Otro Un hombre de confianza

Tema en 'Relatos' iniciado por Manuvalk, 22 Mayo 2018.

  1.  
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    14 Diciembre 2013
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    687
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    Escritor
    Título:
    Un hombre de confianza
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    8447
    Esto es una expansión de mi historia, titulada Los Viajeros y en la que veréis más de los personajes protagonistas de éste one shot. Os dejo el link:



    Dicho todo, espero que os guste y disfrutéis de la lectura.




    Año 2124. Leonardo Santos, conocido en su círculo más cercano como Lio, trabajaba en un almacén de reparación de lanzaderas civiles. Vivía en los barrios bajos de la Tierra junto a su hermano y única familia, Fabio Santos, quien trabajaba con él. Sin embargo, un día, todo cambió.

    [...]

    Llevaba desde primera hora de la mañana lloviendo de manera notable y sin embargo, no cedía. Lio salió de su casa sin el paraguas y se dirigió como todos los días hacia el almacén en el que trabajaba, a tan solo unas manzanas de su vivienda.

    Por encima suya, las lanzaderas civiles sobrevolaban las calles. Era una nueva era para la humanidad, moderna, donde los coches con ruedas habían dado paso a vehículos voladores.

    Lio siguió su camino hasta llegar a su lugar de trabajo. La puerta estaba abierta, por lo que Lio asumió que su hermano ya se encontraba dentro.

    — Eh, Fabio, ¿nos ponemos con la lanzadera de Gibsy?

    Lio no recibió respuesta. Pensando que quizá su hermano se encontraba en el baño, el hombre fue a tomar una llave inglesa para proseguir con un arreglo que tenían pendiente, sin embargo, en el lugar donde almacenaban herramientas faltaba esa llave.

    — ¿Has cogido tú la llave inglesa? La necesito, hermano — Dijo Lio, que comenzó a preocuparse al ver que no obtenía respuesta — ¿Fabio? ¿Estás ahí?

    Lio comenzó a buscar a su hermano por todo el almacén. Miró en el cuarto de aseo y en la zona donde arreglaban lanzaderas, pero no estaba. Cuando entró en la cabina, donde dejaban sus pertenencias y tenían un ordenador para tramitar los pagos y arreglos que hacían, Lio se encontró con lo peor.

    Su hermano yacía con un golpe en el cráneo, sin vida y en el suelo rodeado por un círculo de sangre y con la llave inglesa que él buscaba, a un lado. El joven Santos comenzó a llorar, sin poder creerse lo que sus ojos veían.

    Entre llantos se arrodilló y acarició el rostro de Fabio, ahora frío. De pronto comenzó a escuchar movimiento en la zona de arreglos.

    — ¡Buscad a ese asesino, vamos!

    Lio supo que se trataba de algún tipo de trampa, por lo que permaneció en silencio y observó la situación delicada en la que se encontraba. Se trataba del cuerpo de policía creado por La Unión, un grupo que operaba entre la policía estándar y la milicia.

    Estos eran un total de siete personas y parecían registrar el almacén en busca de Lio. El hombre no lo dudó y cuando vio la oportunidad salió corriendo por la puerta trasera. El golpe de la puerta con la pared hizo que los policías salieran corriendo tras él.

    — ¡Detente ahora mismo! — Le gritaron desde atrás.

    Lio comenzó a correr por un callejón mientras era perseguido. Saltó una pequeña valla y se metió en una vivienda ajena, mientras la recorría, una mujer gritaba aterrada al ver a un intruso en su hogar.

    — ¡Lo siento, ya me marcho! — Dijo Lio, que no quería asustar a nadie.

    — ¡Para de una maldita vez! — Exclamo un policía, que iba tras él junto a varios más.

    Lio abrió una de las ventanas y se asomó, pero el salto era muy alto y podría matarle. Quedándose sin opciones, el hombre decidió saltar, tratando de llegar a la azotea de enfrente. Pese a que necesitaba un gran salto para no caer al vacío, Lio decidió arriesgarse.

    No quería que lo confundieran con el asesino de su hermano, simplemente quería huir de la policía para buscar por su cuenta al verdadero asesino.

    Decidido, Lio hizo un gran esfuerzo y saltó con todas sus fuerzas. Muy al límite, logró sujetarse del borde de dicha azotea mientras los policías lo miraban con asombro.

    — ¡Vamos, todos abajo! ¡Lo cazaremos en tierra firme!

    Lio observó como la policía se iba. Acto seguido se incorporó en la azotea de aquel bajo edificio y se apoyó en sus rodillas, respirando hondo. No podía creer que su hermano había sido asesinado, no lo terminaba de procesar.

    Dolido, comenzó a pensar en cuál sería su siguiente movimiento. Principalmente tenía que desaparecer del mapa para que la policía no le encontrara. Lio tenía claro que iba a vengarse.


    [...]

    Habían pasado tres meses desde la muerte de Fabio. Lio había permanecido a la sombra, moviéndose por zonas donde la policía difícilmente le buscaría e investigando por su propia cuenta. Todos los indicios y las pistas le habían llevado a un criminal también buscado por la policía por venta ilegal de droga y armas.

    Su nombre era Fred Baker, un tipo escurridizo y difícil de localizar. Sin embargo, esos tres años le habían servido a Lio para encontrar su paradero.

    Un tugurio de mala madre llamado Exodus, donde se servían bebidas y había prostitución a raudales. Fred frecuentaba ese local que estaba en un barrio peligroso al que la policía casi nunca accedía.

    Lio entró en aquel lugar como un cliente más. El ambiente en aquel local era muy íntimo, con luces al mínimo y una música relajante. Santos se sentó en la barra, donde el barman se encontraba.

    — ¿Qué quieres? — Preguntó el tipo, con cara de pocos amigos.

    — Ponme lo mejor que tengas — Respondió Lio, dejando sobre la barra muchos dólares.

    — Joder colega, ¿celebramos algo? — Dijo un tipo sentado a unos metros de él.

    — Sí — Murmuró el joven Santos con una sonrisa que escondía muchas cosas — Hoy voy a ver a un viejo amigo.

    — Vaya, debe ser un tío afortunado — Dijo el hombre que estaba sentado a unos metros.

    — Aquí tiene, caballero — El barman le puso un vaso del mejor whiskey que tenían y tomó todo el dinero que le había dejado en la barra — ¿Desea algo más? Tenemos chicas de compañía...

    — Quiero ver a Fred — El tono de Lio sonó muy seco y roto, cosa que intimidó al barman.

    — ¿Quién? No conozco a ese hombre.

    Lio se tomó de un trago el vaso de whiskey y cuando menos se lo esperaban tomó al barman del cuello y lo aproximó a su cara. El hombre que se encontraba sentado a unos metros de él comenzó a sonreír al ver aquello.

    — Fred Baker, amigo — Musitó Leonardo con seriedad — ¿Seguro que no lo conoces?

    — ¡Oh, oh, ya me acuerdo! — Exclamo el tipo, haciendo que Lio le soltara — Se encuentra en el pasillo de la derecha, habitación del fondo.

    — Es usted muy amable — Murmuró Lio, empujándole contra la estantería de botellas, que provocó su derrumbamiento.

    Lio se dirigió con tranquilidad hacia el pasillo cuando un hombre corpulento se interpuso en su camino. Aquel hombre parecía el segurata del bar y estaba decidido a echar al joven Santos de allí a patadas.

    — Debe irse de aquí, no permitimos peleas en éste local — Dijo el de seguridad, mostrándose inflexible.

    — Pues está a punto de empezar una — Respondió Lio, tomando la mano del guardia y doblándosela hasta el punto de partirle la muñeca.

    Mientras el hombre de seguridad se quedaba gritando en el suelo al verse la muñeca rota y los pocos clientes que había observaban a Leonardo con asombro, éste se metió por el pasillo y se dirigió a la habitación del fondo.

    La luz tenue y débil de aquel antro contrastaba con las paredes pintadas de rosa. De no ser porque Lio había estudiado el local, habría dicho que era para gays.

    Una vez llegó a la puerta del fondo comenzó a oír música a un gran volumen. Lio tocó a la puerta repetidas veces, sin respuesta debido al alto ruido que parecía haber ahí dentro.

    Harto de esperar, pateó la puerta con fuerza y la abrió, sorprendiendo a tres mujeres desnudas y a Fred, que se encontraba esposado en la cama.

    — ¡Joder, capullo! — Exclamo Fred con enfado — ¡Aún me queda una hora de alquiler en ésta habitación!

    — Eh, diles a tus putas que se vayan de aquí — Murmuró Lio con seriedad y calma — No creo que les guste lo que está a punto de pasar.

    Las chicas, temerosas, optaron por irse de la habitación, dejando solos a ambos hombres.

    — ¡Eh, esperad joder! — Gritó Fred Baker, tratando de zafarse de las esposas que lo mantenían en la cama — ¡¿Dónde mierda habéis dejado las llaves?!

    Lio se quitó la chaqueta y cerró la puerta. Acto seguido se arremangó los brazos y sacó de detrás de su bolsillo una llave inglesa con una mancha de sangre seca en la punta. Fred la reconocío al instante, sabiendo entonces de qué se trataba.

    — ¿Te acuerdas de aquel mecánico al que mataste? — Preguntó Lio con cierta ira — Era mi hermano. Se llamaba Fabio.

    — Era un capullo — Respondió Fred con desprecio — Me debía dinero y nunca me lo dio. Tuvo lo que se merecía.

    Lio, furioso por oír las palabras de aquel asesino, se lanzó sobre él y comenzó a golpearle con la misma llave inglesa con la que habían a su hermano Fabio. Cuando se dio cuenta, el rostro de Fred estaba completamente desfigurado y la sangre teñía las sábanas de la cama de color rojo.

    En ese momento Lio comenzó a escuchar pasos que se aproximaban a la habitación corriendo. Antes de que pudiera reaccionar y buscar la forma de huir, la puerta se vino abajo después de un fuerte golpe y entraron al lugar varios policias armados con pequeñas pistolas.

    — ¡Las manos en alto! ¡Ya! — Le ordenó uno de los agentes de la ley, apuntándole con su arma.

    Lio obedeció y levantó las manos, dejando caer a un lado la llave inglesa que había usado para acabar con la vida de Fred Baker, teñida de sangre.

    — Novato, ve a esposarle — Dijo uno de los policías.

    Lio esperó con resignación a que le detuvieran. Un hombre tomó sus brazos y le colocó las esposas con rápidez. El policia novato levantó del suelo al joven Santos y se lo llevó hacia una lanzadera que tenían fuera del local esperándoles. En ese momento, aquel policía se volteó y observó a Lio. Éste hizo lo propio.

    — Sabes donde vas a terminar después de lo que has hecho, ¿verdad? — Le dijo aquel joven policía, que tenía escrito en una placa su nombre, Naylon K.

    Finalmente, asumiendo lo que había cometido, Leonardo Santos fue llevado a una sala de interrogatorio y tras saber más detalle de lo ocurrido sería enviado horas después a la colonia criminal: Ceres.


    [...]

    Año 2127. Tres años después de que matara a Fred Baker por venganza tras la muerte de su hermano Fabio Santos, Lio vivía en la colonia criminal de Ceres, lugar de la peor calaña de la especie humana.

    Como cualquier nuevo que llegaba a la prisión espacial, Lio tuvo que acatar las normas impuestas por el grupo que predominaba en la colonia. Y ese grupo era el de Jim Baker. Su banda era fiel a él y era la encargada de mantener el orden en el lugar, aunque a veces se tomaran la justicia por su mano en vez de dejársela a los soldados de La Unión.

    La Unión supervisaba la colonia cada cierto tiempo y contactaba con Jim para saber su estado y ver si necesitaban suministros para subsistir. Al vivir en una cúpula cerrada, dependían del abastecimiento externo si no querían morir de hambre.

    Tiempo después, Jim fue nombrado representante de la colonia tras pedir a La Unión que Ceres fuera reconocida como tal y que tuviera los derechos básicos del ser humano. Hubo una votación entre la Luna, Plutón, la Tierra y Marte, donde finalmente se decidió dar a Ceres un puesto en la embajada de colonias.

    Lio llevaba tres años a las órdenes de Jim Baker, sin embargo, no sabía que se trataba del hermano del hombre al que un día asesinó por venganza. Y es que al fin y al cabo todo terminaba por ser recordado. Y los secretos terminaban saliendo a la luz.

    Un día cualquiera en la colonia criminal de Ceres...

    — ¿Has conseguido los componentes que me faltan? — Preguntó Lio con cierta hiperactividad — Sabes que los necesito para poner el motor a punto.

    — Claro, sé tanto como tú de esto — Un hombre le dejó una caja con dichos componentes en ella — No sabes lo difícil que es encontrar esta mierda en una colonia criminal. Aquí lo ilegal es más ilegal aún si cabe.

    — ¿Unos componentes de motor son ilegales? — Lio soltó una carcajada — Ni que fueran armas, West.

    — Joder, el negocio de las armas — El hombre, llamado West, hablaba con nostalgia — Recuerdo que los mejores momentos de mi vida comenzaron cuando me metí en el tema...

    Westley Finn era un hombre de veintiseis años que había nacido en la Tierra pero que con unos padres borrachos y siendo hijo único se vio abocado a sobrevivir por su cuenta, viviendo al borde de la ilegalidad.
    West, que era como le llamaban, se metió en el negocio de la venta ilegal de armas en el momento en el que tuvo uso de razón. Era un chico inteligente, intrépido y escurridizo, cosa que muchos capos del negocio vieron en él, como si fuesen predicadores que habían visto a un emisario del señor.

    El muchacho fue sobreviviendo así gracias a las ganancias que le proporcionaba el negocio, hasta que con veinte años, la competencia le tendió una trampa y fue detenido. Desde entonces, llevaba seis años en la colonia de Ceres, y le quedaban seis más de condena. Algo que no iba a permitir, especialmente teniendo a Jim como jefe y ordenándole que produjera armamento en secreto.

    Fue así como conoció a Lio, que se encontraba en las filas de la banda de Jim como extorsionista, vigilante, sicario... cualquier cosa que el nuevo y flamante representante de Ceres le ordenara. West y Lio hicieron migas y pronto formaron una estrecha amistad, que se hizo aún más estrecha cuando surgió un plan para huir de Ceres.

    — ¿Estáis ocupados, chicos? — Preguntó una mujer que entraba en el garaje por un conducto subterráneo — Va a llegar pronto la nave mercante con el cargamento de suministros para la colonia, Jim quiere que vayas a encargarte.

    — ¿Quién de los dos? — Preguntó West, mientras colocaba una placa metálica en el lateral de una lanzadera a medio construir.

    — ¿Quién va a ser? Le digo a Lio, idiota — La mujer pareció resignarse — Tienes que darte prisa, ya sabes lo impaciente que se pone.

    — Joder, de esas reuniones siempre se encarga Logan — Recriminó Lio, dejando de lado su trabajo en la lanzadera — Gracias Dyrian, ¿te ocupas?

    — Claro Lio, nos vemos luego.

    — Adiós, señor Santos — Musitó West, sonriendo.

    — Que te den, señor Finn — Respondió Lio, riéndose.

    Dyrian Clyne era una mujer de veintiocho años que había sido detenida por posesión y tráfico de minerales. La mujer lideraba una especie de cártel que se limitaba a la venta de minerales exóticos a ricos que pagaban una fortuna por piedras brillantes de distintas colonias.

    Pese a que tuvo una buena infancia, la joven Clyne se vio fascinada por los nuevos minerales que se descubrían a medida que la humanidad colonizaba lugares del Sistema Solar. Debido a ello comenzó a estudiar mineralogía y tras licenciarse, optó por buscar minerales por su cuenta.

    Así, poco a poco fue ganando adeptos a la causa y comenzó a descubrir que podía ganar el doble de dinero que los que lo hacían de forma legal, por lo que formó a un numeroso grupo de hombres y mujeres que veían en ello una salida financiera.

    Finalmente, tras más de cuarenta ventas y millones ganados, La Unión descubrió sus irregularidades económicas y ahondó en la herida, hasta encontrar la verdad de todo ese dinero que Dyrian invertía en casas, una en cada colonia formada por la humanidad. Cuando la descubrieron, la mujer no tuvo tiempo para huir y fue condenada a diez años en la prisión espacial, Ceres.

    Había pasado cuatro años en ella, por lo que le quedaban seis más. Seis años que no quería desperdiciar allí, por lo que se unió a la causa de Lio junto a West.

    Pese a que Dyrian no lo pretendía, pronto se vio envuelta en problemas en la colonia al intentar hacer ventas dentro, pero Jim decidió aprovechar ese don a su favor y le pidió a la mujer que le diera zonas exactas de cada colonia de donde podía sacar minerales y venderlos. Ella obedeció porque no tenía más remedio, en Ceres nadie le llevaba la contraria a Jim si no quería morir apuñalado por uno de sus hombres.

    — Llegas tarde — Dijo un hombre de Jim sin mover un músculo de su rostro — El transporte espera, ya sabes lo que hay que hacer.

    — Sí, ya lo sé — Dijo Lio, metiéndose en una especie de vehículo flotante que no llegaba a ser lanzadera — Gilipollas.

    Aquel vehículo estaba programado para llevar a Lio a la entrada de la colonia criminal, donde se efectuaba la recogida de suministros enviados por La Unión.

    Allí, se encontraba el cargamento y varios soldados de La Unión rodeándolo. Junto a ellos, había varios hombres de Jim a la espera de que Lio llegara. Cuando éste lo hizo, se aproximó al que parecía liderar aquel escuadrón de soldados.

    — ¿No viene Logan? — Preguntó el soldado, sorprendido — Siempre viene Logan.

    — Hoy tendrás que lidiar conmigo — Respondió Lio con seriedad — ¿Cuánto traes esta vez?

    — El cargamento mensual estándar, amigo — Indicó el hombre armado con superioridad — Ya podéis repartirlo entre vuestra gente. Nosotros nos vamos.

    — ¿Ya ésta? ¿Esto es lo que hace Logan? — Lio se sorprendió de la facilidad del trato.

    — Joder, ¿quieres una piruleta? — Vaciló otro de los soldados de La Unión — Lárgate, escoria.

    — Basta, los dos — Murmuró el que parecía mandar — No hay nada más que hacer, nos vamos.

    El grupo de soldados de La Unión se replegó y salió de la colonia para tomar una nave de regreso a la Tierra. Los hombres de Jim comenzaron a tomar cajas y llevarlas hacia la despensa principal, de donde más tarde se repartía la comida entre los demás criminales. Lio estaba molesto porque aquello fue una pérdida de tiempo para él.

    — Eh, Lio — Uno de sus compañeros le llamó la atención — Jim quiere verte.

    — Entendido, gracias.

    Así, mientras sus compañeros seguían cargando cajas, Leonardo se dirigió a la vivienda de Jim en Ceres. Por el camino, el hombre observaba las calles de aquella pequeña ciudad protegida por una cúpula que les hacía poder respirar oxígeno. Las casas de los criminales eran bastante pobres y pequeñas en comparación a la de Jim, que parecía casi un palacio comparándola con las demás.

    La gente realizaba sus quehaceres diarios como hacer pan, cuidar de huertos y vender la fruta, construir y reparar viviendas... pese a que los trabajos eran escasos y de poca diversidad, Jim logró que la economía en dicha colonia fuera sostenible. Allí a los ladrones les cortaban una mano, y si reincidían, eran ejecutados. La Unión no se metía en la dura política de Jim y su banda, alegando que como los demás eran criminales, no se les podía castigar de otra forma.

    Lio caminó durante varios minutos hasta llegar una amplia calle que tenía al fondo una gran casa, que era la de Jim. Lio se mostraba siempre receloso al reunirse con él, pero debía hacerlo si no quería levantar sospechas. Su plan de huida implicaba obedecer órdenes y actuar como actuó durante los tres años que estaba allí; pasando desapercibido. Esa amplia calle estaba decorada con unas farolas y varios árboles artificiales que le daban un toque más de la Tierra a aquella roca llamada Ceres.

    Finalmente, tras cruzar toda esa calle, Lio llegó a la entrada de la vivienda de su jefe. Allí tenía a cuatro hombres con armas, que al conocer a Lio, no le dijeron nada y le dejaron entrar. La casa de Jim era muy extravagante, grande y muy iluminada. Tenía escaleras que iban a todos lados y habitaciones en cualquier esquina. Allí se encontró con su secretaria, que pese a que no sabía su nombre, si la conocía por las veces que había ido a ver a Jim. Era como el apellido de Jim, Lio nunca lo había escuchado en esos tres años y en Ceres nadie solía dar su apellido porque no era necesario.

    — Bienvenido, el representante Jim te espera en su despacho — Dijo la chica con total normalidad, sentada tras un escritorio en la puerta principal.

    — Gracias — Musitó Lio, que decidió pararse ante ella — ¿Me puedes decir cómo te llamas? Llevo tres años aquí y nunca lo he sabido.

    — Me llamo Lina — Dijo la secretaria rubia, sonriendo — ¿Y usted?

    — Lio — Respondió éste, que no quería perder más tiempo — Bueno, voy a ver que quiere nuestro adorado representante. Un placer, Lina.

    — El placer es mío, Lio.

    El hombre sonrió al voltearse, pues había notado en Lina cierta atracción física. Sin embargo, no era momento de ligar ni de pensar en esos temas, por lo que se acercó al despacho de Jim y tocó a la puerta.

    — Adelante.

    Lio abrió y acto seguido cerró la puerta, cosa que siempre pedía Jim, pero dadas las veces que había ido a verle, ya no hacía falta que se lo dijera. Lio tomó asiento frente al representante de Ceres, que ya llevaba en su camiseta una especie de chapa que le reconocía como miembro de La Unión.

    — ¿Mola verdad? — Jim se señaló el logo de La Unión que portaba anclado en su camisa — Pues no, la verdad es que parezco gilipollas con esto puesto.

    — ¿Y por qué lo llevas puesto?

    — ¡Joder, Lio, ahora soy un representante de La Unión! — Jim hizo énfasis en varias palabras — ¡Soy un hombre responsable!

    — Ya, en eso estamos de acuerdo — Murmuró Lio, que ya le hablaba con cierta confianza — ¿Para qué me ha llamado?

    — Vaya, no te andas por las ramas — Jim se levantó de su asiento y comenzó a observar por el ventanal de su despacho el yermo que había tras él y fuera de la colonia — Eso es algo que me gusta de ti, Lio. Vas al grano, directo. Lo respeto, créeme.

    — Y yo también lo hago — Indicó Lio.

    — Dime, ves lo que yo veo, ¿no? — Jim seguía observando por su ventanal la llanura rocosa de Ceres.

    — Sí, claro, veo suelo de Ceres — Lio no entendía nada — ¿Por?

    — Yo veo la misma explanada todos los putos días cuando estoy en este despacho — Jim parecía hablar con resignación y asco — Lo mejor de mi nuevo puesto como representante es que salgo de Ceres para reunirme con otros representantes en la Tierra. ¿No te gustaría a ti también?

    — Por supuesto, llevo tres años aquí — Dijo Lio con sinceridad.

    — Has escalado posiciones en mi pirámide de confianza durante todos estos años, y creo que eres un hombre fiable y competente, no como mis demás hombres, que son como elefantes en una cacharreria — Decía Jim con honestidad — Y al parecer, puedo tener un guardaespaldas que me acompañe a esas reuniones con los demás representantes. ¿Qué te parecería, eh?

    Lio comenzó a pensarlo. Si aceptaba se convertiría en el hombre de confianza de Jim, cosa que daría envidia y rabia a sus demás hombres pero que le daría cierto estatus. No obstante, esas salidas se producían mensualmente y además manejaba en secreto un plan de huida junto a West y Dyrian, que estaban reparando una lanzadera en secreto para abandonar Ceres de forma permanente, aunque perseguidos por la justicia. Negarse implicaría darse prisa y salir de allí, puesto que decirle no a Jim era lo más parecido a querer pasar toda tu vida en la colonia criminal. Sin embargo, Lio lo tenía claro.

    — Lo siento, representante, pero me temo que voy a rechazar su oferta — Murmuró Lio, poniendo una excusa — Protegerle es un trabajo peligroso y no creo poder soportar la presión del cargo. Espero que esto no suponga un problema.

    El rostro de Jim lo decía todo. El representante apretaba los puños, los dientes, fruncía el ceño y sus venas comenzaron a hincharse de rabia. Sin embargo y sorprendentemente, su respuesta fue muy sencilla.

    — No hay ningún problema, Lio — Musitó Jim, forzando una de sus sonrisas — Eso era todo, ya puedes irte.

    Lio asintió y salió educadamente del despacho. Una vez fuera, puso suspirar aliviado. En aquella habitación había mucha tensión tras haber negado su petición y unos minutos más podrían haber desenbocado en una pelea.

    — Hola Lio, ¿ya ha terminado su reunión con el representante? — Preguntó la secretaria llamada Lina, mostrándose muy amigable.

    — Así es — Respondió Lio, decidido a irse — Nos vemos, Lina.

    — Que tenga un buen día, Lio.

    El hombre salió de la vivienda de Jim y se dirigió rápidamente al garaje clandestino en el que trabajaba en secreto. Tenía claro que debía acelerar el proceso del plan antes de que Jim se presentara en su casa con otras intenciones.

    [...]

    Jim salió de su espacho desabrochándose el cuello de su camiseta. El tipo estaba muy enfadado con Lio por haber rechazado su mejor puesto y a su lado, cosa que le hizo daño al orgullo. Acto seguido se dirigió a su secretaria para pedirle algo.

    — Lina, ¿podrías acceder al sistema de La Unión y buscar en la carpeta de Ceres la información sobre Lio? — Jim parecía planear algo.

    — Por supuesto, representante — Dijo Lina, sin pedir más explicaciones — Se lo mandaré a su ordenador, espere unos segundos.

    — Gracias.

    Jim regresó a su despacho y se sentó frente a su ordenador. Rápidamente recibió el informe de Lio, que explicaba el motivo por el que estaba en Ceres, su condena y sus datos personales. En dicho informe ponía que se llama Leonardo Santos, había nacido en la Tierra y fue detenido por asesinar a un hombre en un local de alterne ilegal. Su condena era de de quince años.

    Jim ahondó más aún y rebuscó sobre la víctima de Lio, el hombre asesinado. Sin embargo, el sistema le denegaba el acceso argumentando que solo se podía entrar con un ordenador de clave IP en la Tierra. El representante de Ceres se frustró y golpeó la mesa con ira. Sin embargo, esa ira le dio una idea. Tomó un teléfono de satélite y llamó a alguien de la Tierra, que no tardó en cogerlo.

    Dime Jim, ¿qué ocurre?

    — Necesito que me hagas un favor, Kiat — Dijo Jim con seriedad — ¿Podrías acceder a un ordenador de la sede de La Unión y buscar el informe de Leonardo Santos en el sistema? Quiero saber a quién mató para acabar en Ceres.

    Me tomará una rato, pero podré hacerlo — Respondió Kiat al otro lado del teléfono — Por esto me hice soldado de La Unión, pequeñas ventajas. Te llamo luego para contarte que he descubierto.

    — Genial, te espero — Musitó Jim, colgando el teléfono y respirando algo aliviado — Voy a averiguar tus trapos sucios, puto Leonardo Santos.

    La espera por parte del representante fue algo corta pese a que le hizo impacientarse. Fueron diez minutos muy largos para Jim, que deseaba noticias. Estas llegaron cuando Kiat le llamó.

    — Dime — Jim cogió el teléfono muy rápido — ¿Qué has descubierto?

    Me he colado en el sistema informático de la sede de La Unión, que almacena millones de datos de cada colonia y he logrado entrar en el perfil personal de Leonardo Santos — Decía Kiat, indicando lo que había tenido que hacer — Dice que ha nacido en la Tierra, que sus padres lo abandonaron junto a su hermano cuando eran pequeños y que han vivido en orfanatos desde entonces.

    — ¡Ve al maldito grano, Kiat! — Jim quería saber el motivo por el que Lio estaba en Ceres.

    Su hermano, llamado Fabián Santos, fue asesinado pero su caso no fue resuelto, sin embargo, está archivado como resuelto — Dijo el soldado japonés con seriedad — Al parecer...

    — Un segundo — Jim se sorprendió al oír el nombre del hermano de Lio — ¿Has dicho Fabián Santos?

    Exactamente, señor — Murmuró Kiat — ¿Lo conocía?

    — No personalmente, pero sé que tuvo problemas con mi hermano y éste lo mató — Dijo Jim, recordando — Tuve que falsificar muchas cosas para que Fred, mi hermano, no fuese localizado por La Unión y llevado hasta aquí.

    Pues, siento decirle que su hermano está muerto.

    Las palabras de Kiat sentaron en Jim como si una losa de cemento le cayera sobre la cabeza. El representante sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas pero ese sentimiento de tristeza fue apagado por la ira que comenzaba a brotarle desde dentro. Jim golpeó con fuerza su escritorio, haciendo que algunas de sus pertenencias cayeran al suelo.

    — Lo ha matado él, ¿verdad? — La voz de Jim temblaba pero sonaba furiosa — Por eso llevo tres años sin saber de Fred... ese maldito...

    Así es — Respondió Kiat, prosiguiendo — Aquí pone que Leonardo mató a un tal Fred Baker, sin embargo, se negó a poner motivos en el informe policial. Si me permite, creo que se vengó por la muerte de su hermano. Y resultó ser el suyo, señor.

    Jim Baker apretó los dientes, los puños y colgó en teléfono. Acto seguido tomó una especie de walkie talkie con el que se comunicaba con sus hombres y dio unas órdenes.

    — Aquí el representante Jim Baker transmitiendo una maldita orden desde el despacho — Aquella fue la primera vez que Jim nombraba su apellido a todos — Quiero al puto Lio Santos arrodillado ante mis pies — El representante apretaba con fuerza el aparato, fruto de la rabia — Pero lo quiero con vida.

    [...]

    Lio accedió a los túneles subterráneos de la colonia para regresar a su garaje clandestino, donde trabajaba junto a West y Dyrian reparando una lanzadera para huir de Ceres. Dichos conductos no eran utilizados por nadie y fueron creados como alcantarillado aunque eran bastante amplios, por lo que la mugre y la suciedad eran dueñas de esos caminos.

    El hombre llevaba avanzando por los túneles durante quince minutos, sujetando una linterna en sus manos, cuando de pronto comenzó a oír pasos y voces. Alerta, optó por apagar su linterna y quedarse quieto, a la espera de localizar la procedencia de esos ruidos. No tardó en comprobar que se trataba de los hombres de Jim, que estaban buscándole.

    En ese momento, su walkie comenzó a recibir un mensaje. Concretamente, una orden de Jim.

    Aquí el representante Jim Baker transmitiendo una maldita orden desde el despacho. Quiero al puto Lio Santos arrodillado ante mis pies. Lo quiero con vida.

    Lio quedó en shock por un instante, al escuchar por primera vez el apellido del representante Jim. Dicho apellido le resultaba muy familiar, hasta el punto de caer en la cuenta de que se trataba del hombre al que mató en venganza por la muerte de su hermano: Fred Baker.

    Santos no daba crédito a lo que acababa de descubrir, quizá, de forma repentina. Pensándose que irían a por él por el simple hecho de haberse negado a ser guardaespaldas de Jim, terminó descubriendo que su jefe era, salvo sorpresa, el hermano del hombre por el que había terminado en Ceres.

    Sin perder ni un minuto, el hombre decidió camuflarse y avanzar entre las sombras de los túneles con el objetivo de llegar al garaje junto a Dyrian y West.

    El plan de fuga tenía que activarse ya mismo, considerando el peligro que corría el propio Leonardo Santos. Tras tres años de una dura vida en la colonia criminal de Ceres, el pasado le traía a Lio unas consecuencias inminentes para su presente inmediato.

    [...]

    — ¡Quiero que busquéis en cada maldito rincón de la colonia a ese malnacido! — Exclamo Jim Baker con ira — ¡¿Entendido?!

    Sus hombres asintieron y se marcharon rápidamente a peinar toda la colonia criminal en busca de Leonardo Santos. Los demás criminales ajenos a la situación se sorprendieron cuando la banda del representante de Ceres comenzaba a inspeccionar cada zona poblada.

    Lio logró escabullirse de sus perseguidores por los túneles y finalmente llegó a su garaje clandestino. Allí le esperaban West y Dyrian con notable preocupación en sus rostros. West se aproximó a Lio con un walkie en la mano.

    — Acabo de oírlo — Murmuró Westley con temor — Te están buscando.

    — Sí, lo sé — Respondió Lio, comprobando el estado de la lanzadera que estaban construyendo — ¿Cómo puede...?

    — La hemos terminado de construir mientras tú ibas a ver a Jim — Dijo Dyrian con seriedad — Lo siento Lio, pero te buscan a ti, no a nosotros.

    — ¡¿Qué mierda quieres decir con eso?! — Lio enfureció al ver que habían estado construyendo lo que quedaba de la lanzadera sin decírselo — ¡¿Cuanto tiempo lleváis preparándola a mis espaldas?!

    — Los dos últimos meses — Respondió West, resignado — Era un plan alternativo, no pretendíamos irnos de aquí sin ti.

    — ¡¿Plan alternativo?! — Santos no se lo podía creer.

    — Lio, queríamos acabar lo más rápido posible la construcción por piezas de la lanzadera — Indicó Dyrian, explicando los hechos — No te dijimos que pasábamos más tiempo aquí porque no lo vimos necesario. Además, tú trabajabas para Jim y nosotros no.

    — ¡West le construye armas! ¡¿Acaso eso no es trabajar para él?!

    — ¡Es distinto, Lio! — Exclamo Westley, poniéndose nervioso — Amenazó con matarme si no suministraba armas a su grupo de extorsionistas, ¿qué esperabas que hiciera?

    Lio se echó las manos a la cabeza, sin poder creer que dos de sus únicos amigos en Ceres tuviesen un plan alterno del que el propio Lio no formaba parte. West y Dyrian, por su parte, iban a poner dicho plan en marcha considerando que Leonardo estaba siendo buscado por las fuerzas de Jim.

    — Los túneles son lo suficientemente amplios para la lanzadera — Dijo Dyrian, que tenía experiencia en el manejo de estas — Nos iremos por ahí. Vamos, West.

    — Lo siento Lio — Musitó su compañero, visiblemente apenado — Queremos desaparecer del radar, y contigo no sería posible.

    — Que os jodan — Murmuró Lio con rabia.

    West y Dyrian subieron a la lanzadera, no sin antes abrir las puertas del túnel que seguía bajo sus pies. La mujer encendió el motor de la pequeña nave y comprobó que funcionaba.

    Al ser bastante amplio, la lanzadera tan solo tuvo que descender y una vez dentro, avanzar con cautela. Lio observaba con frustración e ira como sus compañeros se iban, dejándole solo en Ceres.

    Ahora que estaba solo y sin un plan de escape de la colonia, Lio no sabía que hacer. Sabedor del peligro que corría en esos momentos, Lio se dispuso a salir del garaje. El hombre se colocó frente a las puertas y abrió una de ellas, asomándose.

    La gente realizaba sus tareas con aparente normalidad y todo se veía relativamente rutinario. Sin embargo, pronto la tranquilidad se fue al traste cuando varios hombres armados con Striker y armas blancas avanzaban por mitad de la calle, haciendo que los demás, temerosos, se apartaran a un lado para dejarles pasar.

    Lio esperó con cautela a que ese grupo pasara de largo y acto seguido salió del garaje. En ese preciso instante, el sonido de una lanzadera llamó la atención de todos los presentes, que miraron al cielo contemplando como la nave se alejaba.

    — ¡¿De dónde ha salido esa puta lanzadera?! — Escuchaba el joven Santos por su walkie.

    Aprovechando la distracción que había ocasionado la huida de Westley y Dyrian de la colonia, Lio se metió en un bar cercano para pasar desapercibido. Una vez dentro, el hombre se sentó en la barra, al lado de otro tipo, a la espera de que el dueño del local le ofreciese algo para beber. Tras casi un minuto, el barman se aproximó a Lio para atenderle.

    — ¿Tienes dinero? Solo te serviré algo si primero me pagas — Dijo el dueño del bar, sin andarse con tonterías.

    — Ehm, sí, creo que tengo algo — Respondió Lio, comprobando sus bolsillos — Aquí tienes. Dame una cerveza normal.

    El tipo fue a por la bebida mientras Lio observaba a su alrededor lo vacío que estaba el local. Tan solo había un anciano sentado frente a la ventana y un hombre sentado a su lado en la barra. Cuando Santos se volteó para verle, el tipo sujetaba una Striker modificada que parecía una pistola en una mano, y estaba apuntando a Lio.

    — Y yo que te andaba buscando — Murmuró Logan, sonriente — No me ha hecho falta salir del bar para encontrarte.

    Lio se limitaba a mirar al frente con seriedad. Logan era un hombre de la banda de Jim, por lo que estaba jodido.

    — Te vas a venir conmigo, el jefe te quiere vivo — Dijo Logan, apuntando con firmeza a la cabeza de Lio — Pero si te mueves, tendré que dispararte.

    — Jim te matará si lo haces — Lio comenzó a jugar sus cartas — Así que me tienes que llevar vivo, como has dicho.

    — Eso ya lo sé — Musitó Logan, levantándose de su taburete — Andando, capullo.

    — ¿Pretendes que te acompañe hasta mi sentencia de muerte sin oponer resistencia? — El joven Santos soltó una carcajada mientras el barman le traía la cerveza — Creo que has vendido la piel antes de cazarla.

    Lio tomó el vaso con cerveza y lo lanzó contra Logan, rompiéndoselo en el rostro y haciéndole caer contra varias mesas.

    — ¡Maldito hijo de perra! ¡Mí cara, joder! — Gritaba Logan, que tenía el rostro lleno de sangre debido a los cristales y casi no podía ver — ¡Estás muerto, estás muerto!

    Logan comenzó a disparar a todos lados en un intento desesperado por matar a Leonardo, que salió por la puerta trasera del bar antes de que su captor se diera cuenta. Los disparos atrajeron la atención de más hombres de Jim, que se dirigieron al lugar sin dudarlo.

    Lio comenzó a correr por un callejón estrecho sin saber en que dirección iba, pues lo importante era huir de la zona y pensar que hacer después. El problema era que no podía salir de la colonia sin un traje especial, pues fuera de la cúpula el aire no era respirable. Al no haber otra lanzadera operativa en Ceres, el irse del planeta no era una opción.

    El hombre corría y pensaba a la vez, sabiendo que no tenía prácticamente ninguna opción de irse. Matar a todo el grupo de Jim era inviable puesto que eran más de trescientas personas en una colonia amplia y de miles de criminales. Tan solo podría esconderse, aunque era cuestión de tiempo que lo encontraran.

    En ese momento, un tipo abrió la puerta de su casa y llamó la atención del joven Santos, indicándole con gestos que se acercara. Lio dudó durante unos segundos, pero al escuchar a los hombres de Jim por los alrededores, decidió ir. Aquel hombre le dejó entrar en su casa y cerró la puerta rápidamente, incluidos pestillos.

    Lio se encontraba apoyado en sus rodillas y suspirando fruto de la tensión acumulada. El desconocido criminal se aproximó a él y le tendió la mano, a la espera de que Santos se recuperara. Una vez lo hizo, Lio le dio un apretón de manos.

    — Gracias por invitarme a entrar — Indicó Leonardo — Aunque esto solo es momentáneo.

    — Lo sé — Musitó el otro tipo, asintiendo — He visto que huias de los hombres de Jim.

    — Así es.

    — ¿Por qué? — Preguntó aquel desconocido — ¿Qué has hecho?

    — Enfadar al jefe — Respondió Lio, que se dirigió rápidamente a observar por la ventana para asegurarse de que no se dirigían hacia él — ¿Por qué me has ayudado?

    — Con tal de joder a nuestro querido representante, lo que sea — Dijo el dueño de la casa y repentino salvador — Por cierto, soy Charles.

    — Lio — Dijo el hombre — Gracias de nuevo, por darme tiempo.

    — No hay de qué — Murmuró Charles con satisfacción — Sabes que no tardarán en ir puerta por puerta y registrando todas las casas de la zona, ¿verdad?

    — Ajá — Musitó Lio, volviéndose hacia Charles — ¿Tienes alguna idea para desaparecer de aquí?

    — Siento decirte que no — Dijo Charles, dirigiéndose a un baúl que tenía a unos metros — Pero podemos abrirnos paso cuando sea el momento.

    — ¿Qué quieres decir?

    Charles sonrió y abrió el baúl, mostrando varias armas entre las que destacaban una Striker y una Buster totalmente nuevas.

    — ¿Cómo has logrado tener tantas armas? — Lio tomó el Buster y comprobó el cargador.

    — Aún tengo algunos amigos fuera de Ceres — Charles tomó el Striker — Sabía que algún día las necesitaría.

    — Oye, dime algo — Musitó Lio, dudando de la honestidad de Charles — ¿Por qué pretendes ayudarme en esto? ¿Por qué meterte en éste lío?

    Charles se puso serio y dejó el Striker a un lado. Ante la atenta mirada de Lio, el hombre levantó su camiseta y mostró una gran cicatriz en la zona izquierda del abdomen que llegaba hasta la espalda. Pese a estar ya sana, aquella cicatriz había sido mal cosida y las secuelas eran evidentes, pues la piel tenía un tono oscuro en comparación al resto del cuerpo de Charles. Lio no entendía del todo que quería decirle aquel tipo con aquello.

    — Me operaron y me quitaron un riñón por orden de nuestro excelentísimo representante — Dijo Charles ante el asombro de Lio — Tuve mis problemas con Jim.

    — Joder... — Santos estaba sorprendido — ¿Y por qué te lo quitaron? ¿Qué le hiciste?

    — Nada — Respondió Charles — Fred, el hermano de Jim, necesitaba un trasplante de riñón y Jim organizó aquí en Ceres una especie de reunión para comprobar mediante un médico el estado de cada riñón de gente sana y que pudiese ser compatible con el de su hermano. Y voilá, el elegido fue el mío.

    — ¿Por qué fuiste a esa reunión?

    — Nos mintieron, dijeron que se trataba de un chequeo rutinario ordenado por La Unión para conocer el estado de salud de los criminales exiliados aquí.

    — Pero, entonces... — Lio seguía bastante impactado — ¿Cómo te dejaste operar?

    — Joder tío, ¿qué crees que pasó? — Decía Charles con ironía — ¡Me raptaron! ¡Esos desgraciados lo hicieron contra mi voluntad! ¡Desperté en una puta sala con el maldito Fred en una camilla de al lado! ¡Me quitaron un riñón para ponerle otro a Fred cuando con uno solo podía seguir vivo! ¡JIM ES UN MALDITO CAPRICHOSO Y NUNCA PARA HASTA CONSEGUIR LO QUE QUIERE!

    Tras las palabras de Charles, que explotó en ira, los hombres de Jim comenzaron a golpear la puerta con fuerza al haber oído aquello. Lio y su salvador se armaron con una Buster y Striker respectivamente y se colocaron en posiciones estratégicas. Los hombres del representante de Ceres tiraron la puerta abajo y entraron, armados y con ganas de capturar de una maldita vez a Leonardo Santos.

    — ¡Iros al infierno! — Exclamo Charles, fusilando a los dos primeros hombres que irrumpían en la vivienda.

    Otro hombre entró rápidamente y se dispuso a disparar a Charles, pero Lio fue más rápido y lo tomó por detrás, estrangulándolo. De pronto ráfagas de disparos comenzaron a agujerear la casa, rompiendo los cristales de las ventanas y todo tipo de objetos que había en el interior de la vivienda.

    Lio y Charles se tiraron al suelo lo más rápido posible mientras la casa era fusilada desde fuera, hasta que finalmente se dejaron de oír disparos. Santos levantó la cabeza y buscó con la mirada a su compañero, que estaba a unos metros de él.

    — Salgamos por detrás antes de que vuelvan a entrar — Indicó Lio, esperando una respuesta del hombre que le había ayudado — ¿Charles?

    Lio vio que Charles no respondía, por lo que se aproximó a él rápidamente y le dio la vuelta, descubriendo que había sido alcanzado por varias balas a la deriva. La sangre comenzaba a expandirse por el suelo y por el pecho del hombre, incluso Lio comprobó que sus propias manos estaban llenas de sangre.

    No conocía prácticamente a Charles, un hombre que le había ayudado a luchar contra los miembros de la banda de Jim Baker sin pedir nada a cambio, más que nada por venganza propia. Sin embargo, pese a no conocerlo más a fondo, Lio sentía una gran pena por la muerte de éste, pues de alguna forma, le debía algo.

    La ira contenida en Leonardo Santos comenzó a brotar desde el fondo de su ser. Sin lugar a dudas, ahora odiaba con todas sus fuerzas a Jim. Arrodillado ante el cuerpo de Charles, Lio se quedó paralizado. Varios hombres entraron en la casa y comenzaron a rodear a Lio con miradas serias y furiosas hasta que alguien se colocó detrás de él.

    — Joder, sigues vivo — Murmuró Logan, sorprendido — Jim ha tenido suerte.

    Antes de que Lio pudiese reaccionar, Logan le dio un golpe seco en la cabeza con la culata de su Striker, dejándolo inconsciente.

    [...]

    Santos comenzó a recobrar la consciencia a medida que sus cinco sentidos despertaban. Comenzó a escuchar pasos a su alrededor, oler a quemado y su boca estaba notablemente seca. Además, cuando recuperó la sensación del tacto comprobó que sus manos estaban atadas a los apoyos de una silla de madera y sus ojos comenzaban a calibrar la nitidez de una bombilla muy cercana a él.

    — Al fin te has despertado, idiota — Dijo Jim, unos metros enfrente — Llevo dos putas horas viéndote dormir y créeme, he contenido mis instintos más primitivos de arrancarte los dedos a mordiscos. Aunque tras pensarlo detenidamente, me ha parecido una tontería. Digo yo que, ¿para qué voy a quitarte los dedos si al final te voy a matar?

    Mientras Lio aún se recuperaba del golpe que le había dejado inconsciente, Jim se aproximó a una mesa metálica en la que había varios objetos de tortura, pero tomó una especie de teléfono satélite que comenzó a vibrar.

    — Dísculpame un momento, Leonardo Santos — Murmuró Jim con ironía mientras se centraba en la llamada que recibía — ¿Sí? ¿Quién es?

    Soy Kiat, señor — Escuchó Jim desde el otro lado del teléfono — Sé que no esperaba mi llamada, pero tengo un buen motivo para hacerla.

    — Tú dirás de qué se trata — Indicó el representante de Ceres — Aunque no quiero que me entretengas mucho, tengo un invitado importante que requiere mi total atención...

    Entendido, señor. Iré al grano — Dijo Kiat — La Unión ha aprobado el viaje del que le hablé hace dos meses, ¿se acuerda?

    — ¿Te refieres a la expedición a Plan 02?

    Exacto.

    — ¡¿Cómo han podido aprobarla sin mí?!

    Usted no era representante hasta hace dos semanas, y la idea de la expedición a Plan 02 se lleva hablando desde hace cinco meses.

    — ¡Pero lo soy ahora! ¡¿Cómo pueden haber pasado de mí en la decisión final?! ¡Joder! — Jim estaba visiblemente furioso — ¡¿Y qué tiene que ver ya todo eso conmigo?!

    Tiene que ver con usted porque han perdido el contacto con esa expedición días antes de llegar al planeta establecido — Respondió el japonés — Y he oído que van a reunirse pronto los representantes, entre los que se incluye, para enviar una segunda expedición.

    — Aún no he recibido ninguna notificación — Dijo Jim, dubitativo.

    No creo que tarde en llegarle, señor — Murmuró Kiat, que tras una pequeña pausa, prosiguió — Pensé que debía saberlo pronto.

    — Has hecho bien — Respondió Jim, satisfecho con la información mientras observaba a Lio — Fíjate, de hecho, hasta has sido muy oportuno...

    ¿A qué se refiere?

    — Tengo una idea — Musitó Jim, sonriendo — Hablamos pronto. Adiós.

    El representante de Ceres cortó la llamada y dejó el teléfono en aquella mesa, mientras se aproximaba a un maniatado Lio que había estado escuchando la conversación, aunque no había oido nada de la persona que estuviese tras el teléfono.

    — ¿Vas a matarme ya o qué? — Preguntó Lio, en tensión — No pierdas más el tiempo.

    — Oh... ¿estás pasándolo mal, Leonardo? — A Jim le gustaba jugar con el sufrimiento de la gente — Créeme, lo estarías pasando peor de no ser por la llamada que acabo de tener.

    — ¿Qué tiene que ver esa puta llamada con lo que quieres hacerme?

    — ¿Recuerdas cuando hace unas horas rechazaste la oferta de ser mi guardaespaldas? Pues resulta que tengo otro trabajo para ti.

    — ¿Y quién te dice que vaya a aceptarlo? — Lio comenzó a reírse — Eres patético, Jim Baker. Igual que lo fue tu hermano.

    — Oh, por supuesto que vas a aceptarlo — Dijo Jim, dirigiéndose a aquella mesa metálica y tomando una taladradora — La oferta es sencilla: trabajas para mí o te perforo el corazón con ésta maravilla. ¿Qué me dices, socio?

    — ¿Y si no me importa que me mates, Jim? — Lio no quería morir, pero quería ver hasta donde era capaz de llegar el representante de Ceres.

    — Vaya Lio, eres duro de roer — Jim dejó la taladradora con resignación — Aunque sé que no quieres morir, Santos. Y si de verdad quieres hacerlo, no lo permitiré. Tus habilidades me vienen como anillo al dedo. Eres perfecto para mi brillante plan, ese que se me acaba de ocurrir hace dos minutos.

    — ¿Qué pretendes? ¿Conquistar la galaxia? ¿Obtener superpoderes? — Lio soltó varias carcajadas entre cada pregunta.

    — Vas a ser un miembro productivo de La Unión, querido Leonardo — Murmuró Jim Baker con una gran sonrisa — Vas a darme información privilegiada, vas a ser mi mejor espía, vas a obedecerme como un perro y vas a chuparme el culo cuando te lo diga. ¿Y sabes por qué? Te lo diré: porque esto es un juego que siempre gano.

    [...]

    Dos semanas después

    — Nombre y apellido, por favor.

    — Leonardo Santos.

    El soldado de La Unión buscó en una especie de tablet el informe de Lio que le confirmara que no era criminal. La página de datos dio el visto bueno al informe y el soldado dejó subir a Lio a una lanzadera que lo llevaría a la Tierra. Junto a él se encontraba el representante Jim Baker, que interiormente estaba satisfecho del resultado y de la forma que iba tomando su plan.

    Tras la captura de Lio por parte de Jim, éste último ordenó a Kiat que falsificara el informe de Leonardo Santos, colocándolo como un civil normal que por error había sido llevado a Ceres. La página de datos fue corrompida por el japonés y ésta cambió el informe de Lio. Además, le añadió que tenía experiencia militar para que fuera apto para la misión de la Expedición II.

    El viaje de Ceres a la Tierra duró unos meros veinte minutos hasta que finalmente aterrizaron en la misma sede de La Unión. Una vez se bajaron de la lanzadera, Jim se aproximó a un soldado y le dio un cordial saludo. Lio se fijó en aquel hombre, que tenía rasgos asiáticos. Sin embargo, no le prestó mucha más atención hasta que ambos se aproximaron a él.

    En ese momento, otro soldado les indicó que tanto Lio como Kiat les siguieran hacia la sala de espera, donde se reunirían por primera vez junto al resto de sus compañeros de la Expedición II.

    Aquel día fue el comienzo del viaje de Leonardo Santos, más conocido como Lio.
     
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    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Hola. Aunque no es necesario y tú mismo me lo dijiste, quiero monedas y por eso pasaré a comentar XD.

    Me parece que la historia estaba muy bien con los 3 capítulos que habías hecho, y haberlo convertido en un One-shot no era algo necesario para nada. Es más, creo que tener 3 capítulos cortos era mejor que tener un solo capítulo largo. Sobretodo en este foro donde un gran número de palabras asusta a la mayoría de lectores.

    Pero bueno, comentaré la historia otra vez.

    Me ha gustado mucho conocer más acerca de Lio y sobre como terminó en la colonia criminal de Ceres, y también como se convirtió en un informante anónimo para Jim. Tengo que decir que tanto Jim como su hermano son unos tipos realmente despreciables, un cáncer que debería ser eliminado. Sigo sin entender por qué la Unión creó una colonia de criminales, y como pusieron a alguien como él al mando. Claramente es un error fatal, y eso se está viendo ya mismo en LV.

    Reconocí a Logan en uno de los capítulos de LV, creo que era el 15. Me alegra que él y varios otros criminales del lugar fueran asesinados por los Rhajik. A pesar de ser unas máquinas despiadadas, creo que le hicieron un bien a la humanidad.

    Y tengo curiosidad por ver si los compañeros de Lio que lo traicionaron aparecerán en LV algún día, y si lo hicieran, que rol podrían cumplir y como reaccionaría Lio al verlos de nuevo.

    Si bien, no tengo nada más que añadir. Me gustó mucho ver un poco más del pasado y la relación existente entre Lio y Jim. Creo que terminarán matándose entre ellos en la historia, o que al menos uno de los dos podrá matar al otro. Pero ya veré como termina. Saludos.
     
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