Tuya pero sin tí [Metamorfosis]

Tema en 'Relatos' iniciado por Usagi-chan, 30 Abril 2016.

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    Usagi-chan

    Usagi-chan Bunny Bunny

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    Escritora
    Título:
    Tuya pero sin tí [Metamorfosis]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2167
    Obra Original: Tú, que nunca serás - Alfonsina Storni.
    Actividad: Metamorfosis de @Nastia y @Bugs Bunny

    TUYA PERO SIN TI

    Un encuentro casual fue como todo inició. Nunca se habían visto, no había amigos o conocidos en común, sólo ese breve intercambio de palabras y un accidente ridículo ocurrido en el momento menos oportuno.

    Por aquel entonces ella era muy joven, trabajaba en una vieja pero elegante cafetería en el centro de la ciudad que servía uno de los mejores chocolates calientes de todo el país. Trabajaba en promedio 8 horas por día y asistía a la universidad local manteniendo notas sobresalientes y sobreviviendo a base de becas estudiantiles. No tenía mucho tiempo para salir con amigos pero le gustaba tener una buena charla con cualquiera que estuviera dispuesto a ello. Era una chica sencilla, sonriente y vivaz. Una estudiante luchando por abrirse paso en un mundo donde el conocimiento significaba poder y era sinónimo de esperanza.

    Y aunque carecía del tiempo para dedicarse a sí misma, era una apasionada de la literatura romántica. Dentro de una sociedad en donde las mujeres luchaban día a día por ganarse un lugar propio y en donde el amor era cada vez más desvalorizado, ella pertenecía al selecto grupo que creía todavía en cuentos de hadas y apasionadas historias de amor plagadas de besos volcánicos y magia electrizante corriendo a través del cuerpo bajo un latiente y desbocado corazón.

    —Emily, hay que llevar éste pedido a la mesa 5.

    —¿Orden? —preguntó en automático.

    —Expreso doble, sin nada de azúcar, ni crema. —sonrió su compañera. —Un tipo duro, ciertamente.

    —¿Cómo dices?

    —Pocas personas hacen un pedido como éste sin algo para endulzar el golpe amargo y potente de semejante cantidad de cafeína. —respondió sin dejar de sonreír. —El hombre que lo ha pedido debe ser alguien realmente duro o debe estar realmente necesitado de un golpe de realidad.

    Emily asintió con una sonrisa contagiada por su compañera, a pesar de no compartir su punto de vista. Cuando se trabaja en una cafetería poco a poco se aprende a enlazar ciertos tipos de bebidas con sus solicitantes. Los niños preferían bebidas y platillos dulces, las madres optaban por cafés con un toque de leche y crema, mientras que las jóvenes y mujeres solteras se inclinaban por diversas variedades de té para mantener la línea o cafés helados. Los hombres que acudían enfundados en trajes tendían a pedir variantes del café americano, con poco azúcar; y los hombres mayores que rondaban la tercera edad se mantenían entres dos extremos, o pedían un café fuerte semejante al que debía llevar a la mesa cinco, u optaban por un café con una buena dosis de crema y azúcar.

    —Anda ya. —le indicó su compañera y bajó la voz. —Luego me cuentas qué clase de persona crees que es él.

    La chica negó levemente con la cabeza, incapaz de creer los extremos a los que podía llegar la curiosidad de su compañera cuando se trataba de los clientes. Firme y con una sonrisa amable dibujada en sus labios se encaminó a la mesa indicada y comenzó a observar el perfil del cliente, desde el traje a medida cuya tela gris parecía costar una fortuna, hasta la postura rígida y el pequeño ceño fruncido que alcanzaba a vislumbrar en él mientras escribía con rapidez sobre una carpeta de cuero negro.

    —¿Un expreso doble? —preguntó mientras se paraba a un costado de la mesa dispuesta a poner la pequeña taza frente a él.

    —Sí, gracias. —respondió y alzó el rostro.

    Rasgos duros y masculinos se enfrentaron a ella, piel dorada y una mirada profunda y oscura que la hicieron contener el aliento durante unos segundos. No era un hombre guapo en el sentido común de la palabra, parecía demasiado duro para serlo pero sin duda era atractivo y emanaba un aura de poder y elegancia que la atraía sin piedad.

    Distraída ante su visión, la mano le tembló y una pequeña cantidad del contenido de la taza se derramó sobre los papeles en la mesa. Emily nunca había sido torpe y después de las primeras dos semanas de entrenamiento, nunca había tenido ningún accidente durante su trabajo. Ver aunque fueran esas diminutas gotas salpicando unos papeles que parecían ridículamente importantes era un golpe a su orgullo y una vergüenza de accidente con la cual lidiar.

    —Lo siento mucho. —se disculpó con rapidez.

    —Son sólo papeles, no tiene importancia. —respondió con ronquedad y sus rasgos parecieron suavizarse un poco.

    Insegura de que fuera tan sencillo como eso, asintió y se dispuso a marcharse. Entonces, un libro en el extremo de la mesa llamó su atención y sin apenas pensarlo guió sus manos hasta él.

    —¿Murakami?

    —Correcto. Un magnífico escritor japonés. —respondió el hombre llevando la taza de café hasta sus bien formados labios.

    —¿Puedo? —preguntó apuntando con la mirada el libro.

    —Adelante, por favor.

    Emily tomó el pesado tomo entre sus manos y rebuscó en sus recuerdos la trama central de ese libro. Era una de sus novelas más viejas conformada por una serie de historias cortas que iban del amor agridulce a la intriga de un crimen sumergido en tintes de sobrenaturalidad. Excelentes y al mismo tiempo complicadas historias en donde la madurez jugaba un papel primordial y la música blues cobraba vida de una manera sorprendentemente diferente.

    —Lo he leído.

    —¿Sí? —preguntó con un atisbo de curiosidad el hombre. —¿Qué piensas de él?

    —Creo que-

    —¡Emily, pedido! —gritó su compañera desde la barra.

    Suspirando con frustración, cerró los ojos y tomó una profunda respiración. Se había olvidado por completo que aún seguía trabajando, y aunque la idea de quedarse un poco más y dar su opinión respecto a un autor que la fascinaba tanto resultaba tentadora, no podía darse el lujo de desobedecer. Así pues, el hombre encantador y rudo tendría que esperar para otro momento.

    —Lo siento, tengo que irme. ¿Necesita algo más?

    —Estoy bien, gracias.

    Se alejó de la mesa y continuó su trabajo después de ser interrogada por su animosa compañera pero no fue capaz de recuperar la tranquilidad, sólo aparentarla. Cada que tenía que acercarse o pasar por las mesas cercana a la de ese hombre sentía su oscura mirada clavada sobre ella, siguiéndola con cuidado, recorriéndola con lentitud y no sabía que pensar.

    A partir de ese primer encuentro se sucedieron unos cuantos más. No se trataban de citas, eran sólo pequeños fragmentos de conversación que pronto la hicieron suspirar de interés. Luka, como había descubierto que se llamaba, era un hombre de negocios proveniente de una familia poderosa y de gran intelecto. No era fanático de las cosas dulces y a pesar de dedicarse casi por completo a su empresa, encontraba gratificante sumergirse en diversos géneros literarios cuando el tiempo se lo permitía. En pocas palabras, era uno de esos hombres que destilaba madurez, misterio y derrochaba inteligencia, un sujeto elegante como un aristócrata y un conversador hábil.

    Era diez años mayor que ella pero nunca la trató como algo menos que una adulta. Reconocía sentirse atraído por esa candidez emanando de ella, así como por su rápido intelecto y dulce sonrisa. Sin embargo, Emily veía en él más que un hombre culto, se sentía irresistiblemente atraída por esa mirada abismal y deseosa por explorar cada centímetro de su pulcro y marcado cuerpo. Era su fantasía vuelta realidad e incluso un primer amor explosivo.

    De pequeño encuentro en pequeño encuentro, pronto comenzaron a verse fuera de los confines de la cafetería e iniciaron una relación volátil, apasionada y sensual. Compartieron besos candentes, exploraron y conocieron sus cuerpos un sin número de noches y se enlazaron de la forma más íntima en que dos amantes podían hacerlo. Y durante los períodos en donde el sexo no estaba presente (un elemento que nunca consideraron indispensable para continuar) tenían largas charlas y reían sin parar.

    Sin embargo, no había esperanza de amor ahí. Luka se lo había aclarado casi desde el inicio de esa extraña e incandescente relación. Tenían reglas. Él no la tocaría si ella no quería, sus encuentros se terminarían cuando ella así lo decidiera y bajo ninguna circunstancia habría promesas futuras. Emily había estado curiosa de saber el origen de dichas reglas y probablemente haberlo preguntado había sido el error más grande que cometió. Así pues, la noche antes de pasar su primera noche juntos, obtuvo la respuesta.

    —Estoy casado.

    Decir que la declaración del hombre que la atraía más que ningún otro la sorprendió, sería poco. Por aquel entonces todavía no estaba enamorada de él y creía firmemente que con sus horarios cubiertos por el trabajo y la escuela, no podía darse el lujo de tener una relación, así que saber que su hombre estaba casado no supuso el golpe fuerte que uno podría pensar. La sorpresa, por tanto, fue un elemento con el que pudo lidiar con algo de esfuerzo.

    —No me importa.

    Desde ese punto, su relación fue aumentando de intensidad hasta llegar el punto en donde creyó que estallarían en llamas. Luka era como uno de los mejores vinos, seductor, dulce y prohibido. Ella era el tipo de chica que vivía alerta y buscaba el amor pero en esa relación era sólo una mujer llena de lujuria empeñada en dividir la pasión erótica del amor puro y romántico.

    Desafortunadamente, los amores prohibidos no podían durar para siempre.

    Mientras más tardes y noches compartían juntos, más difícil era mantener apartados los sentimientos de la relación. Luka era un hombre impresionante y no había momento en que la atracción entre ellos disminuyera. De modo que, no fue de sorprenderse que llegara el momento en que cruzara esa delgada línea y cayera enamorada de él.

    —¿Cómo es tu mujer? —le preguntó una noche sin detenerse a pensar.

    —Magnífica. Es la mujer más impresionante que he conocido y la amo con cada parte de mí. —respondió con una seguridad y sinceridad que le destrozó el corazón.

    —Entonces, ¿por qué haces esto conmigo?

    Luka la miró largos segundos sin responder. La palabra “engaño” e “infidelidad” no tenía cabía entre ellos, a pesar de que eso eran exactamente lo que estaban haciendo.

    —No lo sé, Em. —susurró en su lado de la cama. —Sinceramente, no lo sé.

    Esa pequeña conversación no afectó en nada a sus encuentros, a pesar de que Emily comenzaba a sentir toda esa culpa que se había esforzado en contener y retener en el rincón más alejado de sí misma. ¿Cuánto tiempo más iban a poder continuar de ese modo cuando ella comenzaba a amarlo tan profundamente pero él no podía ser suyo?

    La respuesta a esa cuestión llegó mucho más rápido de lo que pudo imaginar. En su único día libre del trabajo acudió a un parque dispuesta a descansar y tomarse un respiro con la lectura. Había llevado consigo el libro mediante el cual Luka y ella hicieron conexión con la esperanza de encontrar una respuesta entre sus páginas. No llevaba mucho tiempo ahí cuando, alzando la vista del libro, recogió con la vista la imagen de una familia feliz paseando por el caminito central del parque. Una hermosa mujer de cabellos dorados reía mientras una pequeña niña de rizos rubios trepaba por los brazos del hombre alto y de mirada oscura que caminaba junto a ellas. Esa fue la primera vez que vio a Luka sonriendo sin ninguna barrera de por medio, y la primera vez en que echó un vistazo a su mujer. No había forma de competir contra ello.

    Avergonzada de ser testigo de una escena que ella estaba cooperando para destruir, tomó sus cosas y se alejó de ahí corriendo a toda velocidad. Por primera vez desde el inicio de su relación comprendió la magnitud de sus acciones y lloró por el alcance de su conducta. Amaba a ese hombre con todo su corazón pero no había forma de que pudiera seguir adelante con esa relación sabiendo que lo que ella más ansiaba y anhelaba le pertenecía a otra mujer, y que no importaba lo que hiciera, ese hombre jamás podría pertenecerle por completo.

    —Terminemos. —le susurró un par de noches después.

    —¿Estás segura de eso, Em?

    —Completamente. —respondió con voz temblorosa. —Es tiempo de dejarlo.

    Esa noche tuvieron sexo por última vez y antes de marcharse, Luka la besó con una dulzura que nunca antes había mostrado con ella, mientras le deseaba lo mejor y se despedía. No volvió a verlo otra vez.

    Tal vez su relación no duró más allá de unos pocos meses pero la intensidad en ella sobrepasó con creces a todas las demás que llegó a tener en años posteriores. Con el tiempo creció y se casó, amaba profundamente a su esposo pero Luka siempre fue un recuerdo que nunca se alejó, el mejor vino y fruto prohibido que probó, y sobre todo, el único hombre que...

    ...nunca sería del todo suyo”.
     
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