One-shot the dark knight [Noah&Galen] «deadman wonderland»

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Ceci, 28 Mayo 2019.

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    Ceci

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    the dark knight [Noah&Galen] «deadman wonderland»
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    4491
    the dark knight
    by satellite; UA

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    —¡Dulce o truco!

    La anciana no pudo evitar sonreír, tratando de fingir un susto actuado para complacer a los pequeños monstruos que habían tocado a su puerta esa noche. Incluso detrás de la pintura verde y las ropas rotas, podía reconocer al pequeño Galen y la pequeña Aimi, disfrazados de Frankenstein y Lady Frankenstein respectivamente. Se veían tan adorables.

    —¡Oh, oh, pequeños monstruos! ¡Llévense mis dulces y no me hagan nada!

    Aimi rió y metió la mano en la calabaza que la señora Evernever le ofrecía, sin siquiera detenerse a mirar, totalmente acelerada por la adrenalina que sentía de tener un tarro cada vez más pesado y lleno de dulces, y aún quedaban muchas casas de la cuadra que recorrer. Galen compartía su entusiasmo y ansiedad, pero sus motivos eran completamente diferentes.

    A pesar de que también estaba emocionado por recorrer toda la manzana en aquel caos de niños disfrazados, ese era su primer Halloween como niño grande. Mamá y papá por fin habían entendido que él tenía siete años ya, que iba a estar bien y que no necesitaba el fiasco de Noah como chaperón. Él nunca se disfrazaba y eso siempre le restaba caramelos al pobre Galen, y además, el año anterior se la había pasado con Cathy todo el rato; apenas lo acompañaron a dos o tres casas y luego lo mandaron a dormir con una bolsa que Cathy había comprado, como si quisieran terminar con aquello lo más rápido posible para irse a hacer quién sabía qué cosas de adolescentes.

    No pudo quejarse del todo en aquel entonces, porque Cathy siempre compraba los mejores caramelos del barrio y cuando le pusieron una bolsa de butter toffe en las manos, se encontró a sí mismo demasiado ocupado como para quejarse.

    —¿Qué te tocó, Galen? —preguntó Aimi, revisando su propio balde de caramelos a ver cuál era su última adquisición.

    —¡Pasas de uva cubiertas en chocolate! ¡Guácala! —contestó el pequeño.

    Por un momento se vio sumamente tentado a arrojarlas contra el primer arbusto que se le cruzara con tal de hacerlas desaparecer, pero eso habría sido muy grosero y papá se habría molestado si se enterara. Suspiró y las volvió a meter en su bolsa, deteniéndose a corroborar que la calavera que había pintado él mismo en la tela, con muchísimo esfuerzo y ayuda de mamá, siguiera tan intacta como cuando habían salido de casa.

    —A mí me tocó una ciruela bañada en chocolate…

    Galen hizo una mueca de asco y repudio porque no había algo más asqueroso que las pasas de ciruelas, y agradeció en silencio no haberla agarrado él porque de ser así no se habría podido contener las ganas de hacerla desaparecer de su vista.

    —¡Ya sé! —anunció Galen, mirando a Aimi con los ojos brillantes, llenos de emoción—. ¡La casa de los Whitman, Aimi! ¡Noah y Cathy estuvieron en casa esta mañana con las compras y vi que tenían snickers y… y skittles y y y oreos bañadas en chocolate!

    Aimi no necesitó ser persuadida para echarse a correr en la misma dirección que Galen después de escuchar que podría conseguir skittles. Esos pequeños caramelitos de colores eran lo mejor de la vida.

    —¡¿Crees que tengan de los ácidos?! —preguntó ella en medio de la carrera, sintiendo que se le iban a gastar las pequeñas piernas de lo rápido que corría; todo por los caramelos.

    —¡Creo que sí!

    Ambos pequeños atravesaron la cuadra a la velocidad de mil rayos y centellas, ignorando los gritos de los padres preocupados que acompañaban a los niños más pequeños en su recorrido halloweenesco, pero ninguno prestó atención alguna porque tenían que llegar a la casa Whitman a como diera lugar.

    —¡Cathy, Cathy! —gritó Galen antes de pisar el primer escalón del porche de la casa de los Whitman—. ¡Dulce o truco, Cathy!

    Aimi llegó unos segundos más tarde, casi que desplomándose sobre una de las calabazas esculpidas por el agotamiento de la carrera. No había sido particularmente larga, pero había sido tan frenética que se sentía capaz de vomitar hasta el desayuno del día anterior de tan agitada que estaba.

    Cathy, quien vestía unos leggins verdes y encima una blusa casual, como si no hubiera tenido tiempo de terminar de cambiarse y ponerse su disfraz, abrió la puerta incluso antes de que tocaran timbre. Ya los había escuchado en su carrera como caballos al trote por la acera frente a su casa, y al verlos pasar por la ventana como el viento del más furioso huracán, había dejado de ponerse gel en el cabello para acercarse a abrir la puerta.

    —¡D-dulce o truco! —anunció Aimi casi muerta en los escalones del porche, pues no se iba a quedar sin decir la línea célebre de la festividad, aquella que había practicado con su papá durante horas y horas porque tenía que salir perfecta.

    Cathy sonrió enternecida al verlos, agachándose a ver al par de renacuajos con más detalle. Esos disfraces perfectos tenían el sello de Laila en cada puntada.

    —¡Oh, Frankenstein y su novia! —dijo Cathy, poniendo las manos en el aire, como si se viera indefensa.
    —¡No, no somos novios! —aclaró Galen, poniendo cara de pasa de uva él mismo.
    —¡Ya quisieras tener una novia como yo! —contestó Aimi, entre ofendida y altanera; los niños eran unos completos tontos.
    —Ey, ey… —interrumpió Cathy, tomándolos a ambos de las manos para evitar que aquello escalara en algo innecesario—. ¿No vinieron aquí por los dulces?

    Cathy movió la cabeza un par de veces hacia su costado, señalándoles lo que para ellos era la cacerola de oro al final del arcoíris. Cathy tenía una enorme maceta de plástico llena de dulces de esos que eran buenos, tan grande que le llegaba a los dos pequeños a la cintura.

    —¡Wooooow! —exclamaron ambos al unísono, con los ojos como plato.

    Y por supuesto: procedieron a cargar tanto caramelo en sus respectivas bolsitas como sus manos les permitían, terminando de llenar todo el espacio vacío que les quedaba. Tenían tantos caramelos deliciosos que no necesitaban seguir recorriendo casas en toda la noche.

    —¿Dónde está tu hermano, Galen? —preguntó Cathy, agachada frente a ellos, recogiendo los caramelos que caían al piso tras ser rechazados por los pequeños críticos, ayudándolos también a acomodar los que ya tenían en el balde para que les pudiera entrar más.
    —No lo sé —contestó el pequeño, súper concentrado en intentar calcular cuántos caramelos tenía que comerse esa noche si quería que le quedaran reservas hasta el próximo Halloween—. Lo vi más temprano antes de salir, practicando su voz de Batman frente al espejo, con máscara y todo. —Galen se tapó la boca como si hubiera dicho un disparate—. N-no le digas que te conté, se molestará conmigo…

    Cathy rió, volviendo a pararse en su lugar, habiendo terminado con los caramelos de los niños. Si les daba más seguro las familias de ambos vendrían a recriminarle a la mañana siguiente con la cuota del dentista familiar.

    —Tu secreto está a salvo conmigo, Galen —le aseguró, haciendo un gesto con los dedos y los labios, como si estuviera cerrando una bragueta—. Pero no lleguen tarde a casa, que ya está anocheciendo, ¿okay?
    —Okay ~ —contestó Galen, rodeando los ojos, restándole atención—. ¿Vamos a las hamacas a comer algunos, Aimi?

    ¿Cuándo iban a entender los adultos que cuando se cumplía siete ya no se era un niño?

    —¡Gracias, Cathy! —se despidió Aimi, emocionada por la idea de hamacarse tan alto hasta que sus pies tocaran el atardecer.
    —¡Lo digo en serio, niños! —advirtió Cathy desde la puerta, justo antes de perderlos de vista.

    Volvieron a echarse a correr a toda velocidad, como si ser niños se tratase básicamente de correr a todos lados. Tenían muchos dulces que probar, y con todos los niños del barrio aún pidiendo caramelos, seguro tenían el pequeño parque para ellos solos, y no tendrían que pelearse por las hamacas porque estarían todas libres.

    Ese era el mejor Halloween de la vida.

    —¡Me pido la roja! —anunció Aimi, quien de alguna forma, se le había adelantado a Galen en su carrera, dándose vuelta para sacarle la lengua.
    —¡Oye! ¡La roja es la mejor de todas, no es justo!

    Y lo era. A la hamaca roja le habían cambiado las cadenas por unas nuevas y se movía con una fluidez suprema. La verde y la azul, en cambio, de vez en cuando parecían trancarse cuando uno se hamacaba muy alto, así que si alguien quería vivir su mayor sueño de astronauta tenía que subirse sí o sí a la roja. Algunos decían que así se había lastimado Connie el ojo: se había hamacado tan alto que la hamaca dio una vuelta entera y que cuando se cayó había aterrizado con su cara y por eso usaba un parche. Era una idea aterradora, pero al mismo tiempo, ¿a qué niño no le emocionaba la idea de parecer un pirata? Querían vivir su mejor vida y tocar las estrellas con los pies, y si luego se caían y terminaban con un ojo negro entonces bueno, aún así era bastante cool.

    —¡Ni lo pienses! —advirtió Aimi, sentándose tan rápido como vio a Galen acercarse a tirar una de las cadenas, como si quisiera robarle la hamaca.
    —¡Pero…! —Galen bufó, cruzándose de brazos, rendido, porque Aimi ya se había sentado y no había forma de sacarla de ahí.

    Chasqueó la lengua y tomó la verde, la segunda mejor de todas. Nada era como la roja, pero la verde tampoco estaba tan…

    —Vaya, vaya, vaya…

    Aimi y Galen miraron hacia el frente, guiándose por aquella voz, y no pudieron evitar echarse a reír como dos desquiciados. Un Papá Noel venía bajando por el tobogán, arrastrando consigo una bolsa gigante en su espalda. Incluso traía la barba pegada y el gorrito con el pompón.

    —¡Amigo! —gritó Galen, agarrándose la panza con una mano, incapaz de dejar de reír—. ¡Navidad es en Diciembre, hoy es Halloween!

    Y Aimi rió aún más fuerte, tirando algún dulce de su pequeño balde de tanto que se reía.

    —¡HO HO HO, LITTLE FUCKERS! —anunció el extraño en un tono molesto porque, ¿cómo se atrevían a reírse de él?—. Pues yo soy el Santa malo, el que viene a robarles en vez de darles nada.
    —¿Y qué se supone que nos vas a roba...? —preguntó Galen, quedándose casi pálido al instante.

    ¡Sus dulces!

    —¡Entrega tus caramelos y no te daré la paliza de tu vida, mocoso!

    Aimi se llevó una mano a los labios, girándose para ver a Galen. ¿Acaso debían salir corriendo de allí?

    Para cuando la pequeña pudo darse cuenta de las cosas, el malvado Santa ya estaba frente a ella, y de cerca se veía aún más aterrador. Era un niño más grande que ellos, con toda seguridad, y para cuando quiso reaccionar, el tipo le arrancó la bolsita de las manos y la metió en el bolsón que cargaba en su espalda y por lo llena que estaba parecía que ellos no eran sus primeras víctimas de la noche.

    Pero Galen no estaba dispuesto a que le quitaran sus dulces ni a él ni a Aimi, y a nadie más, porque a lo que sí estaba dispuesto era a detener al malvado Santa en ese momento.

    —¡Basta, bravucón! —le advirtió, bajándose de la hamaca como si altura de metro cuarenta fuera algo de lo cual el tipo pudiera llegar a intimidarse—. ¿No te enseñaron valores en tu casa? ¡¿Nadie te enseñó que robar es malo?! ¡No es justo que nos quites los caramelos, nosotros recorrimos las casas por nuestra cuenta! ¡Ve tú a hacer lo mis...!

    El grito de Aimi ahuyentó a todos los pájaros del parque.

    ~♥~
    —¡Mamáaaaa!

    Galen lloraba tanto que la pobre Laila ya no sabía por qué lo hacía en realidad. Se había aparecido en la puerta de la casa con la nariz llena de sangre, lo cual le había quitado años de vida del susto que se pegó al verlo así, pero tampoco era algo sumamente grave como para que metiera semejante escándalo. Suspiró y le acarició la cabeza, mirando a Shawn de reojo, el cual simplemente se había sentado al lado del pequeño en el sillón, abrazándolo contra su cuerpo, negando con la cabeza.

    —Debí haberlo acompañado… —comentó el albino en voz baja, acariciando el pequeño hombro del pequeño Galen.

    Laila suspiró pesadamente, terminando de ponerle un algodón en las fosas a Galen para que ya no anduviera chorreando sangre y moco y que se le entreverara con las lágrimas y que se volviera todo una mezcla innecesariamente asquerosa.

    —¿Ves que papá y mamá te dicen las cosas para que tengas cuidado, cariño? —dijo Laila, acomodándose mejor frente a Galen, arrodillada frente a él. Quería ahorcar a la pequeña mierdilla que le había hecho eso a su bebé, no había dudas al respecto, pero tampoco podía desaprovechar la oportunidad de regañarlo por haberla desobedecido a ella y a Shawn—. ¿Por qué fueron al parque si les dijimos que se quedaran en esta cuadra? ¿Ves que no eres tan inteligente como crees, cariño? Aún eres un niño y cosas malas como esta pueden pasarte siempre.

    Galen simplemente lloraba como un marrano, porque a pesar de que se merecía un regaño por haber traicionado la confianza de sus padres (la cual le iba a tener que recuperar a base de cartitas de amor y proyectos de escuela si quería que algún día lo volvieran a dejar salir a jugar a la entrada del garaje siquiera), también había perdido todos sus dulces y además lo habían golpeado frente a una niña. Ese Halloween sí que se había arruinado en cuestión de segundos y decisiones tontas.

    —Awww… su primera nariz rota. ¿Cuántos años tenía yo cuando me la rompí por primera vez? ¿Cinco, seis?

    Noah había bajado la escalera desde su habitación completamente vestido de negro, disfrazado como el mejor Batman del mundo porque el disfraz lo había hecho Laila.

    —¡¿Está rota?! —Galen entró en pánico.

    Laila fulminó a su hijo adolescente con la mirada, y Shawn simplemente suspiró y negó con la cabeza. Galen era la copia exacta de Noah, si tenían el mismo cabello y los mismos ojos y el mismo todo, pero solo podía rezar que Galen creciera para convertirse en un adolescente más tranquilo que el buscapleitos de su hijo mayor.

    —No, cariño, no lo está. —Laila acarició el cabello de Galen para tranquilizarlo, dedicándole una sonrisa tierna—. Tu hermano está queriendo ser gracioso sin hacerle gracia a nadie en realidad.
    —Oh, Laila...

    Noah fue interrumpido por la mirada fulminante de su padre. Shawn era la persona más amable y paciente del mundo, pero cuando se trataba de defender al amor de su vida, entonces era capaz de convertirse en el demonio más despiadado.

    —Estás a un comentario irónico de quedarte castigado y no salir hoy —anunció con tranquilidad, a sabiendas de que Noah, a pesar de querer actuar duro, era un simple adolescente incapaz de desafiar a sus padres.
    —Ya, ya. —Noah le restó importancia, acercándose al resto de la familia.

    Laila se subió al sillón y tomó al aún pequeño Galen entre sus brazos, sentándolo en su regazo. Noah había crecido tan rápido que para cuando se dio cuenta era más alto que ella y ya no podía tenerlo como a un bebé. Galen, por su parte, había crecido lo suficiente como para quedar ridículamente grande en el regazo de su madre, pero no rechazaría la sensación de protección, no después del susto que se había pegado esa noche.

    —¿Quién te golpeó, pequeño monstruo? —preguntó Noah, utilizando su mejor voz de Batman—. Deja que el caballero de la noche se encargue de tus problemas.
    —Noah —intervino Shawn, quitándose al gato de la falda que ya se había acomodado por demasiado tiempo, levantándose del sillón—. Sé en lo que estás pensando y la respuesta es no. Esto es algo que se tiene que resolver entre adultos.

    El adolescente bufó y se agachó a besar la cabeza de su madre, aquella dulce mujer a la que llamaba Laila por ser un mocoso molesto y cuya crisis existencial se resolvía en divertirse cuando su mamá se enojaba con él.

    —Me voy, no me esperen temprano —anunció, sacudiendo el cabello de Galen en el proceso, ganándose un bufido por parte del pequeño.
    —Aquí a las once —advirtió Shawn, serio, porque no estaba de humor para recibir a otro de sus niños lastimado esa noche, y conocía exactamente la clase de cosas que Noah hacía si no se lo controlaba.
    —¿Am o pm? —preguntó el otro, chocando puños con su padre, aquello que hacían entre chicos.

    Shawn no pudo evitar reír levemente ante las ocurrencias de Noah. Ellos eran distintos pero parecidos al mismo tiempo, y aunque a veces no sabía exactamente cómo tratar con él, tenía que recordar que él mismo había sido un adolescente, que a pesar de siempre meterse en problemas, Noah no era un niño malo porque no lo habían criado así.

    —Tranquilo, Shawn. —Laila batió una de sus manos en el aire, totalmente despreocupada—. Estará con Cathy y ella lo controla mejor que nadie.

    Noah se ahogó con su saliva al escuchar el comentario y una sonrisa perversa se formó en sus labios, gesto que no pasó desapercibido por Shawn y Laila. Si tan solo supieran…

    —Un día de estos su padre saldrá persiguiéndote con la escopeta y yo me sentaré a mirar porque te lo tendrás merecido.
    —Oh, Shawn, cariño… ¿No recuerdas cuando nosotros éramos adolescentes?

    La sugerencia en el tono de voz de Laila era evidente, y menos mal que Galen era demasiado pequeño como para entender qué estaba pasando.

    —Bueno, con esa me despido yo —anunció Noah, acomodándose la máscara y dirigiéndose hacia la puerta.

    No se iba a sentar a escuchar las historias de amor y la sugerencia de otras cosas de sus padres.

    —¡Espera, Noah! —gritó Laila desde su lugar, deteniéndolo justo cuando tenía la mano en el picaporte—. No me dijiste de qué se disfrazará Cathy~ ¿Gatúbela para Batman? —preguntó con sugerencia, como si todo el asunto la divirtiera.
    —Nop. —Noah abrió la puerta de forma dramática, volviendo a poner su voz de Batman—. Ella es mi Robin.

    Y desapareció tras la puerta, dejando al pequeño Galen protegido en su nido, haciéndolo sentir miserable por necesitar el abrazo de su madre y la mirada reconfortante de su padre. ¿Por qué no podía crecer rápido y ser como su hermano?

    ~♥~
    Era tarde en la noche y Galen no podía dormirse. Las bolas de algodón en su nariz eran la cosa más molesta del mundo, y tampoco era como si pudiera dejar de pensar en lo que había sucedido más temprano. Papá había prometido comprarle dulces a él y a Aimi a la mañana siguiente por lo mucho que había llorado, pero aquello no era lo mismo, y tampoco iba a dejar de sentirse avergonzado por todo el asunto. Él se había creído grande por haber cumplido siete, pero en esos momentos se sentía tan grande como un bebé.

    Hundió el rostro con fuerza contra el colchón y se puso la almohada sobre la cabeza, frustrado. Todo el mundo decía que él era un pequeño Noah, que era la viva imagen de su hermano cuando era pequeño, que compartían tantos rasgos y tantas cosas, pero él no podía sentirse más diferente a Noah. Su hermano cada dos por tres llegaba a casa con la nariz golpeada o un ojo negro y a él lo regañaban más de lo que lo consolaban. Quería ser como su hermano: fuerte y valiente, capaz de pelear sus propias peleas, sin dejar que nadie se metiera con él y saliera ileso en el proceso.

    Y ahí estaba Galen, habiendo querido hacerle frente a un buscapleitos y habiendo terminado llorando en los brazos de mamá. Ahora todo el barrio sabría que era un bueno para nada del cual reírse hasta el próximo Halloween.

    Justo cuando estaba a punto de ponerse a llorar en su melancolía, la puerta de su habitación chilló discretamente al ser abierta. Seguro era mamá entrando como por décima vez en la noche a ver si se había dormido o si quería un vaso de leche caliente o si quería que le leyera un cuento o más y más cosas de niños.

    Galen no veía la hora de crecer de una buena vez.

    —Gusano —sintió que le llamaban en voz baja, y no tuvo que concentrarse demasiado en darse cuenta de que era Noah; nadie más que él lo llamaba de esa forma y esa noche Galen se sentía más pequeño que un gusano—. Anda, gusano, levántate que sé que estás despierto…

    Galen bufó y salió de su escondite de mala gana, solo para llevarse una sorpresa que no se la habría imaginado ni en un millón de años.

    Noah había dejado en el piso frente a él la bolsa del mismísimo y nefasto Santa, y en su mano sostenía la barba y el gorro del gordo panzón. Galen no salía de su asombro al ver lo que estaba frente a él.

    —¿Cómo lo encontraste? No te dije quién fue —preguntó el pequeño.

    No se tardó ni tres segundos en estirar sus brazos y acercar el saco hacia él, abriéndolo y poniéndose a revolver. Había una infinidad de dulces, y también estaban las asquerosas pasas de uva y la perversa ciruela entreveradas en el manjar. Su hermano había recuperado el botín, pero a pesar de sentirse feliz al respecto, Galen empezó a llorar. Noah siempre lo molestaba y él siempre molestaba a Noah, pero esa noche, su hermano se había convertido en su héroe personal.

    —¿Tuviste que pelear con el gordo? —inquirió el pequeño, secándose las lágrimas con el puño.
    —¿Pelear? El imbécil no tuvo oportunidad alguna de pelear. Cuando Cathy y yo lo encontramos casi se…
    —¡¿Le contaste a Cathy?!

    Las mejillas de Galen se encendieron rojas como la luz de un semáforo y Noah entendió casi al instante por qué estaba tan molesto. Sonrió apenas y le batió el cabello con una mano, como intentando sacudir esas ideas de su cabeza. Él también había sido un niño, y no era muy diferente de Galen en ese entonces. Galen, comparado con el pequeño Noah, era un caballero valiente, porque al menos había intentado hacerle frente a su atacante.

    —¿Quieres que te cuente una cosa, mocoso? A ver si dejas de llorar.

    Galen asintió con la cabeza, avergonzado, y desvió la mirada hacia el otro lado de su habitación. ¿Cómo podía sentirse tan humillado frente a quien momentos atrás era su héroe con capa dorada? O negra, en su caso, porque la capa del disfraz de Batman era negra.

    —Cuando tenía tu edad me molestaban tanto en la escuela que fingía estar enfermo hasta no ir. —Galen lo miró con los ojos como platos. ¿Estaba escuchando bien? No podía concebir que su hermano, ese tipo rudo con el que nadie se metía, hubiera sido la bolsa de boxeo de alguien más—. ¿Sabes cuándo dejaron de molestarme? —El pequeño negó con la cabeza—. Dejaron de molestarme porque Cathy empujó a un niño con tanta fuerza que lo dio contra la pared y le rompió un diente. Dejaron de molestarme porque Cathy me cuidaba.

    Galen tragó grueso, sin poder creer lo que su hermano le decía, completamente atónito.

    —Y ya luego crecí y empecé a patear traseros por mí mismo —se apresuró Noah, porque por más que quisiera hacer sentir bien al renacuajo, tampoco quería bajarse de su pedestal de hermano mayor—. El punto es que no tiene nada de malo en dejarse cuidar por alguien más, así que está bien que yo te cuide a ti, ¿de acuerdo? Ese es el trabajo de todo hermano mayor.

    El pequeño sonrió de oreja a oreja, asintiendo con la cabeza. A la mañana siguiente no pelearía con Noah por el mando bueno de la playstation, lo dejaría tenerlo sin oponerse.

    —¿Crees que yo también pueda ser un hermano mayor alguna vez? —preguntó Galen, impaciente por ser él quien pateara traseros en un futuro.

    Noah rió en voz baja y volvió a sacudirle el cabello.

    —Creo que si alguien puede convencer a Shawn y a Laila de ello eres tú, pequeño monstruo.
    —¿Por qué les dices Laila y Shawn?
    —Lo entenderás cuando seas más grande, mocoso.
    —¿Y esas marcas en el cuello? Dijiste que no habías peleado con Santa.
    —Estas marcas son de otra clase de pelea. También eres muy pequeño para entender eso.
    —¡No es justo! Soy muy pequeño para todo.
    —Y hablas demasiado. Ya vete a dormir, esbirro de satán.

    Gaen rió y le lanzó un almohadón a Noah por la espalda cuando se paró para marcharse por la puerta.

    —Y asegúrate de devolverle los caramelos a todos los niños, ¿de acuerdo, demonio de tasmania?
    —Bueno~

    Noah siempre tenía un insulto diferente para Galen, ya se había acostumbrado a ello. ¿Aquella creatividad también sería algo de hermanos mayores? No podía esperar a la mañana siguiente para decirle a sus padres que quería un hermano. Y tenía que ser un hermano varón, que Galen tenía que pasarle sus conocimientos tal y como Noah se los pasaba a él. Eso y que las niñas eran asquerosas.

    Cuando Noah abrió la puerta de la habitación, Laila casi se cae de bruces al suelo por haberse quedado parada escuchando detrás de la madera. Casi que tenía lágrimas en los ojos y una sonrisa de oreja a oreja, porque había logrado pescar a sus dos niños teniendo un momento entre ellos, un momento que no la involucraba a ella separando una pelea.

    Galen pudo ver cómo las mejillas de Noah se encendían casi tanto como las suyas propias y salía corriendo del lugar rumbo a su habitación, con mamá persiguiéndolo detrás.

    —¡Que se te ve el cuello, jovencito! ¡Quiero que me lo cuentes todo! —anunció a todo pulmón, como si el reloj no marcara casi la media noche, mientras intentaba perseguirlo antes de que se encerrara en su habitación y perdiera toda oportunidad con él por esa noche, pero se dio vuelta a medio camino, regresando a la puerta de Galen—. Y tú, pequeño, a dormir ya, luces fuera, que estás muy pasado de tu hora de dormir.

    El pequeño se dejó caer en su cama, ansioso, sin poder esperar a crecer y ya dejar de tener un horario para dormir, como los niños grandes. Ese día había aprendido que no era tan grande como él quería, que tenía que ser paciente con lo que deseaba porque en algún momento llegaría, y que su hermano podía ser bueno con él cuando quería.

    Y se durmió con la intención de invitar a Noah a pedir dulces juntos el próximo año, y en esa oportunidad, se vestiría de Superman.

    .
    .
    .

    otro día, otro personaje al cual hacerle ooc <3 me sabrán disculpar ;-;
     
    Última edición: 28 Mayo 2019
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    Insane

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    Ceciiii, me ha corrido el azúcar en la sangre, y he de confesar que no es fácil en mi tipo de inclinaciones con respecto a lo que prefiero leer, pero de verdad me ha encantado muchísimo. El desarrollo, la interacción, el tiempo, el contexto, todo lo que hiciste que rodeó a los personajes. Fue muy lindo, muy dulce, muy suave. Mira que no había pensado en algo así, y dudo de sobre manera que se me hubiese ocurrido algo tan besho.

    Hubo partes muy cómicas, y muy tiernas. Noah tan besho, y Galen pidiendo dulces con Aimi, pasando ese rato agradable para que luego le robaran sus preciados dulces y terminara llorando en casa, que me desmayo de amoooor.
     
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    Dije que más tarde, pero estoy llorando aquí.

    Esto fue precioso de principio a fin.
    La interacción de Galen con Aimi, ambos pidiendo dulces; la chiquilla que casi muera ahogada por llegar a casa de Cathy por los mejores dulces. Las referencias a su padre. Todo.
    Y es que cuando creí que no podía ser más soft, vengo a leer que los padres de estos dos preciosos niños no son otros que Laila y Shawn; y es triste, porque me resulta lindo y triste a partes iguales, porque recuerdo a Shawn hablar con Connie, curar a Aimi, dormir con ella y llevarla en su espalda a la jaula, porque recuerdo a Laila tomando la mano de Noah en el autobús, caminando al rincón de juegos sujetada al brazo de Rico, tomando la mano de Aimi y diciéndole que al menos lo había intentado.
    Por culpa de ustedes no puedo dejar de verlo. Estos dos actúan como padres, Shawn con su complejo de héroe, Laila con su sumisión o agresividad que no deja ver otra cosa que no sea su genuina preocupación. Y eso está aquí, porque con todo y las pelotudeces de adolescente de Noah, es su hijo y lo aman profundamente.
    SHIT, ME LASTIMA.

    En otro orden de cosas, la aparición de Franklin is pure gold. Me encanta.
    Igual las insinuaciones de nuestros padres favoritos (?) sobre la relación de Noah con Cathy, porque venga, fueron adolescentes también y saben cómo funciona el asunto.

    La escena final de Noah y Galen me dejó un sentimiento de calidez tan precioso que, joder, no sé ;-; me encanta.

    No me voy a meter con lo de OoC porque estoy aquí fangirleando y me da lo mismo todo.
     
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    Ay... Estoy llorando... Fue tan hermoso!!

    ¿Qué puedo decir? Me ha maravillado, un Galen y Aimi interactuando juntos, siendo más pequeños de lo usual, un Noah como su hermano mayor, Shawn y Laila como sus padres. Y las referencias a las cosas de "mayores" Jajaja! Me encantó!

    Es tan dulce que oficialmente me dio diabetes, y si no se me dan bien este tipo de historias, no sé. Aún no fuese un UA de Deadman me habría encantado... ¡Te felicito satellite!

    Para ser franco no se me habría ocurrido cómo diantres hacer esto, y sin dudas me has dado la idea. ¡Ver todas esas interacciones! Me hace llorar T.T

    Y como no, que gran final. De ser el clásico hermano mayor molesto a su hermano pequeño, a demostrar que todos somos víctimas alguna vez. Sin dudas, me he visto reflejado con esta historia...

    ¡Te felicito! n.n
     
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