Microrrelato Un día en pandemia

Estaba la mañana, cándida, enardecida en una gran luz que se filtraba por las montañas, dorada, que bañaba con su increíble río en todas direcciones. Y aún muy a pesar de su gran fulgor, solo un viento tímido, tenue y muy fresco, recorría las calles entonces, eran las 6 am, y ya se empezaban a divisar las primeras almas que se dirigían a su trabajo, a excepción de aquellas que ya lo habían hecho, y por algunas que venían por el contrario, saliendo de la pesada y noctambula jornada nocturna.
En la esquina de una plaza, un carrito ambulante, algo oxidado por los años de servicio, le resonaba el pitido de una tetera caliente, administraba cafes, tortas, dulces y cigarrillos sueltos (como clandestinamente se podía apreciar). Y las almas recorrían el recoveco entre éste y la parada de autobus, la cual como de costumbre, estaba toda pintada con sátiras o lienzos del artista callejero, además de algún aviso de empleo, venta de autos, extravío de una mascota.
Se sentía el aroma entre viciado y mezclado entre la hierba que crecía a duras penas entre los pilares de la parada, el humo del tabaco, y el brebaje negro y amargo del café. Las almas iban y venían entre estos dos pequeños lugares, donde pululaban no solamente trabajadores ya sino que también los primeros estudiantes de los primeros colegios cuyos aforos y permisos estaban ya al día. 6:30am y detrás de una polvareda, asomaban hacia el final de la calle los rugientes motores de las máquinas de transporte. todos ansiosos, apagaban sus cigarrillos, seleccionaban presurosos alguna lista de música para acompañar el viaje, el cantor de turno afinaba su guitarra y su parlante, y la infaltable madre, con su correspondiente carrito se arrimaba hacia obtener el mejor lugar de acceso para poder ingresar al autobus. 5 minutos después estaba la mayoría listos con su billetera al aire para hacer detener al conductor, y la mayoría listos para saltar de un brinco a la puerta que quedase abierta y sin cuidar para entrar a fugitiva. y en un segundo mágico, que si estas entre la multitud te parece eterno pero desde afuera son solo instantes, se llena el camión, y manda a largar los motores para emprender su viaje. vuelve a sonar el pitido de la tetera caliente, junto con el puesto de cafés y cigarrillos, se termina de alejar el autobus en otra polvareda de viento. y solo se vieron ojos ansiosos entre ese cruce, solo ojos, nada de sonrisas, nada de expresiones, mas que algún sesgo rapidísimo para beber un sorbo de café, o un alma alejada de la muchedumbre con la mascarilla baja, sin ninguna expresión mas que una piedra que fuma. nadie se habla solo las peticiones al carrito, nadie se queja todos miran irreflexivos el paisaje o las casas del cono urbano, ya nadie se reconoce siquiera por la ropa, son todas almas que miran a travez de su máscara de tejido o plástico. Ya son las 7am.