The Ring

Tema en 'Archivo Abandonado' iniciado por Lee Sang Gun, 16 Marzo 2013.

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    Lee Sang Gun

    Lee Sang Gun Reina de Hielo

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    Título:
    The Ring
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    2
     
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    1303
    Bueno, pasé muchísimo tiempo ausentada, pero ya estoy aquí :) Esta idea se me ocurrió un día que estaba aburrida, así que espero que no sean tan duros conmigo n.nU
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    Disclaimer: Los personajes de Bleach le pertenecen a Tite Kubo, la historia es completamente mía.
    Género: Horror, Romance.
    Pareja: Ichigo K. & Rukia K.
    Advertencia: UA. También tengo esta historia en FanFiction.
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    Capítulo 1: El inicio de todo.
    "Siete días"

    Ésa voz seguía resonando en mi cabeza una y otra vez, como si fuera una especie de alarma.
    El toque de malicia que inundaba la voz de la reciente llamada al teléfono de la casa de mi mejor amigo seguía provocando en mí un extraño estremecimiento de terror.

    Miré a Byakuya mientras volvía a colocar el teléfono en su lugar.
    Busqué en su fría mirada algún indicio de broma, algo que me dijera que no debería preocuparme de nada más que de partirle la cara por darme tremendo susto.

    Pero nada.

    Su mirada seguía inundada por ésa desinteresada frialdad y su rostro mantenía ésa mueca de seriedad que tanto lo caracterizaba.

    —¿Qué dice mami?— Byakuya sonrió con burla y tomó el cuenco de palomitas entre sus manos para pasar algunas a su boca y comerlas de una sola vez.

    Solté un bufido y lo golpeé de lleno en el rostro con uno de los cojines a juego del mullido sofá.

    —Dice que te laves bien los dientecitos, que en la mañana amaneces con un aliento de dragón que... —intenté devolverle el insulto, pero un proyectil en forma de cojín impactó en mi cara haciendo que mi discurso-insulto se cortara de repente.

    Cuando tomé el cojín entre mis manos sentí la pesadez de la mirada fulminante que mi querido amigo Byakuya me dedicaba.

    —Tonto...— susurró con voz suave, pero cargada de molestia.
    Sonreí de medio lado y me senté a su lado con cierto nerviosismo.

    —Bueno, supongo que alguien quiso hacerme una mala broma...— comencé a hablar después de un incómodo silencio, con la intención de calmar un poco la tensión en el ambiente.

    Asintió un par de veces y suspiró con cierta pesadez.

    Después me miró detenidamente y luego a la pantalla con cierta incredulidad.

    —Entonces, ¿dices que lo encontraste en la puerta de tu departamento?— asentí una sola vez y él también, como tomando nota mental de cada cosa que yo decía— ¿Sin ninguna etiqueta, remitente...? ¿Nada?— volvió a preguntar y yo negué con la cabeza.

    No. No recuerdo haber visto ninguna nota o alguna etiqueta en ésa cinta sospechosa que encontré.
    Definitivamente éste no fue mi día.

    Primeramente, me habían despertado los reclamos de la señora del apartamento de al lado que hacía a su marido por el hecho de no haber llegado a dormir. Pero yo ya sabía cómo iban a terminar las cosas: unos cuantos gritos que no precisamente serían de enojo.

    Maldecía profundamente mi casi inexistente vida amorosa y a la ruidosa de mi vecina gorda.
    Después había llegado tarde a la universidad y, para colmo, en un examen sorpresa.

    Luego fui al café en donde trabajo, y a mis pies es dio por ponerse torpes y a tropezarse haciendo un completo desastre con las bebidas que llevaba.

    Y para terminar, encontré una cinta de vídeo sospechosa, y cuando fui a casa de mi mejor amigo Byakuya, puesto que él sí tiene una vídeocasetera, me salen con que el vídeo está maldito y una niña toda mugrosa que vive de vaga en un pozo va a salir de mi televisión y me matará lenta y dolorosamente.

    Solté una amarga carcajada y traté de relajarme un poco.

    —Tengo que irme— me levanté del sillón con cierta pereza—. Mañana tengo clases y no quiero volver a llegar tarde.

    Le di unas cuantas palmaditas en el hombro y sonreír a modo de despedida.

    El camino en taxi de la casa de Byakuya hasta la mía fue silencioso.

    Al llegar a mi departamento, y después de saludar al pobre esposo de la vecina ruidosa de al lado, tiré todas mis cosas al suelo y me dejé caer al sofá con un suspiro resignado.

    Tomé entre mis manos la cinta de vídeo y la estudié a fondo tratando de encontrar alguna pista, algo que me dijera de dónde venía.

    Tiré la cinta lo más lejos que pude; no quería verla ni recordar el contenido del vídeo.
    Después de una larga ducha relajante, me vestí y me recosté en mi cama.

    Tras unos minutos que se me hicieron eternos recordando todas y cada una de las escenas del vídeo, finalmente mi cerebro se relajó y me dejó descansar en paz.

    "Descansar en paz"

    Mi epitafio.

    Mierda.
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    Bueno, aquí se termina :) Sé que es algo corto, pero el siguiente estará más largo, lo prometo :)

    Críticas constructivas, opiniones, mejoras, etc. Háganme las saber, por favor n.n
     
  2.  
    AlexHerondale-sama

    AlexHerondale-sama Shhhhh Soy Batman

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    jhgfdsafghjhgfdsad HIIII!!!:D

    Hace muuuuucho que no leía un fic así de terror!!!! Como lo extrañabaTuT

    Me encanta la trama, aunque la película no me dio mucho terror, me gusta que la hayas agarrado de base;) Ademas de que adoro el IchiRuki, es de mis 3 parejas preferidas (las otras son el UlquiHime y el GrimmNell y tambien me gusta el UraYoru).

    Ya quiero saber que pasa y como metes a Ichigo en la historia *w* Ya mencione que amo a Ichigo?? No?? Pues LO AMO!!:p

    En serio quiero seguir leyendo tu fic asi que... Me avisas de la conti!!!

    SAYONARA!!!

    Atte:Alex-sama
     
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  3.  
    Daniela kuchiki

    Daniela kuchiki La chica del Olvido

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    WooooooW muy bueno esta Supeeeer asfsfsaasfasfyhkf

    Esta muy bien estructurado y la trama esta de maravilla aunque concuerdo con Alex-sama la peli no me dio mucho miedo pero quedo super lindisimo el cap ademas es Terror y Romance... La perfeccion ^^

    Y la Pareja es mi segunda favorita despues del ulqui-hime Lol >////<

    Espero me avises cuando pongas contii >////<
     
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  4.  
    Lee Sang Gun

    Lee Sang Gun Reina de Hielo

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    Bueno, antes que nada, lamento mucho la demora u.u La verdad, pensé en no seguirla u.u Pero seguiré subiéndola ^w^

    Sin más qué decir, les dejo el capítulo :3

    Disclaimer: Los personajes de Bleach le pertenecen a Tite Kubo, la historia es completamente mía.

    Título: The Ring

    Pareja: Ichigo K. & Rukia K.

    Rating: K

    Advertencia: También tengo esta historia en FanFiction, bajo el mismo nick.

    Capítulo 2: Lunes​

    23 de abril del 2013. 8:30 a.m.​

    Día 1

    Desperté gracias al insistente pitido de la alarma, en la mesita de noche localizada al lado de mi cama.

    Genial, otro día en mi "interesante" vida. Ahora, a levantarme, arreglarme, caminar hacia la parada del autobús, ir a la universidad, estudiar como zombie por casi doce horas seguidas, ir a trabajar, regresar a casa, y dormir. Rutina.

    Tanteé buscando el interruptor de apagado de la alarma y suspiré aliviado mientras descansaba la mano a un lado de ésta, notando raramente húmedo.

    ¿Húmedo? ¿Por qué demonios estaría húmeda la mesita de noche? No tengo goteras, ni nada parecido. A menos que... ¡¿Qué cojones...?!

    A mi mente acudieron las terroríficas imágenes— sarcasmo— de la— mugrosa— niña del vídeo, explicando ilógica e irracionalmente la posible humedad en la mesa.

    "Siete días".

    Mis ojos se abrieron de par en par y me levanté de un salto de la comodidad de mi cama— claro, en las noches es de lo más incómoda, pero cuando me tengo que levantar, es el mismo lecho de los dioses—, para después clavar mi mirada en la mesita de noche, la cual en ésos instantes estaba chorreando agua.

    ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¡¿Desde qué puto momento se encuentra ella en MI habitación?!

    Joder, que ni siquiera mi padre ha entrado en mi cuarto, ni siquiera en mi apartamento, y ahora ésta niña se aparece así sin más en la privacidad de mi habitación para joderme la existencia cuando aún me quedan seis días.

    Me lancé contra el bate de béisbol— hierro puro, nena— en una de las esquinas de mi cuarto y lo empuñé listo para volarle la cabeza de un solo batazo a la condenada ésa.

    La busqué con la mirada por todos los rincones de mi cuarto, más no la encontré.

    Fijé mi mirada en la mesita de noche y tuve que lanzar el bate lejos para no tener el impulso de golpearme la cabeza repetidas veces con él.

    El vaso con agua que siempre dejo en ésa mesita de noche estaba tirado a un lado de la lámpara— la cual, a su vez, estaba a un lado de la alarma—, por lo que obviamente el líquido dentro de ésta se había derramado sobre la fina madera de la mesita, causando así la humedad en ésta.

    Tuve el impulso de ir por el bate para comenzar mi castigo por mi idiotez, de no ser porque la habitación se llenó con la dulce melodía de "I Could Care Less" de una de mis bandas de Metal favoritas, "Devildriver", proveniente de mi cama.

    Solté un bufido y me lancé contra la almohada. Después de disfrutar por unos momentos la canción, tomé mi celular que anunciaba una llamada entrante y miré el identificador de llamadas. Bufé.

    Tan temprano y a Byakuya ya le daba por molestarme.

    —¿Qué quieres?— respondí la llamada con hostilidad; no estaba de humor para sus malditos insultos inteligentes.

    Escuché una amarga carcajada por parte de él y rechiné mis dientes con furia: se estaba burlando de mí.

    —Hombre, tranquilo— volvió a reírse y golpeé la pared con el puño cerrado—. Ésa niña te trae loco— otra carcajada.

    Solté un bufido y fijé mi vista en el techo, imaginando cualquier cosa que me distrajera de lo que Byakuya me decía.

    —Oye, ¿me estás escuchando, Kurosaki?— escuché a Byakuya reclamarme y solté un bufido, al tiempo que volvía a golpear la pared.

    Hasta la jodida pregunta era demasiado obvia: por supuesto que no lo estaba escuchando, que desgraciadamente— y aún no sé cómo ocurrió— sea mi mejor amigo no significaba que lo escuchara con el mismo encanto que la mayoría de las chicas de la facultad le brindaban al hablar.

    Pero, coño, que Byakuya no me llamaba al móvil a menos de que fuera una emergencia, y al parecer, ésta lo era.

    Suspiré resignado y apegué mi celular con más fuerza a mi oído.

    —De todas maneras, ¿para qué llamaste?— cuestioné con el mismo tono hostil con el que había respondido a su llamada.

    No es que me molestara que me llamara... Joder, ¿a quién engaño? Por supuesto que me molestaba. Digo, de por sí tenía encima el problema de la mugrosa de la alcantarilla, y ahora Byakuya me salía con que había una emergencia, porque, repito, si Byakuya me llama al móvil, y más aún tan temprano en la mañana, debe ser por una emergencia, y una grave.

    Porque, siendo sinceros, no estaba disfrutando de esta semana tan linda y maravillosa— notese el sarcasmo— que Kami me estaba dando, como para soportar el pesado humor de Byakuya.

    Escuché cómo suspiraba con resignación y agradecí el no estar frente a él, puesto que, siempre que hace eso y yo estoy en su camino, termino andando por el bello mundo y sus alrededores con un precioso moretón, ya sea en el ojo, en la mejilla o, ya de plano, con el labio reventado.

    —Necesito decirte algo, pero no por aquí— explicó haciendo referencia al teléfono—. Nos vemos a las diez en la tienda Urohara— y dicho ésto, colgó.

    Me quedé unos momentos más con el móvil pegado a mi oreja, tratando de descifrar las últimas palabras de Byakuya antes de cortarme la llamada.

    Osea que, ¿primero se hace el interesante, llamándome tan temprano en la mañana, para después hacerse el misterioso y citarme a las malditas diez de la noche— justamente la hora en que salgo de la escuela— para hablar de sabe qué cojones?

    —Tsk...— arrojé el celular de vuelta a la cama y me apresuré a recoger mi ropa para darme una ducha rápida.

    No sabía la razón, pero el creciente miedo que había desarrollado hacia el agua se me antojaba un poco grave.

    Digo, no es que me fascinara ducharme. De hecho, de pequeño— como a casi toda la población infantil—, tenían que alcanzarme, después de correr por casi toda la casa, y arrojarme— literalmente— a la tina, llena de mis juguetes y deliciosa agua tibia, para que me diera un buen baño.

    Para después luchar de nuevo para sacarme de la misma, aunque el agua se encontrara fría y, mi pequeño cuerpo de infante arrugado como una pequeña pasa.

    Así que... No. No me gusta bañarme.

    Después de arreglarme y preparar— milagrosamente, por cierto— un bento para la universidad— arroz con salsa de curry, uno de mis favoritas—, salí disparado fuera de mi apartamento en dirección a la recepción.

    Sí, dejé mi casa al entrar a la universidad. ¿Por qué? Supongo porque necesitaba sentir lo que era la libertad y la independencia misma.

    Al principio me sentí un tanto culpable de dejar a Karin y a Yuzu solas con el viejo, pero después fui convenciéndome de que era lo mejor para mi vida independiente y— culpo al viejo— mi salud mental.

    Al llegar a la recepción, saludé con un asentimiento de cabeza a la recepcionista, Yoruichi, cuando ella me guiñó uno de sus ambarinos ojos y apartó su cabello morado— yo no puedo opinar nada, mi cabello es naranja— de su moreno y agraciado rostro.

    Salí del edificio en dirección a la parada de autobús, la cual quedaba a un par de calles del complejo de apartamentos en el que vivía.

    Caminaba con tranquilidad, de todas maneras eran las... Las...

    Fijé mi mirada en mi reloj de pulsera y una gota de sudor resbaló por mi sien al revisar la hora.

    ¡Las 9:47! ¡El autobús pasa a las 9:50 y todavía me faltaba una calle y media más! ¡Mierda!

    Corrí lo más rápido que mis piernas me permitieron, y justo en el momento en que el conductor del autobús cerraba la puerta, alcancé a interponer mi mano, de manera que ésta tuvo que volver a abrirse, dándome el pase libre a entrar.

    El chófer me fulminó con la mirada y yo sólo sonreí con arrogancia mientras le —presumía— mostraba mi gafete de estudiante, por lo cual, no podía objetar nada.

    Me senté en uno de los últimos asientos vacíos que se encontraban al final del autobús y me relajé por unos instantes al mirar por la ventana con mis audífonos puestos y escuchando un poco de Metal.

    Cuando llegamos a la facultad, me levanté y caminé hacia la salida, como los demás estudiantes.

    Caminé por el campus sin encontrarme con nadie conocido. Mejor, no estaba de humor y a mi reproductor de mp3 le había dado por escoger aleatoriamente mis canciones favoritas, por lo cual, no iba a quitarme los audífonos para escuchar a nadie bajo ninguna circunstancia.

    Pensándolo bien, no me había tomado con bastante seriedad el asunto que, supuestamente, ponía en riesgo mi vida. Sí, el de la niña del aro.

    Pero, ¡joder, si parecía película de terror! ¿Me van a decir que ahora Freddy Krueger* vendrá a atormentarme en sueños y no me dejará tener una jodida existencia normal? Pero bueno, es hora de ponerse serios con este asunto.

    Primero, ¿verdaderamente es cierto lo del vídeo? ¿No puede ser simplemente una broma muy, muy pesada?

    Aunque, claro, eso no explica lo de la llamada al teléfono de la casa de Byakuya. ¿Cómo es posible que ésa niña me llamara estando yo en una casa ajena a la mía?

    Y éso... Un momento...

    ¡Byakuya también vio el vídeo!

    —No puede ser...— susurré un tanto preocupado y me dirigí a clase.

    Después de las interminables horas de escuela— que por culpa de Byakuya se me hicieron aún más interminables—, al fin salí de la facultad y me dirigí casi corriendo a la parada de autobús, que, aunque sabía que estaba a tiempo, no quería que me sucediera lo mismo de la mañana.

    Después de éso, la llegada a mi casa fue completamente aburrida. Rutina.

    Al llegar a mi departamento me preparé algo de comer y decidí ver un poco de televisión, para pasar el rato antes de irme a la tienda a la que el amargado de Byakuya me citó.

    Me recosté en el sofá frente al televisor y comencé a pasar los canales buscando algo interesante que ver, mientras picoteaba mi improvisada cena.

    Poco a poco mis ojos fueron cerrándose, hasta que me sumergí en un profundo sueño.

    Profundo... Como el océano... Lleno de agua, ése líquido vital del cual sentimos tanta necesidad, pero también el que puede costarnos la vida en variadas ocasiones. Que nos quita el aliento con el simple hecho de adentrarnos en ella, dejándonos en la inconsciencia tan lenta y dolorosamente que a nuestro cuerpo sólo le queda por rogar por un poco de oxígeno.

    Más aún si éste vital líquido se encuentra en un lugar tan cerrado, tan estrecho, sin ninguna oportunidad de escape.

    Como un pozo; estrecho y profundo, con falsas esperanzas de escapar convertidas en ladrillos separados por finas e imperceptibles líneas de cemento, dando la ilusión de un espacio aceptable para que los finos y delicados dedos lastimados de una niña pueda escalar por ellos.

    Pero no aceptable para las pequeñas puntas de sus pies, por eso la niña cae por segunda vez al agua, llevándose la pequeña reserva de aire resguardada en sus pulmones.

    Y sus ojos, ésas oscuras gemas preciosas que observan cómo la única vía de escape es sellada, cómo su esperanza de vivir, de reír, de amar, de llorar, es arrancada por nada más ni nada menos que ésa hermosa criatura a la que dedicaba tanta devoción, tanta admiración. Ése ser precioso que le obsequió el don de nacer, de vivir.

    Y ahora se lo arrebataba.

    Oh, su querida madre. En quien ha entregado todo su amor, le traiciona de la manera más cobarde e inhumana que el mismo ser humano se pueda imaginar.

    Y su cuerpo, ése traidor, se hunde cada vez más en el agua, ése dulce líquido que para muchos es vital, necesario, pero que para ésa pequeña niña significa la perdición, la misma muerte.

    Y de sus finos labios y respingada nariz comienzan a brotar pequeñas burbujas de aire, seguidas de finos hilillos de sangre, que anuncian el trágico final de la vida de la pequeña mortal.

    —Rukia...— pronunciaron mis labios por sí solos.

    Entonces, los ojos de la niña se abrieron de par en par, pero desgraciadamente, ya no eran los mismos ónices brillantes ante el sol. Ahora eran azules, cual zafiros que brillaban bajo el agua con un odio puro, profundo, desgarrador.

    Su piel, antes de porcelana, comenzó a tomar tonalidades verdes, casi grises, producto de la pronta descomposición de su agraciado cuerpo bajo el agua.

    Alzó su mano derecha con lentitud, como si temiera que la carne descompuesta de su delgado brazo fuera a desprenderse de sus huesos en cualquier momento si no tenía el debido cuidado.

    —Seis días— pronunciaron sus labios, ahora negros, con una de las voces más tiernas y, a su vez, más escalofriantes que alguna vez alguien haya escuchado jamás.

    Desperté con la respiración agitada y mi rostro y cuello bañados en sudor.

    ¿Qué... demonios...?

    Revisé la hora: 10:07 p.m.

    Byakuya va a matarme.

    Me levanté de un salto del sofá, valiéndome madre el haber tirado mi casi intacta cena sobre el sofá y salí disparado del apartamento, en dirección al punto de reunión entre Byakuya y yo.

    Corrí lo más que pude por las infinitas y concurridas calles de la ciudad y llegué justo cuando Byakuya salía de la tienda. Menuda suerte.

    Me miró con su ya típica frialdad y, con un asentimiento de cabeza, me pidió que me acercara.

    Byakuya era un chico alto, más o menos de mi estatura, de ojos negros— algunas veces grises, bipolares como él—, su cabello era largo hasta los hombros, color negro y con algunas pinzas de color blanco que le daban estilo a éste, qué gay.

    Metí las manos en los bolsillos de mis jeans con desinterés y me acerqué a él a paso lento y firme.

    —¿De qué querías hablar?— mi rostro denotaba seriedad, al igual que mis palabras.

    Suspiró con cierto cansancio. Ya sabía que conmigo tenía que ir directo al grano.

    —Sé dónde vive el supuesto padre de la niña del pozo— soltó de repente, esperando mi reacción.

    ¿El padre... de la niña del vídeo? ¿De... Rukia? ¿En serio?

    De acuerdo, supongo que tengo a alguien a quién visitar, de todas maneras me quedan seis días.
     
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