Un alcohólico corazón

Este es un escrito para el concurso "Los Grandes Juegos Mágicos". Ojalá les guste, siéntanse libres de dejar sus comentarios, y si no, se donde viven.... (?)



Hacía ya varias horas que había amanecido en Earth Land cuando, en una pequeña y descuidada casa, se escucharon los fuertes e inconfundibles bostezos de su único habitante: Bacchus, miembro del gremio Quatro Cerberus.

Aquel hombre se incorporó lentamente, levantándose cansado y somnoliento, mientras daba torpemente un par de pasos para abrir la puerta de su habitación. Aquella mañana le estaba pareciendo especialmente difícil, pues el día anterior se había bebido más vasos de los habituales, debido a un "concurso" en el que había sido partícipe, donde derrotó con cierto esfuerzo a una miembro de Fairy Tail.

Aún sonreía al recordar el singular “trofeo” que se había llevado como recuerdo de aquella contienda, en la que, por primera vez en mucho tiempo, se había visto obligado a “tomarse” la bebida enserio, en el sentido más literal de la palabra.

Pasados sus habituales diez minutos de resaca diurna, el fornido hombre de cabellera oscura comenzó a vestirse con la misma ropa de todos los días. Ya traía puesto el pantalón, así que sólo necesitó ponerse su oscura armadura azulada sobre los hombros y atar su pelo en forma de cebolla.

Al terminar de vestirse se preparó el desayuno, mientras recordaba los sucesos del día anterior, los cuales se agolpaban en su mente como un tumulto de imágenes inconexas, debido a la inusual cantidad de alcohol que había ingerido; sin embargo, aún recordaba con algo de nitidez las palabras que le fueron dirigidas después de la contienda:

“–El resultado final de nuestros problemas se decidirá mañana en el torneo”. –Le había dicho Erza de Fairy Tail, cosa que lo tenía inusualmente emocionado.

Durante el desayuno se sirvió su buena ración de bebida, y al tomarla, instintivamente recordó a aquella chica a la que había derrotado; no solía tener rivales de su calibre, y mucho menos mujeres tan hermosas como ella. Aquella mujer le inspiraba un sentimiento extraño, como nunca antes había sentido.

Intrigado e inquieto, Bacchus salió de su casa a toda velocidad, con el rumbo puesto en la sede de su gremio, creyendo que allí podría olvidarse de aquellos extraños pensamientos y concentrarse en lo que le parecía más importante: la tercera ronda de los “Grandes Juegos Mágicos”.


Al llegar al lugar fue recibido por sus compañeros, quienes estaban al tanto de lo que había sucedido el día anterior en la cantina.

–¡Hey, compadre! Ya supimos lo de ayer. –le dijo Rocker, uno de sus compañeros de gremio, mientras le daba una fuerte palmada en la espalda; como respuesta, Bacchus le lanzó una mirada furibunda que hizo retroceder al fornido pelirrubio, quién, a pesar de la imagen que podía transmitir con su semblante rudo y pelo envaselinado en forma de una gran “V”, sentía un gran respeto por su compañero e incluso algo de temor.

Mientras retrocedía, su espalda fue a toparse con algo, y al palparlo con la mano su cuerpo se estremeció de un escalofrío e instintivamente se apartó de un salto. Al voltearse comprobó lo que temía, frente a él se encontraba una figura monstruosa: Una mole de dos metros, ancha, robusta y fornida; un sujeto enorme de pelo largo y blanco, con un rostro atemorizante y aspecto intimidador; ese, señores, era Yaeger.

Si bien no era el más poderoso del gremio, si era el de apariencia más intimidante.

El peliblanco avanzó lentamente, mientras era observado por su rubio compañero, quien temblaba de sólo imaginar lo que pasaría. Por suerte para él, Yaeger se paró al lado de Bacchus y, con una voz gruesa y áspera, se dirigió a su compañero:

–No nos vengas con sentimentalismo ahora Bacchus –le recriminó–, ya de por sí tenemos suficiente con el cobarde de Rocker –dijo señalando a su compañero, quién intentó decir algo en su defensa, pero que fue mandado a callar por la mirada gélida de su enorme colega–. No me importa si te sientes cansado por tanto tomar o cualquier otra cosa, pero si te despistas en el evento de hoy… –Crujió sus nudillos en señal de advertencia, mientras retrocedía lentamente.

–¡Si, eso! –le interrumpió Rocker, quién de nuevo se veía más confiado, más que nada debido a que se sentía seguro de que no le golpearían– ¡Somos Quatro Cerberus, y nada ni nadie podrá detenernos! –levantó una copa de vino al aire, acción que fue imitada por sus demás compañeros presentes, como War Cry, Nobarly e incluso el propio Yaeger; sin embargo, Bacchus no se molestó en alzar la suya.

En su lugar, simplemente se bebió el contenido de un sorbo y salió al jardín del gremio, donde normalmente se correteaban unos a otros, haciendo honor al nombre del gremio.

Allí, sentado en el verde pasto, el experimentado bebedor seguía pensando una y otra vez en todo lo que le había pasado, causándose un fuerte dolor en la cabeza al intentarlo, pues un bebedor como él no estaba acostumbrado a pensamientos reflexivos como aquellos; más antes de conseguir algún progreso, sus meditaciones fueron abruptamente detenidas por la llegada de su maestro de gremio, Goldmine.


Alto, rubio, de sombrero negro y con lentes de sol, la apariencia del jefe no era muy autoritaria que digamos, y sin embargo Bacchus había aprendido por las malas que la apariencia no lo era todo.


–¿Qué te ocurre muchacho? –le preguntó Goldmine, mientras devoraba una brocheta de carne; su favorita.

–No me ocurre nada –negó Bacchus, mientras tomaba su cantimplora y sorbía un poco–, debe ser el exceso de bebida en mi cuerpo, pero ya se me pasará, se lo aseguro. –Se puso de pie y comenzó a andar en dirección al interior del edificio, más fue detenido por la mano de su mentor.

–Yo también fui joven, y sé lo que se siente estar enamorado –Goldmine le dio los últimos mordiscos a su brocheta y luego continuó hablando–, y sin embargo, no puedes distraerte de tu objetivo.

Bacchus comenzó a reír a carcajadas, para después hablar con un tono animado.

–¡Como cree que yo, el gran Bacchus, voy a estar enamorado! –Moderó un poco la voz, y con tono arrogante agregó– ¡Yo sólo vivo para beber, y bebo para vivir!

–Y sin embargo no te has terminado tu botella –le replicó con voz calmada–, el Bacchus que conozco se la hubiera terminado hace ya mucho tiempo. Si de verdad estás listo, demuéstralo; ¡Gana la carrera y domina este nuevo sentimiento! ¡Conquista todos los obstáculos y hazle frente a todo desafío! ¡Mejora en la bebida y en la magia! –Hizo una pausa– Pero sobre todo ¡Demuestra que eres parte de este gremio! –le gritó el hombre de sombrero negro, mientras elevaba energéticamente su puño.


Aquellas palabras golpearon a Bacchus como un balde de agua fría; si bien aún no se sentía mejor, tampoco se iba a dejar derrotar por un absurdo sentimiento.

Las siguientes horas pasó preparándose, entrenándose con su maestro para lo que se avecinaba. Lucharía hasta el final; no por un tonto sentimiento que a penas y existía en su alcohólico corazón, sino por demostrar que era el mejor bebedor y el mejor luchador de aquel mundo mágico, o al menos, eso creía…