño pero... –Rin quedó en silencio al darse cuenta de que ya habían llegado a secretaría.

    –¿Decías algo, Rin? –preguntó Kagome más en ese momento una negación por parte de su amiga hizo que enarcara una ceja pero que olvidara el tema. Entraron y recogieron sus horarios. Coincidían en las horas de optativa– ¡No puede ser! Al cabo de la semana son seis horas.

    –Ahora mismo nos toca con él –musitó Rin. Kagome le había explicado que las horas optativas las daban todos los cursos juntos.

    Caminaron rápidamente al escuchar el sonido del timbre repetidas veces. Kagome la tomó del brazo y comenzó a correr en dirección al aula de teatro. Cuando estaban a punto de llegar vieron al profesor con una sonrisa maliciosa cerrando la puerta.

    –Hemos llegado, profesor –gritó Kagome mientras entraba en la clase antes de que terminara de cerrar la puerta.

    Rin estuvo a punto de ser golpeada por la puerta ya que al ver la alta figura de Sesshomaru había hecho que quedara petrificada.

    –¿Tiene algún problema? –preguntó alzando una ceja. Al ver como su alumna negaba con la cabeza y se adentraba en la clase cerró los ojos y terminó de cerrar la puerta. Si alguien llegaba después se quedaría fuera, ya lo tenía decidido. Se acercó a su asiento y miró a todos los presentes, sentados en mesas delante de él. Sesshomaru se sentó sobre el borde de la mesa e incitó a todos para que colocaran las mesas en forma de U a su alrededor– creo que antes de comenzar con nada debemos presentarnos.

    –Sesshomaru ¿Por qué tanto formalismo? –preguntó fastidiado Inuyasha mientras fruncía la nariz.

    –Comenzaré yo. Mi nombre es Sesshomaru no Taisho y os advierto de que no me gustan los gandules –dijo ignorando al hanyou– aquel que se apuntara a teatro para descansar estaba muy equivocado. A aquel que yo nombre tendrá que ponerse en pie y decirme un deseo que tenga. Pero tendrá que ser actuando.

    Muchos no habían entendido a lo que se refería por lo que Inuyasha fue obligado a ser el primero.

    –Mi mayor deseo es ser un demonio para así poder matar a mi medio hermano –gruñó Inuyasha mientras su rostro parecía una máscara furiosa– por robarme aquello que más amé en mi vida. Por robar lo poco que tenía.
    –Suficiente, Inuyasha –dijo Sesshomaru mientras lo miraba fríamente– ahora será el turno de Rin.

    –Mi mayor deseo es poder volver con la persona que más amo –suspiró mientras su rostro se teñía de rojo al mirar los ojos ambarinos de Sesshomaru. Más su expresión mudó al recordar a su auténtico señor– más es algo imposible para mí ya que odia a los que son como yo. No podía ignorar que era una carga, una molestia, para él por lo que decidí marcharme. Decidí huir de su lado...

    –Cómo una cobarde –largó Sesshomaru con frialdad– Sango.

    Así, Rin, se dio cuenta de que casi todos aquellos que había conocido en la época del Sengoku estaban ahí; Sango, Miroku, Shippo, Kohaku... cada uno pertenecía a un curso distinto pero todos habían coincidido en la misma optativa.

    A la castaña le hizo gracia saber que el sueño de Miroku era matar a Inuyasha y ser el padre de los hijos de Kagome y Sango.

    –Bien, antes de nada debemos saber sobre qué haremos el teatro a final de curso –comentó con voz monótona el profesor. “He de mentalizarme de que no son los mismos con los que estoy acostumbrada a tratar”, pensó la joven Rin.

    –Podríamos hacer algo sobre el periodo del Sengoku –exclamó uno de los jóvenes. Entre sus manos portaba un grueso libro de literatura en el que había viejos pergaminos fotografiados.


    –¡Amo bonito! –gritó, el pequeño sapo verde, alterado– ¡Amo Sesshomaru! ¡La mocosa ha desaparecido! ¡No la encuentro por ningún lugar!

    El señor del castillo solo le dirigió una mirada de dura advertencia haciendo que el pequeño youkai se encogiera en su lugar. Sabía que si a la mocosa le ocurría algo él sería quién pagaría con su propia vida. Vio como su amo apretaba algo en una de sus manos y suspiró al reconocer la letra de la joven humana.

    –Se ha ido –respondió serenamente a sus gritos. Soltó la carta y se dio la vuelta. Sesshomaru había pasado el resto de la noche mirando el punto exacto donde había desaparecido su protegida. Siempre con el ceño fruncido y en silencio. La luna había sido la única testigo de su muda promesa, una testigo que se llevaría su silencio hasta el final de los tiempos.

    Lanzó una leve sonrisa ladeada al saberse solo. El mononoke suspiró y se dio la vuelta volviendo a su vida y a sus obligaciones.

    –Dos meses –se recordó a sí mismo.
     

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